EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 39
Dos minivans frenaron derrapando tapando la entrada al puente, y de sus puertas bajaron treinta personas de hombres y mujeres armados con rifles de asalto, portaban corazas pectorales ligeras además de máscaras que asemejaban a un dragón negro.
—¡Salve Difasteimus! ¡El dragón negro vive! —En ese salmo abrieron fuego al tomar cobertura de restos de vehículos.
Drake proyectó un escudo redondo bloqueando los disparos con Lance a sus espaldas, los dos retrocedieron tomando cobertura atrás de las filas de amontonadas maquinarias abandonadas.
—¡Muy bien, todos ustedes quieren una pelea, monstruos! —Desafió Drake y levantó unos tentáculos de la espalda, justo por encima de la barrera de carrocería—. ¡Pues la tendrán! ¡¡Vengan!! —Jabalinas carmesí se dispararon sobre la fila de tiradores, lo que les entorpeció la agrupación y algunos terminaron empalados.
La refriega permitió a los acólitos el retroceder tras la línea y sacar del vehículo nuevo equipamiento. Tomaron rifles cargados en balas de Maleficarium, un mineral que tenían escaso por lo que no podían desperdiciarlo, y usarlo en momentos especiales. Se colgaron cadenas de munición. En los aditamentos Griselda recogió un anillo en los que resguardaba una gema compactadora; no podría usar una garra, pero el sacrificio valdría la pena.
—¿Lista? —Dimitri cargó el rifle.
—Más lista no se puede. —Griselda le correspondió en pura determinación.
Detenida la balacera unos segundos antes del inicio de otra, los guardianes se asomaron desde la barrera de autos volteados. El alma les cayó a los pies al detectar como Dimitri recargaba los puños apuntándoles con Griselda a sus espaldas, y se les congeló la sangre por las municiones de maleficarium que cargaban.
Se replegaron por distintas direcciones a toda velocidad, usando otras montañas de metal como protección, y Dimitri desató el proyectil de combustión que terminó volando por los aires el vehículo en un torrente flamante, que dejó en sonido blanco los oídos del par de guardianes.
Se escuchó la alarma policiaca acercándose a la posición de los rebeldes. Estaban en una calle de dos sentidos en medio de máquinas abandonadas, y se vio venir dos blindados con la Espada sagrada.
Dimitri juntó ambos brazos expulsando una nueva ráfaga de combustión, dando de lleno al primer vehículo que acabó volteándolo y obligando al otro a frenar con tal de no chocar con su compañero.
Un cuerpo de quince oficiales blindados emergió del vehículo, tomaron cobertura de la maquinaria caída, y no iniciaron con advertencia, abrieron fuego y llevó a los rebeldes a resguardar una posición defensiva.
—¡Distraigan a la policía, nosotros vamos por los guardianes! —Ordenó Dimitri en voz trémula. Parte de las tropas recargaron las armas y cambiaron el punto de enfoque.
Un quejido angustiante salió de las mandíbulas del vampiro, y la fuerza en las piernas se aflojó. Sus compañeros lo sujetaron ayudándolo a mantenerse de pie.
Les restaba poco tiempo, y poca energía. No sabía cuanta potencia le quedaba su hermana. Conservaba una única carga de combustión, lo podía sentir como perdía estabilidad su forma abismal, pronto necesitaría biomasa.
—¡Ya sabes que no puedes usar dos ráfagas seguidas! —reprendió la hermana.
—No… no podemos perder… hemos llegado… —El rugir de un motor acercándose por el lado contrario por donde vino la guardia lo interrumpió, y lo hizo girar.
Lo que descubrió fue el venir de un proyectil explosivo, lo que pudo hacer fue empujar a su hermana y recibió el estallido que lo arrancó de la tierra. Los rebeldes que quedaron cerca del impacto mostraron heridas de gravedad, que se fueron curando rápidamente al cambiar sus pieles a un color blanco y los ojos totalmente negros; una milicia de vampiros.
