EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 16
Los minutos eran horas, las horas eran días y los días eran meses. El tiempo corría extraño dentro de un gueto, zonas ocultas bajo el velo traslucido manifestado por altos monolitos antiguos esparcidos en el área circundante. Una pared invisible, anulando todo tipo de radares. Cualquiera afuera de estos refugios vería un peligro inminente: un espeso bosque pantanoso resguardado por cocodrilos, una caverna en la que se divisasen las siluetas de horrores indescriptibles entre una infinidad de simulaciones de naturaleza repulsiva y miedo puro, ahuyentando a los viajeros.
Era la entrada a un mundo paralelo. La barrera fantasmal de los pilares alteraba las propiedades de las tierras protegidas, entre ellas estaba Palaradys Harden, una ciudadela cubierta por un segundo domo proyectado por la torre. Una doble defensa.
En las entrañas internas de la edificación, dentro de una de sus muchas habitaciones, yacía hinchada la druidesa, rezándole a una basta pintura colgada en la pared. Plasmaba en colores inmaculados la representación del verde, un gigantesco sauce de frondosa copa esmeralda. Las ramas alargadas alzadas en firmes brazos, sostenientes de las nubes de un cielo nocturno.
De las raíces rebosaba en saludable vigor un vasto jardín, hierva recortada en comparación del verde rey. Las hojas caían en un otoño eterno y al descender eran convertidas en fértiles luceros dorados alumbrantes en estrellas de eternidad.
—Elevo mi espíritu a Alfinity. Pido la protección para mí y mis seres amados. Que el agua me despierte en conocimientos, el fuego encienda mi espíritu, el viento me eleve en amor y la tierra me mantenga firme en lo que es importante.
Bajo la pintura se encontraban un buró, en el que residían cuatro estatuillas de madera tallada y pintada, posicionadas en un improvisado altar, dentro de la habitación que se ha vuelto su celda. Representaban un elemento: la hoja verde ébano para la tierra, el fuego una flama anaranjada, el agua una gota azul y el aire una esfera blanca de segmentos en líneas reflejando las corrientes de viento.
Leves temblores azolaban la habitación, causando que los objetos se sacudieran de los estantes. El fenómeno ocurría cada dos horas, lejos de ser una señal de alarma, no perturbaba a Risha. Ella tenía demasiada precariedad en la psique, arrancándola en el umbral del sueño. El insomnio se reflejaba en las negras ojeras, ha perdido peso, y se acercaba a que la carne se marcarse en los huesos.
No podía practicar ayuno, debía tener la fuerza necesaria para que el cerebro le rindiera. Ha pedido comer una porción en cada una de las comidas. Adjudicaba que el pescado afilaría el cerebro.
Pedía a los antiguos dioses por la salud y bien estar de su gente. Oraba por salir viva del confinamiento, por una conclusión beneficiosa en el juicio al derrotar la condena de muerte para pelear otro día. No iba a partir de la existencia hasta cumplir la venganza que se prometió así misma, por Frenyr, Alpiel y demás caídos en el Tridente.
Al terminar la oración se levantó del suelo, limpió de la tierra las rodillas rasposas y llenas callos al vestir unos pantalones marrones que alcanzaban los muslos. Se sacó los viejos zapatos cafés del que uno se rompió parte de la suela, abriéndose en dos partes al caminar, dando a ilusión de una bestia hambrienta. Se encaminó a recostarse en la cómoda cama, sin molestarse en mover la colcha azulada combinada a la camiseta de manga corta. Acomodó la cabeza sobre la almohada, y cruzó los brazos atrás de la nuca, frenando en seco al notar una anomalía.
Se giró encontrando en una resignada indiferencia el muñón amputado, en el que todavía resentía el fantasmal brazo acariciando los verdes cabellos. Un grillete de maleficarium apresaba el cuello, anulando el implante y toda forma de magia reduciéndola en una tullida. Si llegaba a materializar el mínimo hechizo, el mineral drenaría sus poderes y se acercaría a sobrecargarse culminando en una explosión que le costaría la vida. A pesar de que Risha juraba que no escaparía, eran ordenes de la reina de corazones para volverla un ejemplo de disciplina y no le dio otra alternativa que seguir el protocolo.
