Yatareni - Volumen 3 - 61
Me tocaba a mí hablar porque, técnicamente yo me uní primero a SPEED y luego “obligué” a Mayra Palacios a unirse unos tres segundos después.
─Ya saben ustedes que yo originalmente vine a Yatareni a trabajar con el papá de Mayra, pero al final creo que eso terminó quedando en segundo plano porque aunque dejé de trabajar con él, seguía viviendo en Yatareni. Y en parte era porque, no quería irme aun aunque sabía que llegaría el momento en el que eso sería inevitable.
Todo comenzó cuando acompañé a mi madre a sacar un acta de nacimiento porque ella nació en Yatareni. No quería acompañarla porque ella a veces me platicaba de su pueblo natal y por las cosas que me contaba asumía que era un lugar aburrido, pero al final tuve que ir con ella. Y, para rematar, ella y mi tía quedaron de acuerdo que en unos meses, cuando yo acabara mi carrera, me iría a trabajar ahí con el arquitecto del pueblo. No me agradó la idea pero al final tuve que aceptar.
Llegué al pueblo sin nada que esperar y más adelante conocí a Mayra Palacios aunque ya la había visto desde la primera vez que fui al pueblo. Gracias a ella fue que supe que aquí había otakus, gente que también tenía mis mismos gustos. Al inicio se me hizo de lo más extraño, pero después, llegué a pensar que quizá vivir en Yatareni no sería tan aburrido como pensé. Sin embargo, realmente superaron mis expectativas muchachos. Pensaba que solo nos dedicaríamos a leer manga y ver anime, pero Gibrán ya lo dijo, hemos hecho tantas cosas juntos, cosas que no cualquiera puede presumir.
Al final, fue el pueblo el que me cerró la boca, pero fueron ustedes muchachos de SPEED los que me hicieron darme cuenta de lo equivocado que estaba. Vivir en Yatareni ha sido de las épocas más felices y divertidas de mi vida y eso también se lo debo a ustedes, sobretodo porque, fue aquí donde… ─y volteé a ver de reojo a Mayra Palacios, estaba a punto de decirlo pero al final decidí que no era el momento─ …bueno, ha sido divertido realmente. Fue así que aprendí que uno no debe dejarse llevar por las apariencias como dicen a veces. Me acordé de la leyenda que me contó mi tía acerca de una serpiente que le mostró el camino hacia un tesoro, y no podría tener más razón. Uno tiene que arriesgarse, aventurarse en lo desconocido y cuando entremos, quizá haya algo hermoso que nos esté esperando y que valdrá la pena.
Me aplaudieron y Mayra me dio mi pergamino, el cual decía: “Yo no sé nada de arquitectura, solo sé lo que sé”
─Puede que tenga algo de razón ─murmuré.
Llegó el turno de la primera Mayra, la de la capa roja.
Ella sopló y comenzó su narración:
─Yo en realidad conocía el club de Gibrán desde que lo fundó prácticamente porque creo haber visto los letreros de los que hablaba pero jamás me atreví a integrarme. Creo que fue por las fechas en las cuales mi madre falleció así que estaba muy mal, o no lo sé, puede que haya sido más reciente, lo que significa que todavía no podía superarla. Todos ustedes dicen que siempre eran solitarios porque no conocían a nadie que tuviera sus mismos gustos pero yo estaba mucho peor.
Cuando mi madre se fue mi papá se volvió alcohólico así que tampoco pude apoyarme en él, de modo que estaba sola. Perdí mi carrera de abogada por mis problemas. Siempre estaba sola, triste, deprimida. Tenía principios del síndrome de Peter Pan. No quería crecer, pensaba que todo era una mierda, incluso… bueno, encontré entonces la iglesia abandonada y decidí usarla como refugio cuando quería estar sola o cuando quería pensar. Llegó un momento en el que pasaba más tiempo ahí que en mi casa al punto de convertirme en una ermitaña que ya no cuidaba su imagen personal y siempre andaba… ¿Cómo se dice? ¿pandrosa? El punto es que no me arreglaba y así estaban las cosas… ─y luego dijo lo siguiente cantándolo mientras me señalaba─: Hasta que… te conocí.
