El peón que cruza el tablero - 11
Luego de la turbulenta cena, todos los presentes nos fuimos a dormir. En mi habitación fui recibida por la ramita de ukuphila que conocí más temprano y ella pasó la noche conmigo, aferrada a mi mano.
Dormí mejor que nunca gracias al arrullo del tintineo de las hojas. Esa noche soñé con mi vida pasada, con un día normal de esos que parecían nunca acabar. Entrar a clases para salir de ellas, perder el tiempo con mis amigos mientras estábamos en horas libres y llegar a casa siendo recibida por patitas y colitas felices. En más de una ocasión había dicho que no me agradaba esa monotonía, pero desde que llegué a este mundo no hacía más que extrañarla todos los días.
Desperté a eso de las 4 de la mañana, con la melancolía a flor de piel, pero abandoné esos sentimientos en la cama. Tenía cosas que hacer y no había tiempo que perder. Debía terminar el proyecto que le prometí a su majestad y dejarlo en su despacho antes de las 9 en punto. Por suerte, los papeles que me trajo Ewan el día de ayer me sirvieron para acortar tiempos. Eso, junto con la experiencia que gané al trabajar en los terrenos de los Moore, me ayudaron a diseñar un buen proyecto en tiempo récord. Tenía una idea aproximada de todo lo que había que cambiar, renovar y mejorar en cuanto a la producción, así que todos los papeles que escribí eran un excelente punto de partida.
Como prometí, dejé todo mi arduo trabajo en el despacho del rey «aunque fue un mayordomo quien lo hizo, pues no podía pasearme como perro por su casa». No pude despedirme adecuadamente de su majestad, ya que debía marcharme cuanto antes, porque no podía demorar en entregarle mi reporte de la situación al duque. Sin embargo, en aquel balcón sin barandilla me esperaba Asher.
—Te escoltaré hasta la mansión del duque… son ordenes del Rey —dijo, con su cara de poker. Era difícil saber lo que pensaba o cuales eran sus intenciones, pero podía apostar a que no estaba muy contento con esto.
—Que considerado, espero que le puedas dar las gracias de mi parte —le sonreí, colocándome yo también mi máscara de forzada amabilidad.
Una vez en el carruaje ambos nos sentamos frente a frente. El silencio estaba a la orden del día, sin embargo Asher tenía algo que decir.
—Julia… mejor dicho, el rey, realmente cree que usted puede ayudar a su yegua. Le sugiero darse por vencida y rechazar formalmente esa petición mientras pueda.
—No sabía que se preocupaba tanto por mi, Sr Asher —éste hizo una mueca de disgusto y tuve que tragarme la risa—. Gracias por la advertencia, lo tendré en mente, pero no puedo darme por vencida sin ver al paciente primero. Descuide, si no puedo ayudar lo delegaré a alguien que sí pueda. La salud del animal esta primero, mi ego no será un obstáculo, se lo aseguro.
—Como gustes —dijo, apoyando su codo en la ventana y mirando hacia afuera.
Lucía más relajado.
Dada su relación aparentemente cercana al rey, decidí probar mi suerte y tratar de conversar un poco con él, quizás así podría obtener algo de información útil.
—Sr Asher, discúlpeme si sueno entrometida, pero ¿de qué familia noble procede?
—De ninguna ¿por qué pregunta?
—Bueno, es que… todo en usted me indica que viene de noble cuna —dije y él alzó una ceja mirándome con cierta curiosidad.
—¿A qué se refiere con “todo”?
—Su forma de vestir, caminar y actuar. Tiene muy pulidos sus modales.
—Los sirvientes también son bien instruidos en modales y protocolos. No debería dejarse llevar por las apariencias.
—Si, lo sé, pero… es diferente, usted tiene la arrogancia de los nobles incrustada en el alma —me mordí la lengua. La frase se escuchaba mejor en mi cabeza.
Sus ojos se posaron en mi y ladeó su cabeza, no podía adivinar si se había ofendido por mi comentario o no. Lo que sí tenía claro era que tenía que arreglar mi desliz.
—Disculpe, me expresé de la peor manera posible. Verá, me llama la atención que tenga mejores modales que el mismísimo Rey, y que nazcan de usted de forma tan natural. Incluso, en mi caso, aún después de años de intensa educación, todavía debo pensar cada paso que doy para no quedar en evidencia… por eso preguntaba —ya no sabía que más decir, así que solté una risa nerviosa.
—Tienes mucha atención al detalle, es admirable —hizo una pequeña pausa—, pero se ve opacada por la falta de moderación de tu lengua.
