Namaenai Volumen 1 - 2
Capítulo 2: Lejana vista, visita.
[ 2014, Junio, 27 ]
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Con el pasar de las horas, caen las una de la mañana.
Pareciera como si nunca hubiesen llegado personas al bosque, ya que se encuentran durmiendo, o que no existiera más vida que la de los animales nocturnos. A excepción de dos voces, que rebotan a un kilómetro de allí.
Las pequeñas huellas de Umi son marcadas en la tierra casi invisible por la obscuridad, acompañadas de otras de mayor tamaño. Aún se mantiene aquel agarre de manos firmemente.
Esto es, bastante fácil de notar para la chica, quien de algún modo no pegó el ojo durante la larga caminata.
El calor que expulsa el cuerpo del otro al sostener su mano, se volvió más evidente recién a las dos horas de caminar. Desde ahí ha ido creciendo hasta lo que ella percibe ahora.
«¿Será que es el agradecimiento que siento?» se pregunta, mientras balancea el brazo con el que sostiene aquella mano, cosa que de alguna forma al otro no parece molestarle.
«Es bastante similar a la seguridad que sentía el año pasado en su época…», continúa murmurando en su cabeza.
—…Entonces, creo que ya nos habíamos visto, hubo un sueño donde… —se escucha «a medias» a Io hablando.
Umi lo oye de esa forma, a un volumen bajo y con poca nitidez. No le está prestando atención, aunque no es a propósito.
—¿Por qué me hace sentir así…? —estas palabras, sin darse cuenta se le escapan. Llevaban una conversación tan diferente que queda fuera de lugar.
—¿Qué te hace sentir qué que? —pregunta en un tono de curiosidad Io, algo confundido.
—¿Eh…? ¿Dije eso? Mierda —niega con la cabeza a pesar de que sabe que no puede verla.
»Pensaba en algo del pasado, y por unos segundos no te presté atención… —le confiesa, apenada—. Pero sí escuché el resto de la conversación, así que podemos seguir hablando de eso.
—Tranquila, igual no te estaba diciendo algo importante, era sólo algo que sentía… Siento… —susurra éste la última parte, haciendo una pausa—. ¿En qué pensabas?
—Yo… —como si fuera cualquier otro tema, puesto que imagina que no le verá más, y ya que él le contó muchas cosas más de lo que ella a él, se expresa—. Por un momento la temperatura de nuestras manos me recordó a alguien con quien salí, digamos salí…
»Resulta que estoy en proceso de que deje de importarme de manera romántica… Pero no me sale tan bien por lo que pude notar. Más que él, extraño lo que se sentía —se anima a describir—. Era un calor muy bonito…
»Seguridad de que me acompañaría siempre… Tú sabes, la ilusión de creer que esa persona no cambiará como es contigo y creer que siempre te amará y te cuidará…
»Cuando sostienes la mano de cualquier persona siempre se siente frío, se siente incluso lejos aunque se estén tocando. Pero lo que sentía con él… —hace una pausa en medio de la explicación—. Mh… Todavía duele mucho —asiente y suspira.
»Lo gracioso es que tan sólo fueron 2 semanas que… Estuvimos… «Muy juntos»… El resto fueron altibajos —la fuerza con que lo sostiene disminuye.
—Ya veo… —suspira de igual manera—. Entiendo cómo te sientes. Yo también traté de salir con alguien, y esa relación quedó en «nada». Como dices tú, digamos salí.
»Aún es muy cercano a mí, pero creo que no podría tener nada serio con él. A veces es cariñoso conmigo, otras veces con otro amigo… Y con cariño no me refiero al típico juego entre amigos, ya debes saber cómo es eso —ríe bajo.
»Los chicos suelen abrazarse y decirse cosas de broma, pero él no lo hace en broma; pues no es una broma besar a alguien, eso es otro nivel —asiente varias veces.
»Parece que va en serio, y de repente, ¡Se va con otro! Es como… Muy indeciso —tuerce la boca, mirando hacia arriba y a un costado—. No voy a pedir que se decida por mí, no es su obligación, pero… ¿Al menos ser claro con lo que siente?
»Parecía que le gustaba y se le pasaba, y luego le gusta él, y después yo otra vez, y… Se pone más frío cuando no soy yo el que está «en su mira»…
»No sé si sea exactamente la misma situación. Tampoco puedo decir que ahora estoy enamorado de él —suspira, riendo otra vez—. Como sucede tantas veces, ya no puedo verlo igual.
»Ya no me gusta —aclara la garganta—. Lo siento si te incomodó lo que dije. Ya sabes… Por hablar de un chico también.
—¿Eh? Para nada, no me incomoda —parpadea varias veces, sin entender a qué se refiere—. Creo que lo mejor es tratar de ser feliz sin esperar que llegue alguien, porque sino… Bueno, te dejan por cualquiera que se les cruce
Umi tuerce la boca. «No está mal llevarse bien con gente nueva, pero, ¿Por qué Yuu le creyó a alguien que recién conocía, si yo siempre fui sincera con él y me conoce hace años…? ¿De verdad pensó que sería tan mala con Sa…?»
—Yo sí soy feliz —añade la chica—, mi vida ahora es bellísima a comparación de cuando era más pequeña. Debo ser agradecida con eso. Sólo que… En este momento había sentido melancolía… Melancolía… Creo que esa era la palabra.
—La felicidad para cada persona es relativa… Para mí sería sentirme amado por alguien que yo ame. Eso, y poder solucionar todos mis problemas.
»Para ti al parecer significa estar viva físicamente —le comenta lo último en voz más baja, a la vez cambiando un poco la mirada a una de lástima.
—No entiendo a qué te refieres, creo que debe ser por el cansancio —bosteza y se detiene de caminar—. No puedo más, ¿Qué hago? Siento que estoy por… —dicho esto, colapsa. Su cuerpo cae entre las hojas del suelo, por lo que no provoca un ruido tan fuerte en particular.
—¿Umi? —la llama por su nombre, lo cual es inusual si aún no tienen mucha cercanía. Quizás sea como los amigos de Umi, que son muy informales—. 야~ No juegues así.
La zarandea del brazo del que lleva su mano.
—¿De verdad se desmayó? Esto es peso muerto… —la levanta con cuidado de entre el césped y rocas que allí están, colocándosela en la espalda, así llevarla a cuestas—. Espero que no se haya lastimado. Si pudiera ver mejor, aeish…
Io camina con suma delicadeza, esforzándose tanto como puede, porque también se encuentra cansado; al menos eso parece por el movimiento de su cuerpo.
Si ella continuase despierta, seguiría preguntándose por qué lo intenta tanto. No es normal que alguien la trate bien. Hace poco se está volviendo así, pero Io es el otro extremo.
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Paso a paso, el chico logra llegar a las carpas del lado opuesto a las suyas, gracias a una magnífica orientación y esmero. Utiliza su olfato por unos momentos, aún sin bajarla de encima, sino hasta que se halla en frente de la carpa de Umi.
La coloca con suavidad sobre el césped, pues sería de mala educación irrumpir en una tienda que no es suya.
—Supongo que no le sucederá nada malo si la dejo aquí, porque están los aromas que traía consigo… ¿Cómo duermen tantos en una carpa? ¿Todas serán para cuatro? —habla con él mismo en voz baja—. Ya cumplí con mi palabra de traerte…
Se incorpora y estira los brazos, no sin antes dejarle la bolsita de galletas de arroz que llevaban.
—Nos vemos algún día —continúa despidiéndola—, si es que nos vemos… —se da media vuelta, mientras abandona la parte de la preparatoria Tomoedo.
En esa escena, hay un ojo brillante observando desde dentro de la carpa de Umi; la pequeña Sakura, a pesar de la poca conciencia por el sueño, logra apreciar lo ocurrido. Sin decir nada, regresa a dormir abrazando a Yuu.
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[ ¿? ]
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Arriba de un techo anaranjado obscuro, Umi y Yuu se encuentran sentados.
La terraza se divide en varias partes: el suelo común, que es gris; un techo a menos de un metro de este suelo, que es el tejado; y el de más arriba, al que puede accederse tras escalar algo similar a una rampa, una pared inclinada.
Ellos suelen variar entre sentarse donde andan ahora, y el techo de más arriba, dependiendo de la ocasión.
La chica juega con una de las tejas que se desprendió recientemente entre sus manos, mirando al otro que no está muy lejos de su rostro.
—¿Por qué Mina? ¡Eso es nombre de mujer! —grita, riendo a carcajadas el menor. A la vez, levanta sus brazos, exagerando.