Al ser imposibilitadas las capacidades mágicas, la hacía sentir incompleta, rota e inservible. Se veía a sí misma como una lisiada cercana a ser un vegetal. Aun si tuviese ambos brazos, el no poder emplear el uso de sus hechizos en cualquier acto mundano de la vida diaria, la llevaba a un sentimiento de vacío empujándola al filo de la locura.
Risha se había acostumbrado a manifestar ese limitado dominio sobre la realidad en casi toda su existencia. El vivir unos días como una humana normal le parecía inconcebible. La usaba desde la preparación de alimentos, abarcando la higiene personal y culminando en cambiarse de ropa.
Una simple acción que bastaba en un par de simples hechizos de pocos segundos, se redujo a una laboriosa jornada al nivel de una pequeña niña de independencia apenas saboreada: torpe y carente de gracia.
De no ser por la asistencia de las sirvientas y los guardias, posiblemente se vería obligada a comidas insípidas o se expondría a causar un incendio. Ese estado era humillante, calando fuertemente en su ego.
Odiaba que su propia ama no confiase en ella como para dejarla andar en sus anchas. La han dejado pudrirse por varios días en una ostentosa recamara carente de ventanas, dándole un ambiente claustrofóbico.
Se conformaba de una cama, un buró de ropa bajo la pintura en la pared, y en el fondo un cuarto de baño. Este ultimo cuarto poseía un escusado, un lavamanos y una regadera, pero habían quitado el espejo.
No había ningún tipo de objeto capaz de ser usado como punzo cortante de forma fácil. La reina de corazones reconocía la peligrosidad de Risha, por lo que aseguró que la recamara estuviese protegida con dos guardias custodiando la entrada en todo momento, y eliminar cualquier medio por el que se pueda escapar usando una improvisada arma de uso rápido.
No se le permitió la compañía de algunas plantas sembradas en masetas para proteger la gente, bajo la excusa de que la tentarían a usar magia. Para un druida, el ser confinado lejos de la naturaleza era una tortura psicológica demencial, era ser enviado a otro planeta.
Sabía que ese era un problema general de la ciudadela. Parte de la estructura le faltaba ventanales, y gran parte de sus interiores eran subterráneas. Le traían tres comidas al día. Dentro de la celda tenía acceso al baño, todas sus necesidades eran saciadas reduciendo considerablemente el contacto social. Una prisionera privilegiada.
Pareciese que le prohibieron el interactuar demasiado con los otros acólitos hasta el día del juicio, apenas la han venido a visitar Dimitri, Griselda y Natch. Eran platicas en las que trazaban los planes del juicio, en promesas y palabras de aliento sazonadas en arrepentimientos de ambas partes por actos no realizados en el pasado.
No hubo señales de Thorken, Nyx, Mahou y Zagreo, de este último no ha cruzado palabra desde la conversación en el jardín. Creía haberlo defraudado por el estado lamentable en el que estaba, teorizando el motivo de la falta de la presencia del brujo, al cual lo consideraba algo más que una autoridad, era como un padre para ella.
Avergonzada, se decidió a permanecer limpia y sobria para el día de la asamblea, si el resultado era nefasto, pediría como último deseo el poder fumar hierva hasta caer en un trance indiferente a la propia ejecución.
En Mahou y Zagreo cargarían el cargo de jueces, no sería prudente una interacción directa en la celda de la acusada, un acto reprobable a los ojos de las tribus opositoras. Thorken representaría el puesto de fiscal y de posible verdugo, lo cual era una espada de doble filo.
El primer esposo de la monarca, se caracterizaba por una frialdad mecánica frente a otros que no sean los integrantes de la familia. Era de imparcial juicio, de una lógica impugnante desapegado de la religión. Risha albergaba confianza en ese aspecto, tendría una sentencia justa fuera de cualquier ápice emocional, de jugar las cartas correctas lograría sobrevivir.
Nyx era otro factor decisivo. Ella sería movida al público junto a los otros acólitos, y no le sorprendería que la enviaran a testificar. Risha no confiaba en ella, de lo poco que ha interactuado con esa bruja, la ha catalogado como una devota seguidora a un hedonismo sobrenatural con definiciones poco ortodoxas del placer.
De la puerta sonaron tres golpeteos, sacando a Risha de las cavilaciones, arrojándola a girar la cabeza aun apoyada encima de la almohada en dirección a la puerta trancada. El viejo seguro dificultaba a los visitantes el destrabarlo, aun por medio de las correctas llaves.
