EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 5
—¿Cómo que Sheila quiere verme? —Drake no creía haber escuchado bien, pensaba que todo el calvario del banco, el hedor a humanidad y los gases contaminantes de las fábricas, afectaron sus sentidos. La sola idea de que Sheila lo requiera de forma voluntaria, era irreal—. Ella me detesta, como tú detestas el mar.
—Eso tendrás que preguntarle tú, hermano. No quiso decirme. —Lance se hizo el desentendido—. Me la topé en el comedor, me miró unos segundos como si buscase a alguien, al principio pensé que quería a bultito.
» Al final resultó que tú eras su objetivo, me dijo más o menos esto: “Dile por favor a Réquiem que traiga su enorme y lindo culo peludo a las barracas mañana a medio día, voy a estar trabajando ahí, necesito pedirle algo de suma importancia de favor… de lo contrario iré yo misma a cazarlo para amarrarlo y lo sodomizaré como si él fuese una puerca en celo” bueno no precisamente con esas palabras, tú me entiendes.
—Exceptuando las partes amables o las que suenan de índole sexual, creo que en la parte de “Cazarlo” y usar mi apellido en vez de mi nombre, caló perfectamente en su personalidad. —Usó la ironía como defensa, pareciese que en su día de descanso sería atravesado por la espada de la ansiedad, peor que en cualquier combate—. Al parecer no tengo otra alternativa.
Una picazón de curiosidad ardía en las carnes de Réquiem, no se imaginaba cual era la razón por la que Sheila lo llamase.
—Perfecto, próxima parada… barracones… pero con un cambio para no toparnos con ninguna otra molestia —propuso Lance con voz juguetona—. Hagámoslo al estilo umbra… como lo hacíamos en los días de la academia, espero que no hayas olvidado la práctica.
—Lo que bien se aprende nunca se olvida —respondió en pura complicidad, podía comprender perfectamente a lo que se refería su amigo, y ambos compartían esa emoción—. De lo contrario el mismo Rolando regresaría a partirme su cetro en mi espalda.
El camino duró más tiempo de lo esperado, al ser tomada la ruta larga con tal de no pasar cerca de los muelles, debido al horror albergado en Lance dirigido a las aguas saladas. Ambos chicos para matar el rato y no seguir topándose con guardias, se pusieron a saltar sobre los edificios, mostrando una gran agilidad física.
Se deslizaron por los tubos, corriendo en los tejados, dejándose abrazar por los frescos vientos del medio día, llevándolos a caer rodando en la siguiente estructura, ponerse de pie de un salto y seguir el esprint.
La diversión se dejó llevar por la hombría competitiva, por lo que se realizó una carrera para ver quien llegaba primero a una calle antes de los barracones. Como era de esperarse, el umbra ganó, al ser mucho más rápido y curtido en este arte que Réquiem.
Al bajar del tejado del último edifico, llegaron a un sendero adoquinado, el cual los llevaba a una zona de puestos mercantiles, enfocados en mariscos y artículos de mar como conchas de animales exóticos.
Un escalofrío de desagrado recorrió el cuerpo de Réquiem, al pasar por estantes en los que exhibían enormes tentáculos del tamaño de anacondas, presumidos como extremidades de kraquens pequeños.
Los monstruos marinos exigían guardianes veteranos, como Rhaizak. Ese tipo de trabajo no era algo que el rojizo le gustaba tomar, prefería las operaciones en tierra. Drake recordaba como entre las anécdotas de su padre, este estuvo trabajando como miembro de seguridad en un navío durante un año.
Clayton adoró ese trabajo al poder degustar todo tipo de platillos de criaturas marinas; como mariscos, camarones, tentáculos de kraken, entre muchos otros. El hijo era todo lo contrario, odiaba la mayoría de comidas de esa índole, al preferir mejor la carne de los animales terrestres.
Clayton contrataba de vez en cuando a una cocinera especializada en la preparación de comida de mar. En cada una de esas ocasiones, el pequeño Drake se escapaba a un restaurante acompañado por unas pocas coronas o se vio obligado a hacerse unos huevos con embutidos, al negarse a comer mariscos, una acción que era presa al principio de los regaños de Clayton, y al poco tiempo pasaron a la indiferencia.
Era muy diferente a su padre en ese aspecto, Drake prefería comer pastas en salsas, verduras, frutas, dulces o carnes. En cuanto Lance si mantenía en tierra firme, podía disfrutar y tolerar el paisaje, hasta podía verse antojado por un coctel de camarones.
Llegaron a un cruce de caminos en el que se toparon un alto muro, resguardado por dos unidades autómatas: golems de dos metros armados con una ametralladora y un escudo. Sus cuerpos estaban recubiertos de corazas pesadas de contextura arcaicas, conectadas por extremidades que parecían conjuntos de gruesos cables y sus cabezas eran yelmo en los que se plasmaban rostros humanos similares a esculturas de mármol; al moverse de las articulaciones expedían espesas nubes de vapor blanco. Algunos cruzados vigilaban desde la cima de torres, armados con rifles francotiradores.
Las paredes eran adornadas por los estándares del fénix, ondeantes por el viento otoñal reflejado en los árboles de hojas naranjas poblando los bordes de las calles, de las que no se permitía el paso de vehículos motorizados a menos que sean motocicletas.
Al lado de la fortaleza se encontraba una edificación magnánima, era la catedral de Griffia: una estructura amarilla resplandeciente de altas torres, frente a sus puertas había un amplio patio donde en el centro se alzaba una prominente estatua, rodeada de personas hincadas en oración rezándole a esa figura divina.
Era de un hombre vestido por una larga capa encapuchada en el que no se vía su rostro, sus manos se encontraban extendidas en oración con la mirada puesta a los cielos, completamente ajeno al dolor de estar a la merced de un cumulo de enredaderas espinosas cernidas como serpientes por todo su cuerpo, sosteniéndolo como si fuese un trono, del cual los hombres han de temer. Y en su mea culpa, como último acto de piedad una larga espada yacía clavada en el pecho, perforando el corazón de lado a lado de aquella entidad.