—Pero suena lindo~ —ríe fuerte también—. Te diré Mina, porque me gusta cómo suena y te queda.
»O sea, si recién comienzo a considerarte importante para mí, debo ponerte un apodo~ —la chica le da un golpe suave en el hombro—. Yuu Minamoto. ¿Entiendes? Es una parte de tu nombre en sí.
—Oh, bueno —muestra un puchero con sus labios, resignado. Luego voltea a ver hacia arriba— El cielo… —señala con expresión de preocupación.
—¡Es completamente negro! —se cubre la boca con una mano, enarcando ambas cejas.
Dicho esto, comienzan a caer gotas largas y gruesas.
—Ay, en serio… No veo un cielo así desde que vivía en Osaka. Aquí en Tokio nunca lo vi así —le comenta Umi.
—Parece tormenta eléctrica, hay que bajar rápido —el chico le toma de la muñeca, tirando despacio de su brazo como insistencia—. Aunque igual me gusta la lluvia~
Él mismo la baja de allí, con cuidado para que la ropa ajena no se enganche con las tejas. Luego la abraza y la hace girar un poco.
—Ey~ Vamos adentro~… Me estoy mojando… —se queja, realmente le está empezando a hacer frío.
El ruido de la lluvia se oye cada vez más fuerte, el agua nubla todo lo visible junto a una niebla, sumado al color del cielo, que obscurece toda la imagen. Queda un ruido en constante aumento en fondo negro.
—¡Aaaah! —grita Umi, aterrada por el sonido que la consume y la obscuridad. Ella sólo siente la fuerza con la que aprieta los puños.
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Al despertar, se encuentra acostada en la carpa, con las telas de la puerta cerradas. Se talla los ojos y suspira. Frente a ella se halla Yuu, mirándole con una expresión dulce, acostado.
—¡Ah! —vuelve a elevar la voz y lo empuja.
—¿Qué te sucede? Idiota, ¿Así agradeces que me quedé a cuidarte? —ríe el menor y la despeina con una mano—. ¿Tuviste pesadillas? —se le acerca de nuevo, quedando a tan solo centímetros de ella.
—Tengo… —le ve con los ojos más abiertos que pueden estar tras despertarse, no esperaba la acción del contrario. Vuelve a tallárselos—. En otro sueño —le habla como si aún no despertara, la anterior pesadilla la dejó muy confundida para notar que es la realidad—, estaba contigo en mi casa…
»Ese día que llovió mucho. Pero mi sueño lo exageró y me asusté… —lo abraza suave, tratando de normalizar su respiración—. Parece que mi cuerpo te extraña mucho…
»Te abrazaría más si no estuvieras tanto tiempo lejos, y si no pudiera sentir tu aroma que es como una tortura si se me pega…
—¿Tortura? ¿Pero por qué? Siempre me decías que olía rico —le rodea con un brazo aplicando la misma fuerza—. Que estés triste no es motivo para que me digas cosas así…
»O sea, te cuidé toda esta mañana cuando me di cuenta de que estabas afuera. La profesora llamó a levantarse y te traje conmigo porque estás volando en fiebre, les dije que te cuidaría hasta que vuelvan de la misión —le comenta en un tono serio.
—Aish… Nunca dije que fuera feo… Es una tortura porque es muy rico y no existe ningún perfume con tu aroma… Saber que ese aroma no es para mí… Que esa voz tampoco lo es… Que lo que sentía no lo sentiré de nuevo… Eso me duele.
Hay otras fragancias que le gustan más, sin embargo, encontrarlo en la gente es complicado. Tenerlo tan cerca y tan lejos. No es lo mismo alguien que uno ve una vez, que casi todos los días. Similar a tener tu platillo favorito en frente y no comerlo.
—Sólo extraño cómo era yo cuando estaba contigo —prosigue Umi—, lo que yo sentía, y un cuerpo que me haga sentir cálida, una voz linda que pueda escuchar siempre, un aroma que no me abandone… ¿Quizás sí te extraño también? Es confuso.
Le explica tranquila con una voz suave y luego sonríe.
—¿En este sueño estoy enferma? ¿Y… Cómo me curo aquí? —imagina que aparecen unas pastillas. No sucede.
—No estás dormida —le jala una mejilla y le muerde la otra—. ¿Ves? Si eso te dolió, y luego te duele a lo largo del día, es porque te digo la verdad —le acaricia la cabeza.
»Niña depresiva. Te lo explico de otra forma, por las dudas sigas pensando que es una pesadilla —parece molesto de repente—. Te ayudé porque te veías mal, no te confundas.
—Mh… —se separa de él y cierra los ojos avergonzada, pues había confesado todos sus sentimientos—. Gracias entonces —responde en un tono más serio y se da media vuelta.
—Por nada —el menor se sienta a espaldas y suspira pesado—. Para qué me habré quedado… —exhala fuerte otra vez, cruzándose de brazos.
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Luego de una hora de absoluto silencio, se asoma un griterío. Mucho bullicio, pisadas y otros ruidos. Están de regreso todos, sosteniendo frascos agujereados en sus manos. Contienen distintos tipos de insectos, en su mayoría mariposas.
Yuu desliza las telas de la carpa para abrir «la puerta», dándole paso a las otras dos chicas. Se aprecia poco por la falta de luz, no obstante, los insectos que traen son brillantes y coloridos, cosa que llama la atención de Umi.
Se levanta e intenta coger el frasco de Sakura, pero esta se lo mezquina y la mira con una expresión fría, dándole a entender que se siente molesta.
Umi no comprende el porqué, sólo sabe que si le pregunta no obtendrá ninguna respuesta segura; así que simplemente se dedica a observar el frasco de Chitose.
Por otro lado de la carpa, en una línea imaginaria que los separa, Yuu intenta calmar Sakura que llora en su regazo, explicándole que no quiere que se quede a solas con Umi de nuevo, y este se niega repetidas veces puesto que siempre le dice cada vez que habla un segundo siquiera, con otra chica.
—No voy a dejar de hablar con amigas ni con otras chicas sólo porque a ti no te guste. Ni siquiera eres mi novia, y aunque lo fueras no te permitiría obligarme a eso.
—¿Acaso no me quieres…? ¿Por qué me haces esto Yuu…? —desde los ojos de Sakura caen muchas lágrimas, que empapan el jean en el que tiene su cabeza apoyada.
Chitose, por su parte, le explica a Umi todo lo que hicieron durante las horas que estuvo «ausente».
La última pareciese otra persona, súper entusiasmada, abrazando aquello que contiene al escarabajo diciendo «mi bichito». Es una amante de los insectos, por ello tanta emoción.
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Unos minutos después, la profesora llama al alumnado a almorzar. Esta vez de lo que trajeron al viaje, pues no hubo otra «búsqueda de alimentos» hoy.
Se reúnen todos con lentitud en rondas frente a las tiendas correspondientes, sacando de sus mochilas, bolsos y demás, comida para ellos y para compartir.
—Mh… Mh… —solloza Sakura y gatea hasta las piernas de Umi, para acostarse en ellas—. Hermana… No me gustó lo que hiciste. No salgas en medio de la noche. Además, ¿Para qué quieres a Yuu si ya tienes novio? —esto se lo dice en voz más baja.
—¿Eeeh? —le mira arqueando una ceja, seguidamente niega—. No tengo novio, y tampoco quiero salir con Yuu. Es sólo mi mejor amigo, al igual que tú y Chitose —le gusta todavía, pero ya no lo ama, así que salir queda fuera de término.
Por algún motivo, Yuu se muestra incómodo al escucharlas y se va a conversar con Shin.
—¿Y ese chico de ayer? El que te trajo a la madrugada, ¿Quién es? —le ve fijo, alza un brazo para hundir el índice en una mejilla de Umi repetidas veces.
—¿Me trajo alguien…? —la mira también, muy intrigada—. ¿Era de casualidad un chico alto, de cabello negro azulado como el mío?
—¡Sí, sí, ese! ¿No recuerdas que te trajo aquí? ¿Y quién es? —Sakura insiste con las preguntas, sus ojos brillan de la rebosante curiosidad.
—Ni idea de cómo me trajo, recién me entero. Y de quién es… Un chico divertido y tierno que no conozco, que quizás no le presté tanta atención porque estaba muy cansada ayer…
—Oh… Uhm… —se le dibuja una sonrisa pícara y la codea—. Eh~ ¿Tierno y divertido? —ríe animada.
—¡Y bueno! —se da cuenta de que se puede malinterpretar, así que ríe fuerte—. La cosa es que fue raro, no me cayó mal —con una mano juega con los cabellos ajenos y la otra la usa para comer un poco de galletas de arroz.
