EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 24
Un lamento gutural parecido al de cuervo, resonaba en el paraje. Un gwiberno del doble del tamaño de uno normal, y tuerto de un ojo por la estocada bien dada de un trinche, sobrevolaba el cañón y cargaba entre sus garras el torso de un venado del que colgaban las entrañas, coloradas de un rojo profundo al secarse la sangre.
El aleteo lo condujo a la cima del nido hecho de troncos, forrado en una mezcla dura de lodo y roca. Cicatriz rugió en mayor intensidad, y el llamado fue recibido por múltiples chirridos agudos en el fondo del escondite. Las crías se alzaron de entre los restos de maleza, amontonándose las unas sobre las otras, aplastando los restos de huevo, similares a dura roca, eclosionados tiempo atrás. Había huevos todavía completos, a la espera de un nacimiento y eran protegidos por las madres, resguardándolos entre las alas.
El cadáver se escurrió de entre las garras, en bomba en caída libre y fue atrapado entre las fauces de los infantes, ni siquiera alcanzó a tocar el suelo. Hambrientos con los dientes recién salidos, se peleaban por un pedazo de la presa.
Otros dos gwibernos llegaron con demás venados, uno trajo el cuerpo completo desollado por las garras. El otro cargaba las patas, mordisqueaban el cadáver para dárselo a la progenie recién nacida, en masas aplastadas de biomasa, alimentadas desde el morro repleto de colmillos. Se avecinaba una horda de monstruosidades, de no tener un depredador en esa zona, habría descontrol y la muerte se sembraría en esas tierras.
—Aquí, Drake… solicito conocer si están en sus puestos y permiso de proceder. —Réquiem habló desde un comunicador en la oreja.
Iba a lomos de un caballo, desde el lado oeste de la meseta donde residía el nido, fuera de la vista de los horrores.
—Se están tardando, desde hace rato que estoy lista… —Sheila acotó la señal, por el este.
Permanecía a pie, puesta a cubierto con la espalda pegada en una pared de la roca y observando al filo de la misma a la meseta. Estaba en un puesto más elevada que Drake.
—En posición —Lance se conectó a la línea, a una distancia alejada de los paraderos de otros guardianes.
Lance se encontraba al lado de la camioneta, sobre un antiguo puente agrietado de barandales conectando la carretera entre dos estructuras rocosas, desde Rosa blanca de camino al Tridente. Esa zona fue lo más cerca que pudieron acercar la camioneta al nido, debido a que, al adentrarse en esa parte del cañón, el sendero se volvía pedregoso y lleno de cerros, limitando los medios de viaje.
Al fondo del vacío, se desperdigaban restos de chatarra pertenecientes a vehículos antiguos caídos durante accidentes y no fueron reclamados, por lo que la maleza y el óxido tomó posesión de ellos, uniéndolos a las ruinas del gueto. Se encontraban monolitos de estructuras grisáceas, ruinosos restos de lo que fueron templos o casas pertenecientes a refugiados inhumanos. En esa parte del cañón, se descubrieron viejos monolitos, golpeados por el pasar del tiempo.
—Bien… conocen el plan… ¿están todos listos? —Lo coordinaron toda la noche, anotaron posibles escenarios y en cómo se moverían. En el reconocimiento inspeccionaron el área, evitando el rango del nido, con tal de no ser ubicados por los gwibernos—. A las una… dos… y ¡Ya!
El alarido bélico eclipsó el acelerado latir, y en nervios usados de pólvora para el coraje, la primera línea arrojó el movimiento. Sheila salió de la cobertura de un ágil salto, en la mano cargaba un hechizo canalizando el poder nato de fuego, una técnica que ha estado preparando concentrado el limite de potencia que podía llegar en esa forma y se detuvo a medio metro del escondite, en posición sujetando el brazo arma con la otra mano, apuntando en dirección al nido. La palma de la mano abierta concentró la energía en una pequeña esfera anaranjada, fulgurante y brillante tal cual una pequeña estrella en la tierra.
