EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 47
—Esos dos no tuvieron piedad… ni respeto. —Risha detectó en el espejo los hematomas de mordidas y arañazos en cuello, espalda pecho, y hombros de marcas de mordidas, sin mencionar sus piernas y la entrepierna. Untó crema en las partes afectadas, bajando la hinchazón y el toque punzante. Seguía guardando artículos fabricados por ella, siempre y cuando no se catalogaran o sean usados como armas—. De no tener el maldito collar los hubiese puesto a mi merced.
Posteriormente a la ceremonia Risha retroalimentó un actuar sumiso y rígido, no pudo compartir placer a los hermanos; estimulaba las mentes a través de capacidades psíquicas, potenciadas en las fragancias de las feromonas que las plantas podían generar. Las suyas, no las de otros.
Salió del baño de la cómoda celda, y se dispuso a seguir con lo único que quedaba, rezar. Ha planeado la defensa secundada en el ofrecimiento. No dudaba de información filtrada acerca de lo que ha estado trabajando los últimos meses. En su propio tren de pensamiento daba igual, contadas personas lo sabían, entre ellos los acólitos y soldados que trabajaron en el proyecto.
Una esperanza por salir viva y a la vez recibir penitencia piadosa, todo por dar la vida en nombre de la libertad y no ser ejecutada por los que ha llamado hermanos. Ha leído libros de leyes, planeó junto a los Strokers el cómo llevar el juicio, no podían fallar.
Todo esfuerzo ya se arrojó al fuego, y sabor a cenizas quedó en la boca de Risha, inconforme de no ser suficiente. Cansada de repasar el caso, los posibles ataques de los fiscales, lo que le quedaba era la fe, al llamado plano astral, el más allá, el Anfinity.
Risha acarició con el único brazo el mural del árbol, la entidad que sostenía y conectaba los mundos, sus hijos, manifestando vida en los elementos. Entre ellos la madre tierra, progenitora de los habitantes de la misma, de donde usaba todos sus poderes y a pesar de ellos, no logró ganar la batalla por el Tridente.
Un mapa se situaba en la mesa, en donde se plasmaba el país de Lazarus, dividido en cuatro hemisferios, gobernados por los barones al servicio del rey, quien respondía como vasallaje disfrazado de alianza a una suerte de emperador al que llamaban pontífice de Rhondantis
Norte bajo la mano de Caelus Lazarus, el sur pertenecía Lucía Sandwel, este por Gideon Blackthorne y el oeste Cesar Lazarus. Al tomar Casa de vientos, la ciudad donde residía con Talía Renar y un único hijo barón llamado Tobías Lazarus.
Rebeldes se le adelantaron en la toma del castillo, destrozando las murallas y pasaron el acero al cuello de todo residente que no optó por beber veneno del suicidio. Los encontró en las habitaciones tirados víctimas de tiroteos. Al barón lo encontraron reuniendo tropas en la sala del trono, había tomado un rifle y no estaba preparado para escapar, pretendía ganar tiempo para que su familia escapase. El enfrentamiento duró poco, le aplastaron la caja torácica bajo el pesado casco de Alpiel, dejando en los pasillos trozos sanguinolentos de cruzados penitentes.
En cuanto a Tobías supo que lo acribillaron junto a sus soldados con lanzas relámpago, en los pasillos durante la ecuación. Dispararon una y otra vez al cadáver, jugando mucho tiempo después de que ya estuviese muerto. Volaron extremidades en los disparos y desfiguraron el rostro dejándolo irreconocible, una embarrada de carnes rojas, musculo, piel derretida, una mandíbula quebrada y ojos que colgaban de las cuencas. El candidato a prometido de Esmeralda abandonó la existencia, con el ultimo pensamiento que al quinto intento de petición y si sobrevivía para regresar a la batalla una vez recuperado, por su liderazgo, Salomón aceptaría por fin la propuesta de matrimonio.
A Talía la atraparon de los cabellos de camino a un pasadizo secreto, que llevaba a un bote con el que pretendían zarpar junto a sus leales, los cuales bajaron las armas impotentes ante la fuerza de Alpiel y su gente. Igualmente los mataron.