A los pies de la estatua, había una jardinera llena de flores de distintos colores, en donde las personas podían plantar alguna rosa a modo de tributo al profeta elegido. A los lados se encontraban otras esculturas de seres angelicales de formas humanoides, como si bailasen y cantasen en alrededor de su señor, a la espera de su resurrección, un pronto despertar.
Era la marca de los Templarios, cada estatua estaba tan detallada a un nivel anatómico, mostrándolos como seres a punto de cobrar vida.
El agua chisporroteaba por unos tubos a los pies de los seres de mármol, salpicando a los creyentes. Los adoquines permanecían eternamente húmedos, no se inundaban por unas coladeras estratégicamente posicionadas.
Los dos guardianes detuvieron su avance para ver la fina arquitectura Templaria, específicamente la estatua del viajero, la cual se llevaba toda la atención del público.
—Curioso… ¿no te parece? —Lance arrojó la cuestión repentinamente como un cuchillo arrojadizo—. Lo que las enseñanzas de un mero hombre han podido impactar en el mundo, a largo plazo. Si es que fue realmente un hombre… no es algo que se sepa con exactitud… los más escépticos dicen que de haber existido de verdad, debió ser el mago más poderoso de todos.
El termino mago se daba de forma global para hechiceros y brujos, de una época cuando no había leyes fijas. El rojizo escrutaba atentamente la estatua del viajero, en específico el rostro del que no había nada más que la parte baja de la cara, carente de facciones faciales identificables.
—A estas alturas es difícil diferenciar el mito con la realidad —Drake estaba intrigado—, nunca hubo una descripción definida de su físico… o su verdadero nombre. Según las escrituras, él se daba el nombre que le daban aquellos que lo llegaban a conocer, no le importaba tener una etiqueta definida… era un ser muy extraño.
“Era el Dios de mi padre y quizás de la madre que nunca conocí” pudo salir de los labios de Réquiem. Después de todo lo vivido tras los acontecimientos en Arnold, no era alguien precisamente creyente, se mantenía neutral por su oficio como guardián.
Curiosamente, cuando estaba en problemas, por mero impulso llamaba a todas las entidades que conociese de forma mental, tratando de que alguna le tuviera piedad, una costumbre que para ojos de muchos sería hipócrita y desmerecedora de toda salvación.
En su mar de pensamiento, a veces Drake cree que, si existiese una deidad que no le daría la espalda, podría ser el viajero, por la forma descrita de su personalidad, al ayudar a todo individuo necesitado, de cualquier raza. El viajero unió los pueblos en contra de las hordas abismales, tras esa crisis, las luchas de poder volvieron a teñir de sangre las tierras civilizadas.
—¿Igual que el hombre del traje? —la cuestión arrojada por Lance caló como una hoja afilada en la espalda de Drake.
—¡Ni se te ocurra decir eso en voz alta! —Réquiem no pudo evitar propinar una palmada en la nuca de su amigo. Se fijó a los lados asegurándose de que nadie les preste atención, al estar ya en una zona de militares, no era raro ver a alguien como Lance, y blasfemar en tierras teocráticas, era igual a una ejecución—. ¿quieres que nos cuelguen?
—¡Auch! Tranquilo, no es exactamente lo mismo. —Lance se sobó la nuca y procedió—. Al pasar el tiempo las leyendas se entremezclan para completarse y llegamos al punto en el que no sabemos cuál es cual. Quiero decir, muchos dicen que pudo ser un elfo, otros que una bestia, un hechicero… hasta las Axcelias… las mujeres guerreras de la isla Everlys han pensado que pudo ser una mujer y no un hombre.
» Pero la teoría más aceptada es que pudo ser el último celestial en nuestro mundo, uno capaz de realizar cualquier milagro, ninguna de sus ecuaciones requería geas limitantes… era como si… como si fuese la magia encarnada y la moldeara a su gusto. Por eso lo pusieron como el hijo o elegido del omnipotente.
Lance era conocido por ser un “sabelotodo” no al nivel de María, era conocido como alguien culto debido a sus estudios en la magia, en el que entraba el terreno de la mitología y las leyendas de seres místico.
Drake se ha llegado a preguntar que tanto estaba Lance de pasar de ser un esper a convertirse en un verdadero hechicero ¿solamente una licencia? Quizás una mejor pregunta era si ser un guardián lo separaba de convertirse en un brujo.
—He escuchado algunas cosas, y ambos sabemos que las leyendas nunca son del todo ciertas. Supongo que esa es la magia de todo esto, el no estar seguro completamente de algo, le da cierta aura de misticismo, lo que conlleva la divinidad. Lo que no entendemos, solemos llamarlo como algo “divino”. —Drake igualmente se defendía y se fijó en las estatuas de seres angelicales—. Pero no se decía que tuviese alas emplumadas como han idealizado a esos seres. Si es que realmente lo era, no parecía tomar esa forma.
—Venga, hermano… —Lance puso su mano por encima del hombro de su amigo, recargándose en él en una señal de camaradería y confianza—. ¿tú crees que seres así serían pajarracos? Para estas alturas, si dijéramos que todo lo que tenga plumas y alas es un celestial, el pollo que nos comimos la semana pasada debimos rezarle o pedirle que nos otorgue conocimiento, en lugar de volverlo un rico caldito. Las creaciones de los Templarios terminaron por matar esa visión idealizada.
—No soy ningún idiota, claro que comprendo lo que quieres decir, cabeza de media. —Réquiem alzó la ceja, mostrando algo de incordio por la retórica de Lance—. Es solo una representación dada por los Templarios, no se sabe exactamente como eran y los mutantes creados por ellos son su deseo de volverlo…
Drake cortó de cuajo su contestación, al llegar a su mente la visión de la doncella cuervo llamada Anisha. Tuvo la teoría de que fuese algo similar a un abismal, una bruja o algo de esa índole. Llegó a imaginar en que podría ser un celestial, una afirmación capaz de desconcertarlo.
—En fin, es mejor que sigamos… —dio una leve palmada a Drake, invitándolo a seguirlo a los barracones—. No vaya a ser que la dragona si te quiera amarrar como puerco.