─¿Yo? ¿A mí? ─dije─. ¿Ahora bromeas igual que tu gemela?
─Jeje ─continuó─. Eliseo, cuando te vi por primera vez en la iglesia me molestaste. No esperaba a nadie ahí, pero te apareciste y confieso que sí me molestó tu presencia pero no te dije nada. Luego dijiste aquello de la promesa y eso llamó mi atención cuando, quizá no debió hacerlo, pero eso me dio un poco de esperanza. En ese entonces era lo que más necesitaba y tú me la diste, quizá sin querer. Quería aferrarme a algo, incluso a algo que seguramente olvidarías al poco rato, pero realmente necesitaba algún apoyo, yo no quería… Después me metiste a la fuerza a SPEED y, aunque al inicio no quería, ahora realmente te lo agradezco. Es como dijiste, hay que aventurarse a lo desconocido, y, quizá más adelante, haya algo hermoso por lo cual habrá valido la pena. Ustedes también me han ayudado mucho a salir adelante. Puedo decir que he cambiado mucho con relación a como era hace un año. También ha sido la mejor época de mi vida y, más que agradecerles a ustedes, creo que al que le debo más es a Eliseo. Le debo todo.
Y después, mirándome de lleno, exclamó:
─Realmente no tienes idea de lo agradecida que estoy de que hayas aparecido esa tarde lluviosa en la iglesia. Si no fuera por ti, yo no estaría aquí.
Al sentirme aludido giré el rostro hacia otro lado. Me hacía tan feliz que hablara esas cosas de mí pero no quería que se notara tanto.
─Sí ─dije─. Me da gusto haberte ayudado a cumplir el sueño que tenías con tu madre de visitar Japón.
─Eh… si, Japón, yo hablaba de Japón.
─No tengo nada más que decir Mayra ─respondí─. Pero creo que aunque yo te di el empujón, fuiste tú la que siguió avanzando, por eso es que creo que también deberías darte crédito tú misma.
Y ambos sonreímos.
Después de su respectivo aplauso, le tocó su diploma. Al abrirlo ella leyó: “Caperucita Gótica”
─Esto debe ser obra de la Polly Pocket ─murmuró.
Finalmente tocó el turno de la líder de SPEED.
─Pues yo no llevo mucho tiempo en este club ─comentó─. Incluso, pueden pensar que le arrebaté el liderazgo y el club a Gibrán pero, aunque ha sido poco tiempo, comparto con ustedes la opinión de que han sido de los mejores meses de toda mi vida. Ustedes saben que Gibrán y yo nos conocemos desde niños y cada uno planeaba fundar su propio club pero tuvimos diferencias por el propósito que cada uno quería darle. Siempre decía que el club de Gibrán no tenía propósito pero ahora… ─se dirigió al sublíder─. Gibrán, me equivoqué, tu Sociedad sí tiene un propósito.
Gibrán enarcó las cejas y abrió levemente la boca. Creo que era la primera vez que lo veía tan impactado.
─Fue también por eso que me uní a tu club ─continuó─. Para comprobar eso por mí misma y para volver a los viejos tiempos en los que estábamos juntos. Al final, fue divertido tal y como lo planeaste desde hace mucho tiempo. Belén estaría orgullosa.
Gibrán se conmovió con esta última frase.
─Y además, no solo encontré amigos invaluables, también encontré gente talentosa que me ayudó a despegar con mis proyectos de animación y de música, no podría estar más agradecida.
Después de que le aplaudimos, ella sacó su propio diploma y lo abrió.
Su diploma decía: “Otaku burguesa”
─¿Tú elegiste ese apodo? ─le pregunté.
─No ─respondió sonriendo─. Me lo puso Alice.
─Siendo así, todos ellos también son otakus burgueses.
Aquella “ceremonia” acababa de llegar a su final. En ese momento sentí que mis emociones se desbordaban. Creo que todos sentíamos lo mismo. Y nos pusimos de pie.
Mayra Páez dio el suspiro más grande que le he visto dar y dijo lo siguiente:
─Aunque no lo parezca, un grupo de otakus han demostrado que de cosas tan banales como el manga y el anime, han podido salir grandes enseñanzas y grandes hazañas.