—Si tuviese mis poderes… la abriría en un santiamén… por un hechizo de llave maestra o la rompía en pedazos con un rayo solar —musitó para sí misma en una leve risa, burlándose de la precaria situación.
El cerrojo cedió al final, el pomo de la puerta giró y se entreabrió, asomándose la cabeza de una doncella de cabellos oscuro conocida como Melody.
—¿Podemos pasar? Le traemos la comida —solicitó la sirvienta, y atrás una mujer elfo castaña con anteojos llamada Luxyana
«Sea o no mi voluntad, entrarán de todas formas… estoy enterada de que tienen personal que me harán comer a la fuerza», ese pensamiento se asomó en los labios cercano en ser voz alta, frenando en uso de conciencia—. Adelante.
La puerta terminó de abrirse, dejando el paso libre a las dos mucamas. Luxyana empujaba un carrito en la que llevaba un platillo de pollo al limón, acompañado por una guarnición de arroz, y una ensalada con arándanos, rebanadas de manzana amarilla y nueces acarameladas. Eran los platillos favoritos de Risha, quien se sentó en la silla frente al escritorio en donde colocaron la comida, poco después de dar un rápido trapazo a la madera.
—¿Cómo ha estado, señorita? Si necesita cualquier otra cosa, no dude en pedirlo.
En refinada educación, Melody sirvió la limonada helada en un vaso de madera, bajo la sombría indiferencia de Risha, salpicada en un aire de extraña familiaridad, una chispa de inquietante curiosidad. Lejos de querer correr a las dos sirvientas del cuarto una vez que terminasen, algo en ellas le resultaba conocido, cree haberlas visto de alguna otra parte, más no podía recordarlo.
—Oh que amables… trajeron mi pollito deshebrado… —Saboreó una tirita, degustando el sabor amargoso a limón.
—Se tomaron muy enserio su broma sobre que podría matar a alguien clavándole un hueso de pollo —respondió Melody en una temblorosa amabilidad, claramente inquieta por la presencia de Risha.
—Eso me redujo a comer con las manos, es una lástima… —Se chupaba los dedos al hablar—. Entonces me abstendré en decir que puedo ahorcar gente con las sábanas.
Las largas orejas del a acolita se movieron al captar el acuoso susurro del agua mezclada con jabón de un par de cubetas, remojando un trapo en manos de Luxyana, usado en la limpieza de los muebles eficientemente.
Atreves del rabillo del ojo Risha se percató como Luxyana evitaba mirarla directamente, en los breves instantes en las que ambas enfocaron una atención mutua, la mucama se tornaba en una frialdad acusante.
A la druidesa no le sorprendía, era un actuar obvio debido a la situación por la que está pasando. Melody en cambio trataba de cumplir sus tareas en mayor profesionalismo, notándose claramente nerviosa por el ambiente tenso de la habitación
—No, para nada… estoy sobrellevándolo. —Risha reflejaba una quebrada confianza, al comer de uno a uno los pedazos de pollo con la mano. Por obvias razones no le trajeron cubiertos.
El no tener ambos brazos volvía difícil la realización de las tareas. El brazo fantasmal se le resbalaban de los dedos la lechuga de la ensalada. Ha sufrido problemas de equilibrio, debido a la falta de la extremidad, por lo que, en ese estado, casi cualquiera podría someterla. Un guerrero entrenado la pondría en el suelo, gente normal en masa la sometería sin problemas.
—Podemos ayudarla si lo desea… —insistió en plena lastima por el estado de la prisionera. La atención lejos de ablandarla, irritó a Risha, si anhelaba algo no era que le tuviesen pena.
—Tranquila, puedo hacerlo… lo he hecho desde que me tienen encerrada aquí. La verdad prefiero comer sola. —Mintió, sabía que iba a tener algunos problemas y no deseaba que la viesen, en especial por esa peculiar atención de Melody que le daba, ya que parecía verse nerviosa—. ¿pasa algo?
—¡No, nada! —vociferó soltando una leve carcajada, aun así, se veía cuidadosa en la forma que se expresaba—. Es que pensaba que los druidas eran vegetarianos y tuve que preguntar dos veces si enserio iba a comer carne.
—Ese es un estereotipo muy ignorante si me lo preguntas… y de muy poco sentido. —«Según por lo que dice, en definitiva, no me han venido a mi celda antes», dedujo—. Los que somos afines al elemento tierra, amamos la naturaleza, usando el ambiente para nuestros poderes. De ser así, no comeríamos verduras si no pura carne.
