EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 54
NT: Volví, aventureros! en forma de fichas! bueno traigo un cap un poco más largo de lo normal, para que la historia avance. Tengo la otra parte terminada, pero voy a esperar un poco para que se asiente este y pueda sacar caps «seguido» como antes.
Si te sorprendió el cambio de titulo, hice unos cambios y ajustes. Tras pensarlo mucho, me di cuenta que el arco del laberinto no funciona en este punto, así que lo voy a posponer para que la histoira pueda moverse. No hice gran cambio, en el proximo cap de Drake sabrán mis razones y creanme que es lo mejor.
Las flamas de la fogata crepitaban tenuemente. Alumbraban el campamento de la última noche. Los Einharts tomaron distintos caminos: Sheila regresó al blindado a dormir, acompañada por los amantes, que a los pocos minutos saldrían a caminar bajo el velo nocturno.
Alice arrastró a Drake por una dirección opuesta, perdidos en la oscuridad de los matorrales, abrazados por el manto de la briza humedecida al borde de la bruma. Restaron dos de pocas palabras compartidas.
—Los cuentos de horror aderezan las noches de campamento. —Lance echó un pedazo de madera a la hoguera, enardeciéndola—. Me sacaste escalofríos, Val.
—No pretendía molestarte, y me dejé ir. —Pesarosa hubo un ápice de remordimiento.
—Para nada, eres nuestra amiga y estamos para apoyarnos. —Bastaron esas palabras para calmarla. Se puso de pie, tomó una botella de vino con dos copas y se colocó a su lado—. Es de mala suerte beber solo.
—Adelante. —Valkiria permitió y Lance tomó asiento. Servidos los vasos bebieron el primer trago en un corto brindis, aligerando el ambiente.
—¿Puedo contarte algo? —Una peculiar seriedad en Lance despertó la curiosidad de Valkiria, pudo discernir hasta preocupación.
—Con confianza.
—Todos tenemos una labor en este conflicto. El fuego oscuro sigue un ideal, Lazarus sigue otro. Luego estamos nosotros los guardianes en medio. No odio a mis enemigos, este trabajo no es nada personal, estoy aquí por el dinero y comprar todos los placeres que esta vida me puede dar hasta perderla. De ser posible… —Observaba las manos enguantadas, en búsqueda de recordarse la razón de su lucha—. Quisiera no matar a nadie. De tener otra alternativa, la tomaré.
—No sé qué decir… —Soltó tras una breve pausa—, suena un poco… no sé cómo expresarlo.
—Hipócrita sería la palabra que buscas… es extraño, lo sé… digo ¿un umbra que prefiere no matar? Suena ridículo. Maté a unos cuantos en la batalla por el Tridente y he seguido matando después de eso… lo he hecho antes y seguiré haciéndolo…—dijo al ironizar burlesco su propia creencia—. Ridículo y real, de no creerlo… pues aquí me tienes como prueba.
—No estoy para juzgarte, Lance —afirmó—, no estamos aquí por decisión propia, seguimos el mal menor y por eso vivimos. Buscamos la fuerza por lo que nos motiva a seguir peleando.
—¿Qué te motiva a ti? —Lance tomó desprevenida a Valkiria.
—Mi muñequita… —Sin dudarlo, Valkiria posó la mano en su pecho, y en su parlamento sereno abrió en canal sus sentimientos—. Comencé a amarla poco después de que me invocara, en su prueba de graduación; sentí una gran honra por ser su primer contrato. Me trajo un motivo por el que vivir, me hizo sentir que mi alma todavía existía. Que podía oponerme a mis instintos.
Valkiria amaba la forma humana, aun cuando sentía la adicción y la verdadera libertad en su otro yo, no se comparaba el acompañar a su ama en terreno civilizado. Renunció a la posibilidad de usar una copia de las herraduras de Alpiel, por dos razones:
María no logró terminar de descifrar la ecuación, debido a lo dañadas que estaban tras recogerlas del cadáver, y por petición de Valkiria no siguió indagando. De haber fabricado esas herraduras, tendría que estar vuelta abismal todo el tiempo al portarlas por ser clavadas en los cascos, a diferencia de las que manifestaba al cambiar.
