De criminal a detective. - 14
El departamento se encontraba bajo un frío y despiadado silencio: Fimbulvetr estaba con la cara en el escritorio totalmente muerto de aburrimiento; del mismo modo, Alex estaba recostado en el respaldo de su silla, deseando la llegada de información o de cualquier otra cosa que pueda mantenerlo distraído. Por otro lado, la inerte y silenciosa agente estaba sentada en su escritorio, con su mirada totalmente perdida en la esquina del departamento, como si no tuviera absolutamente nada que pensar o hacer, mejor dicho, no pensaba en nada.
—*Suspiro* Sabes, creo que no tuvimos que hacerle mucho caso a Chrono —dijo Alex.
—Pensaba exactamente lo mismo, todavía nos quedaba poco más de una hora de descanso, pero por impulso, terminamos regresando —contestó el albino con una expresión de aburrimiento.
—Para la próxima, pon un poco de atención a lo que te piden, o volverá a pasar algo así.
—Te podría decir lo mismo, no dijiste ni pío e hiciste todo lo que nos ordenaron.
—¡No le puse atención! *Suspiro* Sabes, ahora mismoe siento como un vil cordero encerrado en un corral —exclamó—. Bueno, aunque lo de cordero de pega más a tí.
—¿¡Que!? —Separó su rostro de la mesa— ¿Y eso por qué?
—Ni idea ¿Por qué será, Blancanieves? —insinuó sarcásticamente.
El albino puso sus manos como si fuera un gato y sacó la lengua. Petya contemplaba la ridícula escena en silencio y con la mente totalmente en blanco.
—¿A qué soy un lindo cordero? —preguntó mientras sonreía.
—El más horrendo y tonto que he visto; además, esa pose es de un gato, no una cabra —respondió.
—¿Ah si? ¿Y cuál sería la de una cabra?
—¿Acaso crees que te haré una demostración?
—Buen punto…
—Si…
—…
—…
—¿… Y ahora qué?
—Ni idea, me quedé en blanco.
—Yo también.
—*Suspiro* estos silencios me matan.
Fimbulvetr dio un brincó para pararse de su silla y caminó hacía Alex.
—Hey ¿Qué te parece si vamos a visitar a nuestro amigo Hemin?
—Oye, oye ¿No le dará un infarto?
—Destirpa cuerpos todo el tiempo ¿Qué tan complicado es hablar con nosotros?
—Tienes razón…
—Mientras no le espantes con tu aura amenazante y asesina, él vivirá…
Alex se quedó en blanco por un momento por el comentario de Fimbulvetr.
—¿Eh? ¿Tanto miedo doy? —preguntó Alex.
—La minoría del tiempo… Tu mirada a veces se torna un poco diabólica.
—No jodas ¿Enserio doy miedo sin intentarlo?
—Si, pero no te preocupes, se pasa en un instante.
—Bien, ahora deseo no haber preguntado…
—Oh vamos, no le des muchas vueltas y démosle una visita.
—Déjame ver… —Alex sacó el celular para divisar el margen que tenían hasta que se hicieran las 3:00 de la tarde —Son las 2:14pm, tenemos media hora para divertirnos.
—¡Pues andando, no lo hagamos esperar más!
Fimbulvetr se puso detrás de Alex y lo empujó hasta afuera del departamento, dejando sola a Petya junto con sus pensamientos. Estando fuera, el albino dejó de empujarlo, dejando que camine por su cuenta hasta la sala de autopsias, dónde se encontraría Hemin, cumpliendo con su trabajo como médico forense.
—¿Estará examinando el cadáver calcinado que recogieron? —preguntó Fimbulvetr.
—Supongo, no creo que sea como tú o Donnaiolo, que prefieren holgazanear.
—Sabes, bastaba con poner a Donna de ejemplo.
—Yo tomo por igual, no tengo excepciones.
—Si, si… Vamos, señor sincero, la puerta está delante tuyo.
Alex abrió la puerta de la sala y permitió que entrara primero Fimbulvetr.
—Me pregunto cómo es que el olor a putrefacción no llega a la sala de entrenamiento —comentó Alex.
—Secretos del oficio, Alex… Secretos del oficio.
