EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 26
El despertar fue preludiado por un suspiro. Sheila tomó una larga bocanada de aire al regresarse del mundo onírico. La visión borrosa se aclaró poco a poco, vio una luz teñida de naranja alumbrándola muy tenuemente, calentándole el mal trecho cuerpo. No era el incendio descontrolado, si no una flama serena, como el tibio rose del amanecer en verano; le produjo una sensación de calidez reconfortante, cual dulce beso de amante.
Soñolienta se esforzó por levantarse en vano, el cuerpo se había vuelto excesivamente pesado; su otro yo le cobró factura, sometiéndola con todo el peso de una compensación injusta, todo por ser impura, una bastarda.
Rendida volvió a caer exhausta delante de esa hoguera en la intemperie, bajo el cielo nocturno; había leve dolor en el organismo entumecido y acalambrado, a consecuencias de las heridas de una faena perdida. El daño físico no se comparaba al hematoma pútrido en su ego.
La impotencia le golpeó el orgullo; odiaba sentirse vulnerable, tan débil. Todavía en el umbral entre conciencia y la soñolencia, se percató de estar envuelta en una sábana carmesí a una distancia segura de la fogata: La cobija estaba hecha de una contextura extraña y flexible, parecida al plástico de alguna manera, no se sentía como tela del todo.
Bajo la cobija la cubría una chaqueta oscura, rellena con pluma de ganso. Olía a perfume barato de un dulzón a canela mezclado en sudor. Lo reconoció al instante, se trataba de una prenda de Drake, y la sabana una construcción recientemente creada.
Puso toda la voluntad en levantar uno de sus brazos; movió la sabana y la prenda levantándolas parcialmente. Al fijarse, los colores del rostro se encendieron en rojo vivo. El torso curtido por cicatrices fue despojado de la indumentaria, inclusive la ropa interior, exponiéndola parcialmente. El duro abdomen plano bien trabajado, estaba cubierto por blancas líneas de gasas, subiéndole peligrosamente a la altura de esos firmes frutos hermosos que la hacían mujer.
Las vendas se cruzaban tapándole el pecho izquierdo, pasando por sobre el hombro, dejándole el pecho derecho al descubierto. El factor curativo ha cerrado todas las heridas, el dolor de los golpes y la fatiga seguía ahí, aunque leve. Sobresaltada, tomó impulso y de un milagro, se sentó sobre la tierra. Una agonía punzante le atravesó las entrañas a consecuencia de esa acción. Apretó los dientes, ahogando un quejido.
Usó las sábanas a modo de manto, protegiéndole de ser expuesta. Subió la mano a la altura del rostro: un negro hematoma tiñó la cuenca del ojo derecho, convertido en un amasijo de carnes hinchadas; vestigio de lo sucedido en el templo. Rosarlo convertía el tacto de los dedos en puntiagudas agujas.
La peor memoria llegó a ella al escalar la mano, alcanzando el cuerno amputado ya cicatrizado. Una serie de escalofríos entraron en ella y con la extremidad temblando punzó el circulo cercenado con el dedo. No aceptaba que fuese real, y no aguantando gritó tan fuerte que espantó al caballo durmiente en el remolque justo al lado de ella.
En relinchidos escandalizados y cascos empacados en la envergadura metálica, Lance llegó a toda prisa jalando la rienda de una yegua que llevó al agua. Drake, quien estaba al otro lado del remolque orinando se abrochó los pantalones apresuradamente, y torpemente dada las heridas llegó a la hoguera, preocupado por la seguridad de la joven.
Salieron de entre las sombras delante de ella, asustándola. Sheila se alarmó en una exclamación de sorpresa, seguido de una maldición; retrocedió a rastras unos pocos centímetros y todavía se sujetaba el cuerno amputado.
Drake se ha despojado de la armadura; vestía en unos pantalones ajustados de color azul por un cinturón oscuro, a la par de unas botas con punta de casquillo atadas por agujetas; una camisa café arremangada, exponiéndose parte de sus fuertes brazos marcados por largas líneas de rastros de contiendas pasadas.
La frente la llevaba vendada, como también por también parte del torso, bajo la prenda, con la mano aplicaba presión en el costado debido a las costillas que sufrieron daño y la curación acelerada como el tratamiento reparaban.
—¡Hijos de puta!, ¡¿Quién fue?!
