EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 33
En las inmediaciones de un depósito de locomotoras, Drake corría en línea recta en medio de un oscuro callejón entre antiguas edificaciones, sobre el suelo adoquinado, en aparatoso resonar metálico. Llevaba puesta la armadura carmesí, y constantemente observaba a sus espaldas, atento a todo movimiento. Aparentemente nada lo seguía, una señal que meramente lo empujaban a seguir en alerta.
Antes de siquiera salir del callejón, frenó en derrape levantando un cortinaje de polvo, desde planta de las botas. Escrutó los alrededores en una sola posición defensiva, detectando una silueta negra oculta, agazapada atrás de un muro de concreto en el techo de la estructura derecha. Una sonrisa ladina se encendió bajo el yelmo, en completa confianza y control de la situación.
—¡Te tengo! —Drake disparó un proyectil al techo, y el perseguidor saltó evitándola.
—¡Con esos ataques no me creería que me quieres sacar un ojo! —En un ágil esprint eludía los disparos, los cuales destrozaban concreto en los impactos.
—¡Deja de correr y ven aquí, Lance! —Lo desafió en voz alta.
—¡No, no quiero! —Imitó el agudo actuar de un niño, tomando en burla el entrenamiento—, pude escuchar como te tronaban las rodillas desde hace rato.
—¡Cómprate unas pelotas o no voy a seguir jugando contigo!
—Tenía rato siguiéndote y apenas me descubres. Es bastante decepcionante. —Lance se arrojó en un ágil salto. En el descenso puso las manos rodando en el piso amortiguando la caída, y finalmente de pie a cuatro metros de Drake.
—¿Quién dice que no esperaba el momento para que bajaras la guardia? —Afanado por no romper la imagen, retó descarado.
—Neh… para nada, hermano. —Lance pegó la espalda contra la pared, cruzando los brazos atrás de la nuca, completamente relajado—. Eres fuerte, y toda la cosa, lo admito… como también me percato de tus deficiencias. Estás acoplando la mala atención de Rhaizak. Te falta velocidad, necesitas ser más atento, y más creativo con las construcciones… siempre usas las mismas… lo que te vuelve predecible a larga. De no matar a tu oponente a la primera, en un segundo encuentro te va a dejar con las rodillas raspadas.
—¡Te diré que necesito, hermano! —Convirtió los dos brazos en guanteletes pesados, arrojando puñetazos a una velocidad inhumana, y completamente eludible por el umbra.
—¿Mejores armas? ¿aprender a beber? ¿una novia? La lista es bastante larga. —Lance soltó en retroceso dejando atrás un mazazo que destroza el piso. En pleno aire el umbra arrojó tres shurikens, bloqueadas y desviadas por la construcción del guantelete al tapar la cara.
—¡Aquí tengo tu lista! —Los papeles cambiaron, Drake se convirtió en el perseguidor, entrando en terreno abierto en la antigua estación de trenes y bodega de vagones.
En el fragor de la contienda un droide similar a una paloma mecánica, sobrevolaba las alturas grabando el simulacro de los dos guardianes. La filmación en vivo se transmitía a un control remoto ubicado a una distancia segura, en un auto móvil en donde Trish y Philip sean refugiado.
—Esto sí que se puso bueno. —Trish bebió otro trago de la cerveza, etiquetada por la marca del dibujo de un autómata caricaturesco en estado de ebriedad, con un sombrero de copa tumbado hacia atrás.
La dueña del vehículo y el golem admiraba extasiada el espectáculo, sujetando con ambas manos el control en forma de un cuadrado blanco metálico, con unos botones y perillas en medio de una pantalla, en donde se mostraba la grabación. La adrenalina de ser testigo del peligro la embriagaba a un nivel mayor al de la bebida.
—¿A esto le llaman entrenamiento? —Philip no disfrutaba para nada el combate—. ¡Se les puede escapar un golpe mortal!
