EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 49
—¿No lo entiendes? —rujió el alter ego tras chocar látigos de cadenas, creadas por ambos—. ¡Esa perra juega contigo! Sabe de Scarlett y su relación con padre… ¡¡Conoce a madre!! Quisiste saberlo costara lo que costara, por eso me trajiste. Hazte a un lado, no me obligues a ponerte en el suelo.
—¡Esta es mi mente, cabrón! —Retrajo las cadenas, al desplazarse fuera del alcance de los puños del siniestro—. Créeme que voy a disfrutar esto ¡¡Al fin podré deshacerme de ti, copia barata!!
Recíprocamente, Drake desahogaba el dolor interno al luchar con esa figura grotesca. Rodó en el piso entre las piernas de la criatura de garras que se cruzaron en una atrapada fallida. Llegado a la retaguardia juntó ambas manos pegando un masoso al hueco poplíteo, lo que hizo que el reflejo doblara la rodilla, al tenerlo a la merced construyó un taladro en el brazo.
—¡Barata tu armadura! —De un manotazo empujó al guardián de brazos cruzados en plena defensa—. ¡Te enseñaré lo que puedo hacer si tengo un poco de control!
Drake deshizo la herramienta, colocó las manos frenando el caer de cabeza y se irguió devuelta, manifestando un nuevo constructo. Aquella masa de odio y frustración viviente se desencadenó en un bombardeo de atronadores golpes sobre cuatro tentáculos pesados cruzados en defensa del portador, soltando chispas en cada choque. Las piernas del guardián original temblaban, aferrado al piso y en mandíbula apretada se negaba a romper la posición.
Las garras de la aberración se volvieron una masa y un martillo. Una representación de la furia reprimida, salida de la oscura sique de Drake. Los dos contendientes cargaron de frente, el gigante en un giro de onda de las dos armas en ciclón sangriento delante de los chicotazos de tentáculos, causando chispas en el choque del estigma.
Tras el único golpe los dos cambiaron de lugar, dándose la espalda un breve instante y retornando en una nueva carga. El gigante dejó caer la masa impactando el suelo, ya que Drake se impulsó con los tentáculos inferiores y atacó con los superiores en un latigazo desviado por el martillo. Tal hazaña hizo retroceder al guardián, y retrajo los apéndices devuelta al interior de la espalda.
—¡No más juegos! ¡Basta de estupideces! —Rugía en una colisión de onda seguido de un mazazo, ambos cuarteando la tierra al no dar con el objetivo de afilados reflejos al rodar en el piso y levantarse en una carrera continua, a sabiendas de que la velocidad sería su ventaja—. Estoy harto que solo seamos usados como peones, a los que nadie respeta y puedan manipular a su propio antojo. ¡¡Ya basta!! No tienes ni idea de lo poderoso que puedes llegar a ser, solo tienes que aceptar lo que realmente eres y lo usas para cobrar justicia. ¿Qué eso no era lo que querías ser? ¡Un héroe justiciero! ¡Esta venganza es eso! ¡Un acto de la más pura justicia!
—No eres la armadura… —dijo ganando distancia, fulminando a la criatura en una rabia fría—. Eso me queda más que claro.
—Soy la personificación de una venganza incumplida. —Furibundo desató un martillazo sobre el guardián—. La falla de tu propósito de expiar tus pecados.
Drake esquivó la colisión descendente de un salto en retroceso, tras eso corrió hacía adelante saltando sobre el martillo aun pegado en el suelo, y escaló el brazo hasta llegar a encarar al reflejo siniestro que intentó atraparlo con la garra que alguna vez fue la masa.
El guardián escapó del alcance de los dedos, al saltar en el hombro colisionando un puñetazo de guantelete pesado directo al abominable morro, volteándole la cara salpicada de restos de estigma líquido.
Entonces Drake se agarró de uno de los pinchos de la hombrera, usándola de soporte para alzarse en el aire y antes de caer en el suelo disparó de la mano una cadena dentada por ganchos, la cual se enredó y engarfió en el cuello, apretándola fuertemente al punto que la hizo jadear y devolvió la forma original de las manos e intentó arrancarse la atadura inútilmente.
Drake descendió a la retaguardia al sostener el falso acero, y aprovechando la descomunal masa del reflejo, sumando que incrementó el peso de la armadura. Jaló con todas sus fuerzas y lo tumbó de espaldas estrepitosamente, en un impacto que cuarteó la tierra. Un tronido del cuello rompiéndose trajo una sonrisa bajo el yelmo, y por un segundo la paz invadió. Lo había conseguido, se deshizo de una voz que atormentaba en los sueños.
