EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 21
El tiempo se ralentizó, Drake permaneció embelesado frente a la transmisión de esa mujer a la que le debía la vida, y lo ha conocido en una etapa de debilidad, empujándolo a encontrar fuerza en el coraje avivada por algo ajeno a la venganza, el deseo de vivir.
Reagrupar a los Einharts, la aparición de Nicolas Moebius, respuestas del guardián primario, un posible final a la guerra, una misión en contra de una horda de abominaciones en el invierno bajo la incertidumbre de la presencia de francotiradores rebeldes. Era demasiado por procesar. No dudaba que sus colegas no eran ajenos a esa sensación helada en los huesos y un electrizante hormigueo en la cabeza, causando mareos.
—El Archivo influye mucho en Santus, es un secreto a voces que ellos gobiernan disimuladamente ese país vasallo, teniendo más poder que el mismo Rhodantis. Ellos abolieron la esclavitud desde hace años. —El mensaje seguía, juntaba las piezas del enrevesado rompecabezas de la razón de la presencia formación del contrato, y la relevancia de una audiencia poseedoras de infinitas posibilidades—. Puede que usen su influencia para crear algún vínculo con El fuego oscuro, atendiendo sus demandas y es probable que el primario acuda al llamado debido a esto.
» Eso sería todo lo que les puedo contar a grandes rasgos, hay detalles que dejaré para otra ocasión… de preferencia en persona, no prometo contestar pronto, me dirijo al Nido de agujas plateadas, no sé cuándo tenga disponibilidad para comunicarme con ustedes, debido a la señal y a las labores del mi trabajo… en cuanto pueda se los haré de inmediato. Y… Drake… por favor, de no salir como lo planeamos y llegan ustedes tres a Arcanote primero… asegúrate de que Lance no vuelva a caer a su adicción al juego. Esa ciudad es ampliamente conocida por ser el mingitorio del país por sus juegos de azar y eventos hedonistas, sería un parque de diversiones para él.
—Y no olvidemos la presencia de grupos delictivos con nula paciencia por extranjeros… en especial aquellos que tienden a arrastrar a sus amigos a sus idioteces. —pensó Drake en voz alta, al ser dado esa labor se fijó en automático en Lance, delatando una fuerte presencia declarando que lo tendría vigilando.
—No prometo nada… —Se excusó pausando el video.
—Y yo prometo no salvarte el culo si vuelves a encabronar a la persona equivocada. —Drake albergaba pésimas experiencias en las que tuvo que pagar las deudas de Lance, o rescatarlo de un conflicto de amantes.
—¡Vuelvan a ponerle reproducir, ya se va acabar! —pidió Sheila manoteando sobre la mesa lo suficientemente fuerte para que la escuchen, y no tanto como para romperla—. Si quieres hasta te ayudo a ponerle correa a Lance después.
—Le queda menos de un minuto… —Lance retiró la pausa, y el video siguió el curso.
—En cuanto a ti Lance… que Drake se comporte como un adulto, y trate de ser más independiente. —Los papeles se invirtieron, Lance por debajo de la máscara esbozó una mueca burlona dedicada al rojizo, quien con el ceño fruncido se limitó a bufar—. Para Sheila, te pido prudencia y paciencia, hemos tenido nuestras diferencias… espero que el profesionalismo pueda más que los conflictos personales. Confía en Drake y Lance… se que son algo exasperantes, y muchas veces me han dado ganas de ahorcarlos, cosa que no he hecho ya que lo compensan con una gran lealtad, puedes confiarles hasta tu propia vida, son muy buenos amigos con los que puedes contar… jamás te defraudaran. No puedo estar ahí siempre para cuidarlos, por lo que deben colaborar mutuamente, asegurando el bien estar del contrato sobre todas las cosas. Espero que pronto podamos vernos nuevamente, hasta entonces… asegurándose de seguir vivos, les agradezco que me hayan elegido como su líder y prometo dar la talla en la asamblea, aquí me despido… cambio y fuera.
En un parpadeo el holograma se comprimió en un punto elevado de la mesa, y retornó al cubo abierto, restaurando los ensambles a un estado inactivo. Toda la sala quedó en un silencio al asimilar los cantaros desbordantes de información.
—No queda de otra más que esperar entonces… —concluyó Drake levantándose de la silla, se apoyaba en la mesa con ambas manos al albergar un repentino peso en la espalda, representado en todo lo que estaba por venir y una cara cínica se mostró—. Disfrutemos el tiempo que nos queda aquí, que nos espera un largo camino a través de una carretera llena de granjas de imbéciles analfabetas coge hermanas y una ciudad de degenerados. De seguro las criaturas han hecho todo ese cagadero, a causa de estar aterrorizados de la gente de Arcanote, y vamos a terminar salvándolas de ellos. ¿Tienen algo que agregar?
—Ha estas alturas quedó bastante claro —dijo—, vaya forma en la que celebraremos el festival de las almas, con algo acorde a la época.