Las herramientas mágicas, eran un accesorio aparte del cuerpo; aun cuando originalmente fueron creadas por su biomasa, fueron deslindadas de ella al manufacturarse. Todo por mantener su lado humano intacto, según sus propias palabras.
—Bultito es todo un encanto. —Asintió Lance en una leve sonrisa—, de haber sido la misma generación… me hubiese gustado conocerla a ella y a los otros en la academia. Mierda hubiésemos sido todo un sexteto causa problemas.
—¿Habrías cuidado de ella?
—Los dos idiotas siguen con la cabeza puesta… eso dice algo.
—Eres un buen hombre, Lance. —Levantó la copa.
—El mejor que conocerás. —El engreído correspondió.
Brindaron y llenaron las copas nuevamente. Relamió los labios al resentir el embriagante sabor. Respiró profundamente en una corta pausa y los sentidos se sacudieron levemente por un instante, volviéndose de nuevo a encarar al risueño Lance, con la máscara levantada a la altura de la nariz.
—Espero que no estes intentando seducirme.
—¿Soy tan obvio? —pronunció al cruzar los brazos atrás de la nuca—, honestamente solo quería charlar un poco más. Claro… no estoy cerrado a cualquier posibilidad.
—Buen intento. —Valkiria bebió una copa entera, al mirarlo de reojo sin mostrar ninguna una pizca de desagrado.
Al ir por la tercera las manos entorpecieron derramando el contenido de la botella en pecho y parte del brazo, sobresaltándola. Extendió la extremidad a la altura del rostro. Toda la manga estaba remojada por el helado vino, lo que pegó la tela a la piel, incomodándola. Desabrochó los botones para sacarse la prenda, y destapó medio torso sin pudor alguno, aun con Lance al lado observándola con la barbilla en el puño.
—¿Tan deprisa? —En las cantarinas palabras no apartó la mirada del prominente fruto cubierto en el sostén oscuro, y el abdomen marcado.
—¡No, enserio se me regó! —Desesperada acercó la manga al rose de las flamas, esperanzada de que se secara—. Que torpeza.
—En el blindado debe haber…—El hablar de Lance cortó percatándose de dos detalles en la parte derecha del torso de Valkiria, alumbrado por la iluminación de la hoguera.
Dos tatuajes: un rojo código de barras por debajo de la clavícula. Y en el antebrazo yacía el símbolo de los espadas de guardias aladas de color negro, las cuales traspasaban un anillo dentado por los bordes similar a un sol.
—Valkiria eres una… —Lance reconoció el símbolo.
—Lo era… —Tajante cual el filo del tatuaje de los aceros, cubierto por la mano en vergüenza y rechazo—. Es de lo poco que conservo de mi pasado. Ahora soy la espada y escudo de la gran hechicera, María Cruz.
—Está bien. Pero si necesitas alguien con quien hablar, no dudes en buscarme.
—Lo agradezco.
La conversación cerró por la inoportuna llegada de Sheila, quien buscaba a sus hermanos de las Águilas de acero. Valkiria se acomodó la manga y ningún otro vio los tatuajes. Marchada la visitante aparecieron los amantes.
Lance pretendió abordarlos con una broma sobre si Tonatiuh fue rápido. No alcanzó a pronunciar la primera palabra ante el semblante serio de María, tomada de la mano de su pareja con el cubo encendido con la aplicación de la música en pausa; citando que, de hacer equipo con Sheila, necesitarían la canción para calmarla de perder la cordura en la forma de dragón.
…
Una tarde tranquila en la casa del herrero, sentado en una silla de madera frente a la mesa de trabajo llena de herramientas, Lance observaba la fotografía impresa de los Einharts en el blindado durante la última noche que estuvieron juntos, y el regreso se acercaba. No prestaba atención de como Drake probaba algunas construcciones bajo la supervisión de Brock.
