EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 31
Las pesadas botas quebraban las ramas en el andar de dos dragonas, una atrás de la otra; el hielo guiaba el fuego, rodeados de árboles nacarinos de gruesas ramas secas y suelo fangoso, del que sonaba el cantar de la naturaleza, bajo el sol del medio día. No todo el territorio atrás de murallas dominaba el urbanismo. En la zona antigua, se expandía amplios campos rurales, lejos de la ambientación industrial de la ciudad.
Sheila observaba la espalda de la alta mujer en silencio, en sus manos sostenía una brújula que le guiaba dando vueltas en ese bosque extraño. El cantar de la naturaleza y el motor de los vehículos pecaban de inexistentes, y la incertidumbre tiñó de rojo las pieles, derramando frio sudor por el mal presentimiento.
Algo que le llamó la atención Sheila fue la armadura de V, al tener en la espalda esa lamina móvil, que se deslizaba al activar las alas, tal cual la indumentaria hecha por Brock. No podía deducir de que material se trataba, ese negro azabache y los cortinajes del faldón azul se movían elegantes en soplar del viento.
V disfrutaba la sinfonía de los audífonos al chaquear los dedos y tararea al ritmo, en un andar cercano al baile. Sheila no alcanzaba a escuchar nada de esa canción y le gustaría conocerla. Se preguntaba qué clase de música podía disfrutar alguien como ella; por lo que comenzó a pensar en artistas y bandas, tratando de teorizar basada en el ritmo.
Morfia estaba en su primera alternativa, casi todos los Einharts la disfrutaban; de llegar a ser eso, trataría de sacar de la mente todos los éxitos que conocía y se aseguraría de averiguar primero la canción favorita de V; con lo que arremetería compartían el mismo gusto, aunque fuese una mentira. Pensaba en la extinta Toxina, y un largo etcétera que ponía todo de ella, con tal de congeniar y formar una amistad.
«¿Qué estoy haciendo? Me estoy portando como una loca obsesiva… tranquila, no la conoces y ya quieres volverla tu hermana».
Sheila tragó saliva dándose cuenta de lo que surgía en la mente, cayéndole una sensación de pesar y pena. Jamás hizo esfuerzo por conservar las amistades. Se desapegaba emocionalmente de las personas negadas a caer en el control de Sheila, todo debía hacerse a su manera; pocos los exentaba de esta regla.
Ese comportamiento asocial preocupó a la familia que la acogió, y en consecuencia desarrolló una personalidad retraída. Ha logrado formar un vínculo de amistad, con algunos miembros de Einharts. Naturalmente las relaciones se crearon en convivencia, nada forzado.
—¡Quien fuera tú el fuego vivo, al ser ser inmutable ante cada estación, querida! Este calor va a carbonizar mi hermosa piel perlada, no estoy hecha para el bronceado. Lo que daría por que caiga la noche y venga una nevada. —Farfulló V retirando los audífonos, y los guardó en una de las bolsas de la chaqueta que colgaba bajo la capa perteneciente a Sheila; ambas prendas sujetadas sobre el droide. Quejosa en ojos entrecerrados en respiración agitada, limpió el sudor de la frente, y jalaba las mejillas fijando que no se enrojeciera—. Odio el medio día. Después de esta campaña, tendré que mandar a checar mi indumentaria. Se supone que me mantiene fresca. No está funcionado como debería. Dame frescura por favor, pequeño Albi.
Agitando la mano como un ventilador en el rostro, el droide sacó unas manos mecánicas, con las que sujetó la prendas que se retiró V y Sheila anteriormente. Se pegó a la dueña liberando aire por medio de los pequeños ventiladores, salidos de orificios en la envergadura.
—Tal vez es porque estás muy cerca de mí. —Sugirió Sheila, le sorprendía lo habladora que podía llegar a ser V de repente, todo lo contrario, a ella. Una el fuego que carecía de calor y la otra el hielo que emanaba calidez. No sabía cómo tomar ese hecho.
—Es una posibilidad. —Aliviada por el aire de la máquina, se pudo relajar en un suspiro que le calmó las carnes y abrió la boca tomando grandes bocanadas de aire en faz placentera—. No te culpes, puedo tolerarlo. Apenas es una molestia, voy a beberme una jarra entera de agua helada a la primera oportunidad que tenga.
—Entonces… ¿Por qué ibas con tantas prendas?