El disparo vino de un coche civil a toda marcha en línea recta. Un cañón humeante emanaba del implante de Trish, con medio cuerpo fuera de la ventana de copiloto, y Philip en manos puestas en el volante, y un torrente de orines derramado en las piernas.
—¡Mierda! ¡¡Mierda!! —Gritaba el novato a punto de perder la cordura.
—¡¡Ka-boom!! —Trish jaló una cadena conectada al implante, y este cañón se giró cambiando el tipo de artillería a una ametralladora, completamente eufórica de un precoz regreso a la acción.
Peligrosamente cerca de los vampiros en plena recuperación, Philph frenó el carro, en chirriante derrape que marcó llanta en al adoquín. Trish salió usando como escudo la puerta y sujetando el brazo de acero disparó contra todo lo no fuese humano.
—¡Philip, busca a esos dos y tráelos al coche! Tenemos que reagruparnos. Hazlo y te prometo que seré tu mejor amiga.
—¿Dónde? —Philip apenas salió con las manos tapándole de los oídos.
—¡¡Yo qué sé, pendejo!! ¡Es un pendejo rojo y un parlanchín de negro! ¡No es difícil! —Trish conocía que no tenía ninguna oportunidad ella sola, por lo que iba a usar esos pocos segundos al máximo—. ¡¡Búscalos!!
—¡Hija de tu…! —Griselda se limpiaba la tierra de la cara protegida por sus alas.
—Perdieron su última oportunidad de que les perdonemos la vida… —Dimitri emergió de los escombros. La armadura estaba con grietas y cargaba todavía el rifle.
—¡Nosotros nos encararemos! no se gasten en una perra. —Pronunció un rebelde al acolito. Los vampiros que protegían a los acólitos tomaron posición, y una respuesta hizo que Trish se desplazara entre barreras de carrocería. No había rastros de Philip.
—¡El ejecutor carmesí es mío! ¡¡Lo voy a hacer sufrir!! —vociferó Griselda al colgarse el rifle y se alzó en vuelo en su búsqueda.
—Quien acabe primero irá a ayuda al otro —Complementó Dimitri.
A Drake lo había golpeado la onda expansiva por la espalda, arrancándolo del piso y empujándolo de cara en el suelo agrietado. Apoyado en ambas manos se puso de pie torpemente, en articulaciones temblorosas, podía sentir un hilo de sangre que le brotaba en la frente.
Una vez de pie vio como Griselda volaba hacía él, y sacando el rifle apuntándole justo a la cara. No había forma de esquivarlo, lo único que podía accionar se marcaría como un ataque de frente. Apretó el gatillo expulsando el disparo, y Drake materializó una bala de cañón arrojándola justo en la línea de la bala. Los dos proyectiles colisionaron, el maleficarium absorbió el estigma al contacto, sobrecargándolo y desatando una explosión que alcanzó al guardián empujándolo varios metros en retroceso.
—¡Esperaba más del llamado ejecutor carmesí! —Griselda desató la venganza personal al acercarse, con una mano convertida en garra y en la otra con el blindaje del exoesqueleto.
—Todavía esto no acaba… —Herido Drake se puso de pie con los puños alzados.
Por otra parte, Dimitri cargaba el rifle cual cazador rastreando a su presa, en medio de la jungla de chatarra, humo y ascuas flamantes. Ladeaba su cabeza atento a todos los sentidos y a cualquier movimiento. Se mostraba así mismo como un blanco enorme, dada su pesada coraza corporal, más no se veía como alguien fácil de vencer, y mucho menos el objetivo perseguido.
—¡Lance! ¡Tenemos cuentas pendientes! Acabemos esto de una buena vez.
La sombra negra emergió de escombros lo que sorprendió al vampiro, y disparó una bala eludida por Lance, sacando de su bolsillo unas cadenas con unas esferas de metal colgantes. Las hizo girar al evitar las explosiones del fusil en saltos acrobáticos, rodeando a su enemigo que ya estaba cerca de perder la paciencia.
