El peón que cruza el tablero - 12
Una vez acabada la cena, no pude contener por más tiempo mi enojo y decepción. Nada más salir del comedor, comencé a regañar a Julia, sin embargo él hizo caso omiso a mis quejas y huyó hacia su taller.
—Asher, vayamos a descansar. Estoy seguro de que mañana Julia nos explicará cuál fue el motivo por el cual le permitió la entrada a esa niña —dijo Cedric, tomándome del brazo y tratando de convencerme de que este asunto podía esperar.
—Suéltame —dije con frialdad—. Tú también me apuñalaste por la espalda… y no necesito de los consejos de un traidor.
—Asher…
Me libré de su agarre y lo dejé atrás sin permitirle calmar mi ira.
Abrí las puertas del taller y me planté frente a la mesa de Julia con toda la intención de obtener respuestas. No obstante, él prefirió seguir tallando sus artesanías a responderme.
—Julia —lo llamé.
Él siguió acomodando sus herramientas por un momento y luego procedió con su trabajo.
—Julia —volví a insistir—. Tenemos que hablar, deja de ignorarme.
—¿Hablar?, ¿de qué exactamente? ¿De que pusiste tu vida en peligro cruzando hacia Arasta o quizás de que casi matas a Cedric y a Tejú?
Con esas palabras, toda mi determinación se derrumbó. Estaba consciente de que deberíamos tratar ese tema tarde o temprano, pero no creí que Julia ya estuviera al tanto del asunto.
—No sé qué te habrá dicho Cedric, pero ahora necesitamos hablar de esa…
—Cedric no me ha dicho ni una sola palabra, ni tiene por qué hacerlo —me interrumpió, mientras tallaba con cuidado una rama que parecía estar hecha de ámbar—. Yo sé absolutamente todo lo que pasa en Enfys. Desde el punto más alto de los cielos, hasta la profunda roca madre de este continente, nada escapa a mis sentidos.
Lo miré incrédulo, y luego me maldije por haber subestimado el alcance de su poder.
—Si no fuera por mí, te habrías ahogado en el Ramri junto con la pobre Tejú.
—¿Fuiste tú quien nos salvó?
—¿Por qué luces tan sorprendido? Cedric apenas puede mantenerse en una pieza, ¿crees que habría tenido la fuerza para salvarlos?
—¿Está tan malherido?
—Por supuesto, el Numen no le tuvo piedad —dijo y, de un golpe seco con su martillo y cincel, quebró la rama en dos. Luego suspiró y dejó sus herramientas sobre la mesa.
Caminó hacia mí y se detuvo cuando estuvimos frente a frente, luego me señaló una de sus mesas.
—Deja las piedras allí, se las entregaré a Esdras por la mañana.
Su expresión de completa decepción me dolió más de lo que había anticipado. Seguía furioso con él, pero mi falta era más grande que la suya. Bajé la mirada al suelo y me mordí la lengua con fuerza.
—Lo siento —dije a media voz.
—A veces una disculpa no basta, Asher.
—Aún así, me gustaría poder…
—Cedric casi muere por tu culpa, eso es todo lo que necesito saber.
—¡Y tú nos expusiste a un grave peligro dejando entrar a una Moore al palacio!
Sabía que no debí haberle gritado, pero no fui capaz de controlar mi frustración y arremetí contra él como si tuviera algún tipo de derecho. Le había fallado, pero él estaba siendo injusto conmigo. Me equivoqué, pero él también había cometido un grave error al permitir que una Moore entrara al palacio.
—¿Realmente crees que la hubiera invitado si fuera tan peligrosa como dices?
—Es una Moore.
—Lo sé.
—Pareciera que no. ¿Acaso te has olvidado de todo lo que nos han hecho pasar?
—Claro que no lo he olvidado. Pero, que yo recuerde, la pequeña no nos ha hecho nada.
Traté de recobrar mi compostura para razonar con él. Pero no pude ocultar el descontento en mi voz.
—Está bien, es cierto, puedes invitar a quien quieras al palacio, incluso a Moore si así lo deseas. —Me paré firme frente a él y le escupí mi veneno—. Pero no tienes potestad alguna sobre Tejú. ¿Cómo pudiste ofrecerle a esa extraña tratar a mi amiga sin consultarme primero?
Julia sonrió con amargura.
—¿Sabes como curar a tu querida Tejú? —preguntó con voz suave.
—No. Pero ella puede curarse sola, no necesita ayuda alguna —dije, y él asintió.
—Que pueda recuperarse de sus heridas ella sola, no implica que no esté sufriendo dolor.
Sus palabras me dejaron aturdido. Ese pensamiento no había cruzado mi mente ni una sola vez. Sin embargo, a partir de aquel momento, esa idea comenzó a enturbiar mi conciencia, haciendo que mi culpa fuera más pesada.
—Haznos a todos un favor y deja de lado tu orgullo y tus prejuicios por una vez.
—Pero…
—Suficiente. —Alzó su mano en señal de alto—. No quiero escuchar más de tus quejas.
Sabía que seguir con la discusión solo empeoraría el problema. Pero no podía callarme, no cuando sentía que Tejú estaba en peligro.
—Tejú es mi única compañía en este lugar, si esa chica la lastima yo… —Estuve a punto de amenazarlo, pero él me interrumpió con las palabras más duras que había recibido en la vida.
—¿Lastimar? Perdóname, pero no eres el más indicado para hablar, no después de lo que le hiciste pasar a ese pobre animal —dijo, y me señaló—. Mírate al espejo antes de buscar faltas en los demás.
En general, tanto Julia como Cedric solían tenerme mucha paciencia y siempre me trataban con amabilidad, incluso cuando no me lo merecía. Por eso, fue difícil digerir lo que me había dicho.
Mi aflicción fue tan obvia, que Julia suavizó su voz y trató de calmar mi angustia.
—Confía en mí, al menos esta vez. Janet es una buena doctora, yo mismo la he visto en acción y creo que podrá ayudar a que Tejú se recupere más rápido. Además es una chica amable y dulce, quizás podrías aprender algo de ella.
—Cállate… ningún Moore tiene nada que enseñarme —dije indignado—. Quizás ella haya conseguido engañarte, pero yo no soy tan ingenuo.
Me apresuré a dejar las piedras sobre la mesa y me encaminé a salir de la habitación. Lo último que oí de Julia fue un gran suspiro, el cual me hizo arrepentirme al instante. Sin embargo, mi orgullo volvió a ganar la pulseada y pasé la noche con sabor a hiel en la boca.
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