—Mis más sinceras disculpas… —Apenada hizo una referencia.
—Es como si dijeras que por ser brujas tenemos que tener un sombrero tumbado hacia atrás, o que bailemos desnudas bañadas en sangre de vaca por algún tipo de ritual antes de una orgia.
—¿No lo hacen?
—Lo segundo quizás no en toda esa combinación… —Risha arrugó la cara, pensando que falló en la metáfora—. Lo primero es un enorme letrero que diga “vengan cerdos Templarios, no hace falta que tenga la marca en la espalda. Quiero que quemen mi negro ano, vengan que me empino y me abro de nalgas para ustedes”. En fin… creo que será mejor que ayudes a tu compañera.
Sin ánimos de protestar, la mediana cumplió la tarea al unirse a las nobles labores, en una organización de notable práctica, concentradas en abastecer el baño de artículos de higiene. Risha las observaba cautelosamente al beber un trago de la limonada, seguía tratando de encontrar la veracidad de ese cosquilleo en su cabeza, relacionado a esas mucamas. Un amargo y dulzón sabor se acumulaba en la boca, atontando los sentidos levemente, materializando descargas eléctricas en el cerebro. El néctar estaba alcoholizado.
El palacio de los Krowler poseía un personal de criados de descendencia inhumana: elfos y caminantes, todos carentes de cualidades de combate. Eran familiares y seguidores cercanos de los brahamur leales, envidos a Palaradys Harden bajo la protección de la eminente reina de corazones.
No podía deducir la edad exactamente, debido a la habilidad de envejecimiento ralentizado, otorgando una longevidad extraordinaria de cientos de años. Aparentaban el principio de los veinte, y Risha apostaba por esa edad debido al actuar jocoso de las dos muchachas al soltar algunas bromas al conversar durante el trabajo.
Una sensación fantasmal envolvía a Risha al ser testigo de la colaboración de las dos sirvientas, ambas en un trato ameno de distinguible amistad. No era la diferencia de raza lo que sacudía a la druidesa, era por una frase que alguna vez escuchó al leer los libros de historia: “Un elfo no es sirviente de otro elfo”.
Existían castas, rangos militares y clases, más nunca un estatus de servidumbre como el que se veía en esa habitación. En una época distante, los elfos de todas las ramas vivían en opulencia monarquía, gobernantes de sus propios territorios. No ocultos en los conocidos guetos, se alzaban en avanzadas ciudades doradas protegidas por los bosques.
Eran la nobleza de alta estirpe, soberbios y orgullosos. Proclamados como los herederos de constructores y titanes. Los humanos de esas tierras al ser mayoría, eran esclavos, simple servidumbre vistos como iguales a animales.
Ese estatus de poder en la longevidad, posicionaba a los elfos como casi divinidades, volviéndolos despreocupados del costo del mermado nivel de natalidad. Pensaron que la humanidad no podría alzarse, y fue una chispa lo que avivó una revuelta.
La llegada del iluminado nómada, aquel que predicó su palabra al desplazarse alrededor del continente y presumiblemente más allá, el profeta de los Templarios, el viajero. Ese fue el inicio de la edad heroica por los humanos, conocida como la gran purga y sometimiento de inhumanos, una que ha continuado durante décadas hasta tiempos contemporáneos.
Al no lograrse destruir todas las comunidades libres, algunas han crecido en alianzas con humanos de fe perdida, formando El libre pensamiento, y otras han permanecido ocultas en los guetos aun practicando viejas costumbres, considerándose pequeñas naciones secretas. En los pensamientos de Risha se hizo la luz, hallando la astilla atesorada revelando la vivencia en la que conoció a las mucamas.
—Ustedes… ustedes estaban en la lista de candidatas para ser las doncellas de la hija de su supremacía hace meses. —Concretó en pleno impulso de una memoria, a punto de escapársele de los dedos.
—No esperaba que nos recordara, señorita… —Melody detuvo su actuar—. Fuimos muchas candidatas después de todo.
—Me parecían conocidas de la cara, y me acordé a ultimo segundo —dijo—, No me quedé al final para la selección.