No tomándole importancia a la broma, tras un respiro profundo, Drake asintió y antes de continuar el paso dio una última mirada a las estatuas de los seres alados, de nuevo la imagen de Anisha vino a su mente. Todavía no ha podido contactar con María, y preguntarle sobre los oráculos, necesitaba respuestas. De algo estaba seguro, no podía confiar del todo en un ser de apariencia demasiado bondadosa, no de nuevo.
En las puertas, los cruzados encargados del monitoreo de los enormes bípedos mecánicos, se ocuparon de recibir al par de guardianes. Una checada a los medallones, las puertas se abrieron de par en par movidas por pesadas cadenas jaladas por poleas
Pisaron un campo arenoso en el que se veían barracas ordenadas en filas, como si fuese un pequeño pueblo amurallado dentro de la ciudad, con vista al mar, al estar muy cerca del muelle. En medio había una construcción de tres pisos como corazón de los cuarteles.
En un área no muy lejos de la entrada grupos de soldados se reunían, en un sonoro ajetreo. Tal suceso llamó rápidamente la atención de los dos guardianes, quienes Drake era el único que parecía ajeno a tal evento.
—¿Qué está pasando en la arena? —El guardián conocía ese foso como un lugar en donde los hechiceros, mandaban a confrontar entre si a las quimeras recién creadas o contra monstruos capturados.
—¿Recuerdas cuando te dije que Sheila estaba trabajando? —respondió con otra pregunta, bajo su mascara se veía con una sonrisa de oreja a oreja—. Digamos que la princesa y yo llegamos a un pequeño acuerdo de negocios. A ambos nos gusta mucho el dinero y por sobre todo ganarlo de forma emocionante.
La orquesta de gritos subió de intensidad al salir dispara del aire un objeto ensombrecido por la distancia, dejando atrás una lluvia de grumos sanguinolentos. Finalmente, el objeto cayó como proyectil de catapulta a pocos metros de distancia de los guardianes. Era la cabeza de una gárgola, de la que colgaba todavía parte de su columna vertebral.
Drake y Lance traspasaron el océano de acelerados cruzados, gritando ovaciones pidiendo por un poco más de esa violencia, capaz de encender la adrenalina en sus venas.
Era un campo de cuatro filas de gradas hechas de piedra, rodeando un poso circulas de diez metros de profundidad, de paredes de piedra con algunas puertas de hierro. En el fondo era un campo de arena de amplio diámetro, teñido por alfombras de carne quemada y destrozada de monstruosidades de distintos tipos, en un collage insano, una oda a la violencia descarnada imponiendo el poder de la especie dominante.
Pedazos de extremidades yacían consumidos por fogatas humeantes. El poso era una olla caliente, y en el interior del caldo, un ser caminaba tambaleante en búsqueda de una salida ya sea de la arena o de este mundo.
La criatura medía casi cuatro metros de altura, con una forma parcialmente humanoide de complexión corpulenta hasta llegara lo grotesco, un hibrido entre toro y hombre. La bestia estaba cubierta de quemaduras, y marcas de golpes emanantes de negras marejadas sangrientas.
Ahogadas sus fuerzas, el minotauro dio un último paso y alzó el morro lacerado al cielo. De su nariz y boca caía sangre, tal cual sus ojos derramaban lágrimas. Un mugido sonoro explotó de su garganta, medio hombre, medio bovino. Exhalado el último aliento, cayó de cara contra el suelo de forma contundente.
Comparado a la caída de un telón, se dejó ver a la asesina: Sheila Aldiban. Estaba bañada en sangre acompañado por pedazos de carne pegadas a su piel de color rosa. En su traje se divisaban girones como rastros de batalla, su cabello alborotado se derramaba sobre la fuerte espalda.
La guardiana jadeaba pausadamente, vapores blancos emanaban su piel en proceso de regeneración. Confirmando la derrota de su oponente, dobló las rodillas y se elevó varios metros en el aire dando una voltereta contemplada por los espectadores asombrados, quienes liberaron un grito escandalizado al ver como la joven descendía en picada encima del minotauro.
En la colisión de las botas sobre la espalda, se emitió un fuerte crujido de huesos, capaz de helar la sangre de los guerreros, las extremidades se alzaron por medio segundo y un gemido agonizante se escapó del hocico del monstruo, expulsando un relámpago rojo del morro.
Las manos de Sheila incrementaron levemente de tamaño, convertidas en garras y engarfió las largas uñas sobre el cuello, ocasionando surcos en la piel, amacizando el agarre. Tiró, y tiró, enardecida por la sinfonía de gritos del público, alentándola a realizar tal macabro acto.
El material óseo de los huesos crujió al romperse, la carne se desagarró, y finalmente, en una explosión sangrienta, salpicando tanto a la guardiana como la arena, la cabeza de la bestia fue arrancada aun con un pedazo de la columna ensangrentada colgada todavía meciéndose debido a la fuerza ejercida.
Sheila alzó su profano trofeo al público, expulsando de su garganta un rugido de guerra, el cual fue respondido por aplausos de cada uno de los cruzados. Regocijada en su victoria cerró los ojos y se dejó envolver por las ovaciones del público.
—¡Hija del fuego! ¡¡Hija del fuego!! —Era como la llamaban, tal apodo fue promocionando por Lance, en el inicio de este pequeño juego por petición de Sheila.
Una expresión de orgullo se deslumbró en la faz de la dragona, inflando su pecho al cielo, golpeado por su corazón acelerado, comparado al de una tímida novia en su noche de bodas. Dio muerte a incontables monstruos, uno tras otro en la arena, los quemó usando el poder nato del fuego; una extensión de si misma. Los partió en pedazos con sus propias manos, y las cargas en su espalda se liberaban.
La batalla era su hogar, donde su leyenda se sembraba. Sheila avizoraba el firmamento despejado, iluminada por los rayos del orbe rey. Podía sentir como poco a poco se acercaba a su sueño de volverse una heroína de leyendas. Era reconocida como una guerrera imponente.
—¡Esa descarriada medio demonio sí que es fuerte, el fuego oscuro sí que verá en una masacre con ella de nuestro lado!
—Como era de esperarse de un demonio, toda una máquina de matar.