Sheila se medía entre el límite del alivio y la incertidumbre, debido al mensaje de Alice. Anhelaba volver a ver a sus amigos de las águilas de acero, sin embargo, caería bajo el mando de la lideresa y no se fiaba de ese pacto realizado. No creía del todo en dicho acuerdo y esperaba amargamente una excusa para ser puesta fuera del frente. Tal agravio no lo toleraría.
—Que ya casi es la hora del almuerzo y me está dando hambre —dijo Lance, invitando a sus compañeros a seguirlo a las escaleras y salir de la vivienda.
—Será de las pocas veces que puedo asegurar que voy a seguirte, Lance. —Sheila se limitó a ascender con la frente en alto.
Una vez fuera de la casa, descubrieron como el final de la reunión coincidió a la llegada de Fabio al taller, cargando con una gorda bolsa en la surda y en la diestra una caja con botellas de cervezas. Era un muchacho de estatura baja mucho más joven que los guardianes, piel blanca extremadamente pálida cubierta de pecas y cabello anaranjado, con ojos color avellana. Vestía una camisa blanca de manga corta, con un chalequillo sin mangas color café, llevaba una gorra ancha a juego y unos pantalones verde hoja con oscuro calzado cómodo.
—Traje lo que me solicitaste, Lance. —En un quejido de esfuerzo alzó el primer paquete, colocándolo en la mesa de herramientas, y tras un suspiro Drake le ayudó a cargar el alcohol—. Gracias… uff, perdonen la tardanza. Me distraje al ver que han estado llegando muchos trenes de carga últimamente a la ciudad, ha incrementado la vigilancia y es difícil andar por la ciudad sin que te hagan preguntas… creo que más de lo normal.
—¡No sabemos nada y si lo supiéramos no lo diríamos! Nos haríamos idiotas y diríamos exactamente eso para confundirte —exclamó Lance.
—¡Prometo no decir nada! ¿Qué es?
—Bueno… podría decirte… —Lance se inclinó a la altura del niño—, y después tendrás que aprender a dormir con una pistola bajo la almohada.
—Lance… deja de aterrorizar al niño —dijo Sheila albergando cierta pena ajena, al ver como Fabio temblaba cual gelatina.
—Se supone que estamos entrando al invierno y hace un maldito calor. —Brock tomó una de las botellas, destapándola con un abridor y procedió a beberla toda de un trago.
—Lance… no cooperé por lo que… —Sheila estiró el brazo a la bufanda.
Al rosarla con un dedo, hizo que el umbra pegara un brinco de susto, y se alejó para volverse cara a cara con la consternada dragona, contagiando a los presentes.
—¿Qué carajos, Lance? —Drake se sobresaltó ante la exagerada reacción de Lance—. No jodas otra vez con lo de sorprender a un umbra.
—¡No es eso, esta regla es muy distinta y han tenido suerte de seguir vivos de no haberla conocido antes! —exclamó Lance indignado ante la ignorancia de algo que para él es una obviedad—. Nunca se arriesguen a tocar algún largo cortinaje de un esper, hechicero, bruja o cualquier tipo de usuario de estigma… se le llaman trampas casa pendejos, ¡Un farol! Tienes suerte que no tengo activo el encantamiento en este momento, al no estar en una pelea.
—¡Espera! ya sé que te refieres. —La explicación de Lance desbloqueó una memoria en Drake—. Creo… creo que en la academia hablaron de esto… un medio para eliminar enemigos poco preparados fácilmente, usando un punto débil aparentemente expuesto como trampa.
—¡¿Cuántas veces arriésgate tu vida por no saberlo?! —Lo jaló de la camisa.
—¡Oye, no me jodas! —exclamó conmocionado al apartarlo de un leve empujón—. ¡Ya te dije que si conozco ese truco! no me ha tocado enfrentar algo así. Como sabes… soy un maldito paranoico, y me guio mucho por mis instintitos. Si veo un punto vital deliberadamente expuesto… sería el último lugar que ataque, invita a una trampa.
—El termino correcto creo que es «intuición» de lo contrario suena que eres más animal que hombre, a menos que seas como Tonatiuh y su gente. —Corrigió—. Sin intención de ofender o estereotipa… el grandote tiene todo el derecho de decirlo como quiera, creció en una jungla.
—Ya lo sé, es que me gusta como suena instintos.
—Te doy la razón, si lo piensas con cuidado…
—¿Estás diciendo que tu bufanda es como la capa de María? —Sheila interrumpió. Conocía como el manto de la hechicería podía dividirse en varios pliegues, usándolos como enredaderas.
—Pregúntales a todos los idiotas que me intentaron jalar de la bufanda. —Lance levantó el cortinaje, y lo hizo girar marcándolo como el enfoque—. Eso sí… tendrás que llevar alguna pala para sacarlos del fondo de la tierra, si es que no los quemaron para no ser usados para necrófagos. Tal como lo dijo el rojo, los puntos deliberadamente expuestos por lo general son trampas. La capa de María, sus lindas coletas… apuesto también por la capa de Risha en el Colosal. Sirven para algo, ténganlo en mente en futuras trifulcas. Una obvia debilidad es sinónimo de ser una trampa que dice «vengan aquí e intenten cogerme por detrás, y cuando estén adentro van a sentir como un montón de pinchos les arranca la verga».
