EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 27
El vibrante timbre de las botellas al chocar en un brindis sumado a ovaciones de un trabajo finalizado, resonó bajo la jovial música de la rocola en el bar “El tarro inacabable” en Rosa blanca, repleto de gente, las habitaciones de la posada se llenaron; ninguno quería quedarse con las ganas de conocer a los héroes.
La llegada de los guardianes al poblado fue recibida en multitudes, festejando el retorno de los campeones que libraron una plaga en esas tierras. Ninguno de los tres se veía acostumbrado a ese tipo de reacciones, por lo general pagaban y se iban a celebrar por cuenta propia de forma modesta en un bar.
Esa tradición no cambió demasiado esa noche, al ser armada una gran fiesta. Embriagantes bebidas en tarros llenos, y bailes inspirados en canciones románticas que levantaba del asiento hasta el más introvertido.
—Cuando Drake y Sheila cruzaron la pinza, supe que era mi momento…. —En el centro del salón Lance narraba sujetando la cadera de una hermosa castaña, y alzando una botella con la otra mano, moviéndola tal cual una espada de manera dramática, llenando de asombro a los hombres y mujeres que los escuchaban—. Tomé el escorpión y llené de plomo a esas monstruosidades, ¡acabé con una fila entera de ellas! En mi furia me sorprendieron a mi costado unas cinco más. Reaccioné a tiempo al girar y derribé tres al segundo.
» En último alieno, una de esas cosas cayó como cohete sobre el cofre mi vehículo volteándolo conmigo encima. Al pararme me encontré rodeado por dos gwibernos, los contuve por bastante tiempo y llegó mi fiel compañero a echarme una mano; dimos un par te tajos, diría que hasta espectaculares y se volvieron en empalamientos. Juntos acabamos todos. No es la primera vez que nos pasa, siempre nos cubrimos la espalda y sin mucha modestia… he de admitir que lo he salvado por lo menos unas ochenta veces.
—Ochenta y cinco veces debo decir, tenemos el marcador empatado.
Corrigió Drake jovialmente guiñando un ojo, al estar sentado frente a una de las mesas. Usaba ropas de civiles, y acompañado por una voluptuosa y coqueta pelirroja apegada al brazo. Daba a una edad muy superior al rojizo, no lo suficiente como para ser su madre.
—¡Exacto! ¡Ese es mi lobo rojo! —proclamó Lance—, ya lo saben, amigos… si un horror atosiga sus campos… no duden en llamarnos y tendrán un nuevo adorno para sus paredes.
El cráneo de un gwiberno yacía pegado en la pared. Lo vendieron al dueño local, al comerciar lo loteado en el contrato, según lo que les correspondía a los Einharts de acuerdo al contrato. La cabeza de Cicatriz fue colgada en la alcaldía, otra en la comisaría y se han repartido los restos que no fueron guardados por Lance para sus negocios. La carne de los monstruos se cocinó, y servida en esa cena en magnánimo banquete.
Lo que quedó del Alpha se sometió a investigación por los Templarios. Se envió un equipo de operación médica para estudiar y extraer los restos en pedazos. Pusieron el área en vigilancia, tras dar un chequeo a los Einharts en un vehículo de enfermería, les permitieron abandonar el páramo. Dejaron un laboratorio improvisado de una semana de duración, asegurando de que ninguna entidad no autorizada escape del terreno.
—Ustedes sí que han vivido… —La castaña soltó un cálido suspiro, imaginando toda la historia de Lance, adornada en detalles.
—Es por lo que vivimos y moriremos posiblemente… —dijo Lance, acariciando la espalda de la mujer—. ¡Esta noche es para disfrutar por otro día que salimos vivos!
No todos compartían el jovial jolgorio. En la esquina aislada de la barra, envuelta en la capucha, Sheila se bebía la tercera botella de cerveza. No pretendía en ser parte de la atención que sus dos compañeros acaparaban, meramente se concentraba en llenar la barriga de alcohol; esperando que le hiciera algún efecto y dado el metabolismo acelerado, no le manifestaba ningún efecto próximo.
—Dame otra… —Solicitó en voz apagada en embriagante aliento. En rostro pegado a la fila de botellas acomodadas en vitrinas, y en los afiches de reclutamiento Templario con la imagen de Clint.
Las personas interesadas en acercarse a ella, en su mayoría hombres eran apartados mostrando la mano enguantada, sin molestarse en mirarlos o siquiera mencionar una palabra. No fueron muchos los que trataron de hacerle compañía, todos se concentraban en Drake y Lance. Atribuían esa actuar a una personalidad odiosa y retraída. La gente iba a saludarlos, preguntando por historias de contratos, conocerlos y ser testigos de alguna muestra de la maestría sobrehumana que los colocaba como guardianes.
