Yatareni - Volumen 3 - 66
Tal y como lo había prometido mi tía ya me esperaba con una rica comida como es su costumbre. Así como la primera vez que vine acompañando a mi madre, o más bien como siempre, mi tía se lució con su comida. Creo que esa será una de las cosas que más extrañaré cuando me vaya.
Vi que mi tío acababa de llegar y traía consigo una botella de refresco, pero en vez del líquido negro dentro había uno color blanco. Ya sabía qué era eso. Me traía malos recuerdos.
─¿Queres? ─me preguntó.
─N-no gracias ─rechacé amablemente─. Prefiero mantenerme… cuerdo para que mi mamá no piense otra cosa.
─¿Qué no te cansas de enviciarlo? ─replicó mi tía─. Ya se va a su casa y tú lo queres enviar borracho.
─Hay que aprovecharlo ─comentó mi tío─. Es el último pulquito que le quedaba a Don Efrén, me lo dio su mujer de regalo.
─¿Quién? ─pregunté.
─El abuelo de tu amiguita.
─Ah ─entendí. Hablaba del abuelo de Martina.
Ahora que lo pienso quizá debería pasar a despedirme también de su abuela, pero no se me ocurrió antes y no creo que me dé tiempo.
De modo que aquella botella era todo lo que quedaba del negocio de pulque de su abuelo. Verlo me hizo pensar en la primer miembro de SPEED que conocí. Así que hice algo que jamás imaginé que haría.
─Deme un poco ─le pedí a mi tío─. Pero sólo un poco, no me llene el vaso.
Fue mi tía la que más se sorprendió por aquello, además de mí, claro. Pero creo que lo hice, según yo, por solidaridad con la niña. O más bien, a su salud.
Después de tomarlo, mi tío insistió en darme más pero ya no acepté.
Aunque no me emborraché como aquel día me sentía un poco mareado. Aun no me acostumbro a esta bebida de modo que hasta con una pequeña porción es suficiente para atontarme.
Cuando terminé de almorzar, tomé mis maletas y me despedí de mis tíos.
─Muchas gracias por todo ─agradecí a mi tía mientras le daba un abrazo─. Gracias por soportarme por todo este tiempo.
─No digas eso mijo ─replicó mi tía─. Me dio gusto tenerte por aquí. Espero que puedas venir a visitarnos después.
─Eso haré tía.
Mi tío me acompañó hasta la parada del camión en el centro del pueblo. Duramos un rato sin hablar mientras yo me limitaba a ver por última vez la vida cotidiana de Yatareni. Una sensación de melancolía me invadió en ese momento.
─¿Qué harás ahora? ─me preguntó mi tío mientras tanto.
Tardé en responder.
─Supongo que buscaré un trabajo cerca de mi casa ─contesté─. Y también seguiré escribiendo.
Y sonrió.
─Eres muy inteligente Eliseo ─comentó─. Brillarás en cualquier cosa que hagas.
─Gracias.
Justo en ese momento el camión venia llegando a la parada. Mi tío me ayudó a subir mis maletas y también me despedí de él con un abrazo sincero.
─Mucha suerte muchacho ─me dijo─. Cuídate mucho y me saludas a tu mamá.
─Por supuesto ─respondí─. Ustedes también cuídense y también me saluda a Lidia. Me hubiera gustado verla al menos una vez más.
─Le mandaré tus saludos.
Subí al camión y tomé mi lugar junto a la ventana. El camión permaneció unos minutos más en lo que llegaban más pasajeros y todo ese tiempo mí tío estuvo ahí esperando. Cuando el camión arrancó me despedí de mi tío por última vez desde la ventana y él hizo lo mismo para después alejarse.
La melancolía que sentí cuando vi el pueblo se hizo más grande.
Y es curioso cómo el camión pasaba por algunos lugares que fueron relevantes durante mi estancia en Yatareni. Fue como si me despidiera simbólicamente de todos ellos.
Por ejemplo, pasamos por la plaza central donde fue la fiesta patronal, las instalaciones abandonadas de lo que fue la minera y las canchas donde llevamos a cabo el bunkasai entre las dos Sociedades. Y también pude ver a lo lejos el cerro donde estaba asentada la iglesia abandonada aunque no fui capaz de ver la construcción a esa distancia. Hasta tuve una alucinación en la que veía una chica con una capa roja subiendo por ahí. Creo que no debí tomar el pulque.
Además, era imposible porque yo, en ese momento, llevaba esa capa roja conmigo.
La apreté fuerte con mis manos y la abracé. Por ahora esto me serviría como recuerdo, no solo de Yatareni sino de Mayra. Además de que no podía dejar de pensar en la grandiosa idea que me dio este atuendo. Quería llegar ya a mi casa para ponerme a escribir.
Cuando iba saliendo del pueblo por la carretera principa, pude ver que había personas instalando un arco de bienvenida. Son aquellos letreros que dan la bienvenida o desean feliz viaje y que, en el caso de un lugar con nombre indígena, explican el significado del nombre del pueblo y su etimología.
Desde donde yo iba podía leerse claramente:
“El pueblo de Yatareni les desea un buen viaje. Vuelvan pronto”
Y cuando cruzamos por el otro lado me giré para ver lo que decía la otra cara del arco:
“Bienvenidos a Yatareni”
“Del zapoteco ’Gueta’ que significa Tortilla y ‘Hari’ que significa Sangre”
Y hasta abajo venia inscrito el lema del pueblo que no conocía hasta ese momento:
“El pueblo más pequeño esconde el tesoro más grande”
Fue como una epifanía. Entendí perfectamente a qué se refería aquella frase. No lo sabía entonces porque cuando vine al pueblo ese arco aún no estaba y no conocía el lema del pueblo.
Yo, al igual que muchos, supongo, vine aquí con la idea de que este pueblo seria de lo más aburrido, o en este caso, pequeño. Pero al final encontré el tesoro del que habla la frase. Y no, no me refiero a los tesoros como los que buscaban los chicos de SPEED en la hacienda abandonada. Hablo de gente amable y cálida con un gran corazón. De amigos con los cuales tuve gran variedad de aventuras y de la chica a la que amo. Encontré coas que jamás pensé encontrar aquí y que hicieron mi estadía en Yatareni más divertida.
Yatareni, al igual que otros pueblos de este país, son lugares mágicos por todas esas cosas que esconden, que esperan a ser descubiertas y que no cualquiera se atreve a buscar. Pero basta con que uno vaya con la mente abierta esperando encontrarlas, porque en efecto, así será, literalmente puedes encontrar cualquier cosa. Serán aquellas cosas que menos se espera encontrar las que nos darán una mejor experiencia.
Y quién sabe. Si alguien se aventura a buscar aquellos tesoros, no debería de sorprenderle encontrar todas estas cosas. Porque cuando menos se lo espere, podrá ver pasar por la calle a una chica de vestido negro y capa roja caminando por ahí.
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