—¿Tienes que ser tan asquerosamente explicito? —farfulló Sheila en considerable desagrado.
—Pensaba que tu pelo largo tendría alguna trampa. —Lance escrutó la escarlata cabellera, recogida en una bola ajustada por un pasador—. Para que lo tengas en cuenta.
—¡P-por algo me lo acomodo de esa manera! me gusta demasiado como para cortármelo —exclamó tomándose la cabeza con ambas manos—. María me ha estado enseñando un poco más de hechicera, por lo que veré si puede darme algún concejo sobre esas trampas. Como sea, coopero… —Entrega al umbra dos monedas—, con esto me pueden compartir.
—Sírvete en confianza, cornuda… —Lance le ofreció una cerveza, y fue recibida por Sheila, quien la destapó usando uno de sus cuernos—. Eso si es usar bien la cabeza.
—Tiene sus beneficios… —Se empinó la botella, vaciando el contenido y se tapó la boca frenando un eructo.
—Niño… eres un portador de un arma estigma ¿no es así? —Brock cortó la temática, y visualizo a Drake.
—Puede decirse que si… —dijo Drake—, ¿Qué pasa?
—Me mandaron un encargo y me gustaría saber si puedes crear una proyección similar para que pueda replicarlo —solicitó—, prometo darte una propina.
—Claro, seguro. —Drake hizo caso omiso a como su poder fue infravalorado por el herrero poco antes—. ¿pueden esperarme aquí?
En otra situación soltaría un comentario sarcástico, o dificultaría la posibilidad del favor con tal de recibir algo a cambio. Por esta vez iba a acceder sin oponer resistencia, debido a la problemática de la hija incomunicada y no puedan ayudarlo.
—Tárdate lo que quieras… —Lance se puso abrir una botella de cerveza—, te dejaré tu ración tenemos latas de sobras… en cuanto a tu botella…
Sheila no se molestó en medir palabra, al estar enfrascada en llenarse la boca con tiras de carne, sacada de la bolsa traída por Fabio, en la que almacenó latas con embutidos y envolturas con alimentos secos.
—Tómatela tú o déjasela a Sheila —cortó de tajo—, no quiero volver a caer. Lo del campamento fue una ocasión especial, no pienso repetirlo.
—Ya sabes lo que dicen… si tienes edad para pelear y fornicar… tienes edad para tomar… ¿Estás seguro? No me salgas que ahora nada más será con la delicia o vinos finos, que al igual que yo, lo fino no nos queda… muy caro para vivir. —Insistió, casi que pegando la botella helada en la mejilla del rojizo. El toque frío hizo que el joven frunciera el ceño—. Un trago no hace daño y no lo hizo en el campamento.
—Prefiero abstenerme… esa vez fue por el ambiente y era especial. —La apartó cortésmente inamovible en la decisión. Al parpadear visualizó la imagen de Clayton ahogado borracho en el sillón, solo, triste y sucio—. Me ardió la cabeza al día siguiente.
—Como gustes entonces… —Lance se alzó de hombros, dando otro trago a la bebida.
Guardián y herrero bajaron a la forja, quedando ellos dos solos para poder conversar. Una vez en la planta baja, Brock se acercó a las calderas tomando asiendo y se puso los anteojos al sufrir de miopía leve. Para ciertas tareas en las que requería de entregada concentración los usaba y adaptó los lentes a la careta que usaba para soldar.
—Perdona el comentario que dije de tus proyecciones, fue una mala broma. —Inclinó la cabeza por encima del hombro, en un hablar serio al sincerarse—. Me irritaba un poco tus pretensiones y sentía que infravalorabas mi trabajo. También te agradezco por tus intenciones por buscar a mi niña, sé que has de tener tus propios problemas y no era apropiado sacarlo a la luz. Nada es gratis ni completamente desinteresado.
—No hay ningún problema, meramente bromeaba —contestó en un tono levemente enervado, consumido por una sudorosa incomodidad a flor de piel erizada, perturbado por algo extraño en el ambiente. Los instintos palpitaban, susurraban una probable mentira al ser traído al sótano—. ¿Por dónde empezamos? Y por favor… se directo.
—Bien… —cerró los ojos dubitativos, respirando profundamente al reflexionar un breve instante y en voz serena solicitó—: por favor escúchame antes de que digas cualquier cosa.
—Te seguiré la corriente entones.
Lo predijo, se maldigo así mismo por meterse en esa situación y tener que dar otra vez que romper las ilusiones del herrero, al seguir el acuerdo de sus compañeros. No tenía el valor para detenerlo, por lo que decidió escucharlo al menos.
Brock abrió un cajón en la parte baja del escritorio de herramientas, metió la mano y jaló una cuerda en la parte de arriba, dejando caer una tapadera. De ese lugar oculto sacó una bolsa llena de monedas, lo que hizo parpadear los ojos al guardián, abriéndolos al máximo y se iluminaron levemente.
