EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 13
María se veía a ella misma devuelta en las entrañas del titan, justo frente al trono de Frenyr en el centro de las cavernosas paredes agujeradas y cubiertas por raíces secas, carentes de cualquier vegetación viva.
Nunca creyó volver a poner un pie en ese mundo de pesadilla, en donde cometió el pecado de matar a una entidad sagrada para la religión de su madre, su lado elfo. Era un sueño, tenía que serlo. Los otros guardianes no la acompañaban, los estruendos de la furiosa guerra no resonaban por ninguna parte, Risha ni ningún otro vástago de la plaga creadora se avizoraba.
Un frio gélido proveniente de las muchas bocas de la cripta se cernió en el cuerpo de la chica paralizada por un aluvión de emociones nefastas en su alma atormentada, reflejada en sus ojos purpuras clavados en la imagen del cadáver del fauno sentado en el trono. Era como un rey decadente, negado a dejar su silla aun cuando ya ha abandonado el mundo de los vivos, pretendiendo gobernar desde la muerte.
Aquel ser fue alguna vez el avatar de un elemental de imponente presencia, fue reducido a una carcasa vacía profanada por múltiples heridas propinadas en la batalla por el Tridente. Destacaba la abertura que se expandía por mitad del cráneo, las grietas en su coraza y su pecho abierto en canal de expuestas entrañas oscurecidas.
Ninguna gota de sangre u órgano era visible en las rajaduras, pareciese que toda se ciñó en las manos de la guardiana, embadurnadas de una mezcolanza verdosa. Todavía estaba cálida, tal cual hubiese sido ella misma quien le arrancó el corazón y todos sus líquidos vitales.
—Está muerto… —susurró en voz quebrada para ella al escrutar a la criatura. Lo analizó varias veces, buscando alguna señal de vida, no hubo respuesta, y al convencerse a sí misma hizo algo ni siquiera notó al principio—. Enserio está muerto.
Una temblorosa expresión de nerviosa alegría se trazó en sus labios, soltando una leve risotada. Al percatarse de golpe de la reacción, los ojos se abrieron de par en par. Estaba aterrorizada. Por un breve segundo sintió cierta sensación de calma el confirmar que Frenyr, una entidad que les provocó muchos problemas, estuviese muerto.
—Traidora… —una gruesa voz resonó desde el interior del gigantesco cadáver, sonaba como la madera al crujirse—. Escogiste un bando.
El enorme ojo de atrás del trono volvía abrirse, encendiendo su fosforescente luz, alumbrando el panal. El hueco y parte de la cabeza agujerada exhaló en débil fulgor, rebosando de un odio visceral concentrado en uno de sus asesinos. El necrófago se alzó de su asiento torpemente, debido al estado corroído del avatar. Era comparable a un árbol seco de gigantesco tamaño y su sombra cubría por completo a la guardiana.
—N-no… —No podía moverse, era presa de la presencia de aquel cadáver gigante—. ¿Q-qué se supone que haría? ¡Ibas a matar a miles de personas! ¡¡No podía…!!
La protesta fue callada al ser su cabeza tomada por la enorme garra de la bestia, oscureciendo su visión.
—No podías romper las reglas de nuevo… —El agarre hizo presión explotando el cráneo en una marejada sangrienta, salpicando de entre las hendiduras de los dedos.
…
El morir en el plano onírico trajo de regreso a María a la realidad, despertando de golpe tomando una bocada de aire y se sentó en la cama de la posada. En aspiraciones apresuradas, tomó uno segundos en recobrar la conciencia de que todo fue una pesadilla. Yacía desnuda entre las sábanas al lado de su amante, y al juzgar por la oscuridad de la habitación, todavía no había amanecido.
—¿Cariño? —La llamó Tonatiuh en voz ronca ahogando un profundo bostezo y tallándose los ojos con ambas manos—. ¿Qué sucede?
Ella era un desastre, el flequillo le cubría la mitad de la cara y mechones rebeldes se alzaban de forma errática. Estaba sudorosa y con los cabellos desarreglados, en sus ojos enrojecidos se avecinaban unas amenazantes lagrimas debido a la pesadilla.