—¿Te gustó ese chico? —la molesta, con la misma expresión divertida. La mira con ambas cejas enarcadas y achicando los ojos.
—Ja. ¿Cómo puede gustarme la primera vez que hablamos? —desvía los iris hacia abajo, nerviosa.
—Y… No sé, tú sabrás —le dice sin apartar la vista de ella, sacando de la bolsa también.
—Ah… Ya —capta la indirecta. Recuerda que de Yuu se enamoró a primera conversación.
Se lo ve a Yuu hablar con varios chicos aparte de Shin. Chitose, por otro lado, con Risa y ríen a carcajadas. Todo es bastante tranquilo a pesar de las discusiones y demás de hace poco, y aunque se mantengan, al menos no hay violencia.
Ahora, en la cabeza de Umi se presentan varios deseos. Extraña comer lo que puede prepararse cuando está en su casa, jugar juegos, ver anime…
En sí todo lo que hacía de pasatiempos, porque de personas no hay alguien que la extrañe. Se hallan aquí.
Comienza en su mente la música de fondo, los colores. Se apaga el mundo y se pierde, sólo escucha y ve a Sakura porque es con quien está. La bella morena la abraza con cariño y se deja dar de comer, sonriendo.
«¿Qué será lo que piensa Sakura, que se entristeció por mí y ahora me sonríe? ¿La habré hecho sentir mejor?»
—Ey Sa, tengo una curiosidad —le comenta, mirando hacia abajo a quien tiene todavía en su regazo.
—¿Es sobre lo de Yuu? Olvida eso, es un estúpido —pone una mueca de disgusto momentánea—. ¿No te sientes incómoda de no bañarte hace tres días?
—Bañarme… —se había olvidado completamente. Toca las puntas del cabello propio, comprobando la resequedad de este—. ¿Ustedes se bañaron?
—No, la verdad. Anduvimos a puro perfume y desodorante. Creo que hoy debíamos entrar a unas aguas tibias que dicen que hay por estas zonas.
—¿Aguas tibias? ¿En serio? ¿Quién te dijo eso? ¿Por qué no lo sabía? —como siempre, no se entera de nada.
—Mientras dormías, nos lo dijo la profesora, dentro de un rato cuando terminemos de comer… ¿Preparaste otra ropa? —la mira extrañada, ladeando un poco la cabeza.
—Sí… Pero… Era… No sé… —piensa que la otra vestimenta que trajo podría arruinarse—. No sé por qué traje esa, te juro.
—Tonta —le da un golpe suave en la cabeza.
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Pasan treinta minutos más o menos. El chico de cabello rizado se acerca a Sakura y se la «arrebata» a Umi.
—Ya comí, ahora te quedas conmigo, niña imbécil —le llama así de cariño a la gente aunque no parezca—. Eres mía y te vas a poner bien o te reviento a puñetazos —Yuu la acomoda sobre su regazo. Obviamente no lo dice en serio.
—Deja de molestar, aléjate —Sakura lo mira muy mal, frunciendo el ceño.
—Mmm, no~ —la abraza y le besa ambas mejillas—. Te quiero, deja de andar idiota.
—Waaa… —se queja la contraria en voz baja y su rostro se torna rojo—. B-bueno… Te perdono esta vez.
—Animales bellos —gatea hasta ellos tres Chitose, mirando a la dirección de cada uno—, vayan preparándose, ya vamos a salir para ir a bañarnos.
—¡¿Ya?! —dicen los tres al unísono, sorprendidos.
—Claro, si mañana… No, hoy a la madrugada estamos volviendo. No puede estar el autobús súper mal oliente.
—Yo quiero saber algo… —levanta la mano Umi, como si se tratara de una clase.
—Te respondo lo que quieras mientras vayamos —le toma de la mano Chitose—. ¡Vamos chicos, agarren la ropa! —lidera la «operación baño.
El grupo se adentra a la carpa a buscar las bolsas donde trajeron las prendas y toallas. Las cogen y se encaminan hacia al resto de chicos que la guía ya ha juntado.
—Umi, no te olvides que yo traje tu ropa~ —le dice Sakura—. Aunque no sé por qué escogiste esa —alza los hombros—, pero yo la traje —vuelve a tomar la mano de Yuu y mira adelante.
—Y, ¿Qué me ibas a preguntar? —expresa su curiosidad Chitose, agachándose un poco al hablar.
—¿Nos bañaremos en aguas termales? ¿O cómo es la cosa? —ladea la cabeza.
—Naaah, ya quisieras —suspira y ríe. Se cruza de brazos mientras le explica—. Pagamos unas bañeras «gigantes» digamos, nos bañaremos en algo semejante a un caldero, ya sabes, la forma «tradicional», y allí hay shampoo y jabones.
»Lo que pagamos por el viaje debía ir a alguna parte, ¿No?
—Oh~ —asiente varias veces con la cabeza.
Yuu y Sakura van riendo fuerte mientras caminan, Chitose y Umi ahora hacen silencio, aunque no se nota mucho debido a las voces del resto.
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Es una parte diferente del bosque, por un camino con tantas vueltas que es difícil imaginar siquiera que la guía lo recuerde, como si estuviera hecho para perderse o nunca llegar.
«¿Será de veras una gran sorpresa?», es uno de los pensamientos de Umi.
Hay muchísimas flores, hasta de colores inimaginables, resplandecientes, con aromas suaves y fuertes, similar a si se abriera paso al cielo entre más cercanía al destino.
Sólo un pequeño detalle: hay hoyos y bajadas repentinas, cosa que le es advertida al alumnado.
Se aprecia demasiada belleza, algo que seguramente nadie desearía que «el hombre» destruya.
Un par de resplandores aparece en una dirección, diferente al de las plantas. Aquel reflejo parece como pequeños arcoíris. Esto llama la atención de Umi, quien codea a Chitose para comentarle.
—Deja de drogarte gran señora estúpida, seguro es el sol con algún cristal o algo así —rueda los ojos, negando.
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A pasos tranquilos, ninguno parece cansarse por más distancia existente. Varios tropezones se sienten, algunos agujeros del suelo están cubiertos con hojas.
—De milagro aún no me caí —ríe bajo Umi, que se pregunta cómo eso es posible.
En realidad, sus tropiezos no son sólo por distraída.
A veces, a sus tobillos se les olvida que tienen un cuerpo que sostener. Y sin exagerar, uno (cualquiera de los dos) se dobla hacia un costado de repente, mientras que la otra pierna se queda quieta, como si la clavasen desde el pie.
—Concuerdo totalmente —se estira de brazos Chitose, a la vez que hace un quejido—. Supongo que no falta mucho para llegar, lo incómodo es llevar todo esto.
—Sí, es verdad, ¡Es molesto! —comenta Sakura, haciendo pucheros mientras mira a sus amigas.
—Tch, tch —Yuu hace un sonido gracioso, dándole seguido a esto un golpe suave en los labios—. ¿De qué te quejas? Si yo llevo tus cosas, niña.
Esta vez ríen fuerte los cuatro.
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A unos minutos, Risa y Shin se acercan a ellos. Uno por molestar, y la otra… Por molestar, también.
Risa los observa fijo, como si buscase atravesarlos, y Shin canta de manera graciosa canciones que jamás imaginaría uno que es posible pronunciarlas así. A pesar de sus intentos, esto sólo parece alegrar más el ambiente.
Van los seis riendo ahora, ninguno queda fuera; hablando tiernamente unidos, jugando cual niños de primaria para matar el tiempo: se empujan, se ponen el pie, se esconden uno tras otro, pelean con miradas, se muestran la lengua.
Difícil pensar que tienen la edad que tienen, pero se puede decir que poseen un «lindo espíritu de viaje».
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Luego de casi una hora, se detienen todos frente a unas grandes puertas de madera, las cuales son abiertas por la profesora guía. Tal como el hermoso recorrido, el sitio donde se encuentran las bañeras se ve bastante cuidado y limpio.
Los jóvenes se estiran, sentándose unos minutos para descansar. Parece el patio de una casa en donde se acomodan. El suelo se ve liso por las rocas, se nota el hecho de que lo prepararon de manera artificial.
Dentro de estas puertas, hay otros dos pares de igual tamaño, que indican las zonas en donde se bañarán los chicos y chicas. No hay mixtos en este caso.
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Tras unos minutos de reposar, van preparándose para el baño. Agarran toallas, ropas, y demás, acercándose cada uno hacia la entrada que le corresponde.
Risa abre las puertas de su lado, dejando pasar a todos los grupos de chicas. Como si fuera una mesa llena de tazas, están ubicadas las bañeras. Lo mismo del otro lado, sólo que abre Shin.
