EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 52
NT: Hola, mis queridos aventureros! después de más de un mes traigo una actualización. Estamos en la recta final del volumen 2, y al terminar seguiremos en otra ventana. Agradezco a todos los que me han seguido, y esperemos que podamos unir más a nuestra party en la aventura.
Por palabra de la dragona escarlata, Drake durmió al menos dos días. No llevaba ni dos horas despierto, no terminaba de asimilar lo contado por sus aliados; creía que estuvo fuera por un mes.
—¿Seguro que no quieres dormir un poco más? —Seguida por el droide esférico, Vortex caminaba al lado de Sheila por los pasillos de paredes blancas, que daban a los cuartos de pacientes—. Te apuñalaron.
—Es lo último que quisiera. —Drake iba al frente en un andar apresurado, lo que jalaba las miradas curiosas y extrañadas de los internos del centro médico; juzgándolo como aquel que miraba a un loco. Poco le importaba. Una avalancha de ideas sugestionaba y lo volvían un manojo de nervios—. Tengo que encontrar a Lance y largarnos de aquí… de ser posible irnos de esta ciudad… del país en un mundo perfecto. Necesito volver al campo abierto o me volveré loco. Odio las jodidas ciudades.
La atención desmedida se bifurcaba del lenguaje corporal de Drake, a las dragonas. Ocultaron los cuernos solamente, y cada una llevaba las insignias encima de la ropa, con tal de evitarse un evento negativo. Nadie osaba plantarles cara al ser protegidas por organizaciones de la espada rota, y el concejo de magia. Rostros de desagrado cruzaban con ellas en cada encuentro, expresaban un total rechazo a la espera de que se marchasen. Otra sección del publico mostraban indiferencia, juzgándolas como mutadas de cualquier tipo. Los descendientes con anomalías en el color de ojos, piel y pelo era algo común.
—Vives en la capital, Réquiem. —Juzgó Sheila entrecerrando los ojos.
—¡Vivo en un área rural! —defendió en un estallido leve por la tensión—, en Glory no hay tantas fábricas y es extremadamente pequeña, en comparación a los cuerpos industriales de los Templarios.
—Chico de campo. —Sheila se encogió de hombros ante la mirada de reojo de Vortex, en silenciosa solicitud de apoyo.
Entraron a la cafetería: un amplio comedor con mesas bancas sobre un piso dividido en segmentos cuadrados, y un puesto donde se atendían a los visitantes. Sentados en unas sillas el uno frente al otro, los esperaban Lance y Philip tomando tasas de café. Confirmar el estado seguro de sus amigos, tranquilizó de a poco a Drake.
—El rojo de nuevo en la tierra de los vivos, ¿dónde te ha picado la lanza? —Lance saludó a Drake al chocar los nudillos, tras levantarse del asiento.
—En el culo, ¿Qué? —Reconfortaba el escuchar de nuevo las bromas de Lance—, ¿quieres besarme la herida, hombre?
Después de una experiencia en la que estuvo a punto de perder para siempre estos momentos, hacía que lo valorara en demasía.
—Venga ya… si no eres bueno conmigo no te daré el regalo que traigo. —Lance cargaba una bolsa de papel arrugado, humedecido por manchas de grasa—. Rollos de chocolate espolvoreados con azúcar. De los que te gustan.
—¡Vengase para acá! por estos placeres uno está vivo. —Al aceptar el presente y nomás abrirlo aspiró el dulce aroma de pan recién hecho, lo que despertó un rugido en el estómago. Tomó uno pastelillo y pegó el primer bocado, en el que se tomó unos segundos con tal degustarlo, tras tragar se chupó los dedos—. Gracias, hermano.
—Gracias a ti por evitarme la necesidad de educar a otro compañero que pueda soportarme. —Bajo la máscara Lance esbozaba una genuina alegría, aliviado por el bien estar de Drake.
—Contados dedos de una mano los calificados para esa proeza.