No sabía que contestar, tenía la boca entreabierta y los ojos abiertos de par en par, fijados en Tonatiuh, quien al verla a los ojos despertó en él una profunda preocupación. Cuando quiso tocarla, María saltó a sus brazos, uniéndose en un invasivo abrazo y pegando la cabeza contra su pecho.
Guardaron silencio durante un largo tiempo. Tonatiuh decidió no cuestionarla si ella no quería hablarlo, por lo que esperó al momento en el que ella se sintiese preparada. La besó en la frente, y acarició los cabellos purpura.
—Tonatiuh… tuve un muy mal sueño y necesito olvidarlo… —Alzó la cabeza en un gesto suplicante, su rostro estaba sonrojado en un puchero—. Hazme el amor, por favor.
Al querer decir algo fue sobrecogido por una sensación placentera en su mente, Tonatiuh jadeó percatándose de que María estaba usando sus poderes mentales para tentarlo. Ella no era una psíquica de alto nivel, apenas podría causar una leve sensación de extrañeza dependiendo de las intenciones del hechizo, a menos que su objetivo le permitiese entrar y hasta en eso tenía sus límites. Como siempre, no dudó en dejarse llevar y permitir que las capas de su mente se vuelvan en el palacio de María.
El consuelo vino lleno de fantasías desenfrenadas, deseosos por probar diferentes cosas, se unieron de nuevo, anestesiando las pesadillas de lo que quedaba de esa noche. Recibieron al astro rey entregados a la faena, ninguno de los dos salió de la habitación en todo el día encontrándose nuevamente el cielo nocturno.
A la mañana del siguiente amanecer María bebía una taza de café, acompañada por Tonatiuh sentados al pie de la cama, observando el hacha de Titán apoyada en la pared, cruzada con el báculo lunar al lado de la mesa en la que estaba acomodada la indumentaria nueva hecha de lo loteado en la batalla del Tridente.
—No puedo dejar de verlos… —La hechicera dio un sorbo a la taza. Ella vestía la capa como una bata, atada por una cinta y tenía las pálidas piernas bien torneadas expuestas—. Hicimos un excelente trabajo.
—Son hermosas… —Tonatiuh asintió, no llevaba más que los calzones puestos, apoyándose en sus propias rodillas—. Apenas puedo creer todo lo que sacamos de dos armas, la ventaja que eran usadas por tipos grandes.
—Si…
En el orgullo de María, anidaba unas gotas de paranoia regado por su propia devoción a las reglas. No sabía del todo porque le mintió a los Templarios sobre lo loteado, quizás por venganza u orgullo. Por otra parte, la influencia en sus miedos fue culpa en demasía por Drake, quien era un sujeto ansioso y la estuvo molestando constantemente para tener todo tipo de precauciones para evitar ser descubiertos, durante las reuniones se la pasaron horas planeando estrategias y meditando posibles situaciones. La propia Alice se veía desplazada como líder del equipo, por tremendo intercambio de ideas del que poco contribuyó a esa locura en extremo quisquillosa.
—Ese “si” no me sonó muy firme.
—Espero haber sido lo suficientemente cuidadosa para que no llamen mucho la atención. En lo mío no se va a notar porque usé mi parte para darle mantenimiento a mi indumentaria.
» Lo que me preocupa es que Sheila se llevó parte del Asthartos para una nueva armadura, y usamos parta del mismo para tu coraza y una aleación de Magnamis en Titán. Tuvimos que comprar y meter algo de Templece para que enmascaren las mejoras en nuestro equipo.
—Recuerda lo que acordamos… —Tonatiuh era muy optimista y reconfortante, acercándose a ella para abrazarla—. Diremos que teníamos ese material ya guardado y conseguimos un poco más en el Tridente. Enmascarar la verdad con un toque de mentira, aparte les dimos una mina de cristales como casi todo lo loteado, que nos dejen algo era necesario.
