EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 37
La vanidad por el estético caracterizaba a Griselda Von Stroker. Usaba los mejores trajes, el maquillaje de cremas y cosméticos extranjeros venidos de Phaladis. Bebía el mejor vino de Lazarus, y devoraba esquicitos platillos de recetas preparadas chefs reconocidos mundialmente. Viajaba en la parte de atrás de lujosos vehículos, siempre vigilante del panorama con unas gafas polarizadas de color rosa. Todo lo que le permitía engrandecer esa natural hermosura, y darle una vida de comodidades en viajes por lugares exóticos le llenaba de enorme goce.
El conocer que iría a una misión a Griffia la trajo una enorme felicidad de duración efímera, al descubrir que se refugiarían en Refulgente brillo, la ciudad subterránea, durante varias semanas en el trazo del plan que se daría a cabo en el primer día del festival de las almas.
Los días que ha estado en la ciudad subterránea, sumado a las tareas de la organización, acabó por arruinarle el humor y despertaba un muy fuerte apetito que las provisiones normales no cubrían por completo, apenas lo retrasaban.
Simplemente un día sin decirle a nadie decidió salir del edificio de seguridad que estuvieron alquilando. Siempre que les dieran dinero no dirían absolutamente nada, de lo contrario los masacrarían. Griselda paseó por los túneles, desconocida el tiempo, día o noche daba igual en las profundidades del recinto bajo tierra.
Los ropajes que utilizaban resaltaban en esos túneles, de la que se dividían en una estética punk y deprimente. Usaba una bufanda blanca afelpada encima de un vestido pegado con patrones que asemejaban a la forma y colores de sus alas, además de unos tacones. Seguía un mapa holográfico de una pulsera, el cual la llevaría a un pasadizo que la subiría la superficie, con unos audífonos inalámbricos en los que escuchaba Toxina; la única agrupación musical moderna que le gustaba.
Los muelles estaban en sus lugares que quería visitar antes de la operación. Ya sea de noche o de día, esperaba que de ser lo último no fuese demasiado soleado; piel pálida tendía a quemarse fácilmente a altas temperaturas y carecía de bloqueador en el bolso.
—¡Dicen que las hadas se roban a los niños! —Griselda captó el juego de las canicas de unos cuatro niños, en medio de la banqueta—. Se los llevan a sus guaridas para comérselos.
—¿No daban dulces? —dijo una niña—, según que solo son traviesas y se calman si les das de alguna golosina y las comparten con los niños… porqué alguna vez lo fueron.
—Eso se dice… mi tío tuvo un amigo que es soldado… nos contó que los elfos usan como perros de guerra a unos insectos gigantes que llaman “zumbadores” que les arrancas los dientes a la gente, ¡Esas son sus hadas entrenadas! —exclamó iracundo.
—Hablas como si alguna vez las hubieses visto… —El niño veía a loco a su amigo paranoico—. Amistosas o diabólicas… lo que, si es cierto, es que deber algo fuera de lo común aquí… será mejor correr.
«Estos niños de ahora… se creen cada cosa», Griselda sonrió ampliamente acelerando el paso a pesar de ir entaconada.
La pequeña fuga no se completaría no sin antes calmar la hambruna. El andar sola por las calles de los túneles en los terrenos poco concurridos, la puso con la espalda contra la pared al final de un callejón sombrío y cinco punks con implantes mecánicos acorralándola en grotescas expresiones. Le apuntaron con pistolas, en exigencia de que se quitase la ropa.
Los hombres la superaban en tamaño, fingió el miedo lo mejor que pudo ahogando una sonrisa maliciosa que amenazaba por emerger. No tuvo que usar sus feromonas para siquiera atraerlos, vinieron solos. Tenía demasiada hambre como para echarlo a perder. Uno de los mal vivientes no pudo esperar, tomándola con el brazo biónico del rostro levantándola del suelo, apretando las mejillas con los dedos; Griselda retuvo un quejido, ahí si le sacó de sintonía y los ojos se le dilataron al ver como la mano biológica le agarró uno de los pechos, apenas cubierto por el escote invertido, y lo deslizó salvajemente en descenso justo para levantarle la prenda, ante las carcajadas lascivas de los pandilleros que se acercaban con manos puestas en los cinturones, desabrochándolos.
Ninguno pudo siquiera terminar una operación. La extremidad con la que manoseaba salió volando ante un corte de la recién transformada garra de Griselda, en una salpicadera de sangre que manchó tanto a los petrificados punks como a ella.
El grito de agonía resonó apenas en un breve instante, antes de que la garganta le reventara en un segundo corte que le acabó separando la cabeza del cuerpo. El resto de los hombres no corrió en una mejor suerte, en un estallido de gritos y balas de envolvente eco. No sorprendió a ninguna de las personas que los escucharon.
