EL ASESINO DE DIOSES (Volumen 1) - 7
El cantar metálico de múltiples armas al ser recargadas previo de la explosión de un disparo, era la música de cada día en la vida de Alicia Wilson. Esta vez no estaba en el furor de la batalla como una mensajera de la muerte; era mentora para un grupo de adolescentes, hijos de campesinos de un poblado abordado por un puesto de avanzada perteneciente a los Templarios.
Tal como lo hicieron con ella años atrás, les enseñaba a usar armas de fuego y técnicas básicas de combate cuerpo a cuerpo como un método de defensa personal. La guardiana caminaba en paso firme justamente atrás de los aprendices, acomodados en fila y cargaban un rifle de caza de un único disparo, apuntando a unas botellas de vidrios usados como blancos en medio del campo, cerca al campamento, el cual rodeaba una villa dedicada a la minería y al campo, transportando a sus empleados por medio del ferrocarril.
Los ropajes de la chica se conformaban por una gabardina larga color verde oscuro. Llevaba una camisa y pantalón negro ajustado por un cinturón táctico. Sus manos estaban cubiertas por unos guantes de dedos expuestos y un par de botas café.
—Recuerden… mantengan las piernas firmes y los brazos en la posición que les dije —Alice daba las indicaciones en voz alta asegurándose de que todos los escuchen—. No quiero que nadie salga expulsado hacia atrás, por no seguir las indicaciones. Recuerden que no es un juguete, hacemos esto por su supervivencia.
Ayudó a un niño a acomodar sus brazos, acompañado por unas palmadas en la espalda y palabras de apoyo. En el grupo de infantes era conformado por niños y niñas, no había distinción alguna de género o condición social.
Alice estuvo al pendiente de cada uno de sus estudiantes, asegurando que ninguno cometiese un error y acabe lesionado. Los contratos de horrores escaseaban en esas zonas; el inquisidor dio la tarea a la guardiana de dar estas cátedras a los infantes, según como fue escrita la ley.
De pasar algún accidente, posiblemente los Templarios la reprenderían y pierda algo de su salario; tal destino sería lo menos le importaba a Alice, en su mente anidaba el asegurar el bienestar de esos chicos.
—¡Disparen cuando de la señal! ¡Les di demasiado tiempo de preparación! No quiero lloriqueos ni accidentes. —Era una mentora estricta, se mostraba inclemente y realizaba un esfuerzo por ignorar como uno de los niños se aguantaba las lágrimas. Tras tomar aire vociferó—: ¡Fuego!
Y así lo hicieron, la energía expulsada de los cañones empujó y derribó a algunos aprendices, en contra posición de los blancos, ninguno fue ultimado. Se escucharon llantos de los infantes aun en el pastizal, con los mocos y lágrimas a cuenta gotas tornándose turbios por la graba que les cubría las caras enrojecidas. Era una imagen patética como comprensible al ser criaturas que nunca han sostenidos un arma.
—Pasemos a lo que sigue… —Alice suspiró agobiada y avergonzada, ese trabajo la estaba agotando.
Tras otros cinco asaltos de recarga y disparo, les enseñó a dar mantenimiento a las armas que eran rifles y pistolas. Alice los ponía a limpiar los cañones, pasando un parche humedecido en solvente.
—¡Piensen en esas armas como sus parejas! —Ocultaba que le gustaba esa frase, un profesor la repetía en la academia y se le quedó—. Trátenla bien y les devolverá el afecto. No se preocupen, ninguna está cargada. Las revisé dos veces y lo he confirmado.
Nada escapaba de la vista de la guardiana, vigilando en todo momento una correcta aplicación del ejercicio, alerta a cualquier peligro. Algo inesperado sucedió, uno de los niños se detuvo y se quedó mirando con desagrado el arma que hace un momento estaba puliendo.
—¿Pasa algo, Henry? —Alice se había aprendido el nombre de todos los niños. Ella pensaba que, como mentora, debía conectar con ellos.
Al principio el niño dudo, se tornó cabizbajo como si se refugiase en su propio mundo y el agarre en la empuñadura se tornó endeble, en un anhelo por ser libre de la pistola.
—Henry… —Volvió a pronunciar en un tono de paciencia limitada.
—No me gustan las armas… —murmuró tímido y cabizbajo, como si pensara que esa respuesta lo iba a hacer merecedor de un regaño—. Quisiera estar trabajando el campo junto a mi papá.
—No te tiene que gustar, es que debes aprender a usarla… es una obligación por parte del gobierno. Toda persona al cumplir los doce años debe aprender a disparar una de las armas legalizadas para los civiles, sin importar su profesión. —Alice se detuvo un momento, estaba sonando como esos duros maestros que tuvo en la academia; cuadrados, cerrados y apáticos. Para su mayor pesar, llegó la visión de los familiares que la abandonaron en un orfanato, pensando que se estaría convirtiendo en aquello que odiaba, en algo gris—. ¿Por qué dices eso?
