Yatareni - Volumen 3 - 65
Todavía cuando Mayra y yo nos alejábamos de aquel lugar se me ocurrió dar un último vistazo a la vieja iglesia. Posiblemente no la volvería a ver jamás de modo que quería grabar en mi memoria una última imagen. Poco a poco, desde mi punto de vista, la edificación se iba escondiendo entre toda la vegetación del cerro, hasta que finalmente desapareció. Y eso fue todo.
De regreso a donde me hallaba, noté que Mayra se sobaba la mejilla donde, minutos antes le había dado aquel tremendo golpe.
─Por cierto ─me disculpé─. Perdón por el golpe que te di. Creo que estaba bastante exaltado y…
─No te preocupes ─respondió sonriendo─. Creo que me lo merecía. Además, lo que pasó después hizo que valiera la pena.
La lluvia disminuyó su potencia y ahora era solo una ligera llovizna. Mayra y yo seguíamos caminando tomados de la mano ahora por la calles de Yatareni.
Podría preguntar si oficialmente éramos novios pero pensé que no sería buena idea. Sinceramente no había necesidad de hacerlo oficial. Por otro lado, no tendría mucho caso entablar una relación que únicamente duraría una hora a lo sumo.
No nos dirigíamos la palabra pero realmente disfrutábamos caminar por las calles del pueblo tomados de la mano. Creo que los habitantes de este lugar se sorprenderían de ver que aquella loca de los vestidos y la capa roja por fin consiguió novio.
En un momento, simplemente se me ocurrió preguntarle:
─¿Por qué sonríes tanto?
─Porque me amas ─respondió sin dejar de sonreír.
─Qué curioso ─exclamé─. Igual yo sonreía por lo mismo.
Entonces se detuvo y me besó en la mejilla de una manera muy tierna.
Todo eso que estábamos haciendo era difícil de creer pero no porque creyera que no había posibilidades de que pasara. Mi sorpresa era más porque, sabíamos perfectamente, por lo menos yo, que aquella forma tan melosa de comportamos era en verdad estúpida, pero se sentía bonito hacerlo de todos modos. Todavía estuvimos diciéndonos un montón de cosas cursis entre los dos. Estúpido amor.
─Al final ─murmuró Mayra─. Creo que el amuleto si funcionó.
─¿Cuál amuleto? ─pregunté.
─El que te di en Japón ─respondió.
─Ah, es verdad ─comenté─. Era para eso entonces.
Y agregué:
─¿Quieres que vayamos de nuevo? ¿Solo tú y yo?
─¿A dónde?
─A Japón.
─¿Aun tienes dinero?
─Claro ─respondí─. Ya no me queda mucho de lo que nos dieron cuando detuvimos la minera, pero Mika me dio una compensación económica por lo de mi novela.
─Me agradaría mucho ─sonrió─. Claro, después de que termine mi carrera y tenga un trabajo estable. Pero no me gustaría que te murieras de nuevo ─y apretó mi mano con fuerza─. Si te pasara algo, no sé qué haría, me moriría.
─Hablando de eso ─pregunté─. Todavía no lo puedo creer ¿Realmente estuve muerto 117 segundos?
─Si ─respondió Mayra─. El doctor nos dio la noticia y yo lloré hasta que lograron revivirte. Así que cuando reviviste sentí que mis lágrimas no sirvieron para nada y me avergoncé mucho, pero estaba muy feliz ¿Por qué lo preguntas?
─Es raro ─comenté─. Tuve la sensación de que estuve más tiempo fuera de este mundo.
─¿Fuera de este mundo? ¿Qué quieres decir?
─¿Recuerdas cuando fuimos al museo de Tokio? ─pregunté─. Había una exposición de la cultura bizantina. No sé si entraste.
─No.
─Aunque estaba inconsciente unas horas, sentí que habían pasado varios meses incluso y tengo la sensación de que pasaron muchas cosas como si hubiera tenido un largo sueño que duró varios meses, y cuando pienso en ello, siento que aquel sueño fue muy real.
─No lo entiendo.