—Saben lo que hacen. —Relamió los labios en voz casi afónica, en la pérdida del aliento y ojos demasiado abiertos—. Les encanta esta mierda. —No apartaba le enfoque de la pantalla, contemplaba cada choque de los combatientes sacándole un suspiro y golpes en el corazón.
—¿Trish? —Philip se incomodaba por semejante actuar.
—¡No seas maricón! —Lo tomó de los cabellos revolviéndolos. Volvió la atención a la pantalla—: estarán bien, saben lo que hacen… ellos son más que hombres.
—Espero… —Doliente por lo pesada que le resultaba la mujer, fijó de nuevo la atención en la pantalla—. Que tengas razón.
La visualización del dron mostraba un cambio de escenario. Los guardianes se perseguían mutuamente saltando las líneas de tren, bajo las sombras de vagones desperdigados de forma irregular. Drake forjó una masa pesada atada a un tentáculo dando un largo chicotazo en arco, en seguimiento a la espalda del umbra, cuyo rabillo del ojo vio venir el ataque, y se lanzó en un salto hacia atrás; colocó las manos en el suelo y volvió a ponerse de pie.
Drake ejecutó un segundo golpe deslizado por debajo de Lance, quien retornó a pocos metros de la retaguardia del guardan carmesí, este se dio la vuelta cambiando las construcciones por dos cadenas.
Arrojó un latigazo diagonal desviado por la defensa de la Ronin, el segundo vertical que silbó en el aire tras que Lance se agachara. Los látigos se formaron en una enorme masa que cayó en martillazo, y en respuesta Lance rodó en el piso pasando de lado a su oponente, dejando que la pesada construcción levantara polvo de la graba.
Drake forjó un tentáculo que lanzó un golpe sobre el suelo, evitado por el salto en retroceso de Lance, quien volvió a arrojar tres cuchillos repelidos por un escudo redondo recién forjado, en un parpadeo el umbra se esfumó, una mala señal para el carmesí.
Se percató por el rabillo del ojo como Lance emergía de la sombra de uno de los estiletes recientemente arrojados, y vino con una patada curva que le arremetió de lleno en la cara, tumbándolo de frente contra el suelo.
El golpe no le aturdió lo suficiente. Cerca de topar el suelo puso las manos y rodó quedando acostado justo para ver como un puñetazo le venía encima. Drake reaccionó cruzando los brazos frenando un fin del juego, y contra golpeó en una patada en el abdomen, empujando al atacante. En ese intervalo giró, retomando el punto de gravedad forjando una espada carente de filo, y alzó el brazo apuntando la espada en desafió.
—En guardia… sir cabeza de media. —La tenía guardada de hace tiempo, buscaba la excusa y situación perfecta para soltarla. Rio para sí mismo al darse cuenta en los adentros que no necesitaba un motivo.
—Su desafío ha sido aceptado, sir colorado. —En una exagerada imitación del estereotipo de caballero Templario, sacó a Ronin con todo y vaina.
En un intercambio de sonrisas los falsos aceros se cruzaron en potente estruendo, soltando una onda expansiva que estremeció el aire y la señal del dron falló unos segundos. En corte tras corte ninguno mostró señal de ceder.
Lance arremetió en un tajo en descenso, frenado a la mitad por un empuje de la espada roja, chisporroteando chispas, llevando al umbra a retroceder unos pasos. Drake alzó el acero en vertical, solamente para que el umbra diera una voltereta y rodara en el piso quedando con el puño sobre la superficie de maleza.
El combo no se frenó y la serie siguió en una estocada recta desviada por un mandoble alto de Lance, quien en respuesta conectó una patada al costado dando de lleno al punto de equilibro, bajando el agarre de la espada. Lance lanzó un golpe a la guardia, desarmando a Réquiem. No dejando que esa fuese la derrota, Drake tacleó al umbra abrazándolo del torso. El golpe hizo que Ronin se resbalara de los dedos.