En la ciudad subterránea el índice de criminalidad se levantaba por los cielos, con una autoridad corrupta, estaban acostumbrados a que siniestros quedasen impunes y a no meterse en los asuntos de los otros.
Los restos destrozados de los hombres los arrastró a las partes más oscuras de los túneles bajo las líneas de tren. El saciar la hambruna la arrojó a un estado de trance, más animal que mujer.
Arrancaba la carne en pura fuerza bruta, rasgándola llevados a la boca abierta en cuatro piezas de la que salía un tubo carnoso de punta circular, de la que sobresalía un apéndice de succión repleto de colmillos circulares. Las antenas de polilla se sacudían en espasmos, sensibles a los estados de animo de Griselda, y emergerían por reflejo en el uso de sus habilidades. Chorros de sangre mezclada en bilis manchaban las paredes, en lloriqueos descarriados de los victimarios vueltos víctimas.
Los alaridos se apagaron al embarrarse pedazos de órganos en las paredes, arrojados lejos al no ser del agrado de Griselda. La pestilencia a mierda apenas le mermó los sentidos, no podía decir que ya se acostumbró al hedor, pero si tolerarlo; después de todo, los túneles ya olían a desechos corporales permanentemente impregnados en ambiente.
La luz de una linterna interrumpió el festín, al darle en la cara al a vampiresa que se cubrió con la zarpa en un agudo quejido animalesco, en ojos completamente negros rebosantes de rabia, odiaba esa luz como nada en el universo. Una reacción violenta se frenó al descubrir que se trataba de su hermano. En una de sus manos cargaba una hielera y en la otra el lucero. La presencia de Dimitri trajo la razón a Griselda, retornando a los rasgos humanos.
—Tardó menos de lo que pensé. —Dimitri no lucía sorprendido y mucho menos asustado.
Se hincó a la altura de su hermana, quien con anterioridad estaba a cuatro patas con la cabeza y manos metida dentro de la caja torácica de un hombre que le faltaba de la cintura para abajo.
—Pensé que me seguirías… por lo que te dejé un poco… —Griselda le apuntó a uno de los punks tirado en el suelo, tenía la cara irreconocible, convertida en una masa roja de crudas carnes colgantes.
—Sabes que prefiero consumir mujeres… preferiblemente cruzadas y en platillos perfectamente cocinados. —Seca la contestación de Dimitri, en completa naturalidad—. ¿Alguno de ellos tenía indicios del don? Espero que al menos te nutrieras bien con sus emociones.
—Y yo hombres… pero eso no quita que podamos experimentar. —Griselda se chupó los dedos manchados de rojo, como la parte baja de su cara embarrada de restos de carne y escurría en un camino pegajoso cuesta abajo por toda la ropa. Se veía medianamente humana por fuerza, sin embargo, por dentro sus órganos discrepaban totalmente de la biología, dándole capacidades de digerir enormes cantidades de biomasa en segundos—. No… puramente humanos… eso si… capté odio, tristeza, miedo y sobre todo mucha frustración en estos caballeros, debo decir que es un sentimiento común en la gente de aquí.
En el pasado guardaba fuerte culpa por caer en los instintos, se asqueaba al finalizar el calvario y después de años se había acostumbrado, difícilmente podía decir que le afectaba segar una vida.
No sabía si la desviación en el mutágeno le hizo algo a su mente o si siempre fue de esa manera. Escuchó una vez por parte de Mahou, que en el “renacimiento” en todas sus ramas, sacaba el verdadero yo, incrementando el rasgo dominante del interior.
—No somos animales, Griselda. —Sacó de la hielera un trapo húmedo, y lo recorrió por la cara de su hermana—. Tenemos raciones en la guarida, este tipo de brutalidades no cabe en nosotros… a menos que sea en momentos desesperados.
—Necesitamos la biomasa, Dimitri. Solo así estaremos bien cargados. —Griselda se tornó seria—, Somos varios vampiros en la tropa que trajimos. La mayoría no puede tomar la forma abismal… así que mejor me doy estas pequeñas escapadas. Toma un poco para que puedas estar al cien… el festival será en pocos días.
—Por eso traje la hielera… y… —Dimitri sacó de su abrigo una bolsa de plástico con trajines perfectamente doblados—. Una muda de ropa.
—¿Siempre estás preparado para todo? —Rodó los ojos en una leve carcajada.
—Somos familia… nos cuidamos entre nosotros. —Le besó la frente—, tú y yo contra el mundo.
