EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 28
Aparcaron la camioneta en un estacionamiento atrás del bar en donde se han quedado. Se aseguraron de que nadie estuviese cerca, por lo que no fueron detectados. Ocultos en el manto de la noche subieron al vehículo, ignorando la música a todo volumen y las luces del local abarrotado de personas.
Drake se sentó en el puesto del piloto, y Sheila en el adjunto; inclinó el asiento hacía atrás, soltando un leve suspiro y no despegó el enfoque de quien la trajo a ese lugar. Hubo un frio silencio, enervando las carnes del guardián carmesí de manos puestas en el volante y rostro apuntando en el frente, tal cual estuviese a punto de accionar el acelerador tan solo para chocar con una pared de ladrillos desgastados.
A los lados de la maquinaria estaban dos vehículos pesados, hechos de materiales viejos y los relinchidos de caballos sonaban desde los pesebres; perdidos en la música apenas audible, incapaces de atravesar las paredes blindadas de la carrocería militar todo terreno.
—Te escucho… —Sheila no iba a dar una segunda petición y ninguna otra excusa. No había marcha atrás.
—Al ascender al rango plata, me enlisté en una misión en solitario… en donde pasé por la experiencia que me dio estos poderes. —Se saltó esa parte de la historia, no deseaba revivirla de nuevo. Se sumergió en otro lago de recuerdos oscuros—. Después de pasar por la terapia en un sanatorio, me puse a dominar la masterización. Claro, llevaba sus limitaciones en cuanto a cosas de enorme tamaño y por sus componentes.
» No puedo crear armas de fuego o cosas demasiado complejas, ya que es necesario comprender la composición de lo que se está creando… nunca fui bueno con esas armas. —Hizo una pausa. Jaló aire, al contener el acelerado palpitar del corazón.
—No veo que te hagan mucha falta —agregó Sheila.
—Todo tiene un precio. Como los hechiceros y brujas con sus familiares, los portadores para usar nuestro poder tenemos que pagar un contrato que varía en diferentes individuos o el monstruo nos terminará consumiendo. —Le miró, inmerso en un duro rostro de seriedad, al borde de quebrarse—. Debo alimentar a la armadura… para esto tengo que liberar a dos enormes gusanos que salen de mi espalda; nunca se despegan al ser parte de mí. —Al agregar esa realidad, el estómago se le revolvió en nauseas—. No me importaría esta compensación de no ser por lo que come. Exige carne viva, de seres con el uso de la razón. Esa cosa no se comunica conmigo con palabras, me lo hizo saber por medio de sensaciones y la respuesta vino a mi como una flecha.
—¿Esa cosa te obligaba a comer personas? —preguntó dubitativa, envuelta en un rostro de incredulidad—. He escuchado algo parecido… pero variaban los tributos… nada de ese nivel tan drástico.
—Tuve mala suerte… y tenía que hacerlo, no me quedaba de otro. Lo alimentaba con seres que creía que se lo merecían: abismales malignos, bandidos, asesinos y violadores. Después de los contratos, buscaba a esta clase de monstruos en secreto. —Apoyó la frente en la mano, de nuevo cabizbajo no se atreve a ver a la chica—. Fueron la comida de todos los días. No mataba a los oponentes, los dejaba moribundos para luego dárselos de comer.
» Cerraba los ojos, nunca me acostumbré a ver esa carnicería… era horrible… algunas veces llegué a vomitar, pero… no había alternativa. Alicia, Lance, Rhaizak… los altos mandos… todos ellos, sabían la verdad. Me insistían que no lo sobrealimentara, que todo tiene un límite… que podría caer en el efecto gula y me llevaría a la locura… no les hice caso en ese entonces. Por el viajero, desearía haberlo hecho… pensaba que era mejor evitar cualquier muestra de hambre… no importaba que me sobrepasase un poco… lo hacía por una buena causa. Me decía a mí mismo que valía la pena, llegué a verme como una especie de semidios invencible… que era especial… tanto que empecé a ir a misiones en solitario para ya no escuchar sermones.
—No parece algo diferente a lo que hacemos a diario… subyugamos sectas, no es para que te sientas muy culpable. —Tal vez para consolarlo, quizás por sentir cierto grado de pena. Ella ha dejado esa actitud prepotente al escuchar el relato. No se veía como alguien que pueda juzgarlo, al ser catalogada igual como un monstruo para la población en general.
—Comparto sensaciones con la armadura, lo que siente, y saborea… me lo transmite… y aun si apenas puedo tolerarlo… pero eso no fue lo peor.
—¿Qué quieres decir?