Bajé la mirada con vergüenza, mientras la incomodidad entre nosotros crecía. Fingí demencia hasta que él carraspeó, llamando mi atención.
—En todo caso ¿qué le parece si hacemos una apuesta?
—¿Apuesta? —pregunté como si no me percatara de la malicia que escondían sus palabras.
—Ajá, apostemos lo siguiente: si realmente logra curar a la yegua, yo le daré lo que sea que me pida. Si no lo consigue, estará obligada a nunca volver a pisar el palacio de las flores en su vida.
—Hay demasiada ingenuidad en sus palabras. Tanta que casi me hace reír.
—¿Disculpe? —dijo, escuchándose bastante ofendido.
—Lo que ofreces es demasiado ambiguo… si le pidiera el trono del Rey Mayor ¿podría dármelo? Sin mencionar que también podría pedirle que hiciera algo malo o humillante.
—Tiene razón. Lo propuse sin pensarlo bien.
—Debería ser más cuidadoso al dar su palabra o la falta de moderación de su lengua lo meterá en problemas —le sonreí esperando una reacción de su parte luego de mi pequeña tomada de pelo.
No me decepcionó. Parecía muy enfadado con mi declaración. Intentó recomponerse y decir algo, pero no parecía encontrar las palabras. Su titubeo pudo conmigo y empecé a reírme.
—No es gracioso —dijo con un leve sonrojo en las mejillas.
—Sí que lo es, pero ya dejaré de atormentarlo —carraspeé para recobrar la compostura y continué—. En fin, digamos que: siempre que mi petición no sobrepase ninguno de sus límites y no le pida imposibles, la cumplirá sin chistar.
—Está bien, acepto esos términos. No se retracte cuando pierda.
—Lo mismo digo —le sonreí y él me devolvió una leve sonrisa.
«Tiene una linda sonrisa, es una lástima que tenga una personalidad tan chocante», pensé.
Cuando llegamos a la mansión, él bajó primero del carruaje y me tendió la mano para ayudarme a descender. Besó el dorso de ésta al despedirse, tomándome desprevenida. Su postura fue muy elegante y pulida. Ese gesto de caballerosidad era parte del protocolo de escoltas, sin embargo no me esperaba que cumpliera con eso al pie de la letra. Sin duda había algo muy raro en él y no me tragaba en lo mas mínimo que fuera un simple sirviente.
—Mi Lady, vendré por usted a las tres de la tarde y la escoltaré nuevamente al palacio, por favor… sea puntual.
—Muchas gracias, Sr Asher. Lamento las molestias —Me limité a sonreír e inclinarme para despedirlo.
—Lady Janet, disfrute mientras pueda su estadía en el palacio —dijo y luego me susurró—. Porque no durará mucho tiempo.
—Eso aún esta por verse, Sr Asher.
Solo nosotros podíamos escuchar el fuerte sonido de nuestras vanidades chocando con fuerza.
Cuando subió al carruaje y se marchó, suspiré. Esperaba que la suerte estuviera de mi lado. Después de todo, acepté la apuesta considerar bien sus implicaciones. ¿Cómo fue posible que actuara con tanta impulsividad? Fue irresponsable de mi parte, pero me tenía confianza e iba a ser muy satisfactorio ver ese rostro impasible con una expresión de derrota.
Sin más dilación me dirigí hasta el despacho del duque. Me detuve frente a su puerta para prepararme mentalmente antes de entrar. «¿Qué tocará hoy? ¿un regaño? ¿una felicitación, tal vez? Aunque eso es demasiado pedir», pensé. Antes de que pudiera tocar la puerta alguien tomó mi brazo con fuerza.
—¿Quién era ese caballero? —dijo Ewan, con obvia molestia. Su falsa sonrisa y tono levemente más grave lo delataban.
—Suéltame —dije con enfado.
Su sonrisa se desvaneció y me soltó.
—No toleraré que uses la fuerza bruta conmigo.
—Lo siento, no debí ser tan brusco contigo… contesta a mi pregunta, por favor —dijo apaciguando sus emociones.
—El caballero que me escoltó es Sr Asher, el rey le ordenó que me trajera sana y salva.
—No lo conozco ¿es un noble? ¿de qué familia proviene?
—No lo sé, nos conocimos esta mañana y casi no hablamos durante el viaje —mentí para que me dejara en paz.
—¿De qué hablaron?
—Nada importante, me dijo su nombre, hablamos un poco del clima y luego estuvimos en silencio el resto del viaje.
—Que extraño, parecían muy cercanos… incluso se atrevió a besar tu mano y susurrar en tu oído.