Lance devolvió la foto a su cartera y sacó el cubo del cinturón táctico, activándolo para ver algo que se había guardado desde la noche que llegaron al hospital. En el Dulce durazno recibió dos llamadas perdidas y un mensaje que no pudo contestar, primeramente, por el fuerte sonido de la música, una excusa que de a poco cambió al enfrentamiento con los vampiros. Grande la respuesta por un código desconocido, que no recibía respuesta de ningún tipo. Al abrir la bandeja de mensajería descubrió algo que lo dejó helado:
«El crepúsculo devoraba las nubes al consumir el amarillo, y una chispa se negaba a perecer, lo que llamó a la envidia y la codicia de los ignorantes. La sombra vagaba en los bosques en solitario a cambio de la primera moneda de oro, una de muchas salpicada de rojo. Dos primeras veces. La muerte oculta en una máscara de frivolidad, al sostener el inútil acero ensangrentado cubierto de heridas al caer en las garras de la bruja. Acompañados sumergidos en las cálidas aguas espumas vueltos uno. Ya sabes quién soy, se quién eres tú y lo que somos juntos. Vienen por ustedes esta noche los hijos bastardos del horror hecho carne, armados con la roca que nos ciega y calla. Busquen un lugar seguro, en cuanto pueda me comunicaré contigo. Tu vida acabará cuando yo lo permita, siempre serás mío. Atentamente: La dorada. Año 3023 después de la llegada del viajero.»
Lance reconocía las claves en el mensaje. No tenía duda; sabía que algo tenía que ver tras descubrir esas herramientas con su marca en la batalla por el Tridente. Vendió el báculo por una suma de coronas doradas con las que se embriagó, esperanzado falsamente de que no estaría involucrada en ese conflicto. Donde existiese la muerte en masa, el oro brillaría llamándola.
—¡Mira esta preciosidad, Lance! —Drake llamó a su amigo, y manifestó un espadón motosierra clavada en la tierra. En la otra mano un guantelete con un gancho atado con cadena, enredada en el brazalete—. Estoy aprendiendo la complejidad de su motor. Es fuerte, pero prefiero las que están conectadas a mi… son más sencillas y efectivas.
—¿Cuál motor? —gruño Brock cruzado de brazos—, si tienes unos tentáculos en tus palmas que al pegarse a la empuñadura la hacen moverse, flojo que no quiere estudiar.
—Quitas el encanto ¡Claro que leí las notas que me mandaste! la pinza me salvó a las ultimas, combinándola con un taladro. Me ha abierto algunas posibilidades. —Drake desmaterializó fijándose con soberbia en el guantelete abierto, cerrándolo en un puño firme—: no me debo limitar a las puras armas blancas clásicas… el chiste es ponerle ingenio.
—Me alegra de ser de ayuda. —Asintió no del todo complacido—, nos mantuvimos en tu idea de constructos simples pero efectivos, solo que a veces siento que te limitas mucho. Espero que no hayas descartado la idea de armaduras ocasionales, aun continúo trabajando los detalles.
—No es precisamente mi estilo, siento que gasta mucha energía y tenga que recargar. Pero lo tendré en cuenta. —Al no tener el casco puesto, tomó de la mesa de una botella de agua, bebiéndosela de un trago tras finalizar el cardio—. De momento me las arreglaré con mi armadura normal.
—Reafirmas lo de la flojera. —Lance se levantó para dar una palmada en la espalda de su amigo.
—¡Por fin hablas! Pensé que estabas enfermo. Has estado callado desde que nos corrieron ayer. —Al recoger sus cosas de las barracas, abandonaron el lugar bajo miradas tensas de todo tipo—: ¿Estás bien?
Pocos se acercaron a despedirlos adecuadamente, entre ellos Philip que los acompañó a la entrada con los ojos llorosos prometieron verse después. Trish regresó a su hogar, ella no podía darles alojamiento, recomendó una posada y que después irían a buscar a Sheila a Refulgente brillo.
