EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 18
—¿Crees que vaya aguantar? Ni por todo el dinero que tiene el viejo, podría soportar ese trato.
—No imaginaba que te identificaras con el niño. Es un mocoso insolente, a un padre se le debe honrar y nunca contestar como si fuese otro de su mismo nivel. Es prácticamente un mandamiento del viajero. Si fuera el patrón, lo hubiese amenazado con correrlo si seguía siendo un dolor en el culo.
—No sabe lo que tiene, es un mal agradecido. El viejo caga oro y el mocoso piensa en irse a morir basado en deseos infantiles. También es culpa del patrón por llenarle la cabeza de esas tonterías, mírenlo… desde que tiene esos pleitos con su hijo parece más viejo, me preocupa que algún día ese tonto sea nuestro futuro patrón.
—Esos dos son una bomba de tiempo, van a terminar matándose. ¡De mí se van acordar! Un día por puro coraje, alguno tomaré una escopeta y le volará el cráneo al otro. Deberían separarse, cada uno por su lado.
Eran los constantes comentarios susurrantes en los peones temporales, testigos de los pleitos de los Réquiem. En una ocasión Karen quiso intervenir con Clayton, pidiéndole que fuese comprensivo, era un niño con el que discutía.
—Metete en tus propios asuntos, mujer… —Era la fría contestación, en una amenazadora faz que liquidó cualquier intento de la cocinera por meterse, temerosa por perder el empleo.
Rhaizak fue otro valiente dispuesto a tratar de ablandar el corazón de Clayton. Drake nunca pudo escuchar esas platicas de los dos veteranos, al ser enviado a trabajar en el campo. Después de esas reuniones el padre llegó a calmarse, comportándose en una paciencia considerable de duración efímera y volvía a perder la compostura.
Las historias épicas se extinguieron, remplazadas por indirectas de Clayton en concilios de socios de negocios y empleados. Contaba la vida de un guardián comparándola al averno y una pérdida de tiempo, recalcando como muchos iban a morir de forma inútil, por un puñado de monedas que no valían el precio. Aseguraba como los jóvenes deberían dedicar mano al campo o trabajar en algo alejado de la violencia.
—Trisary no necesita más guardianes, requiere hombres de campo… muchas fincas las tienen abandonas —decía Clayton—. Esto obligaría a los credos a concentrarse en las plagas de sus territorios, en lugar de andarse ladrando entre ellos para ver quien se lanza una piedra.
Recalcaba la suerte que tuvo por el retiro y el buen uso de las inversiones de lo ganado en viejos contratos para tener la finca, opacando la pensión de guardián de rango dorado que ostentaba. Clayton no perdía oportunidad para dar esos comentarios, asegurando la presencia del hijo, esperando que este entrase en razón y se desanimara. De lo contrario, usaría cada contacto en el ejército para volver Drake una peste en los campos de alistamiento.
—Yo no luché en la guerra civil o en los contratos para que siguieras mi ejemplo… —Era la sentencia relatada por Clayton al hijo, al sostener la calma en un hilo carcomido, cercano a reventar—. Quiero que tengas un futuro en el que no tengas que derramar tu sangre ni manches las tuyas, hijo.
Al reflexionar esas vivencias en la academia, posteriormente en cada contrato durante las noches envela, en Drake albergaba vergüenza. No supo lo que tuvo hasta haberlo perdido. Odiaba el trato severo del padre, en parte lo culpaba por no considerar ser empático. Al madurar, comprendió que al desafiarlo meramente empeoraba la situación, y comenzaba a reflejar en él un rasgo detestable de Clayton: un carácter iracundo e impulsivo.
Drake no imaginaba como hubiesen sido las cosas con algo más de sabiduría, que le diría a Clayton si lo volviese a encontrar en los tiempos de la rebelión Fuego oscuro. De alguna manera regresase de la muerte, sanaran las culpas y se perdonen mutuamente.
Nada de eso era posible, incluso en el plano onírico proyectado por la mano de la dama de las alas negras. Una simulación del hogar de infancia, los Potros salvajes. Un aluvión de dudas surgió en la memoria del guardián, no sabía por dónde empezar.
Corrientes eléctricas se esparcieron en los huesos de Réquiem, manifestando un enervante cosquilleo en las carnes. A Anisha le bastó un simple ofrecimiento, para fulminar el furibundo temple de Drake.
—¿Contrato? —No lo pensó, por primera vez desde que entró a Lazarus, una luz de guía apareció, las respuestas que tanto ha estado buscando se avecinaban y esa mujer real o no, parecía resguardarlas—. ¡Espera! Esta vez vas a tener que contestarme a varias preguntas ¿quién eres? ¿qué es este lugar? ¿qué conexión tienes conmigo? y ¿qué quieres de mí?
