EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 23
Partieron al primer rayo del amanecer, tres guardianes recorrieron la carretera en un vehículo otorgado por los templarios, jalando un remolque con tres caballos y un cargamento pesado en la batea cubierta por una manta tensada en cuerdas de rafia.
Siguieron las coordenadas del mapa, y al medio día llegaron a Rosa blanca. Lo primero que hicieron fue detenerse en la alcaldía, proclamaron ser guardianes enviados desde Griffia, y se ocuparían de la plaga, una que ni la policía local pudo lidiar.
En el último mes han llegado reportes de perdidas por parte de los granjeros. Se han reportado avistamientos de gwibernos, robando cabezas de ganado en plena luz del día, dañando la economía de pequeños emprendedores. Se han reportado ataques en las carreteras cercanas al pueblo, volcando vehículos, raptando a los viajeros al ser capturados por las garras de esas criaturas voladoras, cual halcón de caza.
Los agravios sembraron discordia en los granjeros, y al sembrar maíz sonó la alarma del avistamiento de un gwiberno dándose a una vaca como un festín, asustando al resto del ganado, entre mugidos de auxilio en la desesperada huida.
La jugosa carne del animal masacrado embriagó a la bestia, al hundir la cabeza en el estómago abierto, salpicando mezcolanzas de sangre, alimento en plena digestión y pedazos de tripas.
Hombres y mujeres de campo se negaron a sufrir ese agravio, una bestia valía una inversión de vida, por lo que no iban a permitir bajas. Consideraban los reptiles alados como otra plaga, no diferentes a coyotes y serpientes; no dudaron en enfrentarlos.
Armados con escopetas, machetes, y trinches se abalanzaron en masa sobre una de las criaturas que encontraron con la guardia baja al estar en pleno festín, no contando de que en todos los casos se reportaron una colmena entera, nunca atacaban de forma individual.
No los vieron en primera instancia, sobrevolaban el área o se ocultaban en los matorrales tal cual la inteligencia y el instinto fueron lo suficientemente desarrollados como para coordinar una emboscada. Los campesinos los subestimaron, un craso error al filo de pecado y la matanza el castigo.
Unos agujeros en la piel del ala, y un ojo mutilado. Lo obtenido de la furiosa venganza desorganizada, ni siquiera le arrebataron la capacidad de vuelo. Apenas lo lastimaron al acorralarlo, y esa señal en un rugido pegajoso, una versión mutante de un cuervo, la colmena salió del escondite, en la furia de una plaga de langostas y el hambre de pirañas.
De treinta personas, doce perdieron la vida, el resto a duras penas lograron escapar la mayoría corroídos en graves heridas alarmantes de caer en infección, dejando atrás un festín de muerte para los diablos alados. Desembridadas bajo las fauces y las colas de aguijón. Restos mutilados tapizaban la hierba, en un forraje de pura tripa.
Se descubrió como el horror hundió la cabeza dentro del torso de una mujer, con la cabeza arranca y empalada en el aguijón de la cola serpenteante. Se abrió paso en dentelladas, desgarrando la carne, quebró huesos chupando hasta los tuétanos y vaciar el contenido de las entrañas.
Los ciudadanos se han atrevido a considerarlos erróneamente como dragones, culpando a la secta rebelde al adorar Difasteimus en un simbolismo de mártir y dios, localizándose altares a su imagen en áreas reconquistadas por los Templarios.
La existencia de las ruinas de un gueto en Cañón abrazador en donde se han situado la mayoría de ataques a viajeros. Allá internándose en las llanuras, se consideró una prueba. En la época del Asherith I el sanguinario, descubrió ese refugió ilegal y lo conquistó. Los inhumanos vencidos fueron enviados a campos de concentración a ser reeducados.
—Los gwibernos y los dragones son seres totalmente diferentes —Ofendida Sheila corrigió—. Es como comparar a una gallina con un halcón. Un potro con un poni o un burro.