Demandó, tapándose con las sábanas, dejándose libre parcialmente el rostro. Los dos guardianes se apuntaron mutuamente, echándose la culpa sin mirarse a la cara al estar enfocados en Sheila, en faz enervante.
Apretó los dientes, asqueada como asustada de lo que pudo pasar. En la histeria llegó a imaginar que se pudieron aprovechar de ella. Al no albergar ninguna sensación extraña en la entrepierna, pudo deducir que no pasó nada eso, lo que no restaba lo nerviosa que se encontraba.
—Bienvenida de nuevo al mundo de los vivos, princesa… —bromeó Lance, nunca se quitaba la indumentaria.
Sacó de la tienda de campaña una maleta, de la cual extrajo una sábana limpia y una botella de agua, ofreciéndoselas a Sheila, quien dubitativa tardó unos segundos en aceptar la ofrenda. Olió la botella al destaparla. No notando nada fuera de lo normal, se la bebió de un trago con tal de calmar la sequedad en la garganta.
—Sanamos tus heridas… —dijo Drake cortante. Evitaba verla directamente, como si algo le avergonzara. Pasó a sentarse al otro lado de la hoguera, a una distancia segura de la chica, para no incomodarla—. No te hicimos nada. Tuvimos que quitarte los ropajes del torso para poder curarte, solo eso. No nos propasamos, lo juro. De ser posible, tu regeneración volverá activarse y a trabajar correctamente en la mañana. Aunque tu cuerpo se sentirá pesado un buen rato por el daño masivo… las vendas son más para mitigar el dolor.
—Será mejor que duermas bien… —retomó Lance—, mañana vamos a volar la caverna.
—¿No lo han hecho? —pestañeó extrañada, las memorias se volvían difusas tras la pelea con el Alpha. Poco a poco iba recordando—. ¿Por qué?
—Después de nuestro altercado, no estábamos en condiciones como ir a arriesgarnos, por lo que emprendimos una retirada temporal… —continuó Drake—, pasamos por lo más difícil, un poco de descanso y estaremos mejor.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? —musitó casi inaudible aun sosteniendo el medio cuerno.
—¿Perdona?
—¡¿Cuánto tiempo ha pasado?! —Alzó la voz en desespero.
—No lo sé con exactitud… la pelea terminó al medio día y es media noche… —Lance se alarmó y aún más cuando Sheila se abrazó a sí misma, murmurando cosas que no se le podía entender.
—¿Sheila?
—Se secó… si me encogí lo hizo conmigo… perdiéndose en el agua… aun si vuelvo a transformarse… al secarse… dejó de ser parte de mi… —Se jaló de los cuernos, angustiada.
—Oye… calma, podemos… —Drake intentó acercarse a ella.
—¡No me toques! —Se apartó bruscamente, manoteando y volvió a caer al suelo. Quiso arrastrarse al pretender volver al rio.
Los guardianes se la pasaron consolándola, y tratando de convencerla que no hiciera ninguna locura. Al final el cansancio pudo con ella, retornándola al sueño, lo que acabó por llevarse consigo a Drake, y Lance quedó como centinela lo que quedaba de la noche, al no haber sufrido daños en todo el contrato.
…
Al tocar el alba, desayunaron las provisiones que guardaron, unas latas de frijoles, salchichas y atún; Lance trajo café, ayudándolos a recuperarse de la soñolencia. Tanto Drake como Sheila se encontraban en un estado favorable, más la última que el primero, y se decidieron a terminar el trabajo.
En el camino se toparon con los cuerpos de las criaturas acribilladas por los balazos. Usando los cubos tomaron diversas fotografías. Lo usarían como una de las evidencias de que realizaron el trabajo. No quedó ninguno vivo para el amanecer; cayeron en la incursión o debido a las heridas.
Lance analizó uno de los cadáveres, retirando escamas y dientes, pretendía usarlos para crear pociones médicas, o realizar una sociedad con María y Anabel para venderlas sin verse perjudicado por no tener licencia.
—Eres más un brujo que un esper… —pronunció Drake en altanera provocación.
—No lo niego… me muevo al filo de vacíos legales —contestó.
En un esfuerzo conjunto voltearon la camioneta todo terreno. El blindaje le permitió soportar el impacto del Gwiberno. Drake y Lance pegaron ovaciones al punto en el que se pusieron a bailar al lograr encender a la maquinaría en el tercer arrancón. Una felicidad absoluta y efímera los consumió, agradecidos de forma exagerada de que no tendrían que pedir auxilio por la radio y esperar en demasía en el páramo.
