EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 29
En la madrugada cercana al amanecer, los nubarrones grises cubrían el velo nocturno del muro Axis. Una basta construcción de forma cemí circulo echa de cemento y metal. Construida desde la conquista, y el régimen de Difasteimus, protegiendo el recinto de las invasiones de las monstruosidades y feudos enemigos del mundo exterior. Ocupado por Templarios, Drake y Sheila les tocaba realizar guardia junto a tropas de soldados cercana al puerto.
—No es tan increíble como el de Glory.
Drake ordenó a la armadura abrir el casco y escupió un gargajo al vacío, dejando escapar un aliento que ha estado reteniendo, en cálidos vapores blancos ante el clima húmedo. Ha caído lluvia en esa semana en una temperatura lunática; descendía en las noches y se elevaba exponencialmente durante el día.
—¡Asqueroso! —espetó Sheila sacando la lengua.
—Lo dice la que no le molesta bañarse en entrañas de monstruos. Creo que gritaste algo parecido cuando tapaste el baño de aquí, y tuve que ayudarte a salir de ahí antes de que llegara más gente. Siento lastima por el pobre infeliz que le tocó limpiar mierda de dragón. —Se mofó sarcásticamente—. Apuesto que si Lance le hubiese tocado, de seguro se habría desmayado.
—¡Oye! —El rostro se tornó rojo cual tomate, y lo zarandeó de hombrera—. Quedamos que no hablaríamos más de eso.
—Quedé que te cubriría… —Aceptó en pleno disfrute—, no que evitaría joderte con eso por quizás… unas dos semanas.
—La próxima vez meteré tu cabeza en la tasa… —Le amenazó.
—Espero que no sea después de que lo hayas usado.
No pudo evitarlo, y explotó en risas, tal acto enfureció a Sheila y ella se le tiró encima e intentó darle una bofetada, que se bloqueaba ante las manos del guardián. Esa riña fue frenada al ver como se acercaba un grupo de centinelas, cargando municiones para los cañones.
Iban a realizar guardia desde muy temprano por la mañana, hasta el mediodía. El próximo turno les tocaría el nocturno, y el que sigue de nuevo el vespertino.
Lance aseguraba el transporte de mercancías a las fábricas, por lo que no le veían hasta el final de las jornadas.
Al calmarse la situación, Drake trajo un bazo de café y una de chocolate que compartió con Sheila. Han pasado un par de días desde la degollina de los gwibernos. Las experiencias adquiridas dejaron marcas en ellos.
Drake de cierta manera, ha logrado sentirse mejor consigo mismo, calmando los espectros que le han perturbado durante las noches al menos por un tiempo. El abrirse le quitó un peso de encima.
Sheila se veía en mayor confianza con sus compañeros, hasta comenzó a considerarlos amigos. La pérdida del cuerno la hizo ganar humildad. En los primeros días tuvo momentos en los que mermaba el equilibro por la descompensación, más no tardó en acostumbrarse al nuevo estilo de vida, robando la atención de los reclutas que la pudieron ver en el regreso a la ciudad.
Los de la prole común que llegaron a preguntar, simplemente contestó con: “cicatrices de guerra” dejando en misterio lo ocurrido, alimentado la viralización de rumores en los ignorantes. Hablaban desde encuentros con los acólitos, luchas frente a monstruos y accidentes tragicómicos, perdiéndose la verdad entre las mentiras.
El desarrollo del contrato se explicó en el reporte dado por Lance, en el que se incluía al monolito, al gwiberno mutado y el cuerno de Sheila. Meramente se omitió la parte de la locura bestial en la dragona, fuera de eso, todo se escribió tal cual los sucesos reales.
—Me he dado cuenta de algo… —dijo Sheila—, nunca me comentaste tu objetivo de vida.
—¡Ah! ¿acaso importa? —Le contestó Drake a una distancia prudente de la orilla del muro, temía que le diese vértigo. Se sonó la nariz tapada debido a su alergia a la humedad.