Los ojos amarillos de la joven se abrieron de golpe, toda esa felicidad se esfumó, remplazado por un ferviente enojo, el cual ardía en sus carnes debido a tales comentarios; un daño directo a su ego. “Demonio” “media sangre” “alterada” eran etiquetas de índole repulsivo para la guardiana, quería gritar que se callaran, no toleraría tales insultos, ella se denominaba como un dragón, eso era ella e iba demostrarlo.
Cuando estaba por exclamar a todo pulmón que no era un demonio, y si pensaban lo contrario bajaran a decírselo en su cara, no obstante, frenó en seco. Lo único que hizo, fue mirar de forma desafiante a los soldados que osaron ofenderla, y los risueños rostros de diversión se volvió un helado miedo.
Tal reacción fue respondida por una expresión desafiante por parte de Sheila, satisfecha por una nueva victoria. Por esta vez, la joven los dejaría ir, si hubiese respondido posiblemente todo el trabajo realizado en la arena quedaría en nada.
—Increíble… —soltó Drake, al contemplar el final de la batalla—, ¿Cómo…?
El carmesí se volvió a su amigo, encontrando contando una bolsa llena de coronas, otorgadas por un cruzado.
—Increíble son las ganancias que, de la dragoncita, creo que me está cayendo bien… —No quitó el ojo de las monedas doradas—, buen trabajo, Philip. Ten tu propia.
Del dedo pulgar disparó una pesada corona dorada de un valor de cincuenta moneadas, y fue atrapada por la mano del soldado.
—Es un gusto trabajar con usted, le debo la vida… —contestó Philip de buen agrado.
El cruzado era un joven de aspecto andrógino, facciones muy finas de cabello dorado y ojos azules, en tez pálida. De no ser por su voz o su aspecto atlético, fácilmente sería confundido por una chica.
—¡Oigan! —Llamó Drake en voz alta—, creo que me estoy perdiendo de algo, pueden decirme de una jodida vez ¿Qué está pasando aquí? ¿Desde cuándo quieren a Sheila los cruzados? ¿y cuando te hiciste amigo de un Templario?
—¿Qué pasa, rojo? —Lance no pudo evitar la oportunidad de molestar—. ¿Acaso estas celoso?
—No jodas conmigo, cabeza de media —dijo en tono de paciencia cercana al límite.
—Permítame explicar mi parte. Me llamo Philip Duran —Se presentó Philip, saludando de mano al guardián carmesí—. Durante la batalla del Tridente, justamente en la huida del colosal, Lance salvó mi vida de unos cambia pieles. Me lo encontré y ofrecí mi buena voluntad, necesitaba alguien para ayudar a Sheila con el dinero, mientras él se encargaba de buscarte.
—Eso tiene sentido —carburó Drake y se volvió hacia Lance—, lo que no explica del todo lo de como convenciste a Sheila para este negocio.
—Simple… a ella le gusta el dinero y a mí también, se cómo manejarlo… por lo que una espalda rasca la otra —Lance dejó ir una carcajada con esa explicación.
La conversación se cortó al ser avizorados por la dragona, de ojos amarillentos ardientes cual fuego clavados en Drake, quien tragó saliva y fue recorrido por un escalofrío, erizando cada bello de cuerpo, consumido por un mal presentimiento.
Aquella sensación desagradable se agravó, cuando Sheila esbozó una sonrisa ladina, y se encaminó apresuradamente al encuentro frente a sus compañeros guardianes.
«No jodas que va a pedirme pelear con ella en la arena», Drake llegó a esa conclusión por los roses que ha tenido con la dragona. Conocía lo competitiva y lo vengativa que podía llegara ser, no le sorprendería si era retado por ella.
Sin tiempo para salir de la multitud, Sheila subió a las gradas y se colocó frente a sus compañeros de los Einharts. Antes de que Drake pudiera replicar, fue tomado de la muñeca por la pelirroja, sacándolo arrastras de las gradas llevándolo a terreno abierto y toda replica cayó en saco roto. Sheila ni se inmutaba y tampoco se volteaba a verlo, lo único que parecía importarle era llevarlo a un lujar lejos de la arena.
—¡Mierda, Sheila! ¿Qué te pasa? —Protestar era en vano, y al alejarse lo suficiente fue liberado. Ambos se pusieron el uno frente al otro—. Al menos invítame a tomar algo primero.
Bromeó nerviosamente, con tal de no lucir asustado, siendo todo lo contrario. Sheila puso sus puños a los lados de su cintura, en un rostro fruncido. Olía espantoso, era la definición de muerte por toda esa sangre y carne cruda sobre su cuerpo. Réquiem era resistente al hedor, debido a su tiempo en el campo, por lo que podía aguantar.
—Tú y yo no vemos en una hora y media en el comedor. Más te vale no escapar, te he esperado por horas. —Ordenó inclemente mirando directamente a la cara de Drake, no iba aceptar ninguna negativa—. Te conviene lo que te voy a ofrecer, no lo haré una segunda ocasión, pero primero tengo que darme una ducha, odio estar cubierta de viseras por demasiado tiempo.
Ante de que pudiera decir cualquier cosa, Sheila se marchó, dejando aún más confundido a Drake. En una de las torres cercanas a la arena, el comandante Dante observaba el desarrollo de los eventos.
Minutos después, Drake y Lance se reunieron en el comedor, sentados en una mesa el uno frente al otro. La hora de los alimentos ya pasó, por lo que el lugar estaba vacío, exceptuando los encargados.
El rojizo bebía un vaso con agua, y el asesino oscuro tomaba de un tarro de cerveza, este último pidió la comida para su compañera, quien todavía no llegaba a la reunión. El título de guardián como del silencio de su contrato, les daba algunos privilegios sobre los cruzados normales.
—La cosa fue así… estaban unos hechiceros cruzados discutiendo, uno decía que su quimera de gwiberno de tres cabezas era mejor que el lobo gigante acorzado escupe hielo del otro. —Lance narraba su experiencia de forma resumida—. Esos dos magos tenían el ego muy grande por haber creado bestias, las vi hermano, lo juro, odiaría tener que enfrentarme en un contrato con semejantes abortos salidos de tubos de ensayos.
