Yatareni - Volumen 3 - 60
Ahora el turno de hablar era de Claudio.
─Pues no sé qué decir realmente ─dijo siendo esa la primera vez que lo escuchábamos hablar con seriedad que yo recuerde─. Gibrán ya contó parte de la historia. Nunca me atreví a buscar más personas que tuvieran mis mismos gustos porque tenía miedo de que se burlaran de mí, y eso era porque me preocupaba mucho por lo que la gente pensara de mí. Es por eso que suelo ser bromista, porque quiero caerle bien a la gente, para que en caso de que sepan mis aficiones y se burlen de ellas lo tomen como una broma y no como algo serio y así pueda seguirles cayendo bien. Fue después de que me uní a SPEED que realmente cambié mi manera de pensar. Viendo cómo se comportaba Gibrán frente a la demás gente sin miedo al qué dirán y con toda la autoestima del mundo fue lo que me hizo darme cuenta de que no me importaba lo que la gente dijera o de que se burlaran de mí por mis gustos. Y fue entonces cuando disfruté más ser un otaku porque ya no me preocupaba por otra cosa más que decidir qué anime ver. De cierto modo SPEED y en especial Gibrán, me ayudaron a superar eso y tener más confianza en mí mismo. ─Pero aun sigues siendo bromista ─replicó Martina─. Y uno muy malo por cierto.
─A eso me refiero ─comentó Claudio─. Ya no me interesa lo que los demás piensen de mí, yo soy feliz así.
─Ay no seas pendejo.
─Suficiente ─interrumpió Mayra al tiempo que sacaba el “pergamino” correspondiente a Claudio y se lo dio.
Su pergamino decía “El bromista loco número uno del mundo”
─Gracias ─dijo el muchacho al tiempo que enrollaba de nuevo el papel.
El turno de hablar ahora fue de Angelina.
─Ustedes saben que yo no vivo en Yatareni, yo vivo en Ihuatzio ─explicó─. Si en Yatareni apenas y hay gente que conoce el anime, en donde vivo yo prácticamente nadie sabe ni siquiera dónde queda Japón, o más bien, ¿qué es un Japón? La que me hizo conocer el anime fue mi hermana Evangelina pero desconozco cómo es que ella se volvió otaku. Pero después, cuando ella creció y se hizo más madura y responsable, poco a poco abandonó el manga y el anime y yo me quedé sola. Me sentí traicionada por ella.
En ese entonces era muy chica y no entendía que mi hermana había crecido y se había convertido ya en una adulta, pero yo estaba molesta con ella porque creía que ya no volveríamos a llevarnos como antes solo porque ella dejó de ver anime. Recuerdo entonces que durante un pequeño viaje que hicimos mi familia y yo a Yatareni, conocimos el club de Gibrán, o más bien, como él lo dijo, conocimos a los dos primeros otakus que había visto en muchísimo tiempo y él nos habló de su Sociedad. Estaba bastante entusiasmada por unírmeles y aunque mis padres no me lo permitieron porque no querían que fuera hasta Yatareni, mi hermana abogó por mí. Después de mucho trabajo logró convencerlos, ahí entendí que ella aún estaba de mi lado, aunque ya no veía anime conmigo, aún estaba apoyándome en mis aficiones.
En los primeros días Evangelina era la que me llevaba para que yo conociera y me familiarizara con el club, llegué a pensar que ella regresaría a su etapa de otaku y también se integraría pero no fue así y otra vez me sentí traicionada. Al final, logré encontrar amigos que tenían mis mismos gustos y sé que sonará extraño lo que diré pero, fue el estar en un grupo de anime lo que me hizo crecer y madurar de algún modo, que al final mi hermana en algún momento dejaría de estar a mi lado y que yo tenía que conseguir mis propios amigos, y ahí fue cuando la entendí y la perdoné.
Después de aplaudirle, Mayra le entregó su pergamino, y al abrirlo, este decía: “La otaku más grande”
─No… soy tan grande ─murmuró la chica mientras contemplaba su papel.
Me pregunto en qué se basa Mayra para darnos esas frases.
Ahora fue el turno a Guadalupe.
