Yatareni - Volumen 3 - 24
Mayra Palacios contemplaba la caída de la lluvia desde una habitación cuyo muro se había derrumbado. Posiblemente se trataba de una recámara porque halló restos de una cama y residuos de algunas viejas cobijas.
─¿Todo bien caperuza? ─le preguntó Araceli apareciendo desde atrás─. ¿En qué tanto piensas? ¿En aquella voz que mencionaste antes?
─No ─respondió tranquila─. Supongo que solo tengo en mi cabeza el viaje a Japón. Todavía no puedo creer que vaya a ir estoy emocionada.
─¿Enserio? ─cuestionó la rubia─. No suenas a que sea eso, hay otra cosa más ¿verdad? No me puedes engañar, eres muy fácil de leer.
Mayra volteó a ver a la rubia. Puede que aquello la molestara viniendo de ella pero debía admitir que era cierto. Araceli no era la única que podía “leer” con facilidad a Mayra.
Y suspiró.
─Tú ya lo sabes ─le respondió─. Sabes cuáles son mis sentimientos hacia Eliseo.
─Ah, era eso ─murmuró Araceli─. Pero si siempre has sentido eso ¿por qué te preocupa eso ahora?
─Cuando regresemos de Japón ─murmuró la chica─. Él se ira de Yatareni y no sé si lo vuelva a ver de nuevo.
─Y tienes miedo de no decirle lo que sientes ¿verdad?
Mayra asintió.
─Tan fácil que es ir y decírselo ─replicó Araceli─. Podrías en este momento buscarlo y expresarle lo que sientes.
─¿Tú crees que es tan fácil? ─respondió Mayra─. Si para una chica normal es difícil, para mí que soy… como soy, pues…
─Solo díselo y ya ─se escuchó desde atrás─. No pierdes nada con intentarlo.
Ambas chicas voltearon.
Era Guadalupe.
─Si no se lo dices ahora que está aquí ─le replicó la chica─. Te arrepentirás cuando se vaya.
Mayra permaneció dubitativa.
─Supongo que… no tengo de otra, pero… ¿qué tal si me rechaza?
─La vida es un riesgo carnala ─respondió la rubia cambiando su acento un poco al tiempo que pasaba su mano tras de ella─. Te arriesgas a mucho, pero ¿Qué tal si acepta? Tú solo mantente positiva.
Mayra sonrió.
─Sé que es inevitable que se vaya porque yo también me iré ─dijo─. Es inevitable que nos separaremos, pero quiero que, antes de que se vaya, que sepa… que lo amo.
─Oye ─le preguntó Guadalupe─. ¿Qué tanto lo amas?
─Creo que bastante ─respondió─. Se podría decir que me salvó la vida.
─¿Te salvó la vida? ─increpó Araceli─. ¿Qué quieres decir?
─No es nada ─respondió─. Olvídenlo.
****
Mayra Páez se encontraba en otra parte de la hacienda. También contemplaba la lluvia caer sobre todas las ruinas y el espacio en general. Con ella se encontraban Martina y Angelina. Desde hace un rato que las últimas dos notaban algo extraña a Mayra.
─En algo piensas ¿verdad? ─le preguntó la niña.
─¿Por qué lo dices enana? ─respondió Mayra sin dejar de ver caer la lluvia.
─Estas perturbada ─replicó─. Y no me llames enana, ya casi te alcanzo.
Mayra volteó a verlas.
─Me gustaría preguntarles algo ─Y se dirigió a Martina─. Pero creo que esta pregunta sería más para Angelina que para ti.
─¿Por qué? ─preguntó Angelina.
─Porque Martina está muy pequeña para estas cosas.
─¿Qué cosas? ─preguntó la niña cuando comenzó a intuir de qué hablaba la líder.
─Creo que ya sé de qué habla ─mencionó Angelina─. Ella está enamorada.
─¿P-pero que cosas dices? ─Mayra se puso roja como un tomate─. Aun no… no les he dicho nada.
─Pero eres muy obvia ─respondió.
─¿Asumes que nunca me he enamorado? ─cuestionó Martina─ For You Information ya me he enamorado… de cierto modo… aun lo estoy.