—Puedo contar con los dedos de una mano los hechiceros que no son unos arrogantes bastardos —dijo dando un trago a su vaso—, ¿Cuánto tiempo tardaron para que se retaran en un duelo? Le hubiese apostado al lagarto.
—Quizás también yo, bueno al principio me quedé porque Tonatiuh quiso ayudar a la cocina. —continuó—, por cierto, alguien debería decirle que no debería cocinar sin camisa, eso sí, todo le queda delicioso, mis respetos.
—Le pregunté acerca de eso en los entrenamientos, me dijo que era algo que María le pedía —Drake soltó una carcajada picara—, y desde entonces se le hizo costumbre.
—¿Quién lo diría? esa enana de santa nada más tiene la apariencia, —continuó Lance en un hablar morboso—. El moreno me contó que por lo general se ponía nada más un delantal cuando ellos están solos, y se acostumbró tanto, que dice olvidar todo a menos que se quite por lo menos la camisa.
—¡Bueno no nos desviemos! Estabas con el morenito exhibicionista, y la lagartija dinamita ¿no? ¿luego que pasó?
—A eso iba, Sheila se sentó conmigo, no se reía de ninguno de mis chistes ¿puedes creerlo? Era como estar con una pared roja que no seas tú. Al final me rendí, comimos en silencio, me quería unir al desorden de esos magos, no iba a quedarme atrás si se iban a poner a apostar en las arenas. —Lance dio un trago a su cerveza, aclarando su garganta—. Lo que empezó todo y sentenció la muerte de las mascotas de ese par de imbéciles, fue que el dueño del gwiberno siamés presumió que su monstruo podría compararse a un dragón.
—¡Carajo! —puso una expresión de dolor, de imaginar la situación—, ¿Qué tan feo se puso?
—Horrible, Tonatiuh tuvo que sostenerla. Para evitar que nos pusieran una falta, propuse un combate en la arena y pusimos las apuestas. —dijo Lance—. Sheila contra las bestias, todos apostamos. La mayoría de los cruzados les iban a los monstruos, triplicaban el tamaño de nuestra chica.
—Por las alfombras de carne que vimos no les fue muy bien a esos magos —se burló Drake—. Me hubiese gustado ver la cara de esos imbéciles, nada como ver a unos bastardos petulantes tragándose sus palabras.
—Ni que lo digas, estuvieron rebuznando como mulas flacas y jodidas, me quedé con todo su dinero. —pronunció cantarinamente, satisfecho por sus maquinaciones—. Otros magos probaron sus monstruos, Sheila aceptó que me encargara de las apuestas si le daba la mayor parte de las ganancias y te fuera a buscar al día siguiente.
—No me digas que estuvieron así toda la noche sin parar.
—No digas idioteces, las peleas estuvieron hasta la madrugada. Sheila se fue a dormir, luego se pusieron a enfrentar a sus familiares, golems y homúnculos. —Lance se veía aburrido de contar esa parte—. Perdí algo de dinero en esa parte, me saqué como poco más de veinte mil coronas doradas. Cuando me fui en la mañana no había nada, no esperaba que Sheila retomara las peleas otra vez tan pronto. Supongo que se aburrió de esperar y tenía flojera de buscarte.
—Menos mal, no me imagino que hubiese dicho de haberme encontrado en el Dulce durazno
—No habría visto nada impresionante —Se vieron directamente a los ojos por unos segundos en un corto silencio.
—Vete al carajo… —murmuró con desdén.
El sonido de una puerta llamó la atención de los guardianes, era Sheila. La joven estaba completamente limpia, vestía con una camisa blanca holgada de manga corta, un pantalón gris atado por un cinturón café a juego de unas botas y unas muñequeras. Se había recogido el cabello rojo en una bola, ajustada por un pasador.
Aldiban apenas saludó con su mano. En su rostro albergaba una faz estoica y se sentó en medio de los dos guardianes. Uno de los meseros trajo a la mesa un plato con varios cortes gruesos de carne, apilados el uno sobre el otro, acompañados por una jarra de agua helada con hielos.
Sheila agradeció con un gesto de cabeza, y se puso a comer como si hubiese pasado días sin probar bocado. Drake trataba de no mirarla directamente, con tal de no molestarla, no podía evitar sorprenderse por la cantidad de comida que podía engullir la guardiana.
Es de conocimiento común que los sobre humanos tenían un metabolismo acelerado, por lo que engullían más alimento de lo normal. Esa regla iba al extremo si se colocaba a Sheila. Esa era una de las razones por la que sacaron a los guardianes del frente, colocándolos cerca de la ciudad en misiones de exterminio de monstruos.
Los Templarios no podrían administrar las provisiones sin caer en un descontrol, encaminado a un desastre en recursos. Terminada la comida y quizás también la cena, Sheila se limpió la cara con unas servilletas, se tapó la boca amortiguando unos eructos. No quedó nada en el plato y tampoco en la jarra.
—Bueno… ¿Para qué me necesitabas? —Drake pedía en sus adentros que no fuese un combate.
—Si, claro. —Se terminó de limpiar la boca y se relamió los dientes—. ¿Pensaste en el diseño que ibas a pedir?
—¡Ah, espera! ¿María te mandó para eso? —Se sintió aliviado—, todavía sigo pensando en eso. Me es difícil pensar en algo que mi armadura no pueda crear o algo que me cueste el culo darle mantenimiento. Dile por favor que no me presione, todavía sigo…
—Perfecto, eso quería escuchar. —Sheila lo interrumpió, y entonces sacó de su bolsillo una bolsa de coronas doradas, y de la misma puso algunas monedas de un valor de mil frente a Drake—. Ochomil coronas doradas… es lo que te ofrezco por tu parte del lote del Tridente.
—Oye, oye… espera, baja la voz. —Drake se fijó de que nadie los estuviese escuchando. Lance dio una señal con la mano de que todo estaba en orden—. ¿Por qué quieres mi parte?
—Para mí diseño necesito material, le compré su parte a Alice y todavía me hace falta —Sheila respiró hondo, estaba haciendo un esfuerzo en ser condescendiente—. Eres el único que no se ha decidido y dudo que lo hagas. María y Tonatiuh salieron de la ciudad por unos contratos, dejaron a Brock con la forja lista por lo que necesito tu confirmación para que pueda proceder.
