EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 53
NT: Este cap fue en extremo dificil. Tuve que posponer un montón de cosas, para que no se sintiese tan pesado. Fear and hunger me dieron algunas ideas, vemos que pasa.
La noticia de lo sucedido en el puente se dio a conocer. Drake, Philip, Trish y Lance dejaron ir a dos acólitos, tras perder una batalla a gran escala además de que destruyeron unidades peones; un puñado de zealots y un regulador. La esférica medusa tenía la misión de liderar a los demás autómatas ante la ausencia de un rango mayor, además de registrar el combate al centro de mando; recopilar información para futuros combates.
Suscitada la reunión en el gran comedor; el personal completo ocupaba mesas y sillas como testigos de un improvisado juicio. Los acusados en el centro en un circulo limpio de muebles, para dar la cara al jurado sentado frente a la alargada mesa principal.
Interrogación, leyenda dictada por el primer eslabón, el sargento Owen Richard al designar la extrema vigilancia en los guardianes por un tiempo indefinido. Avalaron el decreto, antes de descender de lleno al choque de posturas entre los dirigentes.
—No debimos confiar en estos «inhumanos» extranjeros. —El teniente Jambres Bradock, asesor disciplinario vertió una gota del veneno retenido. Desde hacía tiempo destapaba su rechazo a los herejes de otras tierras. Necesitaba una excusa y por fin la adquirió—. No es de extrañarse que se preparen para confabular con los herejes. La historia nos lo ha probado y no tenemos que irnos demasiado atrás… uno de ellos es el bastardo que causó la muerte del príncipe Connor Lazarus.
—¿Qué fue lo que dijiste? —La sangre hirvió por aquella puñalada a las entrañas del guardián, y una revelación quebrante en parte del grupo.
Pudo soltar el primer golpe, de no ser contenido por Lance, quien ya conocía ese secreto, simplemente apartó la vista con pesar. Drake recordaba como Connor mencionaba dolorosamente que lo llamaban príncipe y lord bajo cínicas comillas, en secretismo la etiqueta de bastardo legitimado se decía a voces tenues.
—Aberración… —Despreció el teniente, y los soldados que lo protegían se prepararon para intervenir—. No sé por qué su majestad no se va abasto con nuestros nephilims.
—Frenaron la pelea por salvar vidas de civiles. —El lord comandante Dante azotó el puño sobre su puesto—. Hubiese destruido de esos droides de haber estado en su lugar. Por lo que me dicen los acólitos igualmente ayudaron.
—¿A caso vas a creer eso, lord comandante? —increpó Bradock—, obviamente lo hicieron para ganar simpatía y romper nuestra imagen con el público. Mira los periódicos, hicieron todo ese alboroto para hacernos quedar mal. Son monstruos, abortos de la naturaleza que deben ser esterilizados.
—No niego la liberación de los guardianes. Ellos han fungido un papel determinante en la guerra. —Sentado a su lado lo acompañaba el capitán Alister Jonhson como el capellán que aseguraba el cumplimento de la fe, como representante de la inquisición, más no se movía por lo radical. Un hombre de mediana edad de tez pálida, cabeza afeita y ojos azules además de nariz respingada—. Sugiero colocar un rastreador e impedirles abandonar las barracas sin supervisión hasta nuevo aviso. Este es un caso que se tiene que investigar.
—¿Crees que así vas a contenerlos, Alister? Son mutados. —Bradock, un hombre robusto de corto cabello rubio casi calvo de rasgos ásperos en la tercera edad y ojos azules con una espesa barba coloreadas canas—. Un collar bomba debía emplearse al excluir el maleficarium, ya que este funcionaba mejor en los magos, al no contar con enormes capacidades físicas. El mineral solo absorbería el estigma de habilidades empleadas en el momento, no pasivas que siempre están activas como la super fuerza.
—¿Qué nos puede decir, Sir Clint? —Alister invitó al caballero sentado a la orilla de la mesa. Sorpresivamente se puso de pie, y sacó un escalofrío a Drake, impotente incapaz de accionar al ir por la prudencia.
—Caballeros… los únicos en los que deberíamos acusar son en los guardianes. —Clint caminó alrededor del salón, en perfecta oración sin tartamudear y desbordaba carisma—: tenemos a un cabo que hizo su trabajo al pedir refuerzos, su único crimen fue acompañar a los sospechosos. Luego tenemos a una veterana lisiada retirada… portaba armas ilegales, por lo que pagará una multa… fuera de eso, ellos hicieron lo que todos nosotros hubiésemos hecho.
«¿Qué cree que hace ese idiota?», piensa Drake.