─¿De verdad? ─preguntó Angelina interesada─. ¿Es alguien que vive por tu casa?
─No ─respondió Martina─. Pero… olvídalo. La que nos preguntó fue ella, dejemos que hable porque me causa interés.
─En… realidad no estoy segura de que lo estoy ─dijo la líder─. S-solo quiero confirmarlo ¿Qué debería hacer?
─Decírselo ─respondió Angelina.
─No es tan fácil.
─Para empezar ─preguntó la niña─. ¿Lo conocemos?
─S-sí ─respondió tímidamente.
─Es Eliseo ─concluyó Martina.
─¿C-cómo sabes…? ─preguntó sonrojada.
─Nunca te fijarías en tu amigo de toda la vida que es Gibrán ─respondió la niña─. Y pues Claudio…
─Oh, ya entiendo ─comentó Angelina─. Creo que era obvio.
─Es una lástima ─dijo Martina un poco sarcástica─. Pero tú tienes más posibilidades que yo.
─¿Tú también…? ─murmuró Angelina─. Espera, ¿de él hablabas? ¿Desde cuándo esto se volvió un anime harén?
─Sí estas consiente de que eres muy chica para él ¿verdad? ─replicó Mayra.
─Yo sé que Eliseo me ve como una hermanita ─comentó─. Y que eso nunca va a cambiar. Pero si quisiera iría en este momento y le diría lo que siento. Yo no tengo miedo de esas cosas. Total, ya sé que me va a rechazar. Además, se lo dije indirectamente cuando me fui del pueblo, otra cosa es que no me haya entendido.
─Presumida ─Mayra vio de reojo a la niña e hizo una mueca─. Lo que quiero es decírselo, no sé cómo, que él se entere de lo que siento, porque él se irá después del viaje a Japón y no sé si lo vea de nuevo.
─Si no le dices lo que sientes antes de que se vaya, creo que lo vas a lamentar mucho ─exclamó Angelina.
─Ya lo sé ─respondió─. Ya lo sé.
****
─¡atchoo!
─Salud ─respondió Gibrán.
─Gracias ─contestó Claudio─. Creo que no fue buena idea venir aquí en medio de la lluvia, me va a dar un resfriado.
─Deja de quejarte ─le dijo el sublíder─. Parece que ya se está deteniendo.
Y en efecto, parecía que la lluvia cedía poco a poco.
─Al final de cuentas ─Gibrán suspiró─. Creo que sí fue buena idea que viniéramos a esta hacienda ─comentó Gibrán.
─¿Por qué lo dices? ─preguntó Claudio.
─Creo que no te lo he contado ¿verdad? ─respondió─. ¿Recuerdas cuando Eliseo nos mostró la nueva base de SPEED?
─¿Hablas de la iglesia abandonada?
─Me encantó mucho ese lugar ─respondió el sublíder─. Porque se parece también a esta hacienda y se parece también a las otras ruinas que había propuesto ayer.
─Las de Sayula ¿no?
─Yo acepté rápidamente que la Sociedad ocupara esa iglesia porque… lugares como esos, como este, me recuerdan el lugar donde la encontré a ella.
Y sonrió.
****
Justo en ese momento en el que la lluvia desaparecía el equipo se reunió de nuevo. Las nubes negras poco a poco dejaban paso al cielo naranja del atardecer.
─Nada mal ─dijo Araceli sarcástica─. No encontramos nada interesante y solo estuvimos aquí para refugiarnos de la lluvia. Ustedes sí que saben cómo divertirse.
─Y esa es la experiencia ─respondió Gibrán─. No siempre puedes presumir de que te refugiaste de la lluvia en una hacienda abandonada.
─Si esa es tu definición de diversión ─increpó la rubia─. No me extrañaría que ninguna chica te haga caso.
─¿Para qué quiero una imperfecta chica 2D… ─dijo el sublíder al tiempo que se acomodaba los anteojos de una manera bastante peculiar─. Si tengo a las perfectas 4D?
─¿Qué significa eso?
