EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 22
La vida de un guardián superaba por mucho la simplicidad de matar monstruos. No todo el tiempo se conseguía contratos. El día a día se volvían una lucha constante: cuentas por pagar, inversiones, buena comida y grata compañía. Placeres y deberes de alto costo en efímeros lapsos de tiempo, orillando a los cazadores a contemplar otras alternativas, no contradictorias al código de neutralidad en el interminable conflicto entre los credos por territorio.
Drake y Lance han trabajado en La doncella, cada vez que volvían a la capital, mandando dinero a la cuenta de Anabel, delegándole el puesto de atender la tierra como a los animales que les pertenecían.
Un seguro para el retiro, un ahorro a largo plazo en el que cumplirían el perfil para ser acreedores de la pensión, y entonces las manos que alguna vez tomaron el acero bañado en sangre, no cargarían otra cosa que herramientas para trabajar el ganado y los campos.
De momento, Drake pretendía guardar un porcentaje de las ganancias en ahorros, organizándolo meticulosamente y no postergar las cuotas mensuales del gremio, con tal de no ser multado. En el pago del que se llevaba un porcentaje de cada contrato, se mandaba junto de estado. Durante los trabajos cortos de matar monstruos, en los que ha recibido un pago adicional a la remuneración por ser espada rentada del conflicto al cual ha sido apodado por las malas lenguas como “La guerra profana” una parodia burda y errática de las ensangrentadas cruzadas, proclamadas como santas.
El infame título fue escuchado por Drake. Los analistas de los periódicos pronosticaban montañas de cuerpos para el final de la rebelión, una necrópolis en la que el guardián pretendía no pertenecer. Pretendía sobrevivir, volver a Trisary y obtener respuestas de la herencia de Clayton.
Drake y Lance se les ha enviado a tempranos horas de la mañana a las caballerizas dentro de las barracas de Griffia, llamadas “Campo artillería” cerca del puerto. La presencia de monstruos ha sido escasa las últimas semanas alrededor de la ciudad, un factor no limitante en la repartición de labores.
Sheila no le gustaba el aroma de los corrales, así que solicitó un cambio para una actividad según ella “adecuada y digna” para sus capacidades. El teniente James Bradock, conocido por ser un hombre apático, estuvo cerca de enviarla a la cocina, hasta que Owen le susurró una advertencia y pidió apoyo en el área de carga. Estaban llegando provisiones y equipo nuevo a las barracas, desde las plantas industriales. La fuerza física extrema, reduciría los tiempos de descarga, ahorrando en mano de obra.
La tarea para los dos guardianes ha sido llevar alimento, y agua a todos los corceles y herrar a los que carecían de herradura, contándose sesenta ejemplares en total. Al tenerlos en esas labores, según el contrato no se agregaría un pago adicional al adelanto dado por entrar a la batalla de Lazarus. De esa cantidad de bestias han localizado siete de diez que han tratado, después debían bañarlos usando la manguera de las piletas.
Las capacidades físicas sobre humanas de los dos guardianes les permitían emplear una productividad superior a la de las personas normales, por lo que en esa parte de los corrales estaban meramente ellos dos. El resto de caballerangos fueron enviados a atender a la mitad de los equinos, agilizando las tareas.
Se la pasaron hablando y riendo durante la jornada, bajo el ritmo de una sinfonía de Morfía salida de una radio conectada a un enchufe, posicionada en un estante cercano a la zona de trabajo. Las risas les causaban más diversión, se la pasaban bien a pesar de estar en el ejercito se les daba ciertas libertades dada la productividad que tenían, de pronto Lance sacó una petición que hizo morir todas las carcajadas.
—Vuélvemelo a repetir… ¿Por qué carajos voy a hacer guardia en el muro Axis con Sheila? Ella… se lleva mejor contigo.
Las palabras de Drake se estampaban contra los dientes, soltando bufidos acalorados al sostener con una mano el casco de una joven potranca color balla opaca, recién desvirgada por la silla de montar. Ha estado colocando la herradura sostenida por los clavos, y los que seguían en espera se resguardaban en las bolsas del delatan. Uno a uno era martillado en los orificios de la placa.
El animal temblaba soltando leves relinchidos ahogados, retenidos por el nudo de una cuerda en el labio superior y las patas traseras estaban amarradas por unas cuerdas, dificultando que esta lanzara patadas contundentes. No estaba acostumbrada a esas atenciones, por lo que se incomodaba y elevaba la ansiedad por salir a pastorear.
—¡Cálmate, yegua zorra! —gimoteó, Réquiem. Esa expresión se quedó marcada en sus carnes, tal cual un fierro al rojo blanco. Repetida innumerables veces por el padre y los trabajadores en los Potros salvajes.
Una técnica peculiar de los rancheros en el herraje, usada en la contención de las bestias.
Drake se guiaba bajo los concejos legados por las personas que trabajaban en la finca. Le hablaban de cómo debía tener las herramientas colocadas en un mueble conocido como burro a una distancia prudente del caballo.
La organización de los utensilios y como emplearlos. Nunca poner los clavos en la boca, para no intoxicarse y cargarlos en las bolsas del delantal. Además de en donde posicionarse con tal de no ser golpeado, y la postura que permita un amplio movimiento tanto para realizar la tarea, preparado para esquivar un golpe y disminuir el dolor.
Siempre dolía, la practica reducía la angustia en la espalda y en las piernas, pero no lo desaparecía. Al acabar la primera pata, el cuerpo quedaba bañado en sudor ardiente, mermado por el desgaste que lleva a las pulsaciones a acelerarse al ritmo de un motor.
Tales efectos no ocurrían en ninguno de los dos guardianes, a menos hasta llegar al caballo numero quince, y al llegar a esas alturas tomaban un respiro de corta duración, luego retomaban el ritmo.