—Eres un muchachito muy impetuoso… algo a la vez, por favor. —Tomó un trago del te alzando el dedo para que le diera un segundo—. Como te lo dije antes… mi nombre es Anisha… puedes llamarme Ani. Escucha con mucha atención, lo que te voy a decir es sumamente complicado y puede volarte la cabeza. Te aseguro todo es verdad.
—¿Dices que está ilusión es real? —Arremetió descarado—. Después de todo la mierda que he visto en mi vida, será muy difícil que puedas sacudirme.
—Tú lo pediste… prepárate.
En frívola malicia aceptó el desafío en un chasquido de dedos. La cómoda oficina se desquebrajó en miles de vidrios, y fue sumergida en la absoluta oscuridad. Adoptando una posición de extrema alarma, Drake se acercaba a entrar en pánico y un cielo estrellado se encendió de repente, uno distinto al conocido.
Drake y Anisha se veían rodeados por un holograma de la inmensidad del universo. Proyectaba ilusiones a escala de cada galaxia, planetas y estrellas esparcidos en lienzo infinito en el que los dos testigos eran otro punto en el vacío cósmico.
Eran hormigas recién salida de la colmena enterrada, en medio del basto desierto, una minúscula partícula de polvo en el firmamento, completamente irrelevante. Esa sensación de insignificancia retorcía las entrañas de Drake, perdido en las brumas nebulosas de la simulación. Era menos que un insecto, mero polvo al contemplar los mundos paralelos flotantes en el velo estrellado.
Maravillado y atemorizado con la quijada colgando, ladeaba la cabeza observando cada pincelada de la ambientación en la que siempre faltaba un rincón por descubrir. Inmersos en el infinito. Una de las esferas que prendía ser un mundo fue el enfoque de atención de Réquiem, al ser el primero que divisó en la inmensidad.
En actuar infantil por algo nunca antes visto, acercó un dedo lentamente y en plena defensa en el que terminó atravesando la simulación, como si estuviese hecha de agua. En la academia le enseñaron de astronomía, conocía de la luna, y las estrellas a través de un telescopio, surcando en su mente el flotar libremente en la nebulosa estelar. Esa ilusión encarnó en el mundo onírico, destrozando lo que alguna vez aprendió en las sesiones en el observatorio. No tocó ni la superficie del auténtico conocimiento.
—Donde… —apenas pudo articular palabra. Un hibrido de horror, y belleza, una unión profana y errática, digna de entrar en cabezas de lunáticos—. ¿Qué se supone que es todo esto?
—En la infinidad del cosmos, fuera del mundo físico existe el reflejo de todo lo que vez… un sendero.
Anisha volvió a chasquear los dedos y en medio del espacio surgió un torrente verde fosforescente desde más allá donde los dos permanecían de pie, y se alzaba al firmamento, compuesto por una corriente de brillantes colores azules blancos. La construcción era coronada por múltiples ramas conectadas a los mundos en una inmensa red de caminos, comparables a tentáculos de una medusa. Al tocar los mundos eran cubiertos por un revestimiento esmeralda tal cual fuese una cuarta capa, causando diversos efectos:
Mundos expulsaban pequeñas esferas, dando a luz nuevos cuerpos celestes. De otros puentes nacieron de esferas, alineándolas al unirlas unas con otras y expandieron el telar. Tal cual un hilo se contrae y atrae a dos o más proyecciones en un rango de colisión, algunas explotaban al contacto dejando espesas nubes de polvo y otras formaban mundos completamente nuevos al esparcirse la neblina. En otros casos las esferas se engarfiaban en la órbita, conectadas entre sí atreves de los puentes.
Por puro instinto Drake se apartó de los conectores, y en vano esfuerzo fue acribillado ante los caminos de toque fantasmal, completamente intangible carente de toda malicia. Relajado al asegurar el estado de físico, pudo mantener la compostura y concentrando la atención en el centro del holograma.
—Eso que vez ahí, es el plano astral… conocido como “el más allá” tiene muchos nombres… por ahora llamémoslo así. —Anisha posicionas las manos entre uno de los planetas—. Un infinito universo inmaterial, construido por la energía caótica que llamas “estigma” un poder capaz de crear vida y destruirla.
» Esta fuerza colectiva de pensamientos, y sueños se nutre por las conexiones de cada mundo a lo largo del cosmos y a cambio envía esa energía camaleónica. Cabe aclarar que, en la errática corriente, existen entes antiguos que se han colado por los caminos, buscando entrar a un mundo en el que tomen forma física por cualquier medio… entre ellas formando un pacto. Tú sabes de eso.