—Tonatiuh, María, Alice… —Lance hacía memoria al contar dedos y dubitativo contó el ultimo—, ¿Sheila?
—¿Aguantarte todo el día? —Sheila bufó sarcástica, y atemorizó en el esbozo de una leve sonrisa—: no quisiera vivir en el mismo mundo que tú.
—¿Estás sonriendo, roja? Esto sí que es una novedad. —Lance obvió—, conocer a alguien como tú te hizo…
—Lance… —Bastó para Vortex el mencionar el nombre al filo de la autoridad, y calma para que el susodicho guardase silencio. En esa gentileza existía poder.
Drake miró de nuevo a las dos doncellas; una contrariaba a la otra en apariencia y no chocaban. Una prominente guerrera escarlata fulgurante y mirada de afilado ámbar que penetraba el alma. Estoica de temple áspero, de visible musculatura. Recordaba a su propia armadura, una extensión de las propias carnes y lo protegía.
La escarlata y la dama del frio coincidían en tonificados cuerpos marcados por cicatrices, dentro de la división elemental. Vortex personificaba la estación temida por un trabajador de la tierra como lo que ha aferrado el guardián en años. El invierno de piel blanquecina que expedía frescura en la cercanía, siempre acompañada por el asistente droide esférico.
No la inclemente nevada que destruía cultivos y sepultaba a los campesinos, matándolos por enfermedad e hipotermia. No ese invierno. Lo veía en los añiles ojos, la reconfortante briza templada heraldo del helado aguacero tras la canícula. La esperanza de un futuro verde en el campo al final de la sequía. La briza gentil.
—¡Por el amor al viajero! ¡Estás aquí!
Trish salió del baño frenada en el umbral por semejante sorpresa. No dudó en arrojarse sobre Drake, y entrelazó los brazos en el cuello. Pegó el rostro al pecho en un fuerte abrazo tomándolo desprevenido.
—¡Auch! —No tardó en corresponder el afecto. Retrocedió torpemente, y siguió en pie—. ¡Con cuidado, enana!
—¡Te hirieron con una hoja de maleficarium! —Trish levantó el rostro de ojos enrojecidos—. Nunca vi a uno de los suyos en ese estado. ¡Cabronazo! Pensé que te íbamos a perder.
—¿Estás llorando, Trish? —Interrogó burlón, las palabras sonaron secas, tras la pérdida del aire sin perder el descarado cinismo—: no sabía que te importaba tanto.
—No me jodas, pendejo. —Trish amenazó en desenfundar la pistola, retenida por la intervención oportuna de Lance al colocar la mano encima del arma resguardada.
—¡Aguanta las malas mañas, mujer! Apenas se me despertó, ¿Y me lo quieres descontar otra vez? —dijo Lance—, el seguro no va a darnos un céntimo, si lo ponen a dormir a la hora de salir de la cama.
—Y tenemos a mi salvador… —Drake llamaba al soldado sentado a la orilla de la banca, alejado del grupo en un a expresión distante—. ¿Qué pasa? No me digas que necesito convertirme a la fe ahora que te debo una «Una a la que ya no practico demasiado, después de lo de la invasión de Scarlett y sus huestes».
—Me retorcí de miedo en el Dulce durazno… me quedé privado en el ataque. —Philip en palabras susurrante tan cortantes, que se auto flagelaba el alma. Apretaba la tela del pantalón de su uniforme, cabizbajo, apartado de los que ha considerado amigos—. Tú me salvaste de morir empalado y baleado. Como en todas las batallas que estuve… no pensaba en otra cosa que querer huir, de no ser por Trish lo habría hecho. Al buscarlos encontré una viga que usé como soporte, me costaba caminar y… vi a esa vampira… por lo que… ni siquiera lo pensé… solo… mi cuerpo me impulsó.