—En camino dorado o sendero blanco… no me acuerdo muy bien, pero era puro campo y en Rhodantis. Encontré unas caravanas que estaban siendo asaltados por unos bandidos… —Se cortó en seco. La siguiente parte la historia, le aquejaba y le cortaba la carne en constantes pesadillas. Hacía tiempo que no hablaba del tema, juró no volverlo a tocar por el dolor que le provocaba. Se veía acorralado, no esperaba el perdón a sus pecados—. Uno de ellos… estaba… v-violando a una mujer, delante de sujeto sometido por los bandidos. Era su pareja… ¿Cómo lo sé? Ya te lo diré. —De nuevo, la imagen de una mujer de cabellos negros emergió en el reflejo del agua, lo observaba juzgándole en una expresión severa—. No lo pensé dos veces al abalanzarme sobre esos monstruos vestidos de humanos, pero esos tipos estaban muy bien preparados… bien armados… sabían cómo lidiar con seres sobre humanos… pudieron ser desertores de algún ejército. Tomó más tiempo de lo que esperaba.
» Los maté a todos, no me contuve… creo que hasta me perdí… pareciese que, en mi rabia, las armas tomaban formas grotescas… sin darme cuenta mi armadura tomó una forma bestial. Al acabar… es-estaba emocionado… quería sentirme como un héroe; ser alguien como Munraimund, Rhaizak o… mi padre. Pensaba que, si los salvaba, la gente se arrodillaría y me agradecería llorando…. —Titubeó por un segundo y al erguir el mentón tembloroso. Los ojos carmesís cruzaron delante de los amarillentos ojos de reptil, como si el guerrero rojo pidiera un permiso.
—¿Y luego que pasó? —Pálida en una intriga que le ponía la piel como escarpia, le incentivaba a continuar.
—La gente se aterrorizó. —Reveló—, me llamaron monstruo, una abominación aberrante… un error de la naturaleza; comenzaron a arrojarme rocas. Los que no huyeron tomaron las armas de los bandidos que maté y se me fueron encima. Al querer marcharme, no podía moverme… algo me paralizó. —Se detuvo para aclarar la garganta, y tragar saliva—. Los gusanos emergieron de mi espalda contra mi propia voluntad. Eran más grande de lo acostumbrado… y se veían furiosos. Se abalanzaron sobre los supervivientes… entre ellos la pareja que quería salvar… eran como diez personas… no quedó nadie. Vi como gritaban y lloraban por sus vidas. —Las lágrimas se derramaron cuales agonizantes cascadas; la armadura no le protegía u ocultaba las inseguridades en una máscara.
«¿Carpoforo tendrá algo parecido?», no se sorprendería si lo ha ocultado.
—Te juro por dios… que traté de controlarlos. —Delante de la dragona, un hombre sufría—, Mis órdenes fueron inútiles, no me escuchaban… incluso maté a los que rogaron piedad y se mantuvieron escondidos fuera del desastre… no podía detenerlos. Cuando me di cuenta, tenía el relicario del hombre en mis manos… albergaba una foto de esa mujer y un muchacho… como de mi edad… eran inocentes… de un momento para otro, perdí el conocimiento.
» Al despertar me encontraba a la orilla de un lago, envuelto en la armadura, a kilómetros de distancia… muy cerca de la frontera. Pudieron haber pasado días. Pudieron ser semanas… no importaba. Lo único que recuerdo de esa parte… es sentirme sofocado. Regresé a casa, me entregué… me encerraron en el sanatorio por un mes… como no hubo cargos y me tuvieron en vigilancia. Rhaizak intercedió dado su poder político y me volvieron a dejar ir… me dieron una oportunidad, que debía redimirme.
—Lo-lo siento. —Alcanzó a musitar, arrepentida por todo lo que dijo.
No lo juzgaba esos pecados, trató de comprender lo que sucedió. Pensó la primera vez que se convirtió en el dragón inmaduro, perdió el control y su padre la sacó de ese trance. En arranques pasados la familia adoptiva la ha frenado.
—Lance y Alice se vieron en la obligación de acompañarme en cada trabajo, con tal de vigilarme y actuar de ser necesario. La saqué bastante barata, no quería morir… por lo que me he dedicado a limpiar mi conciencia. Desde ese día, no quise volver a alimentar a la armadura o usarla… esto último no me duró mucho.
» La sensación que me provoca cuando la uso es reconfortante y cálida; por eso casi nunca me la quito. Siento como si fuese una segunda piel. Amo portarla y aunque suene contradictorio… no puedo ver mi vida sin ella. En la batalla del Tridente, no pude contener el hambre… así que decidí alimentarla con el imbécil de Apiel. Llegó un tiempo en el que me veía como un monstruo… y ahora… no sé qué soy, juré que usaría esta condena para ayudar a otros… pero me tienen en un contrato en el que ayudo a esclavizar, bajo la excusa del mal menor. Ahora… dime ¿Crees que este poder es regalado? —Limpiándose las lágrimas, le propuso esa reflexión a la dragona.