Una de las hembras se percató de la presencia de la intrusa, y en el instinto materno como de supervivencia la llevaron a reconocer el peligro inminente. En un cantar acalorado avisó a la familia, uno que llegó muy tarde.
En un latir de corazón, de la temblante mano de Sheila liberó un fulgor quemante, no un fogonazo o una esfera ionizante, fue una combinación de ambos. Un rayo anaranjado fue liberado y a una velocidad de bala se proyectó colisionando en la cima de la meseta, volando incendiándolo en un estallido; lo poco que quedó del mismo sucumbió a las flamas.
Una cacofonía de lamentos animales sonó dentro del incendio; dolor, angustia y sobre todo la furia vengativa. De la antorcha llameante emergieron las figuras aladas, al elevarse en el aire justo sobre el fuego. Las luces de la hoguera, difuminaba las sombras de los reptiles alados, que de uno en uno creaban una oscura nube negra capaz de tapar el sol; incrementado el cantar ensordecedor, en un idioma bestial, reverberando una clara declaración de guerra.
El contrataque no se preparó a tiempo ante una segunda oleada, desde el lado lateral múltiples lanzas carmesí se dispararon a los cielos en antiaéreos. Ninguna dio un golpe letal, una que otra alcanzó a rasgar las escamas en daños superficiales, lo suficiente como para que el agresor fuese tomado como una molestia.
Los atacantes no se ocultaron, se mostraron tal cual dando cara a la colmena. De seguir la refriega de ataques a cubierto, los gwibernos los descubrirían en poco tiempo dadas las habilidades de depredadores. Dos partidas de cazadores enfrentados entre sí, una campaña en la que un grupo quedaría en pie.
La colmena se dividió en dos líneas, cargando en picada en dirección de dos objetivos, los cuales dieron media vuelta y emprendieron la retirada. Todo iba de acuerdo al plan, ignorando como las ondas del rio se perturbaban, algo en el interior de la caverna se despertó, y el estruendo de la incursión, fue lo suficientemente ruidoso como para callar el pegajoso gruñido gutural en la penumbra.
—Fase uno completada. ¡Sígueme el paso, princesa!
Drake hundió las espuelas en el estómago del potro azabache, soltando un relinchido agudo y se arrancó en galope. El corcel estaba entrenado en el terreno bélico, y completamente descansado, por lo que iba a darlo todo en la refriega.
—¡Justamente te iba a decir lo mismo, Réquiem! —Sheila se desplazaba a altas velocidades, saltando estructura en estructura.
En la confianza y derramando cantaros de sudor, los dos rojos apenas se atrevieron a observar por el rabillo del ojo a los embravecidos perseguidores. A simple vista a Drake lo seguían tres y a Sheila venían cinco. No pudieron adivinar si el resto murieron en el primer asalto, oraban a cualquier deidad existente de que así fuese.
Lance observó desde el catalejo la caída del nido. Albergaba una visión de águila, dadas las mejoras genéticas, y se dio cuenta como las criaturas se repartieron a los atacantes.
Cortó los nudos de rafia usando un cuchillo de cada uno de los amarres, retiró la sabana y accionó un compartimiento alzando una torreta de dos funciones: una ametralladora de munición de alto calibre anti aéreos, en disparos continuos por una cadena de balas amarillentas que se enredaban en el suelo de la batea.
En un accionar de palancas, podía cambiar a un mero disparo por medio de un enorme cañón, justo en el centro de un círculo de fusiles de menor tamaño. Por ese lugar se accionaba un arpón con el poder de una bazuca. El arma se le conocía como el escorpión.
—Alice… muerte de envidia… a la mierda con el asesino silencioso. —Acarició el gatillo al treparse a la batea, y movió el enorme armatoste por medio de una plataforma móvil, que le permitía girar en trecientos sesenta grados—. Prepárense para recibir un poco de la jodida y pesada bendición del viajero.
Apuntó en dirección a las dos vías por donde pasarían sus dos compañeros. En el fondo del vació llegaba un sendero dividido en dos, por donde vendrían Drake y Sheila. Usando una estrategia de palanca, fulminaría a los gwibernos sobrantes.