Grupos de soldados arrastraron a la baronesa de los cabellos, quien chillaba y se retorcía hasta llevarla al cuarto que alguna vez fue su habitación. La ultrajaron en masa, y la convirtieron en un juguete sexual y plantaron la semilla dentro de ella. Tras saciarse como animales acabaron por explotar la cabeza con el contundente golpe de una masa, expulsando materia gris en lo quedaba de la cama matrimonial
Risha lo aclaró, no pretendía entregar supervivientes, y permitió que la venganza se esparciese en toda la ciudad de las que levantaron picas con torsos, extremidades y cabezas arrancadas puestas en la cima de la muralla.
Saquearon y violaron todo lo que estuvo al alcance, en esa noche donde no existió ser consciente, todo llevado por la más fría venganza en la que sacó el demonio dentro de todo ser pensante. Inhumanos artos de la esclavitud y humanos asqueados de la opresión unieron fuerzas, en un cuerpo rebelde que en una gran turba fúrica desbordante de brujos con familiares y acabaron con toda defensa de la milicia.
La druidesa no estaba orgullosa de los actos barbáricos de muchos de sus combatientes, meramente se excusó de ser la guerra, y necesitaba todos los elementos posibles. Acabada la invasión, ordenó que colgasen los cuerpos de la elite en la entrada del Tridente, en señal de victoria y una muestra del poder que ostentaba, llenándola de arrogancia. Esa soberbia la arrojó al abismo donde se encontraba.
—Risha… —Se escuchó la voz de Liliana al otro lado de la puerta—, ¿puedo pasar? —Se quedó callada mirando de pie a la puerta. No sabía que decir o cómo actuar—. ¿Risha?
—Como quieras. —Aceptó a regañadientes.
—Con permiso. Buenas tardes… ¿cómo estás?
Liliana abrió la puerta cuidadosamente cargando una canasta con una servilleta de tela blanca encima. El seguro lo retiraron los guardias que vigilaban afuera y en donde esperaban las sirvientas. Tomó asiento frente a la mesa y al otro lado estaba de pie Risha, quien no se veía ninguna intención de imitar el acto de la que llamaba ama, bajo una estricta orden de los que realmente respetaba con ese título.
—Aguantando. —Tajante en temple helado. La presencia de Liliana producía en ella un dolor superior a cualquier daño infligido por María.
—Eso veo. —Esperaba la pregunta devuelta, lo que cortó la conversación y generó un silencio incomodo que tardó en llenar—. Estaba horneando un postre… que curiosamente es tu favorito… lo solíamos comer juntos: tarta espumosa de limón.
Retiró la servilleta mostrando el postre color verde en bordes de galleta, colocándolo encima de la mesa, justo frente a Risha.
—Lo comíamos juntas por ser tu favorito. —Recalcó desinteresada.
—Pensé que teníamos algo en común. —Liliana se decepcionó y bajó la cabeza avergonzada. Los ojos se abrieron cuando Risha arrancó un pedazo con la mano, y pegó una mordida con gusto.
—Su majestad te ha enseñado bien. —Admitió al no poner el orgullo sobre el criterio—. ¿A qué debo el honor?
—El asunto del juicio… —Liliana dudaba, y trataba de unir las palabras correctas al apretar fuertemente la falda con las manos—. La cosa se ve algo densa.
—Quieren mi cabeza… ya tomaron mi brazo, mi ojo… y el culo en la última ceremonia a la madre tierra… ¿Tienes leche? —Risha perdió los modales al comer con el único brazo sin cubiertos, chupando los dedos con descaro y relamió los restos de crema de la boca; importando poco si Liliana se incomodaba.
—Si… ten. —Sacó de la canasta una botella de leche, y Risha se la tomó de un trago. Liliana se quedaba mirando el muñón mutilado por segundos, evitando preguntar al respecto siguió a lo que venía—: no sé… por dónde empezar.