Drake escondía la naturaleza de portador. En la mayoría de ocasiones al público se manifestaba como un usuario de alguna herramienta mágica, y un alterado. En una ocasión fingió ser un hechicero, una acción que lo hizo quedar como un ignorante al ser abordado por demasiadas personas en preguntas, que no pudo contestar. Apenas se defendía dada su cercanía a conjuradores de hechizos.
No había las suficientes personas como para provocar la ansiedad en Drake, debido al amplio carisma de Lance, esa seguridad y pasos de baile, lo volvían irresistible para las mujeres. El tener que usar por siempre un pasamontaña, lo utilizaba como una herramienta de cortejo al hacerse el interesante.
Drake no se consideraba alguien demasiado extrovertido, lo suficiente como para desenvolverse y no tanto como para destacar fuera de la profesión que cargaba. Le costaba moverse en grupos grandes que no fuesen de trabajo, además del poco gusto por la bebida que tenía. El tener a su mejor amigo al lado, apoyándolo tal cual una escolta, le volvía osado.
Al pasar la noche los dos guardianes se sentaron en la mesa, conversando con las dos mujeres que les seguían para saber más de ellos. Ambos ya daban por hecho que compartirían el lecho, a sabiendas de que tomarían los respectivos cuidados debido a la diferencia de fuerza al ser ellas simples humanas. El festejo llegó a una pausa, debido a que las jóvenes fueron juntas al baño, dejándolos a los dos.
—Así debe terminar un contrato… —Lance dio un trago a la cerveza y un camarero trajo un bazo que fue ofrecido a Drake.
—Gracias… —Una piña colada con canela. Al estar por dar un sorbo recordó que no había pedido otra, y se dio cuenta que era observado por Lance de forma expectante—. ¿Qué miras?
—Nada, espero que te la tomes… te la pedí yo… —dijo perspicazmente, tal cual hubiese sabido en que pensaba—. Eso sí, solicité que tuviese un poco de alcohol. No tendrás que seguir mintiéndole a las chicas de que las que te estás tomando ya tienen.
—Lance… que pesado eres… —pronunció el nombre en señal de advertencia.
—Escucha, no tiene nada de malo que te tomes una o dos para agarrar ambiente. —Lance lo interrumpió, tratando de convencerlo—. Es cosa que no abuses… puedes manejarlo ¿no?
—Es que mi papá… —La visión del viejo tirado de borracho, venía a su mente para atormentarlo.
—Repite lo positivo, no lo negativo… una no hace daño, hazme caso que nunca te pondré en algo… —Se detuvo—, bueno si te pondré en peligro, solo que aquí sería el menor de los males. Es una ocasión especial ¿no crees? Además, es muy poco.
—Está bien… —dio un trago y apenas el dulzón tuvo un toque amargo, nada que lo molestase lo suficiente—. No está mal, creo que estaré crudo para conducir mañana temprano.
—¡Muy gracioso! —Dio unas palmadas en la espalda a Réquiem, ante la broma. Se iban a quedar a dormir y viajarían en la mañana—. Necesito que aprendas a tomar, voy a poner a los Einharts como mis catadores para la evolución de mi trago. Todavía no logro decidirme.
Lance sacó una libreta en la que escribía ingredientes, en las que se anotaban jugo de toronja, sal, limón, tequila y frutas que mezcladas en alcohol tumbarían a un sobrehumano. En los escritos se veían taches, descartando elementos dando paso a otros que posiblemente se eliminarían por otros en la mezcla que daría una nueva bebida.
—Has estado en eso desde que te conozco… —Dio un segundo trago—, y no veo que estés cerca de decidirte.
—En este trabajo un puñado mínimo llega al retiro, y ni se diga los que se mueren de viejos… esos creo que ni existen. —Contó Lance tomando un trago—. Te recuerdan por como mueres, tus proezas… es lo que te vuelve leyenda… si es que lo logras, por lo general somos flamas que arden con fuerza… y de duración efímera.
» Pretendo tener una corta vida llena de excesos, lo único que quiero dejar como legado es un trago con mi nombre y que esté en cada cantina del continente Grishland. Dos versiones, una suave para la gente normal y otra bien cargada para mutados. Si nos ponemos soñadores… es que haga mi propio vinero… no sé si viva lo suficiente para eso.
—Te estaré cuidando la espalda para que hagas todo eso. —Drake jugueteó dando un leve codazo al brazo de Lance—. Primero te mata la sífilis antes que un monstruo o tus malditas apuestas.
—Un brindis por eso… —Al chocar las bebidas, un estruendo seguido de fúricos improperios corta el rollo, empujándolos a ponerse de pie.