Desde el renacimiento Drake ha alcanzados niveles físicos inhumanos. Al principio se sintió temeroso de alcanzar el filo del abismo, encaminado en ser algo alejado de todo aspecto humano.
Al ir dominando las nuevas capacidades, la soberbia lo cegó y lo hizo creer que nada podía frenarlo. Un golpe de realidad lo empujó de nuevo al filo de la penumbra, en donde al observar el vacío supo de que debía responder con responsabilidad y ganó algo de humildad.
—Fácil… conoces mi fobia al océano… —Lance podía aplicar en dos acciones a la par: limar el casco de la yegua alazana ya veterana con una atención enfocada, y utilizar una fracción, lo suficiente para conversar—. Y me debes la vida, mira que te salvé de un francotirador en el Tridente… una de las muchas veces que lo he hecho, creo que una doscientas cincuenta veces… y ¡claro que le agrado! ¿a quién le caigo mal?
—Te la has estado guardando ¿eh? Te he salvado casi tantas veces y no las uso para joderte después.
Fastidiado no midió un martillazo a la herradura, penetrando el clavo de un tirón y sacudió a la yegua, provocando que soltara una patada que derribó el tronco con herramientas, esparciéndolas en el suelo en múltiples lamentos metálicos. El estruendo asustó a la potranca de Lance, por lo que este tuvo que apartarse para no ser golpeado, ante los manotazos del animal.
—¡Me lleva el carajo! —De un salto se movió a tomar la rienda, calmando a la pequeña criatura de complexión delgaducha, apenas parecía que podría aguantar el peso de la silla.
—Para pendejo no se estudia… —Regañó Lance calmando al animal al abrazarla de la cabeza. El gesto fue correspondido, al rascar la frente contra el pecho del guardan—. ¿Estás bien, mi amor? —Acarició el hocico y ofreció algo de maíz—. Me la creo de Alice por su odio a los caballos… no nos hagas quedar mal.
—Tranquila… tranquila, doradita. —Drake dio palmadas a las mejillas del animal y le dio un corto beso en la nariz.
La hembra soltaba leves resoplidos ante el afecto, recobrando la calma. Ambos guardianes mostraban habilidades en el cuidado de equinos, un detalle resaltante dentro del currículo, y se les dio tareas de esa naturaleza, además de las rutas de vigilancia cada cierto tiempo.
Una cita se les ha otorgado en dos lugares en la noche de la próxima semana: vigilar el muelle desde el muro Axis para la recepción de mercancía del medio marítimo. Patrullar el sector comercial, cerca de la estación del tren en donde se han reportado asaltos a mano armada.
Los psíquicos han contribuido en bajar la tasa de criminalidad, más no extinguirla y al recibir una alta cantidad de forasteros, dificultaba la capacidad de revisión, por consecuencia para acelerar el proceso de admisión a Griffia las inspecciones bajaban en calidad. El turno nocturno iniciaría en el crepúsculo y culminaría en el amanecer.
El teniente James Bradock les ha dado la oportunidad a los guardianes de decidir cómo se dividirían, resaltando la necesidad de dos unidades Trisarianas en el muro, y una única en el área comercial. Ese último hecho se cimentaba al pasar por esos lares una ruta de camiones que transportaban equipo al área industrial traídas por vías ferroviarias, de parte de la corporación “Industria de cristales Lazarianos”, hacia la planta industrial para la creación de vehículos y equipo militar “Innovaciones mecánicas”.
—Alice no habría entrado aquí, aunque le pagaran… —bromeó descarado al sacudir el delantal y limpiar el sudor de la frente—. Y con eso aguanto a Sheila estando junto a los demás. ¿Pero solo nosotros dos? me estás pidiendo lo imposible.
—Imposible es que me veas colocando la punta del dedo gordo a la orilla de una playa. —Al terminar de levantar las herramientas y los materiales, Lance volvió a sentarse en el banquillo, sacó unas pinzas y cortó las pezuñas de los cascos—. Y no lo niegues, si te ofrecieran pagarte un poco más… hasta le bailarías en calzones.
—Quien sabe… —Drake no pensaba admitirlo, le costaba despreciar unas coronas doradas de involucrar trabajos sencillos.
—Sheila no es mala persona… es complicada no te lo niego. No son tan diferentes si me lo preguntas, creo que, si lo intentas, podrían volverse incluso los mejores amigos. Son un par de rojos egocéntricos, mal humorados y aman los dragones. —Insistió—, date la oportunidad. Es cosa de cómo tratarla, dile que es una poderosa dragona y requieres de su fuerza para sobrevivir al turno nocturno, mierda… dile que admiras lo poderosa que es. A ella le gusta eso
—Lo siento, ese no es mi estilo… —Seguía negándose, engarfiado al propio orgullo, ignorando otra característica, la cual le conectaba a la dragona.
—Hazlo por mí, rojo… —Por poco sonaba a ruego, aun con la máscara los ojos blancos mostraban expresión al moverse—. Te deberé una, y no estarás solo. Philip y otros soldados te harán compañía. Igual será algo parecido a mi caso… ninguno estará al pendiente de que me dé un ataque de ansiedad por estar cerca de un muelle, peor en la noche… no me hagas implorarte, te lo pido con el corazón.
—¡Está bien! trato hecho. —Al verse acorralado ante la empatía, decidió seguirles el juego apegado a sus propias reglas—. Seré paciente… es lo que puedo prometer sin lamerle el culo, con la condición de que no me causes tantos problemas en Arcanote. —Imposible sería que Lance no caiga en sus bajos instintos en el norte, por lo que no le veía el caso a pedírselo, se conformaba de que sea el mínimo—. Y te prometo que voy a usar este favor cuando menos lo esperes. —Recalcó la advertencia en una burlesca expresión, emanante de una malicia latente—. Te conozco de hace añales y a estas alturas de la campaña ¿Por qué le tienes miedo al agua? Andar en barco es bastante relajante.