—Philip… te metiste en medio de una pelea de super soldados, golpeaste a un acolito ¡En la cara! —Drake alababa al joven que se había ganado su respeto y amistad, al sentarse a su lado. Colocó la mano en el hombro llamándolo a encararlo—. Como a los cruzados que salvaste en el Tridente, me arrastraste fuera del peligro, colocándote en riesgo mayor… siendo un humano normal, hermano. Tiene más pelotas que muchos guardianes que he visto… y el que diga lo contrario va a tenérselas que ver conmigo. Eres un héroe hecho y derecho; te debo la vida.
Conmovido Philip abrazo a Drake. Esas palabras se mostraban como todo lo que el cruzado necesitaba escuchar, a la vez que sonaban como algo que el guardián quisiese recibir.
—Se lo dije a María… ustedes son muy sentimentales. —Cruzada de brazos Sheila chasqueó la lengua—, es probable que sea contagioso.
—Lo fundamentaste al invocarlos en la prueba del cigoto.
Vortex no aguantó la oportunidad de traer en colación la experiencia, cuya mención llegó en el crujir de cuarteadura cristalina en el cráneo de Sheila, y la tensó cual saeta cargada en arco.
—Quedamos que no hablaríamos de eso frente a los chicos… —Sheila susurró entre dientes, claramente en un enojo contenido.
—¿Prueba del cigoto? —Drake desconocía dicho evento.
—Nada relevante… —Sheila cortó de tajo—, ¡Un simple juego!
—Disculpe, no quiero molestarlos. —Una enferma vestida en una camisa, y pantalón azul holgados, y atrás de ella la seguían otras dos compañeras. Bellezas con complexiones delgadas y facciones delicadas bien maquilladas—. Tenemos preparada su vacuna contra el tétanos.
—¡Claro! Estoy ansioso. —Philip sacó una mano vendada, algo que Drake no se había percatado.
—¿Qué te pasó?
—Tuvimos que buscarte algo de ropa a las barracas, nos tocó a Lance y a mí; las chicas se quedaron a cuidarte. No tuvieron que transferirte, ya que el diagnostico era de un próximo despertar. —No daba muchos detalles, al pensar que Drake ya estaría enterado—. Pasamos por el Parque renacimiento… nos topamos con una manifestación civil, que marchaban en dirección al área rica. Al verme con el uniforme fuimos un blanco, por lo que tuvimos algunas dificultades… un garrote con un clavo me rosó… nada grave.
—Debiste ver como dejé al otro tipo… —Presumió Lance al tomar de la nuca Philip, en un tacto más por molestar—. Nadie toca a nuestro hermano menor.
—No digas eso en voz alta… —Philip suspiró en una carcajada tenue, envuelto en un sentimiento cálido de ser visto como un igual entre guardianes.
—Creo que necesitaría un chequeó… —Lance se estiró tronando la espalda, al pretender necesitar atenciones de las enfermas—. Algunos golpes de esa gente abrieron heridas de mi pelea con los vampiros.
Convencidas o solamente seducidas por el aura misteriosa, llevaron junto con Philip, al tomarlos de los abrazos en cariñosa alegría correspondida.
—Par de idiotas… —Drake gruñó en venas marcadas en la frente por los celos—. ¿Acaso me están haciendo aun lado?
—¿Quieres un pastelito, hermanita? —Vortex apuntó al mostrador—, tengo algo de antojo.
—No soy mucho de dulces… te acompaño y voy por un café. —Ajena a la situación, Sheila la siguió.
—El pequeño Philip está aprendiendo mucho de Lance. —Silbó Trish como la única compañía de Drake.
—¡Oigan, acabo de despertar de un coma! —No esperó el llamado, Drake alcanzó a una de las enfermeras, y levemente ruborizado mostró su mejor sonrisa—. Sería conveniente una revisión antes del alta.
—¡Por supuesto! —dijo la chica frenando el paso, y apuntó a uno de los cuartos de atención—. Abigail va atenderlo para asegurar que esté todo bien, en el consultorio.
—Abigail… correcto. —Drake se masajeó la barbilla—, «Apuesto que debe ser una belleza esa enfermera».