—No me atrevería siquiera.
—Tengo que hacerlo… no puedo seguir escapando. —Concluyó—. Debo alimentarla de manera medida, para no perder el control otra vez. No me sobrepasaré y si es posible, evitaré hacerlo… no quiero convertirme en un monstruo. Voy a cumplir mi labor de guardián, es la mejor manera que se para pagar por mis pecados.
—Siento tanto haberte exigido esto… y tuviste la confianza de decirme eso… te contaré algo personal. —Se pausó un breve segundo, soltando un suspiro con la mano en el pecho—. También he comido personas.
—¿Qué? —pálido articuló palabra.
—No soy del todo humana, Réquiem… —habló en completa seriedad—, tengo mis instintos, en mi niñez… al vivir con mi viejo, tuve esos arranques salvajes… —Observó las ondas del agua, imaginaba una pantalla en la que viese su pasado—. Llegué a atacar gente durante los viajes… por lo general eran bandidos que nos topábamos. Tenemos la creencia de que, si te comes a un digno enemigo o un ser querido, absorbes su fuerza. Fue mi primera vez asesinando y se me dificultó un poco.
—¿Y te gusta eso? —temió preguntar.
—Sabe muy parecido al cerdo… al vivir en sociedad humana, debo limitarme a sus normas, o me van a considerar un monstruo. Puedo comer comida normal, pero siempre querré más, he aprendido a manejarlo. Lo he metido en mi grupo alimenticio… no muy diferente a comer pescado, cerdo, vacas o pollo… es carne. —Mencionó Sheila cabizbaja en una hablar frio—, no es algo que disfrute en demasía. Mi gente se rige en la ley del más fuerte, los Dragnnis lo hicieron… los Albionix lo hicieron… y que el dios dragón nos libre, en la época de la conquista de Difasteimus lo hicieron. Ha pasado desde que tenemos uso de razón, y en mi sigue ese remanente.
—¿Cómo has logrado vivir después de eso?
—No nos regimos por una moralidad humana… —espetó Sheila—, no del todo. Mi padre me enseñó valores, a respetar la vida de otros y protegerme sin olvidar mi propio bien estar. La familia Nemea Regulus acabó por educarme; llegaron a alimentarme con la carne de condenados a muerte… pero he logrado mantenerme controlada. Entiendo por lo que pasaste, lo que te puedo decir… es que no es del todo tu culpa y tampoco la mía. No nos crearon como los demás.
—Seguimos siendo humanos, Sheila. —Seguía aferrada a ese concepto.
—Corrección… en parte lo somos… aun cuando odie mucho esa parte de mi… sé que los portadores son longevos… al igual que yo… estamos muy cerca de separarnos de eso. —Alzó la cabeza en una risa triste—. Escucha… nosotros… no solo los dragones, todo individuo con poderes… peor si nacemos con ellos… al principio de todo… ocurren accidentes… a veces dañamos cosas y a veces dañamos a los que amamos, pero son eso… accidentes. Es una etapa en la que debemos salir y seguir adelante asegurando que nada como eso vuelva a pasar. Como lo que me pasó en el páramo, nunca voy a volver a perder el control.
—No sé si sonaste como una loca o una sabionda… —dijo Drake indeciso.
—Lo diré… tienes razón… —Dio un leve manotazo al asiento, y ladeó la cabeza en labios apretados—. Me doy cuenta que… te fue difícil ya que te tocó en una etapa avanzada de tu vida. Me he comportado como una perra… empujo a las personas lejos de mi… al no sentir que encajo o temor a romperlas por mis falencias y culpo a los otros… ¿A que me crees alguien cruel? —Lanzó esa pregunta en una quebradiza sonrisa, tapando una amargura que le quemaba—. A veces en las noches… veo a mi papá… dándome a la espalda… decepcionado por no haber avanzado a estas alturas… ni siquiera se molesta en verme.
—Que no puedes alcanzarlo y aun así te reta a ver si le sigues el ritmo… —habló por puro instinto.
—¿Qué cosa?
—Así veo a mi padre…
Los dos se quedaron viendo, no sabían que decir. Uno vino a amedrentar al otro, quien pensaba alejarlo. Ninguno completó el objetivo, y sin darse cuenta soltaron algunos demonios que albergaron encerrados. El tronar de las nubes trajeron el llanto del cielo, iniciando en leves gotas que de a poco se volvió una tormenta torrencial de estridente rugido, cargada de frio granizo.
—¡Lo que faltaba! —Sheila se hundió en el asiento—, no podremos salir de aquí.
—Espero que esté así en la Doncella… de estarlo… mi casera se habrá puesto a bailar. —Arrojó una broma incomoda, lo que hizo rodar los ojos en Sheila.