Toda sensación de victoria se esfumó de golpe. En un imposible giro de los acontecimientos, el alma de Drake se escapó del cuerpo por un segundo, cuando el alter ego se levantó tambaleante a punto de caerse por un paso en falso, y se mantuvo erguido con la cabeza guindada de la parte de atrás con la boca abierta de la que escurría hilos sangrantes.
Distorsionadas carcajadas salían desde el fondo de la garganta de esa cosa, y con sus pesadas garras tomó su cabeza acomodándola de nuevo en su lugar en un tronido de huesos, como si nunca hubiese recibido daño alguno. Envuelto en un helado sudor frio, Drake cerró los puños en posición de guardia, no dispuesto a rendirse ante ese reflejo roto de sí mismo.
—No pensaste que podrías eliminarme tan fácilmente ¿oh sí? —Se burló la cosa, y la armadura burbujeó hirviente al deformarse—. Te he mantenido vivo todo este tiempo… el odio y el deseo de venganza que has reprimido ha alimentado tu fuerza de voluntad… ¡¿Así me agradeces?! Nací el día en el que perdimos a padre… tus fracasos solo me fortalecieron y ese deseo oscuro… el estigma manifiesta lo que eres realmente… el salvajismo. De entregarte a esa fuerza… lejos del código, podrías cumplir un cometido con mayor gloria aún más grande que ser un simple guardián.
» ¡Nunca fuiste lo suficientemente bueno para padre! ¡Le fallaste a Connor! ¡¡Perdiste a Naomi!! ¿A cuántos de tus seres queridos deben ver morir, para que aceptes que se debe tomar justicia? ¡¡No puedes escapar de esa encomienda!! ¡Es el deber de un hijo el vengar a su padre asesinado! ¡Un verdadero hombre compensa los errores!
—¡¡Basta!! ¡no tengo nada que agradecer, a un monstruo asqueroso como tú! —Drake olvidaba de que se trataba de un reflejo—. ¡No voy a malgastar mi vida amargándome, buscando una venganza que no me traerá a nadie devuelta!
—Resulta hasta patético tu desagradable esfuerzo por pretender algo que dejaste de ser hace mucho tiempo… negando lo que realmente eres. —Los pinchos se disolvieron en gusanos acuosos, reensamblando el diseño de la masa de esa cosa al hablar de inexistente carne interna, únicamente estigma—. ¿Es la promesa o tienes miedo a enfrentarlos? Volver a fallar miserablemente. Tienes un potencial guardado ¡imagina las glorias que podrías adquirir tras cobrar la venganza! Te convertirías en algo tan legendario como fue padre. Podrías superarlo.
—¡¡Cállate!!
Drake forjó una espada motosierra, atasajando el amasijo de tentáculos impulsado por una rabia y desesperación comparable a esa personificación del odio. Cortó uno tras otro dispersando el rugir de las aspas, al desgarrar esa masa bulbosa que no parecía tener fin, y las carcajadas del demonio resonaban enloquecidas en una burla eterna. Todo ese esfuerzo vino en vano, al recibir un puñetazo en el torso emergido de la amalgama deforme, catapultando lejos al guardián.
—Un monstruo pretendiendo ser humano. —El odio y el miedo se manifestaron en estado puro. Estando en el suelo recuperándose del golpe, Drake miró con horror aquello que lo atemorizaba en sus pesadillas, reflejado en una copia del demonio carnero conocido como Amón hecha de su propia armadura—. ¡Lo que te dio poder y lo que te quitó todo! Irónico ¿no te parece?
El nuevo choque de los guerreros carmesí se vio frenado por la sombra del ángel, sobrevolando por encima de ellos emanando una luz pura en manos extendidas en recibidas bendiciones del firmamento, y contrastando las alas oscuras, mostrándolo como una entidad de una belleza sombría. La mitad superior del rostro de Anisha se inundó en un mar sombrío de ojos teñidos de un blanco brillante, carente de humanidad y una soberbia inmensa.
—No confíes en ella… —Gimió el demonio una última sentencia, a sabiendas de lo que estaba por ocurrir—: no puede estar diciendo toda la verdad
—¡Suficiente por hoy! ¡Ya me quedé sin tiempo!
El mandato de un ser ascendió retumbó en eco, en una voz hermosa como imponente. Anisha batió sus alas levantando una oleada de vertiginoso viento que dispersó el escenario, tal cual estuviese hecho de hojas secas y la negrura consumió todo.