Los que sobrevivieran al escorpión, les rematarían al estar debilitados y acabarían por regresar a la meseta donde estaba el nido. Estallarían la caverna por si se ocultaban huevos. Ahí colocarían cargas con explosivos, volando el lugar completo, asegurando la misión. Fácil la teoría, en aplicación la historia se tornaba difusa en detalles, específicamente en la fase de atraer a la embravecida horda fragmentada.
…
En el lado oeste Sheila chocó los puños, refulgentes de fuego, preparando una nueva técnica. De manos y pies materializó una flama estabilizada, propulsándola y estabilizándola al aire, dándole dominio en el aire.
Orgullosa de sí mismo, ganó alta ventaja de los perseguidores, al lograr volar sin la necesidad de dominar las alas o tener la ecuación de vuelo, únicamente permitida a los hechiceros registrado, de lo contrario caería en brujería. El uso del fuego en esa variable, la eximía de todo pecado.
En una sonrisa confianza dio media vuelta, quedando frente a las bestias y al escrutarlas los amarillos ojos se iluminaron. Ninguna duda. Respiró aire, llenando los pulmones y no en una exhalación, un grito explotó materializando una nueva ráfaga ardiente dando de lleno el ala de un miembro de la horda, y a causa de las heridas se vio obligado a descender al rio, y la luz quemadora separó al grupo segado, creando una abertura.
Al ver a uno lo suficientemente alejado de los compañeros, Sheila se propulso en picada y lo tacleó tomando el cuello entre sus manos y lo estampó sobre una estructura rocosa, uniéndola cuarteándola y creando un agujero, no dando ninguna oportunidad de resistencia.
Dio un rodillazo justo en la tráquea, seguido de un puñetazo en la mandíbula alzando la cabeza cuya frente chocó nuevamente en la roca, quedando noqueado. Sheila volvió a propulsarse en el aire, culminando en una patada que terminó por arrancar a la criatura de la pared, dejándola caer a la tierra en donde se partiría el cuello al caer de cabeza.
No tardó mucho tiempo para que los gwibernos restantes se reagruparan, no volverían a ser tomados por sorpresa mediante la misma estratagema. Resistir un ataque en masa se consideraba un riesgo enorme, Sheila ha aprendido de lo sucedido en el Colosal, no volvería a fracasar.
En lugar de ir de cara al peligro, siguió la ruta de pinza y dejó atrás una estela anaranjada de los propulsores biológicos. Iba una velocidad apenas mayor de seres acostumbrados a volar. A comparación ella se veía como una polluela en ese arte, algo que no pensaba admitir y mucho menos aceptar. Siguió aferrada a uno de los lemas de los dragones “Adaptarse y sobrevivir”, esa filosofía los definió a lo largo de la historia, inclusive en la extinción.
…
Drake taloneaba el animal, y sujetando la rienda de la punta, lo suficientemente corta para que el corcel fuese a toda velocidad. Los cabellos de la clin serpenteaban ante las ráfagas de fuerza centrífuga al romper el aire frente a ellos, el pelaje oscuro brillante se ensombrecía aún más al acumular sudor que de apoco escurría nacarina espuma y el resonar de los cascos en la graba.
Los bufeos del potro llamado centenario no se hicieron esperar, un estado compartido por el jinete al ir en post de la horda voladora. Iban en zigzag en un camino estrecho de dos mesetas, evitando los ataques en picada de los gwibernos, que se elevaban y descendían alzando estelas de polvo en cada azote, casi rosando por medio metro al objetivo.
Réquiem observaba por encima del hombro cada cierto tiempo como los merodeadores acortaban la distancia paulatinamente, denotando lo inevitable. Lo alcanzarían antes de llegar al hierro de la pinza.
—¡Mierda! —maldijo fuertemente. Se paró en los estribos, proyectó tentáculos de la espalda y dispararon proyectiles punzantes.