—Te equivocas. El beso en el dorso de la mano es parte del protocolo de los escoltas, es bastante anticuado, pero aún existe. Lo estudiamos hace ya bastantes años ¿verdad?
—¿Y qué te susurró?
—Me dijo que al rey le gusta el color azul y que procurara ponerme algo de ese color cuando regresara a palacio —me tomó un par de segundos contestar, haciendo que mi respuesta sonara a mentira.
—Entonces ¿volverás a ir con él? —Dijo de repente, bajando el tono de su voz de forma amenazante.
—S-sí… aún tengo trabajo pendiente en el palacio —me sentía intimidada por su repentino arrebato y mi actitud solo empeoró las cosas.
—¿Estás nerviosa porque lo verás otra vez?
—¡N-no! ¡es porque estás actuando raro! —mi instinto me decía que huyera de allí.
—¡Ja! ¿raro? ¿es raro que me preocupe por los ladrones que quieren robarte de mi lado?
Tomó mis manos y las acercó a su boca llenándolas de besos. En ese instante me congelé ante su falta de decoro. Solo pude quedarme viendo esa escena sub-realista. Mientras tanto, Ewan ponía especial énfasis a los besos que le daba a la mano que Asher besó hace pocos minutos. No reaccioné hasta que sus ojos se clavaron en mi y su boca succionó y mordisqueó sin pudor el dorso de mi mano. Lo abofeteé con fuerza, pero él simplemente sonrió con amargura.
La mano con la cual lo abofeteé aún me picaba, todavía no había podido terminar de procesar lo que pasó, cuando una de las manos de Ewan se aferró a mi cintura y la otra a mi nuca. Veía en cámara lenta como él se acercaba a mis labios. Traté de oponer resistencia empujándolo, pero dado que él era más fuerte, mi lucha fue en vano. No sé si fue buena o mala suerte, pero el duque abrió la puerta de su estudio interrumpiendo la osadía de Ewan.
—Los estaba esperando —dijo el duque en tono muy serio.
Cuando Ewan y él cruzaron miradas, pude sentir su mutua hostilidad. Dada la mirada furiosa de su padre Ewan acabó por liberarme. Suspiré y traté de poner mis pensamientos en orden. Eso había sido muy peligroso y aterrador. Ya no podía quedarme a solas con Ewan… nunca más. Pasamos al despacho y ambos nos quedamos de pie mientras el duque se sentaba tras su escritorio.
—Me sorprende lo desobediente que te has vuelto, Ewan. Creí haberte dicho que no te acercaras a Janet —le dijo, pero Ewan chasqueó la lengua y le apartó la mirada de forma altanera—. ¡Qué descaro! no me culpes por tomar medidas drásticas —me dirigió la mirada y sentenció—. Janet te mudarás a la mansión del sur hoy mismo.
—Sí, padre —dije.
—En cuanto a ti, Ewan: prepara tus maletas, volverás a Ríocht na Gréine. Veremos si esta vez aprendes cómo comportarte frente a tus mayores.
Ewan golpeó el escritorio del duque sin poder contener su frustración.
—¿¡Por qué me haces esto!? ¡siempre he sido tu orgullo! ¡tu hijo prodigio! solo te pido que me dejes casarme con la persona que amo, así como tú te casaste con mi madre.
—¡No te atrevas a poner a tu madre y a ella al mismo nivel!
Ahora que el duque también había levantado la voz, la situación no hacía más que escalar y llenar el aire de discordia.
—Eres mi hijo y te convertirás en el heredero de la casa Moore, por eso debo intervenir antes de que arruines tu futuro —el duque se puso de pie y dijo con toda mala intención—. Incluso Janet cree que es mejor que te cases con la hija del marqués Meier.
Ewan me dirigió la mirada. El duque me estaba obligando a ejercer el papel de malvada. Él sabía que no me negaría por temor a las repercusiones.
—Ewan, nuestro padre tiene razón, él solo piensa en lo que es lo mejor para ti —le sonreí intentando convencerlo.
—Pero… yo te amo.
—Cuando eres un noble, casarte por amor no es algo que puedas elegir libremente. Nos lo han enseñado desde pequeños, hay que seguir las reglas —Insistí, tratando de endulzar el rechazo.
—¿No me quieres? ¿ni siquiera un poco? —dijo mientras apoyaba sus manos en mis hombros.
—No —Mentí.
—Pues no te creo absolutamente nada. No hay ni una pizca de verdad en lo que dices, te conozco ¡sé que no es así!