Un agudo zumbido perforó los tímpanos de Drake, el tiempo se pausó y última sentencia fue una llave a una vivencia oscura, ubicada poco después de la graduación de la academia, creyó sobreponerse al bautizo de fuego en Arnold, y nada lo podría romper. La arrogancia de la juventud lo cegó al aceptar el contrato en solitario, arrojándolo a pagar un alto precio.
En el abismo de recuerdo se veía así mismo en un estado lamentable, en una funesta experiencia de la que pensó precariamente como la última. El cuerpo desnudo magullado y cubierto de heridas abiertas, cercano a la muerte atado en una mesa de piedra dentro de un templo iluminado por antorchas. No le quedaban fuerzas, aun cuando trataba de forcejear, nada cambiaba, estaba a la merced de aquellos con verdadero poder tras ser drogado con químicos que adormecían los músculos y quemaban la sangre.
En una visión borrosa discernía tenuemente al lado de él una imponente estatua a un ídolo deforme hecho de puro oro. Frente a este grotesco ser, el ritual era hospiciano por el sacerdote cuyas manos sostenían un afilado puñal de obsidiana, alzado por encima del extraño yelmo que le tapaba la cara.
El brillo oscuro cegó el enrojecido ojo inyectado en sangre, el cual se abrió al máximo al ver como aquel oscuro objeto caía en un rayo al pecho junto a una lagrima de angustia.
En un relámpago carmesí, todo se tornó negro después de eso, heladas tinieblas abismales lo arrastraron al vacío. En toda esa oscuridad en el último atisbo de conciencia, anidaba el deseo de vivir encarnado en una pequeña antorcha esmeralda de tamaño creciente y pronto se volvió el fulgor de una estrella en una explosión de supernova, de la que surgió un rugido monstruoso.
El único ojo rojo que se cerró, se reabrió esta vez como dos ventanas del alma rebosantes de vida, embadurnadas en furioso fuego verde manifestando un ferviente espíritu de lucha, un deseo desesperado por seguir existiendo y en el desconcierto no asimiló el costo de semejante poder. El pacto que ha firmado, plasmando el dicho “morir una vez, para renacer mucho más fuerte que nunca”.
En retorno a la reunión reanudando el lapso de segundos, Drake soltó un leve quejido doloroso tocándose el pecho, mostrando una leve dificultad para respirar presa del estrés post traumático. No sabía si el aire que respiraba en la simulación era real, aun cuando se sintiese como si lo fuese.
—¿Eso que tiene que ver con nosotros? —Se mantenía incrédulo al recuperar el aliento—. He escuchado leyendas y rumores del plano. Se que es de donde viene el estigma, y los psíquicos han creado rituales para traer familiares o incrementar el conocimiento por medio de la conexión con ese lugar. Pero nunca imaginé que fuese algo tan masivo como esto.
—Es el secreto a voces peor guardado… —explicó Anisha, no borrando esa malicia en su forma de narrar—. El concejo del archivo y sus miembros menores conocen de la corriente del estigma. Al ser la magia industrializada, algo como esto saldría al mundo, por lo que se filtró creando múltiples versiones… nada mejor que ocultar la verdad, que dejarla justo al público y simplificarla… meramente la superficie como lo que te estoy explicando para que puedas comprenderlo.
—¿A dónde quieres llegar con todo esto? —Drake trató de ser perspicaz, y hallar la verdad en esa corta explicación—. Por lo que me estás diciendo, creo que estamos en el plano astral o algo así.
—Estamos en una microscópica encarnación, conocida como tu mente… al filo de la misma. —Anisha apuntó un dedo a su cabeza—. Verás, así como hay múltiples formas de convertirse en un portador, igualmente hay muchas para entrar a este plano de conciencia. Todos los que nacieron con el don, poseen cierto nivel de telepatía. No todos lo desarrollan al ser una habilidad tanto complicada como peligrosa. A lo largo de los años se debilita al especializarse en otras ecuaciones.
» Pero los que amasan conocimientos en ese arte, hasta considerarse verdaderos psíquicos, pueden llegar tener extraordinarios poderes y entre ellos nadar en la superficie de la corriente temporal. Así como lo hacemos nosotros… por medio de los sueños.
—Sueños… creo que te estoy siguiendo… —Inseguro, Drake se masajeaba la cabeza, acomodando las ideas en la mente al entrar un aluvión de información.
—Estoy usando los caminos como medio para llegar hasta ti, entrando a tus sueños… el puente de la mente al filo del plano astral, para comunicarme contigo.
Al no creerle del todo, Anisha terminó por dar una versión concreta asegurando un completo entendimiento y vuelve a chasquear los dedos. La bruma nebulosa se transmutó en una tormenta de arena salina, y en una corriente cortante intervino.
