EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 15
La guerra de la conquista llegó a los dominios del hijo del sol, alzando la aparición de monstruos debido a la energía liberada de los conflictos. Cada muerte dejaba una marca ennegrecida de tierra quemada, resultado de un incendio abrazador llamado conflicto liberado en huracanados ciclones de densas emociones.
Indomable, Tonatiuh se decidió a pelear en defensa del territorio y de su madre. Colocó trampas y decidió poner a prueba sus nuevas habilidades frente a esas nuevas presas, las cuales sacrificadas como cualquier otro animal. Adquirió la costumbre de coleccionar las prendas y herramientas dejadas por los enemigos caídos.
Los soldados imperiales, Templarios e inclusive bandidos se adentraron en la verde flora, nunca volvían. Los restos carbonizados fueron encontrados regados por el bosque, victimas de violentas explosiones atribuidas a minas terrestres y el uso de piromancia en combinación de material inflamable.
En uno de los retornos a la choza, Tonatiuh descubrió a la madre enferma de fiebre, en consecuencia, de ir a pescar y sacar agua del río. En un descuidó terminó zambulléndose al agua y aduras penas logró salir salvándose de morir ahogada, al emerger en vez de ser recibida por los rayos del sol, del cielo descendió una repentina lluvia helada de invierno.
La temperatura de la mujer no disminuía, debilitándola poco a poco, asediada por una congestión nasal y garganta de flemas, costándole respirar. Ella era de estatura pequeña, en una complexión regordeta y frágil, no iba a sobrevivir si seguía a ese ritmo.
El pensar en la posible muerte de la madre era un tumor maligno en las entrañas de Tonatiuh, no podía imaginarse quedar en soledad en la jungla. Primero el abuelo fue llevado a las garras de las parcas, insatisfechas venían tras ella, lo último que le quedaba en el mundo. No podía irse a buscar ayuda, dejaría expuesto el hogar y no se garantizaba llegar a tiempo.
Tonatiuh llegó a imaginar que el control de la magia solar fue una ofensa al astro rey y ha maldecido a la familia en su afán de alcanzar su magnificencia. Necio a aceptar ese destino, se embarcó a buscar hierbas medicinales en los campos cercanos.
Al desplazarse entró a una ciénega, acariciado por los juncos casi tan altos como su cuerpo en el que una visión le engarrotó el alma, atrincherándolo dentro de unos arbustos. Permaneció a la expectativa de no haber sido detectado por aquello que estaba allá al fondo de una pendiente a la orilla del pantano pestilente, bajo la sombra de los árboles.
Al inició pensó que era una especie de versión mutada de un león recubierto por un grueso caparazón, dos veces el tamaño de un macho adulto, hasta que se puso de pie. Era un ser parcialmente humanoide de aspecto similar a un gran felino debido a la cola de punta mechera y la forma de las piernas. Lo identificó como una especie de hombre bestia afable a usar una forma erguida, envestido por una coraza completa dorada embarrada de lodo ya seco, tras una exploración profunda en los pantanos.
Aquello causó un agujero en el estomago de Tonatiuh, y no dudo en sacar una flecha del caraj, apuntándola al extraño ser. La armadura aun de apariencia pesada, no hundió a su usuario, debía ser ligera como una pluma, al principió pensó que era asthartos, al verse embelesado por el brillo como el oro de la coraza, reflejada por la luz del día. No había visto oro fuera de los templos pertenecientes a la ciudad libre de Kuitzoli.
El corpulento ser inspeccionaba un agujero cavado por Tonatiuh tiempo atrás, lo ocultó con un forraje de hierba para mezclarlo con el ambiente. Era una trampa. En el abismo de la profunda oscuridad se esperaba la muerte, plasmada en alargadas picas de madera y piedra afilada cubiertos de excremento. Pilas de esqueletos se amontonaban empalados en esa morada, convertido en una fosa común.
Los movimientos de la criatura eran inteligentes. Detectó la trampa y deteniéndose analizar marcas de hacha en los árboles, como signos de pisadas en el fango. Frías ventiscas se alojaron en la piel morena de Tonatiuh, por primera vez no sabía si el entrenamiento de cazador lo bendijo o lo maldijo.
El acorazado seguía un rastro, el del hijo del sol. El cazador se volvió la presa de un depredador descomunal, cercano del sendero que lo llevaba la choza oculta donde estaba la madre enferma. De tener las cualidades de un cambiante, eventualmente encontraría el refugio y a una indefensa Darlana.
—Será mejor que salgas… —ordenó el ser, era de una voz imponente, de un tono inhumano, tal cual un león fuese inteligente y supiese bramurosi en un acento de los reinos del norte, respectivamente del imperio—. No queremos que esto se vuelva una persecución y mucho menos un baño de sangre. Si cooperas ninguno saldrá herido. Lo prometo.
