Yatareni - Volumen 3 - 26
Llegamos rápidamente y nos dirigimos al lugar desde donde abordaríamos. Pudimos ver desde las grandes ventanas cómo un inmenso avión se estacionaba para recibir a los pasajeros. Tan solo verlo hizo que mi emoción se disparara.
─Cuídense mucho y diviértanse en Japón ─nos deseó Renata─. Y me traen algún recuerdo o algo así.
─Gracias ─contestamos.
─Pero a ti no te gusta el anime ─replicó Claudio─. ¿Qué podríamos traerte?
─No todo Japón gira alrededor del anime, tonto ─replicó Renata─. Me conformo con un balón o una playera de la selección japonesa.
─Trataré de conseguírtela ─respondí.
─Nos vemos y buen viaje.
Dejamos la sala de espera y abordamos el avión por medio de un túnel hecho como de papel aluminio. En efecto, aquel avión era inmenso. Ahí dentro cabían como cinco autobuses alineados.
Buscamos los asientos que nos asignaron y nos sentamos en ellos.
Los pasajeros seguían subiendo y ocupando los asientos del avión. Pudimos notar que varios eran japoneses.
Y en lo que la gente seguía abordando, escuchamos las voces del piloto y el copiloto presentándose en inglés y en español y deseándonos también un buen viaje además de decirnos, entre otros datos, la altura a la que volaríamos y el tiempo estimado de vuelo a Japón, que como sería un vuelo directo, nos tomaría alrededor de trece horas.
─¿Trece horas? ─Claudio levantó la voz─. No pensé que fuera tanto.
─¿Qué haremos en tanto tiempo? ─murmuró Gibrán.
─Dormir ─respondió la líder─. Aunque no será suficiente.
Poco después de las palabras de los pilotos, una azafata, guiándose por medio de una voz femenina un poco sexy, nos daba instrucciones en español e inglés sobre todo lo que tendríamos que hacer en caso de turbulencia o una emergencia ya fuera que el avión tuviera un aterrizaje forzoso o acuatizara. También nos dijeron que, cada cierto tiempo, otras azafatas recorrerían el avión vendiendo botanas, refresco y otras frituras.
Y pude notar que Mayra Palacios, que estaba sentada a mi lado, estaba nerviosa.
─¿Realmente… puede pasar todo eso del aterrizaje forzoso y lo demás? ─me preguntó.
─Es solo precaución ─respondí─. Pero tranquila, estaremos bien, no nos pasará nada.
Luego de que el avión cerró sus puertas, la nave se encendió y comenzó a moverse lentamente para acomodarse en la pista. Cuando estaba ya en posición, supongo que le dieron la orden al piloto de despegue, porque en ese momento comenzó a acelerar y elevarse.
─Bien ─suspiró Mayra Páez, la cual estaba sentada del otro lado mío─. Aquí comienza la aventura más grande de SPEED y la última.
La otra Mayra era un manojo de nervios.
─¿Por qué el avión se sacude tanto? ─preguntaba algo histérica.
─Es normal ─respondió la líder─. Cuando el avión despega hay siempre una pequeña turbulencia, pero cuando alcance alturas mayores se estabilizará.
─¿No se supone que tú tampoco has volado? ─increpó la otra Mayra.
─Cosas que me cuenta mi madre, ella sí ha volado.
─Yo me pregunto ─oímos a Claudio decir tras de nosotros─. ¿Cómo es que los de seguridad te dejaron pasar con tu capa roja?
─Es solo una capa ─respondí─. Como ya no usa sus vestidos negros creo que ya no llama la atención como antes. Bueno, eso no justifica nada, también me pregunto lo mismo de hecho.
Y era cierto. Desde que la conozco, pasó de usar vestidos victorianos a usar solo ropa negra, y ahora ya se había acostumbrado a usar ropa, por decirlo así, normal, y de cualquier color. De hecho, las ropas que llevaba ahora eran casi todas blancas. Pero ahí seguía la capa.
Si ella no se siente orgullosa de su progreso, yo sí, y mucho.
─Tranquila ─le dije mientras tomaba su mano porque todavía estaba nerviosa─. Estaremos bien, en unas horas más estaremos en Japón, bueno, en trece horas.
Ella contempló mi mano tomando la suya y me miró. Aunque ambos estábamos sonrojados, los dos sonreímos. No planeaba que esto pasara pero fueron unos segundos muy lindos. Al menos hasta que oímos a Martina exclamar bastante emocionada:
─¡No mamen! ¡Ya estamos despegando! ¡Qué pinche emoción!
─Exclamó la princesita ─murmuró Claudio sarcásticamente.
─¡Cállate cabrón! ─replicó la niña.
─Martina ─reclamé─. Ya te dijimos que no digas esas palabras, no es propio de ti.
─¡Es que no puedo con la emoción chingao! ─respondió─. ¡Por fin vamos a ir a Japón, ha sido el sueño de toda la vida!
─Ok, lo entiendo ─contestó Mayra Páez─. Igual yo también estoy emocionada, creo que todos lo estamos, pero no tienes que expresarte de ese mo… ¿A quién engaño? ¡Yo también estoy bien pinche emocionada!
─Exclamo la prince… ─comentó Claudio de nuevo─. No, tú no eres una princesa.
─¡Cállate cabrón! ─exclamó Mayra también.
Finalmente el avión se estabilizó. Entonces todos nos asomamos por la ventanilla.
Como era de noche no pudimos ver más que una inmensa mancha compuesta por millones de puntos de luz. Era la ciudad que acabábamos de abandonar.
Más arriba, la silueta de algunas nubes, cuya parte superior eran bañadas por una luz muy intensa proveniente de la luna. Por ahí también se asomaba una de las alas del avión. Era un espectáculo hermoso. Creo que con esto a Mayra Palacios se le pasó el miedo.
─Cuando este viaje termine ─murmuró Mayra Páez sin dejar de ver las nubes─. SPEED desaparecerá.
Todos pudimos oírla pero nadie dijo nada porque aquellas palabras nos llenaron de melancolía. Cada uno suspiró a su manera. Pero antes de que eso pasara, como dijo la líder, tendríamos nuestra última aventura. Y la más grande. Porque ahora nos dirigíamos al país donde nació aquello que hizo que nos conociéramos y pasáramos muchos grandes momentos juntos. De cierto modo era como nuestra muestra de agradecimiento por habernos juntado.
Y en lo personal, yo diría que gracias a eso, pasé los seis meses más felices y divertidos de toda mi vida. Seis meses que estaban por culminar en este épico viaje que estaba comenzando.
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