EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 25
“Rematar al enemigo, de preferencia dos veces” un concejo dado por Rolando a los guardianes, durante la clase de bestiarios. Drake reconocía algo, el sonriente y estricto director destacaba en ser profesor ejemplar. Albergaba una magia en sus clases, cada catedra impartida por ese hombre se quedó grabada en la memoria almacenada en conocimiento puro, bajo una filosofía; “ten tu propia perspectiva, mi trabajo es darte una guía que tu sabrás como usar”
Hizo girar el filo de la espada, cuyo medio acero yacía incrustado dentro del globo ocular reventado, perteneciente al gwiberno derrotado, de media ala rebanada por un tajo oscuro de Lance y múltiples cortes combinados de los dos guardianes. Movían las hojas dentro de los cráneos, desagarrando la carne en un seseo pegajoso y soltando el hedor de la sangre.
Al finalizar la pinza, Drake escaló la meseta usando unas patadas de araña salidas de la espalda acompañadas de unas garras en los guanteletes. Lance estaba rodeado, y resistió todo lo que podía el frenético combate de lanzar golpes, retroceder y estar atento a la ofensiva enemiga.
Tomó un gran respiró al sacar en dificultad mínima la atorada arma, desenvainándola de una funda de carne, embadurnada en sangre y restos de cerebro. En el otro extremo, Lance realizaba el remate, en un monstruo empalado por múltiples lanzas y estacas carmesí clavadas en la espalda, sobre un suelo cuarteado ante un impacto previo.
—Voy a necesitar un trago después de esto… —Lance desenvainó a Ronin, limpiándola al lanzar un tajo al aire, salpicando el rojo liquido en el piso—. Donde la camioneta se haya dañado, vamos a tener que ir a pie por el remolque.
—Me tendrás que llevar en ancas, perdí a Centenario… —Amargura se situaba en la voz, y descargó la frustración pateando la nariz del animal muerto.
—Son asperezas del oficio, ya deberías saberlo… —dijo retornando la espada en su funda—, al menos ya acabamos el contrato.
Una luz refulgente se alzó en el aire, proveniente de las cercanías del nido, demostrando que no era así. Debido a las estructuras rocosas del cañón, no se podía distinguir lo que sucedía en esa zona. Los alaridos monstruosos enervaron a los guardianes, y no necesitaron analizar demasiado como para adivinar una idea cercana de lo sucedido.
—¿Lo hizo? —Drake no quería la respuesta.
—¡Oh, si! —resignado—, vaya que lo hizo… prepárate que vamos a limpiar nuestra cagada.
—Me cago en sus muertos… —bufó.
…
El fuego se disipó, quedando dos titánicos contendientes uno frente a otro por el domino. El Alpha no mostró miedo, enseñó las mandíbulas medio reptil y medio insecto conectadas por endebles guindajos de salvia amarillenta en un aliento fétido; cerrando y abriendo las pinzas en un sonido de traqueteo, en señal de amenaza.
Debido a la meditación, un hilo de conciencia seguía atada a la mente de Sheila, una parte de ella seguía en sintonía por un tiempo limitado; perdía el control entrando en un frenesí asesino sin sentido o se agotaba, y volvía a la forma humana, completamente paralizada en músculos adormecidos y vulnerable. En esa apariencia gigante desangraba energía, lo que le alentaría la regeneración a cambio de mayores capacidades físicas.
Dos resultados posibles a medida que estaba en su verdadero yo. Cada segundo contaba una diferencia entre la victoria y la derrota. Cargó de frente en una cornada detenida por el abrazo del Alpha evitando que los cuernos penetraran, sin embargo, la fuerza de la guardiana lo arrancó de la tierra y lo llevó en retroceso hasta estampar la espalda contra la pared; sacudida en el impacto, escombros cayeron encima de ambos. Lo que pudo aplastar a una persona, en ellos simples piedras.
Forcejearon atrapados en un agarre compartido. Sheila usaba la diestra para ahorcar anulando el aliento ardiente, y la surda atrapó una de las tenazas, que estuvo a punto de llegar su propio cuello, no obstante, no pudo completar una defensa perfecta. El cuerno izquierdo estaba en medio de dos pinzas, cerradas en presión causando una punzante agonía y los ojos amarillentos se clavaban en esa imagen.