El paso es cerrado ahora, nadie puede ver hacia afuera. No hay mucho vapor proveniente por la razón de que el clima no es agradable para ello.
Enfocando al lado femenino, se ve que andan todas con trajes de baño. Esto debido a que no todas son tan cercanas al punto de verse desnudas, cuestión de comodidad.
Las luces hacen brillar más las figuras, adornando como si fuera parte de un cuadro. Las siluetas delicadas se unen a otras mucho más grandes y altas, mostrando así que ya comenzó el objetivo principal del día.
Antes de ingresar, todas toman una ducha previa con el jabón y pequeños baldes de agua que también se hallan allí. Y terminado eso, se sumergen en esas enormes construcciones.
—El agua está hermosa, ¿Viste hermana? —Sakura habla entre burbujas, pues esconde un poco la boca en el líquido.
—Mh… —tuerce la boca hacia el lado izquierdo—. Puede ser Sa —le responde casi neutral Umi.
—¿Cómo que puede ser? Es linda~ —la pequeña la zarandea confundida, riendo.
—Más lindo que el agua, es el arte que traen para mí vestidas así —Chitose alza las cejas varias veces viéndolas.
Las tres ríen fuerte, y dan vueltas en la bañera, igual tratando de no salpicar a las mochilas de la cercanía.
—Ay~ Tienes los pechos tan firmes. Ya quisiera yo tenerlo así —le comenta Umi a Sakura, mientras se los aprieta despacio.
—Confórmate con tus bolas de grasa —ríe nuevamente, quitándose las manos de la menor de encima. Sin embargo, ahora ella agarra el busto de la otra—. Eres una acaparadora. Me dejaste con limones.
—Pero esos limones son mucho más suavecitos y bonitos, así que no te hagas problema —baja con cuidado las manos de la otra hacia el agua, y regresa una mano propia arriba, para hacerle cariño en la cabeza a Sakura.
«Me tomó desprevenida… Pero bueno, no me tocó al medio así que no pasa nada. Si no, hubiera sido muy difícil no querer devolvérselo». Se siente nerviosa, de buena forma.
—¡Oh! Podríamos lavarnos el cabello —propone Umi—. Sé cómo hacer para que no dejemos el agua horrible.
No lo habían hecho ya que muchas no traen siquiera shampoo, y en algunos casos, la impaciencia.
—¿Cómo? —Chitose y Sakura la miran con curiosidad.
—Nos lavamos de a una, o sea… Una se jabona y saca un poco la cabeza, otra le echa agua para que se enjuague, y cae fuera de esto para que no termine pegajoso. Tratemos de usar eficientemente lo que hay.
Las otras dos comienzan a reírse.
—Queda gracioso cuando usas palabras «difíciles» según tu criterio —la molesta Sakura—. Bueno hermana, lávame bien entonces —le hace una sonrisa pervertida, bromeando.
—Ya~ —Umi golpea leve el hombro de la otra—. Te lavaré primero, entonces.
—Muestren todo~ —las codea Chitose, bromeando con ellas también.
Así como Umi explicó, se van turnando para limpiarse el cabello. Las chicas de las otras bañeras, al verlas, copian su acción. De esta manera, este piso de piedras especial que evita que se lastimen, queda cubierto de espuma.
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Cuando terminan con el enjuague, regresan a meterse bien en las «tacitas», seguramente por querer disfrutar más. A excepción de Umi, quien se mira las palmas de las manos llenas de líneas por el tiempo que llevan en el agua.
—Yo pienso salir —les avisa, levantándose lento—. Odio quedar como pasita.
—Vaya, shu, shu —la «corre» Sakura, haciendo una seña con la mano.
Entre risas, Chitose copia la acción de la otra también.
—Ni suerte me desean, malditas —sabe que están bromeando—. Nos vemos en un ratito~
Umi baja de ahí y sale, exprimiéndose el cabello. Luego agarra las prendas para cambiarse en una mano.
Cierra las puertas de donde salió y echa un vistazo a lo lejos, notando así que los chicos también continúan bañándose. Sonríe apenas.
Seca sus lentes con la toalla, feliz de haberlos lavado junto a ella como siempre. Cambia su traje de baño por la ropa interior. Se viste con una camiseta color beige y un jean negro.
Vuelve a colocarse los borceguíes, y guarda en una bolsa de su bolsillo lo que ya está húmedo. Claro, no puede volver a ponerla allí ahora que se llenó.
—Ah~ Qué lindo se siente estar limpia y fresca —se estira de brazos. A la vez bosteza, pareciera tener más sueño que antes.
—Obvio~ —se lo ve a Yuu sentado a un metro, con la toalla en las caderas y el torso descubierto.
—¿Estabas… Mirando cuando me vestía? —se queda pálida, no tiene idea de cómo reaccionar.
No le da vergüenza de que la vean, sí de verlo así. Siente como si de repente le diera un hormigueo frío por la espalda, similar a cuando se entera de algo triste de la nada.
—Sí~ —sonríe, con ambas manos sujetándose el mentón—. No te pongas nerviosa, ya te vi antes.
—Mh… —baja la mirada, recordando que él le ayudó a probarse vestidos alguna vez—. Es cierto… —deja salir un suspiro largo—. ¿Por qué saliste primero?
Analizándolo bien, nunca ha sentido pena por no llevar ropa puesta, pero sí de ver a alguien más así. Aunque en este momento, verlo tampoco le causa eso.
—Porque odio quedar como pasita —Yuu se levanta y truena los dedos, estirando los brazos. Se acerca a ella despacio.
—Ah… —mira al costado, recordando que es lo mismo que ella dijo minutos atrás—. Ve a vestirte —le empuja el hombro con un dedo, intentando ser suave.
—Tú no me mandas —sonríe y rodea la cintura de la otra en un abrazo.
—¿Qué te pasa? —lo aparta con algo de fuerza—. No me jodas así… —no le agrada que haga eso ya que no es cariñoso con ella desde que «terminaron», sabe que lo hace a propósito en el afán de molestar—. Ve a vestirte —le insiste, haciendo un puchero que le nace del alma.
—Aaaah bueno~… —se queja, soltando aire. Desde los brazos se denotan sus músculos, marcados y ligeramente grandes, no exagera de «masa» como los de Shin.
Sus abdominales parecen dibujados por las líneas que poseen, con un buen relieve. Sus piernas, pese a ser delgadas, también están muy entrenadas; y su trasero es más grande de lo que uno espera en un hombre, quizás por usar seguido bicicleta.
El chico recoge de la cercanía primero que nada la ropa interior, y se deja ver cómo va agregándose prendas hasta estar arreglado por completo.
—Qué niña molesta, no te dije nada malo por andar así.
—A mí no me gusta verte desnudo… Que a ti te guste ver a cualquier chica desnuda es otra cosa —continúa mirándole de forma seria, aunque por dentro no está segura de si de verdad le molesta eso en particular.
—No cualquier chica, sólo chicas bonitas —añade con tranquilidad, alzando una mano con los ojos cerrados.
—Imagina que dije gracias, entonces —camina, alejándose de ese lugar de encuentro, queriendo darse la idea de que nunca lo vio y no hablaron en ese momento.
«Raro que me diga bonita, supongo que es de cariño. Sólo que… Verlo así… Me hace pensar en tantas cosas… Extraño mucho la relación que teníamos antes».
[censurado por políticas de contenido]
El fondo y todas las escenas del recuerdo se tornan blancas. Umi deja de pensar en esos momentos que, aunque puedan parecer estúpidos para muchas personas, para ella es algo muy especial.
—¿Le habré tenido mucha confianza? —habla sola en voz baja, de todos modos, está lejos de Yuu—. Siempre me pregunto por qué no sentía vergüenza de estar así con él en el pasado.
»Ahora mismo, verlo no me provoca un sonrojo, ni tampoco que él me vea. ¿Qué es exactamente para mí estar desnuda…? —hace una pausa, mirando hacia el cielo—. Me daría más vergüenza mirarlo a los ojos, siento que me desnuda de otra manera.
Toma asiento en el suelo y se acomoda abrazando las rodillas propias, escondiendo el rostro entre ellas. Sin querer, el sueño se apodera de la chica.
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Transcurren veinte minutos. El lugar se siente tan lleno de voces que terminan por despertar a Umi.
Sakura ríe muy animada y salpica a todos con su cabello mojado, sumada a Chitose, quien sacó una pistola de agua de quién sabe dónde y deja empapado a los que se cruzan.