Alex entró a la sala y cerró la puerta; la sala era simple: la pared que estaba frente a la entrada estaba llena de cámaras de morgue, dónde se encontraban ya unos cuantos cadáveres en espera para hacer identificados, o bien, para llevarse a cabo su autopsia; en la pared del lado derecho había una pequeña habitación, de la que no se lograba ver qué había dentro, pero tenía la luz prendida; en esa misma pared a la derecha de la puerta había unas alacenas con una gran cantidad de sustancias para el cuidado del cuerpo; en las otras paredes se encontraban más almacenes con más sustancias y utensilios.
—Como era de esperarse de una morgue, hay fríos por todas partes —comentó Alex.
En medio de la sala, se encontraba la mesa de autopsias; un pequeño mueble con tubos de ensayo obstruia el paso directo a dicha mesa, además de una cortina que, aunque estaba recorrida a un lado, se podía suponer que servía para impedir la visión del cuerpo desde la entrada. La mesa ya tenía encima de ella un cuerpo con el interior de su boca quemada, al igual que algunas partes de su abdomen, algo negras por la combustión.
—Mira, ya estaba examinando el cuerpo del hombre que se prendió en fuego.
—Cierto, que oportuno es este hombre… Pero ¿Dónde está?
Por casualidades divinas, Hemin salió de la habitación que tenía la luz prendida en su bata de morgue, algo manchada de sangre; este estaba tan absorto en su trabajo que no se molestó en identificar a sus visitantes.
—¿Traen un nuevo cuerpo? Por favor, déjenlo en una de las cámaras y me encargaré de examinarlo más tarde —dijo Hemin mientras revisaba unos documentos que tenía en mano, sin prestar atención a quién tenía en frente.
—Vaya, que casualidad, justo te estabamos buscando —dijo Fimbulvetr.
Al escuchar una voz familiar, el joven forense separó su mirada de los documentos con una expresión de confusión y se encontró con la presencia de los dos agentes, justo en frente de él.
—… ¡Ah, s-señor Me-mefhisto y el señor Fimbulvetr!
—Veo que te concentras mucho en tu trabajo, que responsable eres, jovencito —comentó Alex.
—Pues claro, un movimiento en falso y podría cortarle un dedo al muerto —respondió Fimbulvetr.
—No funciona así… —susurró Hemin.
—¿Eh? ¿Dijiste algo? —preguntó Alex.
—¡N-no, no he d-dicho nada!
—¿Ah sí? Me pareció oírte…
—E-este ¿Q-que les trae por aquí? ¿Llegó un nuevo cuerpo?
—Nop, solo estamos de visita para matar el tiempo —contestó Fimbulvetr.
—¿Eh? ¿De visita, dice?
—Sip, de visita.
Hemin miró a Fimbulvetr con confusión.
—¿Solo a eso vino?
—Es que… en la oficina no hay nadie con quién platicar.
—¿No había llegado hace poco la Agente Petya?
—Si, pero… Ya sabes lo distraída que es, además de que apenas sale una palabra de ella.
—C-cierto… Pero… Aquí estoy trabajando…
—Si si, y lo entiendo, no te molestaremos mientras haces tú trabajo, solo queríamos tener una compañía agradable.
«¿Por qué tuvo que venir ahora, y con el Agente Mefhisto?» pensó el joven forense.
—Y-ya, como sea, pero por favor, no hagan mucho ruido y no interfieran o toquen el cuerpo o mis herramientas. «No creo que se queden mucho tiempo, estar aquí es aburrido a veces».
—Tú tranquilo, no le pondremos ni un dedo encima.
—B-bien, entonces… Seguiré con lo mío.
Hemin recorrió la cortina para que los agentes no vieran los respectivos «tratamientos» que su trabajo requiere para examinar un cuerpo, esperando a que sus inesperados invitados se fueran y lo dejaran solo.