—Te ofrezco quince mil coronas doradas si buscas a mi hija y te aseguras que esté bien, en cuanto te desocupes. —Estaba desesperado, se notaba a leguas en su forma de hablar, y al estirar el ofrecimiento para ser tomado por Drake—. Me estarías monitoreando en cuanto tengas cobertura. Puedo darte la mitad por adelantado. Y si es posible… te ofrezco treinta si la traes aquí.
Era tentadora, los ojos carmesíes se dilataron, gotas de sudor caían de la frente en corazón bamboleante. Una paga modesta para un trabajo de carácter simple en comparación a lo que solía participar. Al estar por alzar el brazo, tomar el dinero y pedir los datos de la chica, albergó un pesar en la diestra.
Una recompensa fácil, única para él y no tenía por qué compartirla, podía realizarla por cuenta propia, una voz en la mente le decía que no había nada de malo en ser egoísta al menos esta vez y era por una causa noble, la cual acabaría chocando la misión al bosque encantado. Conocía el predicamento, los compañeros conversaron quedando que no podían perder el tiempo en eso.
—No lo sé, señor. —Pensaba decir que no, pero no pudo hacerlo en esa primera instancia, apenas evitó abrir la mano, reteniéndola para no tomar el ofrecimiento. El dinero, y la deuda le desgarraba el pecho. Aun cuando no le dio una comisión a él, fue de gran ayuda para el resto del equipo y todos debían apoyarse—. Como lo dije, no puedo traerla de regreso contra su voluntad y el trayecto es peligroso.
—Entonces lo primero, por favor… solo quiero saber que mi hija está bien y… que no me odie… —Se lamentó el viejo, al soltar esas últimas palabras su voz sonó quebrada, por lo que se tomó unos segundos antes de seguir—. Mi hijo Kail se enlistó en el ejército, poco he sabido de él en todos estos años, apenas ha mandado cartas, tras ser enviado a las islas astrales por la conquista. No hay señal de cubo frecuencia allá. Magda, mi mujer tuvo un infarto fulminante hace cinco años… mi niña es lo último que me queda y la aparté por mis estupideces. Quisiera… enmendarlo.
«Si papá estuviera vivo y me viese que me he convertido en guardián… ¿Actuaría así?», reflexionó Drake. Redención, ese concepto ha definido la vida de Réquiem. En los tiempos que provocaba la colera del padre, al recapacitar las malas acciones se decidió a corregirlas.
Tras la última vez que desafió a Clayton públicamente, intentó de todo por curar el daño, más no pudo evitar que se distanciaran, y nunca hubo una reconciliación real debido al viaje del padre, en el que posteriormente del regreso, ocurrió la invasión de Scarlett y sus seguidores.
Ese fue el principio de una vida llena fracasos, en los que terminó afectando a los que lo rodeaban, envenenándolo de culpa y vergüenza. El día del cumpleaños, prometió a Rhaizak un esfuerzo por expiar los pecados, utilizar el poder que se le ha conferido con responsabilidad, y correctamente, de alguna manera compensando la lacra que se ha visto obligado a ser para sobrevivir: el alimentar al estigma con seres dotados de razón cada cierto tiempo indefinido.
Tal vez el precio por usarlo era alto, y lo ha torturado constantemente. De ser la compensación algo que corroyera el alma en oscuridad, lo usaría en actos que pudieran purificarlo.
—No prometo nada… —Se decidió conmovido desde lo profundo del corazón, al identificarse con el herrero. Pensaba que hacerlo a espaldas de los camaradas podría caer en traición, por lo que la cautela cobraría relevancia—. De tener un chance para inspeccionar a Arcanote, echaré un vistazo… por lo que no necesito que me dé un adelanto. Será hasta que vuelva, y traeré una prueba de que conversé con ella, quizás una grabación. Una cosa más… debe quedar entre nosotros, mis compañeros no estarían de acuerdo por estas acciones.
—Que el viajero te bendiga, joven. —Soltó un alivio retenido desde lo profundo del pecho, y la voz sonó trémula—: no diré nada, lo prometo.
Al estar por regresar a la superficie algo llamó la atención de Drake. En la pared se encontraban colgadas herramientas de herrería, desde las normales de uso común y las bendecidas por runas usadas para la fabricación de artículos de índole místico. El martillo usado para crear todo el equipo de los guardianes, fue lo que captó el interés y en su mente surcó el cómo Brock llamó la armadura carmesí. Una asaltante curiosidad le atravesó la cabeza cual bala.
—¿Has forjado armas estigmas antes, Brock? —No se lo pensó mucho, meramente lo dijo.
—Quieres decir… ¿cosas como tu armadura y el báculo de María?
—Exacto. —No sabía por qué seguía, imaginaba que en su deseo desesperado por respuestas y comprender a la armadura, de alguna manera, el herrero podría conocer algo sobre la forja estigma.