—Si usted lo quiere saber… nosotras fuimos las elegidas para ser las doncellas personales de la señorita Liliana. —Melody se alzó enorgullecida—. Ella decidió tomar una siesta después de sus lecciones, dándonos unas horas muertas que debíamos llenar. Por lo que decidimos apoyar a nuestras compañeras con la labor de ayudar aquí abajo, a menos que nos vuelva a llamar.
Melody se bajó la manga mostrando una pulsera platinada, segmentada en cadenas de circuitos y conectadas en gemas anaranjadas. Era un dispositivo a corta distancia, por el cual las mucamas se comunicaban entre si dentro de las instalaciones, y podrían ser llamadas por la familia Krowler.
—Se entiende… cada uno realiza un puesto en la rebelión, es cosa de nosotros seguirlo de acuerdo a los talentos con los que nacemos. Ser la guardia de su supremacía no le correspondía a alguien de su poderío, escogida para ser la médium de un titan. —Luxyana guardaba la ropa sucia dentro del carrito, y de otro compartimiento acomodaba prendas limpias dentro de los cajones—. Usted estaba ocupada en el concejo de guerra, repartiendo unidades en el Tridente para la llegada de los ejércitos Templarios.
Luxyana disfrazó una hostilidad palpable en falsos halagos, llaves para una caja de discordia que era Risha en ese instante, de semblante oscurecido descargando la furia en un tembloroso puño cerrado.
—Por su puesto.
Risha estuvo a punto de lanzar un improperio, conteniéndose a ultimo segundo al borde de morderse levemente la lengua. Una sonrisa gélida amaneció en el rostro pálido, cargado de maliciosa sed de venganza.
No física, no le daría una excusa. Risha no quería arriesgarse en ese estado lamentable, aun cuando se juraba que podría destrozarla estando tullida, dado a su entrenamiento militar. No sabía si era para desahogar la frustración y el alcohol adormeció sus sentidos de cautela, o era porque tenían algo que ver con Liliana, una travesura le atravesó la cabeza.
—Creo que lo que dijiste se puede mal interpretar, Luxy… —Melody quiso ponerse de intermediario—. Creo que debes disculparte.
—Así que fuiste escogida para ser una doncella de su supremacía ¿eh? —arrojó la retórica en una puñalada al corazón, antes de que la Luxyana pudiese protestar.
—Claro… —admitió inflando el pecho—. pasamos todas las pruebas… no tiene que preocuparse de su viejo puesto.
—Por supuesto… —«¿Esta puta me está comparando con una lava calzones cagados? me importa un carajo lo que le pase a esa pequeña bestia. Primera vez que me va a ser de utilidad»—. Dime… ¿las escogieron a los dos primero o fueron las siguientes en la lista después de que las otras desaparecieran?
Ninguna respondió. Pálidas quedaron paralizadas en expresiones horrorizadas de almas robadas por ese comentario.
—¿Qué? —expulsó Luxyana en un susurró tembloroso.
—¡Es broma! Tranquilas… —Dejó escapar una risotada retorcida, rematando en una ladina mueca en filo de navaja, saboreando el miedo de la oposición—. Hace tiempo que ella no hace eso.
No mentía, sin embargo, las dos doncellas no sabían que creer. Al poco tiempo se marcharon dejando por fin comer a Risha, y como era de esperarse presentó dificultades para probar bocado. Tuvo que pegar la cara a la mesa para poder acercarse los alimentos, al no tener el otro brazo.
Terminada la merienda volvía a estar confinada a la soledad, no le quedaba otra cosa que sentarse y pensar. Repasaba dentro de la cabeza los acontecimientos del Tridente, analizando cada detalle para futuras incursiones. En el instante en el que arrojó el huevo del globo aerostático, se decidió a tomar responsabilidad de las consecuencias de sus acciones, ya sea la victoria o la derrota.
Parte de ella albergaba conflicto, tal cual eran las divisiones dentro de los rebeldes por las diferentes ideas referentes al castigo que se le debía propinar. Escuchó sugerencias de una decapitación publica, otra era ser arrojada en ofrenda de sangre para bestias de contrato y algunos querían aplicarle la tortura de las alas abiertas.
Los pensamientos del estrés le retorcieron las entrañas, acelerando la digestión y la envió directo al baño. Después de desahogar los intestinos se acercó a lavarse las manos y la cara. Al cerrar los ojos, vio el fracaso, todo lo que pasó y sacrificó.