—No necesito su compasión, princesa —dijo lamiendo el bigote blanco y resonando la botella de vidrio en la mesa—. Saldré con vida… eso te lo aseguro. Moriré cargando mis propias tripas en el fango y las flamas bajo una montaña de los cadáveres de mis enemigos, no de forma inútil por la espada de mis hermanos.
—Es que… —Liliana chasqueó la lengua, y desvió el rostro incomoda tanto por cómo se expresaba Risha, verla en ese estado tan demacrado y el tipo de solicitud que pensaba realizar—. Necesito saber algo de ti y… a sabiendas de lo que pueda suceder.
—Al grano… —Risha comenzaba a impacientarse estando de pie. Caminaba alrededor de la habitación hiperactivamente sin quitar el ojo de encima a Liliana—. Me prometí a mí misma estar limpia para el juicio. Y por escuchar tanta chachara, me dan ganas de fumarme un porro gigantesco.
—¿Por qué me odias tanto? —No pudo aguantarlo y lo soltó.
—¿Perdón? —Arqueó la ceja y creyó que los oídos fallaron.
—Lo que dije… mira… te conozco desde que tengo uso de razón… has sido mi cuidadora… mi nana… —No quedaba marcha atrás, y fluyó a un ritmo de avance que hasta ella se sorprendió, no obstante, se tornaba quebrado, aguantando el impulso de liberar las lágrimas ante un sentimiento contenido—: He intentado quererte en todos estos años… y tú nada más me has demostrado frialdad. Entendería que solo era trabajo… ¿pero nada? Hasta donde tengo entendido me viste desde bebé.
» ¿Qué hice para desagradarte tanto? ¿fui tan insoportable antes o lo sigo siendo ahora? Creo que no te he hecho nada que amerite ese odio… no me lo explico… no puede ser por mi condición de portadora. Te rodeas de todo tipo de mutante en la corte de mi madre… y he escuchado de humanos dentro de nuestra armada… ¿Qué me hace distinta? ¿Por qué tanto odio?
—N-no… no —Taciturna ya no podía soportar verla, iba a explotar en cualquier segundo y lo que decía Liliana lo tomaba como una provocación—. Será mejor que me deje sola. No quiero decir algo que luego me arrepienta.
—¡No hemos terminado! —Liliana se puso de pie en ojos enrojecidos y faz fúrica, pisó duramente el suelo con las manos vueltas puños—. ¡¡Quiero saber que hice para que todos me hagan menos!! ¡Tengo mis manos cubiertas! ¡No puedo hacer daño a nadie así!
—¡Tu puta maldición no es el único problema, perra egoísta! ¡Por lo menos a mí! ¡Es tu simple existencia lo que me jode! —Risha no lo pudo soportar más e hizo la mesa aun lado tirando el pastel y todo lo que estaba encima, sobresaltando a Liliana reaccionando con las manos alzadas en defensa—. ¡No todo el mundo gira en torno a ti! Mejor quédate en la burbuja que han fabricado para ti y muere ahí.
—¡Princesa! —Los guardias entraron por el estruendo y apuntaron las lanzas relámpagos al cuello de la prisionera, dispuestos a ejecutar sentencia.
—¡No! —Liliana se puso en medio antagonizando el apoyo de las sirvientas—. ¡Fue mi culpa! Dije un comentario inapropiado y… y la acabé alterando. Risha no se encuentra en buen estado emocional debido al juicio. Será mejor que me vaya… por favor, esto no tiene que escalar… dejémoslo pasar.
—¿Está segura, princesa? Le faltaron al respeto. —Pidió confirmación el guardia sin bajar la lanza, a un palmo del cuello de la acalorada druidesa.
—Me siento honrada… pero necesitarán más de ustedes para reducir a una puta tullida. —El rostro de Risha parecía un océano negro, del que se veía un minúsculo punto verde, al bajar la cabeza en la tenue iluminación de la que esparcía oscuras sombras.
—Estoy segura… por favor… me quiero retirar y dejarla descansar.