—No, hijo… lo siento —dijo—, lo más cercano a eso son las cosas que he hecho para ustedes… no nací con el don, no soy un alquimista. Aunque… tengo una anécdota relacionada… cuando trabajé para la familia real de Lazarus hace ya muchos años.
—Espera… ¿Trabajaste para los Lazarus? ¿Cómo estuvo eso? —No lo vio venir, los rostros de Esmeralda y Connor surcaron en los pensamientos, alimentando la flama del anhelo por conocimiento.
—Serví en los tiempos del rey Asherith Lazarus I, el sanguinario… padre de Salomón, Cesar y Caelus. —Comenzó el relato el viejo herrero—, fueron tiempos violentos, hubo muchas insurgencias por parte de los inhumanos, pequeñas y poco organizadas… unos conflictos que cobraron incontables vidas. Estuve trabajando en la capital por varios años, creando armas para esas guerras, recuerdo que una vez Asherith I ejecutó frente a todo el pueblo a cada uno de los lideres rebeldes, cortándoles la cabeza. Los laceró hasta volverlos cráneos y los bañó de oro que pegó en unas picas en los barandales de su castillo, han seguido ahí hasta entonces.
» Cuando Asherith I falleció al caer su aeronave debido a una falla en los motores, tras regresar de la cumbre del vigilante en Trisary, de entre sus tres hijos la corona pasó a manos de su primogénito… Salomón, quien le ha seguido de cerca en cuanto a mantener a los inhumanos con la cabeza gacha. El día que Asherith II… el primer hijo de Salomón tomó mano de las armas, mandaron a llamar a varios herreros… querían que colaboraremos para forjar un arma estigma bajo el mando del archimago que tenía en esa época… era un biomante, creo que se llamaba Joffre… no sé qué cosa. Ese idiota era un bastardo arrogante que usaba a las personas como herramientas desechables, a la primera que mostraban signos de flaqueza. Se sentía hecho de oro e intocable por su posición política…esa creencia lo hizo ambicionar demasiado… su cráneo lacerado y bañado en oro yace sobre una pica, perdida entre criminales y rebelde. No podía trabajar con alguien así… por lo que renuncié o tal vez me despidió… la verdad no recuerdo, estaba tan encabronado de no haberle tumbado los dientes a ese narizón arrogante cuando tuve la oportunidad. Me vi obligado a mudarme aquí a Griffía junto a mi familia. Nunca supe si esa arma estigma fue completada, se suponía que no debía vincularse por completo como para volverlo un portador… así que debía tener una gran cantidad de sellos y eso costaría un infierno de trabajo. Pero aprendí algunas cosas sobre la quinta rama de la magia, los biomantes y tecnomantes pueden trabajar el estigma desde su auténtica pureza, extraída de no sé dónde con un portal mágico o que se yo… y recrearlo por medio de la esencia en los restos de criaturas muertas.
«Desde el más allá…», Drake unía las piezas, el estigma venía desde el plano explicado por Anisha en los sueños.
—Esta labor es única de los que tienen el don, y grandes conocimientos en la forja, secretos recelosamente guardados y pocamente compartidos. —Continuó la explicación—. Los Templarios han tomado cada uno de los posibles alquimistas, enlistándolos y ensamblándolos en sus equipos científicos para crear Nephilims. En la antigüedad al no haber una ley de registro para los espers… andaban a sus anchas, por lo que se han soltado muchas de estas armas alrededor del mundo. Los han llamado tesoros invaluables… y muchos otros las consideran…
—Las consideran maldiciones —interrumpió impulsivamente.
—¿Cómo era el artículo que tomaste para crear la conexión? ¿era una lanza o algo parecido? —predijo suspicaz.
—No tomé nada… —Tajante fue el filo de una espada perdida en las arenas de un árido desierto—. No solamente los malditos han nacido por una vinculación total con un objeto o núcleo, a veces pueden ocurrir por otros medios. Y no diré ninguna otra palabra más al respecto.
—¿Me dejarías verla?
La petición fue recibida cual desafío, los ojos carmesíes se tornaron relampagueantes luceros esmeraldas y los tentáculos acuosos emergieron de la piel, forjando la gruesa armadura en un latir de corazón, casi causando que el de Brock frenara el ritmo por semejante visión sobrenatural. Se talló los ojos confirmando lo que atestiguaba. Ha visto incontables de seres con poder, sin embargo, ser testigo del poder cambiante y la velocidad en la que las carnes transmutaban, lo empujaban a creer en la posibilidad de estar soñando despierto.
—Interesante… —Al tomar un respiro inspeccionó la armadura. Era analítico, lo rodeaba al caminar con las manos entrelazadas atrás de la cadera—. El rojo y el negro combinan bien.
—Son mis colores favoritos, no olvides el verde. —Resaltó las flamas gemelas del yelmo.
—¿Estás seguro de las espinas? —Ladeó la cabeza al desaprobar la gama de pinchos y partes filosas de la armadura.
—Quería lucir aterrador… —Alzó el brazo de mano abierta—, de alguna manera ver a mis oponentes asustados me hace sentir… un poco más valiente.