—¿Aún no te lo ha dicho? —dijo el duque, interviniendo en la conversación—. Ella ya está comprometida con alguien más y se casará el año que viene con él.
Dicho eso, Ewan volteó a verlo con incredulidad. Su mirada se sostuvo el tiempo suficiente como para recomponerme luego de semejante declaración de parte del duque.
—¿Qué? —Ewan estaba impactado, al igual que yo.
—Janet se casará con Sr Asher cuando el solsticio del Oorun del año que viene comience.
—No mientas, ese bastardo es solo un sirviente y apenas se conocieron hoy. Ella misma me lo contó hace unos minutos —dijo Ewan.
La mentira del duque estaba llegando demasiado lejos, pero no podía hacer otra cosa que doblar la apuesta. Con Ewan esperando una explicación, seguí mintiendo descaradamente.
—Lamento haberlo ocultado y haberte mentido, pero no quería que lo supieras hasta que fuera irrevocable. Soy consciente de que tienes sentimientos por mi y creí que ocultarlo era lo mejor para que así no intervinieras… Lo siento, Ewan.
—Y-yo —Ewan parecía desesperado—. Aún me falta escuchar a Sr Asher ¡no me creeré nada de esto hasta oírlo de su boca! —Dicho eso, salió del despacho hecho una furia.
Cuando la puerta se cerró caí de rodillas, todo lo ocurrido era mucho para asimilar. Mantener una mentira así era imposible. Hacer que Asher mienta por mi era imposible. Mientras intentaba ordenar mi mente, el duque acarició mi cabeza y se me heló la sangre.
—Buen trabajo… lo hiciste bien —dijo y volvió a sentarse en su silla. Su fría indiferencia ante la escena vivida me revolvía el estómago—. Sr Asher trabaja para el rey ¿verdad?
—Así es, parece ser parte de los hombres de confianza del rey.
—¿Volverá por la tarde? —Le asentí—. Bien. Esto es perfecto. Llama al mensajero cuando salgas. Le enviaré una carta a su majestad… no podrá negarme este favor.
—Padre ¿Es realmente necesario llegar tan lejos? Forzar un matrimonio apresurado conmigo y Sr Asher ¿no es un poco… excesivo? —dije y el duque me sonrió.
—El fin justifica los medios, pero descuida, prometo que te dejaré divorciarte de él una vez Ewan siente cabeza y tenga su primer hijo. Cambiando el tema. Pensaba castigarte por mostrarle una imagen inadecuada de ti al rey, sin embargo, por tu colaboración de recién… lo dejaré pasar.
Día sí y día también me sorprendía lo mentiroso y manipulador que podía llegar a ser. Ese hombre frente a mi era realmente aterrador.
—Ahora dime, durante tu estadía en el palacio ¿fuiste capaz de ganarte el favor del Rey como te lo ordené?
—No estoy completamente segura de que así sea, pero me ha pedido que hiciera otro trabajo para él. Aún así, deberemos reponer las cabezas perdidas, fue el mejor acuerdo al que pude llegar, lo siento.
—Es mejor que perder nuestras cabezas —su tono de voz era de completa decepción, no estaba tan contento como quería hacerme creer.
—Trataré de hacer un mejor trabajo consiguiendo la simpatía del rey en mi próximo viaje a palacio, se lo prometo, padre.
—No, querida, no tratarás, lo conseguirás esta vez. Así que aprovecha bien esta oportunidad y no me defraudes —empezó a hojear unos papeles mientras seguía con sus críticas hacia mi—. Siempre das problemas, pero tus resultados satisfactorios hacen que valga la pena seguir cuidando de ti… espero que entiendas lo que pasará si esos buenos resultados dejan de aparecer.
—Seré descartada si no soy de utilidad, lo sé, jamás lo olvidaría —dije, para luego morder mi lengua, apaciguando mi malestar.
A veces me daba asco vivir así. Complacer al imbécil del duque era complicado y una constante tortura a mi moralidad y paz mental, pero le tenía más miedo a lo que el duque podría hacerme si lo desobedecía. Solía preguntarme si seguir con todo eso era lo correcto.
—Ya puedes retirarte y no te preocupes, Sr Asher actuará para nosotros.
Asentí, le di una reverencia y me retiré.
Fui directo al baño, me sentía sucia y despreciable. Solo necesitaba una ducha… solo una ducha, para ya no pensar en todas las mentiras que debía mantener, ni en las personas que debía manipular. Dentro de la cálida tina me consolaba pensando que algún día podría escapar del duque, sin miedo a repercusiones. A algún un lugar donde no debiera herir ni mentir a nadie para poder sobrevivir.
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