Las gotas de agua brillan como cristales gracias al sol que permanece en el cielo, y se forman pequeños arcoíris que algunas de las adolescentes intentan tocar. El bosque Ishihara pareciera que existe para ser arte.
De esto se percata Shin, en un lugar apartado, quien se ve que luego de haber presenciado aquello agarra un lápiz y una hoja que coge de su bolsillo. Risa se sienta a leer discretamente a una pequeña distancia.
La profesora, quien también tomó un baño junto a las chicas, se va hacia el centro de la escena. Al asumir que todos están limpios, los llama, así regresen al camino por el cual llegaron allí.
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Pasan varias horas. Se distingue un cielo nocturno y estrellado, luminoso por la luna que se aprecia casi llena. Se ve enorme pese a lo incompleta.
Umi se encuentra mirándola como si quisiera dibujar sobre ella por lo blanca que está. Chitose se le acerca y posa la mano en el hombro ajeno.
—La luna inspira, ¿No? Un lienzo tan grande —sonríe amplio, estirando los dedos hacia la ventana. Entre su índice y el mayor es posible ver el astro.
—Sí… La verdad… Es un lugar muy lindo este, lo voy a extrañar —le responde mientras acomoda el equipaje, viendo de a momentos de nuevo hacia arriba.
—Mh… Fue divertido —asiente Sakura al acercarse al par, liviana por no llevar nada encima.
—Y… Por desgracia, no iba a ser eterno el viaje, pero quiero regresar y comer algo rico en mi casa —les sonríe Yuu a todas, de manera natural porque puede con el peso que lleva.
Se ve cómo se llenan de a poco los autobuses. El silencio es más que las voces debido al cansancio de las actividades de la tarde; fueron las más extenuantes de todo el tiempo que permanecieron allí.
Un motor enciende tras otro, los árboles se mueven y la luna persigue a los vehículos. La noche es fresca. Una brisa les revolotea el cabello, pasando a través de una simple abertura de las ventanas que esta vez dejaron intencionalmente.
El cuarteto se mira en silencio, y luego ven a los demás durmiendo. Les resulta algo extraño para el corto tiempo que llevan ahí dentro.
—Umi, Umi —Chitose toca la mejilla de la otra un par de veces—. Gran señora estúpida~ ¿Qué tal si dibujamos? Aprovechando la vista que tenemos.
—¿Cuál de las vistas? ¿El paisaje, o a ellos dos abrazados? —señala de modo indiscreto. Al estar distraídos, no cree que se molesten.
No todo el tiempo siente celos. A veces el arte le supera. Esas escenas de «manga shoujo» como siempre dice.
—Podemos dibujar ambos, hagamos cada una nuestra versión —saca materiales para que dibujen ambas, entregándole unos en la mano.
—Gracias Chi~ —ella dejó los suyos en casa por creer que no tendría tiempo de ningún garabato.
Coge cada una un lápiz y goma, hoja y cuaderno, usando el último de apoyo. Unos trazos finos se desplazan por el papel. Forman lento y con cuidado rostros y árboles, flores y demás, de distintos tipos y estilos dependiendo de cada una.
Umi se siente relajada escuchando cómo pasa el grafito por el papel. Si hay algunos sonidos que le causan tal alivio, serían exactamente ese y el de las pisadas. Al menos, de los que ella disfruta en la actualidad.
Chitose termina su boceto más rápido como lo usual y comienza a pintar. Umi es lenta para dibujar (así siempre para la mayoría de las cosas), por lo que apenas va por la mitad del sketch, pero sonríe a sí misma por su progreso.
Por un lado, se aprecia un dibujo de los cuerpos de las personas que se encuentran atrás, acostados y abrazados a las raíces de un árbol con flores que les adornan, aunque pareciera que los atrapan entre las verdes hileras espinosas.
En ese estilo de arte, todos los personajes tienen los párpados negros. Es el arte de Chitose.
Por el otro, muestra el paisaje que se ve en el momento, y un collage de Sakura y Yuu en distintas caras y posiciones. El estilo es en general más tierno, lleno de corazones y rayas de colores dentro de la hoja. Así le sale a Umi.
Chitose tarda en pintar, así que se calcula que podrían terminar juntas. Al cabo de treinta minutos, ambas obras se encuentran listas y se las muestran entre ellas.
—Qué tierno dibujaste, me gusta como quedó —Chitose acaricia el papel contrario por una esquina.
—A ver el tuyo… —Umi fija la vista—. Woah~… Se ve algo tétrico, pero me agrada mucho —se queda apreciando los detalles, con unos ojos brillantes.
—Sí Umi, ¿Viste qué lindo quedó? Así quiero que me dibujes, no como lo haces tú, no me gusta —comenta Yuu, que no parece agradarle para nada su representación.
—Bueno, a mí también me gusta cómo le salió, pero… El de Umi también es muy bonito… —opina Sakura, mirando con preocupación a Umi. Se ve nerviosa, como si se quisiera comer las uñas por la manera en que las tiene sobre los labios.
—No quiero que ella me dibuje más, me dibuja feo, no me gusta —regresa la vista a la chica de más baja estatura—, te lo prohíbo —ordena con un tono cortante hacia Umi, molesto.
—No puedes prohibirme dibujar, o sea existe algo llamado-
Se queda pálida al ver cómo Yuu con un lápiz deja lleno de garabatos su hoja.
—¿Libre expresión? Obviamente, eso acabo de usar. Cada vez que me dibujes lo voy a arruinar.
—Agh… —la manera en que se queja suena más como un gruñido que otra cosa.
Chitose y Sakura se alejan rápido hacia la parte trasera del autobús al escuchar el quejido de Umi.
—Yuu… —le mira muy enojada y triste a la vez. Alza la mano y se la deja marcada de una bofetada en una de las mejillas, seguido de rayarle con un marcador la frente—. Eres un idiota, me costó mucho.
—Jum —aprieta la mano con la que le golpeó—. ¿Y? Si yo digo que no quiero, es no quiero.
—Mh… —sabe que su reacción fue violenta, así que no le sorprende lo que sucede. Intenta librarse del agarre forzoso, consiguiéndolo por cansancio—. Bueno, no me pidas más que te dibuje entonces, y listo —regresa a sentarse en donde estaba.
—Me debes dibujar cuando yo quiera y no acepto un no por respuesta.
—Me… —comienza a reír, pero de molestia—. ¿Me estás jodiendo? No pienso dibujarte más, me rayaste este… ¿No escuchaste tus palabras? ¿No viste lo que hiciste? Estúpido.
No hay otra palabra que Umi use para insultar de verdad.
Se cruza de brazos, apretando los dientes. Mientras, las otras que se alejaron regresan a sus asientos al ver que ella vuelve a acomodarse en su lugar.
—Tranquila Umi… —Chitose le acaricia el cabello, suspirando—. Yuu es tonto por naturaleza, ignóralo.
—Sí… No le hagas caso —Sakura toca la mano de Umi de igual manera—. Yo lo castigaré por ti.
—Todo tuyo Sakura, confío en tus castigos —le sonríe a ambas—. Gracias chicas… Las quiero mucho… Muchísimo —las abraza y les da palmadas suaves en la cabeza.
«¿Qué mierda le pasó a Yuu? Nunca actúa de forma tan irracional… ¿Realmente estaba tan mal el dibujo? O quizás ya venía enojado conmigo, no sé…».
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Unos minutos luego, Umi se duerme mientras Chitose juega con sus hebras color ébano. Se escucha a Sakura regañar hasta el infinito a Yuu a la vez que le raya los brazos y rostro. Yuu se muestra indiferente, a pesar del berrinche de la mayor.
Hay muchas luces naturales por la ventana, que hacen ver como si todo estuviese reluciente a pesar de la hora.
Las luciérnagas, las estrellas y la luna, de verdad el paisaje consigue en ocasiones compensar un mal rato con su belleza. El sonido suave de las hojas chocando despacio con las ventanas, los grillos, el viento y…
El recuerdo de un bosque que se siente cada vez más lejos. Esa es la parte triste.
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[ 2014, Junio, 28 ]
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El sol aparece a tempranas horas de la mañana. Sus rayos traspasan los vidrios y aberturas, provocando que despierten los pasajeros en el vehículo.
Umi refriega sus ojos, siendo una de las últimas en despertar. Bosteza y estira los brazos.
Echa un vistazo al perímetro, su grupo aún duerme. Sonríe para sí y se acerca a la ventanilla: no hay rastro alguno del bosque. Está en el centro de la ciudad, cerca de su casa.
Con la intención de no perturbar el sueño de nadie, coge su equipaje y se dirige al conductor a pedirle que pare el autobús.