—Quería lucir medianamente normal —excusó en un paso ininterrumpido—, una mujer muy alta, pálida y pelo azul pasa a duras penas desaparecida por el dicho de “es alguien con descendencia de mutados”, si me ven con ropa muy delgada, dará que pensar. Te digo, aguanto el calor. Lo único que me arrepiento es que no lucí ese corsé de cuero que compré. Me fascinan las mallas de red, y ese tenía un escote de ese tipo.
—Oye, V… ¿Cuánto falta? Pareciese que vamos en círculos.
—Ese es el efecto del gueto, debido a la barrera protectora suele causar una ilusión, y afectar el tiempo y espacio en el interior. A menos que destruyas todos los monolitos, el efecto continuará de una manera u otra. —No retiró el enfoque de la flecha, se detenía unos segundos asegurando que camino tomar—. De no seguir correctamente la flecha, acabaremos de nuevo en el cementerio o peor.
—¿Qué puede ser peor? —La voz tembló en los dientes.
—Podemos acabar en un lugar bastante desagradable, déjemelos ahí. Mantente cerca y por nada del mundo te separes ¿no has estado en un gueto antes? —V le asaltó en una pesada interrogante, en una expresión acusante, como aquel que miraba a un idiota.
—¡C-claro que sí! —Decía la verdad, pero dudó debido a los sentimientos pesados que le provocaba V. Pretendía impresionarla, ganarse la amistad y en ese esfuerzo solo lograba quedar peor—. He residido en Nemea toda mi vida, justamente en una casa dentro del gueto antes de irme a vivir con mi padrino. Es solo que… nunca estuve interesada en aprender cómo funcionaba. Se supone que debes tener alguien licenciado como guía ¿tienes licencia?
—¡Pfff! Por supuesto que no. —Ahogó una carcajada. En un aura de genialidad, V sacó un emblema dorado, del que se mostraba la estrella de ocho puntas sobre un engranaje dorado de Santus, y atrás la luna pálida con el espiral—. Tengo un contacto en el Archivo. Estoy registrada y puedo moverme libremente en los guetos.
«¡Eso significa que no es alguien que se esconde como tal! ¿Qué clase de vida ha tenido esa mujer?», al estar por asaltarla en una refriega de preguntas, V se adelantó.
—Eres lista por desconfiar. Espero que esto te calme un poco.
—¿Cómo lo supiste? —Peló los ojos expectantes.
—No disimulas nada. —Le dedicó una tercia sonrisa, soltando una cantarina risa para pura vergüenza de Sheila.
El camino poco a poco se llenó de una espesa bruma, para propia frescura de V. El ritmo entró en pausa en un descampado en el que se alzaba un monolito hecho de un fibroso material metálico brillante y pulcro cual espejo, coronado por una esfera de un centro de fulgor esmeralda, similar a un ojo.
Aquel obelisco mostraba una leyenda escrita en Grishlavo: Aquel que pise estos territorios, deberá comprobar que cumple alguna de estas características. De lo contrario, aténgase a las consecuencias.
A la altura de una persona se mostraban tres aparadores: un pequeño desagüe embadurnados en marcas de circuitos y sellos rúnicos. El segundo un agujero circular en el que titilaba un escáner que dictaba la palabra “residente”. En el tercero se mostraba otro de esos aparatos que dictaba “permiso”.
—Nunca vi nada parecido en Trisary. —Sheila conocía únicamente el gueto de Nemea. En cuya entrada se requería de un guía de no tener licencia y un hechizo sencillo—. Países diferentes… leyes distintas… supongo.
—No uno Templario o perdido. Pueden albergar paredes ilusorias y laberintos. Esta combina varias cosas. —V sacó el emblema alzándolo a la vista del tótem en forma de ojo, en la cima del obelisco—. Espero que con eso baste, bien sigamos.
Siguieron la caminata en la espesura de ese bosque, y rápidamente el risueño rostro de V se borró ante una enloquecedora flecha que giraba para todos lados.
—Algo anda mal, ya deberíamos haber llegado a su casa.
—¿De quién?
La conversación se cortó por el crujir de una rama en la cercanía, nada venido de ellas dos. Apegadas en instintos primordiales, se colocaron en guardia, preparadas para aquello que se acercaba en pesadas pisadas sobre el tronar madera y hojas. Ninguna podía detectar de dónde venía exactamente entre filas y filas de árboles.