—¡Por supuesto que importa! —Indignada le encaró con manos en la cintura, e inclinó el torso hacía adelante en una faz demandante—. Te confesé mi anhelo por volverme una leyenda y encontrar a otros como yo. Lo lógico es que me digas lo que buscas, ¿Qué? No me digas que eres alguien que va a ciegas por la vida.
—Tú idea de amistad me llega a perturbar… —Una vena se le marcó en la frente, amacizando un leve dolor en las cienes. No le gustaba la presión, por lo que en la mayoría de las ocasiones tendía a ceder. Dubitativo tragó saliva y procedió—: bueno, no es la gran cosa… quisiera ganar una enorme cantidad de dinero para que… al alcanzar el retiro con pensión pueda recuperar la finca de mi padre… Los potros salvajes… y dedicarme a la ganadería tras formar una familia.
—Creíble y posible… —concibió Sheila en corto análisis—, después de todo… eres un chico de campo de sur, un vaquero.
—¿Qué? ¿no vas a burlarte? —Le tomó por sorpresa.
—¿Por qué lo haría? Creo que hay nobleza en eso… —Se encogió de hombros—, tendrías que redoblar esfuerzo. Te veo muy blando todavía, maricón.
—A eso me refería… —Ante ese regaño le trajo familiaridad, soltando una leve carcajada que llegó a hizo bufar a Sheila.
—¡Oigan! ¿pueden ayudarnos? Nos vendría bien una mano.
Philip les saludó a dos torres de vigilancia de distancia, acompañaba al teniente Owen para el mantenimiento de unos escorpiones. Necesitaban apoyo para llevar cajas con artillería y herramientas.
Los dos guardianes se encaminaron, aceptando de buen agrado. Cargaron caja tras caja. Llevaron piezas que no servían de vuelta al almacén, a unas tres torres de distancia. Podían manejar todo el peso, el pasar de las horas lo volvía monótono y el clima helado lo volvía precario.
—El deber llama, por algo sirven estos poderes.
Drake materializó cuatro tentáculos en la espalda, de los que emergieron manos perfectas para cargar, dejando con la boca abierta a Philipe.
—Presumido… no eres el único con trucos. —Enseñó como una de las manos se volvió una garra escamada.
—Oigan no es competencia… —Philipe se esforzaba por mantener el equilibrio, le daba vertido el estar en la cima del muro.
—A menos que quieran que los fusiles, será mejor que guarden esas cosas. —Ordenó el teniente Owen—. Aquí hay sensibles que tomarían eso como herejía. Están llegando fieles muy cerrados a la ciudad y ni se diga de los apoyos que han traído los Rhodantianos. Alguien ayude al recluta Philip antes de que se desmaye.
—Venga… —Drake deshace las putas de las hombreras, con tal de servir de apoyo a Philip—. Tomate un segundo, te cubro.
—No me gustan los lugares altos… —Se sostuvo la garganta, conteniendo las arcadas en un rostro pálido en entrañas revueltas—. Creo que me va…
Cruzados que pasaban cerca soltaron risas y murmullos sobre el estado de Philip. La gama de sanador del recluta se ganó el respeto de muchos, a la par del desprecio por la personalidad pasiva y miedosa. Philip no se caracterizaba como un guerrero, se marcaba como un hombre de letras y habido en la enfermería.
Si sujetaba un rifle, sucedían dos posibles resultados: disparaba a lo loco gritando hasta vaciar el cargador, tiraba el arma y se mantenía oculto, no sin antes ayudar en lo que pudiese a los heridos. En el segundo caso se le resbalaba la bayoneta al instante de tomarlo entre las manos.
—Si me vomitas encima te tiro al vacío… —Le amenazó.
—Suena a una muerte rápida…. y piadosa… —Philip estaba por caerse, sujetaba un pisapapeles en el que registraba los suministros y cargamentos.
—No seas llorón y bebe algo de café… —Sheila le ofreció el termo—, te ayudaré a calmarte… ahora ¡Muevan esas nalgas! Que el teniente no será paciente con nosotros por siempre.