Se sabía que una mujer se unió al grupo de guardianes, un factor que llevó a muchos hombres a intentar sacar platica a Sheila. Llegó uno lo suficientemente obstinado como para insistir, y envalentonado por la bebida bajó la capucha antes de que si quiera ella pudiera apartarlo de un manotazo.
Los ojos amarillentos, el color de piel, la lengua partida y las orejas puntiagudas se llevaron quejidos de asombro y miradas de impacto. El par de cuernos no estaban en la frente, y sin ellos toda la atención se vino encima de ella. La gente miraba a Sheila no con odio o asco, se veían anonadados por esa presencia y resaltaba la desconfianza dada actual rebelión.
—Disculpa… no sabía que tus mutaciones te impedían…
La impertinente inocencia disfrazada de comprensión no alcanzó a ser terminada, fue cortada ante un alarido animal de Sheila, quien se le tiró encima. Lo tomó de la muñeca perteneciente al brazo que le había sacado el manto, y lo torció pegándolo en la espalda mostrando que la diferencia de tamaños y complexión no significaba nada.
Lo estampó de cara encima de la barra, ahogando un aullido doliente, incapaz de oponer resistencia alguna ante el firme agarre amenazante de triturar huesos. Necesitaba un motivo, algo que le permitiera desquitar la angustia que la aquejaba y con la mano preparada para azotar un golpe, proclamó:
—¡¿Cómo me llamaste?! ¡¡Dilo una vez más! —Se puso al lado del oído, soltando parte de lo que encapsuló desde el contrato.
—¡¡Sheila!! —vociferó Drake y se acercó a ella.
No dándole ninguna oportunidad de tocarla, y dándose cuenta de lo que estaba por hacer, simplemente soltó al sujeto, se paró y salió de la posada dejando atrás a la muchedumbre envuelta en susurros.
—Las peleas de bar nunca faltan en esto… —Lance corrió justo atrás de Drake, quien iba hacia la salida sin intención de detenerse.
—Mantén las cosas seguras aquí… —No sabía por qué lo hacía, simplemente actuaba en automático, y tampoco pensó mucho en tomar una botella de cerveza y el bazo en el que estaba tomando. Sabía que a Lance se le daba mejor el habla, no dudaba de que él podría consolarla sin problema. Lo consideraba un mejor hombre—. Hablaré con ella.
—Bien, suerte… —Lance dio media vuelta, permitiendo el paso a su amigo—. ¡Damas, caballeros! Tranquilos que no pasó nada, y como una disculpa en nombre de mi gente… ¡La próxima ronda será por mi cuenta!
Drake no miró atrás al dejar la posada, escuchó un leve festejo ante la propuesta de Lance. Se convenció de que, por ese carisma del compañero, se desempeñaría eficientemente en mantener la calma en los civiles y seguir la fiesta. Por otra parte, el rol de ir por Sheila caería en el rojizo. Después de todo, tras lo vivido en los últimos días, tal vez no se veían tan diferentes.
Una leve risa se le escapó de los labios ante tal concepto, estaba comenzando a pensar como una especie de líder, un título que no se creía capaz ni digno y aun si se adaptaba a las circunstancias.
El hacer lo correcto, y sobrevivir, un credo doble por el cual militaba, forjado en la experiencia propia y ajena, una mejora continua. Ser mejor hombre, mucho más de lo que alguna vez fue o se esperaba de él, tal vez tratar de ser mejor que su padre; aquel al cual nunca logró su aprobación y esperaba a la muerte.
No tardó en dar con el paradero de Sheila, la descubrió a la mitad de un puente encima de un lago. Usaba un espejo de mano en el que reflejaba el rostro, de cuernos expuestos; el enfoque principal de una tristeza contenida. Los ojos se le agrandaron al escrutar la extremidad amputada. La base se cicatrizó, volviéndose un círculo ennegrecido.
—Oye… —Drake le saludó discretamente, sacando que Sheila inclinara la cabeza por encima del rostro y volviera a meter los apéndices dentro del cráneo.
En una faz calmada y amigable, Drake estiró el brazo ofreciendo la cerveza, ganando una mirada de extrañeza de la guardiana, quien lo analizó de pies a cabeza. Al inicio dubitativa, llenó los pulmones de aire y exhaló resignada aceptando el presente.
—Gracias… —Cortante desvió el rostro en dirección al agua bajo verdosa, casi como buscase el cuerno perdido para siempre en las profundidades.
—Tal vez deba… —Drake se puso a materializar un destapador, y antes de terminarlo el taparrosca se abrió usando una de las puntas del cuerno completo al sacarlos nuevamente—. Okey… eso estuvo increíble.
—¿Viniste a reprocharme? Ahórratelo, por favor. No estoy de humor. — Fríos témpanos de hielo vinieron en las palabras.