La paciencia de Sheila fue puesta a prueba. Se reportaron caravanas incendiadas. Algunos de los supervivientes testificaron sobre una figura alada expulsando fuego de las fauces, fulminando a los vehículos.
La evidencia en fotos mostraba imágenes poco nítidas de las monstruosidades volando, alejándose de la hecatombe dejada atrás, la única visión completamente visible y amarillista. Se tomaron imágenes de cuerpos mutilados, ya sea por la garra segadora o al ser dejados caer en el aire.
En las victimas destacaban cuerpos carbonizados tirados en el asfalto, de aquellos que escaparon de las caravanas incendiadas, dejando atrás a los que terminaron consumidos por el fuego. Sheila estuvo callada observando las fotos por un largo tiempo, bajo la atención expectante de los presentes. Un atisbo de duda se deslumbraba en ella, apretando la foto entre los dedos.
—Sheila… ¿Qué crees que sea? —Drake la tocó del hombro, sacándolo del absorbente trance, pudo sentir como el hombro se sacudió.
—El combustible… el compuesto químico del extracto de cristales… tiende a ser inflamable —habló rápido e impulsivamente, disimulando cierta impaciencia negando todo—. Algún golpe o disparo de los viajeros, pudo causar un daño que causara que se prendieran en llamas.
—Es lo más probable… los gwibernos no pueden sacar fuego, y no son muy inteligentes. Debe ser una coincidencia. —Drake estuvo de acuerdo con esa afirmación, la que fue secundada por Lance.
Recibieron indicaciones de los lugares donde sucedieron los avistamientos, y se les prometió una recompensa de cincuenta mil coronadas doradas. Desayunaron en la alcaldía cual cortesía, durante ese tiempo planearon la estrategia y pidieron un mapa del lugar junto a algunas provisiones. Todo se les fue dado, en energías recargadas partieron del edificio.
En el primer día exploraron la zona, los alrededores de Rosa blanca se situaba al pie de una montaña, cercana a un cañón del que se desprendía vertiginosos aires húmedos, atisbos de una próxima tormenta.
No hubo enfrentamiento alguno, siguieron el rastro y la búsqueda se interrumpió por la caída del ocaso. No les quedaba de otra que acampar en la intemperie. Colocaron dos tiendas de campaña, los hombres en una y Sheila en la otra. A la mañana siguiente, Lance se fue a realizar reconocimiento a las próximas mesetas, dejando a sus compañeros en el campamento, a la orilla de un lago.
La alta cascada lo abastecía de aguas cristalinas. El recinto paradisiaco era una amplia cadena de colinas de abundante arboleada de altos pinos, en cerros que se elevaban a la altura de la cascada. Los rayos del sol otoñal, chocaban sobre el espumoso cuerpo de agua, reflejándose los resplandores de arcoíris; reinada por los cantos de los pájaros, el sonido de las hojas moviéndose por el soplido del amable viento.
El guardián carmesí preparaba el almuerzo en una fogata: hervía frijoles, unas salchichas de las provisiones enlatadas y dos conejos desollados recientemente ejecutados. Un golpe de suerte al ir al baño en el amanecer, Drake descubrió a esos animales alimentándose y los capturó. La carne fresca sabía mejor que conservas.
Drake disfrutaba en demasía de ese pequeño instante de paz. La comida era uno de sus cuatro placeres sagrados. Estaba después del fornicar, justo por encima de dormir y montar a caballo
—Huele que la comida esta lista. Me muero de hambre, Réquiem. —Sheila salió de entre los arbustos, en un hablar adormilado. Dio un bostezo mientras se estiraba, y flexionó las extremidades; desentumiéndose, como si hubiese despertado de un largo sueño.
—¿Todo bien? —preguntó.
—Si, necesitaba darme un baño rápido…. Por tu propio bien, espero que no hayas intentado asomarte. —Advirtió.
Antes de venir al encuentro con el guerrero, la dragona subió la temperatura de su cuerpo, evaporándose el agua, secándose.
