Yatareni - Volumen 3 - 43
Después de pasar por el cruce de Shibuya, Misaki nos preguntó a donde nos dirigiríamos ahora. Siempre le preguntaba eso a Mayra Páez ya que, como se sabe, ella es la que planificó todo el viaje y se supone que ella sabe a dónde tenemos que ir.
Y digo, se supone, porque por primera vez, la líder de SPEED se quedó en blanco.
─Pues… ─dijo y volteó la mirada hacia otro lado.
─¿No sabes a dónde ir? ─preguntó Martina.
─No exactamente ─respondió─. Es más como que… no planeé muchas cosas para este día, así que… ya no sé a dónde ir.
─¿De verdad? ─increpó Gibrán.
─Pues ─respondió─. Por hoy no.
─En ese caso ─sugirió Mayra Palacios con una iniciativa que le he visto pocas veces─. ¿Por qué no dejamos que sea Misaki la que proponga algún lugar? Después de todo, ella conoce mejor esta ciudad que nosotros.
Mayra Páez estaba por intervenir cuando todos la respaldamos de manera unánime.
A estas alturas, ya nos hemos dado cuenta de que Mayra Páez está en contra de todo lo que haga Mayra Palacios, sin importar lo que sea, y quiero suponer que sería también al revés. Todavía no entiendo bien porqué han tenido tantas fricciones. Quizá debería de hablar con las dos seriamente. Era evidente que no estaba de acuerdo, pero no dijo nada por respeto a la decisión de los demás.
─Pues… ─murmuró Misaki apenada─. No creo que los lugares que me gusten a mí les gusten a ustedes.
─Lo dudo ─le dije─. Estando en Japón, cualquier cosa es buena para nosotros.
─Si ─comentó Mayra Palacios─. Incluso un basurero.
Mayra Palacios venía con todo hoy.
─Pues ─la japonesa reflexionó un poco y al final sugirió─: ¿Les gustaría que vayamos al Museo Nacional de Tokio?
─¿Un museo? ─increpó Martina.
Sinceramente, creo que todos esperaban alguna parada relacionada con el anime o las cosas de otakus, incluyéndome. Nunca se esperaron una respuesta más “normal” de parte de Misaki. Y lo era. Es decir, no todo en Japón es sobre animes y otakus. Este país tiene mucho más que eso para ofrecer. Y bueno, ella no es otaku.
─Lo sabía ─murmuró la japonesa al notar que nadie respondió de inmediato─. Seguramente creen que esos lugares son aburridos ¿verdad?
─Nadie dijo eso ─mencionó Guadalupe─. A mí también me gustan esos lugares pero en donde vivimos no hay ninguno, así que es una gran oportunidad de hecho.
─La verdad es que a mí no me gustan mucho los museos ─comentó Angelina─. Pero tal y como dijo Eliseo, cualquier cosa estando en Japón es buena.
─Entonces está decidido ─comentó la guía─. Iremos al museo de Tokio, siempre y cuando la líder esté de acuerdo. Por supuesto, necesitamos su aprobación.
Todos volteamos a ver a Mayra Páez y ésta accedió asintiendo solamente, seguramente por la presión que sintió cuando todos esperábamos su respuesta. De modo que allá nos dirigimos. Nos tomó poco más de media hora llegar al museo.
El Museo Nacional de Tokio es el más grande y el más antiguo de Japón. Se compone de varios edificios cada uno con una galería especifica en exhibición. Desde historia, arte y cultura japonesa hasta otras culturas asiáticas. Y también cuenta con exhibiciones temporales. Además por supuesto de contar con restaurantes, tiendas de recuerdos y todo lo demás que siempre hay en un museo.
Con ayuda de Misaki, compramos nuestros pases de entrada e ingresamos al recinto.
Como era enorme, no sabíamos por dónde comenzar a caminar. Sin embargo, cada uno se movió a su ritmo, y eso fue porque, cada uno se dirigió al sitio de su interés, de modo que nos separamos. Es más, no me percaté al inicio. Cuando me di cuenta ya estaba solo. Y es que realmente aquí hay muchas cosas interesantes.
Yo anduve paseándome primero por las galerías nacionales donde se exhiben muchas piezas arqueológicas, armas de combate, armaduras samuráis y demás objetos que datan desde la época prehistórica hasta la época imperial antes de la Segunda Guerra Mundial. Aunque solamente habían letreros en varios idiomas excepto en español pude entender un poco de qué iban las piezas. Me tomó cerca de una hora recorrer todo ese espacio porque me tomé mi tiempo admirando todo, sacando fotografías y cosas de ese estilo.
Decidí entonces moverme a otro edificio y a otra galería. Una donde había una exhibición temporal. Había ahí una exposición sobre la cultura bizantina, la parte oriental del antiguo Imperio Romano que sobrevivió otros mil años más.
Al igual que en todas las galerías, también hay toda clase de objetos, piezas y demás cosas relacionadas a la cultura.
Hasta que llegué a la parte central de la exposición. Una réplica de uno de los muros de una iglesia en Italia. La iglesia de San Vital en Rávena. Me llamó la atención un poco porque me recordó vagamente a la iglesia donde se asienta SPEED.
Dentro de aquella “réplica” había también otra “réplica” de un mosaico bizantino que existe en aquella iglesia. Era de admirarse cómo, según las fotos del verdadero mosaico, la réplica era en verdad idéntica.
Conozco un poco sobre la cultura bizantina por mis clases de Historia Universal pero creo que la mujer que aparece en el centro de aquel fresco era la emperatriz Teodora, que por lo que recuerdo, fue esposa del emperador Justiniano. Ella aparecía rodeada por algunas damas de su corte. Aunque conocía a la emperatriz, creo que nunca había visto ese mosaico. Me llamó la atención principalmente porque estaba ataviada de una manera muy lujosa como la emperatriz que era. Destacaba entre las demás mujeres del mosaico. Si no supiera que era un fresco medieval juraría que aquello fue hecho para algún anime isekai.
Quizá en alguna historia que más adelante escriba tome inspiración de aquí.
****
Mayra Palacios deambulaba por los pasillos del recinto. Aunque en un principio estaba buscando a Eliseo, la gran variedad de obras de arte y demás colecciones exhibidas en el museo le hicieron olvidarse momentáneamente del chico, así que también se tomó su tiempo para admirarlo todo.
Después de recorrer todo el lugar, decidió salir de la galería hacia unos jardines adyacentes donde habían algunas bancas para descansar. Sin embargo, en ese momento no había nadie. Decidió caminar aprovechando la leve brisa que soplaba en ese momento y cuando menos se dio cuenta, su pie pisó algo que se sintió como un pequeño ladrillo.
Cuando bajó la mirada para ver aquello que había aplastado se encontró con un celular. Al levantarlo notó que además, tenía una funda y un colgante de cierto personaje del cual ella siempre hace cosplay. Eso le dio la tentación de quedárselo, aunque luego de unos segundos se olvidó de esa idea.
Mayra entonces se preguntaba por el dueño del celular. ¿Quién lo habría dejado olvidado ahí?
Y debido a que contaba con contraseña no podía saber a quién le pertenecía.
─Lástima que no me pueda quedar con la funda ─murmuró mientras contemplaba el celular─. Pero creo que debo buscar al dueño de esto.
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