El medio día trajo la campanada de un cambio de turno, la cual resonó en la zona portuaria. Los dos guardianes descendieron por un elevador movido por poleas. Al llegar a la última planta, bajaron los escalones de una entrada sostenida por pilares blancos. A la mitad de los peldaños, yacía una plataforma en la se alzaba la estatua de mármol de un blanco tan puro que reflejaba la luz, tal cual fuese vidrio.
Tenía la forma de una doncella envuelta en una toga que dejaba expuesto el lado derecho del torso, dejando entre ver un ceno. Portaba un casco ancho que daba alusión a ser el rostro de un ave, coronado por un tocado en forma de cepillo que se derramaba en la espalda, y un par de alas en los extremos. Sujetaba una lanza con la que se apoyaba en la derecha y un rifle de asalto en la izquierda.
No mostrando ninguna señal de la espada sagrada en la figura, remplazada por el símbolo de un búho dentro de una estrella en los brazaletes. A los pies de dicha entidad se mostraba una leyenda: Santa Jeanette Axeris, el ave que alcanzó el sol, suprema de las Axcelias y apóstol del viajero.
Los cruzados se dispersaban al pie de muro cubierto de una fina capa de nieve por la nevada de los últimos días. El personal realizaba cambios de turno y dedicados a las tareas que se les han encomendado.
Drake caminaba a la par de Sheila y Philip, hablando de todo lo que hicieron hoy, como de lo que harían después. Al estar por tocar el último peldaño se encontraron con Lance y Trish, quienes los saludaron alzando las manos.
—Vaya… es la primera vez que te veo con la armadura, carajillo… —Trish subió el primer escalón, alzó el rostro para ver al guardián armado y con ambas manos dentro del chaqueta lo analizó—. Te hace lucir bastante alto… un poco filoso para mi gusto.
—Me alegra verte también, Trish… —El casco se desarmó en múltiples piezas, las cuales se tornaron acuosas y se fundieron en la armadura.
—Buen truco… —Chifló con mano en la barbilla, en ese acento típico de la gente perteneciente a colinas en islas solares, ocupadas por Templarios—. Apuesto que serías el alma de las fiestas.
—Si me invitas a una y no me quieren quemar primero.
—Si, si… dejemos el flirteo para después… ¿Listos para castigar el hígado en paz y sana convivencia? —Lance se colocó en medio de ambos, los tomó de los hombros y los acercó a él, como si les estuviese contando un secreto—. De preferencia en un bar de muy mala muerte, sin peleas y que esté muy… pero muy lejos del maldito muelle. Philip no aceptaré un no por respuesta.
—Estoy libre… ¡oye! ¿Eres parte de la fuerza área Templaria? —Indicó el joven soldado al fijarse en la chaqueta de Trish. Puso el puño pegado en el corazón, saludándola—. Soy el recluta Philip Durán, camarada. Vengo de Casa serena en el Tridente.
—Lo fui… —Posó la mano en el emblema, emanando nostalgia—, lo tengo como recuerdo, trabajo como guardia de seguridad. Me llamó Trish Lyonheart, vivo aquí en Griffia. —Cambió el enfoque a Sheila—, así que tú eres la famosa Sheila ¿Qué acontece tu viva, rojilla?
—El rojo es el baboso que tengo al lado… yo tiro más a un rosa por la piel, si te refieres a mi cabello… ese es otro tema. —Le apuntó con el pulgar, arrugando el rostro de Drake—. Es un placer conocerte.
—Lance me ha contado de cada integrante de los Einharts… —Trish se puso analizar, todavía incrédula—. Enserio…. ¿eres un dragón?
—¡Me gusta para una Einhart honoraria! —exclamó Lance.
—El fuego echo carne… —presumió.
—Se me hace un poco difícil de creer…. —No se burló de los aires de Sheila—. He escuchado rumores de que los Templarios reclutaron a un dragón.
—Pronto dejará de ser un simple rumor… —La amarillenta ardía en fuego—, y solo es prestado, mi lealtad es a Trisary.