La pérdida del ojo, el brazo, las cicatrices en su cuerpo y las de su propia mente al jugar con poderes que no comprendía para darles una oportunidad a su gente. La mitad la odiaban por el error cometido, en las que su amada señora, su maestra en las artes oscuras parecía ser la máxima opositora junto a la burlona Nyx, y la decepción de Zagreo.
La llenaba de una furia atroz, encontraba la piedad en su familia, compañeros y los pocos subordinados que aun la respetaban. El día que rompió sus propias cadenas, se juró nunca volver a estar atada algunas. Entrenó por años bajo la tutela de los supremos, dominando el elemento en el que demostró destreza.
Fue una heroína de guerra, una santa religiosa que pudo traer a un ser divino y volverlo un aliado. Liberó campos de concentración, impulsó tribus a pelear tanto extranjeras como aledañas prometiéndoles un país en el que no deban vivir ocultos en guetos.
Lo dio todo y en la hora de la verdad falló. Toda esa devoción, ese respeto de los que la siguieron fue reducido a menos de la mitad, consumido por una negra sombra de resentimiento. Encolerizados por la derrota del Tridente, la perdida del titan y la muerte de muchos activos, la han vuelto responsable, necesitaban un culpable debilitado al cual patear y desquitar la impotencia por no poder ir ante los verdaderos agresores.
Las imágenes del enfrentamiento contra los guardianes pasaban dentro de su cabeza. Al ser liberada del capullo creado en la construcción de un implante temporal, una lagrima se derramó del único ojo biológico. La expresión en el rostro no podía describir del todo lo que albergaba en su ser, el corazón y el alma se rompieron en mil pedazos.
Frente a ella, el cadáver de Frenyr yacía en el suelo y encima estaba parado el guardián carmesí jadeante, embadurnado del néctar esmeralda emanante de la rajada en el pecho del avatar, donde alguna vez estuvo el núcleo. El error, la carencia, lo que iba a traer la libertad por lo que perdió partes de su ser, fue destruido por seis guardianes, seis asesinos de un dios.
En un grito de furia propinó un puñetazo a la pared rasposa, tronando levemente la envergadura, dejando leves marcas de agujeros. Parte de la piel de los nudillos fue desgarrada, y la sangre desbordó en espesas líneas rojas, por suerte no se rompió ningún hueso, madamas se le entumeció. No tenía la protección de la magia y la indumentaria, reduciendo en resistencia.
Era la diferencia entre los hechiceros y los alterados. Ambos mutantes, pero los segundos al ser creados poseían cualidades físicas sobrehumanas destacables. Compensaban que la mayoría no poseía el don, y nada más usaban la ecuación inédita impresa en el código genético modificado.
Reprimió un quejido de dolor, pegando el puño en el abdomen al inclinarse al frente. La mano fantasmal apretaba la herida, aun cuando no estuviese ahí, Risha seguía materializando esa falsa existencia en la mente.
Fue difícil tratar la herida. La limpió con agua oxigenada que tenía en un botiquín, tomó un pedazo de sabana arrancándola con los dientes, vendándola, tras sacar los pedazos de escombros clavados uno por uno.
De no tener el grillete habría reducido el daño y luego la cubriría de un musgo especial. En menos de una hora estaría como si nada, sin embargo, permanecería expuesta a las punzadas de dolor y a una mano levemente entumida por unas horas.
Al presenciar las gotas de sangre manchadas en la cama, un diluvio de recuerdo cayó en la mente de Risha, elevando la dolencia en la mano vendada. Veía de reojo el deslumbrante rayo fulminante creado por la hechicera María, al volarle la extremidad al tomarla por sorpresa.
El estallido del disparo dañó el tímpano de ese lado, a veces en el silencio de la noche ya sea sola o acompañada podía escuchar ese leve zumbido taladrando los oídos, le traía de nuevo a esa pelea, dándole ataques de pánico. Veía en la oscuridad el rostro de María, en el que se esbozaba una enorme sonrisa de dientes blancos, rayando en una caricaturesca inhumana.
Terror y furia se acumulaban en ella, trataba de que concentrar la frustración en un motivo para vivir y no dejarse caer por la desesperación. Pensaba en la venganza contra los enemigos: los Templarios y los guardianes. Pretendía tomar la cabeza de cada uno de los eslabones de los Einharts, sobre todo del ejecutor carmesí quien dio el golpe final a Frenyr y a la mujer que nunca olvidará su nombre, María.