—¿Por quién me tomas, mujer? —negó en una faz fulminante. Estuvo tentado a asomarse, y pudo soportarlo al ser fiel a sus valores. No se llevaba muy bien con Sheila, un factor que no apartaba que él seguía siendo un hombre.
—Por tus pulsaciones… —En duda se detuvo en una reevaluación, confirmando el primer resultado—. Significa que no mientes. Aprovecha el descanso y relájate. Una vez que termine el almuerzo, no vamos a parar hasta que encontremos a esas abominaciones.
Se sentó cerca de la hoguera, pidiéndole en una ademan de mano que le pase uno de los conejos. Drake hizo caso a la petición, a la vez que se dispuso a comer el almuerzo y posiblemente una conversación agradable, con tal de aligerar el ambiente que al estar solo ellos dos, tendía a volverse un largo silencio incomodo.
«Vamos a intentarlo, Lance», no le quedaba alternativa, de lo contrario iba a pasarla mal no solamente lo que quedara de este contrato, también en Griffia y quien sabe cuánto tiempo más estarían ellos tres solos.
Sheila dio un mordisco a la carne, devorándose el conejo como si de un depredador hambriento se tratase, bajo la vista de un pensativo Drake.
—¿Tengo algo en la cara? —preguntó después de tragar. Manchas de comida le cubrían la boca. El olor a carne quemada se respiraba a cada palabra.
—No, no nada… tú sigue comiendo.
Drake procedió a darle un bocado a su porción. Tomándose unos segundos de degustar el alimento; salió de sintonía, los ojos se abrieron de par en par al darse cuenta de que Sheila se terminó el gordo conejo entero en poco tiempo. No quedaba otra cosa que huesos grasientos, despojados de carne, ya tirados en la graba.
Los dilatados ojos amarillos, se clavaron descaradamente en el conejo a medio comer que tenía el guardián entre sus manos. Viéndolo como el mejor manjar del mundo. Parecía una niña fijándose en un dulce en el aparador de una tienda. El guerrero arrugó la cara, en una ladina sonrisa cargada de burla, volvió a darle otro bocado a la comida y al tragar respondió:
—Si no me lo acabo, te doy lo que me queda.
Condescendiente le hizo el ofrecimiento, queriéndose ganar la confianza de la chica. Sheila apartó el rostro; infló los mofletes en un puchero. Quizás avergonzada o por el pesado orgullo al descuidarse en ser descubierta. Drake dejó ir una risotada entre dientes, tapándose la boca, causando mayor irritación en la mujer.
—Eres muy extraño, no eres como me imaginaba —pronunció con una ceja arqueada.
—¿Cómo te imaginaste que era?
—Un idiota muy rudo que pretende ser un héroe o un llorón que tiene una lengua muy larga para hablar. Resultaste ser un poco de los dos grupos, rojo. —Expresó en completa honestidad descarada. Drake por poco creyó ver una pequeña sonrisa de gracia encaminándose en la cara de Sheila.
—No puedo negar absolutamente nada de esa descripción… —dijo en voz cantarina—. Te faltaron algunos detalles… valiente y guapo, por ejemplo. Podemos trabajar un poco más en las descripciones en mejores circunstancias. Soy un hombre que guarda muchas sorpresas. —Sonrió de medio lado de forma bufonesca y guiñándole un ojo.
—Como tú digas, Réquiem… —Rodó los ojos, como si lo dicho por el caballero rojo fuese lo más predecible y ridículo que haya escuchado—. Entre tú y yo, nos podemos agarrar a golpes para ver quién de los dos es el más temerario. Esa táctica que hiciste en el colosal fue una locura, al lanzarte de frente contra Frenyr en el aire, después de que nos haya derrotado a todos. Lo apostaste todo cuando las posibilidades de salir vivo en contra de una abominación superior a ti, eran cercanas a cero. Ni se diga Alice, ella usó la habilidad de atracción de esa cosa en su contra, con tal de crearnos una oportunidad. Podemos tener nuestras diferencias… pero se reconocer el valor.
