Yatareni - Volumen 3 - 59
─¿La ultima? ─nos preguntamos todos extrañados.
─Creía que haríamos la última reunión al volver de Japón ─cuestionó Angelina.
─Nop ─respondió la líder─. Qué mejor lugar para dar fin a la Sociedad que Japón. Aquí, en este lugar y en este país, no solo se termina el viaje, se termina la Sociedad.
Cuando dijo eso un sentimiento extraño pasó por mi garganta y se incrustó muy dentro de mí. Era un sentimiento como de melancolía. Creo que a todos les pasó.
─¿Y qué pasará cuando regresemos a México? ─preguntó Gibrán.
─Nada ─contestó naturalmente─. ¿Qué esperabas que pasara?
─Pues ─respondió─. Imaginaba una especie de clausura de la iglesia o algo así.
─La iglesia en estos momentos ya está completamente vacía ─comentó Mayra Páez.
─¿Vacía?
─Antes de que viniéramos a Japón, ordené a mis subordinados de Nipponkenkyo que desmantelaran toda la base. Todo el material, los mangas, los DVD’s, los muebles y aparatos que habían ahí se los llevaron con ellos. En estos momentos la iglesia ya debe de estar vacía como antes.
Fue tan repentino que tardamos en procesarlo. No dijimos nada pero con esto nos dio a entender que nuestro club prácticamente estaba moribundo y que no le quedarían más de dos horas de vida. Decidimos entonces entrar al templo justo cuando las primeras gotas de lluvia cayeron a la tierra.
Adentro se sentía el mismo ambiente que en la iglesia de SPEED cuando todavía no se instalaba ahí nada. Un poco de basura arrejuntada en una esquina, partes del techo desprendido por donde se filtraba la lluvia, algo de vegetación creciendo en diversos lugares. Y en el centro, una parte limpia en la que Mayra improvisó un pequeño espacio para poder reunirnos aquí.
Y ahora que lo pienso ambos lugares fueron alguna vez templos religiosos. Creo que fue por eso que Mayra eligió este lugar porque, de cierto modo, era lo más parecido a nuestra base en Yatareni.
Una parte de mi mente divagó si no habría aquí en Tokio, chicos aficionados a la cultura mexicana que fundaran en este lugar una Sociedad para el estudio de la cultura mexicana.
Sobre una lona que la chica extendió sobre el suelo nos acomodamos y nos hincamos como los japoneses, formando un círculo porque no había asientos ni muebles de ningún tipo.
─Entonces ─pregunté─. ¿Qué significa ese letrero de afuera?
─Graduación ─respondió.
─Me refiero a porqué una graduación.
─Porque nos graduaremos ─contestó Mayra─. Véanlo como el final de una etapa escolar. Este es nuestro último día de clases y hoy es la ceremonia de graduación. A partir de aquí, cada quien sigue su propio camino aplicando lo aprendido en su vida diaria. Todos de algún modo logramos nuestras metas y objetivos, así que solo nos queda pasar página, dejar atrás el anime y volvernos personas responsables.
─Dudo mucho que lo que sé del anime me sirva en mi carrera de arquitectura ─murmuré.
─Entonces ─preguntó Martina─. ¿Nos vas a dar diplomas o algo así?
─Es posible ─contestó al aire.
─¿Cómo que es posible? ─increpó Guadalupe.
─Sólo déjense llevar por el ultimo día ─sonrió Mayra.
Todo lo que Mayra llevaba consigo era una mochila de gran tamaño. Sea lo que sea que pretendía hacer todo estaba ahí dentro. De cierto modo me recordó cuando conocí a Mayra Palacios por primera vez, ella también llevaba una mochila consigo pero no tan grande.
─Aunque ─dijo ella─. Creo que si hacemos eso, esto terminaría demasiado rápido y no tendría mucho chiste, así que…
─¿No me digas que no sabes qué hacer? ─increpó su homóloga.
─Por supuesto que no ─respondió─. Pero… primero hay que comer.
Mayra Palacios tenía razón.
De la mochila que llevaba sacó algunas frituras, refrescos y demás botanas, los repartió entre todos y comimos. La última comida de SPEED fue un montón de comida chatarra japonesa.
Durante la misma nadie dijo ni una sola palabra, posiblemente para no arruinar el momento. Y no sé si sea porque desconocía a qué sabía la comida chatarra japonesa pero realmente me supo deliciosa, o quizá fue por el momento.
Sin embargo, se pasó muy rápido. Otra vez Mayra Páez no sabía qué seguía en el protocolo.
─¿Enserio? ─exclamé─. ¿Pusiste esos letreros de graduación allá afuera, y no sabes qué hacer?
─No exactamente Eliseo ─respondió suspirando─. Al final creo que solo quiero retrasar lo inevitable.