No olvidarían la cara sorpresiva de Trish, al enterarse de que los guardianes pagaron su deuda de cuatro mil coronas. Era lo mínimo que podían hacer por salvar sus vidas, aun cuando en sus adentros Drake gritaba de dolor ante la perdida de sus ahorros.
—Me preocuparía más por ti. —contraargumentó—, estabas con una cara, que se te notaba las ganas de matar… y al ponerte el casco solo lo empeoraba. Temía que cometieras otra imprudencia.
—Admito que estaba molesto al principio. —Drake se encogió de hombros—, Rhaizak siempre me decía que me mantenga positivo lo más que pueda. La buena vibra siempre atrae cosas buenas. Al menos nos largamos de esta jodida ciudad y nos reuniremos con los chicos.
—Me alegra que lo veas desde ese punto de vista —dijo—, después de todo lo que hicimos por esta puta ciudad y el país entero. Fuimos humillados por más de una semana, te apalearon y para colmo nos corrieron quitándonos un trabajo que nos iba a dar un bono… pero nos vamos de aquí a probar camino de nuevo.
Drake guardó silencio unos segundos cabizbajos en rostro oscurecido, y reanalizó lo que acababa de decir Lance. Tras pegar una pesada bocanada de aire en búsqueda de paciencia, sentenció:
—A veces quiero darte una patada en las bolas.
Se quedaron esa noche en casa de Brock, ayudándolo con su trabajo que se concentró en reparar las armas y armadura de Lance. Drake estudió algunas armas blancas, además de la posibilidad de generar partes de monstruos como construcciones. Hizo apuntes de posibles estrategias, combinaciones basadas en el lema «simple y efectivo».
El calor de la forja calentó la fría noche. Las chispas que remolinaron ardientes y teñían en rojo el sótano. Entrada la madrugada el herrero no paró de martillar el acero, inspirado recibió nuevos pedidos para herramientas de cultivo.
El trabajar el equipo de los guardianes lo revivió. Perdido en la labor se envolvió en las chispas la careta de la máscara, y despertó del trance por el enfunde de una espada rosada por los cortinajes de una bufanda.
Los dos guardianes envueltos en armaduras, lo esperaban en las escalaras. Retiró el protector, y el serio rostro moreno se bañó por el resplandor de las brasas ciceantes. Los acompañó a la entrada, que al abrirla fueron recibidos por la helada briza de invierno seco.
Se despidieron de mano, bajo promesas de seguir en contacto y un próximo reencuentro. Al estar por cruzar el umbral, el viejo encorvado de manos puestas atrás de la cintura, resopló el visible aliento, y entonces sentenció duro como el hierro una última petición que hizo frenar un paso antes de volverse a la oscuridad.
—No vayan a dejar que los maten. —Un próximo mal augurio del que aún se escuchaba el crepitar de las flamas del horno en el sótano; un ruego para volver a la hoguera.
…
Refulgente brillo, el laberinto de túneles de la ciudad subterránea al fondo de la escala social. Bajo un calor abrazador, las personas vivían su día a día al recorrer las calles bañadas en la luz neón y zafiro de los faros.
Los vagones se llenaban de nuevos ciudadanos, incapaces de pagar el impuesto de vivienda, temerosos de los derrumbes y las pandillas. A causa de la emigración de refugiados, la población del recinto se elevó junto al desempleo y por ende la criminalidad ya intensa explotó.
Anarquistas simpatizantes a los rebeldes se metieron a las manifestaciones por el cese a la guerra, causando destrozos a propiedad privada por medio de saqueos, grafiti y destrucción de propiedades. Ni siquiera eran creyentes de la causa. Tales actos agravaron las tensiones entre civiles con las fuerzas armadas. La fe en la Teocracia se puso en duda.
La caída de Metal, causó un vacío de poder entre los grupos delictivos y se disputaron los territorios liberados al aprovechar el caos de las marchas. Como jefa de seguridad, Moira solicitó asistencia a las dos dragonas, debido a que muchos de los criminales usaban ilegales mejoras mecánicas acopladas a armas de contrabando, altamente potentes.
