Yatareni - Volumen 3 - 32
La idea de Gibrán fue inesperada. No, miento, lo íbamos a hacer en algún momento, y ya que estábamos cerca iba a ser ese mismo día. Era inevitable.
Gibrán se adelantó y nosotros lo seguimos. Nos dirigimos hacia la chica maid que repartía propaganda en la calle. Nos reconoció fácilmente como extranjeros y comenzó a hablarnos en ingles invitándonos a su restaurante al tiempo que nos entregaba a cada uno un volante, en inglés y japonés.
Curiosamente, cada tres o cuatro palabras, ella agregaba la frase “Nya” a modo de prefijo o sufijo. Y eso era porque, además del atuendo típico de maid que llevaba, remataba con unas orejas y una cola de gato. En japonés se oye bien el nya pero creo que en otro idioma ya no tanto.
─¿Quieren entrar? ─nos preguntó Gibrán cuando la maid le indicó que su restaurante estaba justo al frente.
─¿Enserio? ─preguntó Mayra Páez algo confundida─. ¿De verdad quieres entrar?
─Pues… ─comentó Martina─. Tenemos hambre pero ¿de verdad vamos a comer ahí?
─Creo que esta era una de nuestras paradas obligatorias ─afirmó Gibrán─. Recuerden que quizá no tendremos después una oportunidad como esta.
En eso tenía razón. Ya estábamos en Japón, lo menos que podíamos hacer era aprovechar todo.
─Si ustedes quien entrar, entremos ─comentó Misaki─. Yo tampoco he ido a uno de estos así que también me causa curiosidad.
─Ok, iremos ─respondí─. Pero ya desde este momento me sentiré incómodo.
Aquel local lucía un poco a la arquitectura japonesa tradicional de mediados del siglo pasado como esperaría uno que luciría un restaurante típico japonés. Excepto por los anuncios alusivos a las maids y todo lo que las caracteriza.
Al entrar, dos chicas que usaban el mismo uniforme que la de afuera, nos dieron la bienvenida muy cortésmente en japonés al tiempo que nos reverenciaban con sus vestidos. Ellas también agregaron la silaba nya.
Gibrán y Claudio se sintieron como si fueran miembros de la realeza que acaban de llegar a una lujosa mansión y fueran recibidos por sus sirvientas.
No sé cómo habrán reaccionado los demás pero en lo que a mí respecta sentí un poco de pena ajena, pero no dejé que se notara. Y más que pena ajena, fue la incomodidad. Lo había dicho antes, me incomoda que sean tan amables conmigo. No entiendo del todo cómo es que hay personas a las que les encanta que los traten de este modo, sé que es algo que disfrutan pero creo que no es lo mío.
Las dos maids nos condujeron a una mesa vacía en la que cabíamos perfectamente, ahí nos sentaron. Acto seguido, nos entregaron el menú, venia escrito en inglés y en japonés. Fueron muy rápidas. Desde el momento en el que nos recibieron hasta cuando nos sentaron y nos dieron el menú. Quizá estas cosas de los maids café sean solo actuación, pero admito que ellas parecían estar muy concentradas con su trabajo, supongo que no cualquiera puede hacerlo. Verdaderamente parecían de esas sirvientas de la época victoriana.
Una de las maids se alejó y la otra permaneció con nosotros. Vimos que se acercó a Misaki y ella le murmuró algo al oído.
Entonces la maid nos explicó el menú y todo lo que ofrecían… ¡en español! Naturalmente agregando los nyas.
─¿Habla español?
─Y lo habla mejor que tú ─le dijo la líder a Misaki un poco en broma.
─Supongo que es una suerte que hayan maids que hablen español ─comentó Gibrán.
Decidimos entonces revisar el menú. Un montón de platillos típicos japoneses que desconocía se mostraban ante nuestros ojos, otros más que apenas y logré identificar y uno solo que sí identificamos plenamente, aquellos omelets en los cuales las maids escriben o dibujan lo que el cliente pida.
─¿A cuánto equivale un yen? ─nos preguntó Claudio.
─Creo que a 17 centavos mexicanos ─respondí.
─¿Enserio? ─comentó─. Pensé que el yen valía más.
─Es lo que todos piensan.
─¿Y eso en dólares cuánto es? ─interrogó Mayra Páez.
─¿Qué acaso pagarás con dólares? ─replicó la otra Mayra.
─Ashh, sólo decía.
Supongo que fue más que nada por la popularidad del mismo platillo pero pedimos esos omelets. Asimismo, Mayra Páez y las otras chicas pidieron adicionalmente una taza de té.
No habían pasado ni diez minutos cuando dos maids trajeron nuestras órdenes, y nos las distribuyeron, siempre con la elegancia y porte que las caracterizaba. Todo el tiempo se dirigían a nosotros como “amo” y “ama” y nos hablaban con un profundo respeto, y es curioso que a pesar de que la maid hablaba español también nos decía esas cosas en japonés.