—Son malas… una de esas armas le quitó la vida a mi hermano mayor cuando se unió al ejército.
Ese comentario fue una bala en el corazón de Alice, y muchos niños resintieron el impacto, por lo que volteaban curiosos para ver la conversación. La guardiana rompió la imagen de maestra en armas, y se arrodilló hasta quedar a la altura del chico en un silencio pesado.
Las palabras no salían en la pelinegra, trataba de acomodar sus ideas para dar una buena respuesta con tal de motivarlo o reconfortarlo y aun así estaba en un ciclón de dudas. Poco a poco pudo encontró claridad por lo que contestó:
—Mi más sentido pésame por tu hermano, Henry… pero quiero que entiendas algo. Vivimos en un mundo violento… hay monstruos por doquier y nosotros no podemos estar en todos lados. —Tocó su hombro, tratando ser algo más que una entrenadora para el manejo de armas. «Por un tiempo pensé que perdí a mi hermano de la misma manera y sigo con ese miedo constante cada día…»—. A veces se necesita que uno mismo aprenda a defenderse y a los que ama. Ojalá nunca tengas que usar un arma, y por si llegase a pasar algo… estes preparado.
—¿Eso incluye tener que matar? —preguntó temeroso—. ¿tendré que matar algún día? ¿no puedo quedarme como un agricultor como mi papá?
—No te preocupes… —Lo abrazó, aun a sabiendas de que mentía, dejó que su corazón la guiara—: Nosotros los adultos nos aseguraremos que no tengas que sujetar ningún arma y puedas dedicar tus manos solamente al cultivo.
De la mano del niño se dejó caer la pistola. Todos los chicos se quedaron mirando las armas, en una amalgama de emociones distintas basados en experiencias propias o ajenas, relacionadas con en el uso de las armas. Unos las veían con miedo, otros sentían tristeza y en algunos había una férrea emoción de adrenalina contenida; una pequeña flama que podía volverse una llamarada violenta o apagarse para que no quede nada más que una fría realidad.
Alice veía en ellos a ella misma y a sus amigos cuando entraron en la academia, aquellos días tras las altas murallas bajo la supervisión de los arlequines macabros, quedó tan marcada que hasta la fecha no podía mirar a un payaso sin sentir repelús. Debían convertirse en armas, en el fuego que ardiese contra el frio, el filo de la espada al decapitar a un licano, en el escudo protector para los inocentes.
Eso se repetía constantemente cada vez que daba mantenimiento a sus partes mecánicas dañadas por las batallas, y se sometía a murmurarlo en el umbral de sueño muchas más veces desde que se unió a este contrato. Una mea culpa única para ella, un látigo de siete colas transformados en palabras, implacables azotando las carnes vivas de su alma pesarosa.
—¿Qué tal si tomamos un descanso? Tengo algo para ustedes.
Recobrando ánimo pensado para ser contagiado a los alumnos, Alice se puso de pie y proyectó desde su dimensión de bolsillo una guitarra acústica. Tal suceso alzó hizo explotar gritos de asombro por parte de los niños.
—¡Es magia! —El entusiasmo de una niña se hizo presente—. ¡Es magia! ¡Hágalo de nuevo! ¡Por favor!
Sin desmentir ni afirmar, soltando una risotada Alice desapareció dejando atónitos a los aprendices, quienes se dieron vuelta encontrando a la sonriente guardiana esbozando una expresión que imitaba a una bestia amenazante de forma burda y cómica.
—¡Rahhh! —Rugió la ojiazul y estalló en carcajadas en la que se unieron los niños. Les había regalado una experiencia que iban a contar por el resto de sus vidas.
Los miembros de la clase se sentaron en la hierba formando un círculo, prestando atención a la guardiana, al tocar hermosas notas musicales en compas de como cantaba. La voz de Alice era tan bella y afinada como la de cualquier bardo, mostrando una maestría incomparable en ese arte. El ambiente tenso de la catedra sucumbió, borrado y remplazado por una balada romántica estallando en los hilos de la guitarra.
Canción tras canción, el pequeño publico ovacionaba entre ruegos un nuevo cantar de Alice. Tocó desde canciones románticas, pasando por las deprimentes y culminando en las de humor negro, sacando carcajadas y lágrimas por igual.
Fue lo mejor de la clase, en especial para la guardiana. Terminada la sesión Alice dirigió a sus alumnos en fila de regreso al poblado, traspasando el recinto del ejército de los fénix. Campos de verde forraje de kilómetros de amplitud, eran dominados por el mar de carpas y gigantescos camiones, entre otros vehículos motorizados usados por el ejército.