En el forcejeo Drake desactivó los pinchos de las hombreras, se movió a sus espaldas y le pegó un codazo en la clavícula, mandando a Lance de rodillas, con cuello atrapado por un fuerte brazo y la cabeza tomada por un guantelete, en una posición que invitaba a romper el cuello.
—¡Te tengo! —En un agarre férreo, el aliento se le escapaba al sofocar a su hermano—. ¿Qué tal una rendición?
—Para ti… —Sin aire silbó.
De repente la bufanda reaccionó y se liberó del dueño amarrándose en la cara del guardián, este desesperado se la arrancó sin muchos problemas. Al segundo Drake se volvió tan solo para descubrir como el hermano se movió a donde estaba Ronin y de la sombra regresó con el disco cortante refulgente de esas flamas negras.
—Mierda… —Drake se percató de la corta distancia en la que se encontraban, por lo que se mostraría difícil el evitar el ataque, sin salir herido—. Okey ganas esta vez.
—Y las que vengan, hermano. —Desmaterializó las sombras, regresando el arma a la forma de joya compactadora, y alzó la mano en señal de camaradería invitándolo a tomarla—. Buen juego, me puedes patear el culo en fuerza… ten en cuenta lo que te dije de tus construcciones. Simples y efectivas… puedes agregar algunas nuevas.
—Y tú eres increíble en velocidad. Lo consideraré. —Los dos chocan las palmas y se asienten mutuamente—. Puedes mejorar tu defensa… es muy fácil desarmarte si te logran conectar un golpe.
—Un excelente combate, chicos. —La voz de Trish se comunicaba a través del dron—. Vengan al coche, que me toca mostrarles un poco de mi propia “magia”. —Se marchó en zumbido de avispa.
—¡Enseguida, guapa! —Lance le saludó levantó la diestra, y con la surda recogía a Ronin envuelta en la bufanda. Inclinó el rostro por encima del hombro, encontrando a Drake distraído en el cubo—. ¿Nada de Sheila?
—No contesta mis mensajes, ni siquiera los vio. —Decepcionado por el resultado, apagó la maquina y del guantelete emergieron unos gusanos acuosos que se llevaron al objeto al interior de la coraza, perdiéndose en el interior fangoso, que se solidificó en un parpadeo—. Dije que decidimos venir a entrenar en donde solíamos hacerlo los seis antes, incluso pensé que vendría aquí.
—Me propusiste patearte el culo y beber toda la noche. Son cosas que Sheila no diría que no. —Lance lucía igual de confundido—, tal vez no tiene señal o quiso meditar en donde haya más bosque.
—Pensé que se acoplaría si le decía que entrenaríamos todos juntos. Y es que yo… —Inseguro intentó protestar, frenado por la mano de Lance al tomarlo de la hombrera y lo zarandeó.
—¡Relaja las nalgas, rojo! —Dándole un leve empujón, caminó en seguimiento del dron, y alentó a Drake a acompañarlo—. Tu novia estará bien.
—¡Ella no es mi novia, imbécil! —aclaró fuertemente, y a no recibir una respuesta meramente murmuró para sí mismo, nuevamente sintiéndose derrotado—. Carajo.
Caminaron sobre la graba en el desierto deposito, en un sol cercano al crepúsculo. Signos de grafiti pintarrajeaban los vagones, en escritos obscenos y dibujos abstractos de artistas callejeros.
Cúmulos de basura quedaron puestos en pilas por donde cruzaban, en los que resaltaban botellas de cerveza y restos de cigarrillos. Drake soslayó el viejo almacén que cubría con su sombra los campos, vidrios rotos y pintura gastada quedaba en ese lugar carente de cuidado.
Ese lugar se les designó como centro de entrenamiento. El almacén se selló en una gruesa cadena con candado, resguardando polvorientas pesas oxidadas y viejos electrodomésticos desechados usados como blancos de prueba.