» Recuerda que nos tienen que dejar algo del porcentaje de lo que consigamos, ¿no? Ahí está el vacío legal por si nos preguntan. Esas dos armas eran nuestras por derecho, las ganamos en batalla. Está escrito en el código de los guardianes y de todo guerrero. Aparte de joder un poco a los Templarios de vez en cuando es deber ciudadano, eso dice mi papá.
María suspiró aliviada recargando la cabeza en el hombro. Tonatiuh era bueno hablando, y cuidaba sus palabras a sabiendas de lo recta que era su pareja en cuanto a seguir las reglas. De ser Drake, este último habría presumido que además de los cristales, también les dieron la muerte de Frenyr y eso la hubiese deprimido, lo que causaría que el rojizo se pusiera nervioso soltando un despilfarro de palabrería sin sentido tratando de disculparse.
—Vaya suerte tenemos… especialmente tú, grandulón. —María se puso a juguetear con los dedos sobre el pecho de Tonatiuh—. Tu viejo gambesón ya estaba en las últimas y vas a estrenar una coraza con partes de Asthartos y un hacha con aleación de Magnamis. Lo mejor en defensa y en ataque en conductores mágicos.
—No sé cómo te aprendes todo eso… —Tonatiuh se carcajeo—. En la academia apenas podía diferenciarlos, tuve que estudiar toda la noche cuando hicieron examen, y con el tiempo lo olvidé. Las sesiones en la forja ayudaron para que se me quedara.
—A ver si te acuerdas… —María actuaba como una niña traviesa, al plantar el desafío—. Dime las propiedades del Magnamis.
—Magnamis… deja pienso… —Se detuvo analizando el hacha—. ¡Ah, ya sé! Magnamis…. Es un material extremadamente pesado, usado principalmente para aleaciones o armas punzo cortantes y es considerado casi indestructible. Por lo general es color negro ébano o platinada, más, sin embargo, al igual que el Asthartos puede cambiar de color por medio de hechizos o el uso de sustancias para acoplarse mejor a los gustos de su usuario.
—También llamado acero imperial. Es conocido por su alta durabilidad y su fácil capacidad para ser moldeado —complementó y deseosa de lucirse, agregó—: los Templarios intentaron proyectar un material parecido, tomando las propiedades del Magnamis y Asthartos, creando así el Templece, el cual fue fabricado en masa. Se caracteriza por ser ligero como pluma y resistente inclusive a la magia, más no absorbe energía como el Asthartos y no tenía la super dureza del Magnamis. La mayoría del equipo de los cruzados están hechos de este metal que de a poco fue adoptado por el Libre pensamiento y el imperio.
—¿Con que presumida? —Tonatiuh río entre dientes, y revolvió los cabellos de su mujer—. ¿Cómo te cabe todo ese conocimiento en un cuerpo tan pequeño?
—Bueno… —Sonrió gustosa por el alago—. Somos pareja y lo hemos sido durante años. Creo que es contesta tu pregunta de que tanto me cabe.
Remató guiñando el ojo, lo que ruborizó levemente las mejillas de Tonatiuh.
—La habitación tiene una tina y tenemos el día libre… —Arrojó la invitación con picardía—. Tengo ganas de tomarme un baño caliente, ¿no gustas?
—No recuerdo que eso se incluía en el paquete económico.
María palideció, no sabía cuánto le quedaba de dinero. Se gastó gran parte de su presupuesto en el mantenimiento de su equipo y en provisiones. Pronto necesitaría abastecer debido al metabolismo que ambos tenían, aun cuando no se comparaba al de Sheila, era considerable.
El estilo de vida de la hechicera era costoso. Sus armas, las herramientas, los trajes, y materiales que usaba en sus hechizos, los experimentos, el cuidado que requería Valkiria y sumado a los gastos personales, la empujaban constantemente al filo de la quiebra, por lo que trataba de gastar lo menos posible.
Estuvo mucho tiempo acostumbrada a vivir bajo el cuidado de su mentora Priscila Galdenstark, cuando se emancipó prematuramente, ha estado en un ritmo de subí y baja en sus finanzas.
—No te preocupes —volvió—, tenía un guardadito, va por mi cuenta.
—Pero quedamos que todo sería mitad y mitad
—María, deja que te invite esta vez, no me dejes esperando.