Su respuesta me dejó callado ya que todos pensábamos igual.
─Planeaba incluso poner música triste de animes para ambientar el momento pero ya no me dio tiempo ─dijo mientras cruzó los dedos de ambas manos─. Así que hagamos esto: cada uno de ustedes hablará de lo que le ha parecido este grupo, lo que le gustó y no le gustó, lo que aprendieron y cosas de ese estilo.
─Pues creo que todos nos volvimos unas verdaderas eminencias en el anime ─bromeó Angelina.
─No me refería específicamente a eso ─comentó Mayra Páez─. Traten en la medida de lo posible de dejar el anime a un lado.
Yo ya estaba pensando en alguna posible respuesta en mi cabeza mientras tanto. Me preguntaba ¿Qué podría haber yo aprendido al estar con este montón de otakus por seis meses? Sería una respuesta difícil.
─Comenzaremos por el fundador y el miembro más antiguo ─dijo Mayra Páez─. Gibrán. Y de ahí partiremos hasta los más recientes.
─Bueno ─comentó Gibrán y tosió un poco al tiempo que se acomodaba sus lentes negros─. Como saben, ya les había contado antes que la idea de fundar SPEED me la dio una chica llamada Belén que antes trabajaba con mi madre. Sin embargo, era apenas un niño en ese entonces así que no sabía muy bien cómo crearla. Pasaron los años y vi un anime donde hay una chica con poderes divinos que funda una brigada, ahí por fin entendí cómo tenía que hacerlo. Después de que me separé de Mayra y me mudé a Yatareni, intenté empezar el club usando una habitación de mi casa y colocando ahí un letrero igual de improvisado que ese que Mayra puso afuera ─dijo mientras señalaba afuera y Mayra Páez hacia un puchero─. Pero los días pasaron y no hubo respuesta, incluso destruyeron el letrero en dos ocasiones.
Recuerdo que cuando recogía los pedazos del letrero del suelo, cuando ya estaba por rendirme, apareció Claudio. A él lo había visto varias veces en la escuela pero nunca nos dirigíamos la palabra. Me preguntó por el club de anime y le dije que era ahí mismo, me confesó que quería venir desde hacía varios días pero no se atrevía.
Durante poco más de un año solo éramos él y yo. No se sentía como un club realmente, sino como dos amigos que se reunían para disfrutar de sus aficiones y ya. Eso hizo que por un tiempo me olvidara del club y solo me dedicara a pasar tiempo con él. Fue entonces cuando conocimos a Angelina y Guadalupe, ella decían que de dónde venían no habían fanáticos del anime y que nosotros dos éramos los primeros que conocían de modo que la idea del club resurgió y decidí establecer SPEED de manera oficial. Más adelante se integró Martina, y permitimos que se uniera aunque todos éramos mayores de edad excepto ella porque ella no conocía a nadie más de su edad con nuestros mismos gustos. Y cuando pensé que ya no se integrarían más miembros, aparecieron Eliseo y Mayra Palacios.
La verdad, no me esperaba algo como esto. Si alguien me hubiera dicho cuando fundé la Sociedad que terminaríamos ganándole la batalla a una poderosa minera canadiense o que iríamos a Japón no me la hubiera creído. De cierto modo, mi madre fue la inspiración para todo esto, así como ella fundó una pequeña fonda y la convirtió en una de los restaurantes más famosos de la región, creo que yo hice lo mismo con SPEED y me siento orgulloso de ello, me siento orgulloso de que este club rudimentario que fundé haya llegado tan lejos. Diría que esto que aprendí con SPEED puedo aplicarlo en el restaurante que dirigiré en Sayula. Pero más que eso, gracias a haber fundado esta Sociedad es que los conocí a todos ustedes y es que logré cumplir mi más grande sueño que era viajar a Japón. Y solo por eso, todo valió la pena.
Aunque nadie lo dijo explícitamente, todos aplaudimos cuando el sublíder terminó de dar su arenga.
Mayra entonces sacó de aquella mochila un rollo de papel estraza carcomido de las orillas apropósito y enrollado con una cinta roja, dándole la apariencia de un pergamino viejo.
─¿Qué es esto? ─preguntó Gibrán mientras recibía el documento.
─Ábrelo ─respondió Mayra Páez.
El chico quitó el listón y el sublíder se tomó la molestia de leer lo que decía aquel papel:
“El fundador que perforó el cielo”
─Felicidades ─le dijo Mayra─. Ya te graduaste.
Aunque llevaba puestos sus anteojos negros todos teníamos la sensación de que estaba por llorar.
¿De manera que a cada uno que hable le tocará también un pergamino con una frase épica? Me pregunto qué dirá la mía.
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