En ocasiones los Einharts se ponían en pruebas de fuerza, tirando de los vagones por medio de cadenas creadas por el ente carmesí. Dentro de las competencias Tonatiuh y Valkiria iban a la cabeza, seguidos por Sheila y Drake. Practicaban la puntería usando los blancos, entrenado el tiro con rifle, el arco con flecha, los cuchillos arrojadizos, magia piromántica y en el lanzamiento de jabalina.
Alice los sometía a simulacros en los que colaboraban en equipo, en donde Valkiria actuaba en una figura antagónica, de un triunfo asegurado ante la deficiencia en la organización.
En cada una de esos enfrentamientos Sheila iba por un rol individualista, Tonatiuh se excedía en el uso de sus poderes causando demasiado daño colateral, debido al alto nivel destructivo de la ecuación única.
De sobrecargarse demasiado en el campo de acción María perdía fuerzas gradualmente, al ser una persona enfocada en todo tipo de magia, y como la curadora del grupo se convertiría en un blanco primordial del enemigo.
La critica de Lance se ha metido en la mente de Drake, cual serpiente en su madriguera y las voces dentro de la cabeza le pesaban en las demás deficiencias. Tendía a la impulsividad, las inseguridades que lo corrían sumado a que, en un segundo combate frente a un enemigo inteligente, caería en lo predecible.
—Por algo nos permiten venir aquí.
Drake caminaba al lado de su mejor amigo. Reconoció pedazos de paredes derruidas, negros manchones carbonizadas y marcas de zarpas en a tierra en los daños colaterales de los poderes flamígeros de la mitad del equipo.
—Es lo mejor… —Lance se tardó en hablar—, los Templarios no nos quieren precisamente cerca y tampoco tan lejos. Son una ex novia toxica ¿sabes a lo que me refiero?
—Aja si… me estás describiendo a tu “más ardiente conquista” esa que llamas… ¿Sammy?
—Se llama Samantha… y si llegas a conocerla dile Sam, nunca Sammy o te va a romper el cuello. Además… prefería que no tocáramos eso. —Aclaró la garganta y frente a ellos divisaron a sus dos amigos.
Trish estaba de pie pegada a la puerta del piloto del coche, en piernas cruzadas y Philip sentado en los asientos traseros. El vehículo de color azul pálido, se trataba de un convertible; el motor atravesaba el cofre. Cuatro llantas todo terreno, las traseras eran mucho más grandes que las delanteras, haciendo que la parte de atrás esté levemente levantada. En lugar de una cajuela, sobresalía un propulsor de impulso.
—¿Listos? —Trish no se anduvo con rodeos, mostró esa sonrisa maniaca y con los ojos rasgados los llamó con el dedo—. Guardo mucho de mis tiempos de piloto en la fuerza área de Lazarus… y tengo algunos trucos. —Ambos guardianes se miraron a la cara desconcertados de a que se refería.
—Ah… eso no es lo mismo —dijo Drake.
—¡Tú cállate y disfruta! Me considero una experta conduciendo todo.
—Hagámosle caso antes que se la empiece a auto chupar como tú comprenderás. —Lance agitó la mano, y apoyando el brazo en el hombro de Drake.
—Muy gracioso… —Rodó los ojos en un sonar sarcástico.
Antes de que se dieran cuenta, ya estaban los cuatro encima del vehículo. La pesada bota de Trish pisó el acelerador, encendió el propulsor liberando una flama azul y la maquina arrancó en un patio pavimentado en centro del terreno.
Sonaba un solo de guitarra todo volumen en el estéreo, opacado por las carcajadas desquiciadas de la loca piloto, y la euforia de Lance como copiloto estando con medio cuerpo afuera de la ventana.
—¡Santo viajero, sálvame! —Rezó Drake de manos puestas en el asiento trasero, no confiando del todo en el cinturón de seguridad, y por instinto materializó la armadura completa en un endurecimiento elevado.