El corazón del umbra iba al filo del freno a sabiendas de lo que le sucedería si la habilidad le fallaba. Arrojó los artilugios en el instante que Dimitri acortó la distancia y ató sus manos al enredarse las esferas, aflojando el agarre del arma tornándolo vulnerable a una patada de Lance directo a la cara que lo tumbó, y recogió el rifle, antes de siquiera poder accionar el gatillo el vampiro se reincorporó invistiéndolo todavía con los brazos atados, arrojando al umbra estamparse de espaldas a una alargada distancia.
El rifle con cargas quedó rodando en el suelo, lejos del alcance de los dos combatientes que se batían en el duelo. Dimitri rompió las cadenas usando todas sus fuerzas, y al estar por recoger el arma no se percató que perdió de vista a su enemigo, y este le apareció por la espalda con cuchillo en mano, saltándole encima quedando bien agarrado al aplicar una llave al cuello usando el brazo derecho.
Apenas lo pudo detectar por lo que pudo cubrirse la yugular, sin embargo, el corte no iba las hendiduras de la armadura de piel. La cadena de munición quedó dividida en dos en un limpio tajo, desconectándola del torso de Dimitri, y rápidamente agarrada por la mano de Lance antes de que este lo apartara de un manotazo al fin sacándoselo de encima.
Parte de las tropas rebeldes se acercó en asistencia de disparos amigos, y usando la protección de las coberturas de hierro, dispuestos a prestarle ayuda al acolito. Esto llenó de confianza al vampiro, con el apoyo sin duda alguna iba a ganar, por lo que llamó a la lanza usando su poder sin quitarle la atención encima del guardián oscuro que estaba de rodillas en el suelo, cargando la cadena de munición, que de repente se coloreó de naranja liberando corrientes eléctricas, debido a una sobrecarga de estigma aplicada por Lance, la que usaba al aplicar su movimiento de sombras.
—¿Qué estás? —Dimitri no tardó en comprender lo sucedido, y de tener un rostro humano habría expresado el más puro terror, como de no tener mascara habría podido ver una sonrisa sangrienta en el guardián—. ¡Aléjense, idiotas! —La orden dada a sus hombres llegó tarde, y comenzó a girar la lanza manifestando la barrera.
—¡Feliz festival de las almas, perras! —Arrojó el Maleficarium sombre cargados a los atacantes, y se puso bajo la retaguardia de los autos.
La munición liberó una cadena de explosiones antes de siquiera tocar el suelo, con la fuerza de varias granadas y un torrente humeante que se sintió por todo el puente. Drake perdió la estabilidad en su posición, por lo que se tuvo que poner las manos en la plataforma agrietada con tal de no caer al suelo.
Griselda llegó en una patada recta que Drake evitó al apartarse a un costado. No pudo terminar de generar una construcción al detectar como la vampiresa frenó al instante, con los pies apenas separados del suelo y retornó en una patada curva que el guardián se vio obligado a bloquear con el antebrazo.
En esa distancia corta se movió a la retaguardia de Griselda, la pateó en la espalda dejándola de rodillas, y la tomó de las alas, en las que aplicó presión y al primer estirón no vio venir un codazo que le dio en el rostro, y le siguió una patada curva que hizo girar el cuerpo de la vampira, conectando a un costado, dejando al guardián tambaleante.
Apoyada en ambas manos en el suelo, Griselda dobló las rodillas y pegó una doble patada en el pecho del agresor. El aguijón no perforó la armadura, lo que no restó la fuerza de impacto que lo hizo retroceder.
Encolerizada Griselda se le vino encima tumbándolo de espaldas generando cuarteaduras en el adoquín. No dándole oportunidad de respiro se ejecutó una serie de golpes en el suelo, sometiéndolo al ponérsele encima. Rompió fácilmente la defensa de los brazos al apartarlos a puros puñetazos.