Ese acto irrisorio fue presenciado por Sheila, quien, sacudida por la vergüenza de trabajar junto a ellos, siguió el avance en silencio. No se molestó si quiera en voltear para ver si la seguían.
Pasaron por el cadáver ya cubierto por las moscas del Alpha, se decidieron que lo inspeccionarían en calma una vez que acabaran con el contrato. No pasaron dificultades al ir a caballo hasta la boca de la caverna, amarraron los corceles y al estar por entrar, Sheila dio un paso atrás.
—Me quedaré a cuidar los caballos, ustedes entren.
Cosa rara en ella, nunca dudaba de ir a la cabeza y mucho menos se acobardaba. El miedo fue borrado como una posibilidad, al percatarse de como observaba el rio.
—Ten cuidado… —Drake supo que no habría poder humano que la detuviese; por lo que decidieron dejarla, e ir los dos a plantar los explosivos.
Seguían un sendero al borde del rio, dentro de la húmeda cripta de sombrías penumbras llenadas por las olas del agua dulce y el goteo de las estalagmitas en el techo. Dadas las mejoras genéticas, los dos guardianes podían ver en la oscuridad. Lance cargaba una bolsa con los explosivos y las cargas; albergaban el suficiente poder como para volar toda una cuadra.
—Me da algo de pena… perder ese cuerno, he escuchado lo importante que son para los dragones. —Drake inició una conversación, atento a todo movimiento.
No se sorprendería de la aparición de gwibernos de tierra, u otras crías resguardadas en ese lugar de amplias dimensiones. En el camino colocaron las cargas en distintos puntos estratégicos, asegurando un colapso completo de la caverna. Otra función de los dispositivos, se trataba de usarlos como guía para salir al exterior.
—Algunos abismales y alterados los tienen… lo consideraban un símbolo de orgullo. —Lance rememoro encuentros con esas mutaciones desviadas, y ha estudiado sobre ellos en la academia—. Otros lo ven como cosas inútiles que alzan el estereotipo demonizado por la iglesia. Hay veces en los que les meten mano, tallándole cosas o colocándoles joyería.
—En este caso… es distinto —dijo—, los hombres no acostumbran a usarlos, pero las mujeres sí. Los consideran un rasgo atractivo, al nivel de las caderas o los pechos. Grandes, curveados. Perderlo… creo que caló hondo bastante en su autoestima.
—Lo que le jodió fue que el verdugo fuese un gwiberno mutante… —Lance saltó un obstáculo rocoso y acarició la pared. Iba adelante—. Tú eres el amante de dragones, ¿has recordado algo sobre el origen de esa cosa?
—Ni idea… —Drake se vio resignado. Presumía conocer una gran cantidad de monstruosidades, y por sobre todo un lector acérrimo de las historias de dragones, al menos lo conocido. El ver el cuerpo del Alpha, lo arrojaba a la absoluta nada—. Sea lo que fuese, se ha ido… y entregarlo a un laboratorio nos daría una idea.
—O tal vez… —Comenzó a notar cierta contextura extraña en la roca, en la que se veían grabados extraños; bramurosi—. Aquí tengamos la respuesta.
El sonido del agua los llevó a un vasto estanque de agua. En las paredes se mostraban grabados antiguos, pilares derruidos de la arquitectura vista en las ruinas afuera del cañón.
—Dijeron que esto era un gueto, ¿no? —Los pasos de Drake emitían eco, se acercó a los grabados en los ruinosos obeliscos. No entendía nada, algunos estaban tan dañados por el tiempo que se volvían ilegibles—. Este lugar debió ser algún centro de ceremonias, antes de que Asherith I lo saqueara.
—¡Mira! —Lance apuntó a una roca echa a un lado, mostrando el sendero a un pasadizo.
Impulsados por la curiosidad, se adentraron al lugar y llegaron a un sendero estrecho, en donde se mostraban paredes adornadas por jeroglíficos; narraban ritos ceremoniales de sacar el corazón a las ofrendas, y darlas a seres salidos de portales dimensionales. Muchas de las escrituras yacían borrosas, dada las asperezas del pasar del tiempo. No encendieron una linterna, si había algo vivo en ese lugar, posiblemente los detectaría. Drake escaneó algunos escritos con el cubo, guardándolos para un análisis posterior.