El Alpha alzó la pinza de tal manera que ladeó la cabeza del dragón, imposibilitándole la ignición. Las dos hojas penetraban centímetro a centímetro en un pulso comparable al nivel cardiaco de Sheila, de ojos puestos en esa arma y aun cuando se zarandeaba, no lograba zafarse sin liberar al enemigo, creando una oportunidad de golpe mortal.
Finalmente, lo inevitable sucedió, en un crujir seco la pinza se cerró y el cuerno salió volando dejando atrás una regadera de sangre que bañó tanto la cara del Alpha como la cara en shock de Sheila.
Las dos criaturas se separaron ante el impacto, y el agarre mutuo se rompió, dando como ganador al ser de ojos de insecto. Lo último que vio ojo amarillo antes de ser irritado por la cascada roja, fue ver como ese símbolo de feminidad y orgullo giraba por los aires, hasta caer en el rio, hundiéndose en las aguas.
No tuvo tiempo de lamentarse, un coletazo le vapuleó el rostro sacándola de balance, y tumbándola al suelo, alzando un cortinaje de polvazón, y un leve sismo. La masa de la cola se alzó dejándose caer nuevamente en la cabeza, frenada por la cola de Sheila, tal cual una espada, apartando el golpe y saltando para dar una nueva embestida.
El choque de titanes fue visto por los dos guardianes, agazapados en una hilera de piedras gigantes, pasmados ante tal eminente escenario salido de sueños. Se veían como hormigas, incapaces de intervenir.
—Increíble… —Admitió Drake. Las pretensiones de Sheila fueron perceptibles, provocándole una lluvia de emociones cruzadas. Al girarse en búsqueda del concejo de su amigo, lo vio grabando la pelea por medio del cubo—. ¡¿En un momento como este?!
—¿Cuándo habrá otra oportunidad? Debo guardarla para la posteridad, y si hay un concurso de videos de caza… juro que gano con esto. Sheila se la pasa mame y mame que es un dragón, así que no le veo el problema. —Afirmó en una pregunta—, no podemos accionar el plan todavía, esperemos que Sheila le gane a esa cosa y entramos para hacerla entrar en razón… por mientras disfruta el espectáculo. Solo nos hace falta una botana.
—No digo que no, pero… —Se fijó en el monstruo insecto—, ¿tienes alguna idea de lo que es eso? Nunca había visto algo parecido… lo más cercano es un behemoth o un basilisco… nada de aquí es su habitad.
—Lo veremos después… por mientras disfruta el espectáculo y… —Se interrumpió al percatarse de como la pelea se acercaba a ellos, lo que les hizo emprender la carrera por otro refugio.
Un gancho alto a la quijada le hizo alzar el rostro al Alpha, empujándolo a irse para atrás y en respuesta exhalar fuego, tal acción correspondida por Sheila. Los dos ataques chocan, anulándose al segundo.
La dragona gira en arco, lanzando esta vez un proyectil flamígero de las fauces, y bloqueado por ala del Alpha tal cual una capa escudo. Lo odiaba, piroquinesis, vuelo y un tamaño bestial; todo lo que ella deseó, no pretendía admitir que esa cosa, un aborto da la naturaleza para su propia estirpe según ese pensamiento, era más dragón que ella.
El Alpha arrojó una pinzada atrapada por la garra hábil de Sheila, quien pega un cabezazo que lo aturdió, partiendo una de las mandíbulas y el cuerno aun completo desgarró la mejilla.
En esa abertura tomó ambas pinzas de las muñecas y aventó una dentellada en el cuello. Los colmillos penetraron la carne, exprimiendo riachuelos de sangre que se derramaron de la boca del insecto reptil. El pedazo de carne fue arrancado, reventando nervios y desollando las escamas, dejando expuesto una cascada carmesí de músculos palpitantes en una mortal herida.
Ahogado en la propia sangre, el Alpha en respiración entrecortada se tambaleó tratando de frenar el sangrado con sus dos brazos, para su pérfido destino Sheila en vez de escupir el pedazo de carne lo masticó y lo tragó. Esbozó una tétrica sonrisa en ese grotesco morro, relamiéndose los colmillos, en una gula por violencia, deseaba probar nuevamente ese sabor llenando inflando las mejillas y embriagándola.