Las tropas se movían de un lado a otro, en la realización de distintas actividades: transportar material, cocinar, conteo de inventario, forjar armas y armaduras, entre muchas otras tareas. Se escuchaban risas y platicas de alta moral por parte de los soldados, dichosos por las victorias atribuidas a los Templarios y los refuerzos venidos desde el Elysium, la capital de Rhodantis.
En la travesía la clase se detuvo a observar allá a la lejanía, en las vías se desplazaba a toda velocidad un enorme tren de hierro oscuro, expulsando humaredas azuladas cargadas de destellos eléctricos, movida por la energía de los cristales.
La pesada maquinaría se detuvo en una estación cercana a las murallas del poblado, en las que se leía un letrero que rezaba el nombre del recinto Templario «Bienvenidos al Manzanal». La guardiana acompañó a cada uno de los niños a sus casas, no permitió que ninguno se le escapara, llevó a la veintena caminando a través de las calles en fila.
Al estar por dejar al último infante, descansaron un rato cerca de una tienda. La niña quiso comprar agua, por lo que Alice la acompañó, y aprovechó para sacar de su bolsa un cigarrillo, lo colocó en su boca y usando un encendedor lo prendió. Este proceso fue presenciado por la niña.
—¿Puedo probar uno? —solicitó en ojos curiosos.
—¿Qué? —tosió por el asombro, sacándose el cigarro de la boca—. Por supuesto que no. Es malo para tu salud.
—Pero… ¿entonces por qué fumas? —De nuevo atraparon a Alice en preguntas que no podía responder fácilmente—. ¿no es malo para ti también?
—¿Cómo te lo explico, Nina? —Irónicamente hizo una pausa en una larga fumada. Al soltar una exhalación vaporosa, expulsándola en el lado contrario de la alumna—. Cuando eres adulto puedes hacer cosas que te hacen daño, te vuelves adicta a ello una vez que lo pruebas y no lo puedes soltar. Será mejor que no caigas por ese camino, niña.
—¿Tú no puedes dejarlo ahora? —La petición de una razón fue una pregunta que Alice le costaba responder—. Te vez muy joven todavía.
—Creo que es demasiado tarde para mi —Aceptó de forma cínica. No contó sobre la cirugía que la volvía un ciborg, otorgándola cualidades sobrehumanas agregadas a las mutaciones de los cristales lo que la volvían resistente más no inmortal. «De todos modos, no pensaba vivir mucho tiempo…».
Al dejar a la niña a su casa, la guardiana se dispuso a realizar una caminata sobre las adoquinadas calles del tranquilo poblado y llevando las manos metidas en los bolsillos de su gabardina.
Era un recinto tranquilo, dividido entre ser una ciudad y un pueblo, caminó a través del empedrado de las calles rodeadas de edificaciones. Los ojos azules de la guardiana miraron las pequeñas casas de teja, las cuales no llegaban ni por asomo a la altura de las murallas que cubrían el poblado como la mayoría de zonas civilizadas, contra incursiones de todo tipo.
Se respiraba un aire tenso en las personas ante la presencia de los militares, temiendo la posibilidad de ser el blanco de los jugadores de las sombras. Ese miedo se batía en duelo singular frente a la seguridad impartida por la presencia de los soldados, tenía sus ventajas y desventajas.
La caminata de Alice frenó en seco frente a una tienda de armas, en la que sobresalía una larga fila de personas en la entrada; algunos se amontonaban en el ventanal para ver la mercancía que quedaba para el equipo de protección.
La venta de armas para los civiles se ha disparado en los últimos días. Hombres y mujeres dedicados al campo o al ahora frenado trabajo de las fábricas manufactureras de maquinarias y cristales, optaron por la protección propia si la guardia no cumplía las expectativas.
Desde la academia ha nacido en Alice una cultura en las armas de fuego, ese gusto la hizo coleccionar diferentes tipos de rifle, resguardados en una bodega que rentaba en la capital de Trisary y en su propia dimensión de bolsillo. Esa misma afición la hizo acercarse al vidrio, moviéndose entre las personas en palabras de disculpa dejando que ella pudiera acortar la distancia lo más posible.
La mayoría de equipo restante en las paredes y estantes, era equipo de supervivencia como algunas armas blancas, contrario a las armas de fuego, quedaban muy pocas, se vendían como pan caliente.
A la guardiana no le faltaba comprar nuevo equipo, mucho menos de esa tienda al nada más tener armas como rifles de caza, escopetas de un disparo y diferentes tipos de pistolas de bajo calibre. Eran conocidas como «juguetes de niños» como comúnmente llamaban los soldados a los fusiles legales para los civiles.
—¿Por qué nada más nos venden este tipo de armas? —preguntó un hombre al sostener una escopeta recortada recién comprada—. Esta cosa es buena, pero tengo que recargar rápido y si no le pegué en el primer disparo estoy muerto.