«¡Carajo! ¡Justo cuando necesitaba hablar con María! Alice se va ir pronto… nuestro equipo se está reduciendo a menos de la mitad», Drake contaba a Valkiria como otro miembro de los Einharts
—Me parece una buena oferta y te quitas todo ese peso… —sugirió Lance. Drake se quedó viendo las monedas y lo meditó por un corto periodo de tiempo.
—Quiero quince mil coronas… —Y atajó sin piedad. La sangre de comerciante se dejó entrever.
«Es tiempo de un poco de venganza, dragoncita», En sus adentros se reía a carcajadas. No ha tenido la mejor relación con Sheila, y sobre todo no ha podido desquitarse de todos los malos ratos que ha pasado con esa mujer, por lo que no va a desaprovechar la oportunidad.
—¿Me viste cara de tener los sesos aguados, animal? —Sheila se paró de la mesa, indignada. Se detuvo un breve instante para respirar profundamente y mantener la cabeza fría, estaba de buen humor por sus victorias en la arena, no iba a dejar que Réquiem lo arruinase—. Te doy ochomil quinientos.
Ella necesitaba el material para su producto, por lo que se veía obligada aguantar al guardián, al ser el único que no tenía definido en como emplear su parte del lote.
—¡Doce mil coronas y prometes dejar de joderme! —Regateó, lucia emocionado—, es una buena ganga.
—¿Quién te crees? —Sheila soltó una carcajada, era la primera vez que Drake la escuchó reír y eso le hizo esbozar una sonrisa ladina—. No derramé mi sangre en esa arena ni el Tridente como para ser estafada.
—En especial en el Tridente, hiciste temblar a Frenyr estando tirada en el suelo. —Drake no era mejor que Sheila, igualmente le gustaba hacerla enfadar—. Tampoco me gustó jugar al caballito con Alpiel, estoy seguro que esas palizas valen algo. Considerando como te salvé de Frenyr esa vez, se podría decir que, con un porcentaje de coronas, estaríamos a mano.
—¡Hey, quedamos de no hablar de eso!
—Cierra el pico, tarado. No me hagas hacer que te lo cierre —advirtió. Sus puños se cerraron, no soportaba la osadía de Réquiem. Quería mandarlo al diablo, y de hacerlo no tendría los recursos para su proyecto. Esta vez no tenía otra alternativa más que colaborar, por lo que se aguantaría, sin embargo, no dejaría que dañe su ego—. Lo debilité para que lo mataras y ese no es el caso. Poner que dejaré de joderte no está en discusión… nueve mil coronas doradas y pierdo dinero.
—Es muy poquito…—Hizo un sonido con la lengua, como si fuese el seseo de una serpiente—. ¿Eso vale lo que pasamos en el Tridente? Quizás a ti no te hace falta, pero necesito el dinero para comprarle unas medicinas a mi abuelita.
—¡No tienes abuelita!
—¿Tú como sabes? ¿me estas acosando?
—¡Tomate esto enserio!
—Vale, quizás lo use para alimento… la seca está brutal en Trisary.
—¿Puedo sugerir algo? —Lance ya se estaba preocupando por el rumbo de ese trato.
—¡No! —vociferaron Sheila y Drake a la vez, para luego volver al regateo.
—¡Que sean diez mil!
Contra ofertó y se alzó de la silla, poniéndose delante de su adversaria. El dinero le vendría de perlas, y molestar un poco a Sheila era un bono. Estaba comenzando a comprender la fascinación de Alice por hacerle bromas.
—Nueve mil quinientos y quizás no te patee el culo aquí mismo.
Estaban muy cerca de la cuerda floja. Hubo un silencio de un par de segundos, mirándose directamente a los ojos como si jugasen a ver quién parpadea primero.
—Hecho… —Drake por fin cedió.
—Al fin aflojaste… —Puso la cantidad correspondiente.
Drake tomó la moneda, la lanzó en el aire y la observó detenidamente, satisfecho por su venganza. La corona tenía el rostro del perfil de un rey, y al otro lado la espada sagrada, donde una pequeña leyenda relataba el número de su valor. La cara de ese hombre era la de Arthur Rhodantis, como una representación de todos los gobernantes Templarios.
—Soy un hombre de palabra… tendrás tu material —Ofreció su mano en señal de un trato.
—Eso espero —Mal humorada correspondió.
Se le salió entre leves risas, quería molestarla un poco más, ignorante que, cerrado el trato, Sheila no tenía que seguir pretendiendo nada.
—Sabes… probablemente pude aceptar por nada más nueve mil… —Un quejido cortó su comentario burlón. Como una muestra de retribución, la guardiana subió la presión del agarre.
—¿Dijiste algo? —Desafió Sheila.
—¡Hija de tu…! —Drake tragó saliva, conteniendo un nuevo gemido. Apretó los dientes y sus ojos se tornaron verdes. El guantelete se formó en su mano y el amistoso apretón de manos se convirtió rápidamente en un duelo de vencidas.
—¿Qué pasa, chico duro? ¿necesitas tu armadura? —Lo retó burlona y su mano se calentaba aferrada en el guantelete—. ¿Le temes a un poco de calor? Eso que no la he convertido en garra.
—¡Ja, buen intento, nena! ¿y entonces tú necesitas el fuego para hacerme sudar? Mi armadura es resistente a los elementos. —Drake no se iba a dejar vencer—. A ver si me sigues el paso, “princesa”.
—Al que comenzarán a llamar princesa, será a ti una vez que acabe contigo, imbécil —Tenía el ceño fruncido—. Voy a ponerte de rodillas y me comenzarás a llamarme reina dragón.
—Claro… el valiente caballero de brillante armadura contra un dragón —Siguió el juego, seguía en duda si Sheila era o no lo que decía ser.
—Cuando tenga la oportunidad me transformaré y ahí pedirás clemencia.
Continuaba haciendo presión, ninguno se dejaba caer, se mantenían en el mismo puesto, aunque poco a poco Drake era el que comenzaba a tambalear, apenas podía mantenerse contra ella y posiblemente a la larga perdería.