Llevaba el blanco uniforme con detalles en negro. El pecho acumulaba medallas al valor por múltiples proezas, y hombreras doradas. Posó la mano encima del hombro de Philip, claramente incomodo por la cercanía de ese hombre que detuvo su discurso, por tomar unos segundos más para el drama que por tomar aire o siquiera pensar en que su siguiente idea estuviese correcta.
—Responder al deber… —Pegó unas palmadas y siguió en esa implacable sonrisa, marcada como sellos característicos de su persona fuera de la armadura—. Ellos son héroes que darían la vida por el país, no… por toda la alianza bajo las manos de nuestro señor y salvador, el viajero.
» Los guardianes deberían ser enviados al frente de guerra de resultar culpables, está El nevado valle crepúsculo. EL Tridente se ve envuelto en guerrillas constantes. Los Paramos fantasmas están bajo la conquista de la inquisidora Flora Lunaris. Pero tenemos a otra persona… la agente…
—¿Me estás llamando? —Cruzada de brazos Vortex residía en una esquina, apartada de los militares. No la juzgaban a ella, y una frialdad envolvente desprendía de ella.
—Rhodantis tiene bajo control esta rebelión, no veo la necesidad de que el Archivo intervenga. Ya han hecho suficiente con Santus. —Clint la cuestionó.
—Sigo ordenes… —Vortex negó el detalle—, mis superiores ya debieron darle el reporte al Lord comandante.
—Es cierto… —Dante la secundó—, aquí la señorita V es más una investigadora, que simpatice con los Trisarianos es asunto personal de ella. Como no puede existir un acuerdo, los guardianes no podrán salir de las mazmorras hasta nuevo aviso, en lo que dura la investigación.
—Apoyo la moción —Owen se adelantó a cualquier protesta de la oposición—, de cooperar no habrá necesidad los collares.
—De seguir esos lineamientos estoy de acuerdo. —Apoyó Alister, lo que dejó fuera a Bradock y Clint. El teniente claramente bufó derrotado, en contraposición del caballero de afilada sonrisa ladina, como si todo estuviese bajo su control, y eso no dejaba de inquietar a Drake.
…
—No pasará de un par de semanas. Solo tienen que cooperar. —Owen acompañó a los guardianes a la celda por el sucio pasillo cavernoso, iluminado tenuemente por los focos del techo. Un hombre maduro de piel pálida, calvo y ojos tan azules como el agua. Seguridad limpió algo de las asperezas de Drake, al menos un poco—. Ustedes no son traidores… una vez que controlemos las aguas, podrán volver a sus tareas normales. No les ocurrirá nada, fuera de un regaño… me aseguraré de eso, y el lord comandante los apoya también, solo que para mantener una buena posición política debe tomarse su tiempo para no causar un botín. A cualquier otro lo hubiéramos enviado con la inquisición.
—Confíen en él. —Philip no dudaba de Owen, iba en la parte trasera de la fila en la que los acomodaron al ser escoltados—, ha sido de los pocos amables conmigo, es de fiar.
—Nuestros finos cuellos dependen de usted y el lord comandante, sargento. —Una vez dentro de la celda, justamente antes de ser cerrada, Drake lo despidió de un apretón de manos.
—Daré fe a esa confianza, ustedes son héroes… —Owen correspondió ese gesto, calmo y reconfortante—. No se olviden que todo esto es para su protección.
…
Sheila no pasó ni un día en la celda. Por lo que pudieron escuchar, era que Vortex se llevó a la guardiana a Refulgente brillo, cuando acabaron con ella al no ser vista durante el asedio. Las credenciales de ser un agente del Archivo mostraron sus ventajas, lamentable no las suficientes como para sacar al resto. La cuartada de Moira al ser la jefe de seguridad del gueto, sumó peso a la inocencia.
—No se preocupen… los sacaremos de aquí. —Vortex sonaba segura atrás de los barrotes, al despedirse.
…
—Esto es una mierda. —murmuró Drake sentado contra la pared, apoyado en sus rodillas, con un tazón de frijoles acompañado por pan duro y un vaso de agua—. No nos dieron siquiera queso… y estoy seguro que escupieron en el agua.
—No es tan malo. Son solo unas piedras… masajea con la lengua y sabrás cuales son… —Escupió al suelo un par de durezas, que cayó en un plato donde las acumulaban—. Cosa de práctica…. Asegúrate de que no sean tus dientes. Los implantes dentales son caros, no malgastemos el seguro.
Los despojaron de sus ropas. Llevaban una camisa manga corta y pantalones holgados de colores grises, con unos zapatos viejos; en el caso de Drake construyó una fibra bajo las prendas. Callaba los impulsos de escapar al elegir la prudencia, tenía la confianza en Dante, al probar que era alguien imparcial y de buena fe. Además de que Owen, por las palabras de Philip.
—Admiro tu optimismo… —Fastidiado se recostó en el suelo, de brazos cruzados atrás de la nuca.