Alice alcanzó a escuchar la conversación; curiosa agudizó el oído
—Para eso son las armas blancas, compadre… —contestó su acompañante—, igualmente quisiera comprar un mejor equipamiento, lamentablemente las leyes de las armas son muy estrictas con lo que podemos obtener. Bendito sea el ejército y los mercenarios registrados.
—Eso no me parece justo, hay monstruos por todos lados —protestó inconforme—, por culpa de unos imbéciles que causaron matazones en sus casas porque el hermano de alguno se cogió a la cabra del dueño, nos limitan. He escuchado que algunos han conseguido mejores armas de supervivientes del Tridente.
—No tomaría ese camino si fuese tú, si te ven con un arma no aprobada por la lista, automáticamente dirán que la robaste y te arrestarán —respondió de forma contundente el hombre—. No vale la pena quedar encerrado en prisión por diez años, si es que no te torturan para saber cómo conseguiste el fusil. Es mejor aprender a manejar lo que nos dan y asegurar bien nuestras casas.
—Creo… creo que tienes razón —toda esa frustración se apagó debido al miedo, devolviéndolo a la razón—. Lo que me da esperanza es que Rhodantis ha mandado a sus tropas. Ayer llegó un tren lleno de refuerzos de abanderados de los pegasos.
—¡Si! —estalló emocionado—. Esos tipos derrotaron a esa monstruosidad planta… los rebeldes cavaron su tumba cuando llegó la flota a Lazarus, esta guerra acabará en el menor tiempo de lo que imaginas.
«Malditos Rhodantianos… ¿Qué carajos se supone que están planeando?», pensó disgustada la guardiana.
El pasado turbio entre Trisary y Rhodantis, la experiencia en el Tridente, el documento que los obligaron a firmar en el que dieron todo el crédito a la flota de aeronaves por la muerte del titan; y los secretos que les han ocultado para este contrato han cavado un profundo abismo en la confianza de líder de los Einharts con sus empleadores los Lazarianos.
No han tenido la reunión en la capital, en donde se encontraría a la inquisidora Flora Lunaris y tampoco ha conocido al séptimo guardián. No han podido enviarle información del mismo vía cubo frecuencia, usando a la guerra como excusa. Hoy se suponía que eso ultimo iba a cambiar.
Fungiendo como intermediario entre los Rhodantianos y los guardianes, el inquisidor la citó en un café a medio día en el que se vería con el séptimo en persona y podría tener una entrevista con el mismo. Ese giro en los acontecimientos fue inesperado para Alice, imaginaba que lo conocería primero por un holograma o una carpeta llena de archivos.
Al trabajar bajo el mandato de Rhodantis dentro de una legión en la que se encontraban condenados a muerte como soldados para reducir su condena, nadie en Lazarus conocía la identidad del séptimo.
Alice trató de comunicarse con Trisary en búsqueda de iluminación, tal acción cayó en saco roto. La inquisidora solicitó en el contrato cooficialidad con respecto a la identidad de su guardián, por lo que nadie tendría acceso a esos datos, ni siquiera a los Einharts.
En medio de sus cavilaciones frenó en la cafería pactada. Compró una taza de café, un periódico, unos panes dulces, y una cajetilla de cigarros y se dispuso a tomar asiento al lado de una ventana.
Durante su espera se entretuvo leyendo las ultimas noticias, degustando de su bebida calienta y por ratos llenaba el reporte sobre la clase en una libretita de notas, la cual tenía que entregar a algún oficial.
En la lectura se enteró a detalle de los eventos actuales: el avance de la batalla final entre el Libre pensamiento, y el imperio, las manifestaciones en Trisary, la falsa victoria en el sendero que atravesaba las montañas de Valle Crepúsculo, y la cacería de los acólitos.
Finalizada la lectura en la mente de la guardiana cayó de nuevo el rechazo de Henry a las armas. Terminado los estudios básicos en las escuelas, los infantes al entrar a la pubertad debían ser entrenados en un oficio, lo común era escoger la profesión de los padres o de algún familiar, por lo general era lo primero. Era esa la costumbre en todo el mundo conocido, El libre pensamiento no era la excepción.
En la infancia de la guardiana pudo ser testigo de las múltiples discusiones de Alex en contra de sus padres, quienes querían que su primogénito fuese medico como ellos. El Wilson mayor era un soñador inestable, cambiando de objetivo cada cierto tiempo, lo que se mantuvo por un tiempo considerable era el deseo de ser inventor, explorador o arqueólogo, la idea de dedicarse a la medicina no pasaba por su mente ni por asomo.
Alice aun de pequeña, era consciente del talento de su hermano mayor con las máquinas y como era un hombre muy culto. Al final, Alex optó por unirse al ejército por razones que la joven desconocida, hasta que tiempo después supo que su hermano perseguía a una mujer, quien se unió a la armada.
