Yatareni - Volumen 3 - 36
Siguiendo las instrucciones de Misaki, las dos Mayras y yo nos movimos por el transporte público de Tokio para llegar a la casa de la japonesa. Durante el trayecto, Mayra Páez nos explicó un poco la situación aunque de manera ambigua porque a ella tampoco le informaron mucho.
Tal y como lo habían planeado, los chicos y Misaki se reunieron al mediodía en el lobby del hotel. Solo tuvieron tiempo de recorrer los jardines del palacio imperial, porque cuando se disponían a visitar la estatua de Hachiko, Misaki recibió una llamada repentina y esta se disculpó con los chicos argumentando que tenía que regresar a su casa. Ella no les dio muchas explicaciones, pero como parecía preocupada, los chicos de SPEED se ofrecieron a acompañarla por si pudieran ayudarle en algo y ella aceptó.
Eso fue lo que le dijeron a Mayra Páez. Posteriormente Misaki le dio instrucciones a Mayra para que pudiéramos llegar al barrio donde ella vive. Supongo que una vez que nos reunamos nos contará lo que está pasando.
Nos tomó poco más de media hora llegar al lugar donde la japonesa vive. Un barrio habitacional donde únicamente aparecen casas de todos los estilos. No es como en nuestro país en el que algunas casas suelen poner sus negocios en la planta baja, aquí, y también en otros países como Estados Unidos, las zonas habitacionales y las zonas comerciales están muy bien diferenciadas. Aunque predominaban casas tradicionales estilo japonés, también había gran número de hogares con estilo arquitectónico occidental.
Cada cierta distancia podíamos observar algún pequeño negocio de dulces, señalizaciones de tránsito en japonés con personajes kawaiis, y por supuesto, no podían faltar las omnipresentes máquinas expendedoras a los lados del camino, que vendían literalmente de todo, desde comida rápida, hasta ropa, e incluso pornografía. Japón tiene una cultura a veces muy surrealista.
Seguíamos con esa sensación que hacía que nos maravillábamos por todo lo que se nos cruzaba en el camino, cosas que para los que viven aquí es de lo más cotidiano.
Finalmente dimos con la casa de Misaki. De hecho, la reconocimos solamente porque ella estaba afuera esperándonos.
No me había dado cuenta hasta ese momento pero el cielo ya se había nublado. Dentro de poco la lluvia se soltaría, y al parecer sería muy fuerte.
La casa de Misaki era de esas pocas casas tradicionalistas que aun perduraban en la ciudad. Con tan solo ver la fachada de madera pude darme cuenta.
─Perdón por haber cancelado el día ─se disculpó la japonesa haciendo una reverencia─. Pero es que…
─No te preocupes ─la tranquilizó la líder─. Los chicos dicen que te vieron preocupada, supongo que se trataba de algo importante.
─Sí lo es ─respondió.
─Entonces no hay problema.
Misaki nos hizo pasar a su casa.
El primer sitio al que entramos fue un pequeño vestíbulo en el que vimos los zapatos de los demás chicos de SPEED puestos a un lado. Aunque Misaki nos explicó el asunto, nosotros lo sabíamos de sobra por todo lo que conocemos acerca del país en el que nos encontrábamos.
Era en aquel lugar donde nos quitábamos los zapatos y los dejábamos ahí mismo para no ensuciar la casa. Aunque pensé que andaríamos descalzos, Misaki nos prestó unas zapatillas llamadas surippa para andar dentro. Y es que como, después nos percatamos, todo el suelo de su hogar era de madera y me parecía muy delicada.
Sonará un poco cliché, pero dentro de su casa encontramos todo lo que esperaríamos encontrar en una típica casa japonesa: paredes y puertas corredizas de madera de bambú y papel, un gran patio con un estanque en el centro, varias habitaciones sin muchos muebles o a veces hasta ninguno. Y hasta algunas katanas reposaban en la pared a manera de ornato. Solo hasta que entré a la casa de Misaki fue que me sentí realmente en Japón.