Al terminar de comer, para matar el rato Lance hacía flexiones parado de manos. Hicieron un trato especial con él debido a una solicitud al respetar sus votos, pidió que lo dejaran con su traje negro y la fibra, junto a la máscara despojándolo de todas las armas. Llenó cuatro charolas que dejó pálidos a los guardias, por todo el equipo oculto que cargaba.
—Ve el lado bueno, no nos pusieron los collares bomba —dijo Lance—, les hubiera enseñado como sacarnos esas cosas, con un par de clavos. Truco de ladrón.
—¿Qué? —escuchó el carcelero, y saltó de la silla resonando las llaves en su cinturón. En la espalda cargaba una escopeta de alto calibre; una masa de pinchos en el cinto y una bolsa ancha en la parte trasera del cinturón táctico equipado con absorbedores de energía—. Será mejor que le bajes, fenómeno. No me hagas llamar al capellán.
—Estamos platicando… —dijo—, no nos pusiste bombas y estamos cooperando.
—Lance… —Drake le arrojó una mirada despectiva a su mejor—, cállate… no engañas a nadie. No he olvidado la última vez que quisiste jugar a operando una bomba. Aún tengo putas pesadillas de esa experiencia.
—¡Ah, perdona! Capté… pero oye, es bastante gracioso si lo vez desde otra perspectiva. —Lance cambió de un brinco a ser lagartijas—, es arriesgado… lo hice una vez al tratar de liberar a un mal viviente que estuve cazando… un sicario que acabó en manos de un grupo rival, y quisieron jugar con él usando un collar bomba en una persecución.
» Digamos que no acabó bien… no me pagaron ese día y dejé algunos rehenes traumatizados por la experiencia. Ver como alguien patea el cuerpo de un hombre medio metro para que le explote la cabeza lo más lejos posible; para que luego ser salpicados con restos de cerebro y sangre no es algo que se olvide. ¡Pero oye! de los errores se aprende.
—Cállalo por favor, Drake.
Habló Philip en voz temerosa por la sola imagen en su cabeza, yacía acostado en el suelo al lado de la cama, con las manos sobre el abdomen observando el techo. Sostenía una libre de apuntes con un lápiz. Hizo mucho esfuerzo para convencer al guardia de que les diera algo con que escribir, temían que Lance lo usara cual arma blanca.
—Puta vida… mi cubo debe estar lleno de llamadas perdidas del trabajo. —Trish estaba acostada de lado encima de la cama.
Clavaba la visión en el implante apoyado en la cómoda frente a ella; los dedos rechinaban al necesitar ser engrasados. Lo despojaron de todas las armas. La herejía un castigo pagado en mutilaciones y muerte. El portar armas excluidas del catálogo permitido de los civiles; ameritaba años en prisión de no pagar la multa de diez mil coronas.
La boca entre abierta en garganta seca, murmuraba que alguna vez fue un soldado, y no cabía arrepentimiento al cerrar el puño por pausas debido al desgaste lo que alimentaba la impotencia en el estómago; para rematar había tenido el cambio de luna.
—Hey, Trish… —Llamó Drake ante el silencio de su amiga, y con perspicacia se percató del sufrimiento del implante. La empatía se acopló a la molestia del constante chirrido metálico, se puso de pie tocándola de la espalda, justamente en la parte baja del cuello donde la prenda caía. Estaba fría—. Pediré que traigan con que engrasar tu implante.
—Lo peor es que… —Trish no pudo soportarlo, y se encogió abraza así misma, a medida que la voz quebraba a la caída de las lágrimas—. Extraño mi pistola más que mi puto brazo.
—Y-ya… tranquila… Va-vamos a recuperarla… —El llanto de una mujer era una de las debilidades de Drake, no podía aguantar la necesidad de ayudar en esos casos, inclusive si sobrepasaba sus límites.
—¡No soy nada sin mis armas! —Tapaba su cara y subía las rodillas a la altura del abdomen, echa una bola—. Necesito cargar una.
—Tú tranquila…. —Drake palmeaba la espalda. El nervio elevaba al no ver resultado, y las palabras temblaban—. Ayudaste bastante así que tienen que abogar por ti. Todo saldrá bien y…y chicos por favor ayúdenme.
—Por eso no tienes novia, rojizo. —Ante la infectividad Lance al frenar las flexiones jaló a Philip de la camisa, y relevaron a Drake.
—Calma, Trish… eres más que una guerrillera… —Philip se subió a la cama a gatas, y se inclinó para que lo viera a la cara, aun si ella seguía con el rostro pegado a las rodillas—. Me inspiraste en el momento adecuado así que… —La lengua se enredó cuando Trish le apuntó con dedo de carne, como si fuese una pistola. Por inercia levantó las manos en ojos abiertos como platos.