─Además de eso ─continúe─. Cuando estaba empezando a despertar tuve una alucinación. Una chica que se parecía a ti pero vestida con las ropas de la emperatriz Teodora. Se aferraba a mí exclamando que no quería perderme o algo así. Creo que estaba llorando y creo que había más gente a mí alrededor pero todo eso fue muy difuso. Conforme iba despertando esas alucinaciones se iban diluyendo y cuando desperté por completo ya no lo sentí como algo que yo hubiera soñado o alucinado. Como un recuerdo que nunca fue mío y fuera algo que alguien más me hubiera contado y yo tratara de recrearlo a mi modo. Como un déja vu. De hecho, creo que ese sueño fue lo que fue, solo porque estuve en esa exposición en el museo.
─Qué curioso sueño ─murmuró─. ¿Por cierto, que es un deja vu?
─Es cuando tienes la sensación de haber vivido algo que sabes que jamás has vivido ¿entiendes?
─S-supongo pero… ─no terminó de hablar porque un estornudo se lo impidió.
─Lo siento.
─No te preocupes.
Hasta que un segundo estornudo le hizo entender lo que estaba pasando.
─Oh no.
Mayra descansaba recostada en su cama. Comenzaba a presentar síntomas de un resfriado así que decidí acompañarla hasta su casa. Tuvo que cambiarse de ropa por una más seca. Pero yo me quedé así. En casa de mi tía me cambiaré las prendas.
─No lo entiendo ─se quejó─. Ambos estuvimos bajo la lluvia, ¿Por qué solo yo me resfrié?
─No lo sé ─respondí─. Quizá porque tengo mis defensas más altas.
Luego de un rato de silencio, me preguntó:
─¿No te tienes que ir?
─¿Quieres que ya me vaya?
─Por supuesto que no ─respondió─. Preferiría que te quedaras conmigo siempre, pero tienes que regresar a la ciudad.
─Yo también quisiera quedarme a tu lado ─comenté mientras tomaba su mano─. Pero quedarme aquí una hora mas no me hará daño. Al menos déjame atenderte como se debe. Tu papá no está y no puedo dejarte sola. Me quedaré hasta que él llegue.
─Gracias amor… digo… Eliseo ─se sonrojó.
─De nada corazón ─respondí sarcásticamente.
─Creo que hay una cajita con bolsitas de té en la alacena ─dijo.
─Bien ─me levanté─. Te prepararé un té para que se te bajen un poco los síntomas. Tú mientras cúbrete bien porque afuera sigue lloviendo y hace frío.
─¿Puedes prepararlo? ─me cuestionó.
─Por supuesto ─respondí─. No es tanta ciencia.
No me tomó más de cinco minutos calentar el agua, agregar el sobre de té de manzanilla y entregárselo a Mayra. Me sentí como un padre suministrándole un medicamento a su hijo. Pero Mayra pensaba de otro modo.
─¿Crees que… ─se sonrojo mientras recibió la taza de té─. … si nos casamos… así sería nuestra vida… matrimonial?
─¿Eh? ─también me puse nervioso─. ¿No… crees que estás avanzando… rápido?
─¿Tú qué piensas de eso? ─me preguntó.
Lo medité por un rato y al final respondí:
─Hoy nos separaremos, pero cuando nos reencontremos después, yo seré un gran escritor famoso y espero que tú seas una gran abogada, y solo entonces estaremos juntos.
─Te lo prometo ─me dijo hablando seria─. Te prometo que me convertiré en una maravillosa abogada de la que te sientas orgulloso.
─Y cuando estemos juntos ─murmuré─. Todas las mañanas te prepararé un té como este.
─Eso me haría muy feliz.
Ambos sonreímos y los impulsos nos empujaron a besarnos de nuevo. Los últimos quince segundos en los que estaríamos unidos.
─Si me vuelves a besar te pasaré mi resfriado ─me dijo Mayra.
─Valdría la pena ─respondí.
─Oye ─me miró y sonrió de una manera pícara─. Ya que… hoy te vas del pueblo… y ya que… mi papá no está… creo que deberíamos…
─¿Qué cosa?