No tenía otra alternativa, no existía otro lugar a donde ir sin exponer a su madre. Se decía en su propia mente que, al portar la magia solar, podría destruir esa extraña armadura usando sus flechas explosivas. Tonatiuh planeó acercarse lo suficiente y si el invasor se mostraba agresivo, lo reventaría aprovechando la proximidad.
Salió de los matorrales, sosteniendo el arco tensado por una flecha de punta de obsidiana. En vez de tranquilidad, al estar cerca de ese ser lo vio incluso más grande, apreciando a detalle cada rasgo de la gruesa armadura dorada.
La placa pectoral era el rostro de un león enfurecido, el casco era como la de un cráneo humano del que caía por una abertura en la nuca una anaranjada melena alborotada.
—¿Quién o que eres? —arrebató imperioso y tenso tal cual la flecha apuntada una de las hendiduras del torso o los brazos de la armadura.
—¿Qué se supone que parezco? —Pérfidos puntos dorados gemelos deslumbraban en los ojos del yelmo craneal, envueltos en negros vacíos.
Nunca se ha visto a un cambia pieles ya transformados equipado en esa clase de armadura, a lo mucho llegó a escuchar de piezas de protección ligera, si es que dominaban por completo el control mental en esa forma.
Esa coraza brillante como el oro, era un exoesqueleto adherido al cuerpo tal cual una segunda piel, nacida de las entrañas del usuario, nada forjado por manos mortales. Era más parecido a un ente biomecánico que un ser de carne y hueso.
Tonatiuh escuchó anécdotas de bestias mecánicas erráticas masacrando exploradores, en las islas lunares. No actuaban por orden de nadie, no se alimentaban, meramente despedazaban a las personas que se acercaban en sus territorios en canticos inentendibles, algunos vistiendo las pieles de los caídos tal cual ropa o tratando de lucir lo más humanos posibles.
No lo comprendía en ese momento, hasta tiempo después. El material provenía de una fuerza camaleónica, imitando las cualidades del asthartos, basándose en los deseos y pensamientos del usuario, en vida propia. En los caminantes lo llamaban “Khasblaoud” “la esencia del caos” la fuerza que habitaba en los seres con poder anidada en toda forma limitada por la mente, y en tierras extranjeras, lo conocían como estigma.
Tonatiuh no veía la obviedad del ser, por lo que lo tomó como una burla hasta que vio como la enorme mano se a cercaba al cinturón táctico. Tal acción sobresaltó al nativo, soltando un quejido ahogado y algunos de los dedos del brazo arma resbalaron del hilo tensado. A duras penas sostuvo la flecha apretando dos únicos dedos, de lo contrario saldría disparada.
El extraño alzó la diestra en señal de paz y en petición de tiempo, indicando que lo dejase sacar con la otra mano algo de las bolsas del cinturón. La garganta de Tonatiuh se tornó seca, por lo que dio un paso al frente, y en ningún momento bajó el arma. Recuperada la posición dominante, asintió con la cabeza indicando en faz de hierro que podría continuar, más no le quitaría los ojos de encima.
Dado el consentimiento, el león dorado continuó su cometido y tampoco quitó el enfoque del muchacho. Del estuche sacó un medallón platinado, en el que se veía el símbolo de la espada rota de un lado y en el reverso el de un águila de alas abiertas de características mecanizadas. El artilugio era diminuto entre los dedos del gigante. Aquello de alguna manera demencial era un hibrido de irrisorio y espeluznante para Tonatiuh.
De nuevo por poco disparó la flecha al instante que le arrojó el colgante a los pies, para extrañeza del joven reconociendo esos símbolos provenientes de Trisary. Era conocida como la nación mercenaria de guardianes, cazadores de monstruos y los autonombrados protectores del planeta, tras la desaparición de los dragones en la caída de Drakonis. Ese titulo era disputado frente al Archivo, organización centrada en regular la magia y diezmar en lo posible el conflicto entre los credos.
—Soy un guardián, ahí están todos mis datos… —El guardián comenzó a relatar la historia, hablando perfectamente en bramurosi—. Me contrataron los residentes de Kuitzoli. me dijeron aquí en fauces verdes hubo una plaga de simios Skulinfernos o algún Carnovari pasado de listo. Atribuyeron e ese tipo de monstruos a la enorme cantidad de exploradores desaparecidos, y a los restos que pudieron encontrar estaban calcinados o hechos pedazos por explosiones. Llevo varios días rastreando, no he encontrado nada de esas criaturas. Lo que si encontré fueron muchas trampas como la que está aquí. Lo que me hizo comprender que no se trataba de un monstruo común, ¿no es así?