—Trish… ¿Qué carajos crees que haces? —Lance cruzado de brazos ladeó la cabeza.
—¡No es lo mismo, carajo! —Trish se sentó limpiándose el rostro—, me siento desnuda de no portar mi puñetera arma.
—Parece que mi amor por la armadura, no era tan fuera de lo común después de todo. —Drake soltó un chiste que meramente le causó gracia a él, bajo una risa nerviosa y fingida; recompensado por la pena ajena de los tres—. Coman mierda ¿Quieren?
—Ustedes son una bola de enfermos. —murmuró el carcelero.
—¡Y no es gripe, papito! —Gritó Lance con la voz más afeminada que se le puso salir.
—¡¡Cierra la cloaca, invertido!! —Golpeó con una macana los barrotes de acero.
—¿Con esa boca besas a tu mamá?
—No puedo creer que diga esto, pero… —Drake apoyó la espalda en la pared, y cruzado de espaldas tomó aire, en un esfuerzo por mantener la mente fría—. Nuestras esperanzas recaen en Sheila.
—Suena que estamos jodidos… —Lance admitió.
—Como no tienes idea… —En ojos entrecerrados pasó la mano encima de la cara.
En el tiempo del confinamiento tuvieron el tiempo para conversar, irónicamente bajo un sentimiento de libertad. Sentados en el piso en un círculo relataron experiencias de campos de batalla, los lugares que visitaron en sus aventuras y la gente que conocieron. La interrogante por lo de Connor vibró en los dos cruzados, conformados por la seca negativa de Drake en un mero: «prefiero no hablar de eso».
…
Al décimo día podrían entrar y salir de las habitaciones, para cumplir ciertas tareas correspondientes que no incluyeran el abandonar la base. En los barracones la tensión se respiraba en el aire. Drake lo notaba, resentía las miradas de desprecio de los cruzados al caminar en el patio de entrenamiento. Lo consideraban como una especie de monstruo, algo que aun cuando sucedía desde que llegó, lo del festival acabó por volverlo aún más evidente.
Murmullos de traición captaron los oídos del guardián carmesí, y fingió ignorancia al ya tener suficientes problemas. No había vuelto a ver a Sheila desde que la transfirieron, y estaba prohibida la comunicación hasta que levantaran el castigo. Esperar no era una de las virtudes de Drake. Intentar escapar no sería lo más inteligente.
El pensamiento de saber su estado, junto el de otros compañeros que partieron lejos lo abordaba constantemente. El saber de Sheila se sobreponía. El poblado subterráneo era peligroso por sus altos índices de criminalidad, no por nada la apodaban la ciudad de los ladrones. Gueto habitado por los despectivamente llamados carroñeros.
Los rumores de un dragón atraerían la atención de mal vivientes. Cabía la posibilidad de pandilleros mejorados ilegalmente, y contratados por hechiceros carentes de escrúpulos, que darían lo que fuesen por algo del material genético de Sheila.
Conocía del Refulgente brillo por los documentos, que venían de los prisioneros que le daban a ejecutar. La necesidad de carne de seres consientes era sabido en los altos mandos militares, mantenido en secreto para no generar mayores discordias entre los hermanos de armas.
Ofrecieron a Drake algo parecido al servicio de familiares, un trato extraoficial bajo del agua. En el tiempo que estuviese en Griffia, y al estar bajo servicio Templario. Al principio lo hacían cada tres semanas, y luego pasó a cada que sintiese la mínima pizca de necesidad, cosa poco abundante al estar bien cargado.
Lo llevaban por medio de una camioneta a un almacén supuestamente abandonado, en la zona pobre de la ciudad del exterior. Bajo vigilancia y escoltado por cruzados altamente armados, daría de comer al ente de los condenados a muerte. En la recarga se aseguraba de que fuesen violadores y asesinos, la mayoría del Refulgente brillo. No deseaba manchar la consciencia con los herejes, un término de significado controversial y subjetivo.
Bajo una tenue luz a altas horas la madrugada, en el centro de la cámara la sombría figura carmesí iluminada por un par flamas esmeralda ardían tenuemente, por encima de los criminales hincados en el suelo, sedados con ojos vendados, y atados de pies y manos. Al ser humanos normales no recargaba demasiado, en comparación de lo que adquirió con Alpiel, bastaba para tenerlo fuerte.
Una muerte rápida, aseguraba que lo primero que los gusanos devorasen fuese la cabeza de un mordisco. En esas sesiones iba acompañado por Lance, como un apoyo moral, no deseaba meter a nadie del grupo, mucho menos a Sheila, aun si ella decía comprenderlo, el que lo viese en ese estado salvaje se proyectaba como una idea insoportable.