Philip cayó aturdido en los mareos que no podía siquiera reaccionar. Permanecía con la cabeza pegada el vidrio temblante por los movimientos del coche, y un hilo de saliva se le escapaba de los labios en rostro perdido.
El coche daba vueltas sin bajar la velocidad, pegando derrapes repentinos marcando llanta y por segundos se levantaba cercano a voltearse más nunca pasaba. Trish manejaba hábilmente el carro, hasta que después de unos minutos frenó completamente.
—¿Qué les pareció? —Trish se volteó en aliento agitado—. Nada mal para una ex cruzada, ¿no? les dije que sé manejar cualquier cacharro.
—¡Otra vez! —vociferó Lance con los abrazos erguidos, embriagado en adrenalina.
En respuesta Drake y Philip abrieron las puertas de golpe arrojándose afuera. Uno para respirar aliviado, y el otro acabó vaciando las entrañas en pleno pasto.
—Creo que vi los ojos del Viajero. —Drake tosía al desarmar el casco, para que le diera el aire.
—No aguantan nada… —se mofó Lance, sacando un cigarrillo de una de las bolsas—, ya casi es de noche. El festival de las almas mandó al carajo el toque de queda ¿vamos a la feria y luego al Dulce durazno a beber hasta despertar en una zanja?
—Mi amigo… me leíste la mente. —Trish fijó el rostro en las espadas de Lance, puestas en el suelo frente a los asientos traseros—. ¿Son mágicas? —preguntaba acomodándose el cabello. Temía importunarlo al considerarlo un tabú.
—¿Por qué la pregunta?
—No soy nada conocedora de la magia… nunca he tocado una, nada más de lejos. —Los dos bajaron del auto, y se acercaron a la parte trasera, con las puertas todavía abiertas ignorando a Philip y a Drake que seguían conmocionados.
Lance tomó el sable, desenvainándolo en un silbido cortante producido por el magnamis al salir de la vaina. La chica retrocedió instintivamente, al contemplar de cerca la afilada hoja negra, le da la sensación de ser rebanada en pedazos por el simple de verla. La atención fue robada, por unas runas grabadas en Grishlabo.
—¿Ronin? —Trish a duras penas lo comprendió—, ese nombre suena un poco extraño.
—Es un nombre que se le da a un guerrero sin dueño y sin maestro.
—He escuchado de las armas mágicas… son creadas por los magos y seres mágicos. Son extremadamente difíciles de conseguir. —El rostro se le iluminó al deslizar el dedo en la envergadura del magnamis, asombrada ante tal acero oscuro como el ébano y brillante cual oro—. Debió costarte una fortuna tener por lo menos una.
—No me costaron nada, fueron regalos… Ronin me la dio mi maestro.
—¿Y qué hay de esta? —Movida por una férrea emoción. Trish volvió a los asientos traseros y antes de que Lance la detenga, tomó la empuñadora de la otra espada, no logrando sacarla de la funda y tampoco levantarla. No importaba la fuerza aplicada al tirar, no lograba moverla ni un centímetro estando eternamente atorada—. ¿Qué carajo?
Volvió aplicar fuerza en aliento contenido en mandíbula apretada y venas marcadas en los brazos. De nuevo el mismo resultado, el arma no se desenvainó. Pesaba una tonelada en manos de Trish. En Lance y sobre cualquier superficie una simple pluma.
—Es un encantamiento en la empuñadura… un código de seguridad. —Lance no espero a que Trish pidiera explicación—. A través de todo guante, lee las huellas y aquel que tenga las mías o las del creador… podrá sacarla… se llama La hoja del alba.
—Viajero… —movió el hombro y recobró el aliento. Los músculos se le tensaron, tal cual hubiese levantado pesa—. ¿Ronin también lo tiene?