Aunque pensaba que el ambiente frío y desolado de la morgue sería suficiente como para aburrir a los dos agentes, no fue así: los visitantes se quedaron contando anécdotas en voz baja, haciendo que la paciencia del forense estuviera por culminarse. A pesar de eso, y para su desgracia, aquellos que tenía en frente eran personas con la que él simplemente no podía tratar, más aún con Alex que, sin querer, desprendía a veces una aura amenazante y tenebrosa; lo que le impedía llamarle la atención, y mucho menos sermonearle. El pobre forense tuvo que aguantar a sus visitantes por poco más de 20 minutos.
—Y después de eso, le clavé mi hacha en el cráneo, llevándome así mi gran victoria —dijo Fimbulvetr, inflando el pecho de orgullo en el proceso.
—Vaya, tu historia fue… Conmovedora.
—¿Verdad? Se la conté también a Donna, pero al terminar me miró asqueado y aterrado, me pregunto por qué…
—¿No sé notó el sarcasmo en lo que dije?
—¡Pero si es una gran historia! Digna de ser escrita en una novela ¿No es así, Hemin?
—…
—Aló ¿Hemin, me escuchas?
El forense estaba tan centrado en su trabajo desde hace un tiempo que no escuchó ni la mitad de la historia del pequeño agente.
—Como siempre, tan centrado en el trabajo… —dijo Alex.
—… ¿Eh? ¿Me están hablando?
El forense recorrió la cortina para poder ver directamente a aquellos que le estaban hablando.
—¡Pues claro! ¿No escuchaste mi grandísima historia de cómo me apoderé de un territorio enemigo?
—¿Eh? N-no, no escuché nada…
—¿En serio? Pues la volveré a contar, pero está vez presta mucha atención; ejem, todo comenzó en aquel campo neva…
—Dejemos ya las anécdotas, pasemos a algo mucho más importante.
Alex miró muy detenidamente el cuerpo que Hemin tenía en la camilla.
—Llevas rato examinando el cuerpo de este hombre, supongo que ya habrás encontrado algo interesante.
—Cierto ¿Haz encontrado alguna pista? —preguntó Fimbulvetr.
—¿No quieren que se los detalle en el informe? Ahora mismo no he terminado de detectar las sustancias…
—Eso será después. Por ahora, dinos que es lo que has descubierto.
—Esta bien… Entonces, por favor, miren esto.
Hemin trajo de un estante un pequeño recipiente que contenía una sustancia translúcida con un pequeño tono rojizo.
—¿Qué es ésta sustancia? —preguntó Alex.
—Son los restos de un compuesto químico, lo encontré en el estómago del hombre.
—¿Ya veo, y qué es lo que lo hace tan «especial»?
—Este compuesto, aunque no se pueda apreciar ahora, está en constante secreción de una mucosa; no provoca ninguna reacción al entrar en contacto con la piel o la boca, en cierto modo, es inofensivo. Pero… Al entrar en contacto con el ácido clorhídrico, provocan su inmediata combustión.
—Así que, al ingerirse y llegar al estómago, su contacto con el ácido gástrico que está compuesto en parte por ácido clorhídrico, provocan su reacción y queman al individuo desde dentro, y debido a la mucosa que deja en el esófago tras su paso, esparce su reacción hasta fuera del cuerpo —comentó Alex.
—Este es el contenido de las pastillas… Increíble —exclamó Fimbulvetr
—Es horrendo, ser quemado desde dentro… Debe ser doloroso y aterrador —dijo Hemin.
—No solo eso, para culminar, las huellas digitales del hombre fueron quemadas con ácido, no me será sencillo saber quién era.
—Era algo de esperarse, los matones de poca monta tiene la costumbre de «desaparecer» sus huellas, para que así en la escena del crímen no haya manera de localizarlos.
—Pero, aún puedes descubrir su identidad mediante una extracción de ADN ¿No?
—Ya la estraje, pero llevará un tiempo antes de que esté completa, por lo que por ahora tocará esperar los resultados.
—Aaaahhh dios, eres increíble, Hemin, en poco menos de una hora encontraste cosas interesantes.
—G-gracias, pero aún me falta bastante por hacer: identificar su identidad, por ejemplo, y encontrar conexiones familiares.
—Si, pero aún así es un gran avance.
Al cabo de un breve silencio, la puerta de la sala se abrió; era el agente Chrono, que acababa de llegar junto con los demás agentes.
—Aquí están, ustedes dos.