—¡¡Muéstrate!! —El desafió de Sheila no obtuvo respuesta inmediata. Inhalaba profundamente el aire, en busca de algo inusual. Se respiraba a un fuerte hedor a tierra mojada, y a podredumbre. Algo familiar—. Siempre es un juego de cazar o ser cazado.
—Gato y ratón. —V jugueteó tronando nudillos y cubría la espalda de la escarlata.
—¡Sal de una puta vez! —Comenzaba a impacientarse, e igualmente algo en ella resonaba la llama de la emoción. Esperaba una fuerte pelea que impresionase a su compañera—. ¿Quién eres?
No se daban cuenta que lo que les estaban cazando, las observaba oculto en la maleza usando una visión infrarroja, más no podía detectar por completo a V, emitía un nivel de calor demasiado bajo.
—¡Sheila, atenta!
El de un paso destrozando la maleza demasiado cerca de la posición en la que se encontraban, acabó por acelerar a V; quien jaló a su compañera para ubicarla atrás de ella y con una mano disparó un fulgor azulado que emitía una energía helada dirigida al origen del sonido, congelando un árbol.
Aquel golpe de avanzada se mostró primeramente inútil, al no ubicar al objetivo, meramente dejó una estela escarcha. Pisadas comenzaron a aparecer en el suelo fangoso, causadas por un ser completamente invisible.
—¡¡V, muévete!! ¡si dejas que te toque estamos jodidas!
Las dos dragonas se replegaron tomando distintas direcciones, las dos buscando por todos lados aquello que las acosaba, y al salir del lodo, ya no podría detectar huellas.
—¡Albi, escóndete! —El droide acató la orden y se fue volando alcanzando la copa de los árboles, cargando todavía las prendas.
V alzó la diestra imbuida en vapor blanco, dejándola caer al suelo bajo los pies, y en un resplandor se materializó una onda de ventisca. Acabó por salpicar un frio escarchado dentro de un rango de cinco metros. La helades no causó físico, fuera de una serie de escalofríos materializado por una capa de cristalina humedad en todo ser vivo dentro del área de alcance; justo lo que necesitaban.
Lo desconocido se tornó tenuemente visible, en una figura que dejó el alma al borde de la garganta de Sheila. Lo poco que podía mostrar las manchas de humedad, daban algo completamente lejano a una apariencia humana, asemejaba a un enorme insecto o tal vez a una quimera de distintos tipos bichos, blindado en duro exosqueleto. Parte de la nieve mostraba una cabeza triangular de enormes ojos saltones, unas mandíbulas en forma de pinza y un par de antenas que se movían en espasmos, y por supuesto dos largas hojas afiladas por brazos.
Con el elemento del sigilo extinto, el ser demostró la suficiente inteligencia y la malicia como para dejar a un lado las sutilezas. En un latir de corazón, saltó impulsado por unas alargadas patas y soltando un gutural zumbido nauseabundo lanzó una estocada a Sheila.
La guardiana logró a apartarse a un lado lo suficiente como para evitar un golpe mortal, más no evitó que la bio espada le rosara el hombro justo donde la fibra no la protege y le propinó una profunda cortada, salpicando un torrente sangriento.
El combo no frenó en ritmo, al derrapar en la tierra la criatura dio un giro en su propio eje y usando la gruesa parte inferior del cuerpo propinó un vapuleo contra V, empujándola lejos acabando con la espalda contra un árbol, el cual se sacudió en el impacto.
Sheila presionó la humeante herida en proceso de sanación, recobrando el aire en los pulmones. La recuperación frenó en seco ante un nuevo arranque de la bestia que venía en un salto alto, esta vez la dragona pudo evitarlo al dar un salto en retroceso, dejando que las hojas gemelas se estamparan en el fango.
En ese intervalo el brazo enguantado cambió a una garra dragón y arrojó un golpe a la mandíbula de la criatura, destrozando el punto de equilibro mandándola a caer al suelo. La mano se devolvió a la forma humana, tomando unos segundos en el que pudiera restablecer el aliento, el ser aun en el suelo cerró los alargados brazos como una pinza, con tal de atrapar las piernas de Sheila, quien al detectarla retrocedió de un brinco.
Esta vez la guardiana expulsó de las manos un rayo fulgurante, el cual sorpresivamente cayó contenido en una barrera energética materializada de las hojas cruzadas. Aquello conmocionó a Sheila, no esperaba que el monstruo fuese dueño del don.