La primera holeada no conectó a ninguno, meramente les generó un estridente chillido en las fauces, un sonido compartido comparable a una burla. En el segundo intento logró penetrar en el ala de uno de los perseguidores, derribándolo y una segunda dio en el lado izquierdo del morro, mermando el avance, más no interrumpiéndolo.
Una nerviosa carcajada estalló en Drake, pensando que logró una promesa y uno de los miedos se materializó. Los perseguidores no fueron los últimos que quedaron vivos. Justo enfrente había una intersección, y emergió una nueva vestía de escamas quemadas, hambrienta de venganza; se trataba de Cicatriz.
Drake jaló las riendas frenando al potro, acabando por levantarlo de patas a la merced de una estocada del aguijón. La sangre salpicó en gruesas gotas, manchando la coraza, justo frente a los ojos verdes la lanza perforó el cuello de Centenario, separando al cabeza del y se abrió paso directo a la cara del jinete.
Reaccionó apartarse a un costado, por unos centímetros la cola le pasó de largo, tensada en el aire y se retrajo. Un chorro rojo se alzó, derramándose del cuello en un geiser carnoso y palpitante; el cadáver del caballo se tambaleó desplomándose con todo y jinete.
Drake rodó en el suelo, al escurriese de los estribos evitando ser aplastado por un manotazo de la garra del gwiberno, un rugido violento explotó de la garganta de esa bestia por haber fallado, tal cual dijese que su oponente no volvería a escapar. Réquiem se agazapó con una mano apoyada en el suelo, y en respiración entrecortada, detectó al resto de abominaciones acercándose.
—Van a pagar por eso… —En pura ira despertada ante la muerte de Centenario.
Retrocedió de un brinco, evitando una dentellada de Cicatriz y regresó para materializar una lanza que de una punzada penetró levemente en clavícula, no lo suficiente para un daño mortal. La monstruosidad soltó un alarido doliente, y dejó caer la cola en azote de latido; esquivada por Réquiem al rodar en el piso.
Antes de recuperar la compostura, un segundo gwiberno cayó sobre él y apenas lo esquivó al saltar hacía atrás. Se trataban de tres contra uno, y un cuarto que no podía volar venía acercándose.
Réquiem no iba a poder contra todos, por lo que se decidió correr esta vez a pie, liberando unos cinco tentáculos de la espalda, chocando contra el piso e impulsando varios metros en el aire justo hacía al frente que le llevó a alargar la trayectoria, lo suficiente para una pequeña ventaja que le permitiese seguir adelante. Al tocar el suelo con las plantas de los pies, las proyecciones se retrajeron hasta desaparecer en la espalda.
…
No pasó mucho tiempo para que Lance los soslayara desde el puente. Los gwibernos volaban alto, dudó un segundo en el enfoque al detectar a Sheila en el aire, por lo que esperó unos segundos. Rosó el gatilló con el dedo, entrecerró los ojos agudizando la vista y una gota de ardiente sudor escurría de la frente.
Sheila acotó la acción y descendió de golpe justo al cruzar los caminos con Drake, quedando ambos al par, al igual que la colmena se volvió una sola en la pinza.
—¡¡Fríelos, carajo!! —gritó Drake a todo pulmón, aun entre jadeos y desespero.
Lance retiró el seguro, apretó el gatillo y los cañones giraron liberando una balacera, que consumía la cadena de munición a una velocidad demencial, en una onda expansiva lazando los cortinajes de la bufanda. Embriagado de adrenalina Lance comenzó a gritar, aferrado a la temblante torreta, que sacudía su cuerpo casi empujándolo a soltarla y frenar, pero no lo iba a sucumbir fácilmente.
Uno tras otros, los reptiles fueron cayendo, derribados en el aire. Las armaduras de escamas no fueron suficiente, y tampoco bastó la fuerza de las balas.
Otros gwibernos supervivientes llegaron desde más allá del nido, usando a los hermanos como escudo volaron en arco posicionándose en uno de los laterales del puente, descendiendo justo en dirección a Lance.