—Sigo replanteándome que fue lo jodido… —Hizo una pausa, imaginándose estar de nuevo en esa batalla. La jovialidad juguetona se difuminaba. El semblante del guerrero rojo se endureció en seriedad. Un sabor muy amargo se acumulaba en la boca; dio un respiro para luego agregar—: Descubrir las debilidades de Frenyr en pleno combate, o haber lanzado ese ataque en pleno aire… un error y era hombre muerto. —Ser reconocido por Sheila, no fue suficiente como para hacerlo sentir seguro. Pensar en la batalla por el Tridente, le provocaba una ansiedad que se comparaba a miles de hormigas pinchándole bajo la piel. Como si fuese un insecto a los pies de un abominable gigante—. Tal como dijiste… Alice lo hirió para que pudiera llegar al núcleo, y María me salvaguardó de recibir un golpe directo… aun si tenía materializado un escudo, esa defensa me sirvió de mucho. Después de que todos lo estuviésemos debilitando, además de los cruzados que contuvieron las fuerzas del colosal. Alpiel me llamó el asesino de dioses, cuando eso es una exageración… fuimos todos, aun si los Rhodantianos se llevaron el crédito… matamos a un dios. Ese fue nuestro gran triunfo y nuestra mayor condena —espetó contundente.
—No se me hubiera ocurrido esas tácticas que hicieron… no es mi estilo. Todo eso de tumbarle el arma cuando la llamaba, usar carnadas… —Admitió la dragona, encogiéndose de hombros. Conocía de los detalles en los que no estuvo presentes, debido al testimonio de María y en las conversaciones dadas por Alice para analizar las estrategias de grupo—. Prefiero pelear directamente. Un verdadero guerrero derrota a un enemigo de frente. —Orgullosa, levantó la barbilla, dándose aires de superioridad—. Me confié demasiado en aquella ocasión… con los poderes que he desarrollado, estoy seguro que acabaría con Risha o cualquiera de los acólitos sin dificultades.
—Un verdadero guerrero procura pensar en el combate. —Se abrió al dar a conocer su opinión de las tácticas en batalla, un tema que en su propia perspectiva lo consideraba crucial, entre la vida y la muerte: Le regaló un concejo, la manifestación de las experiencias acumuladas en el tiempo de guardián; tanto suyas como de conocidos—. Siempre date a la idea de que tu oponente es más fuerte que tú y tienes que usar el ingenio para salir de una situación jodida. La estrategia es fundamental para ganar cualquier batalla; no puedes lanzarte de cabeza o estás muerto.
—De haber tenido la oportunidad, le hubiera arrancado las cabezas a Frenyr y Risha en mi forma dragón y los remataba a fuego lento… —espetó en dura severidad; dándose un leve golpe en el pecho, en señal de coraje—. El terreno reducido, y la vegetación lo dificultaba. Pude causar un incendio descontrolado. Aun si puedo crear fuego amable para mis aliados, si es demasiado ese efecto se pierde.
—Pagaría mucho para ver eso… la pelea del siglo seguramente. Pondría todo mi dinero en el dragón. —El comentario sarcástico le sacó una leve risa a Sheila, amortiguada entre dientes—. ¡Oye! Te hice reír de nuevo… son unos cuantos puntos para mí.
Imaginar el escenario de un dragón enfrentándose a un titán, se mostraba eminente. Venida de sueños salvajes. En las fantasías del guerrero rojo, desde infante, se hallaba la posibilidad en el que pudiese conocer a un dragón vivo.
En sus sueños se veía así mismo como un caballero, a lomos de un dragón de escamas blanquecinas, en pleno vuelo; en esas fantasías lideraba a grupos de hombres a la gloria en el campo de batalla.