—¿Y vienes a exterminarlo? —Tonatiuh era directo e implacable. La conversación llevaría a una confrontación, lo único que le preocupaba era que su choza estaba muy cerca de este lugar.
—Eso depende de ti… no me gusta matar niños de no ser necesario. —La franqueza del león era indudable, helaba la sangre a cualquiera, incluyendo a un guerrillero como Tonatiuh—. Prefiero dar una oportunidad… imagina que pelamos, obviamente no vas a sobrevivir.
—No estaría tan seguro… —Las venas de las manos resplandecieron a través de la piel, preparando el hechizo—. No es la primera vez que mato a un hombre o un monstruo. Todos terminaron volando en pedazos.
—Bien… te seguiré el juego… —Se encogió de hombros, levemente irritado por no ser escuchado y su ofrenda de paz al arrojar el medallón no fue tomada en cuenta, ni siquiera lo ha recogido para saber que dice la verdad—. Digamos que en el extraordinario caso en el que lograses superarme, me matas y vuelves a tu escondite… podrás jactarte con quien tú quieras que derrotaste a un guardián, un hecho que te va a colgar la soga al cuello. Muchos de mis aliados en Trisary vendrán aquí en búsqueda de venganza. Si es que los Templarios no lo toman como una llamada de atención y envían pesos pesados.
—He tenido mis encuentros… —contestó aun confiado de la magia que ha heredado.
—Con lo que te has topado eran “niños exploradores” —rompió toscamente los aires de grandeza de Tonatiuh—. Apenas podrías considerarlos guerreros, si presentaste dificultad contra ellos en un combate directo…. créeme que estás jodido. ¿Cuánto tiempo te ha tomado? ¿quince? ¿diez minutos?
—Eso no importa…
—Eres un mocoso arrogante y estúpido si crees eso… todo importa. Crees estar peleando la guerra de un solo hombre, desconociendo que apenas te están notando como una leve molestia en el zapato. —Hablaba en una furia fría, no perdía la calma. Era un león después de todo, uno viejo de temple sabio y experimentado, sabía cómo asechar y cazar a sus presas—. Si pasas de aquí, te aseguro que el próximo encuentro será el último y te dejarán tirado como a un perro.
—Si no quieres matarme… —En un despliegue de inteligencia decidió hacer algo que nunca ha hecho, intentó negociar—. Entonces vete, di que encontraste a los simios y podré seguir con mi vida.
Tonatiuh nunca tuvo oportunidad de ser niño, ha cometido actos de violencia atroces en ese infierno verde. Ha visto actos sangrientos desde la tierna infancia y por primera vez en mucho tiempo, se veía ignorante delante del león. Era un bebé al que apenas está aprendiendo a gatear. No era una presa lo que tenía enfrente, era otro depredador.
—Podría irme y cobrar mi dinero diciendo que maté a la plaga. —Continuó mostrando escenarios hipotéticos, resultantes de las decisiones de esta confrontación—. Podrí arriesgar mi reputación diciendo que vivían en una caverna subterránea, y hubo una explosión causando un derrumbe que acabó con todos, sin dejar ningún rastro de sus cuerpos, por lo que no podría probar el deceso. Eso calmará a los pobladores, y tarde o temprano enviaran exploradores a tu territorio, los cuales volverás a masacrar. Sabrán que no hice bien mi labor, por lo que enviarán otros… mucho peores que yo y te harán pedazos.
—¿Qué es lo que quieres?
Fue directo al grano, derramando sudor por cada por de la piel, empañando los cabellos cenizos. Aun cuando las gotas caían encima de los ojos, irritándolos por la acides, se negaba a cerrarlos por temor a dejar una abertura.
No se atrevía a soltar la posición de los brazos, no importaba que se le acalambraran los músculos, seguía firme apuntando la flecha a los ojos del casco. Apenas y tomaba un segundo para parpadear. Tal leve descuido lo hacía gritar en sus adentros, llamándose estúpido y carne muerta.
—Ven conmigo, cambia tu terreno de caza y vuélvete un guardián. —El ofrecimiento tomó desprevenido a Tonatiuh—. Diré que eras un ermitaño… matamos juntos a unos caníbales cultitas o una mierda así. No te voy a mentir, en todos los escenarios que estoy diciendo te espera una muerte segura, ¡mierda! Es posible que hasta mueras en tu primer contrato o se te crucen los cables y rompas las reglas porque un cagón te llamó mono. Pero no tienes otra alternativa, lo mejor que te puedo ofrecer es que vivirás lo suficiente para haber metido la verga en algo que no sea un chango o una mula. Así que escoge tu maldito veneno.
—¿y si escapo?
—El mismo caso… te persigo yo o lo harán otros… no tienes a donde huir —dijo—, será mejor que decidas. No me gusta matar niños… pero no es algo que no haya hecho antes por el bien común. Puedes comprobar que soy un guardián con mi medallón, hay una parte escrita en bramurosi para que lo puedas leer.