Drake se cubrió la cara con los brazos, y al percatarse de que la tormenta fue en un latir de corazón. Al recuperar la calma, bajó las extremidades y se vio en un inmenso desierto bajo un sol de atardecer.
—El ambiente que nos rodea, al ser tú el anfitrión, se basa en tus recuerdos y en un reflejo de tu propia alma. —continuó—, por eso fuimos tu hogar de infancia, y ahora estamos en este reflejo de ti… un árido mundo de sal.
—¿Qué quieres decir con eso? —No sabía se sentirse ofendido o consternado.
—Eso deberías saberlo tú… —Se encogió de hombros, mostrándose indiferente como desentendida—. Es cosa tuya, fuera de los recuerdos usados para crear un escenario… esto es otra cosa totalmente distinta.
—Bien, antes dijiste que usabas esa cosa verde como un camino, y mis sueños como medio de entrada. —Unía el rompecabezas poco a poco, y en los huecos hallaba las preguntas que le parecían correctas para complementar lo que Anisha era—. ¿Cuál es la guía? ¿por qué yo?
—Verás, querido… si pensabas que el viejo te dejó en la calle completamente quebrado… te diré que si… te dejó sin dinero… y con la posibilidad de tener a una poderosa posible aliada como yo de tu lado. —Satisfecha de como Réquiem comprendía poco a poco, se decidió por otorgar las piezas faltantes—. Como sabes, tu padre era un gran hechicero… y como todo maestro en el estigma, creaba pactos con entidades exteriores. Ahí entro yo, años atrás hicimos un pacto de familiar. Mi vinculo contigo fue el mapa que me ha permitido llegar a tus sueños.
La mandíbula de Drake se dejó caer, perdiendo el aliento y los ojos rojos se tornaron blancos al abrirse de par en par. El diluvio de posibles teorías lo envolvieron, basada en esa revelación. Cerca de exigir una explicación descubrió un agujero en la revelación.
—Eso es mentira… —interrumpió tajantemente azotando la mano sobre el escritorio, provocando que Anisha pelara los ojos—. Si eres tan poderosa, mi padre te hubiese invocado en Arnold. Incluso si él no lo hacía directamente, pudiste forzar una materialización al sentir que tu maestro peligrara a menos que rompa el vínculo antes ya sea por palabra del usuario, perder el catalizador o extremidad en donde tenga el sello del pacto. Ese es uno de las geas de la ecuación del pacto de contrato.
—Que impertinente, nunca debes hablar hasta que se te de la voz… en especial cuando conversas con una delicada dama como yo. —Irritada le señaló el error—. Déjame adivinar… los profesores no te tenían mucha paciencia, por creerte un sabelotodo por conocer una verdad a medias.
—No es ninguna verdad a medias, es un hecho… —Sostuvo su afirmación—, tal vez no sea un hechicero, pero viví con uno gran parte de mi vida y me enseñaron mucho acerca de ellos en la fortaleza oscura.
—¿Seguro? —incrédula se cruzó de brazos y lo puso aprueba—, dime las geas de la ecuación de contrato.
—Son reglas relativamente sencillas… está la que mencioné anteriormente. —Drake cerró los ojos, organizando las ideas en el basto paramo de las memorias—. La entidad y el contratista deben estar de acuerdo completamente en hacer el pacto, ninguno puede ser obligado, de lo contrario fallará. Tampoco pueden traicionarse directamente, si alguno trata de lastimar al otro, el agresor morirá automáticamente. Ambos deben beneficiarse de forma equivalente y solo pueden hacerse pactos de mortales con seres mágicos.
—Es cierto… —condescendió en inquebrantable serenidad—. Las geas se crearon para que una ecuación no mate a su usuario al usarla, y no se vuelva imparable. Esto no evita que pueda haber pequeñas modificaciones usando pequeños huecos.
» Verás los términos del pacto para que ambos usuarios sean beneficiados y no sean obligados, requiere que se crea un escrito que se quema en presencia de ambos, al entrar el código en nosotros en forma de un sello u amuleto. Eso para seres con inteligencia. Ahí está la cuestión, tu padre agregó una pequeña clausula… donde si él llegase a morir… de tener descendencia, el pacto se hereda al primogénito legitimo. En cuanto a mi ausencia, ¿estás seguro? Clayton no era el único guerrero que lucha por proteger Arnold.
Un quejido se rompió en los labios de Drake, un vacío oscuro se expandió en plaga en el estómago. El infierno se desató ese día en poblado, durante la llegada de los invasores liderados por la bruja, aparecieron seres poseedores de habilidades especiales y se unieron a la confrontación, una que costó vidas de cientos por daño colateral.