Drake cruzó los brazos delante de la cara, abatido por el gélido aire. Al destaparse se percató que el alter ego y Anisha desaparecieron. Estaba solo dentro de una estrecha cámara sombría que iba a un sendero oscuro, y al posar las manos se percató que las paredes estaban hechas de alas de plumaje azabache, que reaccionaban en espasmos al ser rosadas. Ninguna luz se colaba de entre las hendiduras, pura oscuridad reinaba en las entrañas, atrapado bajo las alas infinitas de algo antiguo de procedencia desconocida e inentendible, y no podía verlo, únicamente un sendero hecho de cientos de emplumadas extremidades negras.
Se encontraba en un cumulo de cientos de esos apéndices, una dimensión que aceleró su corazón y respiración. Al rosar el guantelete sobre uno de los apéndices, este se estremecía en espasmos y contagiaba a todas las demás en un cascabeleo que enfriaba la sangre.
—Drake…
La voz de Anisha resonó de las paredes palpitantes, vuelta un eco fantasmal y carente de humanidad. Unos enormes ojos blancos nebulosos se encendieron al fondo del túnel, lo que congeló al guardián en su lugar, y sus piernas temblaron, por puro instinto desvió la mirada pensando que, si viera esa entidad directamente, aun si se ocultaba en las sombras, perdería la cordura.
—Suficiente… —Arqueó apenas palabra trémula. Cerró los ojos duramente acoplando fuerza de voluntad para no caer en la locura y en la tentación de mirar.
—El ataque de ese ego tuyo… fue inesperado… me desconcentró y nuestra conexión se hizo instable. Correríamos peligro de ser ese el caso. —No hizo caso al a suplica, soltando su propia excusa que el guardián no acababa de entender—. Ya nos estábamos arriesgando demasiado al entrar a los recuerdos de tu padre… pensé que podía manejarlo sin decirte lo que conlleva. Y si en algo tiene razón el alter ego… es que algún día, vas a tener que enfrentarlos.
La luz blanca se tragó todo, y antes que el sueño finalizara, una visión de años pasados llegó a la percepción de Drake.
…
—¿Vez esto, hijo? —Agazapado en el forraje, Clayton estiraba una alargada planta que captó el interés de su hijo, y atrás de ellos iba el capataz llamado Víctor—. Se llama pangola, lo puedes reconocer al ser la única planta con pelillo y nudos. No lo confundas con el carretero.
—¡Lo tengo! —dijo el chico con ánimo—, no se me va a olvidar nunca.
—Si como no… —exclamó fríamente Clayton al levantarse sin prestar mucha atención, y siguió adelante.
—Que feo eres… —murmuró Drake, disgustado por la contestación de su padre.
—Deja de decir pendejadas y vámonos. —Un enojo de crecimiento amenazante asustó a Drake—. Parto mañana, déjame disfrutar este día. Quédate callado y así aprenderás más.
—Pero, papá… —Drake no sabía sus razones por seguir intentando, no podía cambiar el trato de su padre. Cualquier muestra de hostilidad del hijo no iba a ser tolerada, menos después del incidente de la dulcería en el que tuvieron esa precaria discusión.
—Drake… —Llamó en paciencia cortada.
—Nada más quieres que esté en silencio… —Drake apretó la mandíbula y los puños, bajó la cabeza aguantando el coraje a punto de explotar.
—El cielo indica que vendrá una lluvia pronto… —Víctor intervino posando las manos sobre los hombros de Drake, y el señor de tez morena de tercera edad guiñó el ojo en señal de que todo estaría bien, ayudándolo a evitar otra discusión.
Reconfortante, esa palabra describía a la mano derecha de Clayton. De vez en cuando tapaba las torpezas de Drake, con tal de evitar que lo regañara duramente en público. En esos días el dueño de Los potros salvajes estaba irritable, más de lo acostumbrado y seguía en un estado de sobriedad por más de una semana, lo que despertaba alarmas en los trabajadores.
Por lo general si ocurría calamidades en la finca, ya sea muertes prematuras de animales, sequías, epidemias de enfermedades, plagas, y gastos desmedidos, el pistolero acostumbraba a emborracharse todo un día hasta que al siguiente día lo manejaba en amplia sabiduría. Así que nadie lo increpaba por sus problemas de alcoholismo, quizás simplemente le temían.
En una ocasión hubo una serie de robos de ganado, en los campos aledaños a Arnold. Pequeños comerciantes sufrían perdidas garrafales al perder sus animales, uno se suicidó por haber perdido diez toros y dos caballos en menos de dos meses.
La policía no podía hacer nada, aquellos ladrones dejaban el lugar y se tomaban su tiempo para desatar sus golpes, hasta que se metieron con Réquiem, robándole tres becerros pequeños.
No hubo trago de bebida, Clayton cazó a los perpetradores que resultaron ser unos forasteros, ajenos de quien se trataba el dueño de esas tierras, quedándose con el testimonio de que era un hombre rico.