Esas carnicerías provocaron el vómito de los cruzados, no preparados para los destripamientos con tal saña. No podían contar nada, firmaron un contrato de confidencialidad y los psíquicos los ayudaban a limpiar sus mentes de tales imágenes.
Lo dejaron salir de los barracones a la última recarga, llevado por una camioneta blindada sentado en la parte trasera; a su lado iba Lance y el sargento Owen, junto a un puñado de milicianos bien armados. Bajo el velo nocturno el vehículo frenó delante de la desgastada bodega en medio de un laberinto de ruinosas edificaciones despintadas, pintarrajeadas por grafiti y reclamados por el verde. «Muerte al Fuego oscuro» tachado en letras rojas y abajo decía «Salve Difasteimus».
Ahí los esperaban un par de policías que fumaban un cigarrillo, con los caballos amarrados al poste de luz. En un intercambio de palabras, confirmaron la estadía del sacrificio y de que la calle asegurada.
Clausuraron la zona, desalojando a todos los posibles civiles; de encontrar gente incapaz de pagar el impuesto de permanecer en la superficie, los arrojaban al gueto. Nadie decía ni una sola palabra al caminar por la vereda, en la que Drake iba al frente y al cruzar el umbral de una puerta levadiza, fue el único imbuido por las sombras de la bodega antes de tocar el interruptor.
Tres luces amarillentas iluminaron en un flash cegador que vino en un subidón de energía en ascenso, y cual bomba, un par de focos reventaron en chispas anaranjadas. Uno resistió, parpadeaba agonizante en el intermitente chispazo centellante, que envolvía los oídos de los dos presentes.
—Travis… —Susurró carente de emociones cubiertas por el yelmo cornado. Drake identificó a algo que no podía llamar un ser humano, en el centro de la bodega.
Lo llamaban Travis Barton. Pertenecía a una pandilla del Refulgente brillo apodada como El metal, que se ocupaba de asaltar a personas con implantes mecánicos. Los llevaban a un almacén donde por medio de una torpe y sangrienta cirugía retiraban las prótesis, no importaba lo descuidadas que fuesen. No dejaban ninguna pieza de metal en el cuerpo. Las victimas perecían por desangramiento, y de sobrevivir las secuelas los torturarían de por vida, tras ser abandonados en algún callejón para ser confundidos como vagabundos.
Consideraban una prueba de poder y virilidad en caso de los hombres el mayor número de implantes, mejoras obtenidas a través del mercado negro en hospitales clandestinos. Esta costumbre creó una tribu urbana apodada cómo ciborgs; no bien vista por la sociedad civilizada.
La peculiaridad de Travis era un apetito sexual escandalizado. Calvo de piel gris y grasienta rasgos toscos con sus ya ciento veinte quilos de manteca, sumado a una personalidad misoginia y un carácter de sangre pesada lo hizo ganar el rechazo de hasta las prostitutas a lo largo de sus cuarenta años de vida.
Remplazó la carne de los brazos por dos implantes mecánicos, de prominente envergadura acoplaban un aspecto repulsivo. Siempre sin camisa con un par de tatuaje en los pechos aguados que dictaban la palabra metal por siempre. Agregó ciertas mejoras a su entrepierna, en base a pócimas de incremento del lívido, para solucionar su impotencia por el exceso de azúcar en la sangre, que lo ha enfermado durante años de pura ira. Al tener los recursos en el tráfico de partes mecánicas y de órganos, desquitaría todo ese odio hacia las féminas.
Prefería que los asaltos fuesen en su mayoría a mujeres; disfrutaba de sodomizarlas en el tiempo que sus compañeros preparaban la cirugía. Fuera de las actividades de la pandilla, las atacaba en los callejones, quienes regresaban a sus apartamentos, tras una jornada de trabajo en las fábricas armamentista y creación de implantes, bajo el velo eternamente nocturno de los túneles.
Drake pedía especialmente a esa clase de lacra. Los odiaba a cada gota de sangre. La furia lo embadurnaba al leer las cosas que hizo ese hombre, vendado y amordazado justamente frente a él dentro de la bodega tenuemente iluminada por un foco parpadeante, con paredes de ladrillos sucios. Un suelo repleto de restos de basura como cajas, tuberías viejas, y restos de comida dejadas por vagabundos y vuelta el festín de las plagas.
El hedor a materia fecal de ratas apenas lo entumecía. El parpadeo del asqueroso amarillo consumía en sombras el lugar, los fulgores del casco eran la luz constante y sembraba el horror en alguna vez sádico asesino; reducido a una grasienta masa gelatinosa que se había defecado encima.