Apenas podía recordar lo sucedido en medio del caos, Anisha pudo ser invocada y no haberla visto. Era consciente de lo ignorante que era en la profundidad de las ecuaciones distorsión y lo que creía conocer de Clayton.
—Eso… es algo difícil de procesar… —espetó cabizbajo organizando toda la información, y una incongruencia explotó sobresaltándolo—: ¡Espera! ¿Cómo se supone que pueda invocarte? No soy ningún mago y no recuerdo haberme visto alguna extraña marca en mi cuerpo. Se supone que los familiares se alimentan de una porción de la energía del usuario al ser invocados, dotándolo de una gran vitalidad u… otro tipo de ofrendas.
Drake cortó al dar justificar el hueco, al percatarse del posible termino que volvía factible la existencia de albergar un familiar sin ser un hechicero. De cierta forma le recordaba la compensación de alimentar la armadura, por medio de la biomasa de seres con uso de razón. Otro pacto.
—Tú solito te contestaste. Es extraño que ocurra, lo sé… —Anisha hablaba en una paciencia infinita—. No es imposible que alguien sin el don adquiera un familiar, al existir un intermediario que tenga las habilidades necesarias, en este caso Clayton. En cuanto si estuve en esa batalla, fui invocada por un corto periodo de tiempo y me hirieron… me desmaterializaron al ver que estaba por ser ultimada. No me gusta huir de una batalla, en especial si me obligan hacerlo.
—En dado caso que te crea… y que eres real. —Drake seguía escéptico—. Que yo sepa no me ha salido ningún tipo de sello en el cuerpo. Créeme me he revisado, de tener algo las chicas lo notarían y ya me hubiese inventando alguna historia loca al respecto. Además, no podría invocarte al no tener el don y mi viejo jamás me dijo algo de ti.
—¿Acaso Clayton te contaba todo de su antigua vida? —Disparo el reto, dejando sin saber que decir a Drake—. Era un sujeto en extremo reservado y para aclarar el resto eso se responde de una simple manera… el pacto no está completo.
—¿No que me lo heredaron?
—Mi culpa… debí especificar que te heredó una conexión conmigo, que daba la posibilidad un pacto total. —Se encogió de hombros en un falso arrepentimiento, parecía que disfrutaba hacerse la misteriosa—. Como dijiste, ambas partes deben estar de acuerdo, por lo que no podía heredarte completamente el contrato. Tú debías ser consiente, y además no me daba mucha gracia servir a un simple humano.
» No te espiaba o algo parecido, tenía mis propias ocupaciones, si te pasaba algo, me percataría dado nuestro leve vinculo. No podías invocarme por cuenta propia y se te morías no me afectaría. Me daría cuenta, y sería irrelevante. Por eso no me molesté en contactarte, pensaba que lo mejor para ti era seguir con tu vida de forma normal y me concentraría en mis propios asuntos. En ese tiempo estuve buscando un nuevo candidato a empleador. Fue hasta que te convertiste en un mutante de tercera categoría que llamaste mi interés.
—Quizás sea en parte algo ignorante en el mundo de la magia… —Disimulaba falsamente el no sentirse ofendido, desbordando palabras en un aire de superioridad en una afilada confianza—. Por qué como pudiste ver no lo soy del todo. Lo que sí sé es que, si quieres un empleo, no vas a menospreciar a tu posible patrón, nena.
—Nada más lejos de la realidad… —Se sinceró impetuosamente—. No es nada personal y por favor no te ofendas, no eres el tipo de maestro que yo esperaría. En otras circunstancias te habría pedido que cortaras el vínculo justo ahora, así podría andar a mis anchas.
» Decidí esperar un poco de tiempo, armar mis planes y tuve mis dificultades a ciertos detalles, tiene poco que logré entrar a tus sueños, y aun así fue imperfecto la primera vez. Hoy logré llegar sin problemas, por eso podemos conversar en un periodo un poco más prolongado.
—Ve al grano, mujer. —Demandó impaciente—. ¿Qué es lo que deseas tú?
—¿Yo? Café de Maldombia, pasteles de crema batida con mermelada de fresa, tortas de salmón y embarradas de chile seco. Visitar Utopolis, tomar el sol en alguna playa tropical. —Anisha lanzaba un de deseo tras otro de una interminable lista—. Ir a una obra de teatro en Idonia sobre los supervivientes de la segunda Titanomaquia, asistir a un concierto de Morfia o de Beatriz la briosa.
» Quisiera enrollarme en un bar nudista o probar las hojas diabólicas. Estoy en un lugar muy aburrido, impidiéndome salir a explorar el mundo y vivir experiencias interesantes.