Una segunda campanada resonó en el muro, heraldo de un llamado a través del alto parlante que se expandió en eco. Era la voz del teniente Bradock
—A todo personal del cambio sector este del muro Axis, protector de la costa; antes de su partida se les instruye a pasar a la capilla para el sermón del pastor Sebastián Trufa. —Autoridad dura como el hierro, no cabían ninguna posibilidad de objeciones—. Se incluyen cruzados de todos los rangos, mercenarios, y personal de manteamiento y oficina. Habrá un encargado que pasará lista, ya sea que deban estar escuchándolo desde afuera del edificio o dentro, nadie debe faltar… de lo contrario me veré forzado a aplicar una sanción económica. He dicho.
—Como en los viejos tiempos… —Trish negó con la cabeza, reía para esconder el desagrado.
—Perdona haberte enredado en esto, Trish. —Drake se mostró apenado frente a su amiga—. Había olvidado que en el sexto día hay sermones obligatorios.
—No te preocupes, soy Templaria. Estoy acostumbrada. —Se encogió de hombros—, son solo treinta minutos.
—Adelantémonos, no vaya ser que nos quedemos sin lugar donde sentarnos… —Lance tomó el liderazgo, incitando que lo siguieran y así lo hicieron.
—Esto es una mierda… —bufó Sheila al caminar a la par de Drake y Trish—. No deberían siquiera obligarnos a esto, es más… esto de ir a misa es una pérdida de tiempo.
—¡Hey! Sheila… —Le llamó Drake.
—Si existiera un verdadero ser completamente omnipotente creador de todo en algún lugar. —Le ignoró con tal seguir el imperioso discurso—. Sería un condenado enfermo amante de los genocidios en masa y las enfermedades degenerativas.
—Oye, enserio… nos vas a meter en un problema… —La tomó del hombro, zarandeándola levemente con tal de llamarle la atención, intento que fue en vano.
—No sé si se han dado cuenta… los otros credos ven al culto Templario como algo maligno, ¿rendirle culto a un hombre empalado con las entrañas de fuera? Lo consideran como un símbolo de muerte… hasta una falta de respeto.
—¡Oye baja la voz, idiota! No olvides para quien trabajamos. —Drake no dudó en darle un leve sape—. ¿Quieres que te disparen? Además… ¿Qué no crees en la religión del dios dragón?
—Le dijo el pastor a la hermana… te basas en el hecho que digo «Por el dios dragón» es el equivalente que lo digas mientras te cogen… —Sheila se acomodó los brazos atrás de la nuca—. Mi padrino es creyente de la rama iluminada, intentó inculcármela, pero solo le seguí la corriente. Los Nemea Regulus son de los astros, y terminé pegándole la expresión del dios dragón a Sarah… bueno les daré algo de crédito… tenemos la certeza de que el sol existe y nos evita de morir congelados. Si tuviera que creer en algo sería en el Palacio de los héroes, esa si es una gran creencia y parece repetirse en la mayoría de religiones: al morir, si fuiste un guerrero digno de leyenda… asciendes con muchos otros grandes héroes en un gran salón donde serás recortador por toda la eternidad a la espera de tu próximo destino ¿ustedes que piensan, chicos?
—Bueno me criaron para la rama principal Templaria… —Empezó Trish—, la aplico a mi manera, no soy de querer convertir a todos los que me rodean. Me enlisté para servir a mi país, contra la invasión extrajera.
—Estoy en el mismo barco… —continuó Philip—, aunque más por servir a mi país fue por necesidad. Pagaban bien. Les mando dinero a mi familia cada vez que puedo. No me dejarán mentir, creo que es importante tener algo a que aferrarse y la espiritualidad es importante.
—¡Ahora me caes mucho mejor, pequeño Phil! —Drake pegó un leve golpecito al pecho del cruzado—, Eso si es que tener pelotas.
—M-me esfuerzo, Drake… —Se sobó el brazo y recibió de buen agrado el alago con algo de pena.