Aun aturdido los ojos de flamas esmeralda se abrieron al deslumbrar el brillo del anillo de Griselda, y reconoció la gema compactadora apuntándole justo encima del pecho. Con toda fuerza de voluntad combinada a la del cuerpo, se apartó lo mejor que pudo del rango de la materialización de una corta lanza de Maleficarium que penetró en la hombrera perforando el hueso, y derramando una explosión sangrienta.
Un grito descarriado de dolor puro surgió de Drake. Pudo sentir en sus adentros como la armadura sufría en una cacofonía de chillidos demenciales, amenazando de arrojarlo a la locura. Nunca antes sintió un dolor semejante, apenas pudo contener la conciencia embriagado de adrenalina, y el terror se incrementó por ver como venas anaranjadas coloreaban el mineral, al emitir destellos eléctricos. El arma venía con una empuñadura sujetada por la mano de Griselda, por lo que ella no se veía afectada por el contacto.
La garra tomó por el yelmo a Drake, y aplicó fuerza enterrando las hojas lentamente en la coraza, la cual se iba agrietando debido a la presión elevando la agonía del guardián derrotado.
—Evitaste que penetrara tu corazón… por mi perfecto, podré hacerte sufrir más… —Entre dientes manchados de rojo, e hundió aun la hoja en el hueso y la hizo girar. La hombrera una vez afilada y con pinchos, se volvió una masa gelatinosa burbujeante ante el contacto directo del mineral en plena absorción. No se iba a sobrecargar tan rápido como una bala, al tener una mayor masa, pero de permanecer más tiempo en contacto al estigma de Drake, la muerte no tardará en venir—. ¡Esto es por Frenyr y Alpiel, cabrón! ¡Por todos los que mataste!
Regodeada en la crueldad no vino venir el golpe de una viga a su cabeza cargada en un grito más de miedo que de furia. La colisión pegó de llenó apartándola, y su cuerpo rodó en el suelo inmóvil, lejos de Drake y este quedó temblando al filo de la inconciencia. En una visión borrosa pudo distinguir la identidad de su taquicárdico salvador, de manos temblorosas aferradas a la pieza de hierro.
—¿Philip? —El ardor infernal del hombro le terminó de despertar, y el creciente fulgor le alarmó por lo que sin dudarlo se sacó la hoja en un creciente salpicadero de sangre, que le acabó de producir un nuevo alarido agónico.
—¡No! ¿Qué haces? ¡Te vas a desangrar!
Philip habló desde la ignorancia y retiró la advertencia al reconocer el material absorbente, pero la preocupación por la pérdida de sangre seguía de no ser por como la hombrera vuelta en una gelatina derretida cambiaba de forma a un duro torniquete que paralizó la extremidad.
El guerrero apenas podía mantener la conciencia, al estar de rodillas, con la vista gacha, observando como gotas de sangre caían desde la punta de su nariz a la tierra, a un ritmo lento, contrariando al latir desenfrenado de su corazón.
—D-donde… —Drake votó el filo como cualquier basura, y quedó hincado apoyado con el brazo que todavía moverse. El soldado lo ayudó a ponerse de pie.
—Tranquilo… —Philip tenía el instinto de un médico, aun muerto de miedo no pretendía abandonar a un camarada, mucho menos a uno que consideraba un amigo—. Te sacaré de aquí.
—¿Dónde está Griselda? —balbuceó y un chillido agudo se escuchó no muy lejos de ellos.
—Oh no… —Philip apretó los dientes en una palidez cadavérica y las lágrimas se derramaron.
Estaba furiosa muchísimo peor que antes. Griselda se elevó del suelo al batir las alas y se suspendió a una alargada altura, con una mano puesta en el rostro del que caía una corriente de sangre del que liberaba una cortina vaporosa al reconstruir la carne.