A una distancia alargada, todavía aturdida por el anterior golpe, V se levantó limpiando la cara del lodo y se apoyó en un tronco del que salió una mano que la tomó de la muñeca, tratando de jalarla hacia el árbol.
La dragona pegó un grito de espantando, aferrando los pies a la tierra en resistencia y se fijó en el atacante. El árbol se distorsionó en una deforme cara similar a la cara de un simio anciano en rasgos fúnebres; nariz, y orejas puntiagudas con ojos completamente rojos y un cuerpo hecho de grueso roble bajo un manto de moho camuflajeado en el tronco, al estar colgado cual araña.
V liberó un rayó blanco que acabó por congelar aquella abominación y de una patada rompió en pedazos el brazo de madera vuelto cristal. El bip alarmante de Albi resonó desde los árboles en advertencia.
Al fijar de nuevo la mirada, observó como de entre los árboles aparecían pantanosos de esos enanos humanoides acompañados por una horda de enormes hongos del tamaño de árboles. Estos seres se movían con las raíces de tallo cual tentáculos, mostrando largos brazos con abotargados dedos portadores de ventosas.
V no tardó en comprender lo que sucedía. El invisible llegó como un soldado de avanzada; de sobrevivir a ese primer ataque llegarían los refuerzos alistando una ejecución. Al juzgar por el color rojo en puntas blancas del sombrero de cada una de esas entidades, V pudo deducir que se trataban de hongos con esporas alucinógenas, por lo que las adormecerían y luego las matarían.
Las subestimaban, el enviar peones de esa clase insultaban el ego del invierno personificado, y harta de juegos se dispuso a acabarlo. Todo guerrero conocía que solo hay un idioma que las criaturas como estas entendían. Una muestra de superioridad.
—¡Moira! ¡¡Estoy aquí!! —Los ojos se avivaron en un absoluto azul, y golpeó el suelo de un puñetazo liberando una honda congelante empujando lejos a la horda del verde, a la par de la criatura y Sheila—. ¡¡Se que puedes reconocer mi voz!!
El cuerpo de Sheila derrapó en el fango, arrastrando roca y tierra en el empuje hasta que logró frenar el empuje aferrando las garras al suelo. Bruma blanca inundaba los campos de verdes, mandando a los lacayos restantes a resguardar cobertura.
En cuanto el monstruo se paraba tambaleante al apoyar la hoja en uno de los aboles; no mostraba intención de continuar el combate y V lo sabía, por lo que mantuvo una posición defensiva a la expectativa de lo que ocurriría en un contacto visual que amenazaba durar una eternidad. Poco a poco el semblante serio de V se esfumó, en una creciente sorpresa que no comprendía Sheila.
—¡¡Quietos!! —Cruzados en armaduras de camuflaje saltaron de entre los arbustos, armados en bayonetas.
—¡¿Qué carajos está pasando?! —Sheila no comprendía, el relacionar a los hijos del verde con los Templarios sonaba un acto desquiciado al juzgar lo ocurrido en el Tridente, y las sorpresas no acababan ahí.
El insecto levantó la hoja en señal de que bajaran las armas. Pocos acataron la indicación, seguían listos para apretar el gatillo, aplicando un puntero laser a puntos vitales de las dragonas.
La tensa ambientación se desvaneció en el terror, cuando la criatura liberó un chirrido doliente y el cuerpo comenzó a comprimirse. El exoesqueleto, las hojas, las múltiples patas y el alargado torso se contrajo, en una mutación de una duración segundo. Aterró a todo testigo, y las almas quedaron a los pies en la nueva encarnación completamente visible del insecto.
Se trataba de un ser humanoide de cuerpo femenino hecho de un exoesqueleto marrón, compuesto de musgo y enredaderas. En articulaciones expuestas en roja carne viva y la espada Templaria en el pecho de una verdosa capa fangosa. La cabeza tenía dos pares de cuerno asemejando a mandíbulas de insecto, y un aguado rostro que simulaba rasgos femeninos de una forma que causaba el valle inquietante.
—Es un gusto volver a verte, vieja amiga —habló la entidad en una voz estrangulada, enseñando dientes hechos de madera en una expresión alegre.
—Entrar al gueto sin autorización es una violación a la ley, hechicera. —Secundó el cruzado con el rango de sargento—. Usted como asesora de seguridad, ya debería conocerlo.
—Cometí un error, no conocía esa insignia que mostró a la cámara de seguridad. —La entidad flotaba delante de los soldados, en completa confianza—. Tenía el símbolo del archivo y Santus; más no sabía si contaba como un permiso de autorización por lo quise comprobar lo que sucedía en primera mano.