—Me mantengo en todas las direcciones y a la vez en ninguna… —Lance fue corto y concreto—. Tal vez no sea la representación que se tiene popularmente, pero no creo que en el caos. Soy más de creer que todo pasa por algo…. y tal vez algunas costumbres de ciertas religiones me parecen fascinantes; los elfos hacen orgia en sus ceremonias y las bestias beben hasta quedar dormidos tras un sacrificio.
—Parece que al que está en peligro de quemarse es a otro, espero que me dejes tus animales en el testamento. —Drake se burló, lo que se ganó la atención de todos.
—¿Qué tal tú, rojo? —Lance se atrevió—, ¿crees en Dios?
—La verdad no lo sé… —Drake apostaba que su padre de seguro le gritaría por lo que acaba de decir.
—¿Cómo que no lo sabes? —Sheila alzó la ceja.
—Prefiero abstenerme en ese tipo de temas. —Observó a los lados por el temor de que algún cruzado intolerante le escuchara y se metieran en problemas. En voz baja procedió—. No creo que alguna religión en específico tenga razón. Pero me gusta creer que hay algo más allá después de la muerte, tal vez el Palacio de los héroes o la ascensión de los Templarios. Y perdona que discrepe un poco, pero… creo que el caos es mejor que el orden en cierto contexto.
—Sustente su respuesta equivocada, hijo —Lance fingió hablar como un catedrático, con tal de molestar—. Basado en eso veremos que instrumento de tortura te aplicamos.
—No soy un nihilista de mierda o algo parecido, creo que nosotros le damos sentido a nuestra propia vida. Un destino predeterminado… muchos dicen que es un consuelo, un significado de la vida. A mí me suena a una pesadilla… —Drake subió los peldaños que ascendían a la capilla, de puertas resguardadas por cruzados y dos estatuas de la espada sagrada—. Nos pondría al nivel de marionetas.
—Si te pones a pensar… —Lance se le puso a la par, en un hablar serio—. Independientemente de las creencias, igualmente lo seriamos… no de dioses precisamente… de los Templarios o de Trisary… siempre habrá alguien o algo jalando los hilos. Matamos un dios y seguimos arrodillándonos ante los hombres.
La conversación llegó a un abrupto final, las puertas dobles fueron abiertas y se dejó pasar al personal que realizó cambio de turno. La estructura era de una construcción magnánima de amplias dimensiones. El suelo de un blanco lechoso, cual vidrio pulido reflejaban las luces de los ventanales laterales. Había filas y filas de bancas en los que los creyentes, ya sea soldados, miembros del personal de la instalación o familiares venían a rezar, rogar por sus vidas a la palabra divina.
Estatuas de seres angelicales adornaban los pasillos de la iglesia, ángeles de formas humanoides desde bebés hasta seres andróginos de facciones perfectas empuñando espadas y rifles en vestidos en gloriosas armaduras.
La salida eran una puerta doble abierta de par en par, bajo la sombra de un balcón sujetado por pilares nacarinos; adorando por estatuas de hombres y mujeres de fisionomía perfecta que los abrazaban, como si se aferraran al mismo intentando escalarlo.
En la parte superior estaba un pesado órgano de tubos conectados a la pared que se alzaban hasta la parte superior de la estructura. El instrumento fue tocado por una hermana vestida en un vestido blanco, con una cofia que incluía una máscara metálica que cubría sus ojos y dejaba expuesta la mitad de su cara. Grupos de hermanas cantaban un coro celestial acompañados por niños, huérfanos de guerra y ahora dedicados a servir a la santa iglesia Templaría.
En la parte superior de la estructura en el lado contrario a la salida, estaba un mural de vidrio en el que se mostraba visiones del Genesis. Un cumulo de nubes doradas de las volaban arcas, y de las mismas descendían seres angelicales y a los pies.
Se plasmaban ciudades en ruinas en las que habitaban seres humanos con brazos extendidos para recibir la divina luz, la cual espantaban a seres demoniacos de escape descarnado lejos de la presencia de los enviados divinos. En la cima de las nubes, atrás de los seres alados, se deslumbraba un ser que únicamente podía describirse como supremo.