Al principio Clayton iba a caballo acompañado por su hijo y Víctor, solo el niño no llevaba pistola. Tras descubrir la choza de esos bandidos, los cuales llegaron como peones de una finca vecina, ocurrió lo impensable.
—Llévate al niño… —Ordenó Clayton y bajó del caballo. El capataz acató la orden marchándose junto con Drake.
No hubo llamado al alguacil, Clayton los retuvo a la pandilla en su propio escondite, comprobando el por qué nadie se atrevía a desafiarlo en su ciudad. Los hizo confesar usando un hechizo de la verdad, y toda una noche los gritos de los vándalos resonaron en eco por todas esas tierras en medio del campo.
A la mañana siguiente la policía liderada por el alguacil irrumpió, encontrando a los tres hombres desnudos amarrados con cadenas, con una mano mutilada y de sangrado frenado por el beso de un fierro al rojo blanco. Chillaban enloquecidos rogando para que los alejasen de ese hombre, quien les había tallado con cuchillo la palabra «rata» a cada uno de ellos.
—Ya los iba a soltar… —Clayton estaba sentado frente a la chimenea, quemando las coronas que se ganaron los bandidos por la venta ilícita de sus tres animales, mostrando lo poco que le importaba ese dinero, pero la falta de respeto no la toleraba. En una mano una botella de wiski y en la otra el revolver tallado en runas—. Todavía me queda ¿quieren un trago?
De nuevo nadie se atrevió a denunciarlo. Los agentes respetaban y temían del héroe de guerra, considerándolo el verdadero alguacil, aprovechándose de que podía tomar justicia propia por ser un guardián retirado. Corrupto o no, acabó con la serie de robos y devolvió mucho dinero decomisado a los afectados, además de guiar a la policía a los comprobadores que aceptaban el ganado robado.
Verlo sobrio estando en ese estado de fría furia auguraba algo siniestro. El viaje de Clayton tomó meses, dejando encargado a Víctor en lugar de su propio hijo, por no tenerle la suficiente confianza además de los problemas personales que han tenido.
Al sobre llevar ese mal estar a su ya dañada autoestima, en su tiempo libre el niño se paseaba a lomos de su caballo Chocolate por el basto potrero limpio, de verde forraje en los que pastoreaban becerros, que tenían que ir a la presa donde apenas había unos árboles para cubrirse del sol. Observaba a los lados, y al percatarse que nadie lo miraba, sacó el machete de la funda alzándolo cual espada sobre su cabeza.
—¡Yo Munraimund proclamó el final de esta batalla! —Rugía ferviente escapándose unos gallos—. ¡Por Trisary!
Presionó las espuelas al estómago del animal, y agitaba el acero en silbante viento como si estuviese al frente de la batalla de un solo hombre, en medio de un centenar de enemigos invisibles salidos del alto semillero.
Las risas y jubilosos gritos se vieron interrumpidos por el silbido de alarma de la joya en el brazalete, ajustado en la muñeca izquierda. Ese artefacto fue construido por Clayton, como un sensor que vibraría al ser presionado el timbre.
Frenó el corcel jalando las riendas, y presionó la joya mostrando una imagen del portón de la finca, y apoyada en uno de los morillos, estaba una mujer de un vestido blanco y zapatillas negras. Su tez era blanquecina con sensual figura femenina, delgada y llena de curvas. Era de largo, y sedoso cabello azabache, que llegaba hasta la mitad de la espalda, y encima un sombrero ancho que la protegía del sol. Su rostro poseía una belleza impecable, carente de cualquier imperfección salido de un cuadro; sus labios eran gruesos, y rojos, una nariz pequeña y ojos de iris ámbar.
Los ojos de Drake se abrieron de par en par, y un sonrojo coloró sus mejillas. Sin pensarlo dos veces galopó en dirección a la puerta, bajando la colina al estar bastante cerca y en menos de cinco minutos llegó al encuentro con dicha mujer.
—Buenas tardes… ¿puedo ayudarla? —Se sentía como el patrón en ese instante, por lo que, a pesar de los nervios, hizo el esfuerzo para que no se le salieran los gallos, además de pretender verse lo más maduro posible.
—Busco al hechicero señor de esta tierra… ¿se encuentra él aquí? —preguntó en una voz sueve y cálida cual rose de terciopelo.
—No… —suspiró vencido, en el fondo sabía que no engañaba a nadie—, es mi papá… la verdad no creo que venga pronto.
—¿Y tu madre tampoco está?
—No tengo madre… —dijo el chico, con pesar en sus palabras—, nunca la conocí…
—Ya veo… lo siento —musitó la mujer, algo decepcionada. Pero rápidamente recuperó su sonrisa elegante y arrojó una nueva pregunta—: ¿Cómo te llamas, querido? Mi nombre es Scarlett Simphony.