—Está bien… —María no hizo esfuerzo por negarse, realmente necesitaba ese baño, pensaba que tal vez la ayudaría a recuperarse de las malas experiencias y mejor si no dañaba su ya malgastada económica—. Te seguiré la corriente por hoy.
Se despidieron en un fugaz beso en los labios. En el tiempo que Tonatiuh se metió al baño, María salió al balcón a tomarse lo que quedaba de su café. La bebida calienta estaba a una temperatura exacta de noventa grados, con únicamente dos cubos de azúcar, leche y un sobre crema.
La mente de María era un cielo estrellado, lleno de ideas planificando a cada paso su próximo movimiento como lo hizo en la habitación del hotel. Tendió la cama a cierta medida, acomodó y dio mantenimiento a su traje, como organizó las ropas de repuesto como las de su pareja asegurándose de que todas estuviesen limpias como en óptimas condiciones. Aun cuando Tonatiuh pretendía ocuparse de sus cosas, María intervenía si este se descuidaba.
Racionó las provisiones en las mochilas. Enlistó las latas de acuerdo al valor nutricional anotando que iban a desayunar bajo el régimen de un calendario, si es que nada extraordinario ocurriese.
María era una mujer de hábitos exactos, como el de morder su labio inferior cuando algo la ponía nerviosa o la hacía pensar demasiado. Alzaba el meñique al beber su café, no podía evitarlo. Si no mantenía el orden y el control en su vida, pareciese que se le vendría el mundo encima, eso es como ella lo veía.
Degustando el café María pudo percatarse desde el balcón de una tienda de abarrotes cruzando la calle poco transitaria a las altas horas de la mañana, parcialmente iluminada por el aun durmiente astro solar. Afuera del local, una muchacha como de su edad que llevaba un humilde vestido con delantal muy bien cuidado, barría la entrada tarareando una canción.
Lo que llamaba el interés de María era que la mujer portaba un gorro apretado que servía como capucha, tapando casi toda la cabeza, y dejaba únicamente una abertura circular para la cara. No se veía ni el pelo, el cuello y tampoco las orejas.
Antes de que María cambiase se punto de enfoque, un par de hombres caminaban por la banqueta, abrazados de los hombros con botellas en mano tras una noche de fiesta que parecía no haber terminado.
El alcohol y la creciente resaca los volvió torpes, chocando con la distraída muchacha enfrascada en su trabajo. Por accidente, uno de los hombros arrancó de la cabeza de la chica el gorro capucha dejando que parte del pelo rubio crema se le escapara, junto a una alargada oreja, mostrándola como parte de la raza de los elfos, en territorio Templario.
—¡Eres uno de ellos! —vociferó uno de los ebrios, sin darle tiempo a la chica de poder reincorporarse y acomodarse la gorra—. ¡Uno de los orejudos bastardos!
Una vez de pie la mujer se impulsó para correr despavorida al interior de la tienda. Al dar el segundo paso fue tomada del brazo, para luego ser arrojada contra la pared. Los dos hombros furibundos de sentidos, aunque torpes, seguían en pleno unos de sus fuerzas la acorralaron.
—¡Por favor no me lastimen! —rogó en ojos vidriosos—. No he hecho nada malo.
—Eres uno de ellos, uno de esos asquerosos rebeldes que han estado masacrando gente en los páramos. —El segundo hombre sacó una navaja presionándola contra el cuello de la chica—. Recuerdo que los de tu clase asaltaron a uno de mis primos cuando transportaban su mercancía en Arcanote, le abrieron la espalda y lo colgaron de los pulmones en frente de los bosques. ¡Son unos malditos animales disfrazados de ovejas!
—De seguro es una espía rebelde… deberíamos llevárnosla e interrogarla —habló maliciosamente le compañero.
—N-no, se equivocan… —La voz se le volvía un nudo, incapaz de poder escapar las piernas eran un par de ramas quebradizas, y sus brazos temblaban como gelatina—. No tengo nada que ver con los rebeldes, sirvo fielmente a las enseñanzas del viajero, la santa espada y a mis amos.