Encolerizada Sheila se abalanzó derribando al oponente de una patada, dejándolo boca arriba y lo inmovilizó de un pisotón en el suelo. No dándole ninguna oportunidad de resistencia, arremetió en puñetazo tras puñetazo, que de apoco se convirtieron en zarpadas y escalaron a dentelladas; arrancando carne, destrozando huesos hasta convertir el cráneo en Alpha en una pulpa aplastada de colmillos incrustados, de un tordo roído en viseras expuestas, vueltas en alimento del victorioso.
Una tenue melodía resonó entrando directo a los oídos; los ojos se abrieron y alzó la cabeza soltando el corazón a medio comer. Le resultaba familiar, y se volvió hacía el origen descubriendo cerca de la orilla del rio a los dos guardianes. Drake alzaba el cubo, el cual emitía el resonar de una flauta en una tonada tranquila y armónica, acompañada por un canto de una doncella.
Las notas musicales parecían haber calmado a la bestia, había dejado de luchar al estar en cuatro patadas y toda muestra rabia desapareció al mirar de forma curiosa al guardián jadeante de brazo alzado, todavía en alerta por si el plan no salía como lo esperaba.
—Está funcionando… —musitó incrédulo y alzó la voz entusiasta—, ¡enserio funciona!
—Acuérdame comprarle algo al bultito… —Lance asintió con la cabeza.
Los ojos amarillos se cerraron, entrando un plano mental en el que revivió la humillación de Frenyr, la pérdida del cuerno a manos de un gwiberno mutante y como fue casi asesinada en esos combates. El palpitante dolor en la cabeza, junto al desequilibrio que sentía acrecentaba la furia, todavía sedienta de descargarse.
El palpitante peligro cayó en cada uno de los dos guardianes, en el instante que Sheila abrió los ojos en una faz de furia al abrir el hocico. Un rugido bestial fue su única respuesta, seguido de un aliento de fuego que se cernió sobre Drake y Lance, quienes se dividieron en dos para evitar ser consumidos por las llamas.
—¡¿Por qué carajos no funcionó?! —reclamó Drake a través del comunicador, colocándose a cubierto.
—No lo sé… —contestó entrecortado, oculto atrás de una pared, asomándose el borde en como la dragona los busca por medio del aroma—. ¡Mierda! nos está tapando el camino a la camioneta.
—Tal vez el salvajismo de esa pelea la hizo perderse… —Teorizó—, tendremos que ir por la última alternativa de seguir así.
—¿Estás hablando de usar el escorpión? —No creía lo que escuchaba, y el alarido jurásico le hizo un vacío en el estómago—. Si uso el arpón la atravesará, explotando dentro como fuera… no sabemos si Sheila se curará de eso.
—¡No quiero hacerlo tampoco pero no queda otra alternativa! Igual voy a intentarlo —exclamó, viendo una ruta libre cercana al nido por donde podría correr—. La contendré el tiempo suficiente, de no regresar a sus cabales… la llevaré al puente, ahí le das… seré la carnada.
—¡Mierda, Drake! ¡No seas un héroe! No tienes chance de ganarle, o siquiera resistir más de diez minutos. —No iba a dejarlo morir, veía ese acto como un suicidio, la piel hormigueó al percatarse de como Sheila se acercaba a donde estaba oculto.
—¡Lo sé! Y no pienso caer fácilmente… —Tampoco estaba dispuesto a perder—, y tampoco será una pelea limpia… jamás sigo las reglas.
Salió del escondite disparando una serie de lanzas, dando en la espalda del gigante, rebotando malogradas en el impacto de la dura armadura de escamas. Un gruñido de molestia resonó, y Sheila ladeó la cabeza, avizorando como Drake le hacía señas para seguirla.
—¡Ven aquí, excusa de lagarto! —La llamó, lagrimas se asomaban por los ojos, y gritaba muy fuerte para que su voz no sonara entrecortada—. ¡¡Te voy a partirte el culo!!