—M-mi nombre es Drake Réquiem. —El joven tragó saliva, claramente nervioso por la presencia de esa mujer; jamás había visto alguien tan hermosa en el pueblo—. Usted no es de por aquí ¿verdad?
—No, acabo de llegar. Recientemente compré un local en Arnold, y voy a prestar mis servicios en la magia —explicó—, al desempacar mis cosas del camión, me avisaron que un veterano ya residía en el lugar. Vine a presentarle mis respetos.
—Mi padre no ejerce la magia como tal, se concentra en la ganadería. —Drake conocía de lo redituable del negocio de la hechicería, por lo que tener a alguien que tomase enserio esa profesión a diferencia de su padre, le robaría un margen de mercado. Dudaba que le importase mucho algo de competencia—. A veces ayuda a la gente vendiéndoles medicamentos o suplementos de engorda… pero nada más.
—Me quita un peso de encima. —La hechicera formó una sonrisa, de la que escapó una cantaría risa—. Soy una dulce jovencita recién graduada de la academia, que busca su lugar en el mundo. Si tienes tiempo… podrías venir a mi negocio, necesito a alguien con experiencia viviendo con un hechicero, para que me dé una mano.
—P-pero yo no tengo el don… —tartamudeó Drake, bajo una pesada aura negativa.
—¿Conoces teoría y el concepto del trabajo duro? —cuestionó posando las manos en el portón de metal oxidado. No iba a aceptar un no por respuesta.
—Supongo que sí.
—Entonces vas a resultarme útil.
Esas palabras llegaron al niño cual fresco aire fresco, pocas veces lo han elogiado. Su padre acostumbraba a llamarlo inútil, una carga para él. Karen tenía poco que había fallecido, ese luto seguía calando en el pecho. La pequeña muestra de afecto, captó el interés venido de la inocencia de un niño.
En los próximos días la mañana se utilizó para trabajar el campo, y las tardes Drake las usó para ir a ver a la hechicera, dejando a los trabajadores con lo que se requiera. Poco podía hacer por ayudar en ese local, al entrar veía artículos de limpieza operando bajo una fuerza invisible.
Por lo que podía hacer era ayudar a la hechicera atrayendo personas a su tienda llamada «La magnifica Scarlett Simphony» Drake pegaba afiches por toda la ciudad, montado en el confiable y gordo Chocolate. Arnold se dividía al límite de una ciudad y un pueblo de un número limitado de habitantes, por lo que todos se conocían, lo que atrajo la intriga hacia la nueva inquilina.
El negocio de la hechicera, el cual también era su casa, poseía un jardín bien arreglado con varias estatuas de mármol de distintas figuras, en su mayoría guerreros en armadura de distintos lugares del mundo, doncellas hermosas, y animales como perros y gatos. Scarlett presumía ser aficionada por la escultura, coleccionando muchas de ellas, con la mayoría en un almacén que ella tenía en una ubicación que no reveló, solo que no era en esa ciudad.
Dentro de la tienda colgado en la en medio de dos muebles con estantes de pociones, adornaba la pintura de una bella dama desnuda de piel caucásica y cabello anaranjado, la cual yacía sentada en la roca, la cual era golpeada por las olas espumosas del océano.
Una serpiente boa constrictor de escamas vedes salpicada de manchas negras, envolvía el cuerpo de la doncella, de tal manera que tapaba los genitales. El reptil se enrollaba desde los pies, escalando en la pierna y el torso, hasta quedar cara a cara frente a la mujer. En ese cruce de miradas, no existía voracidad ni aversión, todo lo contrario, emanaban un cariño fraternal correspondido. La mano zurda acariciaba la barbilla del animal con la lengua de fuera, y en la derecha caraba una larga espada bastarda de brillo platinado.
—Amo ese cuadro… —Scarlett abrazó a Drake por la espalda, al estar ambos observando la mística imagen—. El día que la vi no pude evitar comprarla… puedes interpretarlo de tantas maneras ¿Qué vez tú?
—¿Una chica con una serpiente? —Drake no veía gran ciencia en esa imagen, lo que sacó una carcajada tercia en la dama de blanco.
—Ay, querido… —Scarlett revolvía los cabellos de su pequeño ayudante—, te diré que interpreto. La serpiente es el caos, y la mujer somos nosotros. Existe belleza en este mundo aleatorio y cruel. No existe destinos predeterminados o un gran plan… tampoco que nos limitemos en alcanzar nuestros objetivos. Se puede decir que nosotros aceptamos el caos en nuestras vidas y estamos dispuestos a enfrentarlo con valor.