…
—Ustedes los super humanos hacen el trabajo de un médico tan sencillo. —Usaba unos lentes que se estiraban en piezas plegables con una lampara en la corna de la frente, al revisar la herida por donde el maleficarium hirió a Drake, ya cicatrizada levemente amoratada por los golpes—. Sus cuerpos sanan bastante rápido y mejor cuando los atienden.
Abigail Cervantes, un corpulento médico militar de rasgos tan gruesos, que lo hacían lucir como un ser de roca, barbilla prominente y piel bronceada curtida con una espesa barba castaña. El ejército ha tomado territorio en la ciudad, al ser uno de los sectores accesibles de triunfo laboral de sobrevivir y descubrir un talento que lo aleje de los campos de batalla.
—¿Me puedo ir? —La paciencia no era una de las virtudes de Drake, y el rostro derritiéndose por la decepción—. No me duele nada excepto el orgullo, solo un poco… nada de qué preocuparse o que sea fuera de lo normal.
No veía hora de terminada la revisión, al estar sentado en la cama del diminuto cuarto gris, con enormes botiquines llenos de medicamentos, armaros con cajones colores crema de donde sacaba sus utensilios el médico. No podía apartar los ojos de la puerta entreabierta.
—Dame unos minutos, despertaste de un coma reciente y estás como si nada. —Acomodó los anteojos tras regresarlos al estándar, y siguió a revisar los signos vitales con estetoscopio—. No has mostrado síntomas de envenenamiento o infección. Se te vacunó contra el tétanos… ustedes los guardianes tienen un buen seguro. Igualmente te voy a recomendar un antibiótico por unos dos días; más vale prevenir. Después de eso podrás irte… una hora máxima.
—Quien sabe si me puedo enfermar… —dijo—, fuera de mi alergia, no me he enfermado desde que soy un portador.
La lectura de la receta trajo a Drake un sentido de familiaridad. El medicamento era uno de los destruidos por Scarlett en Arnold. Antibióticos, desparasitantes y vitamínicos surgieron de la investigación médica tanto de hechiceros como de doctores que aplicaban la medicina estándar y veterinaria. Trabajaban en conjunto.
De diez personas, dos tenían el don de la magia, y de diez portadores del don cuatro tendrían la capacidad de volverse hechiceros. Normales y mutados se necesitaban mutuamente. El potencial de cada uno se explotaba por las oportunidades a la mano: estado social, económico y talentos; vivir con suerte.
—Y muy pronto de esta ciudad… —Drake se puso la camisa nuevamente, y con la mano sobre el hombro cicatrizado, flexionó el brazo desentumiéndolo.
—Viva la industrialización de la magia… —dijo Trish sentada en una esquina del consultorio.
—Asegúrate de tener cuidado… —Abigail sacó un periódico de La voz del pueblo, de un cajón de un buró adjunto a la cama. En el que se veía en la primera plana una leyenda que dictaba «Las ciudades al borde del colapso»—. Las marchas civiles se han dividido y una facción ve al régimen como el enemigo.
—Lo tendré en mente… lo agradezco, doc.
…
Lo contado por los compañeros no bastó, una vez vestido con camisa y pantalones civiles, Drake recogió un periódico de la sala de espera del hospital. Al salir se detuvo en un restaurante donde Vortex invitó a Sheila el día que se conocieron. Con café y pan en el estómago no se daban abasto.
—Quiero unas tortas de huevo con embutido y champiñones, unas tres. Puré de frijoles con queso, que lleve una porción de nachos para botanear. —Ordenaba Sheila—, denme una jarra agua helada.
—Las tortas son grandes, señoritas. —Informó el encargado, a la espera de un cambio de parecer—. Del tamaño de mi cara.
—Se lo que dije. —Sheila punzó el menú con el dedo, donde estaba lo que pidió.
—Quiero tres platos de huevos en salsa oscura, y salchichas ahumadas. —Vortex igualmente ordenó.
—Debí suponerlo… —murmuró el hombre en desconfianza. La roja llevaba capucha, por lo que la de cabello añil se llevaba toda su atención—, quisiera ver sus identificaciones de registros.