—Veamos… por donde empiezo… me mareo… morir ahogado es una muerte lenta y dolorosa, en la que caerás en terror absoluto. —Tomó una pausa, y soltó una lista—: el mar es inexplorado… cualquier cosa podría estar ahí dentro, cabe la posibilidad de quedar naufrago en donde es probable morir de inanición o deshidratación. Durante un ataque de piratas o monstruosidades marinas, es imposible que tenga una clase de ventaja debido al terreno, básicamente te acorralan. Incluso con mi traje de fibra, el clima en mar adentro es extremo… el agua salada es asquerosa…. además de los diluviantes ¿alguna dunda? Puedo seguir, nada más no quiero aburrirte. Además, tenemos tu alergia a la humedad.
—Exagerado… y te doy la razón en lo último… nunca me ha tocado contra un diluviante, esas cosas dan miedo. —El imaginar a cefalópodos deformes, escamosos y repletos de tentáculos en un área en la que sería difícil desplazarse como las profundas aguas, ocasionaba un vacío en las entrañas. Una sensación de ahogo residía en los pulmones por un breve instante—. No sé cómo mi viejo y Rhaizak podían dedicarse a eso… antes de la guerra civil. —Muchas de las canciones narradas de esa dupla, contaban de viajes en barcos en donde casaban gigantes marinos y seres de las profundidades. «¿Cuándo fue la última vez que me he enfermado?».
La mención de esa alergia le trajo esa pregunta. Desde el despertar, nunca pasó por alguna enfermedad, lo cercano ha sido una alergia a la humedad que llenaba las fosas nasales de mucosidad, algo que ha tenido toda la vida. Fuera de ese factor, ha gozado de una envidiable salud. Se esperaba algo así, todos los alterados en cada una de las categorías difícilmente padecían de enfermedades comunes, sanaban rápido.
—Las malas lenguas se decían que tenían cierto gusto especial por los peces.
—¡No me vengas con la mierda de coger sirenas! —Conocía de los múltiples rumores de los que se afamaba el padre y el maestro. Desde los gloriosos, abarcando los oscuros y lo que era sencillamente repugnante—. Es peor que el de los hijos bastardos, y no he conocido a ninguno.
—Cierto o no, me pregunto… —Lance sacudió la cabeza observando un bebedero enmohecido—. Si cogerse a una sirena cuenta como bestialismo, o si comértela podría ser tomado casi como canibalismo… algunos son podrían considerarse un poco humanoides.
—Si son como las describen los libros, esos dos factores serían lo último que me vendría a la cabeza si me topara con un diluviante… —Desamarró los nudos en las patas traseras y del hocico, acabando el herraje. Jaló al animal del almartigón, amarrándolo en el pesebre—. Primero desearía tener una ametralladora o arrojarle un millar de mis lanzas, con tal de no tocarlo… ¡Es más! No pienso comerme un jodido marisco en lo que me quede de vida. Ni mi papá, y tampoco Karen lograron que cambiara de parecer.
—Que delicadito me saliste… —Le siguió acompañado por su propia yegua—, creo que si dejamos a un lado la parte que es humana, y nos comemos la cola… o lo que sea completamente animalístico… quizás… solo quizás no nos dé alguna puta intoxicación. Creo que ahí es donde no cuenta como canibalismo.
—Me llamó delicado el que rogó por el cambio. —Se mofó sarcásticamente al trancar la puerta con un fierro doblado, usándolo como seguro.
—¡Vaya! ¿Quién lo diría? No ha pasado ni una hora y ya lo usaste para joderme… —Soltó una risotada, pegando una palmada en la espalda de Drake—. Ya me la pagaras en Arcanote… me muero por ir a un casino, algo me dice que tendré suerte si me cuelgo la pata de una gallina de uñas pintadas en el cuello y le rezo a todos los dioses que existan.
—¡Oh, jodete! —Se carcajeó y apoyó el brazo en el hombro de Lance, el peso hizo que el umbra se incline. En lugar de molestarlo, una jovialidad sobresalió—. Estoy rezando al santo viajero para que Alice regrese con nosotros para entonces, así tendrás doble correa… si es necesario pido para que se te caigan las bolas y el pene se te enrosque.
—Como si fuese lo suficiente para detenerme… por cierto…hoy es el séptimo día… toca llamar a Anabel ¿Le avisaste? —Al terminar de amarrar a la yegua en el pesebre, posó la atención en un montículo de paja y se tornó serio.
—Si, le mandé mensaje… iniciaremos a la primera campanada al atardecer. Quedó que en cuanto podamos la llamemos estando los dos juntos, de no ser ese el caso que ni lo hagamos. Ella pregunta mucho por Alice… ya casi que exige una cita con los tres ¿Lance? —Se percató como el compañero no lo seguía, al quedar atrás donde dejó al animal.
—Ha pasado tanto… —musitó Lance al estar parado frente a un montículo de paja—. ¿Te acuerdas de nuestro primer año en la fortaleza oscura? No podías dormir en las literas por ser una pequeña perrita llorona, y te escapabas a los graneros en donde estaban los caballos. —La burla no llegó cargada de osadía o frivolidad, llevaba una agridulce nostalgia.
—Que yo recuerde ustedes venían a pasarla noche conmigo… no era el único que padecía esas costumbres.
Drake no negaba esa experiencia, fue un momento compartido en esos días en los que extrañaba el antiguo hogar. Antes de vivir entre soldados, creció al lado equinos y bovinos. Dejar esa cómoda vida de forma brutal y cruel, causó un quiebre en la mente. Aferrado a ese sentimiento, necesitó tiempo de terapía en la academia, y las pesadillas se calmaban al recostarse en la paja, escuchando la respiración de los corceles en los pesebres.
