Yatareni - Volumen 3 - 49
─Fue algo que hizo Mayra ¿verdad? ─preguntó Mayra Palacios después de varios minutos sin decir nada. Sonaba demasiado segura.
Curiosamente sonó muy maternal al decirlo aunque creo que esa no fue su intención.
Yo no le respondí, pero ambos ya sabíamos la respuesta. Por mi cabeza pasaban muchas cosas que no lograba procesar, pero podía resumirlas todas en solo una pregunta ¿Por qué Mayra hizo lo que hizo? Estaba muy confundido ¿Ella lo tenía todo planeado? ¿Incluso desde meses antes? ¿Para esto venimos a Japón? Quería saberlo.
─¡Levántate Eliseo! ─Mayra se retiró de mí y se levantó, sacándome de mis pensamientos.
Era la primera vez que la oía hablar de esa manera. Sonaba como un general ordenándole al soldado que saliera al combate. Como permanecí hincado sin responderle, Mayra se volvió a agachar hasta que quedamos a la misma altura. Entonces tomó mi rostro con ambas manos y las acercó a ella. Pensé que me iba a besar porque pude ver cómo se ruborizaba un poco, aunque luego volvió a la seriedad de antes.
─¿Qué pasa con esa actitud? ─exclamó─. Ese no es el Eliseo que conozco y del que me ena… enseñó a salir adelante. ¿Dónde está tu fuerza de voluntad la que siempre usabas para hacerme a mí a salir adelante? No puedes dejar que algo como esto te derrote. Te conozco bien. Sé cuánto has invertido en esa novela porque también la leí. Se todo lo que has plasmado en ella, tus sueños, tus sentimientos, tu alma. No puedes dejarla ir así de fácil.
─Pero yo…
─Si de verdad amas lo que te gusta hacer ─me dijo─. Lucha por ella… es decir, por la novela.
Estuve unos segundos reflexionando lo que Mayra me decía. Y entré en razón.
Normalmente era al revés. Yo, o a veces los demás chicos, eran los que siempre hacíamos entrar en razón a Mayra. Yo era el que la empujaba a hacer las cosas cuando ella no se atrevía ¿en qué momento los papeles se invirtieron? Debería decir que me siento orgulloso de ella pero no es momento para eso.
─Cierto ─dije mientras me limpiaba los ojos y me ponía de pie─. No es momento para estar llorando. Tengo que recuperar mi novela.
Mayra también se levantó, tomó mis hombros y me dijo:
─Adelante, ve. Yo buscaré a esa traidora.
─Gracias Mayra ─le dije y al mismo tiempo me dio por abrazarla. Por mero impulso.
Podría haberme retractado pero me di cuenta muy tarde y hacerlo se hubiera visto peor.
Ella reaccionó al inicio sorprendida. Conociéndola sé que estaría roja como un tomate, pero no pareció quejarse. Después me correspondió el abrazo. Tenía demasiado tiempo que no la abrazaba, y se sentía tan bien. Realmente lo necesitaba. Y realmente quería que durara más tiempo así con ella.
─Ahora fue al revés ─murmuré─. Ahora fuiste tú la que me ayudó.
─Siempre haces cosas por mi ─me dijo─. Ahora me toca devolverte el favor.
Mayra entonces se retiró, no sin antes levantarme el pulgar diciéndome que todo saldría bien.
Entonces, tomé de nuevo el celular que había dejado caer y marqué al número de Misaki.
─Misaki ¿siguen cerca de las oficinas de Mika?
─Claro ─respondió la japonesa.
─¿Puedo pedirte un favor? ¿Puedes esperarme ahí? iré de inmediato, necesito que me ayudes a hablar con Mika.
─Claro, por supuesto ─respondió─. Pero ¿Y los demás?
─Diles que busquen a Mayra Páez ─respondí─. Pero no les digas nada sobre la novela, aunque quizá como ya vieron la pancarta… solo diles que la busquen y ya.
─¿Mayra Páez es la que siempre usa la capa roja? ─me preguntó─. Es que todavía las confundo.
─No, es la otra ─respondí─. La que se proclama líder del equipo. Ya sabes, la que te contrató.
─Ah, de acuerdo ─comentó Misaki─. Aquí te espero ─y colgó.
Y eso hizo Misaki. Les explicó el asunto a los demás chicos sin entrar en demasiados detalles y todos se alejaron en busca de la líder.
Creo que ya ni la llamaré líder.
La japonesa entonces permaneció a las afueras del edificio de Mika esperando mi llegada.
Me tomó poco más de dos horas pero finalmente llegué.