—Esto no me gusta nada, Lance… —La voz de Drake sonaba insegura, aun si trataba de mantener valentía; observaba sus pasos constantemente por si algo les seguía. El corazón le amenazaba por salirle a través de la garganta.
—Fuiste la carnada para un dragón, no me digas que le temes a un poco de claustrofobia. ¿Qué? ¿Sheila te arrancó las bolas? —Se mofó en una risa tenue.
—Jodete… —Susurró y el caminó acabó en una amplia sala.
Lo que encontraron los dejaron atónitos y la sangre se les congeló. Sentada encima de un altar, pegada a la pared estaba una alta estatua de piedra. La figura era vagamente humanoide, de aspecto femenino completamente desnudo. Albergaba ocho brazos: seis en la espalda doblados en manos abiertas simbolizando caridad, algunas estaban amputadas debido el paso del tiempo; dos de esas extremidades cubrían las aureólalas de los maduros pechos caídos en un poema a la fertilidad. Los brazos principales se postraban en un vientre hinchado de avanzado embarazo, en piernas abiertas a punto de parir en la vulva expuesta y en el clítoris colgaba un largo falo que parecía ser de caballo. El cuerpo estaba tatuado múltiples runas, glifos y escrituras antiguos, letra por letra dando una apariencia escamosa a la extraña entidad. En la cabeza se coronaba por un yelmo de tres cuernos, del que caía un veló alguna vez blanco, reducido a ennegrecidas telas mohosas y cubiertas roturas, tapándole la cara. Un símbolo se marcaba en el centro de la máscara, un espiral y en el centro un enorme ojo.
—Una cámara de sacrificios… —pronunció Lance.
—Mierda… —Drake apartó la mirada, no soportaba esa visión—. ¿Qué es esa cosa?
Comenzó a transpirar y respirar pesadamente, se apoyó en una pared tratando de calmarse y no dejarse caer por la ansiedad en un ataque de pánico, atacado por estrés post traumático.
—Ha tenido muchos nombres… —Lance tradujo algunas de las letras en la estatua—, algunos eran Cho´fucho… Slashes… Slaydes Yajorat.
—¿Una de las cuatro calamidades? ¿Por qué los elfos adorarían algo así? —cuestionó Drake—. Se supone que son de adorar a la tierra y los elementos en la misma.
Al dar un segundo vistazo a la figura, recordó ver algunas parecidas a esa en el templo en donde enfrentó a Sheila; la mayoría mal logradas, debido a los saqueos dados por los Templarios.
—Los cultos varían, Drake… no todos los titanes son iguales. —Lance explicó y acercó la mano temblorosa, dubitativo para retirar la tela—, no se puede confiar del todo en los mitos. Slaydes Yajorat se llama a una diosa de la fertilidad, el amor y el placer… ha sido adorada en las islas caminantes, Nyashta y Phaladis. La iglesia usó su nombre y la demonizó en la conquista; como toda religión fuera de su credo. Este culto no discrimina, toma cualquiera que se quiera entregar a la adoración de este ser de…
Los dedos alcanzaron a arañar la cubierta, cortando el avance ante el repentino sonido seco emitido en eco; lo que encendió las alarmas en los dos combatientes. Lance desenvainó a Ronin y Drake forjó una espada corta.
—Cúbreme la espalda… —exhortó Lance.
Siguieron el origen del sonido, alcanzando un umbral que llevaba una escalera de caracol, al descender un fuerte hedor les asaltó en oleadas. Una mezcolanza a excremento y podredumbre venía en invisible neblina, más eso no los detuvo.
Entre tosidos en retenidas arcadas bajaron el último peldaño. Llegaron a un vasto estanque lleno de agua, inundando lo que alguna vez se trató de un vasto templo. En el centro del cuerpo acuático, se alzaba un alto monolito de un material tan oscuro que parecía tragarse las sombras y luz de la cámara, un corazón de obsidiana marcado en un dialecto antiguo; simbología que parecía mezclar el bramurosi con el alto elfo, difícil de comprender, inclusive para dos expertos en la cacería de monstruos.
Tal coloso yacía levemente inclinado, acariciado por las olas de la corriente de una profundidad considerable, inclusive capaz de helar la sangre. Desconocido, algo oscuro encendió todas las alarmas de ambos guardianes venido de aquel monolito. De apariencia de tecnología arcaica, coronado por una garra semiabierta de dedos retorcidos y segmentados.