─Realmente no sé qué decir ─comenzó a explicar─. Al igual que Angelina, de donde yo vengo, nadie sabe ni siquiera que es un japonés, jeje, de modo que me aburría yo sola en casa viendo los pocos animes que podía conseguir en un lugar donde era muy difícil conseguir cosas de esas. También durante un viaje a Yatareni, conocí el club de Gibrán y decidí unirme casi una semana después de Angelina… y pues… es todo.
─¿Es todo? ─preguntó Claudio─. ¿Y el aprendizaje?
─Ese es el punto conmigo ─replicó─. A diferencia de ustedes que tienen una historia de superación con relación al anime yo no tengo nada de eso. Yo solo soy una chica normal que no tenía amigos y que un día se encontró con otros otakus, se unió a ellos y ya. No hay nada de especial en mí y no hay nada que el anime me haya enseñado o algo en lo que haya aplicado lo que aprendí aquí. Lo siento. Perdón por ser la única que reprobó el curso.
─Te equivocas ─respondió Mayra Páez─. Al final creo que todos aprendemos algo por muy insignificante que parezca o creamos que sea inútil. Tan solo el hecho de conocer más amigos, convivir, viajar y divertirte con ellos es un aprendizaje. Más adelante te darás cuenta de eso.
Al final la chica se conmovió y fue consolada por Martina. Le aplaudimos y Mayra Páez le entregó su correspondiente diploma, el cual decía: “¿Qué es una tehuana?”
─¿Tehuana?
─Lo siento, no se me ocurrió otra cosa ─comentó Mayra─. La primera vez que te vi fue cuando trabajabas en el restaurante de la mamá de Gibrán ayudándole como tehuana así que…
─No importa ─respondió sonriendo─. Me gusta.
El turno era ahora de la pequeña Martina.
─Y sin groserías ─le advirtió Mayra.
─Le quitas lo divertido a la vida ─murmuró y comenzó a hablar─: Pues en mi escuela no conocía a nadie que le gustara el manga y el anime como a mí. Al parecer a todos nos pasó. Las pocas personas que lo sabían se burlaban de mí y yo simplemente prefería evitarlos de modo que siempre fui una persona muy solitaria. Deporsí se burlaban mucho de mí porque vivía con mis abuelos y no con mis padres. El anime de algún modo me llevó a sobrellevar eso. Solo tuve una amiga, se llamaba Lucía, nos llevábamos bien pero a ella nunca le dije que veía anime porque tenía miedo de que me rechazara, no quería perder a la única amiga que había conseguido. Al final, de todos modos la terminé perdiendo porque se mudó del pueblo, aunque al inicio todavía mantenía una correspondencia con ella, con el tiempo ya no supe de ella, y no he sabido nada de ella desde entonces.
Fue cuando conocí al grupito de Gibrán. Las únicas personas que he conocido que les gusta el anime. Quise unirme a ellos pero mis abuelitos en un inicio no me lo permitieron porque se enteraron que todos eran mayores de edad y temían que me hicieran algo. Mis abuelos siempre han sido sobreprotectores de algún modo. Fue difícil convencerlos, incluso los chicos tuvieron que ir a casa de mis abuelos y hablar con ellos en persona pero al fin me dieron permiso y me aceptaron cuando tenía trece años de edad. Creo que el estar rodeada de adultos de algún modo hizo que madurara más rápido y creo que fue gracias a eso, a su apoyo y de cierto modo, también al anime que pude sobrellevar la pérdida de mi abuelo. Así como lo dijo Angelina, sonará extraño que lo diga, pero también el manga y el anime me hicieron madurar más rápido para mi edad, y cuando dejé Yatareni tuve que madurar aún más porque me estaban arrebatando del pueblito que siempre amé. Supongo que ese sería mi aprendizaje.
Después de que le aplaudieran, y de que ella adulara un poco al respecto, Mayra le entregó su pergamino.
Ella lo abrió y aquel decía: “La bebé de hielo”
─Pequeños traumas de la infancia ─murmuró Martina.
Y, finalmente, llegó mi turno. Estuve meditando bien lo que quería decir. Y creo que encontré las palabras correctas.
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