Al percatarse de tal acción, giró la torreta acribillando a las monstruosidades y a una meramente la lastimó, más no acabó con su voluntad; herida de muerte se dejó caer como un cohete y chocó de cabeza contra el vehículo, estallando los vidrios en el impacto, y abollando el cofre. La fuerza del golpe lo volcó, derribando a Lance, quien apenas logró zafarse de un brinco, pero la energía soltada le hizo caer de frente, apenas pudo poner las manos y rodar.
Aturdido se puso de pie, encarando como la camioneta quedó volteado, con el cadáver del monstruo destripado encima, de heridas todavía humeantes. Taquicárdico, Lance se tambaleó al retroceder, pisando firmemente para no caer y al calmar las ideas, vio como dos nuevas monstruosidades descendieron, rodeándolo tanto atrás como adelante, no dándole chance de escapar.
—¡Oh, vamos! —pronunció agobiado—, ¡¿es enserio?!
Ninguno vino desde donde estaba el nido, llegaron recientemente, todavía con una presa en los hocicos. Un error de cálculo, no todos gwibernos llegaron al mismo tiempo de la búsqueda de comida.
—¿Qué mierda pasó? —reclamó Sheila, al ayudar a Drake a recuperase.
Un alarido monstruoso los interrumpió, cicatriz se alzó de los aires como único supervivientes volando por encima de las ruinas. Durante la balacera, logró ponerse ocultarse en una de las estructuras rocosas. Al no escucharse el estallar del escorpión, se decidió a acabar con los asesinos de su familia.
—Ese debe ser el Alpha, no me cabe duda alguna… —dijo Drake preparándose para materializar un arma.
—¿Lo dices por el tamaño o sus escamas blancas? —retó sarcásticamente, preparándose para el próximo asalto.
Sheila fue la primera en correr de frente, disparando bolas de fuego eludidas por el gwiberno y este descendió en picada atacando con sus patas, tal golpe fue evitado por un salto evasivo, alzándose para tomar cubierta atrás de lo que quedaba de una puerta de piedra.
La criatura giró junto su cola en golpe de latido, partiendo en dos aquella estructura, aun si no dio en el golpe los escombros golpearon a Sheila, tirándola al suelo. Cicatriz corrió en cuatro patas acortando la distancia, y una lanza salió disparada justo frente a él, quedando perforada en el piso, acortando el camino.
Drake llegó para prestar asistencia, causando la furia del gwiberno en rugidos. Sheila logró estabilizarse, alzándose para expulsar un rayo de fuego de la mano, recién bloqueado por el ala de la bestia usándola como escudo.
—Este es resistente, si tienes un plan será mejor que lo hagas —dijo Sheila al caminar hacia en frente, a un disparando.
—¡Tiene una herida de lanza!
Drake creó una masa con cadena, lanzando un golpe contundente a la cabeza la criatura, volteándole el rostro, colmillos y gotas salieron volando junto a un grito estridente. El guantelete rojo se alzó por encima de la cabeza, proyectando una jabalina y la arrojó quedando clavada en el torso.
En respuesta Cicatriz lanzó un coletazo curvo que conectó en el torso del guardián carmesí, sacándole el aire y catapultándolo contra una pared, tumbándola en escombros. La cola siguió su camino para completar el circulo, anticipado por Sheila, saltó en retroceso cortando el poder embrutecido.
De repente, el cuerpo de Cicatriz se tambaleó, algo lo estaba llamando. En lugar de seguir la batalla, batió las alas y emprendió la huida de regreso al nido.
—¡Ayuda a Lance, no podemos permitir que salga ninguno de aquí con vida! —Sheila activó los propulsores, y fue en post de la nacarina.
Drake se levantó apoyado en una pira rocosa, y vio como ambos se escapaban. No le daba buena espina, sin embargo, Lance necesitaba apoyo al estar peleando contra dos de esas cosas en solitario.
…
Al alejarse del hierro de la palanca, Sheila no tardó en alcanzar a Cicatriz y para su propia burla hizo lo que para ella es un acto deshonroso. Ascendió por encima de la criatura, y se arrojó en una patada sobre el lomo, casi montándolo. El impacto fue tan fuerte que mandó a la bestia a caer de cara a la orilla del rio.