Este accede y ella baja por las escaleras ni bien se abren las puertas. Una gran cantidad de humo cubre parte de la vereda cuando el vehículo arranca de nuevo.
—Ah~ —parece un suspiro más que un bostezo—. Me siento tan cansada a pesar de que sí dormí… Se acomoda la mochila en la espalda, mirando los alrededores.
»A ver… ¿En dónde estoy…? Mi casa era… Supongo que cerca… Por allá se ve la cuadra anterior de la plaza —camina hacia allá sin apartar la vista del camino. Umi, en general, tiene problemas para orientarse.
De entre los árboles, aparece una figura desconocida para la chica. Una persona de cabello negro rojizo hasta los hombros, con una mirada que alerta a cualquiera a alejarse.
No obstante, sin sentir un verdadero aroma hostil, Umi no se percata de su presencia hasta que le toca el hombro.
—¿Qué tal el viaje? —aquel con una apariencia de dudosa edad, que parece adolescente por todas partes, aunque sus ojos cuenten otra historia, la observa fijo.
—¿Te conozco? —parpadea varias veces, con una expresión de confusión, arqueando una ceja—. Disculpa si eres alguien del otro curso, no reconozco bien las caras…
Antes de que le conteste, él sólo muestra una sonrisa amplia y se aleja del mismo modo en que vino. No se esfuerza en ser sigiloso, y aun así, desaparece de la percepción de Umi.
Ella gira sobre su eje en cortos pasos, como si emulara la aguja de la brújula para volver a guiarse. No recuerda por qué se detuvo de caminar hacia la otra cuadra, así que continúa.
Cuando llega hacia donde planea desde el inicio, ve que en la manzana en donde ella estuvo de forma literal hace un momento, se encuentra ese chico que cuidó de ella días atrás.
Más que su cara, ve su silueta, y sus goggles. Quizás a sus ojos sí los reconocería si no estuviera tan lejos. Son extraños, por los párpados que parecen sombreados aunque no lo estén, y ese color amarillo tan brillante en sus iris.
—¡Io~! —alza la voz y el brazo, moviendo la mano derecha para saludarlo.
—¡Umi~! —sonríe amplio y la saluda de igual manera.
—¡Io! —sonríe también, divertida. Da un pequeño salto en el lugar, ni sabe por qué, ¿Cómo expresión?
—¡Umi~! —comienza a reír, negando con la cabeza.
Ninguno de los dos cruza hacia el otro lado, sólo se miran desde lejos por unos segundos más y siguen por su trayecto.
—Uwwaa~ Ese chico… Es muy hiperactivo, creo que no me cae mal —dice en voz baja para sí misma—. Me hizo recordar a Mina… Extraño cuando Yuu era Mina…
»Pero seguro que este chico es mucho mejor… —frunce el ceño y suspira—. No puede ser que si veo a alguien sonreír y gritar piense en él…
»Mina ya no existe, ahora sólo está Yuu —tuerce la boca desganada y apresura su caminar. Bien llegue me echo a dormir un siesta más, el cansancio no se va.
La razón por la que Umi se encuentra obsesionada con Yuu, no es sólo el amor. Durante toda su vida, hasta que cumplió catorce años, ella no había tenido amigos, y sus experiencias con la gente no eran ni de cerca agradables.
Umi originalmente era una persona cariñosa, que siempre les decía a los niños y niñas que quería ser su amiga, y les hablaba de los dibujos que veía en la televisión, o de las historietas que ella estaba haciendo.
Sin embargo, la gente sentía cierto rechazo por ella. «Eres horrible, aléjate», «das asco», «molestas», «tu cabello parece pegamento», «no pareces mujer ni hombre, no te gustan las cosas de chicas pero eres mujer, ¡No esperes que quiera hablarte!».
«Qué asco, ¿Cómo te pueden gustar las niñas y los niños?», «das miedo», «ojalá te mueras pronto, molestas», «me da vergüenza decir que soy tu hermana, si estamos en la calle haré como que no te conozco», «te odio».
La escuela era gritos todos los días, golpes, insultos y gente deseándole la muerte, llegando siempre a su casa lastimada y asustada.
Tenía que esconder sus heridas por miedo a que su padre la castigue, ya que él decía que lo más seguro es que era «su culpa por querer llamar la atención».
El terror constante de no saber si regresaría a su casa en una pieza al día siguiente, le provocó la adicción de estar más dentro de su cabeza que fuera de ella.
Cuando Umi creía que ya no hablaría nunca más con nadie, y trataría de ser una persona agresiva para ahuyentar a la gente que la quisiera lastimar, se presentó aquel estudiante transferido; que contra todos los intentos de Umi por mantener la distancia, lo mismo se adentró en su vida.
Fue durante el último año de la escuela Intermedia, cuando Yuu hizo todo lo posible con el fin de que Umi deje de temerle a la gente. La primera persona que quiso escuchar sus quejas sin decirle «te haces a la víctima».
La primera persona que buscó abrazarla sin querer aprovecharse sexualmente aparte de su familia, que en vez de golpearla la defendió de sus agresores, que en lugar de burlarse le decía sus virtudes.
El único en decirle algo que a ella la dejó marcada: «gracias por existir».
Cuando todo el mundo la aborrecía, una persona, le dijo que no quería que ella se muera, y que la quería muchísimo.
No es fácil superar tu primer amor, pero, ¿Cómo se supera a la persona que ayudó a uno a pensar en sí mismo como alguien que no es una molestia?
Incluso Yuu se ganó las burlas de muchísima gente por culpa de que lo veían hablando con Umi, y a él le importó más seguir siendo su amigo.
Umi lo quiere mucho más allá que decir «oh, es lindo».
No obstante, que él haya sido de esa forma con ella, no quita tampoco los malos ratos que le hace pasar a veces por sus berrinches, ni el hecho de que prefirió creerle a alguien que recién conocía antes que a ella.
Desde que Yuu habla con Sakura, siente que es una persona diferente, y es por el mismo motivo que separa en su mente a «Mina» de «Yuu».
Las dos cosas superpuestas, hacen que para Umi sea imposible saber qué es lo que debe pensar.
Vale más que haya salvado su vida, por supuesto. Pero que hiciese aquello, no quiere decir que él vaya a estar para siempre a su lado de forma romántica.
Una cosa no tiene que ver con la otra. Sin embargo, ella desconoce en totalidad acerca de cómo debería ser una relación de amistad o de amor. Ni siquiera entiende bien cómo es una relación familiar normal.
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Transcurren sólo siete minutos en ese trayecto de cuatro cuadras. No imaginó que podría llegar en tan poco tiempo. La carrera por el sueño es efectiva.
Ingresa despacio a la casa, y cierra con cuidado la puerta tras ella, para evitar despertar a los demás.
Deja en el sofá sus cosas, no podría llevarlas por las escaleras con tal agotamiento, apenas puede con ella misma.
Tras subir, «escala» hacia la parte superior de la litera, y como si tratase de un parpadeo, se queda dormida.
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[ ¿? ]
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—Ah~ Me gusta estar aquí —habla sola, refiriéndose al mundo onírico—. Qué ventaja es poder tener conciencia, al menos mientras no sea una pesadilla.
»¡Cómo extrañaba soñar libremente, y no esos malditos recuerdos! Soñar y saber que estoy soñando…
»Cuando sueño recuerdos, me veo en tercera persona y no puedo moverme, no puedo hacer nada… Ahora puedo estar tranquila —sonríe divertida y vuela, agarrando nubes, las come.
Nota una silueta conocida no tan lejos, así que va saltando por lo blanco del cielo para hacerlo más divertido.
Al fin del camino, se encuentra con aquel chico, Io. Lo mira con atención, analizándolo.
En su rostro puede apreciar con claridad el lunar poco debajo del labio a su derecha. También que un color más obscuro rodea sus ojos, como si estuvieran pintados aunque eso no sea maquillaje, y resalta mucho en su piel pálida.
Todo esto ya lo vio con anterioridad, sólo que ahora lo contempla mejor. Su nariz y boca se ven nítidos por muy pocos segundos, forman parte del todo, pero le es imposible enfocarlo por largo tiempo.
A veces se borran, cuando esta despierta es igual. Regresan fragmentos de las facciones mientras no intente que sea el primer plano de la imagen en la que se enfoca.
—Umi~ —la toma despacio por la cintura y se apega a ella en un abrazo—. Hola~…
—¿Hola? —ladea la cabeza, confundida. Corresponde al abrazo, respirando tan suave como el agarre—. Puedo sentir tu aroma a pesar de que duermo… Y tu calor…
»Esta vez, sí lo siento como tuyo. Ya no siento que seas el otro estúpido —incluso dentro de su sueño sigue molesta.