De pequeño a semanas cercanas a su cumpleaños, le preguntó a su padre si cabía la posibilidad de que pueda montar un dragón o al menos ver uno. Los ojos llenos de ilusión perdieron el brillo en unas simples palabras.
“Los dragones se extinguieron al final de la edad heroica.”
Lloró en demasía esa noche. Hace años abandonó esa ilusión por la fatalidad que aquejaba a esa raza mítica; el día en el que conoció a Sheila, la tomó por una alterada de lengua larga.
No podía esperar para comprobar si esas afirmaciones no eran palabras vacías, según la seguridad de los otros Einharts, Sheila era fuego, pasión y poder echo carne; un dragón. No podía describir en palabras simples la emoción de que un sueño creído imposible, de la nada se hizo realidad. Por un mero instante, esa parte suya de un niño lleno de fantasías se deslumbraba en los intensos ojos carmesí.
—No tientes tu suerte… —Le advirtió.
—Tengo una suerte bastante peculiar… —Siguió el juego—, puede pasar cualquier cosa. Pensaba que ya no había titanes y dragones… luego apareciste tú y Frenyr; por lo que no sería sorpresa de que… —Drake se detuvo en seco tapándose la boca con la mano, dándose cuenta de sus palabras y se fijó en Sheila para ver su reacción. Los ojos amarillentos perdieron brillo, incordiada por el comentario—. ¡N-no quise decir que estén extintos! ¡L-lo siento! —Acelerado, se adelantó a cualquier contestación de Sheila. Se rascó la nuca entre risas nerviosas.
—Están vivos… lo sé. No puedo ser la última —musitó cortante. Lucia incomoda, en un gesto de leve amargura. La mención del peligro de extinción de los dragones, fue una daga de ácido veneno en el corazón de la doncella escarlata.
—Digo, estás tú aquí, y los cientos de avistamientos como el de la guerra civil. Significa que debe haber otros vivos… quizás encontremos una pista por aquí.
—¡Los gwibernos no son dragones, Réquiem! —vociferó impetuosa. La palabra gwiberno le producía repugnancia revolviéndole las tripas; un insulto, una blasfemia a todo lo que los dragones son y fueron alguna vez—. Son lagartos descerebrados… nos han comparado con ellos… es como si te pusieran al nivel de un mono. Son animales. —En lugar de que las palabras de Drake la calmaran, hicieron lo contrario—. No vuelvas a pensar en ellos como parte de mi estirpe, o haré que lo lamentes.
—¡Anotado! Tenlo seguro que nunca lo voy a olvidar. —Levantó las manos en señal de paz.
—Si… es cierto que quedan pocos dragones y por eso estoy aquí. Voy a hacer que se sepa que están vivos. —Con la frente en alto, expuso la dura determinación impetuosa—, Le devolveré el honor a los dragones.
—¿Devolverles el honor? ¿Cómo pretendes eso? —preguntó curioso por conocer la ambición de Sheila.
—Me convertiré en una guardiana de rango oro, por medio de grandes hazañas; mi nombre se correrá como el fuego por toda Grishland y dejarán de pensar que soy un alterada o un hibrido raro. Obtendré mis alas, subiré a lo alto y gritaré a todos que estamos vivos. —La dragona apretó los puños, llenándose los pulmones de aire, liberándose el anhelo escondido de la profundidad de un corazón: Medio humano y medio dragón—. ¡Conocerán el poder de mi voz! ¡Sabrán que estamos vivos! Al conocerse mi nombre… estoy seguro que aparecerán otros como yo.
Los ojos carmesíes se llenaban de absoluto asombro. Ese sueño, Drake no podía comprender si se trataba de anhelo noble o arrogante; fue algo distinto. Una vibra apasionante, transmitiéndose a él, calentándose un fuego interno en el pecho del guerrero rojo.
—Es curioso… —dijo en voz templada, inspirado por la determinación de Sheila y por un instante realmente le creyó—. Los dos queremos algo similar. Siempre quise conocer un dragón, desde niño… apenas puedo creer que tenga uno enfrente de mí.