—¿Has considerado modificar tu armadura? —Brock realizó una sugerencia que ha tomado por sorpresa a Drake—. El estigma toma el reflejo de tus pensamientos y deseos subconscientes. Lo que me has dicho es que puedes crear cosas… ¿has considerado en emplearlo a tu forma cambiada?
—Lo he pensado algunas veces… mi poder se basa en crear construcciones siempre y cuando las comprenda a detalle. —Buscaba como zafarse de ese predicamento, no le gustaba que se le cuestione el diseño—. Me gusta como ha quedado, creo que ha llegado a ser icónico y funciona perfectamente para lo que se necesita. Si no está roto, no intentes arreglarlo.
—Entonces… ¿Qué tal armaduras situacionales? —Brock actuaba como un artista cerca de la inspiración. El apoyo de Drake para su causa, lo incentivo a ayudarlo—. No tienes que cambiar la armadura que llevas todo el tiempo. Podría diseñar alguna coraza… a completo detalle, después de eso deberías estudiarla. Claro que te costará.
—¡Ya me olía a vagabundo cagado! —Arremetió al borde una maliciosa carcajada, aliviado de zafarse de algún pago—. No estoy necesitado de una variante, además ando corto de fondos en este momento y si lo fuese… no forjarías nada.
—Pero tendrías un diseño equilibrado. —Brock predijo la reacción de Drake, por lo que no se inmutó—. Puede que te sirva para una situación en especifica que no podrías librarte fácilmente con la forma normal. No pensaba cobrarte mucho, tal vez unas cinco mil quinientas coronas, podrás pagarme si te convence una vez que vuelvas a Griffia, ya que tengo otras comisiones encima por lo que me tomará tiempo… y no creo terminarla pronto.
—Tendría que pensarlo… la verdad no estoy muy abierto a eso pero… —siguió en duda—, ¿Qué clase de situaciones ameritarían un cambio?
Siguió en duda, no del todo convencido al ser muy apegado al diseño clásico, después de todo fue lo que pudo lograr al estabilizar la forma estigma. Al analizarlo, se dio cuenta que albergaba una segunda variante, la cual era de una apariencia animalística al verse consumido por sentimientos negativos. La armadura reaccionar al pensamiento, en ese enfoque entra el espectro emocional.
—Eso lo veremos en estos días, en cuanto tengas tiempo libre… ven a mi taller y afinaremos los detalles… pueda que te convenza.
…
En la compuerta de entrada a la ciudad, las aglomeradas masas fueron recibidas y divididas en filas que eran atendidas por los psíquicos al servicio de los Templarios. El mantener el orden se volvió una situación estresante, personas se amontonaban entre los carros tratando de pasar primero, rogando por un refugio lejos de los conflictos armados.
No había suficientes psíquicos, por lo que para aminorar el trabajo los Templarios normales apoyaban a revisar a los que llevaban carga, y seleccionaban a un puñado de personas de cada familia o grupo las cuales se someterían a una lectura de mente. De revisar a cada individuo uno por uno, alentaría el proceso y no alcanzarían ni a la mitad de los recién llegados para el final del día.
Philip le tocaba el fungir de escolta junto a sus compañeros cruzados. Sostenía fuertemente la empuñadura del rifle, con tal de que no se resbalara de las manos y fuese la burla del resto de los vigilantes, tal como lo fue en los campos de entrenamiento en los que se jugaba apuestas, en las que adjudicaban predicciones del efímero tiempo que duraría en el campo de batalla.
Sorpresivamente ha prevalecido estando oculto, disparando lo menos posible para no ser notado y apoyando como una unidad médica. En cuanto a los que se burlaban de rostros borrosos en la memoria, no lograron retornar a las trincheras al caer una refriega de ametralladoras desde la posición enemiga.
—Mantente calmado, soldado… —habló el psíquico al mando, se llamaba Owen Richard. . Vestía una túnica blinda, coronado por un yelmo dorado—. Si hubiese alguien peligroso lo detectaré y será sometido antes de que siquiera dispares.
Owen era una persona calmada y confiable, disfrutaba de un puesto lejos del frente. Nunca se burló de lo temeroso y la suavidad de Philip antes de la rebelión. De estar con él, los cruzados quienes lo veían como un cobarde no se atrevían a importunarlo.
Philip estaba agradecido por ser enviado a una ciudad, era mejor que estar agazapado con las manos sobre la cabeza aguatando el ensordecedor sonido de la metralla, rogando a Dios para que una granda no caiga en el agujero donde se ocultó.
Rondaba una edad que no llegaba a la segunda década de la vida. Un estatus nivelado entre los que lo menosprecian como los cruzados que lo acompañaban en el reclutamiento y aquellos quienes lo miraban como un hermano pequeño, alguien al que deben proteger.
A una corta edad ha vivió dos batallas, la caída del Tridente el día en que las Tres puntas fueron conquistadas por los inhumanos. Masacraron a la guardia principal de Cesar Lazarus y saqueando su palacio, ejecutando a toda la descendencia del barón, colgando los cadáveres en la entrada al territorio.