—Muy graciosa, palomita simpática… dime que es lo que realmente quieres. —Drake seguía incrédulo.
—Eso es lo que quiero… en parte… —Admitió y chasqueó los dedos.
La ambientación se decoloró a una sensación de hiper velocidad, como si el lugar se trasladara, y los dos presentes no se movieran para nada, y tampoco presentaran cambios físicamente. El mundo tomó una estructura estable, era la sala en casa en los Potros salvajes.
—¿De nuevo aquí? —preguntó Drake.
Anisha se acercó a los estantes de fotos, tomando una en la que se veía a Clayton sujetando el poni.
—Quería a Clayton… —confesó taciturna, por un segundo Drake pudo ver en Anisha algo de la afamada humanidad en la pálida tez—. Le debo demasiado y no pude ayudarlo en sus últimos momentos. Lo único que me queda es…
—¡Le hice una promesa! — En contra de toda reprimenda, Drake volvió a interrumpir en un a fulminante vociferación—. ¡No tomaría ese camino!
Pensaba que si escuchaba la palabra “venganza” no podría contenerse. El resentimiento, la frustración y la tristeza, esas tres doncellas lo seducirían en incapaz de negarse caería a la tentación de ir tras ellos.
—Cosa de Clayton ¿eh? —No lucía sorprendida—, si esa era su última voluntad, puedo comprenderlo, lo que despierta mi curiosidad. ¿Seguirías esa promesa si por azares del destino te topas con los asesinos?
Drake guardó silencio en esa dura expresión, una de dureza quebradiza en pupilas dilatadas. Una reacción de duda sembró complacencia en Anisha.
—Supuse que serías difícil de convencer, por lo que decidí armar un pequeño reto…—Anisha retomó la plática—. Primero que nada, necesito un simple voto… nada de nuestras conversaciones o mi existencia puede salir de boca tuya, o automáticamente el vínculo que nos une se romperá y seré libre de ir con mi otra alternativa.
—¿Es enserio lo que me estás pidiendo? —cuestionó alzado—, no estoy interesado en formar otro pacto que me empuje a la venganza. Ya tomé mi decisión.
—No me has dejado terminar…. —dijo—, si cobrar por los crímenes de los asesinos no te convence, quizás las palabras de Clayton te hagan cambiar de opinión.
—¿Cómo dices? —Captó su interés.
—Clayton era reservado en cuanto a su pasado… —La frivolidad se elevaba, tornándose sombría—. La invasión no fue algo aislado, estuvo planeado con antelación y Clayton conocía esa posibilidad.
» Temeroso de que lo fueran a matar, decidió crear una grabación con un cubo y guardó el archivo en un lugar oculto, con la encomienda de que, si te llegaras a convertir en guardián, te diera las coordenadas del lugar… su ultimo testamento.
—¡Más te vale que no estés jugando! —El rostro se enrojeció, encolerizando—, o te juro que…
—¿Hacer qué? Aquí no estás para amenazarme, la del control soy yo… —Anisha cortó de tajo—. Puedo darte la ubicación justo ahora y cuando despiertes a recordaras vívidamente. Solo que… debido a las leyes de los guardianes y si heredaste algo del honorable sentido de responsabilidad de Clayton… no abandonarás Lazarus.
«Si dejo Lazarus antes de que el trabajo expire… me ejecutarán en Trisary. Son dos y medio años de compromiso o cuando la guerra acabe», Drake asimiló lo atrapado que estaba.
—Te pondré aprueba, debes demostrar que eres digno de ser mi campeón, así como Clayton demostró su valía, veamos si equivales un tercio de su leyenda. —Las palabras de Anisha eran como un millar de clavos enterrados en la cabeza de Drake, quien mantuvo la calma forjando dos puños duros cual hierro—. Sobrevive hasta el final de tu contrato, no importa si gana Lazarus o El fuego oscuro, me da lo mismo, hasta podrías desertar y contaría, pero sé que no lo harás.
» Tengo mi contacto que me informa del estado del mundo, además de mi vinculo contigo. Si consigues semejante hazaña te permitiré ya sea forjar el pacto completo conmigo, guiándote paso a paso o cortar nuestra conexión y cada quien por su lado. De todos modos, te daré las coordenadas como una cortesía. Si juegas mi juego, con mis reglas… las respuestas que tantas ansias serán tuya
—Podría darme la ubicación y después te mando a la mierda cortando el contacto contigo… —propuso descarado—. Dijiste que no era el tipo de maestro según tus estándares, y la verdad me importa un carajo hacer otro pacto, con uno tuve suficiente para toda mi vida. Igualmente nos veríamos beneficiados.