Pensaba en guardar once picas en la entrada a Palaradys Harden. Seis para los guardianes una para la centauride, dos para los inquisidores y los dos Nephilim. Risha veía a los guardianes peor que esclavos, para ella eran lo bajo de lo bajo, eran traidores vendidos a las coronas doradas, manchando todo lo que según era Trisary.
—Trisary significa libertad… vaya bola de hipócritas.
El odio ardía como el fuego encendiendo el alma, únicamente contenida por la presencia del amor, venida como un fresco respiro de aire. Era su familia. Tenía a su hermana mayor llamada Falaris, ella carecía del don, no obstante, siempre estuvo a su lado, apoyándola y ayudándola en lo que pudiese en los estudios.
Al escapar de los campos de concentración, se entregó a la espiritualidad como una sacerdotisa. En un ritual de fertilidad quedó embarazada, desconociendo la identidad del padre, lo que no le negó el tener y criar a su vástago, al cual le puso Eldrian. Ese niño de cabellos castaños claros, significaba mucho para Risha, estuvo durante su nacimiento hace seis años y ha estado presente en su crianza.
Risha era una fuerza de la naturaleza desatada en el campo de batalla, nunca ha dudado en liquidar a todo enemigo de la organización, ostentando un frio carácter implacable fiel a la causa. En toda una vida de haber mandado a tantos a la muerte, significaba mucho para ella el haber ayudado a traer a alguien al mundo. Fue un motivante para vivir el día en el que Eldrian le dijo a su tía que ella era su segunda mamá.
Nunca olvidará aquel suceso, la marcó. El recuerdo de ellos dos la mantuvo viva en todas sus batallas, era la tierra a la que debía aferrarse. Se zambullía en las aguas de esperanza por el plan que ha estado maquinando, necesitaba hablar con la reina de corazones.
No pudo adquirir una audiencia previa al juicio, y lo que debía saber no era algo que se debía decir rodeados de un jurado. Risha estaba dispuesta a ganar, pensando que una vez que pueda llegar a estar a solas con su reina, pueda confirmar algo que quizás la haga enmendar la perdida en el Tridente.
Tres nuevos golpeteos colisionaron en la puerta, Risha se levantó de la cama sentándose en el borde.
—¿Quién es? —preguntó.
—Somos nosotros —reconoció las voces, era Griselda, y seguramente la acompañaba el hermano, Dimitri. La puerta se abrió revelando a los hermanos Strokers parados en el umbral, cargando unos banquitos con los cuales puedan sentarse.
—¿Podemos pasar? —solicitó Griselda en un tono de voz cauteloso.
—Claro… adelante… —Dijo Risha, soltando un ceceo de lengua por el envolvente ardor en la mano. La diestra fantasmal acariciaba el puño vendado.
—¿Qué demonios te pasó? —Preguntó Dimitri y se acercó a ver la mano.
—Estoy bien, tuve un arranque… —se excusó—, estoy que quiero quitarme este jodido collar de puta que no me deja hacer nada.
—Lamentamos que no podamos sacarte esa porquería. —continuó Dimitri, y tomó asiento junto a su hermana, frente a Risha.
—No me digan que el juicio es hoy o mañana.
—En realidad será en un par de días —corrigió Dimitri—. Quisimos venir a verte.
—Perfecto, mi noción del tiempo sí que está jodida. Entonces ¿a qué se debe la visita?
Risha se detuvo pensando que sonó grosera. No le molestaba la presencia de los hermanos, le servían para mantener la salud mental, una que también requería mantense fría y supuso que la soledad le serviría para rearmar su defensa. Los dos hermanos voltearon las caras en busca de apoyo muto. Ninguna palabra salió de los labios y en una conexión densa se envalentonaron.
—Vinimos a ofrecernos para apoyar tu defensa en el juicio, no entraremos como simples testigos —inquirió Griselda en una animosidad esperanzadora—. Tenemos experiencia en el campo de la ley. El fuego oscuro quiere crear una nación, por lo que se apegará a las normas de una sociedad parcialmente civilizada.
—N-no sé qué decir… —Risha estaba atónita, bajo la cabeza para ver sus propios pies, analizando lo que le estaban ofreciendo y al instante se alzó al caer en ella otro factor que dejó por alto—. ¿Qué hay de Natch?