Tonatiuh permaneció de pie, inmóvil, completamente a la merced del león, quien ya lo ha derrotado usando la palabra. Lentamente tomó el colgante del suelo. Era verdad, bajo los escritos en Grishlavo, la lengua común en el norte, se encontraba un agregado escrito para los caminantes lejos de ese otro mundo.
Aun en alerta del actuar de Carpoforo Nemea, ese era su nombre según el medallón. Poseía el rango diamante cinco estrellas, el más alto entre los guardianes, otorgándole un puesto político dentro del concejo. Realeza Trisariana.
Escuchó ese nombre antes en las villas, se decía que Carpoforo era un barón en Trisary, y el único al que le llamaban brahamur, gobernante de un territorio ocupado por una mayoría de inhumanos caminantes, en completa libertad.
A Tonatiuh no le causaba ni una pizca de agrado el imaginar trabajar para los Templarios. Sentiría que sería como los demás Bannek que lo traicionaron, tal vez está pasando por un sentir parecido al brahamur al tomar una decisión en la que veía por el futuro de la tribu, todo por sobrevivir. En un fuerte dolor ahora podía comprenderlo, no se trataba de blanco o negro, era un profundo y espeso gris en selección del mal menor, no había otra escapatoria.
—Si eres quien dice ser… ¿Por qué estas haciendo un contrato en solitario?
—Un señor debe mostrarles a sus súbditos que es tan fuerte como ellos… por lo que de vez en cuanto hago contratos como cualquier guardián —impuso el león—, mis compañeros se quedaron atrás, será cuestión de tiempo para que me alcancen y espero que para entonces ya tengas una decisión. No serás el primer caminante del sur unido a la verdadera guerra contra todo lo oscuro. ¿sabes que significa Trisary?
—No…
—Es una palabra en elfo, significa libertad. Por ley, todo hombre o mujer que pise esa tierra… será libre.
Una de las normas de la caza cruzó en el plano mental de Tonatiuh: adaptarse por cualquier medio y sobrevivir. Y cual espada un segundo pensamiento vino a cruzarse, era el rostro sonriente de la madre, esperándolo en casa.
—Tengo una condición…
Esa sería decisión que determinaría toda la vida del futuro guardián, años después en la academia conocería a María Cruz, y posteriormente se uniría a los Einharts en el contrato de Lazarus.
…
—Y ahí se ve Alegre vida… —Tonatiuh bostezó adormilado y tomó un trago de una botella con café.
En la penumbra la carretera a la distancia las luces de una ciudad resplandecían en campos de luciérnagas. El tiempo de llegara se acortaba, no hubo ningún siniestro en el traslado sobre la antigua carretera, fue un viaje solitario en el que casi no vieron vehículos.
—Esa es mi señal… —Valkiria se estiró y se puso de pie, apoyándose en el asiento del copiloto.
—Nos vemos, Val… gracias por tu ayuda… fue un gusto tenerte aquí. —Se sinceró el guardián, aun con las manos en el volante se detuvo para despedirla adecuadamente.
—El gusto fue todo mío… —Val dio una reverencia—, pueden llamarme siempre y cuando me necesite, muñequita.
—Siempre lo he sabido, Val… y eres más que bienvenida —afirmó María alzando la mano, conjurando el hechizo para desmaterializar la invocación. Bajo los pies de Valkiria se proyectó un pentagrama brillante de color amatista del que se elevaban ascuas.
—Y siempre estaré para protegerla… —En un resplandor se esfumó la doncella armada, dejando solos a los amantes.
Nunca antes conoció una relación contrato como la de María y Valkiria. En los Bannek, los tenían alzados cual entes sagrados. Los Templarios como meras herramientas o seres de los que debían tratar cuidadosamente, muy por debajo de contratar un mercenario peligroso. En ellas anidaba genuino compañerismo, mostrando que nacía la bondad y amistad en cualquier tipo de criatura bendecida por el libre albedrio.
—Es algo solitario cuando ella se va, me hace extrañar a esos cuatro idiotas… —Tonatiuh encendió el motor de la máquina.
—Pienso lo mismo.
—Creo que tenemos que pagar caseta para entrar.
—¡¿Qué?! —vociferó en un puchero—. C-creo que m-me toca pagar.
Abrió el bolso encontrando pocas monedas, de nuevo María se veía muy cerca de la quiebra.
—¡Tranquila! —apenado y golpeado por el estado de su mujer, decidió tomar riendas—. Esta vez pagaré yo.
Entonces el dúo de guardianes llegó a Alegre vida, en la realización del último contrato y finalizado volverán a Griffia a reagruparse, armando nuevamente al equipo de elite conocido como los Einharts.
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