Esa mano invitaba a pecar, relataba conocimiento y ante esa seductora amante, Drake se atrevió a tratar de visualizar los grabados. Al tratar de comprender, el miedo se apoderó de él, una sensación primitiva le gritaba que huyera de ese lugar maldito, y por sobre todo no tocase el agua.
El cuerpo se paralizó, atacado por una serie de espasmos manifestado por pequeñas espinas en la armadura y del casco emergieron los colmillos bestiales, en latente instinto de supervivencia. En endurecidos puños convertidos en garras, Réquiem se aferró al espíritu de conciencia. Un demencial peligro se manifestaba desde ese monolito, su otra parte, la misma armadura le imploraba en un estridente grito en las entrañas que salieran de ahí. No se trataba de una pelea que pudiesen ganar.
—¡Drake, tienes que calmarte! —Esa imagen de despreocupación frívola de Lance, se destruyó sin retorno—. Igualmente detecto algo muy raro aquí, lo importante es que tenemos que irnos, y cerrar la caverna de una vez por todas.
No temía ante el peligro que podía representar su mejor amigo, inclusive se atrevió a tocarlo del brazo, y se giraba constantemente en dirección al coloso.
—¡Estoy bien! P-puedo manejarlo… —La voz trémula resonó en doble eco, distorsionada y grotesca, cercana a lo inhumano.
Lamentos inquietantes reverberaban desde las penumbras más allá de las orillas al otro lado del cuerpo de agua. Atrás de estalagmitas y estalactitas se deslizaron horrores que se escondieron del Alpha durante su estadía en la caverna, devorando de las sobras que dejaban los gwibernos y cavaban túneles aprovechando el conflicto para capturar civiles y animales de los exteriores durante la noche.
Cuerpos humanoides famélicos de alargados cuatro brazos, en pieles pálidas pegadas a los huesos grotescamente deformados, parados como simios carentes de pelos y capaces de pegarse en las paredes cual arañas. Una capa de piel delgada de la que se veía una nariz achatada, dos unidos ojos amarillentos y fauces enormes repletas de colmillos parecidos a los de gorilas. Las garras se aferraban a la roca, rasgándola al deslizar las zarpas enrojecidas.
Ante la falta del Alpha, los horrores desatarían una plaga en los poblados de civilizados con tal de saciar el hambre.
—¡Oscuradores! —alzó la voz Lance, proclamando el nombre esos monstruos.
En almas llevadas ante un próximo infernos, huyeron por donde vinieron dejando atrás un aullido estrangulado, de la que se unieron muchos otros y fueron tras las primeras presas, rodeando el cuerpo de agua, evitando tocarla en todo momento.
—¿A que esperas? —Al correr a la par, Drake se fijó en la bomba—. ¡Tírales esa mierda!
—¡Ya terminé de colocar todas las cargas! —Arrojó el explosivo. Embriagado por la adrenalina, no se fijó si los caníbales subterráneos los seguían de cerca, o si el dispositivo no se partió al tocar el suelo—. Los enterraremos con ese maldito lugar.
Miradas al frente, respiraciones entrecortadas y ninguno se atrevía a girar la cabeza. El retumbar metálico de las botas sobre la tierra, no ahogaba la horda que se venía a por ellos. Menguar el paso significaría la muerte, no resistirían un enfrentamiento en masa.
El sendero los condujo devuelta a la luz. Al ser bañados los primeros rayos del día, Drake soltó carcajadas de locura, esperanzado por la salvación. Lance no compartió la euforia y al retornar en el exterior no pararon la carrera, alcanzaron a escuchar chillidos de horror de los subterráneos al verse segados ante la imponente manifestación del sol de medio día.
Esa duda condenó a la horda, dando tiempo a los guardianes de colocarse a cubierto y accionaron el interruptor, iniciando una secuencia en cadena. Del primer estallido en las entrañas de la caverna, vinieron las demás. Una luz anaranjada consumió todas las sombras, en un fuego abrazador que se tragó a los oscuradores, colapsando pilares, las paredes y el techo, enterrando lo que alguna vez fue un templo y la entrada se selló para siempre en una montaña de escombros; cortando el correr del río.