—¡Hey! Chrono, hasta que fin llegan, sabes, me di cuenta cuando llegué aquí que aún me faltaba una hora de descanso ¿Sabes? —exclamó Alex.
—Si, yo también, una disculpa, por el alboroto no puse atención en ese detalle, pero no sé preocupe, esas horas extra que trabaje se verán reflejadas en su cheque.
—Ese no es el problema…
—Como sea, tenemos nuevos hallazgos para el caso, no hay tiempo que perder.
—¿Me ignoras así sin más? *Suspiro* Como sea, vámonos, Vetr.
—Okay, hasta luego, Hemin, esperaremos el informe.
—Lo tendré lo más pronto que pueda.
—Eso espero, Agente Mefhisto, Agente Fimbulvetr, andando.
—Si, señor —respondieron los agentes.
Los tres agentes dejaron la sala de autopsias y se dirigieron al departamento de agentes, dónde los demás miembros esperaban su llegada. Una vez allí, entraron, dónde ya se encontraban Jannet, Donnaiolo y Bearly.
—Hemos llegado —dijo Chrono.
—Hasta que aparecen, ustedes dos ¿Dónde rayos estaban? —exclamó Jannet.
—Una disculpa, estabas teniendo una linda plática con tu novio el forense —contestó Alex.
La agente se sonrojó de golpe.
—¡N-no es mi novio! S-solo es un amigo de la infancia —dijo la agente, bajando el volumen por cada segundo que hablaba.
—Sí, sí, como tú digas.
—Eres un….
—Como sea ¿Por qué nos trajeron con tanta prisa? —preguntó Alex.
—Es para que nos pongamos al tanto de lo ocurrido en ambos lados, primero empezaremos los que fuimos a la bodega —dijo Bearly.
—Espere, agente Bearly, falta la presencia de Petya —dijo Chrono.
Todos los agentes miraron a su alrededor sorprendidos, ya que nadie se dió cuenta de su ausencia.
—Cierto, con lo callada que es ni me di cuenta que no estaba aquí —exclamó Donnaiolo.
—¿Y dónde se metió la muñeca viviente? —preguntó Alex.
—Aqui estoy —contestó Petya, que apareció justo a su lado por arte de magia, asustándolo en el proceso.
—¡Wow! ¿¡De dónde rayos saliste!?
—Estaba en el baño.
—Pregunté de dónde…
—Acabo de entrar.
—…
—Por la puerta.
—¡Claramente! ¿Por dónde más podría ser?
La inexpresiva agente se alejó de Alex sin decir nada y fue donde estaba Chrono.
—Chrono.
—¿Que pasa?
Los profundos ojos azules de la inerte mujer, se cruzaron con los fríos ojos rojos del agente.
—… Ya regresé.
—Ya veo, bienvenida.
—¿Enserio siempre es así? —preguntó Alex.
—Sip, siempre es así…
—Ahora que llegó la Agente Petya, podemos empezar —dijo Bearly.
—Pues, díganos ¿Qué tan desastroso fue ese acontecimiento? —preguntó Alex.
—Sinceramente, fue horrible: apenas entramos, había cadáveres por todas partes; incluso había algunos partidos a la mitad, y otros… solo quedaban en partes —explicó Bearly.
—Vaya, al señorito le gusta la severidad.
—Pensabamos que no encontraríamos a nadie con vida, pero antes de acabar con la limpieza, se escucharon ruidos desde unos contenedores, dónde encontramos a un hombre llamado Luke Euland, un semihumano de la raza de hombres perro, estaba temblando de terror.
—¿Le preguntaron sobre el inmortal? —preguntó Alex.
—No ha querido decir nada, no porque no quiera, sino más bien por miedo —contestó Chrono.
—Pues claro, al fin y al cabo trabajaba en una bodega clandestina, y si tenía un puesto alto, es el fin. Si dice que hacía allí lo podrían llevar preso —dijo Fimbulvetr.
—¿Y dónde está este tipo? —preguntó Alex.
—Ahora mismo lo tenemos retenido en la sala de interrogación, no podemos dejarlo libre hasta que sepamos que hacía allí, o si sabe algo de nuestro sospechoso —contestó el hombre bestia.