—Suena algo aterrador… —dijo Drake—, eso diría una…
—¿Bruja? —Se río cantarinamente.
—¡Lo siento! —Bajó la cabeza, apenado—, no quise decir eso.
—Descuida, sabes… para muchos el termino bruja es despectivo… algunos lo consideran peor a que te llamen puta.
—Por el viajero… —Drake se encogía moralmente por esas palabras.
—Llaman brujería y hechicería… antes de edad de los credos… más allá de la primera titanomaquia, ambos términos simplemente eran sinónimos… —Scarlett acarició el cuadro. Recorrió el cuerpo del reptil con el dedo, siguiéndolo hasta llegar a la cabeza—. Brujos y hechiceros… magos. Todos éramos iguales sin ningún freno empujados por nuestra propia pasión y sed de conocimiento. Creamos maravillas y bellezas que levantaron nuestro mundo moderno, de las cenizas de uno más avanzado… en el que no había frenos, ¿quizás por eso llegó a su final? Si supiéramos exactamente los errores que cometieron, los saltaríamos en lugar de considerar a todo lo que no comprendemos a la primera como maligno.
—No lo entiendo… —Drake se rascó la cabeza, dubitativo.
—Tienes la edad para la aventura, pero no la suficiente para el mundo de los adultos, querido. —Scarlett le dio una palmada y lo pasó de largo—. Tengo unas galletas de chocolate en el horno ¿gustas?
—¡Me encantaría!
Scarlett realizaba espectáculos en plena calle, la veían crear pompas de jabón gigantescas que tomaban formas que el espectador quisiese, entre las que se pedían frecuentemente, eran animales caricaturescos y estrellas. Hacía levitar a las personas por breves instantes, además de llamar a perros y gatos, hipnotizados para que se pararan en dos patas y bailasen al ritmo de la música salida de un cubo.
Con el sombrero en las manos, Drake recogía las coronas de los que quisieran cooperar a la hechicera. Hubo policías que pidieron ver su licencia, y ahí se vio como Scarlett mostraba la espalda desnuda donde estaba el tatuaje. Eso ocurrió más de una ocasión, por lo llegó a pensar que nada más pretendían verla a flor de piel.
En su mayoría Scarlett se centraba en curar enfermedades, tanto de la mente como del cuerpo. Los llamaba «deseos a cumplir» llegó incluso a tratar a una persona con trastorno de personalidad múltiple, sellando la personalidad negativa y dejando que la original se impusiera.
—Me has ayudado bastante esta tarde, Drake.
Scarlett observaba como Drake recogía las botellas con medicamentos, devolviéndolos en el bolso y salían de la casa de una anciana con problemas de espaldas, por lo que estuvo confinada a una silla de ruedas. Después del tratamiento, la mujer volvía a caminar y sentía dos décadas de renovación.
—Un poco de dinero extra ayuda bastante… —«Mucho más de lo que mi viejo me paga… y sin gritos o insultos».
—¿Por qué no te vas a tu casa? —preguntó al caminar juntos a la par en las calles adoquinadas, poco transitadas bajo la tenue luz del crepúsculo—. Puedo ir cerrar mi changarro yo sola.
—El deber de un hombre es proteger a las damas… o eso es lo que me dice Rhaizak. —Drake conocía la clara diferencia entre ambos, ni siquiera la igualaba en estatura, lo que no restaba ese sentido del deber en el que lo han formado.
—Que adorable… —Conmovida revolvió los cabellos con la mano, mermando el avance de ambos—. Serás todo un galán cuando des el estirón.
—¡Lo seré! ¡me convertiré en un guardián! —Con Scarlett no tenía por qué callar ese sueño.
—¿No te da miedo? —El semblante alegre cambió a uno curioso.
—¡No! para entonces seré igual o más fuerte que mi viejo. —Drake levantó el puño enseñando la blanca dentadura—. ¡Voy a superar su leyenda y me convertiré en un campeón de la justicia!
—¿De verdad? — Colocando un dedo sobre el labio inferior, su rostro se tornó en una pícara sonrisa—. ¿Ese es tú deseo?
—¡Si!
—¿Te parece si te ayudo un poco? —Se puso al lado de él, y despegó la pluma larga usado como broche en la greca, denotándolo como una varita—. Tengo la filosofía de que, como hechicera, debo cumplir los sueños de la gente. Y como has sido un niño muy bueno… te daré una pequeña bendición ¿te parece?
—¿Cómo funciona? —Ladeó la cabeza, confundido.
—Observa… ponte de rodillas. —Drake obedeció, y la herramienta mágica dio leves golpes en ambos hombros cual espada portada por una reina, nombrando a un caballero—. Con el poder que me declara mi magia… te concedo el deseo de que te convertirás en un poderoso héroe justiciero de brillante armadura, todo horror que se cruce en tu camino caerá en el filo de tu espada.
