Yatareni - Volumen 3 - 39
Más tarde, cuando ya estaba comenzando a caer el sol, los tres miembros masculinos de SPEED nos dirigimos al festival nocturno, o matsuri, como lo llaman aquí.
Tal y como lo habían dicho antes, las chicas fueron a comprar yukatas. Nos alcanzarían ya en la noche cuando el festival estuviera en su apogeo. Porque en ese momento, todavía no había muchos puestos, muchos estaban apenas comenzando a ponerse. Tampoco había mucha gente aun. No había mucho que hacer más que esperar a las chicas, pasear por el lugar, visitar algún templo…
Supongo que salimos muy temprano. Sin embargo el tiempo pasó rápidamente. Poco a poco, a medida que avanzaba la oscuridad, la gente comenzó a aglutinarse. Llamaba bastante la atención que la práctica totalidad de las mujeres que asistían al festival lucían yukatas, incluso las extranjeras. También algunos hombres usaban yukata, porque sí, también hay yukatas para hombres.
Cuando ya no hallábamos qué hacer, ellas aparecieron. He visto tantas veces estas escenas en los animes. Los protagonistas van a un festival nocturno, las chicas tardan en llegar y cuando lo hacen, vienen vestidas con yukatas muy hermosos que resaltan aún más su belleza. En este caso todas las chicas usaban un yukata especial para cada una, como si cada una hubiera sido especialmente hecha para ellas. Por ejemplo, Mayra Palacios usaba uno de color negro con decorados de color rojo que me recordaba un poco a los antiguos vestidos victorianos que ella usaba. De cierto modo, parecía más una vampiresa.
Misaki más adelante nos explicó que ponerse las yukatas suele ser un proceso complejo y que ella les ayudó a todas las chicas a ponerse el respectivo.
─¿Cómo me veo? ─me preguntó tímidamente Mayra Palacios mientras se acercaba lentamente hacia mí.
Realmente estaba hermosa. Creo que ha sido de las veces en la que más hermosa la he visto pero no sabía cómo decírselo, su belleza me estaba atontando. Verla vestida así no hacía más que acentuar lo que siento por ella.
─Te… ves bien ─fue todo lo que dije desviándole la mirada aun sabiendo que aquella respuesta era pésima.
Después de oír esa respuesta tan vaga me hizo un puchero y se alejó de mí. Quería disculparme pero mi cuerpo no respondió.
─¿Y qué tal yo? ─la líder también se acercó a mi sonriente─. ¿Cómo me veo?
Ella usaba una yukata color azul celeste con decorados de flores azul oscuro y un obi, que es la cinta de la cintura, de color amarillo.
─Pues… tú también te ves… bien.
─¿Eso es todo lo que dirás? ─ella también me hizo un puchero y se alejó.
No tengo tacto con las chicas. Ella también se veía linda pero, no sé. Hay una diferencia enorme entre ella y Mayra Palacios.
Todos juntos recorrimos el festival. Había tanta gente que era difícil pasar por entre todos ellos. Estaban ahí todos los puestos que siempre vemos en los festivales de los animes. Tiendas donde venden manzanas acarameladas, venta de máscaras de personajes de animes y demás superhéroes, juegos donde hay que capturar peces dorados…
Nos detuvimos en varios de estos puestos, ya sea para comprar algún alimento, para jugar algún juego y cosas así.
Llegamos finalmente a uno donde vendían artesanías japonesas. Ahí vimos unos amuletos japoneses que Misaki llamó onamoris. Ella nos explicó que aquellos amuletos servían para distintos propósitos, para que nos fuera bien en los estudios, para tener buena salud, al salir de viaje o para encontrar el amor. Aquellos amuletos lucían como una tablilla dentro de una bolsa de varios colores hecha artesanalmente. Misaki nos explicó que estas bolsitas no debían abrirse o se perdería la buena suerte.
Nos acercamos llenos de curiosidad. Gibrán, Guadalupe y Angelina compraron unos para que les fuera bien en los estudios recordando que ellos en poco tiempo ingresarían a la universidad. Mayra Páez compró otro para la suerte en los negocios, quizá relacionado con su carrera musical. Yo solo me preguntaba qué amuleto podría usar yo.
Pude ver de reojo que Mayra Palacios titubeaba un poco mientras observaba los onamoris para la suerte en el amor. Misaki le explicó que si aquel amuleto se lo daba a la persona deseada siempre estarían juntos. No sé por qué cuando la vi decidiéndose si compraba uno o no sentí un poco de celos. ¿Realmente habría alguien a quien ella le regalaría un amuleto de esos?
Decidimos entonces hacer algo que a mi parecer fue un poco inesperado: separarnos.
Acordamos que nos veríamos en una hora en un mirador cercano desde donde se podrían ver mejor los juegos pirotécnicos y mientras tanto, cada quien iría a donde le diera la gana.
Pero trataríamos de no alejarnos demasiado para no perdernos. Y nos dispersamos.
****
Mayra Páez se alejó un poco más del festival y llegó a un templo sintoísta donde también había mucha gente. Para poder ingresar al templo era necesario cruzar por debajo del torii o el icónico arco japonés. Según le explicaron, el arco representaba el límite entre el mundo humano y el de los dioses. Cruzar por ahí significaba entrar a territorio sagrado.
Muchos otros turistas prestaban atención a las explicaciones de un monje sintoísta, quien en inglés, explicaba los presentes cómo tenían que purificarse antes de entrar al templo.
Cerca de ahí había una pileta de alrededor de un metro de altura. Siguiendo las instrucciones de los monjes, Mayra tomó un cucharón de madera grande con la mano derecha, recogió agua de la pileta y lo vertió en su mano izquierda, luego repitió el proceso a la inversa. Después recogió agua con el brazo derecho y lo puso en la mano izquierda, se tragó el agua con la mano y la escupió en la base de la pileta. Ya estaba purificada.
“Curiosos los métodos de purificación de los japoneses” pensó Mayra, pero por respeto no dijo nada.
Al entrar al templo ella hizo dos reverencias mirando al altar, luego hizo una oración pidiendo que le fuera bien en su carrera musical e hizo una última reverencia antes de irse.
Por su cabeza pasó la duda de que si al rezar, le rezaba a algún dios de aquel templo o al dios cristiano, ya que ella era cristiana. Pero luego dejó de pensar en ello.
A la salida del templo vio una especie de pizarra de madera de donde colgaban varios amuletos hechos de madera con varias cosas escritas en ella.
Le dijeron que se llamaban ema y que la gente podía escribir algún deseo y colgarlo ahí. Y ella no lo pensó dos veces. Como ella ya había pedido en el templo que tuviera éxito en su carrera musical decidió pedir otra cosa. Escribió lo que tenía que escribir en el amuleto y lo colgó en su lugar.
─Espero que funcione Eliseo ─murmuró mientras tanto.
Un poco más tranquila y sonriente, se alejó del templo.
Comments for chapter "39"
QUE TE PARECIÓ?