—¡¡Mentira!! ¡¿Cómo te atreves a pronunciar el noble nombre del viajero con tu sucia lengua de elfo?! —explotó dándole un puñetazo a la cara de la chica, tumbándola al suelo, algunas gotas de sangre se escaparon de su boca salpicándola contra la pared.
Aquel suceso fue observado en cámara lente por María, sus ojos purpura se abrieron de par en par, no podía parpadear y era víctima de cómo se secaban. Una sensación de indignación le recorría hasta los huesos. Apretó la mandíbula y una serie de electrizantes escalofríos recorrieron la espina irradiando a través de las piernas y brazos en oleadas.
Inconscientemente la zurda se posicionó en forma de pistola, y de la yema del dedo índice refulgía un destello purpura. La mano temblaba, más no el impulso que le carcomía el alma. Pensaba que podría noquear de dos disparos a los hombres antes de que siquiera pudiesen reaccionar, y los entregaría a las autoridades.
Al estar por accionar el conjuro, se percató que acumulaba demasiado poder. Era algo inconcebible, nunca ha tenido problemas en contralar la magia, sin embargo, la energía que desprendía la mano era suficiente como para asesinar.
Lo escuchaba en su mente, podía leer los insultos de todo tipo de intolerantes que ha escuchado a lo largo de su existencia: “¡Ustedes los elfos son portadores de pecado!” “¡Son la causa de que nuestro mundo cada vez se acerque más a un nuevo Armagedón!”.
De repente el brazo arma aumentó de peso, tal cual una enorme pieza de hierro de dimensiones superiores a la fuerza física a la guardiana. La razón venía a ella gritándole que se resguardara, que llamara a los oficiales, si intervenía no iba acabar bien, después de todo tenía sangre de elfo en las venas y ese factor podría perjudicarla si cometía un crimen en plena luz del día aun si era una guardiana.
De repente se escuchó como la puerta del local era abierta, emergiendo un hombre de mediana edad, calvo y corpulento cargando una escopeta de dos disparos. Le seguía una mujer regordeta presa del desespero, al correr directo a la sirvienta aturdida en el suelo.
—¡Mi Yuna! —gritó la mujer cercana a un histérico llanto—. ¡¿Qué te hicieron?!
Yuna apenas podía recuperar la conciencia, se sentó en la banqueta apoyada en el cuerpo de su ama.
—¿Quién de ustedes se atrevió? —Apunto el dueño del local al par de borrachos de brazos alzados en un repentino cambio de papeles.
El golpeteo de cascos resonó las calles, dos policías montados que realizan su guardia matutina alcanzaron a escuchar los gritos y frenaron delante la tienda. Los dos borrachos no podían escapar, debido a las oscuras fauces del potente cañón apuntando a sus cabezas.
—¡Alto ahí! —apuntaron con sus pistolas—, ¿Qué está sucediendo?
—¡Esos hijos de perra agredieron a mi elfo! —arremetió la mujer—. De alguna forma vieron sus orejas.
—El maltrato a esclavos está penado por la ley, tendrán que venir con nosotros ¡Caras contra la pared! —Los oficiales esposaron de uno en uno a los borrachos, con una eficiencia profesional.
—Les agradezco que hayan venido, caballeros… —agradeció el calvo—. No creo haber podido contenerme.
—Siempre que sea en defensa propia no hay problema… —aseguró el oficial, calmando a los afectados y de a poco civiles emergían de sus cosas, atraídos por el alboroto.
—Necesitamos una unidad para transportar un par de asaltantes, cambio —Llamó el oficial por radio.
—¡Pienso presentar cargos! Mi elfo es de alto pedigrí —explotó la mujer—. La trajeron de la pepilla dorada, ahí todos lo inhumanos son bien entrenados y me la envió mi primo que tiene una finca por allá como regalo de cumpleaños. No se puede permitir que nos falten al respeto.
La mujer soltó toda esa innecesaria información que era más por presumir que para mostrar su dolencia.