—Lo lamento… ando estresada… y cuando lo estoy tiendo a comer demasiado. —Griselda se terminó de limpiar el pañuelo. Se sentó en el suelo, pegando la espalda a la pared en un jadeo acalorado—. Míranos… del caviar y vino… caemos presa de estos impulsos. Todo lo que nos ha pasado estos últimos meses… el juicio de Risha… el asedio… esa cosa que nuestra reina llama como hija.
—Es extraño que llames a la princesa de esa forma tan despectiva, considerando lo que hacemos por sobrevivir. —Dimitri recalcó la ironía.
—¿Me juzgas? No me digas que empatizas con esa cosa. No somos para nada iguales.
—Por supuesto que no. Solo me parece gracioso. No nos queda de otra que seguir adelante. —Saca de la hielera un enorme cuchillo de carnicero, y se dispuso en cortar en piezas las partes del cuerpo que más disfruta. Cada parte recolectada la colocaba dentro del contenedor lleno de hielo—. Prefiero no desperdiciar nada, pero… en esta ocasión nos llevaremos lo que podamos, el resto lo tiraremos a las alcantarillas. Que esto no vuelva a ocurrir… y siempre hay que tener en mente algo, Gris… nosotros…
—Solo nos comemos a los que se lo merecen —completó—, ese lema que parece estar siendo olvidado por nuestra reina.
—¿Acaso escucho dudas de su supremacía? —Dimitri frenó la carnicería encarando a la hermana.
—La supremacía es nuestro señor Zagreo. Él es quien nos lidera, nos ha mantenido unidos… es el verdadero señor de la armada revolucionaria. Piénsalo, Dimitri. —Se abrazó en sus propias rodillas—, después de lo que le pasó a Liliana, la amante y el resultado del juicio. Mahou ha estado al borde del abismo, pierde los estribos fácilmente y se vuelve impulsiva… no es como su supremacía. Te lo digo, desde que puso a ese engendro bajo su cuidado… no ha vuelto a ser la misma, actuando muy aceleradamente. De ocurrir un conflicto dentro de nuestro grupo… no dudaría en unirme al amo Zagreo, ¿Qué acaso no crees que él es mejor líder? —Dimitri quedó en silencio en un rostro largo, y dubitativo razonó un breve instante, culminando en un susurro:
—A veces.
—Te lo dije… da igual… estos tipos apenas y tenían sabor. Uno ya tenía el hígado jodido por alcohol y cigarro. Pobres de los humanos… suelen ser bastante frágiles.
—Hablando de hígado… no valió la pena el riesgo.
—¿Riesgo? —Parpadeó confundida—, ¿De qué hablas?
—Tú sabes… —Dimitri no podía creer que ella lo haya olvidado—, una de las razones por la que debemos tener cuidado con lo que comemos… es que nuestras presas pueden tener alguna infección. Digo… tenemos un hígado bastante desarrollado que nos ayuda con eso… pero nunca se sabe. Estos tipos vivián en la miseria, no me sorprendería que a alguno se le haya pegado una venérea en un burdel de mala muerte.
El rostro de Griselda quedó petrificado, mermada por un tic nervioso en el ojo que culminó en un grito de histeria, y en la crisis se sacudió las manos, totalmente asqueada y no dudó en vomitar en el suelo al meterse el dedo en la boca, tocando la úvula.
—Oye tranquila… —Dimitri mantenía una calma quebradiza—. Solo estaba bromeando.
—¡Cállate! ¡¡Cállate!! ¡Te odio! —Griselda explotó en un llanto comparable a la de una niña pequeña a moco suelto, se talló los ojos en un vano esfuerzo por enjuagar las lágrimas. Las antenas se le salieron y quedaron colgando sobre la cabeza, abatidas—. ¡Pusiste esa imagen en mi mente! ¡Me voy a morir! ¡Me voy a morir por tu culpa! ¡Juro que te mataré por eso!
—Ya, ya, ya… todo saldrá bien, bonita. —Le limpió la cara con un trapo, y con la mano libre la abrazó, consolándola y Griselda le correspondió—. No te pasará nada… llevamos añales en esto, ten más cuidado para la próxima.
…
Philip no pudo mover ni un musculo, de no ser por la intervención de sus amigos, no seguiría respirando siquiera. Estaba agazapado atrás de la barra cercana al escenario, con las manos encima de la cabeza, a punto de defecar invadido por el terror. Trish lo acompañaba tomando una botella de vino que agarró de un estante, y sujetaba la pistola.
El cantinero abandonó el lugar apenas se escuchó el balazo, pudo huir a refugiarse los cuartos de los pisos superiores, junto a la mayoría de empleados. La multitud se abalanzó amontonados a la salida, chillaban en una orquesta de gritos golpeándose los unos a los otros. Mesas salieron volando por los aires, botellas se quebraron en el suelo, una persona murió aplastada por la avalancha humana aterrorizada de la contienda que se daba en el balcón.