Era una figura humanoide. Por la parte de enfrente es una mujer y la de atrás un hombre. Tenía varios brazos estirados en señal de alabanza. Cuatro de estas extremidades tenían caracterizaras angelicales, similares a aladas emplumadas, pero en las puntas sobresalían enormes manos en las que cargaban un anillo dorado. Su cabeza poseía cuatro rostros, dos de mujer y dos de hombre. Eran adornados por una corona de espinas que cubrían los ojos, de los que caían lágrimas de sangre. Poseía un par de espinas prominentes que formaban cuernos. Entre sus brazos sostenía un bebé con los ojos tapados, a la altura de uno de sus pechos, como si fuese a amamantarlo. Vestía una toga de carácter griego que apenas le cubría y se encuentra parado sobre una cabeza demoníaca, similar a una mujer con cuernos.
Múltiples manos abrían el sendero de los cielos, para dar paso a los salvadores y rescatar a los mortales que hoy su progenie les rendía culto. En el centro del escenario, se encontraba el pastor que dictaba el sermón del día. Vestía una sotana blanca, con amarillo, su cabeza estaba cubierta por una mitra y una máscara dorada con facciones humanas en un gesto de absoluta calma. Por las arrugadas manos que salían por las anchas mangas, se denotaba como alguien de edad avanzada.
—Hijos míos, tal como hace más de cien años. —Recitó. La voz se escuchaba por todos los rincones de la iglesia, al hablar a través de un micrófono adherido al yelmo—. Los esbirros del maligno han regresado susurrando falsedades en los paganos, condenado más sus almas y empujándolos a una guerra contra nuestra iglesia.
» Oh pobres de sus almas, a los elfos no les bastó con haber cometido el máximo pecado junto al gran traidor, han venido a quemar nuestras iglesias bajo el estandarte de ídolos falsos, para hacer sufrir más a nuestro señor omnipotente. El gran profeta que viajó por cada rincón del mundo para pregonar la palabra, el santo viajero nos enseñó sobre la importancia del amor, la paz, la unión, el avance tecnológico y genético en las ruinas de un mundo devastado al acabar la edad de los dioses. El viajero se sacrificó por todos nosotros, creía en ustedes y hoy debemos creer en él.
—Apuesto que el fuego oscuro dice algo parecido con Difasteimus… —Aguantando la malicia cantarina, Sheila le susurró a Drake al oído, este le pegó leve codazo y se escondió un leve atisbo de malicia en su ser.
—Ese era el dios de mi padre…
Drake se dijo para sí mismo, encontrando en las paredes pinturas de sucesos históricos. Se enfocó en las que representaba el viajero. En una el profeta color dorado en pose de perfil, encima de un escenario, y a sus pies ocho figuras envestidas de caballero le juraban lealtad.
Los cuadros a los lados de la capilla relataban hazañas del elegido divino. Curaba enfermos de toda índole: devolvía la vista a los ciegos, la voz a los mudos, el escucha a los sordos, reconstruía extremidades y sanaba la mente de los afligidos.
No le bastaba los conocimientos mágicos, enseñó de ciencia y tecnología a las personas de toda raza pensante que se permitía escucharlo. Los alentó a tomar de las ruinas, adaptaron la tecnología alguna vez usada por los antiguos, y le dieron forma bajo la guía de un líder de conocimiento infinito.
En el cuadro que le seguía el profeta se enfrentaba a una enorme serpiente, que pretendía devorar a un grupo de humanos, ocultos en ruinosas edificaciones de un mundo perdido. Siempre el viajero se le retrataba como un ser muy alto, superior al de las figuras que no eran monstruos y de color oro, representando su poder divino.
La serpiente abría las fauces en alargados colmillos hinchados de veneno, a punto de devorar al profeta, quien únicamente levantó la mano tocando el morro de la criatura. En la pintura siguiente aquella aberración se redujo a una montaña de carne cancerosa, incapaz de moverse o producir sonido que no sea agonía de una muerte en vida, para deleite y hurras de los salvados que nombraban como su dios salvador a aquel desconocido ser.