El modificar más de veinte por cierto del cuerpo, catalogaba como un super humano y de no estar registrados se consideraban monstruos a cazar. Por ser su amiga, Vortex aceptó prestar ayuda y buscar información de los rebeldes que invadieron el festival.
Esos días la resistencia sobrehumana de la guardiana rayó en el límite. Por un lado, al localizar uno de los grupos delictivos, y por el otro seguir el entrenamiento de Vortex. Debido al efecto del tiempo en ese lugar; pudo sacar un mayor provecho en los recesos que Moira otorgaba a sus agentes.
La dificultad del contrato radicaba en el número de criminales que se llegó a topar. Confrontó a uno con una armadura vulcanica, y otros con ametralladoras pesadas; armas de contrabando. Hubo pocos con los que presentó alta dificultad de forma individual. El terreno cerrado limitaba el uso de sus poderes, acostumbrada a siempre desatarse tuvo que aprender a comprimir la piromancia y valerse en el uso de la fuerza marcial.
Se obligaba a no confiarse, apoyada por la milicia local que la veían con recelo y Vortex, cuyo rol era de observadora. Tomaba acción de ser agredida o cuando la situación lo ameritaba, excusándose de que unirse a esas batallas acabarían rápido y Sheila no practicaría.
Existían rumores de la presencia de células rebeldes en los túneles, ayudados por grupos traficantes a cambio del oro y las armas. En la caza se unieron Drake y Lance, con el pérfido mensaje de lo sucedido en las barracas.
La emoción de volverlos a ver con la idea de contar como había mejorado, y sobre una ecuación que estuvo entrenando se esfumó por la frustración. Estuvo a punto de reventar una pared de un puñetazo en plena calle, de no ser por Vortex al tomarla de la muñeca, quien supo calmarla con unas simples palabras.
—Eres demasiado como para enloquecer por eso, hermanita. Actúa como tal.
Aun testigo Drake no creía como Sheila, alguien con desdén a seguir órdenes, decidió acatar lo dicho de forma calmada al asentir, y salir a caminar para perder la colera restante. Permanecieron en una posada por los próximos días, patrullando la ciudad junto a la milicia al capturar y de ser necesario la ejecución, usada por la guardia ante los recientes avistamientos de paganos ligados a los rebeldes, en los oscuros callejones del laberinto, ligándolo a la desaparición de personas en las últimas semanas.
—No llevamos ni una semana aquí… y ya he perdido la cuenta de los intentos de asalto.
Drake sacaba una botella de agua de la máquina, en un cruce de callejones de las sinuosas calles del laberinto, en una parte poco transitada y repleta de basura. Descubrir esa expendedora en buen estado, lo catalogaba como una prueba de divinidad.
Estaban sus quince minutos de escape fuera del patrullaje y una lucha interna por evitar la tentación de beberse un refresco de cereza. Demasiada azúcar, tomó uno el día de ayer y pretendía medirse. El metabolismo acelerado, no lo abstenía de la culpa de su adicción a lo dulce y acabar con algún mal estar.
—Y yo la diferencia entre los asaltos de rateros de cuarta y sicarios de poca monta. —Lance enrollaba un porro de hoja diabólica, comprado a un vendedor que servía de informante.
—Deja esa mierda que nos van a joder.
—Tengo para sobornar… —Lance se excusó, dando un toque a su cigarro y el cubo vibró, una llamada de Moira, del que declaraba la partida de la ciudad—. Parece que tenemos trabajo que hacer.
…
Se decidió tomarse ese día para planear la organización y al llegar la noche armaron una pequeña cena bajo el permiso de Moira en su negocio, quien se fue a dormir temprano dejándolos a ellos.
Brindaron por la supervivencia. En la fiesta Lance trajo unas dos damas de compañía que se llevaron a Philip de los brazos, arrastrándolo a una de las habitaciones como un regalo por salvar sus vidas.