—Te acompañábamos para que no estuvieras solo. —Corrigió—, en una ocasión… hasta nos robamos unas dos cervezas y un jarabe de fresa. Creo que fue de las pocas veces que te vi borracho. Debo decir que eras gracioso, hasta algo cariñoso. Alice la he visto ebria tantas veces que se ha perdido el encanto.
—Tengo recuerdos nítidos de esa noche… —El rostro se puso rojo cual armadura—, se lo que pasó. Alice se quedó dormida… tú y yo nos pusimos a platicar un poco. Hablamos de las cosas que haríamos como guardianes, de donde veníamos, las mujeres que enamoraríamos, las aventuras que viviríamos, hablamos de nuestros pasados.
—Te conté mi vida como niño soldado en Nyashta… —dijo Lance sombríamente.
—Y te confesé lo que pasó en mi finca… —Siguió Drake, a partir de esa noche pudo abrirse en confianza—. Alice resultó estar despierta y nos habló de como su familia la dio en adopción.
—Se me quedó grabado eso que dijiste… ¿te acuerdas? Me gustaría que lo repitieras por esta vez.
—Venga… apenas recuerdo esa parte… estaba algo aturdido.
—¡Por favor! ¿no que tenías memoria nítida? —insistió—, no tiene nade de malo, realmente significó mucho para mí.
—¿Cómo le haces para convencerme? Vale de acuerdo… dame un segundo… —Tomó aire e hizo esfuerzo metan, esculcando en el fondo de la mente, buscando los recuerdos de una noche marcada en fuego en la piel—. Te contaba que… de cierta forma los admiraba a ustedes dos… eran increíbles en la teoría y la practica… desde los entrenamientos físicos abarcando el área académica. Apenas podía mantenerme en el estándar al principio, todo se me dificultaba… costó demasiado que pudiese adaptarme.
—Eso subió mi ego bastante… —Lance no pudo resistir la tentación para vanagloriarse.
—Me voy a detener. —Advirtió súbitamente.
—¡Lo siento, tú sigue! No te culpes por eso, rojo. Todos somos distintos y al final lo lograste… errar y aprender es… —Lance se quedó pensando.
—¿Humano? —Intentó adivinar.
—Para todo aquel que tenga un mínimo sentido de empatía… no te interrumpo, sigue contando.
Drake cerró los ojos y alzó la cabeza, en su mente regresaba a la adolescencia. El iluminado establo techado de las barracas artillería, se transformó en una vacía caballeriza con un suelo de aserrín y una montaña de paja en donde Alice dormía plácidamente al lado de una cubeta de agua, de la que caía una parpadeante gota desde la boca de un grifo.
—Mi papá de seguro los habría amado de haberlos conocido, quizás hasta me compararía con ustedes… me dio esa sensación cuando Rolando me dijo que me les pegara para ver si les aprendía algo, carajo… me costaba tanto casi todo. —Relató Drake tocándose instintivamente la cara. Ese día recibió una paliza por parte de otro muchacho en los ejercicios de lucha. Lance se terminó involucrando para quitárselo de encima, ganando unos golpes tanto del otro niño como del instructor por interrumpir el asalto. Réquiem llevó la cerveza helada en un ojo, y parte de la cara estaba hinchada. No recordaba si esas fueron exactamente las palabras o estaba agregando cosas, pero no se desviaba de la idea que alguna vez fue—. No era de reconocerme mucho mis logros, no es como si tuviese muchos… cuando hacía algo bien, por lo general decía “perdiste mucho tiempo y pudiste aprender esto más rápido si fueses más enfocado”. El pensar en eso… me entraban unas ganas terribles de golpear algo o alguien… lo que sea, menos a ustedes… aun cuando una parte de mi quería de hacerlo.
—Me desconcerté cuando dijiste eso de querer pegarme… —En ese día, Lance musitó un leve quejido al no descubrir sentido a lo que decía Drake.
—Ustedes son los hijos que mi papá alguna vez deseó… —Los ojos de Drake se tornaron anegados, un efecto constante en él ocurrido al sincerarse amargamente—. Parecería contradictorio… pero… no podría culparlo. —Tragó saliva, limpiándose las venideras lágrimas y sorbió los mocos, aclarando la garganta—. En la envidia… me sentía feliz… porque durante las noches cuando estoy acostado en mi cama desde que vivía en la finca… me ponía a pensar como hubiesen sido las cosas de haber tenido un hermano… uno como tú.
—Está hecho… —En sombría voz baja Lance se tornó cabizbajo y se giró para ver de nuevo a su mejor amigo, repitiendo exactamente lo que le contestó tiempo atrás. En completa sinceridad y tal como un juramento aceptó un título en los hombros tan radiante como el sol, en contraste de la sombría mascara de la que se escapaban dos luceros blancos—. Somos hermanos, y como tal me tienes que acompañar en toda fiesta, aun si no vas beber.
—No soy el único que nunca olvida para su conveniencia… —Alzó la cabeza, en un orgulloso semblante soltando una carcajada.
Los dos chocaron los puños, tal como ese día. Meramente faltó la parte en la que Alice los tomó por sorpresa, abrazándolos a ambos por la espalda, revelando el haber estado despierta y los había escuchado. La ausencia se notaba en el grupo que ha estado incompleto por demasiado tiempo.
—Miren lo que tenemos aquí… —Se escuchó una voz proveniente de la puerta del establo, era Sheila al adentrase y llegar al encuentro—. Van a necesitar un montón de pócimas para cuando les llegue el cambio de luna, y una falda que lucir.
—¿N-nos escuchaste? —Drake enrojeció enervado—, ¿Lance que acaso no la sentiste?