—Se que no lo harás, una vez que veas lo que dice Clayton en la grabación… —Anisha parecía haber esperado esa posibilidad—. Estoy segura de que vas a buscar respuestas conmigo. Es un ganar o ganar, de todos modos, no te ibas a dejar matar en este conflicto. Tengo el recuerdo de ese momento en mi mente, podría mostrarlo, pero supongo que pensarías que puede ser falso y le quitaría lo divertido al juego. Algo físico cae mejor contigo.
—Supones bien… voy salir de Lazarus a la primera hora que me digan que se acabó, odio ese lugar y todo lo que significa esta asquerosa guerra. —Afirmó en una prudente distancia emocional. Drake no confiaba en ella, pero no le quedaba otra alternativa—. Cuando regrese, dependiendo de que tan jodido quede, voy a tener unas palabras con los altos mandos y si es necesario iré a por el primario.
En una parte de él anidaba el anhelo de respuestas, si la grabación existía, todo lo que ha visto en Anisha podría ser verdad y no estaba del todo loco.
—Entonces ¿queda al aire tu respuesta sobre hacer el pacto o no al final del reto? —solicitó la confirmación.
—Efectivamente —habló con seriedad.
Declaró seguro de sí mismo, algo extraño en la toma de decisiones al buscar siempre una segunda opinión y los posibles escenarios. Esta vez decidió ir por todo, dada la posibilidad de encontrar algo de su padre y la verdad sobre lo que pasó en Arnold.
—Me sirve… aquí una muestra de mi generosidad. —Una chispa anaranjada surgió en el dedo índice enguantado, iluminándole a la soberbia de la albina, dotándola de una imagen espectral—. Te aseguro que la vas a recordar al despertar.
En una serie de tajos al aire, números fueron escritos materializados por una evocación llameantes de siseo crepitante, eran las coordenadas a una ubicación. Aun bajo la promesa, Drake no se confió y visualizó cada digito, grabándola en fuego en la memoria, la leía tres, cuatro y diez veces hasta retener la información.
—Creo que lo tengo… —Aun dubitativo, repetía el código dentro de la cabeza.
—Si todo sale bien, de alguna manera al menos… volverás a escuchar a Clayton… —Continuaba observando la foto, embelesada de un alma sacudida por una tormenta emocional.
—¿Qué clase de relación tenías con mi padre?
—Una relación de maestro y familiar, nada más, nada menos. —Citó lo que parecía ser un mantra en una manera robótica, como si lo hubiese repetido constantemente—. Lo conozco desde hace mucho tiempo y fuimos bastante cercanos, dejémoslo hasta ahí por ahora, es algo muy personal.
—Si es cierto eso último, entonces no pierdo nada por preguntar. —Se la pensó por un segundo—. ¿Sabes algo de mi madre?… Acaso tú… eres…
—Imaginé que preguntarías eso… —Prosiguió encogida de hombros, en un afán de desdén y rodó los ojos—. Pero no que te atreverías a hacerlo. Tú impertinencia no deja de sorprenderme y no Drake, no soy tu madre. Soy una dulce y delicada jovencita, la maternidad no va conmigo.
—¿Al menos la conociste? —Demandó disimuladamente, no pensaba irse sin respuestas.
Drake respiró aliviado y a la vez una espina de decepción se asomaba en su ser. No imaginaba a un ser como Anisha como su progenitora, conocía poco de la mujer que lo dio a luz, entre ellos su nombre, Claire.
—Puede que si…. puede que no… —Nuevamente jugueteaba burlonamente, sembrando discordia en Réquiem—. Lo que si te diré es que naciste humano, meramente con un gen de mutación leve que se manifestó en el color de tus ojos…nada más. Un efecto común en descendientes de mutantes.
—Es cierto… soy humano. —Recalcando esa última sentencia, Réquiem esbozó una sonrisa ladina, reflejando la victoria de un cazador al capturar a su presa—. Y en todos estos años como guardián, me ha permitido reconocer cuando algo no lo es y hay una de las preguntas que has evitado. ¿Quién eres y que eres exactamente? Quedarte con lo de “fui familiar de tu viejo” no me parece suficiente.
—Tú padre… era un hombre de fe, supuse que ya te habrías dado una idea… —El chal revienta en los oscuros apéndices emplumados color azabache.
—No… no es así de sencillo… —La escrutó de pieza a cabezas, lo vivido en el Tridente y en Griffia lo hizo recapacitar—. Tal vez me tomaste desprevenido la primera vez que nos vimos, no se volverá a repetir. Celestial, constructor o cualquier nombre que alguna vez tuvieron esos tipos, creo que estoy seguro de que no eran simples personas pájaro.