En esa última ofensa se echó a correr, seguido por la colérica bestia en rugidos belicosos. Lance se maldijo, no quería abandonar a su mejor amigo. El ir a ayudarlo se volvería una ofensa al sacrificio, por lo que se dirigió a donde estaba el escorpión. No quería matar a Sheila, lo único que podía hacer fue rezar en silencio para un final en el que salieran los tres vivos.
En el esprint por la vida, Drake se adentró en las ruinas de un tembló quizás los restos de varias estructuras alguna vez habitadas por elfos. El corazón palpitaba a punto de explotar, no pretendía morir de esa manera tan miserable, quemado vivo o devorado. No quería mirar atrás, y aun así lo hizo, por el rabillo del ojo vio aquel horror ir a sus espaldas.
Un sonido de gorgojo resonó en la garganta del lagarto gigante; de las fosas nasales sobresalieron negruzcas líneas de humo. Abrió la boca parcialmente, dejándose ver un potente fulgor dorado escapándose de entre los dientes.
Drake dio un salto evasivo a la derecha, evitando un potente fogonazo proveniente de las titánicas fauces del dragón. El aliento de fuego corrió en línea recta, devorándose las secas garras nacarinas de los árboles. Los redujo en cenizas.
Las flamas se expandieron descontroladas por esa zona, dándose la cuenta regresiva al peligrar una prisión de infernal, alrededor de las ruinas. Réquiem esprintó alejándose del alcance del incendio, pretendió continuar por medio de ataques a distancia.
De un brinco, la enorme mole lo interceptó, deteniéndole la carrera. Al verse a la merced de la bestia, el guerrero activó el líquido rojo forjándose un escudo pesado y blindó la armadura al máximo. La dragona lo apartó, propinándole un coletazo en plena construcción, destrozándole la protección.
El guerrero rojo salió disparado en línea recta, cual bala dejándose atrás pedazos del falso acero rojo de lo que alguna vez fue el escudo. La misma defensa armadura llegó al límite al recibir semejante golpe. El vuelo lo llevó a impactarse contra la pared de la casa de dioses desconocidos, atravesándola. La consciencia se tiñó de negro al sumergirse en el interior aquella edificación.
A los tres segundos, despertó al dar una profunda bocanada de aire. Resintió el cuerpo contusionado como entre cortado. La armadura se le ha agrietado, sembrados por los rastros de combate: Una hombrera yacía quebrada; la mitad de la máscara del casco se había aboyado.
Apoyado en una pared tronada dada la colisión anterior, se encontraba sentado. Se levantó sujetándose el costado, presa del intenso dolor, cubierto por el polvo y cenizas. No podía dar fe si se ha roto una o dos costillas; el cuerpo le tronaba al volverse a erguir. El golpe le ha sacado el aire y no estaba seguro si aquello fue un placaje de lleno o apenas un toque. Sangre escurrió por sobre la frente, deslizándose en el rabillo del ojo izquierdo. Al levantar el rostro, se encendió el fulgor verde.
Confundido como desconcertado, se fijó en los alrededores; atisbos de recuerdos vinieron en fila a la adolorida cabeza. El retumbar del adoquinado suelo, le terminó de despertar, dándole sentido a todo.
La ya derruida pared de la entrada al templo, explotó de repente en miles de escombros al abrirse un enorme agujero por donde entró la bestia legendaria, atreves de nubes de polvo. Pasó por medio del largo pasillo carente de techo, entre pilares y estatuas caídas.
—Por el viajero… —pronunció al borde de un ataque, al ser corroído por el dolor pulsante, otro golpe como ese y caería muerto—. Sheila… por favor.
El alarido monstruoso de la bestia calló todo ruego. La dragona no estaba dispuesta a escucharlo; cegada al haber perdido la cabeza junto a uno de los cuernos. Del fondo de la garganta, una luz calórica se aproximó iluminándose delante de Drake, cuyos ojos se abrieron de par en par. Embriagado por la adrenalina, corrió hacia la izquierda al escapar del fogonazo naciente de la enorme bestia roja.
Puso todas sus fuerzas en las piernas al correr; resentía el calor abrazante de la ignición como el dolor del último golpe. No le hacía falta girarse hacia el dragón o a sus espaldas como para percatarse, que era perseguido por esa línea de fuego.