—Viajero ampárame… viajero ampárame.
Philip temblaba en ojos abiertos de par en par, cascabeleando los dientes, preso de escalofríos. Entre lágrimas ahogando quejidos, temeroso de que lo escuchase, se sentía como un inútil, un cobarde que no podía sujetar un arma y dar la cara. El sobrevivir al Tridente no le potenciaba lo suficiente, a sus ojos únicamente tuvo suerte.
—¡El viajero no está aquí! Solo nosotros. ¡Ten un par de bolas! Se supone que tú eres el hombre. ¿no tendrías que ser tú el que me proteja? Mierda.
Trish lo despertó del ataque de ansiedad, y asomó la cabeza sujetando el arma con ambas manos, de alguna forma el tener el peso del arma en sus manos la hizo sentir más osada, devuelta a las cruzadas en las que alguna vez participo. La guerra de las que se obligó a escapar, regresaron a romperlo todo.
De entre todo el caos desatado en el Dulce durazno, pudo atestiguar la reformación de los abismales ya transformados, justo delante de los dos guardiane preparados para dar colisión a un enfrentamiento dioses ante los ojos de Trish.
—Increíble… —murmuró Trish expectante.
—¿D-de que mierda hablas? —llamó Philip recuperando el aliento.
—Nada… —negó tajante y desvió la temática inteligentemente, lejos de sus manías que hasta ella consideraba fuera de lugar—: ten un par de bolas y aguántate las ganas de cagarte… en cualquier momento llegará la guardia, no importa lo fuerte que sean… esos vampiros no van a sobrevivir a eso. De todos modos… no nos quedaremos aquí, al tener la oportunidad vamos a salir, estos tipos van a destruir el edificio de seguir con su pelea.
—¿Qu-qué hay con esa pistola? —Philip se fijó en el arma loteada del enfrentamiento.
A sabiendas de que no podía cambiar nada, Trish volvió a la cobertura. Puso la pistola en el suelo, sacando la enfundada y abrió el cargador. Dentro de la pieza salió una larga bala de alto calibre de un material parecido al lapislázuli, ignorando el símbolo de una manzana dorada en el cañón. Trish analizó la munición al girarla entre los dedos.
—Eso es…
—Maleficarium, complicado de manejar y difícil de conseguir —afirmó tajante y se colocó a cubierto—. Balas para cazar elefantes, únicamente pueden ser disparadas con rifles, lo que no sería practico para estos asesinos y tener varias en un solo cargador tampoco lo sería. Una pistola de diseño especializado, algo antiguo… una bala por intento. Se arriesgaron demasiado al usarlas… ellos también pueden ser liquidados por estas cosas.
—¿Podrías ayudarlos? Un tiro y dejas de fuera de combate a alguno. —Philip se armó de coraje aferrado a esa vaga esperanza.
—Se mueven demasiado rápido. —Trish cortó un estruendo de mesas y sillas al ser quebradas de un golpe—. Tengo una sola bala… fácilmente puedo fallar o peor… cabe el riesgo de darle a Drake o Lance.
—En otras palabras…
—Estamos jodidos.
…
Las voces en resonaron en la cabeza de Drake, justo frente a los enemigos que matarían por arranarle los ojos. Podía escucharlos gritarle: “¡Acábalos, soldado!” “¡Descuartízalos! “¡Sin piedad!” “¡Sin cuartel!”. En la cacofonía de alaridos en los que intentaba aferrarse a la razón, venía la presencia de su padre que le gritaba como funcionaban los vampiros y pocas maneras en las que debía acabarlos junto a la infinidad de formas en las que podían ultimarlo a él. Todas esas instrucciones venidas con bajezas de por medio, siempre acompañado de las carcajadas del monstruoso alter ego.
—¿Últimas palabras? —Dimitri puso la lanza en posición de duelo, irradiando rabia. Apuntando al cuello de Lance.
—A tu hermana se le ve todo en esa forma y teniendo en cuenta donde estamos… ¿no te parece eso curioso? Reitero… son los peores asesinos del mundo.
—¿Es enserio, Lance? —cuestionó Drake.
Se mofó Lance ladeando la cabeza, fijándose en la vampiresa totalmente desnuda que no se molestaba en ocultarse y esta reaccionó chasqueando la lengua, extrañada por la tranquilidad del umbra.
—Morirás primero. —En una molestia fría, Dimitri arrojó la lanza cual jabalina y los dos guardianes se dividieron esquivándola. El arma hizo pedazos una mesa con todo y mantel, arrojando las sillas por los aires.