—Se terminó… —Lance se dejó caer en el suelo, apoyando los brazos en las rodillas en rostro cabizbajo; aliviado del final de ese contrato.
—¡Espera! ¡¿Dónde está Sheila?! —Drake se paró de golpe. Aturdido en vibrante aullido blanco, escrutó los alrededores en perdido aliento, asustado por lo que vio en la caverna y cercano en caer en la histeria—. ¡Sheila! ¡Sheila!
La llamó y ninguna respuesta vino en ese momento. Al estar por arrojarse al agua, escuchó algo nadando y salir a la superficie. Sumergida en el rio, Sheila escuchó la explosión durante la infructífera búsqueda del cuerno.
—¿Qué fue lo que pasó? —Sheila se sacudió la nariz, seguido de soltar la bola de cabello escarlata.
Explicaron lo sucedido en la cripta, no ocultaron ningún detalle. El monolito lo atribuyeron a uno de los generadores de la cúpula de camuflaje; teorizaron que, al estar dentro de esa ruina, no fue vista por los Templarios de esa época. Llamaron a la alcaldía por la radio, confirmando el cumplimiento del contrato, solicitando apoyo en la extracción de restos y dieron las coordenadas. Los refuerzos arribarían en ocho horas, por lo que podrían descansar en el lugar.
Drake y Lance observaban el cadáver del Alpha, inspeccionándolo. Sheila seguía reacia a olvidar el tema del cuerno y volvió a zambullirse en el agua. Ya calmados, los dos guardianes retomaron la conversación de lo que debían realizar.
—Creo que deberíamos quemarlo antes de que lleguen los Templarios… —sugirió Drake.
—¿No que querías que ellos lo analizaran?
—Lo he estado pensando y cambié de opinión… —Dada su naturaleza insegura, no era raro que cambiase de opinión, por lo que justificó su respuesta—. Sheila lo derrotó en forma de dragón… dejando rastros de combate de su fuego, garras y colmillos. Si decimos que fue otro monstruo o un familiar tuyo, pedirán respuestas y no creo que podamos conseguir un remplazo para Paul antes de que te pidan evidencia.
—Se lo que quieres decir… —adivinó Lance—, a estas alturas los Templarios son conscientes de que Sheila es un dragón. Mestizo, nacido por copulación o de un tubo de ensayo da igual, que hagan de la vista gorda no significa que no lo tienen en cuenta, Trisary lo puso en el registro, y supongo que tuvieron una plática al respecto antes de enviarnos aquí.
—¿Qué no de tas cuenta? —insistió alzando levemente la voz, lo suficiente como para que Lance entendería lo que le perturbaba—. Podrían hacer experimentos con ella.
—Lo hubiesen hecho desde antes. —Lance se movía por la razón, en completa serenidad tranquilizó a Drake al tomarlo del hombro—. Sheila alberga la protección de Trisary, siempre y cuando podamos mantenerla bajo control en lugares poblados, no ocurriría nada. Hablaremos con ella más tarde… tú lo dijiste, está algo sensible por lo del cuerno y lo último que queremos es que vuelva a enloquecer. Si los altos mandos la unieron con nosotros es por algo… y créeme… tanto como tú quiero descubrir la razón de esta mierda.
—Creo… que tienes razón… —Inclinó el rostro a un lado, buscándola en la verdosa agua tan densa que no se podía descubrir sus entrañas sin zambullirse.
—¿Desde cuándo te preocupas tanto por ella? —interrogante alzó una sonrisa ladina, en un tono burlón—. No me digas que por verle las tetas una vez ya te enamoraste.
—¡¿Qué?! ¡Nada de eso! —En lo inesperado las mejillas se le coloraron—. Es nuestra compañera… Alice me pidió que la cuidáramos y… se lo que se siente perder el control de ti mismo.
—Compasión… —Lance se rascó la nuca, dando otra mirada a la caverna tapada—. Hubiese tomado una foto al monolito cuando tuve la oportunidad, hay cosas que todavía no entiendo.
—¿Cómo que estamos cerca de un rio y no te da un ataque de pánico? —Le molestó en una leve risa.
—Mi fobia es al mar… no a las otras formas del agua… —Justificó en un tono de advertencia—. Es que… esos jeroglíficos… hubo algo que pude entender al leer el pilar, pero no sé cómo interpretarlo exactamente… sonaba algo extraño.
—¿Qué crees que decía?
—Era algo como… “sendero”
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