—¿Qué puedo decir? —Fingía ignorancia, en completo desinterés—, ha estado aprendiendo algunas habilidades del mejor.
—Antes te jodió que Alice nos acusara de invertidos —dijo acusante.
—Me “jodió” —Inmutable alzó levemente la voz, dejando en claro la nueva forma de pensar—. Tiempo pasado, cariño. Lo supe superar.
—No te vanaglories… alcancé a escuchar lo de mejores amigos… y mantengo mi distancia de este montón de mierda. —Se rascó la nariz en fruncido entrecejo.
—Entonces te perdiste de nuestro debate sobre si comer o coger diluviantes es alguna parafilia. Drake piensa que si lo es… yo insisto que, si te comes lo que es la cola, no cuenta como canibalismo… queda ver si se consideraría interracial o bestialismo. —Lance no tuvo filtros en revelar el tópico en total seguridad, provocando que los colores en Drake alcanzaran una mayor intensidad y se tapara la cara de vergüenza.
—Lance… a veces me encantaría poder comprender como pasan esas ideas por tu cabeza. —Sheila arrugó el rostro en desagrado, no lo suficiente como para marcharse. Necesitaba el resto del equipo para lo que se avecinaba—. Como sea, al salir de mi turno… el teniente Bradock me sorprendió con esto. —Sacó de una de las bolsas un papel doblado, al expandirlo mostró un volante del que relataba una leyenda. En un humor renovado, casi se sentía como la lideresa de unos guardianes con rango mayor al de ella y le gustaba esa sensación, esta vez no la dejarían atrás—. Alisten sus cosas… tenemos un contrato corto y partimos mañana.
—¿Quién la nombró la líder? —Drake parpadeó en fingida sorpresa y con ganas de molestar.
—A mí no me mires, quedamos que no tendríamos líderes aquí… —Secundó Lance.
—Nunca quedamos tal cosa —respondió.
—¡Estaba implícito! Se tú el líder, por mi fuera después de cada contrato iríamos a festejar.
—Eso lo hacemos todo el tiempo… —recalcó lo obvio.
—Bueno la diferencia sería que una noche antes del contrato nos embriagamos y que todos los subordinados deben invitarle los tragos al líder… —Lance se paró en seco, vio a los lados y algo en su cabeza se encendió—. Cambié de parecer… ¡seré el líder!
—Sobre mi cadáver… Alice me pidió cuidarte.
—Alice pidió cuidarnos mutuamente… en especial a Sheila. Después de todo es nuestra princesa.
—¡Vete a la mierda! —respondió alzando las cejas y poniendo los ojos en blanco. Sheila no toleraba que la tratasen como una niña—, vuélveme a decir princesa y te quemo las cejas, si es que las tienes bajo esa excusa de forro que tienes en la cara.
—Obviamente dejó implícito que deben cuidarte más a ti, señor apuestas. —Drake se aferró a la posición, soltando fuertes argumentos de lo que creía correcto.
—Jo,jo,jo… claro… señor independiente… —Lance le dio la razón en una irrisible falsedad y le revolvió el cabello como un niño
—¿Qué pendejadas dicen, par de idiotas? —dijo en voz dominante.
Sheila observaba a los dos guardianes como un par de niños inmaduros, incapaces de tomar un trabajo enserio y no creía que ellos tuviesen un rango superior al de ella. Tales actitudes elevaban el impulso ir por cuenta propia, bajo la tradición de los guardianes, una a la cual su familia postiza se resistió. De no ser por lo ocurrido con Frenyr, consideraría seguir ese instinto de ir como un dragón solitario, después de todo ya se ha acostumbrado a ser puesta del lado por la mitad del equipo. Aun si le hacían sentir menor, iba a necesitar aliados fuertes a futuro.
—¡Bueno que nada sea el superior, cada decisión lo someteremos a votación! —Ya harto, Drake intentó poner orden.
—Ahora eres el líder como para poner eso… —Sheila se cruzó de brazos indignada.
—¡Nunca dije eso! ¿Qué acaso no era así antes lo de votar? Votamos por Alice.
—Si, creo que me arrepiento por no haber sido opositora… —dijo la dragona masajeándose las cienes.
—A mí me gusta lo de votar… —Levantó la mano Lance tal cual un niño en la escuela—. Es como escoger al primario. Voto para que votemos y que no haya líder.
—¡De acuerdo! —aceptó Drake deseando que acabaran de una vez—. ¡Puta madre! Nos vamos a terminar matando.
—Como sea… ¿podemos empezar con lo del contrato? —Sheila alzó el papel, sacudiéndolo para que lo notasen—. Unos gwibernos andan atacando el ganado y a viajeros en el pueblo de Rosa blanca a cinco horas de aquí.
—No hagas un chiste sobre familiares lejanos y reptiles…. —murmuró agresivamente Drake entre dientes, al observar de reojo a Lance, quien ya tenía el dedo alzado como la boca abierta de la cual no se atrevió a soltar sonido.
Finalizada la jornada de trabajos al ponerse el sol, los tres guardianes se despidieron cada uno dirigiéndose a dormir. Sheila anteriormente compartía el cuarto con María y Alice, debido a la ausencia de las dos, se ha quedado para ella sola, ya que ninguna cruzada se atrevía a solicitar un cambio para hacerle compañía. No le podía importar menos a la pelirroja.
Nada podía arruinar la emoción, iba a salir de la ciudad a cazar algunos monstruos, e iba a poner en práctica todo lo aprendido, en especial una nueva habilidad que ha estado mejorando y con la que pretende usar como chispa para lograr alcanzar las alas.
Al pasar las horas, dentro de la habitación de los varones, el equipaje estaba apilado a un lado de la puerta dentro del cuarto compartido por Drake y Lance. Los dos acomodaron el cubo del que se emitía un holograma del reloj, marcando al código de Anabel y a los dos timbres, la mujer respondió el llamado.
