Yatareni - Volumen 3 - 41
A las ocho de la mañana del día siguiente Eliseo se levantó y se dirigió al sanitario. Todos sus compañeros aun dormían. Por un impulso que él no entendió del todo decidió asomarse al pasillo que en ese momento también lucía desierto, al menos hasta que apareció Mayra Palacios saliendo de su respectiva habitación. Parecía dirigirse expresamente hacia la habitación de Eliseo pero cuando vio que el chico ya se estaba asomando, titubeó.
Curiosamente, Mayra ya estaba arreglada, como si fuera a salir a la calle, lo que evidenciaba que se había levantado por lo menos media hora antes que el chico.
A pesar de todo, Mayra siguió adelante hasta pararse frente a Eliseo.
─Acompáñame a Akihabara ─fue lo primero que dijo─. Tengo que comprar algo.
─Buenos días para ti también ─respondió Eliseo sarcásticamente─. Además ¿Por qué quieres ir ahorita a Akihabara? Cuando Misaki llegue podemos ir todos juntos a…
─No, quiero ir solo contigo y sin nadie…
Mayra se detuvo en seco, y ambos se sonrojaron.
─S-sólo acompáñame ¿quieres?
─Está bien ─respondió Eliseo─. Dame unos minutos en lo que me cambio, pero ¿le avistaste a Mayra que vas a salir?
Mayra permaneció en silencio y respondió con una acortada respuesta afirmativa.
─Ehmmm… si… lo hice ─y desvió la mirada.
Aunque a Eliseo no le convenció mucho su respuesta prefirió no decirle nada.
Unos diez minutos después, ambos chicos salieron de sus habitaciones y se dirigieron al elevador del hotel. No se percataron de que de hecho, alguien sí que se había dado cuenta de que se estaban retirando.
─¿Qué pretendes hacer? ─se murmuró Mayra Páez a sí misma─. Oh por supuesto, buscas otra oportunidad, pero no te va a salir.
Mayra Páez también ya estaba arreglada y lista para salir como tratando de adelantarse a un eventual intento de Mayra Palacios. Ya se estaba dirigiendo al elevador cuando Gibrán le salió al encuentro.
─¿A dónde vas? ─preguntó aun somnoliento el chico.
─No tardo─. Mayra siguió caminando sin detenerse─. Cuando venga Misaki no me esperen, váyanse sin mí. Después les hablo para alcanzarlos.
Para cuando el chico quiso preguntarle la razón de ello, Mayra ya había desaparecido.
Mayra Palacios y Eliseo se movieron rápidamente por el transporte público de Tokio. Evidentemente ya habían aprendido a transportarse a la perfección. No les tomó más de media hora llegar al barrio otaku.
Durante todo el camino Mayra Palacios meditaba su plan. Fue, de cierto modo improvisado. Solo se le había ocurrido buscar una oportunidad para poder estar a solas con Eliseo y poder entregarle el amuleto, lo primero que se le ocurrió fue decirle que la acompañara a comprar algo que no necesitaba. No esperaba comprar nada realmente, sobretodo porque a esa hora todavía había algunos negocios cerrados.
─¿Qué quieres comprar? ─le preguntó Eliseo.
─Yo… ─titubeó la chica─. Cuando… lo encuentre te lo diré.
─Aún es muy temprano ─comentó el chico─. Quizá si venimos más tarde con Misaki podrías…
─No ─respondió tajantemente mientras apretaba su pequeño bolso con el amuleto dentro─. Yo… quiero comprarlo ahora.
Para Eliseo todo aquello era un comportamiento extraño, pero viniendo de una chica deporsí extraña, decidió no darle mucha importancia.
Después de caminar por algunos minutos sin un rumbo fijo Mayra se armó de valor.
─Espera Eliseo ─se detuvieron─. Hay algo que quiero darte antes.
─¿De qué se trata?
No respondió. Abrió su bolso y buscó dentro el amuleto, pero la mano de Mayra recorrió todo el bolso y el onamori no apareció. Completamente incrédula Mayra se asomó dentro del bolso, estaba vacío.
─No puede ser ─murmuró en voz baja─. Estoy segura de que ayer lo metí aquí.
Desde una esquina cercana Mayra Páez veía la escena sonriente porque ya sabía lo que estaba pasando.
─¿Acaso buscas… esto? ─y acto seguido la chica sacó de la bolsa de su pantalón el onamori que Mayra Palacios estaba buscando─. Eres tan predecible ─y sonrió maliciosamente─. Esto yo se lo daré a Eliseo, pero primero tengo que deshacerme de ti ─y después sacó su teléfono celular.
─¿Pasa algo? ─le preguntó Eliseo.
─No ─respondió Mayra Palacios─. No es nada.
El teléfono del chico sonó y Eliseo contestó.
─¿Dónde están? ─preguntó una Mayra Páez un poco exasperada al tiempo que regresaba al hotel.
─Acompañé a Mayra a Akihabara, dijo que tenía que comprar algo ─respondió─. Me dijo que te había avisado.
─Ella no me dijo nada ─respondió enérgica─. Regresen de inmediato, Misaki está por llegar por nosotros─. Y colgó.
─Dijiste que le habías avisado ─increpó Eliseo a su acompañante.
─Pues…
─Olvídalo ─respondió─. Compraremos lo que tengas que comprar después, Mayra sonaba algo molesta, hay que regresar.
─Lo siento.
─No importa ─comentó─. Por cierto ¿Qué era lo que querías darme?
─Era algo que… no, no era nada ─respondió decepcionada.
Durante todo el camino de regreso Mayra se sentía molesta consigo mismo. No se podía perdonar haber olvidado el amuleto pero juraba y perjuraba que lo había metido a su bolso.
Media hora más tarde los demás chicos de SPEED, incluyendo a Mayra Páez, junto con Misaki, esperaban a los ausentes.
─¿Por qué salieron sin permiso? ─preguntó la líder.
─No tenemos que pedirte permiso para salir ─espetó Mayra Palacios para sorpresa de todos─. Es cierto que viajamos juntos, pero aquí cada quien es libre de moverse por donde quiera. Tampoco te tenemos que seguir incondicionalmente a donde se te dé la gana.
─Lo acabas de decir, viajamos juntos ─replicó Mayra Palacios─. Así que como el viaje yo lo planifiqué, vas a tener que seguirme te guste o no, y si quiero llevarte a un basurero o a una mierda de esas también me sigues.
De nueva cuenta, las tensiones entre las dos Mayras estallaron, más intensamente.
─Ya basta chicas ─intervino Eliseo─. No sé qué está pasando entre ustedes dos, pero es muy temprano para que se pongan a discutir, olvídense de eso.
─¿Realmente quieren que salgamos? ─preguntó Misaki─. Es que las veo muy tensas.
─No, está bien ─respondió la líder─. Eliseo tiene razón, hay que olvidar este asunto.
Finalmente las dos chicas se tranquilizaron, aunque no se dirigieron la palabra.
─¿A dónde iremos hoy? ─preguntó Martina.
─Yo quiero ir a la estatua de Hachiko ─comentó Guadalupe.
─¿Alguna otra sugerencia? ─preguntó la japonesa.
Nadie más habló aunque esto era seguramente más por la discusión que antes habían tenido las dos chicas. Evidentemente algo estaba pasando entre las dos, y eso de algún modo, los demás podían percibirlo con algo de incomodidad.
─Bien ─dijo Misaki─. Será Hachiko.
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