En las noches de sueño lucido, el papel de Alex era remplazado por Alice en esas discusiones. Ella aprendió primeros auxilios básicos, lo que no la volvía una doctora y ni estaba interesada en serlo. De no ser una guardiana seguramente la profesión deseada sería ser musico o actriz; de imaginarlo en una conversación frente a sus progenitores, la decepción y la rabia hubiese sido monumental.
Los minutos pasaron muy lentamente, ya iba por el tercer cigarrillo enterrado en el cenicero. Así como una fumadora y bebedora de café empedernida, Alice era puntual y llegó una hora antes de lo pactado. Al divagar en su mente, vio por ventana el caminar de las personas y trató de adivinar cuál de ellos iba a ser ese guardián nuevo.
No era difícil reconocer a un cazador de monstruos entre la prole, por lo general eran personas de indumentarias vistosas, repletas de armas y artilugios, algunos eran de todo tipo de raza al ser protegidos por Trisary.
Por lo general veía personas civiles, miembros de la guardia y soldados del ejército, nada fuera de lo común. La campana de la puerta resonó, la recepcionista saludó amablemente al soldado envestido en la armadura reglamentaria de Templaria, y devolvió el gesto de forma amable.
Alice alzó la ceja extrañada al ver como el cruzado se acercaba a ella, emitiendo el aparatoso canto metálico de las botas al moverse, con la mano puesta en la empuñadura de la pistola enfundada.
Sorpresivamente el cruzado ofreció colgar su cinturón de armas, como se acostumbraba en los bancos, la encargada rechazó el ofrecimiento y la dejó pasar sin problemas al ser un oficial del ejército.
—Tú eres Alicia Wilson ¿verdad? —dijo—, líder de los Einharts, guardián rango plata tres estrellas de los lobos de la noche.
—En efecto… ¿Con quién tengo el gusto?
Era un gigante, comparable al tamaño de Tonatiuh, sí que no era un poco más. Tenía una complexión grande y fuerte, a su lado Alice se veía como una pequeña muchachita. El seguro del casco fue desarmado y alzado por ambas manos enguantadas relevando no la visión de un hombre mayor curtido en años de batalla, era el rostro de una mujer no muy lejos del rango de edad de los guardianes.
—Soy la capitana Clara Lichwood, caballero de Lazarus. —Puño en pecho y el casco en su otra mano se presentó en un porte confiado y sincero—. Es un honor conocerla, guardiana.
Clara era de piel pálida con enormes ojos de una tonalidad azul, corto cabello castaño claro cercano y enmarañado, de espesas patillas y cejas. Poseía hombros alargados, denotando una complexión robusta con una voz gruesa, y tosca y a la vez femenina en un tono caballeroso. Sus facciones eran ásperas, poseedora de labios carnosos y una nariz pequeña denotando algunas marcas de haber sido rota en ocasiones pasadas al estar levemente desviada y un estigma de carne machucada en el tabique.
—Eres la sobrina del capitán Turner Lichwood… —Alice pensó en voz alta, al imaginar que veía un fantasma. Había escuchado que esa mujer desapareció en combate y la daban por muerta.
—Si no es mucha molestia ¿puedo acompañarla, señorita? Por favor —solicitó amablemente.
—Claro…
—Con su permiso. —Tomó asiento delante de Alice, causando un pesado chirrido en el respaldo debido al peso de la mujer. Pidió un café, y se le fue traído en brevedad—. Espero que aguante…
Murmuró Clara en voz abaja un poco apenada.
—Mis condolencias por tus parientes… —dijo Alice empática al tratar de comprender el semblante sombrío de su visitante, antes de tocar el tema del séptimo—. Estuve en la batalla del Tridente al lado de tu tío, fue un honor haber servido a su lado y luchó valientemente.
Hizo caso omiso del pensamiento de que Turner condenó a cientos de soldados al atacar de frente, movido por la venganza nublando su buen juicio y fue el primero en sufrir una muerte tragicómica por un francotirador. Alice no necesitaba echar en cara esa mala experiencia a Clara; para ella era mejor recordar lo bueno y no tanto lo malo.
A Clara le temblaban las manos al hablar, aun cuando las tenía entrelazadas y pegadas sobre la mesa; meneaba constantemente la cabeza avizorando la ventada como si estuviese esperando que un rompe infiernos fuese a estrellarse contra el local. Alice lo detectó como la señal de una cicatriz mental a causa de su desaparición entre líneas enemigas tanto tiempo y su retorno fue descubrir el fallecimiento de un familiar.
—Agradezco sus palabras —asintió sin mucho interés de seguir ese tema—. Estoy segura de que usted desea conocer sobre el guardián contratado por Rhodantis.
—Ah, claro… —La impresión la hizo olvidar por completo a que venía—. ¿vendrá a vernos más tarde?