—Claro… —Animosa Vortex incitó a los guardianes a enseñar las insignias, por lo que el encargado no tuvo otra alternativa, sumada a una pasiva amenaza—: si escupe a nuestros platillos lo sabremos.
—Para esto sale más barato comprarles ropa. —Lance golpeó el hombro Drake al musitar al oído.
—Te van a escuchar…
—Haré como si no lo hubiese hecho. —Sheila ya iba por el tercer pan del sesto de botanas, untándolos con mantequilla—. Tengo demasiada hambre como para lidiar con ustedes.
—Lástima que por aquí no sirvan huevos de raptor… —Vortex masajeaba la tripa y la boca se hacía agua al fantasear—, tengo antojo de uno.
Drake y Lance al ser sobre humanos comían más que una persona normal, levemente. Su rutina era de cuatro platos al día en el mejor de los casos, y si llevaban icorita se daban abastos por tiempo prolongado con un par de latas. Al pedir cada quien su platillo, la plática social se vio disminuida al estar enfocada la atención en las noticas del papel.
—Disfruten lo que puedan… —dijo el encargado en la barra al servir platos con huevos con pimientos y tocino, salchichas asadas, y frijoles bayos con queso—. Por las ultimas noticias… pronto entraremos a una etapa de decadencia.
—Recordaré el sabor antes de empalagarme con icorita… —Vortex mordió una salchicha.
Las ciudades al borde del colapso, dictaba con una fotografía de la fábrica armamentista de Griffia incendiada. Contaba que hubo ataques rebeldes en distintos puntos de la ciudad, conformados de seres con máscaras del dragón negro.
El dulce durazno, el puente y las calles se volvieron un campo de batalla constante. Enfrentamientos armados en caminos que llevaban al centro nocturno, lo que frenó la llegada de refuerzos.
La fábrica armamentista Innovaciones mecánicas de Industria de cristales Lazarianos recibió un asalto, parte del personal fueron asesinados por un atacante silencioso. No otorgó oportunidades de defenderse al tomarlos por la espalda, y penetrando una hoja entre las costillas o degollando cuellos.
Un camino sangriento al ordenador principal, del que piratearon información: planos de armas que no habían salido el mercado, y documentos de líneas de almacenamiento y distribución donde resguardaban dicha mercancía en el país.
Hubo estallidos de unidades suicida en las retiradas de los cultitas, causando daño a los vehículos de la policía militar y las calles comprometidas, dificultando el seguirlos. La fragata que sobrevolaba la plaza, como parte del espectáculo de la aparición de los nephilim. Había sido infiltrada por cultitas que tomaron los uniformes de la tripulación, al eliminar a los auténticos antes de emprender el vuelo.
Usaron la nave para atacar la zona rica de la ciudad, y pretendían usarla como medio de escape terminada la invasión, al tener como rehenes a los tripulantes reales. En las fotografías registradas dictaban como Clint abordaron la nave.
No se supo el desarrollo de la confrontación, la aeronave se derrumbó en las aguas del puerto, tragada por las saladas aguas. Además de los seguidores del caballero, no hubo supervivientes. En los próximos días una caza de cultitas tomó lugar en las dos ciudades: Griffia y Refulgente brillo. Por el primer ápice de sospechas ocurrían ejecuciones, el personal de la inquisición practicó tortura e interrogatorio con resultados poco relevantes y en una voluntad implacable al capturar a los posibles paganos. En su mayoría inocentes caminaban a las mazmorras para nunca salir.
En la lista de daños resaltaba una noticia. Una fuente anónima filtró a los medios informes turbios de la Teocracia; el plan de sobre población. Ocurría que en las ciudades amuralladas como Griffia, recibía enormes cantidades de refugiados, lo que abandonaba a los pueblos y frenaba la producción minera.