—¿Ese animal? —Dimitri se tensó y cruzó los brazos alzando la cabeza frunciendo el entrecejo. Indignado resguardó parte de su sentir y no desviar el tema—. Seguirá como testigo… estará de tu lado, eso estoy seguro.
—Por lo que nosotros pasaremos más días contigo para planear la entrada —Continuó Griselda—, el juicio se pronostica que durará una o dos sesiones, las suficientes para que demos un buen papel.
—Les agradezco su preocupación, enserio… pero… pensaba ser mi propia defensa… —dijo Risha—. No soy inocente, no podré escapar de una sentencia, por lo que me aseguraré de que no sea de muerte y se me permita seguir en la batalla.
—Risha… el día del Tridente… te permití el uso del titán y me conformé en mi posición. —Dimitri se puso de pie firmemente y fue directo al grano, pareciese que algo de él estaba saliendo, un sentimiento guardado—. Acepté dejarte el mando de la operación, y me quedé apoyando al resguardo de nuestras tropas. Muchas veces me he preguntado, que habría pasado si mi hermana y yo te hubiéramos apoyado en tu enfrentamiento con los guardianes.
Risha evitaba observar fijamente a su compañero, conocía su franqueza y nobleza en cuanto al compañerismo, podía comprender la frustración en esas palabras. Realmente quería ayudarla.
—Por favor… permítenos ayúdate esta vez, sé que podemos hacer la diferencia —Griselda colocó las manos sobre la de Risha, impulsándola a mirarla. La faz de la vampiresa era de confianza y desprendía genuina ternura—. Estaremos para apoyarte, y si todo sale mal… necesitarás un campeón… en este caso campeones
—¡Espera! ¿no me digas que estás sugiriendo un duelo? —Risha abrió los ojos de par en par, aquello la tomó desprevenida.
—Es una posibilidad que no podemos prescindir… —Dimitri apoyaba la moción—. igualmente me ofrezco, ambos podemos entrar en un enfrentamiento de pares.
—¡Es una locura! —declaró—, no los dejarán entrar a los dos juntos. Puedo aceptarlos como parte de mi defensa en el juzgado, más no como campeones. Ustedes lo dijeron, queremos ser un país civilizado… esa práctica ya casi ni se usa en esta época y no en todo se aplica.
—Algunas viejas costumbres nunca se olvidan, no importando que tan “avanzada está una sociedad” Tenemos algunos brahamur conservadores… hasta caníbales —se excusó Dimitri, no encontrando problema a su propuesta—. Quieren ver sangre, así que lo usaremos a nuestro favor. Si llegas a un punto de derrota, podrás pedir esto como deseo debido a tu servicio. Si sales victoria, sales completamente impune.
—Si debo recurrir a un combate singular por mi libertad, seré mi propia campeona. —«A veces olvido que me superan en edad y se han quedado con esas viejas ideas»—. Saben perfectamente a quienes escogerían para tomar mi sangre si opto por esa alternativa… Thorken o inclusive el maestro Zagreo. Y si acepta un combate en dúos, será una muerte segura.
Al cerrar los ojos, la druidesa veía como su cabeza ensangrentada era arrojada por los aires fuera de la arena al seleccionar ese combate. Al mencionar a los dos susodichos, apostaba en demasía por Thorken, lo apodaban el sin corazón, un asesino despiadado fiel a los designios de la monarca, sobre todo su acolito favorito.
En el jardín se confirmó que Zagreo estaba de su parte, un elemento sustancial para la victoria en el juicio, una posición que desconocía de la reina. Conociéndola, deducía una colera abismal, capaz de poner a sus dos consortes de su lado.
—Ponte a pensar, Risha… —Dimitri se alzó, mostrándose sagaz tal cual sacase una jugada maestra—. Su supremacía no se arriesgaría a un duelo en la que pueda perder a sus acólitos.
—Otra razón por lo que la reina de corazones se opondría y un riesgo que tampoco puedo tolerar… —Risha no se detuvo, apreciaba el esfuerzo de sus amigos, no acosta de desgarrar a la rebelión por dentro—. Mi incompetencia dañó a la rebelión al perder a Frenyr y Alpiel, junto a muchos de mis soldados. El causar que acólitos se maten entre sí por mi cabeza, mataría lo que queda de mi alma. Un duelo no será una opción, tengo un plan, voy a ganar este juicio bajo mis propios términos. Espero que me reduzca la sentencia… no que me salve de ella.
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