—¡Tendré la fuerza para protegerte! —Al terminar el nombramiento, Scarlett besó la frente del chico tomándolo de las mejillas. Con manos entrelazadas retomaron el camino de regreso.
—No hay nada que me gustaría más. Serás mi leal caballero. —Durante la distracción del joven, los ojos de aquella bruja deslumbraron en un brillo amarillento, cual reptil.
Una serie de nuevas imágenes recorrieron de golpe. Una llamada por cubo en el que el padre tuvo una discusión con el hijo. Víctor se preocupó de la evasión del deber de su llamado «patroncito» y contactó a Clayton, informándole como Drake se escapaba por las tardes dejándoles bastante trabajo en el mantenimiento de la finca y el cuidado de los animales.
Víctor era un buen hombre, intentó persuadir a Drake de que no se viese tanto con esa mujer, que se enfocara en el trabajo del campo, al ser ese su patrimonio y que debía aprender todo el oficio ahora que terminó la escuela. El niño decía que podía manejarlo, quería aprovechar esa libertad que tenía al no estar Clayton por ahí.
Con todo el corazón albergado, Víctor se decidió en avisar a Clayton para que pudiese hacer entrar en razón a su hijo. En sus años trabajando en la finca reconocía al padre como un excelente patrón, al invitarlos a comer, pagarles sin falta hasta prestarle dinero, y con bonos en épocas festivas. Estimaba a su jefe, y sabía que no era un hombre perfecto.
—No seas duro con él por favor, es solo un niño en una etapa rebelde… pero es un buen muchacho.
Drake escuchó a escondidas esa petición de Víctor muchas veces, por lo que siempre consideró al capataz como alguien noble y empático No dudó que la usó al pasar el informe y no apaciguó la ira de Clayton.
En la llamada el pistolero no se contuvo, soltando improperios que desmeritaban a ese niño, quien, al ser un vivo reflejo del padre, no dudó en contestar como si fuesen iguales en una pelea verbal de final decidido desde el principio.
Nunca podía ganarle en una discusión a Clayton, los dos eran demasiado tercos y cerraron la llama de golpe en pésimos términos. Frutado empujado por una colera irracional, Drake salió derramando lágrimas y se encontró con Víctor quien limpiaba al granero. No hubo palabra alguna el silencio lo marcó todo.
En el semblante compasivo el capataz pedía una disculpa, y como si la historia estuviese condenada a repetirse, el hijo pasó de largo refunfuñando, odiando a todos los que llegaron a mirarlo, menos a una persona.
Al entrar a la tienda, la campana resonó y Scarlett paró de etiquetar unos frascos de pociones curativas, tras ver el estado deprimente de su ayudante. Drake rompió en llanto al abrazar a la mujer, en balbuceos inentendibles.
El local cerró temprano y los dos se pasaron a la parte trasera de la tienda, una pequeña salida cómodamente amueblada calentada por la luz de una antorcha proyectada por magia, y un doble vidriar en el que se veían ilusiones de distintos escenarios. Jardines paradisiacos, cielo estrellado, un azul océano o la caída tenue de copos de hielo en un desierto blanco, todo lo que quisiera Scarlett acompañada de la música de su cubo al sacar un libro de su basta biblioteca y una taza de café.
La cabeza del niño se recostó en las piernas de la hechicera. Las lágrimas dejaron de brotar en Drake, al ser sus cabellos negros acariciados por la mano cálida de Scarlett, y sentir el corazón palpitar de la misma. La conversación se contó a detalle, modificada a levemente para que posicionara al niño como el inocente, y de alguna manera justificando la imprudencia. En lo que quedaba de la colera, un anhelo oscuro se pronunció embriagado de los impulsos:
—Desearía que ese viejo de mierda desapareciera. Lo odio… nunca me ha querido, solo soy una inversión para él. —Maldito el día en que dijo eso.
Al esperar un consuelo donde Scarlett lo regañaría dándole la razón a su padre. Nada, ninguna contestación salió de la hechicera. Drake levantó la mirada, encontrándose el semblante oscurecido de la mujer, tapado por la sombra del sombrero, y un doble leve brillo de alba se difuminaba en las sombras, sin dejar de acariciarle la cara. En un latir de corazón el niño sintió temor de la hechicera que llegó a ver como una figura materna, y su piel dejó de ser cálida, tornándose fría cual sangre de reptil.
—Todo saldrá bien, mi dulce niño. —Cual cambio de mascara la hostilidad se esfumó, remplazada por una reconfortante sonrisa. Scarlett se inclinó hacía el niño para besarle la mejilla y susurró—: cuando tu papá vuelva… yo hablaré con él.