—No… es un encantamiento poco usado al no ser factible —dijo—, si, es aprueba de robos… pero si quieres vender el arma o heredarla, tendría que destruirla y ponerle una empuñadura nueva.
—¿Qué se supone que hace?
—Ahí me vas a tener que perdonar, es algo personal y no sabemos si eres una espía de los rebeldes que me está estudiando. —Bromeó aguantando la risa.
—Obviamente no… bueno, ¿Dónde la conseguiste?
Se detuvo por un segundo. Respiró hondo, trayéndole una grata sensación por todo el cuerpo al sentir el peso de la hoja del alba en las manos. Un abrazo por la espalda de un recuerdo que le trajo sentimientos encontrados. Se tocó el pecho, buscando palpar el punto exacto donde resguardaba el collar bajo la coraza.
—Me la dio alguien que significa mucho para mí… dejémoslo ahí.
—De acuerdo… ¡déjame adivinar! ¡Dispara rayos oscuros como Ronin y tus otras armas!
—Nada de eso. Ronin y mis estiletes fueron hechas para canalizar mis hechizos de sombras sin romperse. El poder es mío. —Lance se mofó cantarinamente—. Hoja de alba no es un arma precisamente para pelear, digamos que la tengo para otras funciones.
—Conociéndote no me sorprendería…que no tenga hoja y guardes hierva… o algo parecido en la empuñadura. —Drake se limpió la saliva de la boca, apoyando la mano en el cofre del vehículo—. En todos estos años que te conozco… nunca he visto que la uses.
—Por poco lo haces en el Tridente si te sirve consuelo.
—¿¡Entonces si es para peleas!? —asaltó a Lance.
—Secretito político, compadre… —Lance hizo signo del silencio, en una burla meramente le sacó una risa a Trish y Drake rodó los ojos—. Votos… nadie puede… más que yo… bla, bla, bla… ya sabes.
Una vez recuperados los cuatros subieron a la máquina. Trish puso en marcha el motor en directa, y condujo en la carretera en pleno atardecer, en medio de los páramos verdosos de los territorios de Griffia.
Drake apoyaba el rostro en el puño al admirar desde la ventana del pasajero el panorama exterior, coloreado por el crepúsculo. Un silencio perpetuo únicamente roto por una sinfonía de orquesta en la radio, ninguno media palabra. En el copiloto Lance se quedó dormido de brazos cruzados y cabeza recargada en el asiento, y Philip revisaba las grabaciones del dron, por pedido de Trish, cuyas manos se centraban en el volante.
El ritmo de la música en la calma de un atardecer otoñal, invitaba a la reflexión y se quedó pensando nuevamente en ese almacén donde entrenaban. Añoraba a los otros integrantes de los Einharts. Ha llegado a la conclusión de que no pasaron demasiado tiempo juntos como para ser llamados un equipo.
No creía que el dividirse fue lo mejor que se les pudo ocurrir. Alice se encargaba de temas políticos bajo el mando del inquisidor Bast. María estaba en una gira de contratos al lado de Tonatiuh y Valkiria. En cuanto a Drake, Lance y Sheila se quedaron como miembros de reserva en caso de otros contratos.
Le gustaba el cumplir el exterminio de monstruos y no volver a ser un recurso activo en la guerra, más no permanecer ignorante del estado de sus compañeros. Las comunicaciones se han mostrado limitadas en las ultimas semanas, dejándolos a ciegas, y bajo la posibilidad de un próximo reencuentro en el contrato de Arcanote, encendían las ansias.
Alice ocupaba un peldaño principal en los que echaba de menos. En la transmisión lucía cansada, claramente preocupada del concilio y las repercusiones próximas. No olvidaba las últimas conversaciones y sucesos que vivieron días antes de tomar caminos separados.