Travis las degollaba al terminar su faena, para abandonarlas en desángrate oscuridad, como cualquier animal. Por los reportes la pandilla no tuvo suerte para detectar mujeres por varias semanas, por lo que por cuenta propia secuestró a dos mujeres para llevárselas a un almacén personal fuera de su banda, donde las violó durante tres días hasta que la acabó ahorcando en pleno éxtasis.
En la euforia actuó descuidado, la otra victima rompió las ataduras tras desgastarlas de a poco, y tras tomar un ladrillo golpeó la cabeza de Travis aun estando dentro del cadáver de la mujer; no supo que la había matado y tampoco como fue que quedó inconsciente por golpe de un ladrillo en su cabeza.
La pesada masa grasienta se derrumbó desnudo de boca, con una marejada de sangre emanante de una contusión en la frente. Sin deseo de remate y mucho menos confirmación de alguna fatalidad, la mujer escapó desnuda en plena calle para gritar por ayuda a todo pulmón. Sobrevivió con un trauma que la perseguirá el resto de sus días.
Tras la captura de Travis, dieron con el resto de la pandilla, enviados a morir al campo de batalla con collares bombas. Tenían experiencia en batalla por los conflictos a fuego entre bandas por territorio, en el tráfico de implantes, armas y sustancias ilícitas.
El caso de Travis al relacionarlo con las violaciones y asesinatos de mujeres, siempre con un modo operante. Sodomía y degollar el cuello para abandonarlas a desangre. Al localizar el almacén donde se escondía la pandilla, descubrieron bajo la cama sucia donde dormía artículos que pertenecían a las víctimas; collares de fantasía, fotografías y pedazos de cabello. Trofeos. Lo condenaron a ser la comida de Drake.
—¡Por favor! —Abotargada de obesidad mordía. Lo colocaron de rodillas atado de piernas, ya que extirparon los brazos mecánicos y rasuraron cada pelo del cuerpo. Lo entraron al desnudado como ultima humillación—. Lo admito hice mal… estoy enfermo… no podía controlar las voces en mi cabeza ¡He pedido ir a luchar como un condenado! ¡Denme una oportunidad!
Ningún sonido coherente llegaba a Drake, puramente ruido; el más maldito que pudiese escuchar salido del averno. Los reportes que leyó antes de venir, aquellos que lo justificaban y envalentonaban para calmar su conciencia, mosqueaban cual colmena de insectos de agudo zumbido.
Las fotografías de las mujeres destrozadas, testimonios y anotaciones de los policías recorrían la mirada escarlata a una velocidad parpadeante, una película repulsiva que quemaban el alma.
En un insano juego de su propia culpa, dentro de los crímenes de Travis se amontonaron los recuerdos de la masacre de Arnold, destacable el carnero demoniaco. Aquel sádico caníbal que disfrutaba de mutilar y amancillar a toda victima independientemente de su sexo antes de devorarlos en una gula insaciable.
Podía verlo, entre las flamas y montañas de cadáveres apilados en uno sobre el otro en un trono para el demonio, regocijado de su propia obra. Del morro desbordaba borboteos de sangre fresca, coloreando el pelaje oscuro, y en su garra sujetaba la cabeza con todo y espina del jefe peones de Los potros salvajes. Una última visión caía en la que Drake se veía así mismo, de rodillas con la armadura quebrada como su alma al cargar entre sus brazos a una mujer de cabellos negros.
—¡¡Cállate!! —El yelmo abrió sus fauces en un rugido monstruoso, cadenas y tentáculos rasgaron las ataduras del gordo, alzándolo al aire. Los dos gusanos emergieron de la espalda. Los gritos dentro del cráneo del carmesí se escandalizaron, inentendibles y alimentaban la furia reflejada en la coraza. La razón consumida lo volvió delirante—: ¡¿Le diste una oportunidad, cerdo de mierda?! ¡Te dejé que hicieras todas esas aberraciones en Arnold, por qué no tenía el poder para detenerte, Amón! ¡¡De no existir el infierno juro que yo te lo haré vivir, en lo poco que queda de tu perra existencia!!
—¿Quién es A–? —Las cadenas y tentáculos cubrieron el rostro por completo de Travis. Cegado y mudo, no le esperaba otra cosa que no fuese un final que daba oda a toda su vida: una miserable matanza.
Pinchos quitinosos emergieron de la armadura, engruesada en fusión total del cuerpo cual carne. Puso de cabeza a Travis, cuyo llanto apenas era perceptible por la mordaza. No importaba. En un doble rugido salpicaderas de sangre, mancharon las paredes entre gritos amortiguados del hombre, despedazado lentamente al comenzar por extirpar los genitales. Entrañas caían al suelo en un ceceo acuoso, para que al segundo fuesen recogidas en un sorbo por las bocas de los gusanos.