Agonizante, Cicatriz levantó la cabeza presa de los mareos y chillidos angustiantes, meramente para recibir otro impacto en caída libre Sheila sobre su columna. Un alarido de lengua afuera estalló de la garganta, cantaros de sangre desbordaban y la herida de la lanza se agravó, al enterrarse todavía más en el estómago.
En la desesperación usó el aguijón para empalar a la guardiana todavía encima de la espalda. Lamentablemente Sheila lo evitó, tomó la cola y algo sorpresivo sucedió. Brazos y piernas se transformaron en garras de dragón, una armadura de escamas rojas cubrió la piel humana en una forma semicompleta.
Atrapó la extremidad con ambas manos, en una expresión complaciente no soltó aun en los espasmos de la criatura moribunda, inmovilizada ante el pie mutado presionado sobre el cuello. Tiró, y tiró, la carne se desgarró al a ser estirada y los huesos se fracturaron, ahogando los chillidos de Cicatriz; hasta que arrancó la cola en una marejada sangrienta embarrando tanto a la bestia como a ella misma.
Usando el aguijón como un puñal, apuñaló repetidas veces la nuca de Cicatriz, sometida por el fuerte agarre del brazo mutado. Y lo remató exhalando fuego directo a la cara, acabando de una vez con la presa.
Victoriosa, Sheila bajó del cadáver. Las extremidades transformadas humeaban sacudidas por espasmos tras usar esa técnica nueva, que ha estado desarrollando en los últimos meses, debido al entrenamiento. Respiraba entrecortada en una voz profunda, parte de la piel en el rostro cambió a manchas de escamas, los colmillos crecieron del que salían líneas de vapor blanco y los ojos se afilaron. El resultado de un equilibro casi perfecto entre la calma y la ira, más no había logrado el suficiente todavía como para liberar las alas.
No lo dominaba del todo, se mantenía engarfiada a la razón y a seguir en esa encarnación semihumana. El permanecer demasiado tiempo en ese modo, los músculos acabarían desgarrados, alentando la regeneración, aun si aumentaba exponencialmente la fuerza física que tenía, era algo de un breve instante.
Aun tras matar al Alpha, algo en las entrañas gritaba que esto no ha terminado y esos instintos estuvieron en lo cierto. Todo empezó por un leve temblor, las aguas se agitaron y al alzarse un cuerpo emergió de las profundidades, apareció lo inimaginable.
Era un gwiberno de un tamaño colosal, cercano a los sietes metros de escamas marrones con rayas negras, y en vez de melena albergaba una cresta que se extendió ante el alarido de la criatura de cuello alargado. Sus alas estaban cubiertas por agujeros con prominentes pinzas y en la punta de la cola, en vez de un aguijón alzaba una pesada bola de hueso cual maso; de ojos parecidos a los de una mosca esmeralda.
Sheila quedó anonada, jamás vio tal tipo de gwiberno en el pasado. Estudió bestiarios, pasó días en una isla habitada por monstruos como un examen para ser guardiana, estuvo baja la tutela de grandes guardianes de familia Nemea Regulus. En ningún momento descubrió tal aberración de la naturaleza. Sin lugar a dudas, ese era el Alpha del nido y lo iba a demostrar en un acto todavía aún más irreal.
La reptante vestía abrió las fauces, y una ignición verdosa creciente emergió de la profundidad de la oscura garganta, tan resplandeciente que empequeñeció las pupilas de Sheila, todavía petrificada al ser sacudida por una mezcla de emociones ante tal presencia eminente, nada que sea posible describir en palabras y pudo salir del transe ante un aliento de fuego cernido sobre ella.
Usando el propio domino de la piromancia, Sheila detuvo a duras penas el estallido ígneo al alzar las manos y proyectar un fuego que hizo resistencia, una que poco a poco comenzó a menguar.