—¡Eso sí que quiero verlo, será divertido! Siempre quise montar un…
—¡Podrían parar de una buena vez, por amor al viajero! —Fastidiado Lance se puso en medio separándolos—. No hay nadie con quien pueda apostar aquí, así que podrían cerrar de una vez su trato para que podamos hacer otra cosa antes de que comiencen a matarse o besarse. Enserio, para estas alturas cualquiera de las dos alternativas es válida y no puedo predecir cual será.
Ese comentario hizo que ambos se distanciaran, desviando la mirada para no verse las caras, comparable a un par de niños regañados.
—Ehm… ¿interrumpo algo? —Philip golpeó un par de veces la pared con el puño, tal cual una puerta—. Vengo por parte del comandante… quiere verlos en su oficina una vez que Sheila acabase su comida.
Las malas noticias no parecían detenerse para ninguno de los Einharts. Más tarde, los tres se reunieron frente al escritorio del comandante, eran como si fuesen unos estudiantes mandados a la oficina del director, por alguna travesura que se salió de control.
Los ropajes de Dante eran el uniforme militar estándar del ejercito Templario: un largo abrigo color negro con detalles blancos ajustado por un cinturón, un par de botas grises y unos guantes blancos con un cuello alto. En su brazo derecho portaba un brazalete con el fénix dorado. En su espalda llevaba el símbolo de la espada sagrada pintado de rojo. En la parte de su corazón llevaba una medalla dorada, una es el símbolo de un fénix de cuatro alas, simbolizando su rango de comandante. En el botón superior izquierdo, se conectaba por medio una cadenilla dorada hacia el botón de la hombrera de tela del lado derecho.
—Oiga si es por el juego de las apuestas, fue mi idea… no tiene que castigarlos a ellos, tomo la responsabilidad absoluta. —Lance se puso la soga al cuello por sus compañeros. Drake pudo resentir la situación con un aire de familiaridad.
—No es por eso, no están aquí por un regaño o una sanción. —El comentario quitó un peso de encima en cada uno de los guardianes, y agregó una mayor curiosidad a la razón de su llamada—. Creo que ese juego subió la moral y mantuvo la mente de nuestros soldados ocupados, por lo que dejaré pasar ese inconveniente… siempre y cuando no lo repitan de nuevo aquí.
—De ser así… ¿Se puede saber la razón por la que nos llamó? —Drake quería ir directo al grano y acabar lo más pronto posible.
—Díganme, guardianes… ¿supieron lo sucedió en Valle crepúsculo?
Se quedaron en silencio, mirándose las caras, cada uno buscando una respuesta concreta a esa pregunta y nadie sabía nada.
—Me temo que no, señor…. —Drake habló con algo de timidez mezclada con nerviosismo—. La voz del pueblo no ha dicho nada.
—Exactamente… —suspiró agotado, masajeándose las sienes—. Nadie se puede enterar de lo sucedido, la incursión fue una masacre para nuestro bando, perdimos a una enorme cantidad de soldados y varias fragatas se perdieron.
» Las tropas eran dirigidas por los dos Nephilims, por lo que esa derrota no debe ser publica, causaría una caída en picada de la moral de nuestra gente el saber que nuestros nuevos celestiales no pudieron manejar la situación.
—¿Y qué pasará con las familias de los que murieron? —Lance no estaba sorprendido por el encubrimiento, nadie lo estaba.
—Diremos que perecieron en diferentes batallas de la rebelión. —Dante se veía agotado mentalmente, nada de esa decisión le parecía gustarle, y eran órdenes directas de la inquisición, no podía negarse—. Algunos serán puestos en desaparecidos en acción. Los soldados supervivientes harán votos de silencio.
No hubo palabra próxima, era de esperarse un método así para ocultar una derrota de esa magnitud por el bien de la alianza, lo que no evitaba un sentimiento de pesades en los guardianes.
—Si querían mantener el secreto… ¿Por qué nos lo cuenta? —Esa era la parte que no entendía Drake. Si ellos podían conocer la verdad y las familias de los involucrados no, era por alguna razón que escapaba a cualquier cosa que pudiese deducir.
—Era necesario… para que conozcan la magnitud de lo que aniquiló a esos hombres.
Dante sacó del cajón de su escritorio una carpeta, arrojándola a los guardianes. Al abrir su contenido encontraron múltiples fotografías, algunas de mejor definición que otras. Mostraban algunos sucesos de la incursión a Valle crepúsculo. Una fragata a medio enterrar en la nieve, restos de halcones, como se movilizaban los cruzados en los bosques, algunos ya estaban perdiendo la cordura o sufrían heridas debido al gas arrojado por los rebeldes en las trincheras.
—Enfrentar a los elfos en los bosques fue un suicidio, eso ya es bien sabido —Drake intervino en un despliegue de osadía—. Quedó muy claro en el Tridente, por poco nos matan.
—Debido a eso recurrimos al avance a través del aire usando algunas fragatas. No ha habido tormentas de nieve fuertes en las semanas pasadas, por lo que pensamos que sería seguro… eran dos horas de viaje —se excusó Dante—. Nada más eso les bastó para liquidar a una amplia mayoría de esos hombres y mujeres. Sabíamos que matar al titán, haría que los elfos y las bestias desataran las mismísimas fuerzas del infierno contra nosotros como venganza si es que no retrocedían. Lamentablemente… no imaginamos la magnitud de su furia y el alcance de sus poderes.
En las fotografías siluetas oscurecías en los bosques, ocultos por el velo de la noche y la caída de los copos de nieve. Lo único que se podía apreciar eran sus ojos brillantes de distintos colores; rojos, azules y amarillos encendidos como fuegos fatuos, carentes de vida como de misericordia. Eran pocas las fotos que los mostraban, de hacerlo se veían borrosas.
—¿Qué es lo que derribó a las naves? —preguntó Sheila, intrigada. Tapándose la boca de golpe, ahogando un quejido de horror al encontrar las imágenes de las filas de extremidades empaladas, en las que había todo menos cabezas o cuerpos completos.