En efecto, ahí estaba en el edificio la pancarta de la que me habló Misaki. Era bastante grande, podía verla desde mucho antes de llegar al lugar. Estaba en japonés pero Misaki me hizo el favor de traducirlo confirmándome lo que me dijo antes en el teléfono.
─Qué cínica es Mika ─murmuré─. Apenas ayer Mayra le entregó la novela y hoy cuelgan esto. Al menos debió haber esperado unos días.
─Y la quitarán ─me dijo Misaki─. Haremos que Mika te devuelva la novela.
Yo asentí.
Entramos a la recepción del edificio, donde hay unos torniquetes para pasar a los elevadores del edificio.
Y ahí estaban los guardias del lugar los cuales no nos dejaron pasar porque, a diferencia de la primera vez que vine aquí, no teníamos cita. Aunque Misaki les explicó todo el asunto de mi novela los guardias no desistieron. Aparentemente no creyeron nuestra historia, y bueno, si uno lo mira desde otro punto de vista, podría sonar casi ridículo. Pero era real.
Entonces uno de ellos empezó a hablar en japonés y le pregunté a Misaki lo que estaba diciendo.
─Dice que Mika no está aquí, salió temprano y no dijo a dónde se dirigía.
─¿Y cómo sé que no la están encubriendo o algo así? ─pregunté.
Eso mismo le dijo al guardia en japonés. Para convencernos, nos permitió ver una grabación de las cámaras de seguridad que tenían en una pantalla al lado de donde nosotros estábamos. En ella pudimos ver a Mika y a la rubia que la acompañaba ese día saliendo del edificio unas cuatro horas antes de que nosotros llegáramos.
Era demasiado tiempo. No teníamos ni la más remota idea de dónde estarían. Lo he dicho muchas veces, esta ciudad es enorme.
Al final salimos de aquel edificio sin saber a dónde dirigirnos.
─¿Dónde podría estar? ─me preguntaba─. Tiene que haber una manera de localizarla, algún indicio. ¿Pero cómo?
─Espera Eliseo ─me dijo Misaki─. En realidad creo que podría ser más fácil encontrarla.
─¿Se te ocurrió algo?
─No exactamente ─respondió─. Pero recuerda que es famosa, así que a donde quiera que vaya, llamará la atención, así que…
Misaki entonces sacó su celular y consultó en la página oficial de Mika. Fue desplazándola con el dedo al tiempo que decía
─Veamos… aquí debe de haber… ¡banzai!
─¿Qué encontraste?
─Una fan puso una foto en Twitter hace 35 minutos ─respondió─. Vieron a Mika en la Torre de Tokio, parece que está paseando por ese lugar. Quizá ahí siga. Si nos damos prisa podremos alcanzarla.
─Eso fue muy fácil ─exclamé─. De acuerdo, vamos a la torre de Tokio.
****
Mayra Páez caminaba por una calle solitaria ajena a todo aquello, aunque sabía perfectamente que todo era por su culpa. Decidió alejarse a pesar de lo que Eliseo le había pedido para despejar su mente, aunque quizá los demás pensarían que estaría huyendo como una cobarde. Eventualmente Eliseo se enteraría de lo sucedido y no sería buena idea estar cerca de él en ese momento. Pero más que todo eso que tenía en la cabeza, estaba triste, sumamente triste porque la acababan de rechazar. Y si pudiera tener por lo menos una mínima oportunidad para estar con Eliseo, lo que había hecho acabó con todo eso. No merecía su perdón.
Sin darse cuenta al inicio la chica llegó a la ribera de un río. Aquellas famosas riberas tapizadas de pasto verde que suelen aparecer en los animes.
Caminó un largo rato paralelamente al río. A esa hora casi no había gente en aquel lugar.
Finalmente se detuvo en una zona donde estaba completamente sola. Y ahí se sentó a contemplar el rio.
Y se sumió en sus pensamientos:
─Todo esto está hecho un desmadre ─se dijo en voz baja─. Al final fui yo quien arruinó el viaje. ¿Cómo terminaron las cosas así?
El viento empezó a soplar. Y oyó que gritaron su nombre. Mayra Páez volteó.
La recién llegada estaba cansada. Había corrido por un buen rato pero finalmente logró encontrarla por casualidad.
Aunque jadeaba, Mayra Palacios sonreía.
─Ya te encontré sucia traidora ─exclamó Mayra Palacios.
─¿Por qué sonríes? ─le preguntó la líder de SPEED.
─Porque voy a disfrutar mucho cuando te rompa la madre.
Y Mayra Páez también sonrió, quizá por la misma razón, aunque su sonrisa era más la de una psicópata.
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