Philip fue de los afortunados que se retiraron a tiempo, volvió a la capital y esperaba estar lo suficientemente destrozado mentalmente para no tener que volver a ese infierno, al final fue empujado a regresar a recuperar las tierras de los rebeldes.
Gritó como desquiciado al disparar, perdido como una hormiga entre sientas que eran sus compañeros, y pudo ver el poderío de los guardianes. Esa colera embrutecida se apagó al caer el ultimo cargador.
Toda esperanza se desmoronaba al contemplar como caían las torres móviles en la emboscada, lucía un escenario de Armagedón, el cielo ardía en llamas ante los disparos desenfrenados provenientes de las mesetas gemelas que los rodeaban.
Se usó una estrategia de pinza, una retirada se vio infructífera ante las montañas de cuerpos y maquinaria incendiada cercana a explotar amontonándose en el camino, muchos murieron aplastados ante la caída de las torres. Esos fueron los que cargaron suerte al no ser testigos de la monstruosidad invocada por los rebeldes.
El alma de Philip se escapó del cuerpo en el surgir del titán. Era el final de todo, lo supo desde la posición en la que estuvo a cubierto. Pudo haber muerto, la visión fue aterradora, el descenso de los colosos de hierro prendidos en fuego bajo la vista del titán, mostraba un heraldo de lo que se avecinaba.
En ese tiempo no era su vida sola la que peligraba, contaba todo Lazarus, y quizás todo lo que estuviese cerca del país. Vio como parte la armada retrocedía ante el avance de las hordas, venidas del bosque corrompido por esa presencia. Fue la huida del colosal.
No recordaba en que momento dio media vuelta, o como de entre todos cruzados que lo acompañaban, contándose un numero mayor a dos docenas, se redujo a menos de un cuarto dejados atrás al ser atravesados por la metralla o bajo las garras de los cambia pieles.
Su mente se veía enfocada en el deseo de regresar, ya no recordaba el porqué se enlistó y tampoco el cómo pudo volver, no hubo otra cosa en su mente que no fuese escapar.
No iba a morir perdido en ese campo de muerte. Meramente veía por la rendija del casco, a través del visor de un cristal blindado recién quebrado y manchado por grumos de lado pegados en la superficie salpicados al correr desesperada en dirección al sendero por el que llegaron, cubierto por montañas de cuerpos de ambos bandos, aplastados por la maquinaria incendiada.
Una piedra se interpuso en el camino, entorpeció el ritmo y lo hizo caer de cara sobre el fango, soltando el rifle que cayó rodando lejos de las manos. Fueron dos segundos, uno en el que se volteó y otro en el que vio como un jaguar gigantesco se abalanzó sobre él. Ningún gritó explotó de la boca, apenas soltó un leve quejido al cubrirse con las manos en el instante en el que las mandíbulas iban por el cuello, tal ataque nunca sucedió, ni siquiera se vio aplastado por la bestia.
Un fulgor sombrío en forma de media luna pasó frente a los ojos de Philip Duran, despedazando a la bestia en pleno, soltando una torrencial marejada de sangre y tripas que acabaron por bañar la armadura del soldado desvalido.
Un agudo zumbido blanco atravesó los tímpanos, debido a una combinación del estallido ensordecedor de la metralla y la envolvente experiencia cercana a la muerte que lo sobrecogía. Se tambaleó para ponerse de pie, vio como llegaba Lance seguido por Alice y otros soldados retomando el avance de las tropas recién recuperadas.
—¿Estás bien? ¿puedes mantenerte de pie? —Lance lo tomó del brazo, ayudándolo a mantener el equilibrio.
—No… no lo sé… —Conmocionado se fijó en todo el cuerpo, asegurando que no le faltara ninguna extremidad. Lagrimas secas mezcladas por mocos manchaban la cara. Estuvo a punto de carcajearse por la impresión de seguir completo, apenas soltó un leve quejido al tener la voz afónica.
—¡Se han estado armando barricadas de contención, ve ahí y que te traten! —ordenó Lance, dejándolo atrás.
Pensó que, si iba a morir, esperaba ayudar a todos los que pudiese. Encontró a múltiples heridos desangrándose en los campos, estuvo recogiéndolos a todos lo mejor que pudo, ayudándolos a regresar a la línea medica donde serían atendidos.
No supo cuántos salvó, quizás fueron veinte o tal vez cincuenta de los que estaban aún respirando bajo las montañas de cadáveres destripados. Ese acto le hizo ganarse el respeto de una porción los compañeros, entre ellos estaba Owen, quien perdió la pierna por la explosión de una granada o una bola de fuego, no recordaba exactamente lo que le golpeó.
Al día de hoy la causa perdió relevancia, parte de la rodilla para abajo fue amputada y cicatrices se expandieron por parte del muslo, por lo que requirió un implante mecánico. Al ser el psíquico del rango de teniente, y designado para la vigilancia en Griffia, pidió que Philip estuviese en su grupo.