Incrementando la población mermó el programa de análisis psíquico en la entrada. Tal hecho permitió la entrada de seres de malas intenciones, no únicamente de rebeldes igualmente de criminales. La sobre población de la ciudad, generó desempleó y un elevado nivel de pobreza que en consecuencia subió la actividad delictiva.
Las personas se iban a vivir al gueto Refulgente brillo, ante los escases de recursos y no poder pagar un cuarto de los cuerpos departamentales que abundaban en las ciudades refugios. Pocos podían contar con casa propia.
El régimen sabía que esto sucedería. No hicieron ningún acto de prevención. Preferían elevar la población para culpar a los rebeldes. Ofrecerían programas para enlistar soldados desechables, y tener un mayor número de obreros, que enviarían a las minas como a las fábricas a solventar los trabajos peligrosos que tocaban a los inhumanos.
En la información filtrada expuso crímenes de guerra, violaciones a refugiados y prisioneros de guerra por parte de cruzados, tortura y daño colateral a los poblados. Tales noticias desataron el descontento y las manifestaciones. Por un lado, los que apoyaban a los militares, y el otro que buscaban un alto a la guerra, además de solicitar la permisión de armas de alto calibre en los civiles debido al incremento de monstruos.
La comunidad periodística se vio comprometida, al desconocer el origen de la fuente. El paquete con los documentos filtrados llegó por correo, sin remitente pocos días antes de la masacre en el festival de las almas.
Pruebas sustanciales. Documentos robados con fotografías de campos de concentración, cartas de políticos e informes de militares de alto rango y cartas interceptadas que informaban de sus vivencias a sus familiares. Una campaña de censura iniciada por amenazas y culminada en asesinatos a periodistas, presuntamente muertos por asaltos al ser víctimas de robo en sus residencias.
El descaro desató la indignación de las masas, además de un incremento en la impopularidad del apoyo mediático en la guerra. Dividida en los temerosos de ser víctimas del siniestro, los que seguían en apoyo a las tropas y aquellos impulsados por un sentimiento del deber; por sus compañeros muertos en el cumplimento de la tarea.
—Que guapos nos vemos en las fotos… —Sentado al lado de su mejor amigo, Lance presionó el dedo en una imagen borrosa de su combate con Dimitri, en plena calle—. Como siempre fragmentamos el público… los que nos ven como amenaza y los que más o menos nos toleran.
—La gente piensa más en las posesiones perdidas, que en sus propias vidas… —Trish fumaba de un cigarrillo que ofreció a los demás del grupo. Todos la rechazaron—. Puedes salvarles la vida un día por lo que te amarán, al siguiente te odiarán a muerte por romper alguna prenda suya al sacarlos del incendio.
—Pura mierda… —Sheila hablaba con la boca llena, de una torta de huevo con embutido.
—Luego el chico de campo soy yo… —Drake rio levemente, ante la fulminante mirada de Sheila.
—Y no son los únicos…
Trish apuntó a un apartado donde Dimitri abría un transportador volcado, y ayudó a civiles salir. Los actos heroicos de los acólitos no pudieron ocultarse, y ganaron la simpatía de las masas.
—Estrategia o no… —Al acabar el platillo de huevos cocidos, Drake puso el periódico en la mesa, para que todos leyeran la crónica—. Estos tipos se han vuelto un dolor de cabeza para los Templarios.
—En parte no me sorprende la presencia de humanos en los rebeldes… —Vortex bebía un tarro de agua con hielo, tras terminarse el platillo de huevos—. El régimen presiona demasiado a su población. Las horas de trabajo desgastante con sus condiciones, la falta de oportunidades ascender en clase social con la segregación, la carencia en libertad de culto y los pobres salarios… era cuestión de tiempo.
—Desde hace tiempo esta guerra dejó de ser solamente de razas. —Concluyó Sheila.
…
El equipo paseó por el Parque renacimiento, un área verde en espiral que abarcaba un área central de los cruces de camino de las calles del mercado. Senderos adoquinados en lo que fácilmente se topaban con claros verdes, donde las personas podían practicar picnics y relajarse de las ajetreadas horas de trabajo.