—Lamentablemente no será así, señorita Wilson. —negó culposamente—, la inquisidora lo inmiscuyó en una labor de extrema importancia a último minuto, debido a los acontecimientos del Valle crepúsculo, ha estado reagrupando a sus fuerzas y me ha mandado como remplazo. Llegué aquí junto a los refuerzos, debido a la mala señal causada por las antenas dañadas de estos terrenos, no pudimos comunicarnos con antelación por radio o vía cubo frecuencia.
La excusa fue recibida por Alice como una repulsiva burla. El rostro se tornó rojo por unos segundos, dilatándose las pupilas azules.
—Es una pena… —En una pericia de control emocional, lamentó falsamente ocultando un creciente enojo «¡Me cago en tu puta madre, Flora! ¡¿Cuánta de tu porquería tendremos que aguantar?! ¡El día que te vea me tendrán que agarrar para no cocerte a golpes! Tener que soportar las mierdas de Sheila son más que suficiente como para que salgas con esto»—. Supongo que nuestro encuentro no será infructífero, ¿no es así?
—Claro que no, he venido de parte del guardián con unos encargos para usted. Lo conocí en mi corta estadía en Cosecha de ascuas —dijo—. Créame cuando le dijeron que se quedara en su fábrica, se molestó demasiado, realmente quería venir a verla al enterarse que era usted la líder de los Einharts e intentó por todos sus medios convencer a la inquisidora para dejarlo venir. Por desgracia no pudo convencerla.
—¿Eh? Creo que sería menester que me dijeras primero de quien estamos hablando —«¿Fabrica? ¿se emocionó por saber que me vería al punto de armar un ajetreo? No me digas que es…».
—¿No lo sabe? —Parpadeo extrañada, ignoraba el secretismo de la identidad del séptimo—. Creo que usted lo conoce… es el alquimista Nicolas Moebius.
En el interior de la cabeza de Alice estalló un chirrido agudo, comparable al de un toca discos dañado por ser apagado bruscamente. Un maremoto de pensamientos y emociones descontroladas se cernieron en su sique, maldiciendo a todos los altos mandos de Trisary y a la inquisidora Flora.
—Ay carajo… —maldijo ásperamente posando unas manos sobre su cabeza. Era como si todo el mundo se ciñera en sus hombros—. Tenía que ser Nick… por todos los jodidos dioses que existen tenía que ser ese cabrón.
Inconscientemente lo llamó como solía hacerlo antes, un sabor de nostalgia se acumuló en su boca.
—¡Oh, perdóneme! no imaginaba que fuese una enemistad. —Clara quiso apaciguar las aguas e intentó ser condescendiente—. Pensaba que era algún amigo o pariente suyo.
—Ya quisiera… —sus mejillas se ruborizaron, mostrándose incomoda—, nosotros tenemos un pasado… complicado.
—Pasado… ¿romántico? —Clara dedujo.
—No es fácil tener ese tipo de relaciones en este trabajo —confesó abiertamente—, fuimos pareja cuando era su escudera, una época muy loca y efímera.
—Eso explicaría por qué se comportaba así… —Clara arrugó la cara en desaprobación—. Y por qué no podía comunicarse con usted vía cubo frecuencia.
—Tengo su código bloqueado desde hace tiempo. Ahora entiendo la razón de mantener en secreto su identidad. —Asteada Alice se hundió en el asiento—. Ese cabrón tiene un talento innato en el arte de meterse en problemas y hacer enemigos por su pesado ego. ¿Qué te mandó a traer el cuatro ojos?
—No me quiero meter en problemas de amantes. —Se encogió de hombros, y sacó de su cinturón el cubo comunicador, colocándolo en la mesa—. Grabó un mensaje y un encargo para usted… creo que sería mejor que lo viéramos en otro lugar.
—¿No me lo puedes enseñar aquí? —cuestionó intrigada—. No estamos en un pueblo olvidado por el Viajero en culo de las tierras Templaria. Aquí la gente está lo suficiente civilizada como para no apuntar con trinches si ven un holograma pensando que es un fantasma o un abismal en la cocina. ¿Por qué no me lo puedes enseñar aquí? No es como si Nicolas me hubiese mandado un video de él desnudo.
Alice soltó otra chanza para alivianar el ambiente, cumpliendo su objetivo al presenciar como una leve risa sonó por parte de Clara.
—No lo creo… —contestó.
—¿Entonces de que se trata?
—Será mejor que te lo veas con tus propios ojos. —Alzó una pequeña joya esmeralda retenida entre sus dedos. Alice las reconoció como contenedores de dimensiones de bolsillo en miniatura—. Los encargos vienen con el mensaje.
—Esto es un ya visto… —Pensó en voz alta.
De nuevo regresaba a sus tiempos de escudera, era llenada de regalos por parte Nicolas. «Modelos de prueba» ella era la catadora de cada nuevo invento de los que muchos se terminó quedando, como la armadura que solía usar. Los detalles a los principios tiernos para la guardiana, se tornaron en un apego intoxicante. No la quería consentir como pareja, pretendía comprarla.