—¡Los mismos trucos de Frenyr y Alpiel! ¡¡No les va a salir!!
Reconoció Drake alzando una mesa y arrojándola sobre Griselda, está la partió en dos de una patada, en el estallido emergió el guerrero carmesí con una espada pesada alzada sobre su cabeza, en un tajo bloqueado por las garras cruzadas, aguantando el golpe en una enorme fuerza.
La lanza regresó a manos del portador, girando los múltiples ojos buscando al umbra de paradero desconocido. El aullido de una gigantesca estrella metálica resonó a espaldas de Dimitri, alertándole. Reaccionó alejándose al flanco derecho; se volvió pasándole en cámara lenta a la altura de los múltiples ojos, el anillo de cuatro largas cuchillas de varias piezas retractiles, sobresaliéndole del contorno y finalmente partió en dos una mesa.
«Esa cosa pudo atravesarme la columna y destruirme todos los nervios», razonó sobre la mortal eficiencia de ese heraldo de la tenebrosa sombra, cerniéndose sobre el vampiro, y detectó como el umbra emergió de la cobertura de uno de los pilares del edificio.
Dimitri se opuso al posicionar las dos manos sobre la empuñadura. Levantó la lanza de tal forma en el que la punta soslayara el suelo, y alzó el arma a la altura de la cara, en defensa del corte curvo de Ronin. Los aceros chocaron; explotaron chispas coloradas.
Vampiro y guardián oscuro cruzaron miradas de fiereza, con los aceros en medio, chirridos temblorosos se batieron en duelo. Lance lo empujaron pocos centímetros en retroceso, rayándose el suelo adoquinado bajo sus pies, topando con la fuente.
—¿De dónde sacaron esas pistolas? —reclamó demandante.
—¡Tus muertos! —exclamó Dimitri, con el aire cortado. Movió los ojos por el flanco derecho donde seguía el encuentro de Drake y Griselda, en la que esta se centraba en la defensa.
El discernir el peligro para su hermana, le hizo pegar un rugido impostado y arrojó un golpe de empuje. Lance se movió a la derecha, y la punta pegó con la espalda de los amantes. No titubeó en darle un corte descendente a la cara el cual fue parado por el lomo de la lanza. No permitiéndole el avance. El guardián oscuro impulsó la pierna derecha elevándola y propinándole una patada en la quijada del vampiro.
Volteó el rostro rompiéndole la defensa. El agarre en la empuñadura de la pesada lanza se aflojó, desarmándole. Todo el peso de la armadura le jugó en contra, jalándolo de espaldas. En uso de eficaz habilidad puso la surda amortiguándole la caída. En equilibrio con esa sola mano, se colocó de cabeza y pegó una patada eludida por el guardián al saltar hacia atrás, en una maroma de agilidad suprema. Cayó de pie, devuelta en guardia. Dimitri volvió a erguirse apoyado en la lanza recién recuperada.
Lance estiró los brazos en una punzada al cuello, bastándole a Dimitri con apartarse unos centímetros a la derecha, sujetando fuertemente el arma, no caería de nuevo. Respondió en un corte diagonal bloqueado por Ronin en posición defensiva. La fuerza descomunal fue tan terrible se impuso sobre Lance, arrancando los pies de la tierra. El umbra dio un giro en las alturas y descendió de rodillas; posicionando la mano rodando con espada en manos; rasgó el piso con los dedos del guante. Jadeante volvió a pararse, abalanzándose en mortal intención. Una convicción reciproca por parte del acolito.
En un alarido sanguinario Griselda, rompió la posición de Drake al empujar el arma y lanzó múltiples zarpadas bloqueadas por el lomo de la espada en posición defensiva. Este lanzó un tajo atrapado en un aplauso usando las dos garras, y procedió en una patada rayando el piso con el aguijón cual tacón.
—¿Cómo demonios llegaron aquí? —Drake bloqueó con el antebrazo el golpe de Griselda.
—Voy a disfrutar como no tienes idea el destriparlos a los dos. —Griselda se carcajeó de los reclamos, no les podía importar menos. Ha esperado demasiado por esta venganza, y lo gozaba a cada segundo.
En un batir de alas Griselda se elevó agitando las alas, y apareció el vampiro en un movimiento de ciclón usando su lanza contra golpeando tanto a Drake como a Lance a la par, los dos bloqueando con espada y la protección de la armadura, alejándolos a ambos. Drake cayó de espalda en el suelo, y abrió los ojos solo para ver como la mujer descendía en una carcajada en picada en doble patada. El guardián rodó en el piso reincorporándose de un salto testigo de la colisión que agrietó el suelo, y los aguijones no se rompieron en tal choque.