—¡Niños! ¡Que gusto verlos de nuevo! ¿Cómo han estado? —Sonó Anabel en un aire armonioso y aliviada—. Le rezo al santo viajero cada noche por sus vidas, tanto la de ustedes como la de Alice para que regresen con bien. Debería estar acostumbrada… pero estos meses en los que apenas hemos podido hablar… se han venido como años.
Anabel le alquilado hogar a los dos desde que se graduaron, prestándole las tierras para que pudiesen iniciar un patrimonio en el retiro.
—El gusto es nuestro, Ana… —correspondió Drake el saludo. Habían hablado hacía dos semanas, y el tiempo pasaba lento, una eternidad. Disfrutar los pequeños momentos, es uno de los lemas dentro de un oficio de alto índice de mortalidad, como lo es ser un guardián—. No ha pasado nada extraordinario desde lo del Tridente, nos ha traído yendo y viniendo en Griffia.
—Es eso… o los chicos que contrataste no dan el ancho como nosotros. —Lance no perdió la oportunidad de burlarse—. Somos irremplazables… y no te preocupes, igual te extraño ¿Quién puede contrabandearme equipo exclusivo para los que tienen licenciados? Tengo una cabellera purpura que es candidata, y tú por antigüedad tienes la ventaja… pero no te confíes.
—Son un par de niños… —Anabel no aguantando la risa, y se limpió una lagrima del ojo—. No niego que ustedes son mis mejores empleados… y también los que más me han hecho rabiar.
—¡Hola⁓ hola⁓! —A la conversación entró un nuevo invitado desde el lado de Anabel. Se trataba de Trish, una presentación inesperada que dejó atónitos a los dos guardianes.
—¿Trish? ¿Qué haces ahí? —arrebató Drake conmocionado y a la vez emocionado de cruzar palabras con su reciente amiga.
—Fue una gran coincidencia… —comenzó la piloto al rascar el pómulo de la mejilla, sin borrar la risueña faz de la que desprendía una vibra incomoda—. El día que llegué al banco tras dejar el cargamento, me puse a descansar en la sala de espera y preguntaba por una posada donde podría dormir. Curiosamente a una de las personas con las que hablé fue tu casera, al reconocer su nombre y rostro dado los datos que me dio el banco, le dije quién era y que somos amigos… luego todo pasó muy rápido.
—La llevé a casa para que pasara la noche y la alimenté… —Anabel completó la historia, en un hablar cálido ante la apenada Trish—. Un amigo de ustedes… es bienvenida a mi casa.
—No quería ser una arrimada… y tampoco pude decirle que no. —Trish bajó la cabeza envuelta en ardientes colores, la garganta vibraba y un peso caía en los hombros—. Casi estoy segura que me hipnotizó.
—Créeme es imposible, siempre logra salirse con la suya quien sabe cómo lo hace y Lance adaptó ese don. —Drake no importaba lo mucho que se resistiese, nunca podía negarle algo a la casera desde que se conocieron.
—Es algo con lo que se nace, rojo… lo tienes o no, así de simple… —dijo Lance.
—Eso cuenta de que ambos tienen una adicción al juego… —Drake no dudó en sacarlo a luz.
—¡Oye, lo dejé hace años! —protestó Anabel airosamente, atacada por la vergüenza de acciones cometidas en el pasado—. Al juntarme con ustedes tuve una recaída y por poco pierdo la mitad de mi ganado.
—¡Y lo recuperé para ti! por cierto, de nada —exclamó Lance esperando una ovación.
—Te lo pudiste haber quedo, tuve que convencerte para que al menos te bajara el porcentaje de la renta, cabeza de media.
—Gracias, Drake… —Anabel se pasó las manos por el cabello, no agrándale esa amarga experiencia.
—Que yo recuerde querías que nos bajara la renta a los dos, nada que se los diera de forma limpia. —Corrigió Lance—, no te hagas el niño bueno, rarito.
—¡¿Eso hiciste?! —Azotó las manos contra la mesa, reclamando tal agravio.
—T-tal vez… —Tomado por sorpresa, la lengua se le enredaba en la boca—. Estaba pasando por una mala situación… y pensé que podría… ahorrarme un poco.
—Y estuviste gritándome “Ya vámonos” “ya vámonos” “no me gusta este lugar” —Lance proyectaba una caricaturesca parodia de Drake—. Te callaste al ver todo lo que gané esa noche, casi que me pediste prestado, imbécil.
—¡Mientras la mayoría de veces te termino salvando de que te partan el culo por joderte en el casino, come mierda!… —Lo tomó de la máscara y propinó un zape en la nuca. Podían llevarse pesado e insultarse, siempre bromeando.
—¡No hablen así frente a mi invitada! —intervino Anabel—, ¿Qué no aprendieron modales en la academia?
—¿Cómo apostaste la mitad de tu ganado? —Trish no le cabía la idea de que alguien se atreviera a realizar tal acto.
—Es complicado… apostar es como una droga… en mi juventud iba mucho a los casinos, en una primera ocasión gané tanto dinero que me compré veinte cabezas de ganado. —Anabel se puso a explicar. A cada segundo la voz sonaba ahogada, la piel transpiraba como si estuviese acalorada y se tornaba pálida—. Las cartas, los caballos, los dados, la ruleta… piensas que es un simple juego… que puedes controlarte. Pasas el rato y tomas un poco de alcohol apostando unas pocas monedas… pero de repente tienes un golpe de suerte… entras en racha… tal como si el viajero o cualquier otra deidad te hubiese alzado el pulgar. —Las palabras sonaban apresuradas, se relamía los labios sedienta—. No puedes detenerte, sigues y sigues dando viendo como tus activos suben hasta que de repente… t-te das cuenta que en realidad los dioses no te alzaron el pulgar si no el dedo medio… y-y-y pierdes todo lo que ganaste… te niegas a aceptar la derrota… solo quedándote las ganas de vivir… vuelves a jugar en un círculo vicioso dándote cuenta que pierdes también eso…. que…. Dios… necesito ir al baño… —Se detuvo tranquilizando la respiración, albergando una reverberante sensación de asco desde las entrañas escalando hasta la garganta. Resguardando las ganas de vomitar, se levantó de la silla y al estar por marcharse fue detenida por Drake.