—Tendrán que tener cuidado la próxima vez. Que les sirva de advertencia —El guardia explicó estrictamente la pareja—. Debido a la rebelión de inhumanos, está estrictamente prohibido que los esclavos se expongan a las calles a plena luz del día para evitar este tipo de incidentes. Por lo general son doscientas coronas de multa.
—P-podríamos arreglarnos más tarde, señor oficial —musitó el calvo.
—Lo dejaremos como una advertencia claro… —Se acomodó el sombrero, divisó el cartel de la tienda—. Una pastelería, creo que vendré al rato. Espero que por el buen servicio nos den algo.
—¡Por supuesto! —se carcajeó nervioso el hombre.
—¡Por el viajero! Espero que no le hayan roto un diente a nuestra Yuna… costaría mucho dinero. —La mujer gorda abrió la boca de la chica tal cual fuese un perro, analizando si no mostraba ningún daño interno—. ¡¿Se puede saber qué hacías en la calle a estas horas y sin tu gorro?!
—Q-quería limpiar la entrada… y esos hombres me lo quitaron al chocar conmigo —se excusó presa del llanto.
—Tranquila, mi niña… no volverá a pasar… concéntrate en quedarte en las labores del hogar.
María suspiró en calma, no tuvo que meterse al problema, no queriendo seguir en el balcón, regresó a la habitación cerrando las cortinas y las puertas.
—¡María! —Desde el interior del baño, el llamado de Tonatiuh resonó—. ¡El agua de la tina ya está caliente! ¡Ven a meterte conmigo!
—¡Ya voy! —El llamado de su pareja la sacó de sus cavilaciones.
En parte se alegra, en el fondo pensaba que de haber disparado habría causado una catástrofe en vez de ayudar, y a la vez un reflujo de asco escalaba en la garganta por semejante escena. Trataban a la mujer elfo como un perro o como si fuese un coche, aunque ese era el trato común de un esclavo si le tocaba buenos amos.
María lo sabía, por lo que no podía hacer otra cosa que aceptar, agradecida que por ser mestiza y parte de Trisary nunca albergó ese destino. Una vida que su madre y sus parientes de ese lado pasaron por generaciones, tras la caída en desgracia de los elfos en la edad heroica.
…
El estacionamiento de la posada era un amplio patio dividido en dos áreas: una en la que están las caballerizas para gente que montaba caballos u otro tipo de bestias y la otra para vehículos motorizados.
Tonatiuh sonreía al cargar dos bolsas de equipaje al caminar sobre los adoquines. Ajeno al incidente de la mañana, se veía optimista. Se estaba dejando un poco más la barba, le faltaba un último contrato para completar la ruta y volver a Griffia. Estaba usando la nueva indumentaria, tras la pérdida de su antiguo traje, se quedaría como su armadura estándar.
Vestía una coraza pectoral ligera de color verde hoja, sobre una fibra de cuello alto sin mangas que exponía los brazos. En las manos portaba un par de brazaletes que abarcaban unas coderas en forma de romboides y unos guantes perchados en piezas blindadas, aprueba de golpes. El pantalón era sujetado por un cinturón táctico que desplegaba un corto faldón de doble pliegue que cubría el pantalón gris plata y una concha protectora de lado a lado que formaba parte de la armadura de una única pieza. Llevaba rodilleras y espinilleras sobre botas pesadas café con punta de casquillo.
—Como quisiera que fueses mía del todo… —satisfecho Tonatiuh dejó caer las maletas y acarició la carrocería del vehículo.
La maquinaría era una locomotora adaptada a terracería, acoplando cuatro hileras de doble llanta. La carrocería marrón era la de un tanque de guerra, en el que sobresalían varias torretas funcionales para encender luces.
Al estacionamiento entró María acompañada por Valkiria, recién invocada al necesitar apoyo para el manejo del vehículo. Tal actividad no era mucho del agrado de la hechicera, al considerar el manejo. En Valkiria fue todo lo contrario, al principio se mostraba arisca y al ir aprendiendo agarró gusto por el manejo.
La conversación tranquila de las dos mujeres frenó repentinamente, cuando Valkiria se paró en seco tal cual un animal encarando a un depredador, todos cabellos se erizaron y se puso delante de su ama, protegiéndola de las caballerizas.