La chica nos condujo hacia una habitación donde en el centro, reposaba recostado en un futón un muchacho de alrededor de diez años de edad. Aunque dormía, respiraba muy profundamente y con algo de dificultad. Además tenía sobre la cabeza un trapo húmedo.
Alrededor de este, e hincados como si le mostraran respeto, estaban los demás chicos de SPEED.
─¿Quién es él? ─preguntó Mayra Palacios.
─Se llama Hiro ─respondió la japonesa─. Es mi hermano menor.
─¿Está enfermó? ─preguntó también la líder.
─Si ─respondió Misaki─. Pensé que ya se había recuperado pero…
─¿Qué es lo que tiene?
Misaki no respondió al momento. Se acercó a su hermano, quitó el trapo de su frente y tomó la temperatura con la mano. Nosotros la seguimos y tomamos nuestro lugar con los demás chicos.
─No sabemos exactamente qué tiene ─respondió Misaki─. Es muy frecuente que le dé fiebre o calentura y por lo general suele ser muy fuerte ─luego retiró la mano─. Pero parece que está un poco mejor ─dijo aliviada.
─Oye ─pregunté─. Si no es mucha indiscreción ¿No están tus papás? ¿No podrían ellos cuidarlo?
─Eso mismo le preguntamos al llegar ─respondió Martina─. Sus padres están de viaje.
─Mis padres volverán mañana ─contestó Misaki─. Y como mi hermano no había sufrido ninguna recaída, me confié, me iba a la escuela y también anduve con ustedes pero…
─Bueno ─dijo Mayra Páez─. Creo que tu hermano es más importante en este momento.
─Gracias ─Misaki sonrió─. Esto fue mi culpa así que no necesitan pagarme este día.
─No, tú no te preocupes ─replicó la líder─. Lo más importante ahora es que tu hermano se recupere, lo de menos es que perdimos el día de hoy.
Finalmente pudimos ver que el chico parecía dormir cada vez más plácidamente.
─Vengan ─nos dijo la japonesa poniéndose de pie─. Les prepararé algo de comer para compensárselos.
─Sería bueno que algunos nos quedáramos con él por si algo pasa ─comentó Angelina.
─Yo también me quedo ─respondió Guadalupe.
─En ese caso ─la líder también se levantó y se dirigió a la japonesa─. Te ayudaré.
Al final, solo nos quedamos en aquella habitación Mayra Palacios, Guadalupe, Angelina y yo. Los demás ayudaron a la japonesa a cocinar.
Y hablando de eso, me pregunto si las cocinas en Japón son como las de México.
Tenía curiosidad en saberlo, pero ir hacia allá significaría ayudarles a cocinar y pues, no tenía muchas ganas.
─Mayra ─oímos casi de inmediato la voz de la líder que gritaba desde la entrada de la habitación─. Ven a ayudarnos.
─Guarda silencio Mayra ─la reprendió Angelina─. Está durmiendo.
Mayra repitió su arenga en voz baja pero eso no le quitaba fuerza a su orden.
─¿Por qué yo? ─replicó Mayra Palacios.
─Eliseo dijo que sabias cocinar.
─Yo le dije que… ─pero desvió su mirada hacia mí y me hice el desatendido, Mayra se levantó y se unió a ellos en la cocina a regañadientes. Al parecer la líder había dejado atrás la molestia con Mayra Palacios o eso me dio a entender.
Y eso fue algo que comentó Guadalupe.
─Me da gusto que hayan superado la pequeña trifulca del karaoke.
─A mí también ─respondí─. Pero siento que no la ha superado del todo. Aun parece estar un poco molesta.
─¿Cómo no estar molesta si todos descubrimos que la caperuza canta mejor que la líder? ─dijo Guadalupe.
─De hecho ─comentó Angelina─. Me da la sensación que desde que llegamos a Japón, las dos Mayras están muy competitivas entre sí.
─¿Qué quieres decir?
─No lo sé ─respondió─. Pero se siente como si se portaran muy diferente a como lo suelen hacer cuando estamos en casa y se le nota más a la líder.
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