—¿Un qué?
—Ya sabes, un «ya visto» se dice cuando sientes que algo ya lo viviste —explicó de forma rápida—. Es algo bastante común, parecido a «el pecador llamando blasfemia asquerosa al abismal» o «no se le ven los dientes a caballo o pegaso regalado» este último de pensarlo me causa pesadillas, me hace imaginar a caballos pintados de payaso con sonrisas muy humanas.
—¡Oh! —En Clara se encendió una chispa curiosa—. No conocía esa «jerga» me resulta un poco fuera de contexto… en especial la parte de un caballo payaso… suena aterrador.
—Enserio… —Tras una pausa arremetió alzando la ceja—. ¿Creció en un bunker?
—Mi padre y mi tío me impusieron una disciplina en todos los ámbitos si quería unirme al ejército. —Clara parecía acoplarse más a la conversación—. Como puede notar, señorita, flaqueo un poco en la parte social… me costó un poco platicar con el alquimista Moebius, era un poco y con el debido respeto… ¿peculiar?
—Rancio es la mejor palabra. —En pérfido desdén dio otra fumada a su cigarro—. Veré el mensaje holográfico por motivos profesionales, lo que no me obliga a aceptar los regalos de ese cuervo biónico. Ya verlo y escuchar su voz a distancia me resulta incómodo.
—Vaya no se si asustarme o impresionarme… —Clara dejó ir una leve risa, en un gesto de complicidad—. Aseguró que pensaría eso, por lo que me dijo esto «No querrás verme, pero Ion si y lo necesitas» no me dio mucho contexto sobre eso, nada más que aceptarías todo lo que te tengo que dar si lo citaba.
El cigarrillo se escurrió de los labios de la guardiana, su boca quedó colgando por la impresión, pareciese el resultado de un puñetazo centrado en su estómago.
—Ese viejo bastardo… —Masajeándose las cienes una pesada culpa se ciñó en sus hombros—. Vamos a un lugar poco concurrido… he de suponer que eres acreedora de un aura mágica.
—En efecto, soy una esper. —En un tono entre la soberbia y confianza afirmó al ponerse de pie, invitando a la guardiana a seguirla.
—El jodido pasado siempre viene a buscarte… —Soltó una leve carcajada y alzó la vista al cielo, estirándose—. Espero que esto valga la pena.
Pagaron la cuenta, salieron del local y se encaminaron en la búsqueda de un lugar lejos de la presencia humana.
—Tengo que preguntar… ¿Por qué llevas una armadura básica y con el símbolo de Rhodantis en la hebilla? —Alice no se aguantó la duda, ya que recordaba que Clara era un caballero y con el rango de capitán en la milicia de Lazarus—. Se supone que los capitanes y miembros de alto grado pueden tener armaduras personalidades, siempre que lleven el símbolo de la espada sagrada.
—Es provisional, señorita. Me están preparando una nueva armadura similar a la que tenía antes. —Clara no tenía reparos en contarle la verde e iba directamente al grano—. No podía vivir sin portar una armadura en horario de trabajo, era una necesidad que puedo jurar que podría ser fisiológica, aun cuando no me sienta cómoda portando los colores de un país extranjero, aun si somos sus vasallos.
—Comprendo lo que dices —«Tampoco me siento en un campo de rosas al participar de manera obligada en un país extranjero para esclavizar inhumanos…».
Se encontraron en un callejón sinuoso, bajo la sombra de un puente al lado de un camino de agua dirigido a los drenajes.
—¿Cómo vas a liberar el sello? —preguntó Alice—, ¿no se supone que se liberan con la misma magia del usuario que lo creó?
—No necesariamente —explicó—, si la ecuación detecta una energía distinta, aventará un círculo mágico y debo colocar un código. El guardián me lo proporcionó cuando me entregó la joya.
—Eso sí que no lo sabía… —respondió—, no soy muy versada en magia… pero adivinaré… las variables podrían leerse como ¿Alferez es un pendejo?
—¿Cómo lo…? —A Clara se le fue el aliento.
—Experiencia… —se vanaglorió cruzada de brazos.
Clara con la joya en su mano, cargándola de su magia liberando un resplandor esmeralda cargado de destellos eléctricos y como hilos se entrelazaron proyectando un pequeño circulo mágico sobre el puño de la capitana, comparable al espejito usado por las mujeres para maquillarse.
El holograma traslucido era distinto a las comúnmente vistas en la batalla por el Tridente. En lugar de los típicos pentagramas rodeados de runas y variables matemáticas, era un anillo de doble segmento con un centro hueco. En los bordes se plasmaban símbolos algebraicos y runas repartidas en la envergadura semitransparente, en posiciones y formas similares a circuitos.