—Además, la información que aparece en el registro no concuerdo con absolutamente nada, y no es solo él, también probamos con los demás cadáveres y tampoco concordaban; es como si fueran otra persona, muy limpia.
—Son empleados fantasma —dijo Alex.
—¿Empleados fantasma? —preguntó el pelirrojo.
—Se les conoce mejor como «espectros». Son básicamente personas que, por ciertas razones, no pudieron obtener empleo en la sociedad normal, lo que los acorraló a tomar trabajos del bajo mundo para seguir con vida.
—Pero si normalmente las personas que trabajan así simplemente borran sus huellas y desaparecen del registro para no ser identificados —mencionó Fimbulvetr.
—Allí está una diferencia: los espectros se caracterizan por conservar todavía sus huellas y registro, muy probablemente por cobardía, lo que les permite «existir» dentro de lo que cabe, y caminar casualmente por las calles sin miedo a ser detenido, con la ayuda de un registro falso.
—Un método para estar en buenos términos con la ley.
—Claramente, este tipo de personas son menos confiables que aquellos que ya no existen, pero a la vez son más… Baratos, fáciles de contratar; aunque obviamente, trabajar así no te garantiza una buen ambiente laboral.
—¿Entonces todos los empleados eran espectros?
—Muy probablemente, supongo que le daré una visita, pero por ahora, nos toca contar nuestra historia, adelante, Vetr, te doy permiso.
—Permiso, dice… *Suspiro* Bueno, nosotros estabamos disfrutando de nuestra comida en un restaurante, muy tranquilamente.
—¿Ese mismo a dónde fuimos ayer? —preguntó Donnaiolo.
—Sí, ese mismo. Para no hacer el cuento largo, el hombre estaba mirando a la conocida de Ale, que trabaja allí.
—Ah si, la mesera gato, creo que se llama Karin…
—¡DEJA DE INTERRUMPIRME! Ejem, como decía, estaba mirando a Karin muy detenidamente, cuando decidimos en llamarle la atención, me di cuenta que era uno de los que acompañaba al inmortal aquel día, y procedimos a perseguirlo.
—¿Qué hacía ese hombre observando a las meseras? —preguntó Chrono.
—No lo sabemos, el caso es de que, cuando lo acorralamos y procedimos a arrestarlo, este hombre se rehusó, se tomó una pastilla…
—Y su Interior se prendió en fuego —agregó Alex.
—Prefirió el suicidio, antes que la cárcel —dijo Jannet.
—No tenemos claro si fue por lealtad o miedo, pero lo hizo.
—¿Cómo es que su Interior se incendió? —preguntó Donnaiolo.
—Durante la visita a nuestro querido amigo Hemin, nos contó que la pastilla contenía un compuesto químico que secreta constantemente una mucosa; al entrar en contacto con el ácido clorhídrico que tiene el jugo gástrico, provoca una combustión inmediata —explicó Fimbulvetr.
—Y supongo que todo lo rescatable que tenemos por ahora, tocará esperar demos con su identidad.
—¿Hemin aún no lo ha hecho? —preguntó Donnaiolo.
—Como era de esperar de un asesino, sus huellas fueron borradas, por lo que toca esperar los resultados de la muestra de ADN.
—Ya veo, pues por ahora es todo lo nuevo sobre el caso, pueden volver a lo que sea que estaban haciendo.
El agente sacó su reloj de bolsillo para ver la hora: eran casi las tres de la tarde.
—Bien, Agente Jannet, tome su descanso ahora, la espero a las 5 aquí mismo.
—Entendido.
—Tú también, Petya.
—… Pero si acabo de llegar.
—Lo sé, pero al entrar a la agencia, una de las oficiales me comentó que llegaste aquí apenas saliste del aeropuerto, dejando el equipaje en el coche.
—…Cierto, el equipaje…
—Aprovecha para llevarte tu equipaje y descansar del viaje.
—… Está bien, hasta luego.
—Cuidado en el camino.
La bella y silenciosa Agente se retiró del departamento sin decir o despedirse de alguien más que del Agente a cargo.