Los últimos dos cuadros relataban una trama oscura, lejos de toda esa esperanza. El viajero yacía de rodillas de manos aferradas a los hombres de un hombre de negro, quien le empaló con una lanza y les rodeaban altas figuras blancas con orejas picudas. En el profeta no existía odio o maldad alguna, meramente compasión y perdón por aquel que le traicionó.
En la última imagen el viajero, moribundo aferrado a las ultimas gotas de vida al cargar con una herida en el pecho. Se erguía delante de un enorme ojo de distintos colores y con una mano en señal de despedida; daba el último adiós a la gente que le ha seguido en la reconstrucción de un mundo en cenizas.
Las hermanas pasaban lista a los miembros del personal, ofrecían un trago de vino y pedían limosna.
—Créanme mis hermanos, llegará el día en el que debamos devolver el favor. Tiempos oscuros se acercan, se ha predicho el retorno de nuestro señor… de los celestiales que ascendieron dejando este mundo a nuestro cuidado. —El predicador seguía con el sermón—, ellos nos salvaron del horror echo carne, y nos pondrán a prueba, la grande para ver si podemos alcanzar la gran ascensión junto a nuestro divino padre, o caer igual que Chroneidos. Mis hermanos… ¿confían en las enseñanzas del viajero?
—¡Confiamos! —Los presentes se levantaron al unísono en un único grito.
—Confió en la palabra del santo profeta, predicar su palabra y el avance… —Levantó la mano—, lavaré el alma pecaminosa al aceptar la protección de nuestro divino señor. Ganar la entrada al divino reino de la ascensión tras abandonar la carne, ¡morir luchando en su nombre! ¡derramar la sangre del enemigo y la nuestra lavando nuestros pecados! ¡El que asciende nunca morirá!
—¡¡El que asciende nunca morirá!! —Los guardianes se unieron al grito por mero profesionalismo.
Al cerrar la sesión, los presentes fueron abandonado la iglesia y en la entrada Lance dirigió a la padilla a fuera del puesto militar.
—Philip ¿te esperamos o te vas a ir en armadura? —preguntó Lance—, te recomendaría andar blindado, no vaya ser que alguien se le pegue la pendejada y nos quiera llenar de plomo por ser demasiado guapos.
—Creo… que me iré a poner algo de ropa, ya estoy harto de la armadura… —Philip iba con el rostro al descubierto, sujetando el casco por la careta—. Llevaré una fibra bajo la ropa, nunca se sabe.
—¡Oh, Drake! Nuestro niño está creciendo… —Lance fingió drama, y se apoyó en Réquiem.
—Bienvenido a la familia, Phil… —afirmó Drake—, ¿tú, Sheila? ¿quieres irte a cambiar?
—Voy a tener que declinar por esta vez… —El comentario de Sheila se ganó la atención de todos—. Llevo un rato sin practicar mis ejercicios de meditación, y no quiero perder la forma.
—Venga, una vez que no lo hagas no te hará daño… —Trish insistió en invitarla—, no me hagas ser la única chica.
—Discúlpame, Trish. Necesito esto…
—Será un ratito… —Drake intentó convencerla—, igualmente no pretendo quedarme demasiado tarde, mañana nos desvelaremos trabajando en el turno nocturno.
—Es importante para mí… —Esta vez Sheila se fijó en Drake, alzó la voz levemente y bastó con verla como para entender su pensamiento, era como si dijera «no espero que lo entiendas, pero al menos haz un esfuerzo».
—Está bien… entonces te veré en la mañana, dragona… —Alzó la mano para que la chocaran. Sheila lo vio extrañada de pies a cabeza.
—No es mi estilo….
—¡Venga! —Lance acabó con chocarla con la de Drake—, lo lamento, no pude resistirme.
—A veces pienso que, por pasar demasiado tiempo con ustedes, me van a contagiar la rareza… —Sheila se despidió del grupo, tomando caminos separados.
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