Y así lo hicieron, quedó Risha sola en ese cuarto y tras asimilado lo que pasó, sacó del bolsillo con una mano temblorosa un papel arrugado, que al desdoblarlo se rebeló como una fotografía. Un simple vistazo enfrió la rabia, quebrando una armadura invisible y las fuerzas abandonaron sus piernas.
Cayó al suelo apoyada en la pared en el más agónico llanto, sujetando la imagen y hundió el rostro en las rodillas, incapaz de volver a encarar la visión de un pasado distante. En la imagen se veía así misma abrazada por un joven de cabellos rubios, ambos genuinamente felices reflejando un puro amor compartido entre ellos, y un nombre escapó de la druidesa, uno marcado en el alma.
—Percival.
…
Liliana cerró la puerta de su habitación atrás de ella, y mandó a descansar a las dos sirvientas. Necesitaba estar sola, un estado al que se ha acostumbrado. Caminó a sacar uno de los cajones donde se encontraba el pastillero; al abrirlo recordó que ya no quedaba del medicamento, se suponía que iba a solicitar otro paquete.
Lo observó detenidamente pensando en lo acontecido en las pesadillas, y en lo dicho por Risha, una persona sumamente cercana a la reina de corazones, alguien a la que se depositó extrema confianza mayor a un acolito que no sea uno de los esposos. Conocía secretos, y en plena furia se discernía verdades ocultas. La conclusión de esa desagradable experiencia, confirmó lo dicho por Nyx de momento.
—Me han estado mintiendo.
La simple duda hacía la progenie equivalía a una herejía, una que debía ocultar y dolía reconocer que en su búsqueda de la verdad estaría sola. Esa noche volvió a soñar, esta vez no en ese adimensional mundo, esta vez un fresco respiro de aire fresco.
Se veía a ella encarnando al peluche a lomos de un gentil lobo gigante de pelaje oscuro, en pleno esprint en los campos bajo un cielo soleado en el horizonte de montañas verdes, el amanecer de la libertad.
…
—Risha… llegó el día. —Dimitri acompañado por la hermana le llamaban desde la puerta.
—Si, estoy lista. —Risha se levantó del suelo apoyada a la pared torpemente ante la falta de equilibrio, de a poco se acostumbraba al nuevo estilo de vida.
Observó el suelo en cabellos colgando, derramando gotas de sudor en respiración acelerada ante el esfuerzo y la enervante situación. Odiaba vivir como una normal, prefería morir y al instante negó con la cabeza, tratando de alejar esa idea.
El caer fuera del campo de acción no estaba en el juego. Risha sabía por lo que luchaba: la causa, la familia conformada por su hermana, su sobrino y sus aliados. Gente que ha creído en ella inclusive cuando estuvo al borde del abismo.
—Si necesitas ayuda para caminar… nosotros… —Las palabras de Griselda se cortaron ante la mano de Risha.
—No quiero que los brahamur me vean como una inútil tullida al filo de la muerte. —Apretó el collar inhibidor, se aferró en inútil afán de romperlo. Los mutados de primer grado no se comparaban a los otros en fuerza física, y en esa carencia Risha emanaba una fortaleza comparable a cualquier otro tipo de super soldado. Decidida dedicó una faz de hierro a los dos hermanos—. Quiero que sepan incluso cercana a la condenación y sin un brazo… soy capaz de plantarle cara a todos ellos. Y que van a necesitar más que un montón de guardianes, y un juicio para deshacerse de mí.
Griselda asintió satisfecha a la vez que Dimitri puso la mano en el hombro, orgulloso de la convicción de Risha. Decidida siguió a la escolta en los pasillos, lo que inició en dos acólitos acabó agregando a los guardias que vigilaban la celda. Más que un camino a la ejecución, la trataban con respeto.
El tiempo se ralentizaba a cada paso que daba la druidesa, en una fría expresión de severidad marcada para siempre en el rostro raquítico de las semanas en cautiverio. Los guardias se detuvieron en la entrada de un elevador de rejillas, les abrieron la puerta y los tres entraron.
Dimitri accionó el botón al piso de la sala del trono. La rejilla se cerró delante de ellos, y se elevaron en un subidón que desestabilizó el punto de gravedad por un breve instante. Ninguna palabra salía de los acólitos, el silencio meramente se interrumpía por el bamboleo del corazón de la druidesa envuelta en sus pensamientos.