Sheila movió el cuello al exhalar la flama constante e ininterrumpida; la acción de matar al guardián quemándolo a flama lenta, fue un grito ensordecedor en la mente; ninguna otra cosa la alejaba de ese objetivo.
Restos de piel de gwibernos tirados junto a huesos de viejas presas, ardieron en ese infierno dorado. La hueca casa de dioses ausentes, se volvió el infierno. Drake alcanzó a ponerse a cubierto, atrás de los restos de una pared y escombros, los cuales fueron lo suficientemente grandes como para protegerlo de la lumbre. Se agazapa apoyándose en el muro derruido, a sabiendas de que el mínimo error, lo condenaba a morir quemado.
Aguantó el sofocante calor de esas flamas. Apretó los dientes, sudoroso pensó alguna estrategia donde podía sacar a la dragona de la locura asesina, sin matarla. Después de todo sabía lo que era perderse en el poder.
El daño colateral se corrió por los pasillos del templo; las hambrientas flamas, consumían poco a poco la estructura; si Sheila no le mataba, la estructura colapsaría, aplastándole. Morir quemado o aplastado vivo, no podía pensar cual destino fuese menos dolorosa. El aliento de la bestia se cortó por la falta de aire, pasó a través del incendio acercándose hacia donde el guardián rojo permanece oculto.
No esperándola, Drake salió de la posición de cobertura disparándole unas tres espadas voladoras. La dragona puso el brazo, protegiéndose de los proyectiles, los cuales rebotaron al contacto con las escamas y cayeron mal logradas al suelo en un sonido estridente. Los cortes o apuñaladas normales no fueron rivales para la dura coraza escarlata. De haber sido espadas de acero común, se habrían roto en pedazos.
Durante el tiempo ganado por los proyectiles, Drake disparó una cadena con gancho sobre su cabeza. Conectó al barandal de segundo piso donde alguna vez los músicos entonaban los coros santos. Se empujó al ascender a donde se ha agarrado. La dragona falló al darle un zarpazo, por lo que le siguió con la mirada. El guardián llegó a la planta superior, a salvo por unos segundos del incendio y la dragona lunática. Le permitió acomodar sus ideas.
Jadeante observó los alrededores, el fuego seguía joven, no ha llegado a tapar el enorme agujero donde Sheila ha entrado. Vio un sendero abierto por donde podría escapar y retornar al puente, donde con suerte Lance tendría el escorpión listo. Un disparo en el que Sheila caería, posiblemente muerta ante la combinación de daño interno y externo.
La cuenta era regresiva, de querer sobrevivir, debía para por encima de ella en el menor tiempo posible, salir del templo y atravesar el bosque por un lado donde el infierno no les frene el paso.
No esperándose un nuevo ataque, volvió a disparar otra cadena, y se enganchó en los restos de la estatua a modo de gárgola. El guerreo se balanceó en pleno uso de la velocidad, al esquivar los aplastantes zarpazos de la dragona; la ventaja de agilidad no le funcionará por mucho tiempo, en cualquier segundo Sheila volvería a usar el aliento calórico.
Se elevó sobre un zarpazo diagonal. Al impulsarse, cruzó al otro lado del edificio, cerca de la entrada. Al estar por toparse contra la pared, cuatro titánicos tentáculos salieron de la espalda, los cuales se clavaron en la pared cuales potentes taladros. El golpe es amortiguado, permitiéndole permanecer en terreno elevado. Hay alrededor de cincuenta metros entre el caballero y la dragona.
El reptil escarlata pegó un rugido bestial; le tomará tres segundos acortar la distancia, al pasar entre los derrumbes arremetió, enfocándose en asesinar. Los sentidos de Drake se afilaron, aclarándosele la mente al afrontar a la locura roja, una manifestación de su propio reflejo.
En el pasado en el amanecer de su propio poder, Drake perdió la cordura en múltiples ocasiones al perderse en la violencia, y llegó a un acto imperdonable. Rhaizak estuvo ahí para detenerlo, sus compañeros lo han seguido apoyando.
Una casualidad del karma, lo trajo a enfrentar esa situación nuevamente en papeles invertido. Drake no creía en el destino, y aun así algo le decía que esto era una especie de prueba; aun cuando veía lógico lo de ir al puente, no podía hacerlo, internamente un sentido de conciencia gritaba por otra manera y estaba dispuesto a seguirlo, aun sí fuese algo irracional.
