Yatareni - Volumen 3 - 23
Nos reunimos temprano en la base. Mayra pasó por nosotros y nos fuimos caminando hasta la hacienda abandonada.
Recuerdo que cuando vine por primera vez al pueblo, mi tía quería llevarnos a mi mamá y a mí a este lugar pero no recuerdo que pasó para que no sucediera. Aun así después terminé viniendo junto con los chicos para la prueba de valor.
No sé si fue porque la visitamos de noche en aquella ocasión, pero cuando llegamos a la hacienda no parecía la misma que visitamos entonces.
Ahí estaba todavía ese letrero de hierro forjado donde se podía leer el nombre de la hacienda “La Media Luna”. De eso sí me acuerdo muy bien por la bromita literaria que hice y que nadie entendió pero eso era lo único que parecía idéntico a aquella vez. Todo lo demás era muy diferente. Se sentía como si fuera la primera vez que la visitaba.
Como de costumbre en el pueblo, el cielo estaba cargado de nubes negras. La lluvia caería sobre nosotros en cuestión de minutos quizá. Pero no le prestamos mucha atención, estábamos más decidiendo dónde comenzaríamos a explorar. Porque, a diferencia de esa vez en la que solo entramos Mayra Palacios y yo, esta vez entraríamos todos. Así que para todos los demás, realmente se trataba de algo nuevo.
Frente a nosotros se abría una gran extensión de terreno perteneciente a la hacienda. Posiblemente lugares donde se cultivaban muchas cosas o se pastaban animales, quién sabe, pero que ahora parecía una selva.
─Tengan cuidado ─anunció Mayra Páez─. Fíjense bien por dónde caminan porque luego hay por ahí alguna serpiente.
─¿¡Se-Serpientes!? ─se estremeció la rubia─. ¡No me dijiste que había serpientes aquí!
─¿Realmente había serpientes? ─le pregunté a Mayra.
Yo no estaba asustado, mi pregunta fue más por la molestia de que no me lo dijera cuando fue nuestra prueba de valor. Si ahora que es de día hay que andar con cuidado, en la noche es peor porque no se ve casi nada. Alguna podría haberme mordido y ni en cuenta.
─Por eso era una prueba de valor ─me respondió la líder.
─¿Y qué hubieras hecho si alguna nos mordía? ─increpó Mayra Palacios.
─No se preocupen ─respondió─. Yo realmente tampoco conozco este lugar. Recuerden que yo tampoco soy de aquí así que lo de las serpientes igual y ni es cierto, solo me gusta joderlos un poco.
Todas las chicas se quedaron mirando de reojo a la líder como si conspiraran para tenderle una trampa o algo así. Si planean vengarse con gusto les ayudo.
Logramos hacernos camino entre toda la maleza y llegamos al edificio de la hacienda en sí. Ahora que podíamos verla por completo me di cuenta de que era aún más grande de lo que pensaba. Toda la estructura en general seguía en pie. Solo se habían caído algunos muros, perduraba aun un poco más de la mitad de toda la techumbre y noté también que en algunos muros habían varios grafitis.
─¿Por qué no establecieron su club de anime en esta hacienda? ─nos preguntó Araceli.
La líder calló por un momento. Creo que no se le había ocurrido, después de eso supongo que se sacó algo de la manga:
─Pues… en realidad no sabemos si esto aún le pertenece a alguien. Además, restaurar todo esto costaría demasiado dinero.
─Dinero que ustedes usarán para irse a Japón ─sonrió Araceli.
─Pues si yo tuviera ese dinero ─respondí─. Lo usaría para el viaje a Japón y no para restaurar una hacienda que solo usaríamos por unos pocos meses.
Mayra Páez suspiró.
─Podrías venderla después ¿no? ─replicó─. ¿O crees que solo la restauraste para que la usara un club de anime? Podrías devolverle su esplendor anterior. Que otra vez cumpliera su función por la cual fue construida, te volverías millonaria.