Lo que fue verde se tornó rojo, después negro y finalmente claro. Recobrada la conciencie la coraza volvió a su estado normal, sobre el charco de los restos de Travis. Un caldo rojo del que flotaban pedazos de huesos quebrados. Jadeante sujetaba en la mano la espina cercenada enrojecida. Al girarse el guardián topó con los cruzados apuntando con rifles, y Lance frenándolos en brazos abiertos.
No escuchaba nada, únicamente un sonido blanco y al soltar la columna se paralizó al mirar las ensangrentadas manos temblorosas. Al abrir el casco vomitó mientras se sujetaba el estómago. Tras una hora para que todos recuperaran el aliento, Owen calmó al guardián usando sus poderes mentales y se marcharon en la camioneta.
—¿No has pensando en tomar a un psíquico como compañero? —sugirió Owen en la parte trasera de la caravana, de vuelta a los barracones—. Los seres cambiantes y portadores… tienen la tendencia de entrar en un estado berserker, por lo que tener a alguien que te calme… sería esencial.
—¿Es un ofrecimiento? —No tenía ganas de hablar, quería dormir lo que quedase del viaje sentado en la larga banca acolchonada, tal como Lance lo hacía a su lado.
—No estaré contigo siempre. Tenlo en cuenta, muchacho. —Owen se sinceró al aconsejar—, controla a la bestia… tú eres el dueño, dómala como un potro cerrero. Se más que su portador… ser su rey.
—Lo pensaré… —La imagen de María surgió en la mente, al buscar un psíquico con el que tuviese confianza.
—La gente como nosotros vivimos con una condición, de una u otra manera la sobrellevamos.
—Convertir este poder… en algo para proteger a otros. —Drake declaró tenuemente el consuelo que repetía, lo dicho por su maestro. Lo reconfortaba lentamente.
—Precisamente.
…
Prometió pagar la compensación costara lo que costara, sin embargo, seguía aterrándolo por las sensaciones, no se comparaba a simplemente matar, tal acto en el que poco siente al hacerlo. Se decía que era gente que se lo merecía.
—El ejecutor carmesí… —Reflexionaba Drake sentado al pie de la litera de la habitación, Al estar decaído pediría una prostituta por lo general, una alternativa poco viable debido al estado de vigilancia y por lo leído sobre Travis, su lívido descendió—. Vaya forma de forjar mi apodo.
No imaginaba una vida sin la armadura, la amaba a pesar de todo en esa relación tan complicada que han desarrollado. Se sentía más cómodo en ella, que en sus propias carnes y su unión era para toda la eternidad. Una relación compleja, recordaba a la que tenía con su padre.
Imaginaba un futuro formando una familia, retirado para trabajar en la finca recuperada y en ese sueño necesitaría salir a alimentar a los gusanos, la sangre seguiría en las manos. De una forma u otra, el acero no escaparía de formar parte de su vida. Ese factor aun aceptado, seguía punzante en el alma.
Al dormir cayó en cuenta en un sueño vivido. Se veía envuelto en la armadura, a lomos de un caballo alazán en un cabalgar calmo, por encima de una vereda de cerros que subían y bajaban con hierbas tan verdes por la lluvia.
Seguía un camino pedregoso, reconocía ese lugar se trataba de Los potros salvajes y al final llevaba a la vieja casa de su padre. Como el héroe que volvía de su viaje, una granjera lo esperaba sentada en el porche. Llevaba un overol negro, por encima de una camisa blanca y botas de trabajo que resaltaba su figura esbelta. Al salir de la sombra del edificio, aferró la mano pálida en el sombrero de paja; la tez blanquecina se mostró en un rostro hermoso pintado por pecas.
—Bienvenido a casa… mi amor. —Lo recibía en brazos abiertos, tomando las riendas del caballo al ser desmontado por Drake. El yelmo se abrió abrazándola.
—Naomi… volví a… —Al percatarse el cuerpo de la mujer perdía fuerza. Aterrorizado la tomó de los hombros, para verla de cerca, aquellos ojos que alguna vez llenos de vida se oscurecieron en totalidad.
—Demasiado… —Seca, carente de emoción el cuerpo se deshizo en cenizas, antes de desaparecer por completo. Drake quedó con los brazos aun en ese abrazo al viento, al respirar pesadamente incrédulo y por último antes de despertar escuchó la sentencia de Naomi al susurrarle al oído—. Tarde.
…
En el día doceavo en el patio de entrenamiento, Drake subía y descendía la barra. Se paró de manos y las gotas de sudor bajaban del abdomen, además de que los cabellos negros caían derramados, luego retomó el ejercicio inicial. Tras una y otra vez de responder las mismas preguntas, el limpiar los baños que no se habían tratado en semanas, como una de las ordenes denigrantes de Bradock, ya estaba harto.