—Qué bueno, eso me hace feliz —le sonríe amplio, aunque eso no sea posible notar por ella en la posición actual.
—Yo me siento estúpida… Qué cosas tan tontas sueño. Es imposible que me digas algo así si no nos conocemos. Quiero despertar, así que intentaré eso —busca apartarlo despacio.
—No puedes despertar aún, es temprano —la abraza algo más fuerte, de esta forma mostrando el querer la permanencia de la otra.
—Io, por favor… —siente un nudo en la garganta, como si quisiera llorar—. No te conozco aún, si esta fuera la vida real no sé cómo hubiera reaccionado… —arquea las cejas, algo incómoda—. Yo no quiero soñar esto. Quiero irme.
—… —forma un pequeño puchero con sus labios—. Está bien —se separa de ella—. Debe ser muy pronto para recibir cualquier tipo de cariño en tu estado anímico, ¿Verdad? —sonríe, con una mirada algo decaída.
»No quería hacerte sentir mal… —deja salir un suspiro largo y la despeina—. No pienso irme de todas formas, sólo creo que vendré a ayudarte en un rato. Por ahora pasa a otro sueño.
Las nubes dejan esa apariencia esponjosa y brillante hasta convertirse en baldosas.
—Grita mi nombre si me necesitas, Umi —se atenúa a blanco hasta desaparecer de allí.
—Perdón… Tienes razón, perdón por eso… —hace una sonrisa corta y mira hacia el frente—. No tengo miedo del cariño de Sakura y Chitose, ellas son mis mejores amigas hace dos años. Pero me da miedo que alguien más se acerque.
»¿Y si me encariño demasiado y se va? ¿Y si de repente me odian? ¿Y si la amistad se acaba de un día al otro? Tengo miedo de hacer más amigos… Y de pensar en una relación…
»Me da miedo la gente… A pesar de que hablo con todos como si nada, si no los conozco desde hace años, estoy asustada.
»Mi cabeza siempre es un choque de qué decir y qué no, qué hacer y qué no, cómo no molestar a nadie, y que nadie se moleste conmigo…
Se construye un camino con diferentes baldosas, el cual duda por momentos transitar porque reconoce algo que puede llevarle a una pesadilla.
—¿Debería ir o no…? Este sueño me recuerda bastante a un juego… Bueno, el juego se trata de sueños, lógicamente muchos soñamos cosas así.
Da pasos lentos y suaves, que dejan un sonido lindo de pisadas, aunque acercándose a algo desconocido. Atraviesa una puerta, y esta se esfuma ni bien la traspasa.
El lugar está obscuro por completo, y comienza una caída que pareciera infinita, donde ahora sí hay algo que incluso se siente: muchas hojas y flores, cuadros que le golpean por la velocidad, unas ramas con las que se enreda entre ellas.
Una de estas rompe sus prendas, pero a medida que caen esos pedazos, aparecen otros sobre la chica, formando así un nuevo atuendo.
Desciende así hasta unas tejas, donde se halla acostado «Mina» con un libro cubriéndose el rostro.
Umi, curiosa de saber de qué libro se trata, lo toma con una mano. Intenta no ocasionar mucho ruido ni molestias si fuese que el chico de cabello rizado duerme.
Es una simple novela, que de algún modo recuerda haberla escuchado nombrar. Ladea la cabeza y se sienta a leerla. Ignora el ambiente que le rodea, porque no es más que la terraza de la propia casa.
La figura de quien estaba acostado cambia de lugar y le abraza por la espalda. Se sorprende un poco, sin embargo, continúa con la lectura.
Similar a lo que sucede cuando se ensimisma, la boca del contrario se mueve, y de algún modo no escucha absolutamente nada.
Umi ríe con la historia, y Yuu se parece sentirse ignorado, así que le quita el libro. La pequeña regresa a conciencia como para poder prestarle un poco de atención.
—¡Yo leía! ¡Yo! —Yuu le grita con un tono gracioso al oído, señalándose con el índice.
—Mina, sal de encima~ —ríe bajo y lo aparta despacio con ambas manos. Le causa ternura cuando alza la voz así.
—¿Por qué tan fría? —se queja, haciendo pucheros. La mira arqueando las cejas.
—No tienes ni mi edad ahora —le da unos suaves golpes en la cabeza—. Sólo eres un vago recuerdo de alguien que ahora no existe. Y por suerte aún puedo seguir moviéndome en mi sueño. Me daba miedo de que se vuelva en tercera persona.
—¿Quieres que no sea el recuerdo? —se muestra un leve cambio de rasgos, un cabello más corto y hasta una ropa distinta—. Ahora que soy Yuu, ¿Ya no serás fría?
—Pareces el fantasma de una pesadilla o algo similar… No quiero que Yuu exista, tampoco Mina. No quiero un recuerdo, ni esta realidad. No quiero saber nada con este cuerpo, ni su historia, ¡Nada! —suena más desanimada de nuevo.
»Que desaparezca, al menos en mi mente… Es bastante con que todos los días deba ver su maldita cara, aunque sea una vez… —hace una pausa, respirando lento—. No es que lo odie…
»Pero… No es para mí. Y yo… Me cuesta aceptar que ya pasó —se encoge de hombros, cerrando los ojos y arqueando las cejas.
—Si soy tu miedo de enfrentar la realidad, enfréntame. No perderás nada, nadie lo sabrá, no pueden leer tu mente —la toma por las mejillas y se las estira. Se acomoda en frente de ella, mirándola con cierta dulzura
—Sólo quiero verlo en la realidad… —contesta confundida, con los dedos temblorosos por la actitud del contrario. Se percata de que suena irracional, y le avergüenza.
—¿Quieres verme o no? ¿Realidad o sueño? Que exista o no exista, ¡Dios! Qué niña… —lleva una mano a la frente propia, negando con la cabeza—. Como un ángel o demonio, o como quieras o no verme, te puedo aclarar la conciencia.
Le señala la clavícula izquierda, con un dedo allí.
—Ya no sientes amor —asegura Yuu—, ¿Sabías? Sólo extrañas quien eras conmigo. Extrañas sonreír más seguido, que el cariño no sea momentáneo sino constante.
»Quisieras no haberlo sentido si al final no lo tendrías… Y cada vez que sucede algo lindo, dudas de esto, porque al sentirte feliz, te olvidas de tu tristeza reciente… Claro, sólo te confundes si estás a solas conmigo.
—Ah… ¿Ya puedes irte? —baja la mirada, a la vez con la cabeza un poco hacia un lado.
—No —le niega sonriente, sin moverse de su lugar.
—¿Hay alguna cosa que tenga que hacer? ¿Qué es? —lo vuelve a ver, algo molesta. Más que el ceño fruncido, se siente nerviosa. Y no de buena forma. Se agarra el hombro izquierdo con la diestra por la ansiedad.
—Decirme que piensas arreglar las cosas conmigo, en la realidad. No voy a dejar que sigamos en malos términos.
—¿Qué se supone que tengo que arreglar? No existe ningún problema… Que él no quiera estar conmigo no es un problema, que nos hayamos peleado otra vez no es un problema. Esas cosas sólo pasan.
—Sino lo hubiera, estarías tranquila al verme como en sueños anteriores —le besa la frente despacio—. Distráete, aprovecha —sonríe lascivo y se acerca mucho al rostro contrario, a centímetros de besarla.
—¡Io! —grita con fuerza y una voz temblorosa, aterrada en totalidad. Intenta moverse hacia atrás, gateando en reversa para apartarse de Yuu, todavía sentada.
Se escucha un sonido extraño luego del grito, y la escena cambia drásticamente. Ahora parece estar en medio del espacio. Estrellas, colores obscuros y otros brillantes.
—¿Qué? ¿Qué sucede Umi? —le mira preocupado, con una mano en la cintura propia—. Veo que al menos recordaste llamarme…
—Sí… Estaba muy asustada… Era mucha información y poco tiempo… Me sentí… Mal… Porque no me gusta soñar cosas que no son ciertas, o raras, o no sé —le mira con los ojos llorosos y las cejas arqueadas, bastante perdida a la vez.
—En la vida real, ahora tienes fiebre por el cambio de presión. Eso puede haberte provocado el mal sueño —acaricia la cabeza de la chica con suavidad.
—Puede que tengas razón, aunque también podría ser que sólo intento de modo inconsciente calmarme —respira con más naturalidad. No queda humedad alguna en sus ojos.