Escombros y cenizas llovían poco a poco del tejado al borde del colapso. Las ascuas del incendio revoloteaban a través del pesado avanzar; gloriosa, aterrorizante, el fuego viviente. Drake la observaba fijamente, al balancearse pudo darse una idea de los alrededores.
El terreno reducido le permitía ventaja. Si pretendía sobrevivir y salvarla, debía actuar rápido. Contuvo el aliento, al disparar una larga cadena de la mano frente a la criatura. Concentró toda su energía en alargar el metal, el cual pasó por encima de la cabeza cornada.
La dragona frenó a cinco metros, abriéndose la gigantesca mandíbula. El resplandor dorado se acercó acelerado desde la profundidad de la garganta, a punto de exhalar la fuerza incendiaria a quema ropa. Lo matará instantáneamente si conectaba el ataque. Vivir o morir.
En plena fuerza del brazo izquierdo, jaló la cadena al haberse amarrado en una de las caídas estatuas de un dios desconocido a varios metros de la retaguardia de la dragona, quien detectó el objeto venir acelerado por el rabillo del ojo; observó como la divinidad misma, volvía encarnada en la tierra en salvación del guerrero rojo.
La estatua se estrelló en la nuca, reventándose en miles de pedazos, volteándole el hocico debido al daño propinado por el Alpha, aun afectándola. Aturdida, pegó un quejido doliente al desplomarse. Las garras toparon el suelo, evitándole un golpe en el rostro; no caía rendida en la batalla de dragón contra caballero.
—¡Drake estoy en el puente! ¿me copias? —Lance llamó por el comunicador y fue ignorado.
Al subir la cabeza, el poderoso acorazado cayó como rayo sobre la frente, en una doble patada de botas pesadas. La fuerza del cuerpo, sumándole la velocidad ejercida en el impulso, logró terminar de sacar de balance a la dragona por otros tres segundos.
—¡¡Drake!! ¡¡Drake!! —Desesperado, Lance insistió—. ¡Necesito que respondas!
Retomando la armadura a la normalidad, Drake escaló por los cuernos, posicionándose sobre la cabeza en segundos. No se detuvo, el mínimo error le podía costar la vida. El brazo derecho construyó un pesado guantelete. Dejo caer el puñetazo sobre las cienes. El impacto fue atronador, lográndole voltearle el rostro sobre el hombro izquierdo, aflojándole los enormes brazos.
—¡Cae de una vez, maldita sea! —sacó el cubo con la mano normal, accionando de nuevo la canción aun pausada, justo en los oídos de Sheila; pequeñas protuberancias salieron del costado de Drake, amarrándose el dispositivo. Tentáculos emergieron de la espalda, engarfiados al cuello y cuernos—. ¡¡Cae y quédate en el suelo, por favor, Sheila!!
Desesperado aplicó mayor potencia en un segundo y tercer puñetazo; gotas de sangre salpicaron en el choque del falso acero sobre las escamas. La dragona gritó adolorida; no podía carburar sus pensamientos. Los golpes fueron como explosiones en la cara.
La atontada bestia estiró el cuello hacia adelante en un apagado gruñido; por mero reflejo el fulgor dorado volvió subirle por la garganta. Los tentáculos de la espalda apretaron a todas sus fuerzas, y enrollándose en el hocico, amordazándola.
Cerró el puño izquierdo en el cuerno amputado con toda la vida en juego; elevó el peso de la armadura al alzarse por el lateral derecho. Utilizó la masa de la dragona en contra de la misma, al aferrarse al cuerno le hizo bajar de cabeza; estampándola, presionándole el rostro entre el agrietado piso por el impacto y el antebrazo izquierdo. Por poco le expulsó los amarillentos hinchados ojos de las cuencas.
La dragona se sacudió violentamente en un quejido apagado. Sonido blanco atravesó las orejas, como manchas tiñeron la visión. Drake retrocedió torpemente al soltarla; al alejarse cayó sentado sobre el suelo, jadeante y entre tosidos secos; la armadura regresó a la normalidad con el cubo aun tocando la canción, reproduciéndose desde el principio.