—¡Escuchen! Soy una guardiana. —Sheila sacó el medallón—, estamos del mismo lado, vinos aquí por… —Esperó a que V completara.
—Necesitamos tu ayuda, Moira —culminó seriamente. Comprobado el cese del peligro, el droide bajó al lado de su dueña, quien lo recibió acariciándolo gentilmente.
—De tratarse de una guardiana podría hacer una excepción; tendrá que llenar un reporte después.
—¿Estás segura de esto, hechicera? —cuestionó el sargento.
—Tomaré la responsabilidad. Vienen a requerir mis servicios, por lo que seré la guía. Aparte son una guardiana y un agente del Archivo, ¿no querrás interrumpir una operación así?
—Comprendo… quedara bajo su supervisión entonces. —El sargento llamó al resto de la avanzadilla.
—¿Me haría el favor de guiar a mis clientas a la reja? —Solicito Moira evitando tocar al soldado, quien claramente mantenía la distancia por lo repulsiva apariencia de la entidad quimérica—. Enviaré a una subordinada mía a recogerlas.
—Me deberá una… bien. Les daré un minuto. —Los cruzados se distanciaron, y abrieron espacio a las mujeres, al tiempo que hordas del verde desaparecieron al replegarse bajo el manto de la bruma.
—¿Alguien me puede explicar esto? —preguntó Sheila, todavía confundida.
—Soy la supervisora de seguridad del gueto “Refugio brillante”, y una hechicera registrada. Me llamo Moira Babilcus. —Realizó una reverencia—. Esto que ven, es una marioneta que manejo a distancia y fabriqué para que pudiera repeler a los intrusos y esos que vieron son golems elementales; nada como lo que mostró el titan del Tridente. No se alarmen, he escuchado que muchos de esos siguen rondando esas tierras, pero ninguna de mis marionetas es de esas cosas.
—Ya te expliqué por telepatía el motivo de nuestra visita. —V no hondó en detalles y fue al punto—. ¿crees poder ayudarnos?
—Hubiese preferido una llamada antes… ponernos al día, unos cafés… algo lindo. —Jugueteó la marioneta.
—Pensaba llamarte. Lo ultimo que supe de ti fue que te transfirieron a trabajar a este gueto. Apenas llegué ayer a Griffia, perdóname. Han pasado muchas cosas, por lo que he estado moviéndome.
—No importa- —Moira negó con la cabeza, y la faz decayó levemente—. Igualmente creo que hubiese sido mejor que me recordaras como la ultima vez que nos vimos, he tenido… algunas cosas que será mejor explicar en persona. Sigan al sargento, los guiará a la puerta del corazón del gueto en donde se encontrará con mi subordinado. Llegará en menos de una hora.
El avatar se desvaneció en múltiples moscas llevadas por el viento, dejando una emoción de extrañeza en Sheila por todo lo que ocurría con tal de obtener las alas.
—Nunca creí ver a hordas de seres botánicos bajo el yugo de los Templarios. —Mencionó Sheila, buscando si veía a otra de esas criaturas oculta en los arbustos. No guardaba buen recuerdo desde el asalto al pandemónium.
—Perdóname que te diga esto, pero… ¿acaso no es el caso de tu equipo? Todos son inhumanos de una u otra forma. —El comentario sonó con cierta molestia, y dejó por un segundo pensando a Sheila. Con un dedo la llamó a seguirla, y en voz baja siguió—: para estas alturas… ya deberías saber que los Templarios usarán todo para mantener su poder. Si ven potencial en algo, van a tratar de asimilarlo aun si pareciese fuera del credo; inclusive dar amnistía a los que consideraban los peores villanos.
—No me importa… —Contestó Sheila en una faz completamente seria—, siempre que me paguen y cumpla con mi misión, voy a seguir en esto. Creo que esto es un mal necesario… después de lo que vi en el Tridente y a quien rinde culto los rebeldes; estoy dispuesta a mancharme las manos aún más.
—Tienes convicción… —afirmó en completa satisfacción—, eso es bueno en un soldado y… ¡espera! ¿Qué no te hirieron? —Se fijó en el brazo donde Sheila recibió el corte, no encontrando ninguna herida, ni siquiera una cicatriz.
—Es mi regeneración instantánea… —Los papeles cambiaron, Sheila se volvió la que daba un dato obvio.