—¡Esto apenas es el principio, Réquiem!¡Gloriosa será mi leyenda! Ese día, los dragones ocultos saldrán y nos reuniremos. Un evento histórico —exclamó animada. La dureza estoica de esa mujer, se abrió en el transcurso de esa conversación—. Siéntete honrado ¡Tienes un dragón como tu aliado! —Expuso vanidosa en completa confianza de sus capacidades.
—Si es así… veamos que nos depara el final de este contrato. —La moral le ha subido levemente por la contagiosa voluntad de Sheila—. Todos tenemos algún objetivo o sueño que cumplir… por lo que pretendo salir de aquí vivo; asegúrate de no dejar que te maten, quiero ver a esos dragones volando como dicen las leyendas. —Sínica esa conclusión; dejándose entre ver la apasionante emoción recorriéndole las venas cual fuego creciente.
Considerándose las circunstancias en las que Drake estuvo en el filo de la muerte, ha salido endeble en la penumbra, arrastrándose por el deseo de vivir; valoraba demasiado la vida. En sus adentros el guerrero rojo se burla de sí mismo, a comparación de Sheila, el sueño con el que cargaba carecía de un ímpetu majestuoso o ser escrito en leyendas. Recuperar la finca Los potros salvajes y formar una familia.
“La familia es el final de la soledad.” Esa frase le relató a Naomi hace años. En el anhelo, una sombra muy oscura se cernió, acosándole. Una ventana a la visión de oscura de los fantasmas y demonios del pasado.
Al cerrar los ojos, puede ver a su padre armado con revólveres enfrentándose a aquellos que trajeron el infierno a Arnold; liderados por una mujer de cabellos oscuros y ojos de serpiente, liderando un grupo de seis vestidos por túnicas negras. Seis caudillos al mando de una armada de monstruosidades, quemaron una ciudad como daño colateral ante la resistencia de un grupo de alterados salidos de la nada. Pudo descubrir a Amón entre ellos, desconocía la forma humana de este, pero sabía que la tenía.
—Te tocas mucho esa cicatriz de tu ojo… —pronunció Sheila, curiosa.
Drake se percató que inconscientemente apoyó dos dedos sobre la cicatriz del parpado, donde tuvo alguna vez un parche.
—¿Qué tiene? Tuve un accidente de niño. Nada especial. —Cortó el tema de tajo.
—Bueno…es que es una línea que corta por encima del parpado, debió dejarte tuerto o con el ojo dañado…. pero parece que vez perfectamente con ambos ojos.
—Lo estuve… por un tiempo… —No profundizó en los detalles del origen de esa herida—, cuando adquirí mi armadura… —Hizo una pausa, obstruyéndole unas imágenes de repulsiva violencia, cubiertas por nubarrones negros de la memoria—. No lo recuerdo muy bien. Todo es muy borroso en ese día; estaba mal herido al momento de la unión y todo se puso rojo. Al recuperar la conciencia, mi ojo había regresado y todas mis heridas estaban curadas. Solo se me hicieron más cicatrices de tamaños pequeños. No creo poder regenerar extremidades y no quiero averiguarlo; me regeneré por el proceso único de renacimiento. Eso es lo que entendí de Rhaizak. Renací… algo que no se va a repetir y me dejó con una curación más limitada pero mejor que la de un humano normal.
—“Morir una vez para renacer más fuerte que nunca” Esa creo que es la frase que le ponen a los portadores cuando obtienen sus poderes. No todos podemos tener una regeneración instantánea como la mía. —Se vanaglorió.
—Lo que tú digas, dragoncita —respondió sarcástico, siguiéndole la corriente.
Lance volvió antes de que finalizara el almuerzo. Limpiaron todo y prosiguieron la búsqueda siguiendo el rastro, esta vez a caballo. Se detuvieron en un descampando de hierba trillada.