—¿Sabes qué? A la mierda… me voy a dormir… —Alzó la pierna cruzando el umbral a la parte trasera, tomó una de las sábanas y se cubrió con ella—. No hagas nada raro… si te acercas indebidamente… te quemo vivo. —Se recostó, dándole la espalda.
—Para nada… me quedaré aquí… —Drake se masajeó las sienes, llenó los pulmones de aire, seguido de un profundo suspiro. Al tranquilizarse tomó una botella de agua dentro de la guantera y se la bebió de un trago. «¿Porque le dije todo esto?», nadie le constaría esa pregunta.
Se giró levemente y la observó durmiente a pocos metros de distancia. Aun en la oscuridad, divisó la sedosa melena escarlata de la doncella.
—Le dijiste toda esa mierda a la niña. —En las sombras, la voz del alter ego le susurraba al oído sembrando discordia en las entrañas—. ¿Qué esperabas, maricón? ¿Un besito? Si… pudiste ganar esta vez, te lo reconozco. Disfruta de esta victoria, bastardo… lo que no te va a durar mucho.
Drake frunció el ceño al darse cuenta de esa presencia, producida por su propia mente y por el rabillo del ojo vio a ese ser rojo afuera de la ventana, distorsionado ante las gotas de agua.
Réquiem hizo como si no lo hubiese visto, se puso a imaginar los cuentos de gloriosos héroes, relatados por su padre cuando era niño. Esas historias fueron las que lo motivaron para volverse un guardián. El alter ego dejó escapar una risotada, al desvanecerse dejando una última amenaza:
—Tarde o temprano volveré. No importa que tanto te esfuerces por seguir jugando al héroe de brillante armadura; le vas a fallar… ¡cómo le fallaste a todos! Finge todo lo que quieras. Siempre serás… un monstruo.
A la mañana siguiente un golpeteo en la ventana despertó a Drake, sobresaltándolo y al ladear la cara se encontró a Lance saludándolo cargando una bolsa de pan caliente, junto a dos términos, uno lleno de café y otro de chocolate.
Se sentaron en la batea devorando ese desayuno improvisado. Las nubes grises de un día humeo y fresco, invitaba a seguir la siesta; una alternativa inconcebible, debían volver a Griffia cuanto antes.
—¿Arreglaste las cosas con la gente? —Drake dio un sorbo al chocolate caliente, le revitalizaba el alma al calentarlo por dentro.
—Unas copas y algo de música hizo que se olvidaran de todo. Se manejarlo… —Lance hizo un movimiento de mano que cerraba el tópico, tomó un cigarro y lo encendió—. Usted, señorita… ¿tiene algo que decir?
—Lo están disfrutando… ¿verdad? —Sheila se bajó del vehículo a regañadientes—. Escuchen atentamente, que lo diré una sola vez… —Tomó aire y valor con tal de matar el orgullo—. Perdonen mi compartimiento… los malos ratos que les he hecho pasar… lo digo enserio, nada de esa mierda que le dije a Alice para que me dejase en paz… realmente la cagué y lo lamento. Prometo ser un mejor integrante en las próximas operaciones; tienen mi palabra.
—Mierda… —Lance se manoseó el cinturón táctico, tal cual buscase algo—. Olvidé grabarlo, no me lo van a creer los demás cuando se lo contemos.
—¡Cabrón!
—De nuevo… ¿Cómo que no le creo? —Drake se encogió de hombros, con ganas de molestar—. Tal vez con invitar la comida podría considerarlo.
—Contigo tengo algo pendiente… —Sheila hizo caso omiso a la altanera provocación, sacando de sintonía al rojizo y ganando la atención de Lance—. Lo admito… sorprendiste en el páramo, tienes algo de fuerza… y voy a supérate la próxima vez que tengamos otro encuentro, así que me asegurare de que no te maten hasta entonces.
—¡Oh por el amor al…!
—¡Ya dile que sí! me están saliendo raíces… —Lance le dio un manotazo en la nuca, con tal de terminar el embrollo.
—Como sea… —resignado se irguió delante de Sheila—, ¿así que? ¿estamos bien?
—Estamos bien… —Se tomaron de las manos en señal de camaradería. Un simple gesto silencioso selló el trato.
—Temí por un segundo que se agarrarían a golpes justo ahora… —Esa mención se lanzó en sugerencia por Lance, al estar en piernas estiradas y brazos atrás de la nuca pegado al respaldo.
—Por favor no le des ideas… —rogó desganado el carmesí, el cubo resonó en los pantalones y al sacarlo descubrió un mensaje que le sacó de lo que le quedaba de soñolencia—. Esto sí que no me lo esperaba.
—¿Algo de los Templarios? —Sheila inclinó el rostro lo suficiente cerca de la imagen holográfica.
—Es de Trish… parece ser que acaba de llegar a Griffia y quiere reunirse con nosotros.
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