—Lanzaron un ataque de monstruos voladores, derribaron unas naves, obligando a los supervivientes a andar a pie en el valle… y se dio inicio a una cacería. —Dante explicaba brevemente lo leído en unos reportes que quedarían clasificados en alguna bodega en Elysium, si es que no eran destruidos por el bien de la imagen de los Nephilim—. Los suertudos fueron abatidos por una campaña de francotiradores de elfos vestidos de blanco, luego estaban los licántropos y lo peor eran eso demonios que dirigieron las emboscadas a las fragatas.
—¿Estas cosas derrotaron a los Nephilims que nos abordaron en el Colosal? ¿Qué pasó con la inquisidora? —Drake necesitaba saberlo, estaba asustado y sus manos temblaban. Odiaba a Clint, no le importaría que hubiese muerto, de no ser porque cabría la posibilidad de que él o sus hermanos guardianes tendrán que enfrentar al asesino, algo capaz de vencer a una copia de un celestial.
—Los dos Nephilim clase centinela siguen vivos… Kairos Ikaros sufre estrés post traumático debido a la experiencia. —Contestó Dante, intranquilo. Trataba de que no se le escapara nada y los guardianes lo escuchaban atentamente—. La inquisidora Flora no dirigía ese asalto, ella estaba ocupada en otros asuntos. Y no, no pensamos enviarlos a Valle Crepúsculo si es lo que están pensando… no por ahora.
Esa afirmación fue un alivio para Drake, al menos por unos segundos.
—Aquello con lo que ha pacado los Fuego oscuro, ha estado atacando caravanas y puestos de avanzada en distintas partes del territorio.
Mostró fotos de camionetas volcadas, en los que encontraban horridas visiones de personas hechas pedazos, tal cual fuesen capturados por animales salvajes que devoraban a sus presas de forma brutal, arrancando extremidades, desparramando órganos. No por el motivo de alimentarse, esas masacres fueron una muestra de poder y de un profundo odio, carente de toda compasión.
—No solamente atacaban soldados… también refugiados —Captó Sheila, al encontrar algunos camiones no pertenecientes al ejército.
—Correcto, es lo peor que puede estar pasando. Antes se contenían y median el daño colateral, después de lo del Tridente, se han vuelto todavía más implacables. —habló Dante—. Flora comenzó una búsqueda de información, cree que los acólitos podrían estar entre esos demonios, si capturamos al menos a uno podría llevarnos a conocer el paradero de la reina de corazones y acabar de una vez con esta maldita guerra.
—Entontes eso significa que nos uniremos a la cacería —dedujo Sheila.
—De momento se mantendrán en los alrededores de Griffia. Si el enemigo manda alguna avanzadilla —procedió Dante—: los tendremos a la defensiva hasta que pase el festival de las almas.
—¿Van a hacer fiesta en plena guerra? es muy arriesgado. —Drake se mantuvo lo más respetuoso que podía, y no pudo evitar alzar un poco la voz—. Tarde o temprano la verdad se sabrá.
—¡Debemos dar pan y circo al pueblo, guardián! —Dante era un hombre muy paciente, y aun así no pudo evitar alzar la voz al verse cuestionado de esa forma—. Si les damos eso, estarán controlados y se sentirán seguros. No queremos que cunda el pánico y acaben por destruir las calles, eso es lo que quiere el enemigo, estaremos atentos a cualquier avance, por el momento ustedes seguirán en la reserva, una vez que tengamos los elementos necesarios, buscaremos a los acólitos y a su reina. Los Nephilim son los elegidos de Dios, no pueden perder de esa manera y que la gente lo sepa, se perdería la fe.
Los tres guardianes se quedaron en un breve silencio, no hubo palabra alguna que pudiera contestar los arrebatos de Dante; carecía de sentido seguir discutiendo sobre mentir o no al pueblo.
En el cumulo de fotografías, se mezclaban recopilaciones de testimonios de los soldados supervivientes. A Lance le llamó la atención la mención de como los Elfo llevaban mejores armaduras, descritas como corazas blancas que los ocultaba en la nieve. Los caminantes adoptaron sus formas de cambia pieles, al ser la tundra invernal su ambiente perfecto de caza.
Las vivencias de los soldados sonaban exageradas, presas de la locura, describiendo a los elfos como espectros invencibles, de armas brillantes.
—Están mejorando su equipo… —contribuyó Sheila—, parece ser que los elfos del Libre pensamiento y los más viejos que tenían en los campos de concentración, ilustraron a los jóvenes en el uso de los cristales.
«O alguien les está pasando contrabandeando suministros… Samantha… ¿Qué hiciste?», Instintivamente Lance se tocó el cuello, donde colgaba el anillo dado por su antigua amante. Después de ver un artefacto de la marca de esa bruja en la batalla por el Tridente, teme si realmente ella está apoyando a los rebeldes.
—Eso no es lo preocupante, las fragatas fueron derribadas… por un enjambre demonios. —El color de piel del rostro de Dante se tornaba pálido, realizaba pausas con tal de que su voz no se quebrara—. Tal parece que los elfos… aun cuando han tenido un historial de ser seres reservados a las otras razas, las circunstancias los han hecho considerar alianzas que anteriormente serían… impensables
En los testimonios escritos hubo algo que captó la atención de Drake. Se describían nubes de colonias de animales carroñeros atacando a los cruzados. Eran bestias como moscas, mosquitos, polillas, murciélagos, cuervos, ratas entre muchas otras.
No eran coincidencias, esas hordas se movían de forma inteligente a través de una mente colmena, tal cual fuese un mismo individuo.
—Esos abismales que atacaron las fragatas… ¿Cómo los han descrito? ¿eran como Alpiel? —Drake necesitaba todos los detalles, debía prepararse para cualquier evento. En el fondo ya lo sabía por los documentos, y no quería aceptarlo, debía confirmarlo.
—De la peor clase… vampiros.
Nuevamente un escalofrío helado escaló la columna de Drake, hasta alcanzar su cuello estallando en escalofríos, y por un segundo, una sensación fantasmal se cernía en sus carnes, comparable a la sensación de colmillos ponzoñosos enterrándose en su piel.
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