—Está bien, nos vemos luego, Chrono —dijo Jannet mientras procedía también a salir del departamento.
—Bueno, yo también me retiro —dijo Alex mientras caminaba hacia la puerta.
—¿Adónde se dirige? Agente Mefhisto.
—¿No lo dije antes? Le daré una pequeña visita a nuestro sospechoso ¿No ha dicho nada desde que llegó verdad? Pues haré que cante.
—Agente Mefhisto, usar la tortura en los interrogatorios no está permitido —exclamó Chrono.
—¿Tortura? Ja, no necesito algo tan salvaje y mundano para hacer hablar a un cobarde, solo dame unos… minutos con él, y tendré aunque un poco de jugosa información lista.
Chrono miró los ojos del ex-criminal, los cuales, no parecían estar mintiendo.
—… Está bien, pero se lo diré de nuevo: la violencia no está permitida.
—Sí, sí, ya me quedó claro, no te preocupes, Chrono.
En eso, el teléfono del agente Chrono sonó con fuerza: era una llamada del hospital donde se encontraba hospitalizado Ricky Raccoony, el hombre al que el inmortal apuñaló.
—Buena tarde ¿Qué desea? Si… Si… Correcto… Si, está bien, en un momento estaremos allá, gracias por avisarnos —Colgó la llamada y lo guardó de nuevo en su bolsillo.
—¿Qué pasa? —preguntó Fimbulvetr.
—Era el hospital.
—¿El que tiene a Ricky internado?
—Si, tal parece que recordó algo, Agente Donnaiolo, Agente Bearly, vayan con él y escuchen lo que les quiere contar; cuando terminen, vuelvan inmediatamente.
—¿Eh? ¿Por qué yo? Qué aburrido.
—¿Quieres mejor hacer papeleo? —preguntó Chrono con una mirada amenazante.
—N-no, mejor no me hagas caso…
—Andando, Agente Donnaiolo —dijo el hombre bestia.
—Yo también me voy, veremos qué cosas tiene por contarme nuestro compañero —dijo Alex, siguiendo por detrás a los dos agentes.
Donnaiolo, Alex y Bearly salieron del departamento, Alex se separó de los dos agentes poco antes de salir y dio vuelta hacia la sala de interrogación, dónde lo esperaba el hombre que rescataron de la bodega. Al entrar, se encontró con aquel hombre sentado, claramente nervioso, moviendo inquietamente su pierna.
—¡Que tal! Soy Alex, es un gran gusto, señor traficante de armas.
El hombre se puso aun más nervioso ante la frívola y ligeramente abrumante entrada del agente, impidiéndole si quiera mirarlo a la cara, mucho menos hablarle.
—No hablas mucho ¿Verdad? Bueno, entonces me toca hacer la plática a mí; está bien, veamos…
El agente examinó al hombre de pies a cabeza, buscando alguna característica útil que pudiera usar para hacerlo hablar; en eso, notó que en su dedo anular había signos de que habitualmente llevaba un anillo.
«¿Asi que casado? Bien, puedo empezar con esto, lo demás lo improvisaré»
El Agente tomó asiento justo en frente del hombre.
—Bien, dime ¿Cómo va el matrimonio? Espero que bien, los divorcios pueden ser… Tediosos, por así decirlo.
Con la mirada abajo, el hombre se exaltó; desde su perspectiva, no había manera que supiera de su matrimonio, en el registro no hablaba nada de que estaba casado.
—Esa reacción me dice que acerté.
—¿C-cómo fue que lo supo?
—Como siempre digo, secretos del oficio; como sea, la sociedad no pudo apreciar tus capacidades ¿Verdad? Debió ser frustrante.
El hombre se mantenía en silencio y no miraba al agente en ningún momento. Alex aprovechó esto para examinarlo nuevamente con la mirada, encontrando ahora un collar rosa de lo que parecía ser de plástico, o resina.
—Hhmm… Bueno, supongo que la decisión de trabajar clandestinamente no surgió solo por la necesidad de mantener a la esposa… ¡Ah, ya se! dime entonces ¿Cuántos años tiene?
—¿… Q-quién?
—¿Quién más? Tu hijo, no, mejor dicho, tu preciada hija, ese lindo collar está bastante bien elaborado, pero se puede notar que es casero.