—¡¿Cómo te atreves a herir mi rostro?! ¡¡Te voy a arrancar la espina y la usaré para empalar al otro!!
En el incendio vengativo se congeló por algo distinto. Las antenas se movieron por la conexión con su hermano, y en esa posición que le daba un amplio rango visual alcanzó a ver a Dimitri arrastrándose en el suelo, una presa sencilla para Lance de manos puestas en el rifle con maleficarium.
Dos alternativas. Griselda ladeó la cabeza en una podía matar a Drake fácilmente cobrando venganza, y en la segunda salvar a Dimitri. No tuvo que pensarlo dos veces, y se fue tras Lance, quien la detectó disparándole en pleno vuelo fallando el tiro al ser evitado por la acolita al girar en trecientos sesenta grados a un lado.
En picada ejecutó una doble cuchillada usando las garras, y Lance evadió de un brinco, acción esperada por Griselda al recoger a Dimitri, retomando el vuelo alto. Pretendía poner en refugio al hermano y volver a la contienda, de no ser por la creciente llegada de los guardias que venían en filas en la pista. No tuvo de otra que ordenar una retirada por orden telepática. El riesgo de bajas era demasiado.
—¡Será mejor que te concentres en ayudar al rojizo en lugar de venir tras nosotros! —La sugerencia de Griselda al alejarse tomó por sorpresa a Lance.
—¿Qué? —Fría su sorpresa al descubrir a la distancia como Philip arrastraba a un apenas consciente Drake. No tardó en alcanzarlos en medio de la balacera que le ensordecía los oídos—. ¡Mierda, viejo! Fue la peor primera cita de la historia.
—J-jodete… —murmuró Drake doliente. El fulgor esmeralda de las ventanas del alma, fue extinguido al retornar al color carmesí normal.
—¡Necesitamos llevarlo a un hospital! —Philip no cabía en su ansiedad—, el coche de Trish no está muy lejos.
—¡Mueve esas piernas o este cabrón se nos va a morir! —Lance los alentó a seguirlos, iban con el tiempo medido. En espada en manos se desplazaron agazapados en las maquinas amontonadas, asomando la cabeza por si se encontraban un impedimento.
Unos disparos de bala le cortaron camino al filo del umbral de un transportador. Un grupo de rebeldes de cinco soldados les impedía el paso, y al intentar acercarse para flanquearlos apareció Trish disparando desde el flanco derecho ametralladora del implante a la que le quedaba limitada munición.
En el tiempo ganado Lance saltó de los escombros arrojando estiletes cortantes, y unas tachuelas envenenadas al paso de los soldados, que perforaban los zapatos de los desafortunados que no frenaron su avance a tiempo.
—¿Q-qué es esto? —Vomitó sangre un vampiro al sacarse la máscara de encima.
Rebeldes quedaron a la merced de náuseas y una repentina fiebre. La regeneración de esos vampiros se mostró comprometida al estar enfocada en el veneno, mermando la capacidad de sanar heridas.
—Trayendo a colación un viejo dicho de los guardianes. —En cortes de su espalda desgarró gargantas, se movía demasiado rápido como para frenarlo; los liquidaba de uno a uno. Los que podían mutar no los dejaba terminar la transformación—. ¡Si sangra puede morir!
En medio de la matazón uno de los rebeldes cambió de forma en un alto y famélica bestia de garras afiladas, y cuatro ojos concentrados en Lance, quien desarmaba a un rebelde y lo ejecutó con la propia pistola. Un disparo perforó la espalda la bestia proveniente de Trish, al usar el arma que le robó a Griselda.
La criatura balbuceó adolorida en ojos desorbitados, consumida por un brillo quemante en su torso y a los dos segundos se sobrecargó desatando una explosión azulada que voló en pedazos de carne chamuscados al abismal, dejando una nube de humo rojo.