—¡Aquí es! —Lance los llevó hasta una pila de excremento amarillento. Se arrodilló al lado del desperdició. La palpó con los dedos y la olfateó. El fétido olor lo hizo toser, recuperando la compostura al segundo—. ¡Esta fresca! El nido debe estar cerca.
—¿Cómo puedes reconocerlo por la mierda? —Sheila arrugó la cara del asco y retuvo arcadas.
—¡Se de mierda! Todas son distintas, la de los caballos son como bolitas rasposas, la de los becerros parece un pudín semi aguado y la de los humanos es la más asquerosa por su aroma… —dijo—. Esta porquería es muy rara… parece un budín amarillento. En los días que estuve con Sam, tuve que cazar a un gwiberno para sus experimentos, por lo que estuve cerca a estas cosas.
—No sé si debo preocuparme por ti o por mí, ya que si reconocí todo lo que dijiste… —Drake se dio una palmada en la careta del yelmo.
—¿Quién carajo es Sam?
—Una antigua amante… larga historia… —Lance dio la señan de continuación.
El rastro los llevó a un cañón atravesado dividido por un verdoso rio. En el centro se encontraba una meseta, en cuya copa sobrevolaban los verdosos gwibernos, vigilantes del nido. Al pie de la estructura se abría una caverna de fauces oscuras, de la que no se veía el fondo y ahí se perdía las corrientes de agua.
—Cinco… ocho… doce… —contó Lance por medio de un catalejo, desde la cobertura rocosa a una distancia prudente.
—Si que son muchos… —murmuró Drake en voz temblorosa.
—De no conocerte, Réquiem… diría que tienes miedo… —Se burló Sheila.
—No es lo mismo que precaución… —La verdad estaba asustado, en todos los contratos albergaba temor, sin embargo, se esforzaba por lucir fuerte y tapar las inseguridades—. Atacar de frente es un suicidio…. Nos superan en fuerza y numero.
—Hablar por ti… —Sheila tomó el catalejo, analizando el territorio enemigo—. Mierda… odio decirlo, pero… esto va a ser complicado… ¿tienen una mala idea?
—Aquí acaba el reconocimiento… —declaró Lance, llamándolos a retroceder—. Lo mejor será planear y mañana lanzaremos un ataque decisivo.
Drake dio un último vistazo al nido, calmando el corazón al presionar la mano en el pecho. Observó de reojo a los camaradas, de vestimentas y cabellos alzados ante el roce de los vertiginosos vientos.
No estaba solo, no ocurriría un incidente como la quimera o la pelea de Alpiel. De cierta manera, al seguir la filosofía de Rhaizak de encontrar el lado positivo, alcanzó la calma al reconocer la naturaleza de la operación. No iban a la incursión de una deidad antigua, no sometían a hordas inhumanos rebeldes en búsqueda de la libertad, tan solo se trata de cazar monstruos tal como fue entrenado. Un problema que podía manejar.
Aun así, no debía tomarlo a ligera, sobre humanos desafiando a monstruosidades salvajes en sus dominios. Tal acción se comparaba al de un hombre enfrentando a un león, la diferencia de fuerza se marcaba como clara. Un error, y la muerte los engulliría.
Una vez en la academia lanzó una pregunta, “¿Cuál era la diferencia entre monstruos y los animales?” Drake esperaba la fuerza, y la apariencia como un factor determinante. ¿Qué separaba a un león de una quimera? ¿Qué alejaba a un cocodrilo de un gwiberno?, ¿Qué los hacía diferentes como para no ser puestos en los obituarios? preguntas que el profesor de esa clase determinó como una única respuesta: el concepto de un monstruo es ambiguo. Se nos llama para ir a la caza de aberraciones que otros no pueden, y hay bastantes que no están en nuestra jurisdicción.
No lo entendió al principio, y al pasar los años, ganando experiencias en las cruzadas, determinó que un monstruo, incluso podía esconderse en la piel de un ser humano.
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