» Esa era la imagen que los Templarios nos dieron. Si esos seres en verdad existieron, estoy seguro que no se veían así, ¿Qué se supone que eres? ¿algún Nephilim renegado o un abismal que usa una imagen falsa? Con esos poderes mentales, apuesto que podrías tomar cualquier forma física.
—Tienes mejor cabeza de lo que pensé… —En una falsa complacencia se mostró prudentemente calmada, soltando cierta aura amenazante al esbozar una enorme sonrisa de par en par, de la que se veían colmillos—. No tengas miedo, hijo. Quiero ayudarte… tu padre confió en mí en su momento.
—Y él murió en Arnold… y no te vi en esa batalla, hasta donde dijiste no puedo confiar que sea del todo cierto. —Contraargumentó fuertemente—, ese hijo de perra le gustaba meter la verga donde no debía y guardar secretos, eso me ha quedado claro. En toda esta experiencia, no me sentiría cómodo no saber que voy a invocar cuando supere mi prueba. En vez de una jovencita sea un jodido aborto de la naturaleza. Ya hice un pacto con el Diablo, no me arriesgaré a otro sin saber de qué trata exactamente.
—Cuida tus palabras, niño… —Advirtió en un tono de molestia, apuntando con el dedo—. A tu padre le debes respeto y más a mí. Esa desconfianza tuya te llevará a la muerte algún día.
—Yo lo llamaría a eso prudencia y experiencia, he aprendido unas cuantas cosas de lo mismo.
Los ojos carmesíes se tornaron gélidos, completamente indiferente a la desaprobación de Anisha. En la juventud Clayton empujaba aun lado su hijo ya sea en algunas operaciones o en la desaprobación de ser un guardián, recalcando que no sabía nada.
«Ahora sé una que otra cosa, he mejorado y lo seguiré haciendo», reflexionó.
—Cumple el desafío y quizás me digne a contestarte algunas cosas más. —Ásperamente cortó el aluvión, blindando el corazón de los reclamos de Drake. Se acercó, toco placa carmesí—. Nos volveremos a ver, solo no vayas a dejar que te maten.
En un leve empujón de la mano pálida, el toque drenó sus energías y toda fuerza en el cuerpo astral se tornó endeble, jalando a Drake hacia atrás en un lamento comparable a la caída un vacío interminable. Al sucumbir el suelo bajo sus pies se desmoronó, arrojándolo al abismo alejándolo de Anisha, convirtiéndola en un punto blanco en las tinieblas.
La luz retornó a la realidad, retornando al guardián de regreso a la litera inferior dentro de las barracas. Cubierto en sudor se sentó en cama débilmente, sosteniéndose en el soporte de la calma en un agarre tembloroso y blindando en acero, de perderlo volvería caer al infinito vacío.
En respiración pesarosa se tocó el pecho, calmando el pecho y palpó sobre la camiseta el estigma de carne desollada y machucada. Los ojos encerrados volvieron a abrirse en un brillo esmeralda, al ser acribillado por un resplandor venida del mundo onírico en las revelaciones de Anisha. En hierro al rojo blanco vinieron las coordenadas exactas, cada una en el orden en las que fueron escritas.
Empujado por una vaga esperanza, saltó de la cama y fue directo al escritorio, abrió el cajón sacando el cubo. Al tenerlo entre las manos, levantó un compartimiento, tecleó la contraseña y la parte superior del artefacto se separó en cuatro partes, manifestando un holograma del que se veía el mapa del mundo.
Apurado seleccionó número por número, murmurando la secuencia varias veces y de dedos temblorosos acabó errando un par de ocasiones. Soltando maldiciones, borró y corrigió conectando a una ubicación.
—Esa maldita perra… —gruñó entre dientes, casi podía escuchar al filo del odio las risas de la doncella cargadas de burla y victoria. En la euforia una carcajada enervante se escapó invadido por una tenue esperanza—. Es real… ¡esa maldita albina era real! no estaba tan mal de la cabeza después de todo.
Era la prueba necesaria que aplastó la incredulidad, Anisha era real y más imparten, Clayton dejó una última herencia en alguna parte de los Potros salvajes en Trisary. Tenía que volver, un sendero a casa lo esperaba al final del contrato, no podía escapar y abandonar a sus camaradas. La deserción era la deshonra absoluta, pagada en muerte.
Desconocía lo que era exactamente Anisha todavía, no se fiaba del todo sobre sus verdaderas intenciones. Se maldijo por no profundizar en el segundo candidato a empleador, y sobre todas las cosas no imaginaba la clase de mensaje dejado por Clayton. Lo que, si pudo comprender, era que, si el padre conocía sobre una posible muerte, significaba que ya esperaba lo de Arnold, todo parecía estar conectado, nada era una casualidad en ese rompecabezas.
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