Justo en ese momento pudimos oír que la puerta principal se abría. El papá de Mayra acababa de llegar. Vi que Mayra tronó los labios demostrando molestia.
─¿Qué me querías decir?
─Ya nada, olvídalo.
El arquitecto se dirigió a la habitación de Mayra y ahí nos encontró a los dos.
─Buenas tardes ─saludé.
─Veo que ya regresaron de Japón ─nos dijo─. ¿Cómo les fue?
─De maravilla ─respondió Mayra.
─Justo lo que tu madre decía cada vez que iba ─comentó el arqui.
Pude ver que Mayra sonreía de manera efusiva.
─Bueno ─dije al tiempo que me levantaba─. Tengo que irme.
─Gracias por todo muchacho ─me dijo el papá de Mayra mientras me daba la mano─. Aunque ya no trabajaste los últimos meses conmigo, creo que en realidad me ayudaste más de lo que pensé, o más bien, ayudaste a Mayra y por eso es que te estoy agradecido.
─Gracias a usted también señor por darme trabajo, aunque como dice, no fue mucho tiempo.
─Mucha suerte ─me abrazó cordialmente y se retiró.
─Entonces ─Mayra contemplaba su taza de té vacía─. ¿Ya te vas?
─Ya ─respondí al tiempo que daba un suspiro.
Me despedí de Mayra con un último abrazo.
─Cuídate mucho Eliseo ─me dijo─. Gracias por todo de verdad. Te esperaré.
─Igual tú cuídate ─respondí─. Te prometo que tan pronto como logre convertirme en un escritor exitoso, te buscaré.
─Yo te buscaré primero ─sonrió.
Pensaba darle un último beso pero creí que no sería buena idea ahora que su papá estaba presente, y aunque él nos lo hubiera permitido, esa escena sería bastante incómoda para los dos.
Así que solo me limité a besarle la mejilla, la que golpeé por cierto y ella hizo lo mismo.
Cuando me encaminaba a la puerta de su habitación todavía me habló por última vez.
─Eliseo.
─¿Qué sucede?
─Te amo ─y me sonrió.
─También te amo ─le respondí con una sonrisa.
─Espera ─me dijo mientras hizo algo que nunca vi hacer antes.
Mayra Palacios se quitó su capa roja y me la lanzó.
─Llévatela ─me dijo.
─Espera ─comenté sorprendido─. ¿Que no esto te lo regaló tu madre?
─Creo que terminé dándole un significado distinto a esa capa ─contestó─. Me volví dependiente del recuerdo de mi madre y creo que eso tampoco me dejaba avanzar, así que decidí mejor dejarla descansar y seguir adelante.
─Ah ─exclamé sonriendo─. Puedo ver que ahora sí te pareces a Mayra Páez.
Mayra solo me devolvió una sonrisa.
─Adiós Eliseo.
─Adiós Mayra.
Esta vez nuestra despedida no fue tan “ridícula” como la de la iglesia. Creo que estábamos felices porque por fin pudimos decirnos lo que sentíamos.
Le di un último vistazo a su habitación y a ella. Quería retener una última imagen suya en mi memoria ahora que no la vería en mucho tiempo. La vi observando cómo caía la lluvia a través de su ventana mientras tarareaba una canción y cerraba los ojos:
“Don’t go crying to your mama, cause you’re on you’re own, in the real world”
Y eso fue todo. Dejé la casa de Mayra y me encaminé a la casa de mi tía. Saqué mi celular para comprobar la hora y sentí algo adicional en la bolsa de mi pantalón. Era la carta de Mayra. La contemplé por última vez antes de hacerla pedazos y esparcir los restos en el aire antes de que un leve viento se los llevara lejos.
─Ya no necesitas eso ─murmuré mientras contemplaba la capa de la chica que amaba.
Luego pensé mejor las cosas.
─¿Qué se supone que haré yo con esto?… Un momento, se me acaba de ocurrir una idea.
Comments for chapter "65"
QUE TE PARECIÓ?