Mierda, no pensé en eso. Pero me preguntaba entonces, si nosotros, un montón de otakus, teníamos el poder adquisitivo para restaurar y poner en funcionamiento de nuevo esta hacienda ¿Por qué nadie más en el pueblo lo hace? Mucha gente en Yatareni y en otros pueblos gana muy bien con lo que cosechan.
Pero bueno, creo que perdería el tiempo preguntándome eso.
Al entrar al edificio notamos demasiados agujeros en el suelo. Incluso creo haber visto más agujeros que los que vi cuando vine por primera vez. Claudio tenía razón, aún hay gente que sigue buscando tesoros aquí. Aquella noche no encontramos ningún tesoro, pero sí encontramos algo muy valioso. Y esto se lo platicamos a Araceli.
─Ah, entiendo ─respondió─. Entonces ustedes encontraron esos documentos aquí.
─Así es ─respondí─. La minera los había escondido aquí creyendo que quizá nadie los encontraría, pero supongo que fue suerte, porque gracias a eso, logramos detener la minera y se retiró.
─Y gracias a eso ─continuó Angelina─. Nos recompensaron con una muy generosa cantidad de dinero.
─Dinero que usaremos para ir a Japón ─continuo Mayra Páez.
─Yo no diría que fue suerte ─intervino Mayra Palacios─. Fue otra cosa, una voz.
─¿Una voz? ─preguntó la rubia.
─Ah, si ─respondió Guadalupe─. Ellos dijeron que habían oído una voz, que supuestamente evitó que se cayeran por un agujero. Ellos pensaron que éramos nosotros pero no fue así.
─De cierto modo ─dije─. Fue gracias a esa voz que encontramos los documentos.
─¿Y saben algo? ─comentó Mayra Palacios─ La primera vez que oí esa voz sentí miedo, pero también sentí una calidez.
─¿Eh? ─le preguntó Martina─. ¿De qué hablas chuuni?
Mirando de reojo a Martina, Mayra siguió explicando─: Fue como si conociera esa voz, o como si esa voz me conociera de algún modo. Cuando gritó “Noo” para que no avanzáramos, se sintió como si esa voz estuviera… no sé, preocupada por mí.
─¿Y también por mí? ─pregunté─. Porque yo no lo sentí así, la verdad sí me dio miedo.
─No te burles ─me respondió─. Tú decías que no creías en esas cosas.
─No me estoy burlando ─expliqué─. Es solo que creo que cada uno lo sintió de distinta manera.
─Oye Caperuza, ver anime te está afectando la cabeza ─le dijo Araceli.
─Bueno, bueno ─interrumpió Mayra Páez─. Si ella quiere ver algo lindo en aquella voz que escuchó como para reprimir el miedo, está bien, déjenla.
─Pero yo… ─respondió Mayra Palacios─. Olvídenlo.
La lluvia comenzó a soltarse en ese momento, pero aun sin mucha fuerza. Como el lugar donde nos encontrábamos estaba al aire libre, decidimos movernos a un espacio más amplio, y con techo. Esta vez, llegamos a una especie de bodega, dada la altura del techo y la extensión. Ahí encontramos varias cajas de refresco, botellas de vidrio y demás cosas relacionadas. Nada de esto lo vi cuando vine por primera vez. Pensé que esta hacienda era más del estilo agrícola pero al parecer también había una refresquera.
Esa parte de la hacienda era la última del edificio principal. Después de eso continuaba otra vez la selva que ahora rodeaba la hacienda aunque la vegetación de este lado no era tan frondosa. Desde ahí era posible ver otras edificaciones más pequeñas. Algo que parecía un granero, una cabelleriza supongo y otros edificios que parecían casas a manera de hoteles.
─Creo que yo iré a ese de ahí ─señaló Gibrán al edificio de en medio.
─Pero yo quiero ir a ese que parece granero ─replicó Martina.
Básicamente todos querían ir a un edificio diferente. No sé qué vieron en cada uno que los atrajo. Así que inconscientemente como que nos pusimos de acuerdo y aquí el grupo se separó. Cada subgrupo decidió investigar diferentes áreas de la hacienda.
Cuando yo llegué a donde quería llegar el agua se soltó con más fuerza.
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