Yatareni - Volumen 3 - 45
Después de aquello Mayra Palacios y yo recorrimos el museo intentando buscar orientación para devolver el celular a su dueño. Es verdad que podríamos preguntarle a los guardias, pero solo hablaban japonés y aunque algunos sabían inglés, no lo hablaban muy fluidamente, así como nosotros no hablábamos muy bien que digamos el japonés.
Y luego de unos minutos de movernos sin saber realmente por dónde, se me ocurrió la solución más obvia: buscar a Misaki para que ella nos ayudara. No sé por qué no se me ocurrió antes eso. La hallamos rápidamente. Estaba en la misma galería bizantina en la que yo estaba antes, al parecer también se quedó embobada con la imagen de la emperatriz Teodora.
Le platiqué a la japonesa el asunto del celular que Mayra se encontró tirado en el patio, pero decidí omitir los detalles acerca de la discusión que sostuvieron las dos Mayras. No valía la pena mencionarlo.
─Hay una oficina en donde se dejan los objetos perdidos para que sus dueños vayan a reclamarlos─ comentó Misaki─. Síganme, sé dónde está.
Caminamos por las laterales del recinto y llegamos a una oficina pequeña donde se recogían los objetos perdidos. No medía más de veinte metros cuadrados a lo sumo, básicamente constaba de una barra delantera, dos encargados y, tras de ellos, varios anaqueles con cajones donde se dejaban los objetos extraviados.
Vimos que ahí había también una chica turista que, en español, intentaba comunicarse con uno de los encargados. Aunque ella se apoyaba por medio de una guía turística donde venían frases en español y su equivalente en japonés, no atinaban a entenderse.
─Venimos a entregar este celular ─comentó en japonés Misaki a la otra encargada sin prestar demasiada atención a la turista─. Lo encontramos tirado afuera.
Sin embargo, llamamos su atención.
─Ese celular es mío ─exclamó la turista al verlo.
─¿Es tuyo? ─le pregunté mientras se lo mostrábamos.
─Por supuesto ─respondió mientras Mayra se lo entregaba─. No sé dónde se me habrá caído pero muchas gracias por encontrarlo.
─Lo encontré en las jardineras de afuera ─respondió Mayra─. No sabíamos de quién era así que venimos aquí para dejarlo pero bueno, ya no importa.
─Espera ─interrumpí─. ¿Realmente es tuyo?
Sin contestar, la turista logró desbloquear el celular al primer intento usando el patrón de desbloqueo. Efectivamente era suyo.
─Perdón por desconfiar…
─No, no importa ─sonrió─. Me alegro también que los que lo hayan encontrado hablen español porque me ha costado trabajo comunicarme con la gente de aquí para buscarlo ¿De dónde son?
─De México ─respondimos Mayra y yo.
─Ah, por eso el acento ─murmuró la turista─. Me llamo Marisa y soy de Chile, es un gusto.
─Ah ─comentó Mayra a su vez, no sé si en broma o en serio─. Por eso el acento de 31 minutos.
─¿Eh?
─No, nada ─interrumpí─. No le hagas caso.
─Está bien ─sonrió aquella mujer─. Muchas gracias ─y se alejó.
─¿Porque le dijiste eso? ─reclamé a Mayra una vez que la chilena se alejó.
─Es que sí sonaba como las marionetas esas ─respondió─. ¿O es que no te diste cuenta?
─Lo sé, pero tampoco se lo tenías que decir tan a la ligera. De hecho, siento que eso podría sonar un poco xenófobo porque…
─¿De qué hablan? ─nos preguntó Misaki.
─No es nada.
Una vez resuelto el asunto, aunque parcialmente por el pleito de las dos Mayras, todos nos reunimos en la salida del museo. Todos excepto Mayra Páez. Ya estaba atardeciendo.
─¿Y Mayra? ─preguntó Gibrán.
─Probablemente regresó al hotel ─contesté.
Aunque no fue mi intención me pareció que de verdad la ofendí. Definitivamente debo de disculparme con ella cuando la vea.
─¿Qué sucedió? ─preguntó Claudio─. ¿Se sintió mal?
─No ─respondió Mayra Palacios─. O quizá sí, es complicado de explicar, pero no es nada. Regresemos al hotel.
Regresamos y nos despedimos de Misaki la cual prometió estar de nuevo ahí a primera hora.
Todos se dirigieron a sus habitaciones excepto yo. Sabía que lo primero que tenía que hacer era buscar a Mayra Páez para disculparme por lo que le dije.
Me dirigí a su habitación y me abrió la puerta Guadalupe.
─¿No está Mayra aquí? ─pregunté.
─¿Cuál de las dos Mayras? ─respondió la chica.
─¿Cómo que cual? ─pregunté otra vez─. ¿Con cuál duermes?
─Con la líder ─contestó─. Angelina duerme con la chuuni. ¿Seguro que no la buscas a ella?
─No, espera ¿Por qué?
─Ehm… no, por nada.
─Estoy buscando a la Mayra con la que duermes ─le dije.
─No está aquí ─respondió mientras se alisaba el cabello─. También pensábamos que estaba aquí pero nel. Es raro, por lo general, como es la líder, nos debe de decir dónde anda.
─¿O sea que no la has visto desde que regresamos? ¿No estaba aquí cuando llegaste?
─Pues no ─respondió Guadalupe─. Debe estar por ahí en alguna parte del hotel.
─Está bien ─dije secamente y me despedí de la chica─. Buenas noches.
─Buenas noches ─y cerró la puerta de la habitación.
Decidí entonces buscar a Mayra Páez por todo el hotel. Una gran oportunidad para explorarlo en su totalidad ya que no había hecho eso antes. Había muchas cosas que aún no había visto.
Aunque recorrí todo el hotel, aunque busqué en el gimnasio, en las albercas, en el karaoke, en un minibar, en unas canchas y muchos sitios más, Mayra Páez no apareció.
Y es raro, porque ya antes ella me había regañado a mí y a Mayra Palacios por habernos ido sin permiso y ahora era ella la que lo estaba haciendo. Es cierto que es la líder y quizá pueda darse sus escapadas por eso pero, al menos debería de avisar a dónde va.
La líder de SPEED seguía allá afuera en alguna parte, así que buscarla por mi cuenta sería una pérdida de tiempo. Esta es una ciudad enorme que no conozco del todo.
Así que decidí mejor esperar a que regresara. En algún momento Mayra aparecería y entonces podríamos hablar.
Como recordatorio, debo de dejar de hablar sin pensar o me meteré en problemas.
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