»Momentáneamente no quiero hablar con nadie, pero si quieres, quédate por ahí cerca —se acomoda el cabello, porque siente que la despeinó.
—Como diga, señorita Umi —de lo poco que se lo conoce, eso podría considerarse una broma. Io sonríe cálido y desaparece por el paisaje que se crea al ritmo de sus pisadas, formando de a poco parte de un bosque.
Aún dentro del sueño, Umi calcula el tiempo que es probable que le quede por dormir. Estira los brazos y vuelve a animarse así pueda descansar de manera decente.
Se decide por seguir el sendero del otro. Da vueltas en el espacio, suave hasta que comienza a moverse cual presentación en algún escenario.
Baila como si le esperara una recompensa por el esfuerzo, aunque lo cierto es que es por simple gusto. Ya sea terapia o diversión, es expresarse.
Tararea una de las canciones que escucha en estos días, y con esa sigue unos movimientos diferentes, más marcados.
Un espejo de agua que se forma a su izquierda le permite visualizar las prácticas. Gracias a eso, recuerda cambiarse a una ropa más adecuada.
Las flores del suelo también se mueven y con ritmo crean enredaderas y formas, que no son complicadas ni tan llamativas, pero los colores y sus aromas son frescos.
Trepado en una de las tantas hojas y tallos, Io revisa que la pequeña se mantenga tranquila, sin darse cuenta tarareando en voz baja la misma canción.
Umi por su parte logra escuchar esos sonidos casi inaudibles, por mala suerte sin denotar su voz por lo bajos que son, igual le alegra.
Ella coge un par de flores que le caen en frente y dibuja corazones con ellas en el aire, sin dejar de bailar todavía.
Unos momentos más tarde, la canción «deja de reproducirse». Se sienta en donde había sido su última pose.
Ríe, mirando lo que creó, sintiéndose también satisfecha. Agradecida con sus manos y cuerpo en general, también con quien ahora no ve, sabe que por allí pasea.
Se recuesta en ese césped especial, y da algunas vueltas hasta que se queda mirando arriba. Disfruta de las fragancias y el sonido de agua cayendo, así como del hecho de que la naturaleza de su mente es la única que no le da alergia.
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En algún lugar fuera del sueño, se encuentra Io. Camina de manera algo llamativa, quizás siguiendo algún ritmo, hasta que el sonido de un caño de escape fuerte parece hacerle reaccionar.
Es la misma plaza en la que había cruzado a Umi, donde pasea buscando cierto tipo de inspiración, o tal vez tranquilidad.
Lleva puestos unos auriculares con música a bajo volumen, como intentando un equilibrio entre la realidad y el mundo que genera la canción.
Canta y rapea en voz baja Shampoo de Aft*r Scho*l, pasando las manos por algunos árboles, y las mismas por sus goggles, acomodándolos.
—Tengo que comenzar a escribir… También uno que otro dibujo. Sino voy a perder la práctica por no haberlo hecho durante el viaje…
Saca del bolsillo delantero de su pantalón una pequeña libreta y un lápiz. Se distingue dentro de las hojas unos símbolos muy diferentes a lo que son el hiragana, kanji y katakana.
Es exactamente hangul. No hay una nota que no tenga escrita en coreano. Bajo esas letras, escribe otras nuevas.
—A ver…
Unos trazos más suaves que las palabras, van formando un rostro. Unos cabellos ondulados y rizados mezclados, lentes pin up, ojos algo ojerosos, una sonrisa graciosa.
—Esta Umi… Estoy seguro de haberla visto antes en… ¿Pero cómo es posible? —ni él parece convencido del caso.
Va terminando el dibujo, haciendo unas flores al lado del cuerpo de la chica. Tras ella, gracias al buen efecto que le da con el lápiz, se aprecia una cascada muy delgada que inclusive refleja parte de su rostro.
—Quedó bonita, qué suerte… Me pregunto si nos volveremos a ver. Creo que es la primera vez que me siento interesado por una chica —al mencionar lo último, se muestra pensativo—. Si de verdad es como soñé…
Guarda esa libreta, que dice «Diario» en una parte de la tapa. Sostiene el lápiz cerca de los labios.
—Ojalá pudiera dibujar un libro que me diga esa respuesta y muchas otras —ríe, y lo guarda junto con el papel.
—Io~ ¿En dónde te habías metido? Esta no es la zona en donde siempre te encuentras de la plaza —la voz de quien habla es algo más grave que la del primero.
Se presenta un chico de cabello marrón, lacio, apenas más corto que el de Io. Ojos grises notablemente más rasgados y más pequeños que los del contrario.
Su estatura es un metro setenta y ocho. Lleva de vestimenta una polera de mangas largas, pero sin cuello largo hacia arriba; al contrario, apenas le cubre sus hombros.
También tiene un pantalón ajustado negro y zapatillas marrones. Lo que llama más la atención en él, es un pequeño tatuaje de estrella de color gris que posee en la mejilla izquierda, aunque sería la derecha de quien lo mire de frente.
—Lo siento Kabuto, me dejé llevar con la música y, tú sabes —ríe y se quita los auriculares, a la vez cerrando el reproductor. Guarda tanto el celular como los audífonos.
—Se nota, parece que estás en las nubes —se acerca más a él y le pone una mano en el hombro—. Bueno, debemos conseguirte las cosas antes de que se queden sin stock.
—Sí, sí —asiente varias veces con la cabeza y comienza a caminar a su lado, atravesando ya parte de la plaza—. La tienda es por allá, es más barato —baja la mano hasta la ajena, y tira de ella al guiarle.
El camino es bastante corto, es literalmente en la cuadra de al lado. Despacio, pasan por césped y arbustos, hasta el sendero que les lleva fuera. Al cruzar la calle, el negocio se encuentra con las puertas abiertas.
No es un lugar gigantesco, aun así, venden lo necesario relacionado a libros, hojas, afiches, marcadores, todo tipo de pinturas. Es una «librería» completa.
Kabuto busca por un lado unas pinturas potentes en frascos pequeños. Io coge pinceles de distintos tamaños, y una nueva caja de lápices de colores. Todo eso lo llevan hasta la caja y salen luego de pagar.
—Deberíamos ir a casa a descansar un poco.
»Quizás ahora no sientas el cansancio pero más tarde si queremos salir con Chris… Oh, cierto, tú no eres de nuestro curso —Io ríe bajo y se hace un paso atrás, arqueando las cejas con los ojos cerrados. Parece prepararse para un golpe.
—Maldito, no me lo recuerdes —le empuja con un dedo en la frente, frunciendo el ceño—. Yo sí quería ir… Si hubiera ido te hubiera mantenido entretenido en la carpa.
—Qué dices… —niega con la cabeza, ruborizándose en totalidad, riendo—. Vino Chris y me aburrí igual, sólo hubo algo diferente de lo usual que logró mantenerme aunque sea atento en el viaje —se soba en donde el otro le hundió el índice.
—Me pregunto qué habrá sido~… Te dejo dormir entonces, a la noche nos cuentas —le entrega la bolsa que le sostenía—. Nos vemos —sonríe y saluda con la mano mientras se aleja.
En cuanto el chico de ojos grises desaparece de la escena, Io comienza a saltar en su lugar repetidas veces, abrazando las bolsas que acaba de conseguir.
A los segundos se tranquiliza y se coloca los auriculares para escuchar música. De esta manera, se dirige a pie al camino que le llevará a su casa. Aquella se encuentra más cerca de la plaza principal que en la que está él ahora mismo.
Canta en el momento Easy de H*story, marcando el ritmo con los chasquidos de una mano.
Su voz siempre llega a llamar la atención de una o más personas en el trayecto a sus destinos, aunque nadie se atreve a hablarle para hacerle un cumplido. Quizás podría deberse al hecho de que su apariencia le cause timidez a los demás.
En lugar de seguir caminando en la plaza Ichiro, como ya estuvo ahí durante mucho rato dibujando, decide ir por una calle paralela.
Poco antes de llegar a la plaza Niiro, que es parte del recorrido hacia su casa incluso cuando él vuelve de la escuela, hay un par de heladerías.
El aroma del chocolate le provoca algo de hambre. Se nota en cómo posa la mano en su estómago, pero intenta ignorarlo.
Este primer local de helados se ubica en la misma cuadra que la secundaria y preparatoria Tomoedo.
Dos cuadras más adelante desde allí, sin exagerar, se encuentra otra heladería diferente. Se detiene otra vez por olfatear algo, aunque no con la expresión de buscar comida, sino de reconocer el aroma de unas personas.
—¿Estas chicas serán… de Tomoedo? —dice en voz baja.
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