—¡¿Por qué no me dijeron que tendrían caballos?! —pronunció alterada estirando brazos y piernas tratando de lucir intimidante. Ella no ha sido invocada desde el ultimo contrato, por lo que no entró al hotel.
—¡Calma! Están encerrados, no te harán nada —María quiso consolarla, tomándola del brazo.
—Muñequita —intervino Valkiria en voz temblorosa. El temple sereno normal era diezmado por un venidero ataque de pánico. Las piernas temblaban y se doblaban que parecían perder fuerza—. ¿podríamos apresurarnos, por favor?
—¡Oye! —exclamó Tonatiuh confundido—, ¿Qué le ocurre?
De un segundo a otro, las caballerizas cercanas potros relinchaban en puro salvajismo. Briosos pateaban y se paraban de manos desde sus pesebres, deseosos por escapar postrando
—¡Por favor vámonos! No quiero confiarme que uno se pueda saltar las paredes, se ven muy bajas —rogó Valkiria volteando constantemente a las cabellerizas, temblando de miedo—. Algunos parecen ser jaladores de carreta.
—¡Métanse ya! —María empujó a sus dos compañeros a la máquina, cerrándola tras de ella.
El interior era una alargada cabina dividida en tres áreas. Una con seis capsulas con pequeñas camas que parecían cajones. Le seguía una pequeña sala por un numero de asientos equivalentes, con contenedores sobre los mismos y en la parte delantera se encontraba la cámara del piloto, en donde Tonatiuh junto a Valkiria se fueron a sentar. María en cambio tomó asiento, sacando de su bolso un mapa y documentos de los últimos contratos.
—La practica parece hacer el maestro… —Valkiria inspecciona que los contadores de la maquina estén estables—. Creo que podría conducir la próxima vez o ahora si me lo permites.
—¿Te parece si lo haces en la próxima parada de combustible? —Tonatiuh negó con una solicitud—. Creo que tengo la suficiente energía para sobrellevarlo.
—Oh, comprendo, mi señor. Por cierto, es buena música la que puso en la radio.
Una sinfonía veloz y vivaz de guitarras, pianos tambores y otros instrumentos liderados por un cantico romántico estallaba en intensidad en las bocinas de la maquinaria, enardeciendo el espíritu de piloto del conductor, tentado de elevar la velocidad por el mero impulso de la adrenalina.
—Es “por ti bajo al abismo” de Morfia… —relató Tonatiuh—, Lance me lo recomendó, cuando teníamos nuestras sesiones de entrenamiento se peleaba con Drake para ver qué tipo de música escucharíamos. Con solo poner este grupo mi voto iba definitivamente a estos chicos… ese Orfeo tiene una voz angelical.
—¿Llenaste el tanque de combustible? —preguntó—. El extracto de cristales procesados era bastante caro en Villa nueva. Veinte coronas doradas el litro ¿puedes creerlo?
—Lo suficiente para llegar a Alegre vida, como dije tengo un guardadito y vamos a conseguir más en el próximo contrato, así que no te preocupes. Tiene aceite, anticongelante y aire en las llantas. Pienso darle otra checada en los días que nos quedaremos en la otra ciudad. —La cara de Tonatiuh iluminaba en un amanecer soleado, su sonrisa irradiaba emoción al encender el motor de la máquina—. Con esta cosa llegaremos en menos de ocho horas, mucho menos de lo que nos hubiéramos hecho si tomáramos el tren.
Tonatiuh aduló al vehículo que pudo conseguir en Griffia antes de irse a la gira de contratos. Tonatiuh consiguió que los Templarios le proporcionaran bajo un alquiler un vehículo blindado. No poseía poder armamentístico, compensándolo en resistencia y velocidad. Este tipo de vehículos eran usados para transportar grupo en zonas de rescate o exploración.
Actualmente ya eran obsoletos al no tener características ofensivas, remplazadas por los evolucionados rompe infiernos. Se le ofreció a Tonatiuh el comprarlo, y aun cuando se vio tentado fue María quien se interpuso al recalcar que no tenían los suficientes ingresos.