El calor del peligroso incendio le mareaba, provocándole soñolencia como dificultar para respirar; puso en juego toda la fuerza de voluntad de la que se veía poseedor, si llegaba a perder el conocimiento, significaría la muerte para todos.
Observó expectante el cuerpo, aterrado por un tercer a salto en contra del gigante reptil. Líneas de vapor emanaron de las escamas al encogerse el cuerpo, reduciéndose devuelta a la apariencia humana. El alivio duró poco en Drake, al retener un repentino dolor punzante en el torso.
Sheila pudo permanecer hasta cinco minutos máximo en la apariencia de dragón, una vez al día; por lo general al usarla no la utilizaba por mucho tiempo, apenas unos diez segundos con el fin de no agotarse debido al desgate de energía que significaba.
Al dejarse llevar, no midió la duración de la transformación, llevándola al límite y por consecuencia dejándola exhausta. Sheila se apoyó en los codos, pero resbaló y se dejó caer de cara; el cuerpo le pesaba. Gruñó impotente al no poder siquiera ponerse de pie. La regeneración se volvía lenta, la cabeza le daba vueltas en un mareo incontrolable, nublándole la visión lentamente.
La regeneración no era perfecta, a pesar de que las heridas se recuperen, quedaba el daño almacenado como también un gasto en la energía física. Al ser lastimada constantemente, poco a poco la sanación se alentaba. Drake y el Alpha le han hecho daño masivo en ese último asalto.
No podía hablar o liberar un quejido en protesta; el cuerpo entró en shock. Respirar siquiera se volvía un calvario para sus propios pulmones.
Derrotada, subió levemente el rostro, al hombre que la ha vencido, quien permanecía de rodillas sujetándose los cuernos del casco; las prominentes mandíbulas del casco se abrieron en un apagado quejido constante. Los derrumbes del templo caían en mayor constancia, a la par de que el fuego se extendía.
La visión de la dragona acabó por oscurecerse, al ser superada por el cansancio y el dolor de las contusiones de la concluida batalla. En un tiempo no determinado, volvió abrir los ojos pesadamente. La luz cegadora se ha ido, como el calor sofocante de las flamas; llegó a creer en la idea de haber muerto por un instante, de no ser por las oleadas de una aplastante agonía en el cuerpo entumecido.
En el umbral de la soñolencia, se percató de cómo era llevada, entre los brazos de un ser rojo. Al aclararse la vista, descubrió la identidad del rescatista. Drake la cargaba al modo princesa, en un andar torpe, casi mecánico, como si en cualquier paso en falso podría derrumbarse, al pasar por el sendero de la selva de muertos árboles.
No hostilidad o deseos de matar, todo el espíritu de lucha los ha dejado a ambos al recuperar el pleno uso de la razón.
Drake ha dejado el rostro al descubierto, apreciándose el rostro enrojecido, mezclándose en línea de sangre seca desliándose desde la frente, recorriéndole la mejilla. Rastros de azufre se han marcado en la piel de un rostro cansado; como ella, luchó por mantenerse consciente, hasta el último aliento.
Lejos avizoró a la masiva hoguera dejada atrás a una larga distancia. El templo colapsó ensimismo, al ser consumida por las brasas. Se han alejado por el lado contrario donde las flamas se corrían entre los árboles muertos. Regresó la atención al cansado guerrero, nota los ojos carmesís anegados. Drake se fijó al frente, no percatándose del despertar de Sheila.
—Quédate conmigo, Sheila… por favor… quédate conmigo… —murmuró un ruego tembloroso entre dientes. Con los labios temblorosos, suprimió la fatiga y el miedo todo lo que podía.
Abismos de memorias de la batalla abrumaron a la escarlata; el orgullo se le destrozó al confirmar la derrota en las manos de un guardián maldito y la pérdida del cuerno. Fue incapaz de levantar las manos o los dedos, la mente se tambaleaba en el borde de volver a perderse en el blanco. No podía siquiera gemir, dejándole una enorme herida en el ego. Los ojos se le llenaron de pesar, no podía creer que fue vencida nuevamente y por Drake. Se preguntó que podrá decirle después. Las ideas se bloquearon, al ahogarse devuelta en el mar de la inconciencia.
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