La noche del campamento compartido por los Einharts, una ocasión feliz en el que se sintieron más como amigos que como un equipo forzado por los altos mandos. Hicieron la promesa de que no dudarían en actuar en dado caso de que alguno de ellos perdiese el control de sus poderes, y por poco estuvo a punto de cometer el acto impensable durante el extermino de la colmena de gwibernos.
En esa última noche Alice jaló a Drake a una parte oscura del bosque, y en contra de lo que llegó pensar, se le exigieron respuestas unas que tuvo que dar y nunca olvidará el rostro de la guardiana de profunda pena.
…
Superada la seguridad del muro el vehículo condujo por la carretera transitada de la iluminada Griffia, de calles humedecida por una reciente pringada en medio del festival suscitado durante diez días una vez al año.
El cielo nocturno se extendió en el firmamento iluminada por el mercadeo local, adornados por hileras de flores amarillas conocidas como “flores de inframundo”. Las calles estaban abotargadas de personas, en su mayoría de niños disfrazados de distintos personajes.
Muchos se mostraban como conjuntos de cajas que imitaban armaduras Templarios, en persecución de los disfrazados de botargas de monstruos hechos a manos; entre los que estaban oscuradores, quimeras, bestias demoniacas, dragones, necrófagoss, seres de planta, entre muchos otros.
Puestos de distintas índoles se amontonaban en las banquetas, conducidos por adultos de rostros cubiertos en mascaras de madera en forma de distintos animales. Algunas coloridas caricaturas y risueñas, en contra posición de muchas otras de agresividad visceral.
Estacionaron el vehículo en el terreno del local en medio de muchas otras maquinarias modificadas como las de Trish. Al bajar fueron cegados por la iluminación del edificio, en colores blancos y rosas del que se amontonaba la gente. Tendrían que pasar en medio de la feria.
Trish guiaba le grupo como residente de mayor longevidad. Drake vestido en la chaqueta de piel en esas vestimentas macarras ocultaba las manos en los bolsillos del pantalón. Realizaba ejercicios de respiración, calmando las ansias de verse rodeado por tantas personas, y gracias a una palmada en la nuca por Lance recobró la conciencia.
—¡No seas payaso, rojo! —exclamó—, que nadie te quiere matar aquí.
—¡Estoy bien, puedo manejarlo! —Tomó aire fuertemente, calmando las entrañas y los nervios. Ladeaba la cabeza, admirando la arquitectura modesta de las calles adoquinadas en segmentos de roca y la gente disfrazada en medio de juegos—. Por fin te vez normal en público, cabeza de media.
—Quien es encantador encaja donde sea —presumió en mano pegada al pecho.
Drake se percató de una niña vestida de bruja guiaba a otros dos varones menores y en tremenda coincidencia, se percató de que uno llevaba el estereotípico traje de umbra; mascara y trajines negros. Mientras que el otro niño portaba una armadura templaria de cartón. Cargaban algodón de azúcar frente a un puesto donde arrojaban dardos a los globos, buscando ganar un peluche.
No tuvieron la oportunidad de ser niños en la fortaleza negra, se les arrebató la inocencia en los entrenamientos brutales, y sin piedad, que no desconocía del compañerismo y del conocimiento global. En la academia les enseñaban sobre el respeto a las tradiciones, y el festival de las almas ocupaba un lugar de importancia primordial.
Recordar a los caídos, honrarlos y la lucha en contra de la oscuridad denotaban elementos que caracterizaban a los guardianes. En una ocasión los llevaron de excursión a Dendroestencia al sur de Trisary.
Un terreno conformado por un opulento bosque de amplitud aparentemente interminable, en troncos grabados por placas en los que se dictaban leyenda de nombres y fechas.
Los guardianes no enterraban a los camaradas caídos bajo lapidas. Los colocaban en posición fetal dentro de un enorme cascaron a modo de sarcófago. Llenaban el cuerpo de semillas. Tras enterrarlo el tiempo cobraría resultado, y un árbol surgiría alimentado de los restos.