Al dar marcha salieron del estacionamiento, embarcándose al camino de entre las calles de villa nueva, alcanzando a salir a la carretera en medio de una tierra semidesértica bajo la sombra de filas de postes de luz y antenas de frecuencia, iluminadas por el soleado medio día.
—No voy a negar que es eficiente, aun cuando adore los viajes en tren al recordarme mis días en la escuela de magia.
María era consciente de la felicidad de su pareja por esa máquina, aun cuando no estuvo del todo contenta de llevar dicha responsabilidad. Iban estar revisando constantemente el bien estar del vehículo al ser rentado por los Templarios. De presentar un desperfecto, serían acreedores de una multa. Dado la profesión que ambos ejercen y la situación del país, era un riesgo palpable.
—Recuerda que una de nuestras fantasías era comprar un pequeño vehículo y hacer contratos por una gira en todo el territorio Templario. —Tonatiuh notaba cierto incordio en María, por lo que usó el sentimentalismo a su favor—. Podrías hasta hacer un negocio ambulante de pociones medicinales.
—¿Quién diría que lo viviríamos en estas circunstancias? —María seguía revisando los papeles—. Siempre y cuando nos mantengamos lejos de otra batalla como el Tridente estaré calmada.
—Por lo que dijo Dante, nos tendría como la limpieza… ya sabes, el conflicto atrae a los monstruos. En fin… ¿Qué dice el próximo contrato?
—Tal parece que es un caso de posesión demoniaca, es a la hija del soberano de la ciudad. —María sintetizaba la información, era algo en lo que ella podría destacar usando su magia.
—Me sentiré algo inútil ya que no requiere de mucho poder físico, te cubriré la espalda.
— Debido a la guerra la iglesia no puede prestar clérigos para encargarse de la situación. Y… lo que faltaba.
—¿Qué pasa?
—Tal parece que hay grupos que están culpando inhumanos, y parece que existe un gueto para mestizos llamado “la tinta del mago”—María saca un documento con la ubicación del lugar—. Está bajo la protección del archivo, por lo que únicamente autoridades permitidas tienen la ubicación. Los intolerantes creen que fue un acto de rebeldía de los mestizos y exigen el paradero del lugar para… quemarlo.
La respiración de María se agitó, sudor caía cuesta debajo de la frente por lo que instintivamente se echó aire con tal de relajarse y no caer en un ataque de pánico.
—¿Cariño? ¿te encuentras bien?
—Si… no te preocupes —Tomó un trago de la cantimplora, dio un par de tosidos y aclarando la garganta continuó—. Es solo que… ya sabes, todo el asunto con Frenyr, las pesadillas y la rebelión me tienen algo consternada todavía. Creo… que de cierta manera podríamos enmendar un poco eso si hacemos bien este trabajo. Las autoridades de la ciudad se han negado a tomar represalias, adjudicando que esto era algo externo y una consecuencia de la atracción de entes negativos debido a la guerra.
En María amanecía una prospera esperanza, diluida y transmitida en los dedos al acariciar el mapa de la ubicación del gueto. De repente la alarma de su cubo resonó desde una de las bolsas del cinturón, exigiendo ser contestado. Al abrirlo descubrió diversos mensajes, algunos ya abiertos como de Alice, Drake, Sheila y Priscila. El reciente fue el que activó el comunicador.
Bastó por ver el remitente para que María lo borrase, sin siquiera abrirlo. Era de un código que, aunque no estuviese registrado, ya lo conocía de memoria, pertenecía a su abuela del lado paterno.
—Si es Lance dile que por ultima vez no le compartiré mi receta del pastel de manzana. Mis recetas son solo para ti María y para nuestros futuros hijos, nadie más. Oye Valkiria ¿me das de comer, por favor?
El copiloto sacó una tira de carne seca, estiró el brazo y sin que Tonatiuh despegará la mirada del frente dio una mordida al bocadillo.
—No… no era ninguno de los Einharts —relató desinteresada, volviendo a concentrarse en repasar los documentos.
—¿Entonces quién era?
—Se equivocaron de código —culminó en pérfido desdén.
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