—Ana… ¿podrías traerme… eso? Por favor… —solicitó dubitativo. No se atrevía a llamarla “Ani” al ser ese apodo relacionado a Anisha, por lo que Anabel se quedaba como Ana.
—C-claro, cariño… dame un minuto, debo lavarme la cara… necesito… agua —Dejó la llamada y se escuchó como murmuraba improperios tirados al aire, dirigidos hacia ella misma, debido a sus errores de juventud convertido en una enfermedad dormida en su ser debido a la terapia y medicamentos.
—Wow, nunca creí que sería alguien así… —Trish tomó el lugar de la conversación—. Suerte que me dicen, tenía una baraja en mi maleta y la iba a invitar a jugar.
—Si gana una vez, no se detendrá hasta encuerarte… —afirmó Lance.
—¿Qué día crees regresar a Griffia, Trish? —preguntó Drake a la espera de una positiva respuesta. Pasar un rato amistoso con esa mujer, le subía los ánimos.
—En un par de días, tengo unas cosas por resolver en el trabajo. Te avisaré en cuanto pueda.
—Y aquí está… —Anabel retorna cargando entre sus manos, un sombrero color café de ala ancha y lo mostró de tal forma que tomó gran parte del espacio del holograma—. Lo he estado cuidando desde que te fuiste… lo limpio cada tres días y lo dejo en su estuche.
—Muchas gracias, Ana…
Una grata sonrisa se encendió en Drake, no una cínica cuando algo le daba gracia o pretendía burlarse de su propia suerte o al molestar tanto amigos como enemigos. Fue una calma espiritual, un alivio como ningún otro le inundó el alma al ver de nuevo aquel objeto, tal cual fuese una sensación de que todo saldría bien al final, le daba esperanza. De alguna manera el padre seguía a su lado, un recuerdo grabado en lo más profundo del corazón.
Esa fue la última adquirió que pudo rescatar de Clayton, tras la incursión en Arnold y lo ha atesorado desde entonces. No se atrevía a sacarlo de la casa, mucho menos a usarlo. Resguardarlo cual tesoro, fue lo mejor que se le pudo ocurrir y con lo primero ganado como un escudero de rango bronce, consiguió un portafolio en donde guardarlo.
La transmisión acabó en despedidas de añoranzas y promesas de un próximo encuentro. Las luces se apagaron, en señal de irse a recostar y estar frescos para retornar a la matanza de monstruos. Un contrato de duración efímera.
Al alcanzar la media noche, Drake no podía conciliar el sueño al estar perdido en sus propios pensamientos, no por la naturaleza del próximo contrato, aun si la alarmante mirada de la parca estuviese en cada enfrentamiento, ese temor no se asomaba en la penumbra de la habitación. Recostado en la cama, cubierto por las sábanas con las manos entrelazadas encima del pecho, miraba hacía el techo en un gesto que no materializaba el sentir en totalidad.
Ha estado pensando constantemente en Clayton desde el encuentro con Anisha, la misteriosa criatura de existencia comprobada y en la que no podía confiar, al no creer del todo esas intenciones de cobrar venganza por la muerte de un antiguo maestro o los ofrecimientos de poder.
Lo que sucedió en la finca, la identidad de los atacantes y de los seres con poderes emergentes de la casa como una desorganizada oposición, terminando por arrasar la ciudad.
Nunca dudó de que Clayton guardaba secretos, y pensó que muchos de esos fueron enterrados con el pistolero. Al descubrir la existencia del mensaje oculto, allá en el rancho, calaba en Drake el pensamiento de que nunca conoció realmente al padre, eso lo hostigaba y le empujaba a buscar la verdad, descubrir la razón por la que esa bruja cazaba al guardián.
Lo único que podía pensar era que, al ser un cazador de monstruos, era normal el agregar enemigos en el camino. Demasiados fueron los acumulados por el Réquiem mayor, y lo que haya hecho, materializó un resentimiento imposible de ser tolerado, y fue lo suficientemente oscuro como para crear una alianza de múltiples seres en su contra.
Una vida tan oscuro Clayton nunca pudo olvidar, no era sorpresa de que ellos tampoco lo hiciesen, un pasado que lo terminó alcanzando. Años después de lo sucedido, los pecados padres arrastraban al hijo, dificultando la firmeza sobre la promesa de no venganza.
Con tal de calmarse, Drake volvió a pensar en el sombrero y le trajo una bella memoria en la que se veía así mismo de niño colocándoselo en presencia del padre, lo que atrajo a Karen, quien no pudo evitar tomarles una foto, perdida para siempre en el incendio.
Todo lo que alguna vez fue de Clayton, le pertenecía como herencia a Drake, un montón de cenizas ennegrecidas. La compra de ganado, el pago de peones, el mantenimiento de la finca, todo eso costaba dinero, por lo que se recurrió a un préstamo del banco, específicamente se hipotecó la finca.
Clayton creía dominar el juego. Usaba los activos en inversiones, e iba pagando la deuda poco a poco para no generar intereses, esperaba seguir a ese rumbo hasta saldarla por completo. Lo hizo tres veces durante toda su vida, y estaba en la cuarta, una que no fue completada tras lo ocurrido, el seguro no pudo costearlo.