Miró el reloj de su celular, era la una de la tarde con catorce minutos, hora de Japón. Afuera una intensa lluvia arreciaba sobre el bosque en el que nos encontrábamos.
Y poniéndose seria exclamó con voz potente:
─Hemos hecho cosas que los demás otakus no podrían ni imaginar. Derrotamos a una compañía minera canadiense. Cumplimos nuestro anhelado sueño de viajar a Japón. Pero ninguna de estas cosas se perderá en el tiempo como lagrimas bajo la lluvia. Permanecerán con nosotros siempre… llegó la hora de morir.
Una última vez.
Acto seguido, Mayra Páez levantó el dedo índice de su mano derecha hacia el frente y gritó a todo pulmón “Ichi”
Con esto las emociones se dispararon.
El turno fue de Gibrán, quien hizo lo mismo y gritó “Ni”
Le tocó a Claudio a quien le tocó el número “San”
La siguiente fue Angelina, quien levantó el dedo y gritó: “Shi”
Le tocó entonces a Guadalupe y ella, al levantar el dedo gritó “Go”
Ahora Martina levantaba el dedo, un poco más arriba de lo normal por su estatura, al tiempo que gritaba: “Roku”
La siguiente fue Mayra Palacios, la cual levantó el dedo al tiempo que gritaba: “Nana”
Y finalmente yo, levanté el dedo al tiempo que grité “Hachi”
Sabíamos que era la última vez que haríamos nuestra arenga, y que después de esto, todo estaría acabado, así que lo hicimos como su supiéramos que fuéramos a morir después. Dimos un gran salto al tiempo que levantamos los dedos índices lo más alto que pudimos y gritamos el nombre de nuestra Sociedad por última vez. Qué diferencia cuando hice esto por primera vez lleno de pena ajena a hoy que lo hacemos con un orgullo casi patriótico.
Mayra Páez, la ex líder del equipo cerró los ojos, y con una sonrisa dijo, mientras lágrimas escurrían de sus ojos:
─Se acabó.
Estábamos demasiado conmovidos, las emociones estaban al tope. No podría describir lo que sentía ni compararlo con algo para poder entenderlo.
─No por favor no ─dijo Guadalupe sollozando─. No lloren, no quiero…
Pero no pudo evitarlo.
Éramos nosotros soldados escondiéndose del enemigo que disparaba a uno por uno, lanzando balas que nos rompían el corazón.
Finalmente todas las chicas estallaron en un mar de lágrimas y se abrazaron entre ellas.
De cierto modo era aceptable verlas a ellas llorando, pero a Gibrán y Claudio no. Sabía que si los veía a ellos llorar, no iba a resistirlo. Y antes de que pudiera siquiera pensarlo, ellos también sucumbieron y se unieron al grupo de las chicas.
Yo era el único que me resistía. Para mí era casi una cuestión de honor no llorar (aun cuando lloré cuando Mayra Páez vendió mi novela) pero me estaba costando trabajo. Evitaba verlos porque eso aceleraba mi corazón.
─Eliseo ─me sonrió Mayra Palacios al tiempo que me extendía la mano─. Siempre hay una primera vez para todo… bueno, segunda en tu caso.
Al final cedi, mandé todo a la mierda y me les uní. Qué más importaba.
De repente ya no me sentí tan apenado de llorar como un niño. Llorar era tan doloroso pero también tan hermoso.
Cualquier persona ajena a la escena se preguntaría qué harían un montón de otakus, casi todos adultos, llorando en un templo sintoísta abandonado. La sola idea parece ridícula, y de cierto modo, lo es. Pero hay mucho tras de eso. Demasiadas experiencias, aventuras, risas y lágrimas que nosotros forjamos juntos y que nadie nos va a quitar jamás, ya lo dijo Mayra Páez antes.
Fue un abrazo que nos unió más que nunca ahora que nos separaremos quizá para siempre. Y de este modo, se acabaron las vacaciones en Japón, y se acabó SPEED.
De este modo se acabó todo.
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