En la niebla roja Lance le rebanó el brazo con la espada al ultimo rebelde que intentó tomar la pistola. Se percató que ese no se pinchó con las tachuelas, y al dejarlo caer de espaldas lloriqueando no hubo muestra de regeneración. No era un vampiro.
Antes de ultimarlo le arrebató la máscara no encontró los rasgos fúnebres y afilados del modo intermedio de los vampiros. No había nada de elfo, bestia o cualquier otro ser catalogado como inhumano; únicamente era otro hombre de piel caucásica y pelo rubio, típica persona común en Lazarus.
—Tú… no… —Rara vez Lance se sorprendía, por lo que perdió la concentración un momento.
—Humano… —Agonizante jadeaba sobre un charco de creciente sangre. En una última exhalación de vida declaró—. Salve… Difasteimus.
En ese lapso entró en la mente de Lance la idea de que tantos humanos estaban en esa emboscada por parte de los rebeldes. Las cavilaciones quedaron en pausa ante la protección de sus hermanos de armas.
—¡Esto sí que es una fiesta para recordar! —Jadeó entre risas Trish, admirada por lo anárquico que resultó su participación a una repentina campaña. Esa surrealista euforia se borró al descubrir al moribundo Drake, extinguida en un rostro de angustia—. ¡¡Mierda!! ¡¿Qué esperan?! ¡¡Súbanlo a mi puto coche, pero ya!! ¡¡Este cabrón se nos va a pelar!!
El grupo se movió a paso rápido no encontrando nuevos obstáculos, meramente escuchaban las explosiones de balas, insultos en agónicos gritos de furia combinados con terror, y el hedor a azufre en medio de las ascuas que flotaban en los alrededores bajo capas de humaredas negras.
Había olvidado el significado de alzar el implante vuelto fusil, Trish iba adelante sujetando el cromo en un rostro ennegrecido y sudor ardiente en la piel enrojecida.
—Quédate con nosotros, Drake… no te duermas. —Philip le hablaba con tal de mantenerlo despierto. Llegaron al carro y metieron al herido en la parte de atrás, recostándolo en el asiento.
Esta vez Lance tomó el volante, y Trish iba en copiloto preparada por si los seguían. Philip al tener experiencia en tratar heridas en el campo, se ocupó de cuidar de Drake, quien desactivó la armadura, con excepción de la hombrera de forme usada como torniquete.
—Drake…. ven…. Drake…. mi amor…. regresa conmigo…. te extraño.
Decía una voz en un eco fantasmal, atreves del rugir del motor. La vista de Drake se tornaba borrosa. Los colores se mostraban difusos, en la mezcla de las cegadoras luces de la ciudad que entraban por las ventanas del vehículo. El rojo carmesí de su sangre emanante en la mitad de su cara expuesta, hinchada por la paliza propinada por la vampiresa.
Una mano se hallaba apoyada en su pecho, y de repente ya no sentía la cómoda del asiento lleno de girones bajo la espalda. En cambio, sentía unas lisas piernas desnudas, un tacto que, sumado a su fiera fuerza de voluntad cercana a derrumbarse en el abismo. El respirar el helado aire, era como ser cortado por el frio acero de cuchillos en sus pulmones.
—Drake… mi amor…. por favor… deja de pelear… deja de respirar… vuelve conmigo…. —Esa voz sueva, y hermosa como un canto angelical, susurraba en su oído, invitándolo a dejarse vencer por el peso de la armadura, y caer para siempre dormido en el vacío de la nada absoluta—. Me siento tan sola… tú me pusiste aquí, mi amor… me enviaste a la oscuridad… a la nada… debes regresar por mí, es tu deber permanecer a mi lado… tal como lo prometiste.
Aquella dulce voz resultaba ser tan familiar, que congelaba la sangre. En lo más profundo de sus puros adentros, la reconocía perfectamente aun cuando lo negase hasta el punto de la amarga agonía. Al escucharla sembraba un pesar doloroso; una llaga infecciosa e irremisible de su corazón, trayéndolo de regreso sus oscuros y pesarosos pecados que lo atormentan contantemente.