Entraron a dicha zona por petición de Drake, necesitaba tomar aire fresco y al no tener permitido salir de la ciudad todavía, era lo menos que se necesitaba. Paranoico veían para todos lados, procuraba no separarse muy lejos del grupo.
—Con nuestro lugar preferido… —Lance jadeó al reposar en la hierba—, esta ciudad perdió el encanto.
Philip daba de comer con migas de pan a las aves desde una banca, y Trish sentada a su lado de brazos cruzados cabeceando debido al cansancio. Vortex llevó a Sheila y Drake a caminar lejos de la presencia de extraños, bajo la tenue sombra de los árboles.
—Se lo aclaré a Lance… no mencionen mi nombre. —Vortex se apuntó con el pulgar en una faz seria—. Públicamente deben llamarme V, una agente especial del Archivo, vine con el objetivo de investigar al Fuego oscuro. Primeramente, intenté entrar por la infiltración… cosa que no funcionó.
» Les revelé mi identidad por mi hermanita aquí presente. Además de ustedes y algunos contactos nadie sabe que soy, públicamente me muestro como una mutada.
—Puedo imaginarme tus razones… —Drake no protestó, sacando su lado sarcástico—, el último eslabón de una facción extinta, no es algo que se vea todos los días… daría de que hablar.
—Mi registro indica que la alianza no debe cuestionarme, siempre y cuando cumpla mi deber… —explicó Vortex—, con tal de no recibir alguna sanción con el Archivo en su intercambio de suministros. El Archivo no intervendría de no tener sospechas sobre este grupo.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Sheila.
—Buscamos a los que están financiando a los rebeldes.
Un cambio repentino en el viento cortó la conversación, el aire se tornó denso lo que ondeaba las indumentarias y los cabellos. Lo siguiente que pudo ver venir Drake, fue como de los cielos descendía el caballero de la tormenta. A pie un sequito de la inquisición liderados por un juez y un puñado cruzados bien armados.
La multitud los ovacionaba, en proclamación de los elegidos por el omnipotente; aplaudían acercándose a tomarse fotografías con el héroe alado, quien descendió inflando el pecho y manos en la cintura se reía a carcajadas gustoso por la atención.
—¡Gracias! ¡gracias! —Clint se regocijaba por el amor del público—, estaremos aquí para protegerlos siempre, ¡salve el viajero!
—¡Que su luz nos guíe! —La nube de personas erupcionó, al proclamar la alabanza para satisfacción del santo caballero.
Al saludar a las masas pasó a chocar las palmas desde los más jóvenes y adultos, bajo las fotografías de los cubos. En reconocida aérea segura el yelmo se tornó en liquido grisáceo del que desprendía chispas, para que viesen su rostro.
Un hombre de rasgos suaves de mentón cuadrados, agraciado de un azul profundo y brillante. Piel blanquecina de apariencia suabe, y una cabellera blanca de corte corto y bien arreglado como la barba de perilla. En la frente una cicatriz levemente hinchada y oscurecida en contraste a la piel perlada. Una incisión que dividía desde el extremo superior y bajaba a parar entre las cejas.
—¡Es Sir Clint! —Trish entrelazó las manos, maravillada por la belleza del caballero de la tormenta—. Carajo necesito una foto.
—¿Qué hace él aquí? —Philip no veía con buenos ojos esa presencia.
—Nada bueno. —Lance lo secundó.
—Lo que faltaba…
En un parpadeo los ojos carmesíes cambiaron a prendidos fulgores esmeraldas. Zarcillos rojos emergieron de la piel, al construir por puro reflejo la armadura completa en un parpadeo. La velocidad de la construcción equiparó a la reacción de terror de las masas.
Las ovaciones maravilladas callaron por escandalizadas vociferaciones de espanto, y tachaban al guardián como un ser demoniaco, cimentado por la pesada aura cargada en la coraza carmesí que hizo a Clint el reamar su casco. Sin borrar su porte relajado, siempre encantador con el público para que estén calmados; señaló con la mano para que sus tensos soldados no actuasen. Mostraba control de la situación.