…
Los ojos carmesíes se abrieron en una visión borrosa, que de a poco se aclaraba bajo la fuerte luz de un día soleado que se escapaba de las ventanas del cuarto de hospital. Drake se talló los ojos sentándose en la cama. Punzante dolor se sintió en el hombro sacándole un quejido, y por reflejo posó la mano sintiéndose un bulto suave. Se quitó la playera dejándose un pantalón holgado, y descubrió la gaza que envolvía el brazo.
—¿Estoy de regreso? —Ladeando la cabeza, descubrió en una de las esquinas del cuarto, en una silla a una persona que no esperaría ver en esas condiciones—. ¿Sheila?
Estaba apoyada a la pared, cabeceando con los brazos cruzados, y el escuchar su nombre la trajo devuelta al mundo consciente.
—¿Qué? ¡Ah! —No tardó en restaurar la conciencia—, ¿Qué ha pasado, Réquiem? Escuché que te cortaron la verga.
—¡¿Qué pendejada?! —Por reflejo se revisó y aliviado confirmó que seguía ahí—. Si tanto quieres ver avísame. Y claro… estoy perfectamente bien ¡de puta madre! Gracias por preguntar. ¿Sheila?
Preguntó extrañado al no hallar respuesta inmediata, y se percató del rostro enrojecido de la dragona, cuya afilada mirada, se clavan cuales dagas al abdomen plano.
—¿Qué cosa? —cuestionó.
—Mis ojos están aquí arriba —dijo en una sonrisa pícara; nunca creyó que diría algo así en su vida, por lo que disfruta del momento a cada segundo.
—¡Nada! No es nada impresionante. —Sheila espabiló rápidamente. Se puso de pie y acortó la distancia quedando a un palmo de la cama, con los puños puestos en la cintura, inflando el pecho en un gesto alzado rebosante de complaciente confianza—. No como lo que te quiero mostrar… considérate afortunado.
—¿De qué estás…?
La interrogante de Drake quedó abatida por el chillido de una placa en descenso, y en un parpadeo un par de alas de dragón se desplegaron de la espalda de Sheila, extendiéndolas hasta el límite con tal de ser admiradas. Dejó sin palabras al anonado guardián de quijada colgante.
—¡Increíble! ¿Verdad? —Nunca había visto a Sheila así de emocionada, lucía como otra persona—. ¡Deberías mirarte la cara! Los chicos estuvieron iguales.
—¿Los chicos? ¡Espera! —Drake terminó de espabilar—, ¡¿Qué sucedió?! ¿están bien? ¿Qué pasó con los vampiros?
—Ellos están bien… están en la cafetería desayunando. Han pasado dos días, y nos estuvimos turnando para cuidarte. Nuestro viaje a Planta terror se pospondrá un rato. Los doctores dijeron que cuando te despertaras tendrías el alta, sanas rápido. —Sheila se cruzó de brazos, entrecerrando sus ojos en un semblante calmo al retraer las alas y la placa se cerró—. Por lo que me contaron… los acólitos desaparecieron… y eso fue apenas la superficie.
—Eso es…
Drake se fijó en un periódico adjunto a su cama, en el que se mostraba un periódico de La voz del pueblo. Lo recogió en el que descubrió noticias de un suceso que ha desatado manifestaciones por parte de los ciudadanos, en contra de los Templarios.
—¡Miren nada más! —La puerta se abrió y de ella entró una mujer que Drake desconocía. Si alguna vez creyó que Scarlett era la mujer más que bella que alguna vez conoció, era porque no vio a dama de pelo añil en atuendo gótico; llevaba un par de botas largas, pantalón apretado de cuero, un corset escotado, del que salía una maya de red entrelazaba al cuello en una gargantilla, acoplada al collar de gema azul—. ¡El galán se despertó!
—Disculpa… ¿Quién eres? —Drake se sentó al costado de la cama, rascándose la nuca tratando de asimilar lo sucedido.
—Tú y el cabeza de media no fueron los únicos con una aventura para contar. —Presumió Sheila, ambas se pararon delante del confundido guardián.
—Soy una agente especial del archivo. —Enseñó la insignia con mano en la cintura—, me llamo Vortex Albionix, y antes que lo digas… para ustedes los Einharts, soy una dragona como mi querida hermanita aquí presente. Admítelo, niño rudo… tu equipo se sacó la lotería al tenernos a nosotras dos de aliadas.
—¡Okey, pausa! ¡tiempo fuera! —Fácilmente perdió el ritmo—, esto es demasiado… necesito que me pongan al día paso a paso ¿Qué carajos pasó en el festival de las almas?
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