Drake al ser un niño desconocía como manejarlo, no había adulto que pudiese ayudarlo en ese entonces, Rhaizak estaba desaparecido y el banco cobró la deuda embargando el rancho, aquello desgarró el alma del guardián.
No le quedaba nada, meramente un sombrero, poco dinero y el ofrecimiento para ir a la fortaleza oscura, en la que sería entrenado para ser un guardián, la primera inversión que alguna vez hizo.
—Hijo, escucha… todo esto será tuyo algún día… —Le dijo una vez Clayton, al llevar al hijo a lo más alto de un cerro en la finca—. Cuando yo parta de este mundo… quisiera que arrojaras mis cenizas en la hierba. No deseo un funeral de rencarnación de los guardianes. Simplemente quiero estar aquí por toda la eternidad.
Lo único que pudo decir Drake en ese entonces, fue que no hablase de eso, que le quedaba mucho por vivir. En ese entonces, desconocía que los hechiceros podían vivir por más tiempo de lo humanamente posible. Aunque no estaba seguro si el padre tenía las mutaciones que alentaban el envejecimiento, tal efecto era opcional y no todos los candidatos presentaban los mismos resultados.
A Drake se le hicieron llegar las cenizas al entrar a la fortaleza oscura, por parte de Rolando y este las guardó hasta el día de la graduación. Lo primero que hizo al conseguir el rango de plata, fue cumplir la voluntad del padre regando el polvo oscuro en Los potros salvajes, acompañado de sus dos amigos, y Rhaizak.
Le rindieron tributo, bajo el permiso de los nuevos dueños de la tierra, en donde alguna vez pasó toda la infancia. Drake estuvo en Arnold por una semana, visitando Los potros salvajes, hasta se puso a ayudar a los peones a trabajar los campos y al llegar el séptimo día hizo una promesa. El día que regrese a visitar al padre, cuyos restos se esparcieron para siempre en aquella tierra que tanto amó, vendría para recuperar lo que debió haber sido suyo.
—Conseguiré el dinero, papá… —En voz baja repitió ese juramento, alguna vez dicho en la cima del cerro más alto, arremolinado por oleadas de frescos aires de primavera, como si Clayton le estuviese hablando al estar unido a la naturaleza, susurrándole que viviera—. Voy a recuperar… me tomará años… pero… lo voy a hacer, no me cabe duda alguna. En mi retiro… viviré en Los potros salvajes otra vez y tendré mi familia ahí.
Cerró el puño firmemente tal cual esa determinación ardiente en las entrañas, un fuego inextinguible, fortalecido por la tragedia. Lo perdió todo, pero sigue ahí todavía dispuesto a dar pelea, lo que alguna vez lo rompió le convirtió en guerrero.
—Tienes lo que nos dejó María en la última noche de campamento… por si acaso… ¿Verdad? —En voz adormilada al darse cuenta de que Drake seguía despierto, Lance sacó a Drake de las cavilaciones. Ninguno de los dos ha logrado dormir.
—Ah, si… claro… lo tengo… —Desconocía a lo que se refería por lo que hizo esfuerzo mental por hacerlo, el sueño poco a poco lo estaba derrotando, nublando los sentidos.
—El plan de contingencia por si Sheila se transforma y se vuelve loca… —Lance vio a través de la mentira, lo que hizo a Drake darse cuenta del encargo dejado por María—. No olvides que ella es una dragona, por lo menos una mestiza muy agresiva.
—¿Enserio te crees eso? Se que le dimos el beneficio de la duda y de seguirle el juego, pero aquí no tienes que ser condescendiente. —Ha seguido escéptico. Investigó del pasado de la guardiana en los registros dados, se decía que fue adoptada por Rafael y los Nemea, borrando en donde la encontraron. Apenas se mencionó un hibridaje de humano y dragón, dejándolo en duda. Hasta entonces, pensaba que se trataba de algún experimento de mutación—. Si se transforma le pateemos el culo para que espabile, nada fuera de lo normal.
—Acuérdate de la promesa que le hicimos a Valkiria… englobamos a todos.
—No llegaremos a eso… —Se detuvo unos segundos, la simple idea le repugnaba y sacaba un miedo que no pretendía mostrar—. Nunca.
—En eso estamos de acuerdo, por eso tenemos ese plan… —Lance alzaba la estrategia como una esperanza inamovible—. Créele, ella lo es. Por algo la metieron aquí, luchamos contra una secta que le rinde culto al último señor dragón, en las ruinas de lo último de un imperio proveniente de un linaje ya quemado por los constructores hace siglos. No me cabe duda de que Trisary conocía este factor, y por algo no los ocultó, tachando que solo era un levantamiento de rebeldes. María no bromearía con eso. El incendio en El acero hace nueve años es la prueba… no fue exactamente como el gobierno relató.
—Dos enormes monstruos arrasaron una ciudad… ninguna se alzó al final… —murmuró Drake—. Rumores dictaban… de una tercera bestia… una más pequeña de la que no se supo el final.
—Se llevaron los cuerpos. La familia Nemea selló todo, acusando que fue una batalla de abismales traídos por un nigromante, al que le adjudicaron toda la culpa por las muertes y daños de estructuras. —Lance complementó la cita en una rápida síntesis—. Vamos a ir a un contrato con ella, y se está haciendo cada vez más fuerte, lo que no me asegura de que pueda mantenerse en control, si es lo que dice ser, por lo que debemos estar atentos. —Lance permanecía serio—. Si Sheila pierde el juicio al transformarse, vamos a tener que ponerle un alto, sin tener que matarla. María confía en nosotros, y pretendo cumplirlo… ¿estás conmigo?
—Nunca lo dudes, hermano.
—Bien, descansa… mañana partimos.
Ilustraciones de Trish, echas por Pedro Acevedo.
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