Poco importaba a Drake a las alturas que había llegado, de todos modos, tenía el medallón que lo identificaba como guardián registrado, poco podían importunarlo. Captó entre el bullicio el cuchillero de la mención de la participación heroica en el puente, donde ocupó en salvar a los civiles en el centro del caos.
Calificativos positivos perdidos en un mar de ignorancia y rechazo, cortó el aliento del guardián en merma de una concentración recuperada ante la palabra de Clint, venida en un peso de yunque sobre los hombros:
—Saludos Trisarianos… —Puso manos en las caderas al inflar el pecho—. El lord comandante Dante Arrow invocó a los guardianes y sus acompañantes a los barracones, no hay objeción.
Clint se paró delante de Drake. Dos azules destellos relampagueantes, se encontraron con las flamas esmeraldas del yelmo rojizo. El caballero de la tormenta lo superaba por cabeza en altura, y en puños cerrados atentos y a la espera de la primera agresión.
—Evidencia… —Drake exigió en desconfianza en un arrebato de frio acero. La carcajada de Clint se hizo audible, incapaz de mostrarse amedrentado.
—Drake… quizás yo deba… —Vortex frenó ante la mano en señal freno, por parte del guardián.
—Déjame hacerlo… —Pidió continuar, su autoestima lo necesitaba tras la derrota. Debía compensar el fracaso de alguna manera, como siempre en su doctrina: una eterna compensación de autoflagelo «Puedo hacerlo…».
—Por supuesto. —Chasqueó los dedos, y una nota le fue entregada por uno de sus hombres. Al entregarla a Drake, se leía la orden que fue resumida por las palabras del caballero. No tenían alternativa. Descendió tocando la hombrera que hizo un nudo en las entrañas del guardián—. Tengo la autorización de tomar medidas drásticas de ser necesario.
—No puede ser cierto. —Leyó y releyó. No podía negarse, lo citaban a una audiencia por sucedido en el festival.
—Si te molesta… —No vio venir cuando Clint acortó la distancia un paso, y lo tocó el hombro al pronunciar algo que escucharían solamente ellos dos—: podemos resolverlo aquí y que me hagas ver bien frente a toda esta gente. No tuve la oportunidad de lucirme demasiado en la invasión, esos herejes caníbales no fueron competencia.
—Vaya que eso te encantaría, después de que los acólitos nos buscaron a nosotros… y ni con una tropa de vampiros pudieron matarnos. Esta vez las cosas son tal como ocurrieron. —Drake tragó saliva, habló sin pensar y aun así no pensaba retractarse.
—Sabían que no tendrían oportunidad…—La provocación de Drake, causó una fría sonrisa bajo el yelmo de Clint—. Fueron por una presa más… sencilla, parecida a ellos… lo sé por qué lo vi. Un zealot registró el desarrollo del enfrentamiento… su última transmisión fue cuando tú y el enmascarado los destruyeron. Sumada la huida de los acólitos, la perdida de información de la fábrica. —La acusación heló la sangre de Drake—, deja mucho que pensar. Así que…. ¿Comenzamos un espectáculo para esta gente o vienen conmigo?
NT: Dejenme adivinar… un cap muy zzzzz? era introducción a lo que se avecina, entre mis ideas era mostrar la destrucción de la nave en la batalla de los vampiros, pero la cosa se iba a mostrar demasiado larga y eterna.
No la sentí necesaria, descuiden que las aeronaves cobraran relevancia escencial más adelante en este final fantasy metalero. Drake y su party incompleta se enfrentan a un desafio del Nephilim y toda la inquisición. Que pasará con nuestros guardíanes? ya tengo la parte dos escrita, falta afinal detalles para completar. Espero que pronto la pueda subir.
A este volumen le quedan a lo mucho poco más de 10 caps, en los que pretendo cerrar varias tramas que abrí al inicio. En fin hasta la proxima, mis queridos aventureros.
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