En respiración cansada, giró la cabeza encarando a la dueña de esa voz, y alguna vez de su corazón. En ese instante el tiempo se ralentiza, la visión nublada es aclarada, la cacofonía de la ciudad en llamas se calló, como si únicamente ellos dos existiesen en el interior del auto y nada más importase
Una mujer de larga cabellera negra lacea derramándose en la espalda; de un rostro redondo con tez blanquecina, invadida por miles de pecas en la faz, en especial en sus mejillas resaltándose la nariz respingada. Unos ojos llenos de amor genuino, cautivados por el ensangrentado guerrero derrotado.
Irradiaba juventud salvaje, digna de una edad que ronda entre los veinte y veinticinco años. La vestimenta es un modesto vestido blanca, de una sola pieza, en el que oculta su figura por completo, usado típicamente por una campesina. Sus pies se hallaban descalzos, de palmas ennegrecidas por caminar en la fría tierra sin calzado. La pequeña mano de la doncella acariciaba suavemente el pecho, justo sobre el corazón, con un deseo comparable a tocar el pecho desnudo de musculatura hercúlea.
—Drake… —musitó el nombre de su amado, en un anhelo ansioso casi sin aliento—, he esperado tanto tiempo para este momento.
—Na… Nao…. —Entre tartamudeos y jadeos ahogados, arrastraba las palabras, sucumbidas en su garganta amortiguada por las inflamaciones carnosas en el rostro. No podía siquiera pronunciar el nombre de su primer amor.
El corazón de ascendente pulso, como su respiración cansada a punto de detenerse ante el dolor en sus heridas brutales. La mano libre de la doncella de pelo azabache, se posó en la cara expuesta del guardián, acariciándola en un tacto tan helado que se dilataba por la piel tostada, erizando cada bello en el cuerpo, y congelaba hasta los huesos; de cierta manera burda, anestesiaba el dolor de las hinchazones como si lo tocara un bloque de hielo.
Drake se petrificó ante aquellos ojos, carentes de brillo alguno, vacíos como agujeros negros. No podía apartar la mirada. La fría mano de Naomi lo tiene bien agarrado, obligándolo a hacer frente su presencia, causando en su corazón una pesada vergüenza como culpa en sus hombros, sembrándose un sufrir tortuoso en el alma, al estar delante de esa mujer ya muerta desde hacía mucho tiempo atrás.
—Deja de pelear…. deja de respirar… ya has hecho suficiente, cariño. Es tiempo de descansar y dejar todo atrás. Ven conmigo, no habrá dolor a dónde vamos y prometo perdonarte si te mantienes a mi lado, de lo contrario jamás lo haré… —Una espeluznante sonrisa se plasmaba en el rostro de oreja a oreja, mostrando los blancos y chuecos dientes—. La muerte es mejor… es liberadora… es… —Naomi se calla súbitamente, en la aparición de una segunda voz desesperada, llamando al guerrero.
—¡Drake, por favor mantente despierto! ¡Por lo que más quieras! ¡Quédate con nosotros!
El guardián parpadeó, recobrando por completo sus sentidos nuevamente, los sonidos son restablecidos en su totalidad, y la imagen de Naomi se remplazó, por Trish al gritarle desde el copiloto y le sujetaba la mano fuertemente.
Lance manejaba desesperado al eludir el trafico que se le venía encima, el vehículo destacaba por una carrocería ligera y versatilidad en el desplazamiento, por lo que evitaba todo obstáculo apenas rosando uno que otra maquina y con insultos de por medio.
—¡Mierda lo siento, Trish! —exclamaba Lance, cada rozón que le daba al auto le dolía en las entrañas.
—¡Me pagarás con tu culo más tarde! —Trish le indicó por donde ir—, ¡hay que asegurarnos que este cabrón no se nos vaya!
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