—No, nada de eso… —Drake negó con la cabeza—. Lamento por lo que estas pasando,
—Tampoco necesito tu compasión. —Se empinó la botella, vaciándola de un trago—. No me importa.
—Se por lo que estás pasando. —No hizo caso al desprecio, las piernas no se movían—. La perdida, el dolor, la rabia… vienen con las cicatrices.
—No es tu problema… —Advirtió cercano a un alarido.
—Puedo… bueno, podríamos conseguirte algún implante.
—¡Por supuesto que no! ¡¡No tienes ni idea de lo que me está pasando! No voy a olvidar esa humillación fácilmente. —Estalló colérica—, ¡No sirven los implantes! Aun si me pusiera uno, dudo que cambie conmigo al transformarme.
—N-no lo sé… tal vez…
—¡Deja el papel de santo, idiota! No te queda para nada. —Le interrumpió en una potente exclamación—, es una cuestión de honor, soy parte del sagrado linaje de los dragones. Mi padre fue de los últimos fieles a los Albionix, fui entrenada por los Nemea Regulus ¡se esperan cosas de mí! ¡no puedo volver en este estado! Si pretendo recuperar el orgullo de mi raza, no puedo ser vencida de esa manera tan humillante por ti… y lo peor ¡Perdí mi cuerno para siempre! ¡contra un maldito gwiberno mutante de quien sabe dónde salió!
—A veces se gana y se pierda, Sheila. Lo importante es levantarse tras aprender de la experiencia. —Drake se empezaba a impacientar—. Sabes mejor que nadie que en este negocio, no se sale limpio de los contratos. Todo esto tiene un precio.
—¿Me lo dices tú? ¡¿Qué sabes sobre mí?!¡Eres un holgazán de mierda que puede tenerlo todo, pero prefiere vivir como un mediocre! No tienes compensaciones o pesares al usar tu poder. —exclamó la dragona, invadida por los celos. «No eres ningún hibrido bastardo, atado a un lado humano que te retiene»—. La tienes muy fácil, por esos poderes regalados y desciendes del pistolero… tuviste de maestro al dios de la guerra ¿y mírate? ¡¿Qué has conseguido?! ¡¡Nada!!
—¡¿Crees que mis poderes son regalados?! No tienes idea de lo que estás diciendo. —Drake perdió los estribos. No podía soportar la insolencia. Sentía como si sus molares se quebraran al apretar la mordida y la cabeza le palpitaba por el estrés—. Tuve que vivir un jodido infierno para siquiera poder controlarlo parcialmente.
—¡Claro! Lo noté perfectamente cuando estabas cubierto de pinchos. Buena esa ¿No crees? —expresó sarcástica—. Te crees demasiado tras vencerme una vez… entonces dime según tú… ¿Por qué me comprendes? ¿Qué es lo difícil de tener un poder que se basa en tus caprichos? Habla… quiero ver tu excusa.
—La cosa aquí es contigo, no nos desviemos del tema.
De nuevo bajó la mirada, no atreviéndose a verla a los ojos, las sombras escondían los miedos y secretos que la armadura no podía retener. Pretendía ser un cazador de monstruos, sin embargo, poseía demasiados demonios en su interior que no era capaz de matar.
—Si pretendes que te escuche… será mejor que hables, Réquiem.
Insistió, no iba a aceptar una negativa. Tal vez para burlarse o humillarlo; una pequeña venganza. Oleadas de viento los sacudieron, alzando los cortinajes de las ropas y los cabellos más no los perturbaron. De brazos cruzados, Sheila blindó el corazón, no se iba a dejar mover por nada.
—¿Enserio quieres saberlo? —Apretó los puños temblorosos provocando hematomas.
Acorralado en un callejón carente de salida, dej fluir las palabras al guiarse por ese pesar que ha tratado de suprimir durante años. Resentía algo quebrarse en su cabeza y pecho, al no poder seguir guardándoselo.
—Adelante… —Se cruzó de brazos, al subir el mentón, observándolo fríamente desde arriba.
Se tomó unos segundos en voltear al fondo del puente. Dudó, nunca dejaba de albergar esa sensación en cada acción que pretendía realizar, y en las fallas pretendía compensarlo por otras acciones. Una eterna redención que acabó por romperle, junto con el blindaje que cubría una oscura verdad. Al igual que Clayton, no podía escapar del pasado.
Drake metió la mano en el bolsillo, rosando con los dedos un cascabeleo metálico, y sacó unas llaves.
—Vamos a la camioneta… —Volteó la cara envuelta en la penumbra, parcialmente iluminada por la luz de la luna y por un breve segundo, un brillo esmeralda refulgió en el ojo izquierdo; completamente decidido y orando a toda deidad de que no se arrepintiera de lo que estaba a punto de realizar—. Y te contaré.
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