«El momento a la hora de la verdad siempre ha sido lo peor», lo fue en cada inicio de guerrilla, masiva o de bajo nivel. El inicio se prolongaba demasiado, durando más que el transcurso de la batalla.
Las puertas del elevador se abrieron delante de ellos. Dimitri se apartó dándoles el paso a las dos damas y las siguió una vez estando afuera retomando el paso. De nuevo otro basto corredor sostenido por los pilares amarillentos, iluminados por lámparas bajo la guardia que los saludaban alzando las lanzas relámpago, en señal de respeto.
Abiertas la doble puerta se encontró con una sala llena con un jurado compuesto por los brahamur y sus principales vasallos. La señal de respeto de la milicia se perdió en insultos de desprecio en los que pedían la cabeza de Risha, agregadas a agresiones verbales indecorosas.
Nada de eso la detuvo. Risha siguió en semblante pétreo de frente al trono donde Mahou yacía sentada, inclemente. Uno de los elfos quiso subirse encima y golpear a Risha con una botella, tal acto quedó aniquilado por la presencia de los vampiros que con una simple mirada fulminaron todo intento de agresión física.
Parado en el estrado los esperaba Natch, y al encontrarse corrió a abrazar a Risha, un gesto que a ella tomó por sorpresa al borde de tambalearse, ante el enorme tamaño que la hacía hacia lucir como una niña en comparación.
—Natch… ¿Qué pensaría tu gente? —preguntó Risha.
—Si creen que es deshonroso apoyar un amigo en necesidad, les reto a que me lo digan en la cara.
No tuvo miedo en decir lo que pensaba, y lo hizo con el suficiente volumen para ser escuchado por los cercanos. Ese gesto fue tomado en opiniones variadas, entre los que estaban los vampiros que vieron con respeto la posición del acolito con el que no han tenido una relación amena.
El publico se dividía en tres partes. Los que pensaban apoyar la moción de salvar a Risha, retirando todo cargo y devolverla a la acción basados en opiniones de servir más viva que muerta. Aquellos que no perdonaban el fracaso del Tridente, y querían aplicar la pena de las alas de águila y colgarla de los pulmones en los árboles. Y los que pretendían buscarle un castigo que no fuese la pena capital, con tal de que sirva en la rebelión dado su enorme poder.
—Risha… por los titanes… ¿estás bien? —Risha se quedó petrificada al escuchar a su hermana desde el jurado donde estaban los elfos.
—¡¿Falaris?! —La sangre hirvió por encontrar a su hermana menor en el público, lo sentía como un ultraje. No formaba parte del plan, y sabía que la expondría al tenerla un segundo fuera del refugio. Tenía demasiados enemigos fuera y dentro de la armada rebelde—. ¿Qué haces aquí? ¡tienes un hijo que cuidar!
—Llegué junto a otro grupo hace unos días… su supremacía me pidió que viniese —se excusó—, dejé al niño en el refugio… no podía dejarte solar.
—¡Orden en la corte! —Mahou combinó palabra y fuerza psíquica lo calló a las masas—. Como juez daré inicio a la sesión al presentar a quienes fungirían como mi apoyo. Mi esposo Zagreo como segundo juez. —El susodicho caminó desde el lateral derecho posicionándose al lado de la mujer de brazos cruzados.
—Mis señores… —En amplia ilusión Risha bajó la cabeza, con las manos apoyada en el suelo.
En los días que estuvo atrapada en el campo de concentración, los Templarios vendieron como se veía un rey y un dios. El primero lo identificó como un hombre anciano tan gordo que los botones del uniforme amenazaban por explotar, con una pesada corona dorada que se le escurría de la cabeza.
Una imagen patatica que meramente causó repugnancia en Risha, y la visión de un dios se encontró a un cadáver famélico empalado del que brotaba sangre a chorros. Llegó a escuchar de esa representación en su infancia, y desde ese tiempo ya provocaba en su sique pesadillas sombrías que no dejaban dormir.