—Te tengo cubierto, hermano. —Lance se posicionó al lado de Drake, y arrojó unas pequeñas bombas de humo a los pies de los hermanos, entrando Griselda a la defensa al resguardarse en sus alas.
En la distracción de la cortina humeante, Drake dobló la espalda y emergieron cuatro tentáculos disparando una refriega de jabalinas. Los proyectiles rebotaron al topar de frente con una luz carmesí que esparcía la humareda, relevando a la lanza de Dimitri girando cual helicóptero, proyectando una barrera protectora y a sus espaldas estaba Griselda, quien se abalanzó sobre su hermano, abrazándolo de la espalda, cruzando los brazos en el cuello en un afecto fraternal y se apegó a él.
El rose de las afiladas garras de mantis encima de los tubos sanguinos de armadura de piel, las embadurnaron de un revestimiento rojo cristalizado. Las alas rojo y negras de la vampira se volvieron totalmente rojas, y se batieron levantando a la mujer del suelo, y en un giro liberó un contrataque de cuchillos sobre sus oponentes.
Los dos guardianes se pusieron a cubierto de un escudo recién proyectado por Drake, evitándose un daño masivo. Dimitri dejó caer su lanza, levantó los puños encendidos en un fulgor rojo que emitía un zumbido de frecuencia ascendente y disparo una descarga de combustión que no vieron venir, dando de lleno sobre el escudo en un estallido que los mando a volar fuera del edificio.
El escudo desquebrajado se volvió cenizas, los dos descendiendo en caída libre el vacío. Drake tomó de la mano del umbra, y disparó una cadena con gancho que se amarró a un faro de luz. A sabiendas de lo que estaba tramando, Lance se aferró al torso de su amigo, permitiéndole a este tomar la cadena con ambas manos y caer a salvo a la calle.
Una vez en el suelo se dieron cuenta como la gente huía despavorida, acabaron en las peores circunstancias. Llevaron la pelea a terreno concurrido en medio de una calle con varios puestos ambulantes.
—Este día no puede empeorar. —Se quejó Réquiem.
Escucharon un chiflido en los aires, alzando los dos las cabezas solo para descubrir a Griselda volando a gran altura cargando como si nada la pesada masa de su hermano, y lo dejó caer en fuera bombas.
—Tenías que decirlo. —Completó Lance en aliento agitado.
Amasando el fuerte agarre en la lanza, Dimitri realizó un giro en el aire a pocos metros del suelo justo encima de los guardianes, y estos evitaron el golpe de distintas formas. Drake se impulsó en retroceso a la par que Lance bloqueó usando la espada.
La punta de la lanza se posicionó en el suelo aun con Dimitri alzado, y este giró dándole una patada directo al pecho de Lance mandándolo a chocar sobre un puesto de verduras, recién abandonado por su tendedero. El cuerpo oscuro atravesó la carreta de madera, derrumbándola en pedazos.
En defensa de su amigo Drake arrojó doble latigazos de cadenas a espaldas de Dimitri al estar desarmado, este se desmaterializó en una nuble de mosquitos y descendió en plena ruta adoquinada.
Griselda bajó en un doble zarpazo encima de Drake, este se apartó con tal de evitar el daño, y un segundo corte alcanzó rasgarle la hombrera, marcando las garras. Apretando la mandíbula disparó un cadenazo que chocó sobre encima de la surda de Griselda en modo de defensa, y esta se elevó alejándose del campo de acción.
Una vez en el aire la acolita detectó un nuevo elemento de relevancia, no era la única dominante en las alturas. Drones de parpadeantes orbes rojizos la rodeaban, ninguno iba equipado en armas, esa no implicaba su función, iban por algo mucho peor.
—¡Tenemos poco tiempo!
Griselda no dudó en desatar la rabia delante de las maquinas, volviéndolas chatarra al desgarrar metal y cables al alcanzarlas con las garras de mantis, o simplemente golpearlas para mandarlas a romperse en las paredes de los edificios.
El sonido de un claxon captó y de un motor acercándose captó la atención de Dimitri, y por el rabillo del ojo vio como un coche frenaba a pocos centímetros de golpearlo. Dentro del vehículo estaba toda una familia asustada, cuatro integrantes; padres y dos niños.
Habían entrado a la plaza a pasar las fiestas, en un regreso a casa quedaron en el lugar como momento equivocado. Tomando el vehículo con ambas manos, y cruzó los múltiples ojos arácnidos con la familia invadida por llantos y suplicas.
—¡Bájense del maldito carro! —Acataron la orden en puertas abiertas y emprendieron la huida. Dimitri levantó el vehículo del suelo en una facilidad abismal, y lo catapultó encima Drake, en protección de la hermana.