Además del tener relaciones sexuales, el entrenar lo purgaba de tensión. Practicaría la espada y levantaría pesas una vez que llegase a las mil barras. Había pocas personas en esa zona, y el crepúsculo coloreaba el cielo.
Perdido en sus pensamientos recapitulaba lo sucedido. No hubo señales de la presencia de los rebeldes, era como si se los hubiese tragado la tierra, y tampoco había visto a Clint desde que lo entregó, cosa que agradecía profundamente. El lord comandante prometió tenerlos informados, de cualquier indicio.
«Volverán para terminar el trabajo… es cuestión de…», un golpe en la espalda con una fuerza descomunal lo sacó de balance. Resbaló de la barra y por suerte no golpeó la mandíbula en el tubo.
Cayó de cara al suelo, antes poder siquiera levantarse una patada en las costillas lo sacudió. Pudo ver de reojo a sus atacantes, eran tres jeagers con las alas desmaterializadas en ropajes de entrenamiento: Camisas blancas de manga corta, pantalones café y botas con varias agujetas. Aprovecharon para tomarlo por sorpresa cuando estaba absorto en cavilaciones.
—El inmundo hereje se ha liberado de su condena… ya has contaminado con tu presencia nuestras filas por demasiado tiempo. —Los dos hombres tomaron a Drake de los brazos, levantándolo de rodillas frente de quien hablaba, y encestó un golpe tras otro en el rostro—. Puede andar libre después de eliminar a nuestros droides… yo no lo creo. Vas a solicitar que te envíen a la primera línea… o nosotros te haremos la vida un…
En la corta cercanía Drake se hizo para adelante concentrando toda la rabia que guardaba, y conectó un cabezazo que fracturó la nariz del atacante, quien horrorizado se hizo hacia atrás, ahora él perdió el balance. Apoyado en el agarre de sus captores arrojó una patada en la mandíbula. Notó el ligero afloje de aquellos que lo agarraban, sorprendidos de como su compañero caía noqueado.
Liberó el brazo derecho y tomó el rostro del de la izquierda, azotándolo contra el tubo de la barra. Asustado el de la derecha intentó escapar, solo para ser tomado del brazo y ser regresado al encuentro de un puñetazo directo en el rostro, quebrando dientes y nariz a la par que la esencia roja rearmaba al guardián forjando la armadura.
—¡¡¿Quién sigue?!! —Rugió dolorosamente al borde desgarrar la garganta. Sangre emanaba de la nariz, el labio inferior hinchado, y un ojo moreteado.
Para cuando la acción terminó dos cruzados en armadura les bastó apuntar con sus rifles, para que Drake recuperase la sensatez. Lo llevaron a encerrar al calabozo, y a la hora el lord comandante lo sacó de la celda. Testigos y las cámaras de seguridad rindieron fe de que no inició el conflicto, pero no lo absolvía de las consecuencias venideras.
—Hermanos guardianes… —habló sombríamente el lord comandante, al llamar a Drake y Lance a su oficina—. Por su seguridad y el de mi gente, tendrán que dejar los barracones el día de hoy. Tengo entendido que planeaban viajar. Tienen una semana para marchar a ese destino, durante su viaje van a tener que cumplir algunos contratos que voy a entregarles en un documento.
—¿Qué pasará con Trish y Philip? —Drake sabía que Philip seguía trabajando en el muro, y a Trish la colocaron a trabajar en la reparación de vehículos.
—El capellán pidió que ustedes estén comunicados constantemente. Philip fue absuelto, seguirá con su trabajo. —Lance y Drake se vieron las caras—, y será nuestro enlace con ustedes al estar comunicados por el cubo.
—¿Y Trish?
—Tendrá que pagar una multa. —Dante se recargó en la silla y reveló—, pero hay una cosa más. Supongo que ya deben saber que han prolongado demasiado, su viaje a las tierras de Arcanote.
—Han sido por motivos de causa mayor. —Interrumpió Drake, y Lance negó con la cabeza al poner la mano en el hombro.
—Si… lo sé, por favor cálmese y escuche —afirmó con suma paciencia, incomodo por la impertinencia. Por un segundo llegó a pensar que hablaba con un niño—. Hemos recibido notificaciones que ninguno de los guardianes ha llegado a esa zona, por lo que tomaremos otras medidas. Deberán viajar y reagruparse con el resto del equipo como prioridad, hay algunos contratos por esas zonas que deberá hacer.
—¿Qué pasará con el contrato de Arcanote?
—Sir Clint será enviado a ocuparse de la amenaza. Tiene grandes capacidades de movilidad, y su trabajo es eliminar las peores amenazas que atentan contra el credo. —Concluyó Dante—. Es cosa de movernos un poco más rápido. Concéntrense en los otros contratos y reunir al equipo, por cualquier cosa les haré saber.
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