—¡Si vas a morir pasado mañana, que te hayan estrenado primero! —Empujó la espalda del ruborizado, atrapado en las risas picaras de dos doncellas; la mejor noche de toda una vida.
Drake tuvo que sacar a Lance del marco de la puerta cerrada, concentrado en escuchar y gritar porras poco deseables. Vortex tomó fotografías cada que podía, captó el instante en el que Sheila pegó una risotada viéndose todos los colmillos, y otro cuando contaron un chiste por lo que la cerveza se escapó de la nariz; ante las carcajadas de Drake y Lance frenadas por el calor que se incrementó emanante del cuerpo de la dragona.
Hubo un duelo de vencidas en las que Vortex superó a todos, Sheila quiso seguir en la contienda y el brazo acabó dormido por tantos intentos. Jugaron a las cartas en las que Trish perdió el implante por una apuesta, recuperándolo a la tercera partida y celebró embriagándose; tuvo que vomitar en el baño sujetada por Drake.
Entre bebidas, música y un cerdo bañado en salsa, la sala acojinada se llenó de cuerpos cansados, entregados al sueño. Uno se negó a cerrar los ojos, tal vez por insomnio o quizás las pesadillas, no sabía con exactitud, había demasiado en su mente que lo tenía energizado.
Vestía una ligera camisa negra pegada, manga corta y unos pantalones azules con un calzado cómodo. Se adentró a un balcón bajo techo, iluminado por un vitral que hacía la ilusoria proyección de un claro lienzo nocturno, de estrellas expandidas por las paredes.
Efectos de estrellas fugaces aparecían de repente, y el sonido de los animales nocturnos cantaba de amplificadores ocultos. Era el único lugar que no apestaba a opio y otras hierbas; cortesía de Alzajiri y Lance que probaron algo de la mercancía confiscada.
Sujetaba el medallón Trisariano, apretándolo como si estuviese a punto de perderlo. Los enfrentaría, sabía que tarde o temprano se los toparía antes del final del conflicto; vería a aquellos vampiros que lo derrotaron y masacraría a todo ocultista que se topara en el camino. El primer contrato de la lista; de este reuniría a todo el equipo. Un paso más para salir, y volver a casa donde en la finca lo esperaba el secreto de un padre distante.
—¿Sin sueño? —El llamado de Sheila lo sobresaltó dándose vuelta de un brinco. Descubrió que tenía un tarro con cerveza y un jarabe de cereza en la otra ofreciéndola.
—Es muy tarde para eso… —Se apoyó en el balcón y la bebida se presionó en la cara. Finalmente la recogió a regañadientes.
—No me lo hagas pedírtelo dos veces. —Bebió un cuarto de esa botella de litro de un trago—. Di que no te traje alcohol.
—Bebés mi parte… —Burlón saboreó el trago dulce.
—Alguien tiene que compensar las bolas que te tumbó esa puta.
—Vaya que las voy a recuperar… —Drake respiró hondo—, al menos alguien tuvo una buena noche ese día. Cumpliste tu sueño… no pude felicitarte como es debido.
—En parte. Aun no lo puedo terminar de asimilar… Vortex, ella es… —Sin mirarlo directamente, Sheila se acomodó el pelo, ilusionada—. Es todo lo que quiero ser, bueno dejando de lado que puede ser un poco extraña. Apareció cuando más la necesitaba, se hizo mi amiga al punto en el que me llama hermana, me ayudó a descubrir cosas de mí que no sabía que guardaba. Desbloqueó mis alas y por supuesto la diferencia entre nosotras es… palpable. Comienzo a pensar… que nunca hubiese llegado tan lejos sin ella.
—Corrección, te ayudó a despertarlas en menor tiempo, habrías descubierto como hacerlo eventualmente. —Drake apoyó la espalda en el barandal, viéndola de reojo entrando en confianza—. No desmerites tu logro. Ella te ayudó a acelerar las cosas, la proeza es solamente tuya, disfrútalo con orgullo.