Una de las maids les preguntó a las chicas cuántos terrones de azúcar pediría para su te, la otra nos iba preguntando a cada uno qué quería que dibujáramos o escribiéramos en los omelets usando kétchup. Algunos pidieron que dibujara algún personaje de anime, otros pidieron su nombre en japonés, entre ellos yo. Según ellas, mi nombre se leía como Eriseo.
Y entonces vino la parte más “pesada” del show. Tres maids se juntaron y mencionaron algo que no entendí del todo bien acerca de infundirle “magia” a la comida para que supiera más deliciosa, y para hacer aquello… había que bailar como ellas lo hacían.
Lo dijeron como si fueran unas niñas de cinco años pero no dejaba de sonar un poco ridículo. Espero que les paguen bien porque no creo que cualquiera se atreva a hacer eso. Pero por Dios, estoy en Japón. Estar en un maid café fue una experiencia completamente distinta a lo que yo pensaba, en los animes se ve agradable pero siempre olvido que esto no es un anime, es la vida real. Apenas y podía permanecer ahí recibiendo los halagos y atenciones de chicas maids gato, pero esto ya era otro nivel.
Me apenaba demasiado, pero tampoco me sentía capaz de negarme. No les puedes decir que no a maids como esas que irradiaban pureza y bondad. Me animé y eso fue porque, veía desde ahí a otros comensales que hacían lo mismo y parecían disfrutarlo.
Luego entendí que uno simplemente debe dejarse llevar y no pensar en lo que los demás digan. Total, de cierto modo esto es normal aquí. Estamos en otro país, con otra cultura y otro modo de ver las cosas.
Los chicos nos levantamos y bailamos tal y como nos indicaban las maids, moviéndonos de una manera rara haciendo unas poses como las de ese anime bizarro, y al mismo tiempo hacíamos círculos con las dos manos, las cuales formaban un corazón.
Luego nos indicaron que con ese “corazón”, “disparáramos” a nuestros omelets para infundirlos de esa “magia” mientras gritábamos: “Moe Moe Kyun”
Cuando ese “numerito” finalizó pudimos sentarnos a comer.
Fue toda una experiencia, pero ¿Cómo decirlo? Lo que menos esperaba es que algo como eso me levantara la autoestima hasta el cielo. Por alguna razón me sentí bien conmigo mismo. Creo que son cosas que no se pueden describir, solo hay que vivirlas.
De todos modos agradecí infinitamente que mi hermana y mi madre no estuvieran ahí para verme hacer eso. En otra circunstancia, con un poco de pulque no me hubiera importado para nada.
Durante todo ese tiempo, las maids no dejaron de atendernos, preguntándonos amablemente si nos hacía falta algo u ofreciéndonos algo más del menú. Asimismo también hicieron un número especial cuando todas se pusieron a bailar y cantar al más puro estilo de idol en un escenario al frente. Incluso apagaron las luces y nos dieron unas barritas de neón para animar aquel pequeño concierto. Hasta en el último momento las maids se portaron como todas unas aristócratas con nosotros.
Ya estaba atardeciendo cuando salimos. Tomamos de nuevo el transporte público y regresamos al hotel.
─Fue un día… divertido ─comentó la japonesa sonriendo aunque su comentario lo sentí un poco en broma─. Ustedes sí que son interesantes chicos. Ya veremos con qué sorpresa salen mañana.
─Se pondrá mejor mañana ─dijo Gibrán.
─Eso espero ─respondió─. Mañana pasaré por ustedes a las doce, saliendo de mi escuela.
─Por cierto ─interrumpió la líder─. Mañana Eliseo y yo no te acompañaremos. Nosotros dos ya tenemos nuestros planes.
─¿Eliseo?
─Soy yo ─dije levantando la mano─. Creo que deberías aprenderte nuestros nombres.
─Oigan ─nos preguntó─. ¿Ustedes dos son pareja? ¿O por qué piensan salir por su cuenta?
Ambos nos pusimos colorados.
─¿P-porqué preguntas… eso? ─respondió Mayra apenada─. Nosotros… solo tenemos unos negocios que atender… no es nada.
─Oh, por supuesto ─dijo Guadalupe─. Ustedes mañana verán a Mika.
─¿Van a ver a Mika? ─nos preguntó la japonesa─. ¿La cantante Mika Nakayama?
─Sí ─respondí elegantemente cual ejecutivo─. Tenemos unos importantes negocios que atender con Mika, y, por eso es que solicita nuestra presencia.
─Bueno, no es para tanto ─comentó Mayra─. Pero sí la vemos mañana.
─Está bien ─dijo la japonesa sin dejar de sonreír─. A ustedes dos no los veo mañana.
─Quizá si salimos temprano con ella podamos reunirnos en la tarde ─comentó Mayra─. Todo depende de cuánto nos tardemos con Mika.
─Bueno, ojalá les vaya bien ─se despidió Misaki─. Nos vemos mañana al mediodía.
Y dicho y hecho, se alejó.
Ingresamos al hotel hasta que me percaté de que Mayra Palacios se situó a mi lado y me miró con unos ojos muy penetrantes, como si fuera a regañarme.
─¿Qué quieres? ─le pregunté un poco nervioso porque estaba muy cerca.
─Quiero hablar contigo.
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