Viéndose superada, apretó la mandíbula y soltó un gruñido frustrante entre dientes. El miedo se apoderaba poco a poco de ella, al percatarse de como las piernas mutadas retrocedían, empujada ante la ignición de la bestia. Caminos de sangre desbordaron de nariz y ojos ante el sobreesfuerzo empleado, venas se marcaron en los músculos a punto de ser desgarrados, incluso dobló el torso levemente a punto de caer.
Sheila podía ser invulnerable a su propio fuego, lo volvía inofensivo a ciertas personas y a su propia vestimenta; ese último factor se limitaba a la cantidad de poder liberado, en cuanto a su cuerpo la historia marcaba una diferencia.
Aun si albergaba resistencia, si la lumbre superaba el calor al propio poder, lo que ella podía manifestar y controlar, le terminaría lastimando. Ese escenario que veía como imposible, se presentó justo frente a sus ojos, por parte de lo que ella pensó un gwiberno, uno maestro en piroquinesis. Inconcebible, no podía aceptar siquiera ese escenario.
La trenza se desparramó, liberando la carmesí cabellera y aun con los brazos adoloridos a punto de caer vencidos, al sostener un peso mayor a sus capacidades a menos en esa forma mortal. En ojos entrecerrados cruzó mirada con los vidríales de mosca; un reverberante gruñido salió del morro, y se encendió un brillo que conectó psíquicamente con Sheila.
Una serie de imágenes entraron a la mente, demasiado rápido como para que pudiera captarlas al instante. Vio una grieta en el espacio de la que se escuchaban ecos de voces en idiomas desconocidos, y una fuerza que le gritaba que la sometiese. Ahí lo entendió, el monstruo intentaba someterla en un poder psíquico tal como lo hizo con la colmena, al tenerla parecida a uno de los gwibernos dada la cercanía de los dragones, o por lo menos ante la sangre hibrida.
Al realizar ese movimiento, el fogonazo del Alpha menguó por un segundo. No iba a caer ante eso, Sheila fue entrenada para resistir ataques mentales, y uno que sometía a animales de menor inteligencia no le iba a causar otra cosa que cosquillas, tampoco la iba a derribar de resistir a la piromancia, y al ser rebajada a esa estirpe terminó por el triunfo de la rabia.
La dragona alzó la cabeza, solo para mostrar una imagen que enervaría el guerrero más fiero. La mitad de la cara de Sheila se había deformado, en la grotesca forma de un lagarto con un hocico lleno de afilados colmillos, como si fuese una especie de tumor cancerígeno. Antes de que se diera cuenta, la lamina en la espalda descendió y las runas del traje titilaron descontroladamente.
Un ciclón de vapores blancos, destellos eléctricos y fuego refulgieron en una guardiana que no aceptaba la derrota. En un abrir y cerrar de ojos, la ya distorsionada forma humana incrementó de tamaño hasta tomar una forma que no ha sido vista en siglos.
La frustración, el dolor y por sobre toda la rabia se unieron en un alarido en que cambió a un profundo rugido y un fulgor naranja se elevó a los cielos, iluminando el cañón.
El olor a cenizas y azufre impregnaban al ambiente. El vapor se esparcía, escapándose un gruñido profundo, apreciándose la armadura de escamas escarlatas de aquel gigantesco reptil; medía seis metros de altura de y una longitud de diez metros.
Sheila era de un menor tamaño a comparación de un dragón adulto, diferenciándose al pararse en dos patas, dándole una forma vagamente humanoide. En sus fauces se avizoraban prominentes colmillos como largas hileras de espadas; la parte trasera del cuello, desde la frente bajaba una aleta divida en un camino de picos, acabándose al borde del final de la nuca.
Carecía de alas, al ser una criatura inmadura, compensándose en las garras afiladas de manos y pies. Una larga cola se estiraba donde se ven dos aletas, a los lados de la extremidad. La parte posterior de la criatura, iniciándose desde la mandíbula inferior, recorriéndole el abdomen, los brazos y la cola se tornaban de un albino escamoso. La impactante apariencia de la dragona, dejaba la puerta abierta de lo que pudiese llegar a ser a futuro.
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