El rostro de la pelirroja se vio cegado por la iluminación, impactada por el aliento prestado. Su corazón pegó un brinco de palabras ahogadas en la profundidad de la garganta, salidas al fin por una cantarina risa.
—Pensé que lo último que querías era alimentar mi ego.
—No lo haré tan seguido, princesa… —Engreído guiñó el ojo, y descarado continuó—: no es para que te acostumbres.
—Si, claro…. —bebió de nuevo, sin darse cuenta que Drake acumulaba valor al apoyar los codos en el respaldo.
—Me hiciste verlo.
—¿Qué?
—Que los dragones aún existen en este mundo. —Sinceró en una sonrisa cálida y una voz templada—. Me hiciste creer de nuevo, en algo que ya lo veía imposible.
—Y esta vez ese dragón evitará que te vuelvan a apalear. —Resaltó arrogante; nunca la había visto de un hablar sencillo y mucho menos de tan buen humor en el tiempo que la conocía.
—Si… —Tornándose serio miró al cielo nocturno.
—¿Qué pasa? —Sheila alzó la ceja sin borrar la sonrisa ladina—, ¿tienes miedo?
—¿Qué? —Se mofó en una fingida carcajada, apartándose. Con manos en la cintura infló el pecho con tal de verse más grande, más fuerte y por sobre todo valiente—. No conozco lo que es…
—Drake… —De a poco volvió a ser estoica, y de palabra pesada. No recordaba la última vez que lo llamó por su nombre. Bastó eso para que se detuviera.
—Te digo que no tengo miedo. —La confianza flaqueó, y el encanto se volvió petulante para Sheila.
—Lo que digas… —Simplemente cruzada de brazos rodó los ojos a punto de irse detenida al ser tomada del brazo, y se vio con un rostro cabizbajo; lleno de inseguridades.
—Si… hasta las botas.
—Lo sabía. No engañas a nadie. —No ocurrió burla alguna, y acarició su mejilla tomada por la mano del guardián de ojos cerrados; algo en su pecho se calmó y toda represión se abrió.
—Somos el blanco de los acólitos, quien cuando vengan por nosotros y cuantos son en realidad —dijo al por fin espabilar—. La vez pasada por poco me matan en un lugar con ventaja. La próxima vez pueden venir mejor preparados, claro que tengo miedo.
—Y no estaba ahí con ustedes. —Sheila puso su mano en el mismo lugar, y sin querer los dedos de Drake rosaron con los de ella—. Esa es la diferencia con esa vez. Si vuelven, me ocuparé de pegarle a esa puta por ti. Te devolveré el favor por lo de nuestro último contrato.
—Sheila… —Tragó saliva, transpiraba y temía que su olor la espantara, algo que se elevó cuando retiró su mano sin dejar de mirarlo.
—¿Qué pasa?
—Cuando esto se termine… —Hizo una pausa en la que acumuló valor.
Drake se animó a entrelazar los dedos con los de ella, tomándola sorprendida que giró la cabeza un instante para confirmar si ese gesto fue real, y por último retornó para encararlo para saber que no se burlaba. Pura sinceridad emanaba del rubí de sus iris.
—Tú… —Suspiró dudosa de corresponder.
—Quisiera… —Lo calló al colocar el dedo en los labios, tomándolo por sorpresa.
—Primera muestra de valentía y no es en batalla. Tardaste demasiado y me aburrí, mejor suerte para la próxima. Lo admito, se puede decir que es un progreso. —Sheila lo soltó y se encaminó a salida contoneando las caderas—. Vamos a dormir que no quiero a un soñoliento cubriéndome la espalda.
—Por supuesto… —Inclinó levemente la cabeza por encima del hombro, en renovada seguridad. Rechazo o no, se sentía vigoroso por lo que se avecinaba y susurró algo audible solo para él, nacida desde el fondo de su ser; en su mente los rostros oscurecidos de Connor, Clayton y Naomi lo observaban expectantes—. Te protegeré…. Esta vez… lo haré.
NT: Arte Eizzart.
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