Llenos de asombro y temor los ojos verdes se abrieron de par al encarar la maquinaria. De esquivarlo el coche podría impactar con algunas personas cercanas. Al no tener de otra materializó cuatro tentáculos en arcaicas manos y elevó el peso de la armadura, especialmente con las botas y guantes pesados, atrapando el proyectil antes de que conectase con el suelo.
—¡Cara-carajo! —mordió con ganas al levantar la maquinaria desde la defensa, y contuvo el aliento.
Los puños de Dimitri se tornaron al rojo vivo, nuevamente en posición de dar una descarga que pretendía dispararle a Drake, y con el coche iba crear una enorme explosión de la que nada sobreviviría. Al estar por accionar el golpe mortal, dos cuchillos emergieron de las sombras proyectadas por los faros de luz, y pasaron justo frente al vampiro que por las anécdotas de Risha, supo de inmediato de que se trataba.
Volviéndose desde donde siguieron los estiletes, descubrió el emerger de la oscuridad de Lance con la espada envuelta de los nubarrones sombríos arrojando un tajo energético de media luna. En puños cargados el acolito hizo un movimiento desesperado, expulsando la descarga en defensa y los ataques chocaron colapsaron en un estallido brillante; mandando a volar pedazos de escombros acribillando los puestos recientemente abandonados por la gente que huyeron, o se resguardaron en los callejones.
—¡Dimitri! —Griselda descendió de los aires.
Drake bajó el coche indicando a las personas restantes que decidieron quedarse, tan solo para grabar la confrontación con los cubos que siguiese el camino. Detectando como la vampira descendía, disparó una lanza a los aires que la llevó a cambiar el curso y giró enfocada en su atacante en una patada de empuje; evitada ya que el guardián se hizo a un lado girando en medio lado disparando una cadena, desviada por un movimiento de la garra de Griselda. El acelerado desplazamiento de la acolita frenó al batir las alas, y trastrabilló en el suelo usando los aguijones de los pies.
—Esto no me gusta para nada. —Despreció Griselda y su hermano llegó a reagruparse con ella en una nube de mosquitos, materializándose.
—Igual vi los drones… aun si los destruiste —dijo Dimitri de reojo—. Debemos movernos.
—Los retrasé únicamente. —Frustrada las venas de Griselda se marcaron en su cuerpo, en palpitantes músculos—. Pronto necesitaremos abastecernos.
Por el lado de Griselda vino Drake de frente materializando guanteletes pesados, delante de Dimitri avizoró la carga de Lance sujetando a Ronin con una mano y un cuchillo en la otra, venía envuelto en las sombras y luces de los faros de la calle.
Los dos vampiros en posición de espaldas pegadas se pusieron en posición. Viéndose por el rabillo del ojo asintieron sin medir ni una sola palabra y menos de un metro de distancia de cada uno de sus oponentes, los hermanos cambiaron de lugar.
Dimitri arrojó una punzada que Drake desvió usando el guantelete, seguido de un corte que bloqueó con los dos brazos cruzados contragolpeó apartando un golpe ascendente de la lanza, y en esa abertura colisionó un golpe directo en el estómago del vampiro, este se impulsó en un gancho izquierdo que le volteó la cara al guardián.
A la par y a una velocidad de segundos Griselda cruzó sus garras frente a la Ronin, los tajos de acero y las zarpas silbaron en chispas. El cuchillo se le lanzó en un estilete que rasgó una de las alas sacándole una agonía que acabó una mordida potente, las venas se divisaron en la piel en un rostro furibundo, a pesar de que la herida comenzó a sanar en un siseo vaporoso. No sabía cuanta biomasa absorbida le permitiría seguir curándola, temía llegar a un próximo limite.
Furiosa Griselda se levantó en una patada de aguijón que Lance evitó al rodar en el piso, resguardando distancia. Los dos guardianes se abalanzaron a la par sobre los vampiros nuevamente, y estos se desmaterializaron convertidos en nubes de polillas y mosquitos mezclados los unos con los otros, los cuales ganaron altura lejos de la furia de los terrestres.
Llegaron a tomar altura en un próximo tejado, en donde recobraron formas corpóreas; los dos respiraban agitadamente al igual que Drake y Lance. La pelea iba igualada. Ninguno conectó un daño mortal.
—¡¡Salgan de nuestra ciudad malditos fenómenos!!
La bala de un rifle de casería rebotó en la hombrera de Dimitri, este se giró y al otro extremo de la calle se amontonaba un grupo de transeúntes, todos cargando armas de bajo calibre y aceros de campo.
El sector que vivían cerca tomó sus armas, y otros guardaban fusiles en sus negocios como medio de seguridad. Apuntaban los cañones a acólitos y guardianes. Los veían exactamente igual, envalentonados en una furia ciega, impulsados por un miedo a lo desconocido en una desorganizada e inestable armada.