No podía creer que algo tan maligno como un muerto sea objeto de adoración, en comparación a la sagrada madre tierra. Respetaba a los mártires, y recordarlos en la decadencia lo consideraba una bajeza. No podía sentir lastima por esa entidad que acabó condenando a su pueblo.
El día que fue salvada por los brujos al verlos, pensó que se trataba de la imagen de dioses bajados a la tierra. Al madurar comprendió que se trataban de la representación verdadera de reyes, poderosos lideres que dieron la cara por su gente al ir al frente y no escondidos atrás de miles de espadas cuando en su vida había blandido una, indispuestos a sangrar por su pueblo.
Años después conoció la imagen de un verdadero dios al conocer a Frenyr, y forjó un vínculo al ser tomada como la representante entre los elfos. Las horas de meditación se la pasaron conversaron horas en el plano astral, conectados en el alma y se hizo con un amplio abanico de conocimientos que ha estado plasmando en libros con tal de no perderlos. Las palabras que soltaba el titan en el cuerpo que ella creó para él, solo ella podía entenderlas y nunca olvidará lo que alguna vez esa entidad pudo transmitir.
—Los mortales crean monumentos y santuarios para adorarnos a nosotros… alabarme a mí. —Frenyr intentaba comprender la mente de la mujer elfo, se sintetizaba lo suficiente como para poder lograrlo—. Cuando la realidad… es que construyen templos para que yo pueda adorarlos a ustedes. Por darme un cuerpo en este plano, una nueva oportunidad de vivir y cumplir mi propósito… te ayudaré a darles un nuevo lugar donde residir. Les daré libertad… y de ser necesario sangraré en tu nombre, Risha.
Risha no pudo hacer otra cosa que derramar lágrimas, y maldijo el día en el que esos guardianes existieron. Los que vencieron a Frenyr en el pasado al acabar y expulsaron al plano astral, y a los que acabaron con él nuevamente en esta guerra. Lo único que quedaba era pedir por el alma de ese titan que alcanzase a unirse de nuevo a la tierra y al Anfinity junto a las otras entidades.
En un intento desesperado quiso conectarse al plano astral, y buscar esa esencia que se perdió para siempre, en las ramas del basto océano de ese infinito cosmos que conectaba los mundos a lo largo del universo. Una gota de agua que se podía perder en un océano enfurecido, no quedó de otra que aceptar la realidad.
—En el papel de fiscal y verdugo… Nashandra Yastris Xiandrak alias Nyx de las semillas negras. —Mahou presentó a la bruja de cuero negro que apareció por el lateral contrario, contoneando las caderas con una mano en la cintura en un andar recto y arrogante.
—¿Qué? —El alma de Risha cayó a los pies junto a toda la sangren, y por poco perdió la fuerza en el único brazo usado como apoyo—. ¡Se suponía que Thorken ocuparía ese puesto!
—No sé si escuché… ¿me interrumpiste? —Apoyada en los brazos del trono se levantó lo que sacó un quejido en el jurado, envueltos de un creciente temor por la presencia de la sombría reina, la cual alzó la palabra juzgando por debajo a la acolita en interrogantes que cayeron como témpanos de hielo—. ¿Acaso te di permiso de hablar? ¿te atreviste a cuestionar mis decisiones?
—Que la madre tierra me perdoné… y-yo… —Risha bajó la cabeza angustiada—, no quise dudar de usted su supremacía.
—Eso pensé —afirmó devuelta en el trono—, Thorken se le envió a contener a la amante y cuidar de Argos para que yo pudiera estar aquí. Es neutral y de vasta experiencia en juicios en nuestra época como de la corte del monarca Difasteimus en sus días de gloría.
—Y por supuesto… verdugo.
En manos atrás de la cintura Nyx presumió las credenciales, al postrarse justo al lado de la acusada cuya reacción marcó un gesto de hostilidad. La presencia de la bruja enmascara hizo conceptualizar en Risha sobre cómo se vería verdaderamente el diablo.
Arte: bloodymoon
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