—¡Increíble! —En ojos iluminados tomó de forma invasiva a la guardiana de los hombros, y comenzó a analizarla por si veía algún otro daño—. ¡Tengo otro motivo para sentir envidia!
—¿Qué no te curas tú también?
—No ha si de rápido… bueno, es difícil sacarme una gota de sangre. —Modesta, V se encogió de hombros—. Soy bastante dura, de llegar a recibir un daño considerable… estaría unos pocos días en reposo. Sano rápido… más no tanto como tú. Creo que esa es otra de la diferencia en nuestras clases.
—¡Oigan! ¿van a tardar? —Les llamó el sargento en una pequeña colina, en la que reposaba junto al resto de sus soldados—. Nosotros tenemos que seguir nuestra guardia.
—¡Ya oíste al humanito! —V tomó a Sheila de la mano, y casi jalándola la llevo consigo.
—¡Oye! Yo puedo andar por mi misma —Se soltó bruscamente, sobando la mano.
—Ay lo siento… no quise… ¡oye, humanito! ¡está bonito el llavero en tu rifle? —V le apuntó al osito de peluche en miniatura que cargaba del rifle.
—Gracias… fue un obsequio de mi hija. —El sargento respondía un tanto incomodo por ese actuar exageradamente extrovertido de V.
—Aw~ es bastante tierno —dijo dándole un empujón con el dedo, enternecía.
Lo que empezó como un interminable de puro bosque, en caminos que lucían completamente iguales, acabó finalmente a los pocos minutos bajo el apoyo de los cruzados. El primer obstáculo apareció en una alta reja de metal con alambres de púas, y al abrir la puerta de entraron en amplios cultivos de hongos, y champiñones, de todo colores y formas rodeando en el entorno. Se contaban cientos tanto que apenas se veía la maleza entre las setas, dejando un espacio para el limpio sendero, el cual cruzaban los visitantes.
—¿Qué es todo esto? —Sheila avizoraba los alrededores, no encontrando nada que no fuera puro hongos, algunos tan altos como arboles y de sombreros que ensombrecían.
—En esta división criamos estos hongos por distintos usos —explicó—, material requerido para los golems de Moira. Algunos los usamos para crear gas que pueda ser lanzado en las trincheras enemigas, y otros los ocupamos para absorber el veneno de lugares donde alcanzó un eterno silencio.
—Hongos que absorben radiación. Abre un mundo de posibilidades —dijo v.
Los campos de hongos acabaron en una segunda reja, y al abrir la puerta se encontraron un nuevo mundo. Lo que se descubrió en ese ese lugar fue un amplio descampado rodeado por pequeñas edificaciones, de un campamento ocupado por cruzados en armaduras verdes; una torre de vigilancia se encontraba en la mera entrada y a lo lejos se divisaba la muralla.
El centinela descubrió la llegada de la avanzada, y mandó a abrir las puertas. Una vez dentro las dragonas encontraron campos de cultivo, sembrados por campesinos que trabajan hectáreas de tierra, bajo la vigilancia de los militares en esas armaduras verdes; entre los que han agregado piezas resaltantes: pieles de bestias y huesos ya sea monstruoso animales normales. Personas de piel cobriza y pálida, algunas poseían rasgos animalísticos en los ojos, lo que hizo comprender a Sheila la naturaleza de ese lugar.
—Sigan recto… y llegarán al destino. —Apuntó el sargento —. Nosotros seguiremos nuestro turno. Espero que encuentren lo que vengan a buscar.
—Eso planeamos —dijo V optimista—, no pienso marcharme con las manos vacías.
—Y claro… tengan el estómago para eso. —Ahogo el atisbo de una carajada, y el oficial ordenó a sus hombres a replegarse.
Siguieron las indicaciones en medio de los cultivos, ganando miradas de cruzados y campesinos, terminando encontrando una pesada puerta de hierro en una pequeña caseta vigilada por dos guardias.
—¿Aquí es la entrada al gueto? —Sheila enseñó el medallón de guardián.
—Efectivamente, señorita —contestó—, ya nos dieron indicaciones.
Los soldados se hicieran aun lado y abrieran el sendero que llevaba unas escaleras de piedra que iban en descenso a un túnel subterráneo tenuemente iluminado por amarillas lámparas.
—Tendrán que esperar a la llegada del subordinado de Moira, no tardará.
Comments for chapter "31"
QUE TE PARECIÓ?