—¡Destruyen nuestra calle con su estúpida pelea!¡¡Lárguense de aquí, monstruos!! —Una anciana le apunto con la escopeta a Drake.
—¡Oigan! Nosotros no somos los malos aquí, no queremos hacerles daño. —Levantó los brazos y trató de dialogar.
—¡Vete a la mierda, pendejo! ¡Miren nuestros puestos! ¡¿Quién de ustedes nos va a indemnizar?! —reclamó una mujer lo que puso perspectiva a los guardianes.
Los establecimientos humildes en la calle por el Festival, quedaron reducidos a pedazos en los daños colaterales. Balas y piedras se les arrojaron a los guardianes, bloqueadas por un escudo redondo materializado por Drake, con Lance a sus espaldas.
—Esto solo retrasará el plan… —dijo Griselda, fastidiada de escuchar la cacofonía de reclamos.
Por medio de telepatía le comunicó al hermano una estrategia en la que pudieran acelerar el paso, y este la aceptó levantando el pulgar. Dimitri cargó los puños y agudo sonido producido captó la atención de los dos guardianes.
—¡¡Todos pónganse a cubierto! —El alarido de Drake, frenó en parte los disparos y la gente se aterrorizó por ante el resplandor emitido por el Vampiro
La descarga de combustión se desató cerca de los guardianes, quienes se separaron alejados del rango del fuerte estallido que destrozó el adoquín levantando escombros y polvo, generando un caos que alteró aún más a la desorganizada muchedumbre no acostumbradas a ese tipo de situaciones, generando reacciones variadas.
Estuvieron los que soltaron las armas presas del miedo, un sector que aguantaron el susto, y se pusieron a cubierto y los pocos que se quedaron paralizados. No hubo muerto u herido, ese ataque se ejecutó en finta.
En un profundo respiro, las garras de Griselda se deformaron en extremidades humanoides recubiertas de una coraza de exosqueleto y extendió las alas de polilla desmaterializándose en una colmena de insectos, abalanzado sobre la caótica muchedumbre.
Ninguna bala atinó a las polillas, las cuales tomaron la forma de Griselda al raptar a una mujer presa de la angustia en un alarido desgarrador. Dimitri siguió a su hermana con la mirada y se volvió colmena siguiéndola lejos del campo de acción.
—¡Oigan par de idiotas! ¡A que no me atrapan! —Batió las alas, alejándose de esa calle evitando disparos de rifles de los soldados
—¡No podemos dejar que se escapen, Lance!
Llamó Drake proyectando cuatro largos tentáculos de la espalda, y escaló los edificios aceleradamente seguido por su socio de agilidad sobre humana, saltando de tejado en tejado en plena habilidad de un ninja.
—¡Púdranse en el infierno, fenómenos! —Un hombre vació el cargador de la pistola apuntando a los guardianes, fallando miserablemente.
—Que giro dio nuestra fiesta —dijo Lance al correr impulsándose de un brinco y saltando a un tejado—. ¿Tienes una idea?
—Son realmente buenos peleando en dúo… mucho mejores que nosotros. —Drake sacó una conclusión rápida. Estiraba las patadas de araña usándolas en el desplazamiento entre estructuras—. Lo único que se me ocurre es mantenerlos separados lo mejor que podamos.
—Suena más fácil decirlo que hacerlo —agregó Lance—, esos dos están pegados a la cintura.
…
En el Dulce durazno salieron por fin Trish cargando con su pistola blanca, y Philip la suya. La que lideraba el grupo era la ex cruzada, y descubrió el cómo los super humanos se distanciaban.
—¡Mi carro no está lejos! Los vamos a alcanzar.
Exhortó Trish llamándolo con la mano, y no esperando una respuesta inició un esprint. No lo quería admitir, pero en el fondo estaba emocionada, de nuevo en acción y no pensaba perderse lo que ella llamaba una batalla de dioses.
—¿Qué no entendiste? Les estorbaríamos ¿Qué podemos hacer nosotros? —Philip iba atrás de ella.
—¡Que te crezcan un par de bolas! Somos cruzados, idiota «Al menos lo fui… y me extraña que tú lo seas», este es nuestro campo. Nosotros asistimos a los super soldados, y créeme… algo se traen esos vampiros, no hubiesen lanzado un ataque directo y tan arriesgado de no tenerlo.
—La situación ya debió haber llegado a oídos de los de arriba. —Jadeante estaba convencido que, llegada la policía militar, la victoria sería inminente—. La guardia está por llegar.
—Es exactamente lo que temo. —Murmuró entrecerrando los ojos y mordiendo con ganas.
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