Una reencarnación unida a la madre tierra. Las ordenes de magos que siguieron a los primeros guardianes, contaban entre sus líneas con la presencia de druidas que transmitieron esas creencias y como toda cultura se les asimiló. A eso se le llamaba una sepultura digna de un guerrero, un guardián y la verdadera inmortalidad.
Los niños arrojaron los dardos no dando ninguno en el blanco, lo que les desilusionó completamente.
—Vuelvo en un minuto… —Drake dejó el grupo que se quedó en una tienda de antigüedades.
—Claro… tomate tu tiempo… —Lance le hizo señas de la mano en completo desinterés, con la mirada puesta en una caja de cuchillos arrojadizos—. Te doy treinta coronas por la caja, amigo… y me estoy arriesgando.
—¿Les importa? —Drake se acercó y lanzó una corona al dueño en mascara de mono—, quiero un turno en nombre de estos chicos. Los niños se miraron a las caras extrañados, hasta desconfiados, ese sentimiento quedó en duda al ser mostrado el medallón.
Tomó los tres dardos firmemente. Se sentía raro sostener un arma que no fuese una creación de la armadura, y como compartía sensaciones con dicha entidad. Podía contemplar una leve picazón de celos, lo que le sacó una carcajada interna forjada en una arrolladora sonrisa, al arrojar cada uno de los estiletes.
Dos dieron en el blanco, uno falló y al pagar un nuevo intento alcanzó uno y en el tercero acabó con los tres. Ganando un enorme oso de peluche que obsequió a los niños, que le agradecieron en reverencias. Drake se despidió de ellos agitando la mano, satisfecho por una buena acción no se percató de como alguien se le acercaba por la espalda.
—Veo que tienes mucha habilidad, amigo. —La chica le sacó un sobresalto a Drake, quien se giró para verla.
—¡Ah! L-lo siento… digo… ¡gracias! —Se le escapó un leve suspiro al percatarse de la belleza atestiguaba.
Una muñeca de porcelana fina se comparaba a esa doncella de cabello color vino en un corte corto de puntas afiladas que caían a la altura de las mejillas, y ojos rojos en una piel pálida, denotándola como descendiente de mutados como muchos en la sociedad contemporánea. Vestía un acolchado vestido bermellón de manga larga que llegaba a la altura de los muslos, medias negras largas en un calzado de botas de agujetas a juego y una gorra acolchada sobre la cabeza.
—Escuché que habrá barra libre en el Dulce durazno, y una competencia de dardos… el que gane se lleva una botella de vino. —En manos atrás de la cintura dio un pasó hacia adelante, lo que por instinto llevó a Drake a retroceder un poco—. Quizás me hagas ganar algo de dinero si apuesto por ti. Estaré ahí junto a mi hermano, me llamo Griselda… ¿tú?
—Mi nombre es Drake y de hecho… pensaba ir a ese lugar. —No le gustaba demasiado beber, casi se consideraba abstemio, más que nada iba por convivir y la posibilidad de conseguir una cálida compañía. Se decidió a forzar la mejor actuación que le dé una impresión de genialidad—. En cuanto a la competencia… tal vez me meta.
—Interesante… —La yema del dedo índice presionó su labio inferior en un gesto travieso, cargad en una mirada seductora—. Te veré allá entonces. —Se despidió al recorrer el estrecho sendero en medio de los puestos mercantes.
«Quizás tenga suerte esta noche», malicioso Drake pensó que consiguió la atención de una hermosa femenina, completamente ignorante de la identidad de dicha mujer.
Oculta en un callejón envuelto en sombras, bajo una escalera de incendios y al lado de un contenedor de basura, Griselda tocó el comunicador oculto en la oreja.
—Encontré a dos de ellos. Sin señales de los demás… en cuanto estemos en posición… haremos nuestro movimiento y les ganaremos todo el tiempo necesario.
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