—Me-mejor aquí que allá afuera…
Philip aprendió del Tridente. Lo suficiente para no volver a la refriega y el prepararse por si llegase a ocurrir. Escuchó una vez como el comandante Dante decía que, para mitigar el miedo, ayudaba la preparación. Llevaba un cargador extra en el cinturón, y no la suficiente en comparación del equipo médico almacenado.
Una caravana de tres camiones atravesó el arco, deteniéndose para ser inspeccionados por la tropa de Owen, conformada por una treintena de soldados. De la puerta del copiloto bajó una monja de ropajes negros, y la cofia en la cabeza adherida a la careta sobre la parte superior del rostro pálido. Aquella mujer se llevó rápidamente las miradas de vigilantes, y civiles de la plaza, al ser considerablemente alta.
Los hombres de estaturas prominentes en dicha área, llegaban a la altura del prominente pecho, lo que despertó cierto recelo por mantenerla vigilada. Otro detalle era que usaba un droide en forma de esfera para guiarla cual perro lazarillo, y cargaba con un bastón con el que palpaba el piso asegurando un paso libre.
—Es ciega… —murmuró Philip, intrigado por el padecimiento de la monja, en cuyo cuello contoneaba un colgante de la espada sagrada.
Otro detalle que notó fue la tez albina de la mujer de rasgos fáciles al menos los que dejaba ver la máscara, eran de un rostro delgado, nariz chata y labios gruesos. De los bordes de la careta se asomaban las puntas de estigmas de carne machucada e hinchada, levemente rosados. Philip albergó pena por la mujer, no imaginaba la clase de vida que pudo llevar para tener esas marcas cubiertas debajo del signo de castidad de las monjas de la orden.
—Que el viajero y el omnipotente los bendiga a todos, oficial… —Hizo una reverencia alzando los pliegues de la larga falda—. Soy la madre Natasha Fenalegan. Venimos desde la iglesia de Villa manzana verde en el norte en búsqueda de refugio.
—El viajero nos bendice con la llegada de otros miembros de nuestra santa orden. ¿En qué se especializa usted?
—Me dedico a la enfermería… —reveló de buen agrado—, como la mayoría de mi grupo, traemos maíz para vender y equipo medico con el que podamos ejercer.
—Son bienvenidos siempre y cuando sean quienes dicen ser. —Owen lucía cansado por todas las personas a las que le ha leído la mente, por lo que no pretendía profundizar demasiado.
La mayoría de los que inspeccionaban buscaban exactamente lo que decía la mujer, un lugar al cual llamar hogar tras perderlo todo en los conflictos. En ocasiones descubrió presuntos ladrones, incapaces de ocultar los planes para asaltar personas en la gran ciudad y no se les dejaba entrar, cerrando las puertas para ellos ignorando los ruegos.
No ha tocado enfrentar a un espía rebelde, algo que esperaba nunca tener que maniobrar. Los francotiradores estaban en posición en las torres de vigilancia, de descubrir una sombra en el paisaje mental, ordenaría por medio de una estática psíquica a cada uno de los vigilantes para que derriben el objetivo antes de dar una oportunidad de resistencia.
—No albergo objeción alguna… proceda…
Bajó la cabeza mansamente, bajo el análisis de Owen. Surcaron unos diez segundos, en los que se liberó un leve murmullo de delatada duda, y abrió la boca, de la que no se liberó sonido al principio.
—Está… si… creo que voy asegurarme… —Se volteó a Philip—, ve que todo esté en orden con su cargamento.
—Si, señor… —acompañado por cinco de sus hermanos de armas, caminaron para ver el cargamento del camión.
Encontraron en mayoría miembros de la iglesia, todos vestidos en largas túnicas con la santa espada colgando del cuello, otros eran campesinos. Ninguno se mostraba como medio inhumano. Dieron pocas preguntas, coincidieron que venían del mismo lugar, no notando ninguna anomalía fuera de la búsqueda de la auto preservación y la oración al omnipotente.
Lo que llevaban eran ropas, comida enlatada y portaban armas permitidas a civiles. Tal como lo dijo la madre, descubrieron costales de maíz blanca.
—Revisen que puede haber algo oculto… —dijo un cruzado checando cualquier posible rasgo destacable en el cargamento.
La búsqueda fue efímera al estar otras personas a la espera de ser atendidas. Uno de los refugiados entregó el comprobante de la compra del alimento, dando fe a la veracidad de las palabras de Natasha.
—Puede seguir con su rumbo, hermana. Lamento las molestias y tenga cuidado. —Owen la dejó pasar, dando vía libre para el resto de los seguidores.
—Lo agradezco… —Natasha se volvió al camión.
La maquinaria siguió el trayecto por las calles, se perdió entre los muchos refugiados en búsqueda de una mejor vida. En el asiento del copiloto la hermana descansaba, el droide fue depositado en el asiento trasero junto al bastón. Alzó la diestra la mascara de la cofia, presionando un botón oculto muy cerca de la oreja.
—Aquí Nyx… estoy dentro. Informaré en cuanto me instale… e iniciaremos los detalles para la operación.
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