─No quieres saberlo ─respondió Eliseo─. Olvídalo.
─Bien ─dijo Mayra dando un aplauso─. Fue una experiencia estimulante aunque solo anduvimos paseando, me hubiera gustado por lo menos comer aquí.
─¿Enserio? ¿Aquí? ─Araceli dio un rápido vistazo a su alrededor─. Deberían de deponerte como líder.
─Sería muy original ─dijo Mayra.
─Ya vámonos ¿quieren? ─replicó la rubia.
─Tiene razón ─comentó Eliseo─. Tenemos que prepararnos, nos quedan pocos días.
Eliseo se refería naturalmente al viaje a Japón, y eso todos lo entendieron.
Pero ambas Mayras entendieron otra cosa.
Ellas también debían prepararse, pero para otra cosa que quizá, para ellas era más importante que un viaje. Y finalmente, supieron lo que debían hacer.
Como si estuvieran unidas mentalmente, ambas chicas tuvieron los mismos pensamientos, la misma determinación, el mismo objetivo:
─Ya se lo que haré…
─Yo le diré…
─Todos mis sentimientos…
─Cuando estemos…
─En Japón…
─Será el lugar perfecto.
Y ambas sonrieron sintiéndose satisfechas con lo que acababan de planear. Como si ya saborearan la victoria.
Pero ninguna de ellas sabia de los planes de la otra. Así que la confrontación sería inevitable.
****
La tarde antes de salir de viaje, finalmente se armó de valor y se internó en el mercado de Sayula. A medida que se acercaba apretaba su sobre amarillo con más fuerza. Finalmente llegó a aquella tienda de abarrotes. Aquel muchacho que había visto antes estaba descargando algunas cajas y acomodando la mercancía en repisas.
Mayra Palacios tomó aire y habló:
─Rubén.
El aludido volteó y se llevó una gran sorpresa.
─Mayra ─exclamó─. ¿Porque huiste la última vez?
─Yo ─murmuró─. Supongo que aun soy una cobarde.
─Oye ─Rubén dejó lo que estaba haciendo y se acercó a la chica─. Ya te lo había dicho antes, nada de lo que pasó ese día fue tu culpa.
─Aun así quiero hacer esto ─y extendió el sobre amarillo sobre la repisa del mostrador.
─¿Qué es esto?
─Por favor, recíbelo.
─Oye, Mayra ─Rubén empezó a hablar tímidamente─. Sabes que yo hice eso por ti ¿verdad?
─Y he venido a pagártelo.
─¿Pagarme?
─El sobre.
─No, yo me refería a…
─Rubén, ya sabias mi respuesta desde el día en el que nos conocimos ─comentó la chica─. Lamento no poder corresponderte.
Rubén dio un largo suspiro.
─Has cambiado bastante. Ahora ya eres capaz de llevar una conversación. Realmente me alegro mucho por ti. Creo que… ahora menos que nunca tengo posibilidades contigo ¿verdad?
─De hecho… ─Mayra desvió la mirada apenada─. No.
Hubo un silencio incómodo hasta que Mayra lo rompió:
─¿No está el Jefe?
─Salió a comprar mercancía.
─Qué bueno ─comentó─. No tengo muchas ganas de verlo.
─Puedo hablar con él si quieres ─exclamó Rubén─. Lo puedo convencer de que…
─No, Rubén, gracias pero no ─respondió Mayra─. Quiero superar eso. Me di cuenta de que me hacía daño. Verlo solo hará que todo lo que he logrado se pierda. Y haría que su esfuerzo fuera en vano.
─¿Su esfuerzo? ─increpó Rubén─. ¿De quién?
─No es nada ─la chica volvió a sonreír─. Gracias por ayudarme en esa ocasión Rubén. Eres un buen chico.
─Si, pero tú…
─No insistas.
─Lo siento.
Mayra se despidió y dio la vuelta para irse. Rubén, que sabía que no la volvería a ver por alguna razón, quiso detenerla pero no halló modo de hacerlo.
Solo cuando la chica desapareció, examinó el contenido del sobre amarillo que le acababa de dar.
Eran diez mil pesos.
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