Por primera vez desde que inició el interrogatorio, el hombre miró a Alex, con una expresión clara de confusión, y nerviosismo.
—Y bien ¿Cuántos años tiene la bendición?
—… Cumplirá 10 este año.
—¡Que bien! Tal parece que falta poco para que descubra su habilidad, que rápido crecen los retoños ¿verdad?
—¡¿A dónde quiere llegar con ésta plática sin sentido?! —gritó el hombre, mirando al agente fijamente.
—Calma, calma, no hay necesidad de gritar estamos teniendo una linda y sana charla, dime ¿Tu esposa sabe de la verdadera naturaleza de tú trabajo? Supongo que no, ella pensará que es el magnate mano derecha de la limpia empresa de su ex-dueño, que ahora no es más que pasto para gusanos.
—¡……!
¿Y bien? ¿Sabe de tu verdadero puesto?
—¡Por supuesto que no! ¿Cómo podría decirle eso? Si lo hiciera, ella…
—Rechazaría el dinero ¿Verdad? No la culparía, al fin y al cabo, es dinero sucio.
—Por favor, dígame el propósito de preguntarme todo esto.
—Estaba intentando aligerar el ambiente, pero en fin, te lo diré.
—… Lo escucho.
—Está bien, tú al ver que estaba al tanto de su matrimonio, seguramente pensaste: «¿Cómo supo eso?»; Y cuando vio que también sabía de su esposa y de su registro falso, seguramente pensó: «¿Cómo es que sabe todo esto?»
El hombre lo miraba cada vez más asombrado, y a la vez temeroso.
—Te diré la respuesta, que sinceramente, es bastante simple: todo se resumen en simples habilidades básicas, de un agente promedio, no son nada del otro mundo.
—¿Simples habilidades?
—Escuchó bien, simples habilidades, si así lo quisiera, pudiera incluso descubrir dónde vive su familia y contarles todo lo que sé; pero en eso hay algo que me impediría hacerlo, y ese algo, es la condición de mi trabajo.
El agente se levantó de su silla y empezó a dar pequeñas vueltas a la sala.
—Verás, es ilegal buscar el domicilio de una persona a menos que sea necesario para un caso, lo que no me permitiría aunque quisiera.
—… Entiendo.
—No me malinterpretes, esto no es una amenaza, tómelo más como… Una advertencia ¿Qué quiero decir con eso? Pues de que yo no podría rastrear a tu familia, pero aquel hombre si que podría.
Con tan solo mencionarlo, el semblante de hombre cambió a uno de miedo total.
—No… ¡No! ¡¿Por qué podría?!
—Está claro, ese tipo no está amarrado por las cadenas de la ley, y además, las raíces del crímen tienen la capacidad de ayudar por la causa, por tan solo unos cuantos millones.
—El hombre se levantó de su silla y, sumido en desesperación, tomó a Alex de sus ropas.
—¡Mi familia corre peligro! ¡Déjeme ir, se lo suplico! ¡Tengo que protegerlos!
—No sabes cuánto quisiera soltarte, pero es que la ley no me permitiría hacerlo.
—No… Mi familia…
El hombre cayó al suelo desesperado, pensado con terror lo que le podría pasar a su familia.
—Pero… hay una manera de mantenerlos a salvó.
—¿Cuál? Por favor, dígame cuál, ¡se lo suplico!
—Atrapar al hombre antes de que pueda hacer algo contra tú familia, y para eso, tienes que contarme lo que sabes.
—Pero… Si lo hago, iré a la cárcel.
—¿Qué es más importante? ¿Tu libertad, o la vida de tú familia?
El hombre se quedó en silencio, pensando muy detenidamente y calculando que era más valioso para él.
—… Está bien, te contaré lo que pasó allí, y quién es aquel hombre.
Alex tomó su silla y se sentó nuevamente, con una sonrisa en su rostro.
—Je, gracias por su cooperación.
Comments for chapter "14"
QUE TE PARECIÓ?
Y aquí está un episodio más de este curioso caso.
Cómo siempre, disfruten del episodio y nos vemos en la próxima :3