—No soy una hechicera ni por asomo. Se cosas básicas por tener un aura mágica, la cual no era lo suficiente fuerte como para dejarme entrar a alguna escuela de magia. —Clara se rascaba la cabeza analizando lo que estaba viendo, era algo casi incomprensible—. Es una magia muy ajena a lo que estoy acostumbrada, creo que la catalogan como Tecnomancia… la llaman la alquimia moderna.
—Cuando estaba en la academia se conocían cuatro tipos de magias. —Esta era la única magia que Alice pudo conocer de cerca, la vio tantas veces que se le hizo más normal que los hechizos elementales comunes—. Creo que el archivo que quiere considerar este tipo de hechicería… o mejor dicho la alquimia en general como una quinta.
—Nunca vi el objeto antes de que lo sellara en la joya. Por lo que no sé qué esperar. —Confesó Clara—. ¿Debo preocuparme?
—Te mentiría si dijera que no… —A Alice le parecía un poco tierno ver a una mujer de semejante complexión comportarse de esa manera, por lo que le fue imposible no molestarla un poco—. No creo que esté tan ardido conmigo como para que me mandase una bomba…. espero.
—Que sea lo que el viajero quiera. Deme espacio…
Resignada materializó un segundo circulo mágico en su mano libre, colocándolo encima del pentagrama de apariencia digital. Movió algunas variables, cambiándolas de lugar y los dos círculos giran tal cual una ranura, uniéndose en uno solo.
Al ser colocada la joya en el empedrado, cambió de forma y creció en tamaño, transformándose en una esfera del tamaño de un canino grande.
El arcaico artilugio metálico poseía un espejo negro circular en su centro del que se encendieron dos faros blancos parpadeantes, tal cual estuviese despertando apenas y se elevó un metro en el aire por alguna especie de fuerza invisible, proveniente de cuatro cristales amarillentos repartidos en la envergadura de su carcasa plateada.
—¡Ion! —Alice estalló en emoción y saltó para abrazar de forma invasiva la máquina—. ¡No sabes cuanto te he extrañado!
Ion no hizo ningún movimiento, más que soltar un sonido de cascabeles en un sonar dulce para los oídos.
—¿Eso es un golem de apoyo? —Clara pidió confirmación—. Son muy raros de ver fuera del Libre pensamiento.
—Es el ayudante de Nicolas… —Alicia seguía aferrada a la pelota flotante, parecía una niña con un cachorrito—. Lo acompañaba en sus misiones, fungía como mecánico para sus armas, no es para el combate. Le tomé mucho cariño y me mataba que no lo viese en mucho tiempo. Muchas veces pensé que debí casarme con ese loco para nada más quitarle la custodiada de mi dulce pelotita al anular la unión y de paso algo de su dinero.
Alice dio un beso cariñoso al ente metálico, acariciándolo y en respuesta soltaba esos armoniosos canticos silbantes.
—Supongo que sus razones están en su mensaje.
Clara sacó su cubo, abrió una tapa de uno de sus lados, revelando un control de mano del que tocó una combinación de botones, activando el crujir de los engranajes al abrir el lado superior en cuatro piezas y transmitió en un holograma azul granulado una encarnación del séptimo guardián.
—Hola… Alice ¿Cuánto tiempo sin vernos? —resonó la voz entre cortada por la calidad del video—. Lamento que este encuentro sea por medio de una grabación y no en persona como llegué a esperar, me disculpo por eso.
Nicolas Moebius era un hombre menudo de rasgos atractivos. Su cabello era de color anaranjado y ojos azules chispeantes con leves ojeras y unas gafas circulares. Poseía un grueso bigote de puntas puntiagudas y una barba de media sombra. Lucía como alguien a finales de sus treinta, debido a unas hebras blanquecinas esparcidas en su cabellera y los rasgos maduros de su rostro.
Los ropajes del alquimista eran una camisa gris de mangas arremangadas y con los dos primeros botones abiertos, mostrando el anaranjado bello en pecho. Sus brazos igualmente eran velludos. Vestía unos pantalones oscuros y unos zapatos a juego bien lustrados.
«Carajo… sigue igual de guapo que antes…», Alice aspiró apresuradamente al verlo nuevamente, no hubo furia u odio, no sabía lo que era con exactitud.
—Le pedí a la Capitana Lichwood el favor de enviarte este mensaje. —Continuó la grabación—. Supe de la perdida de tu pierna en la batalla por el Tridente; en tu informe pusiste que fuiste asistida por tus dos compañeros, que habías entrenado para ayudarte a intercambiar tus implantes mecánicos, debo decir que por poco me da un infarto.
» Por mi fuera estaría ahí como refuerzo, no ateniéndome a que estes en las manos de gente no especializada. Debido a las circunstancias no podré estar en tus misiones, por lo que te envié a Ion, es perfecto para fungir como biomecánico de campo y apoyar como un recolector de información.
—El mismo Nicolas… —murmuró Alice de brazos cruzados, pasándole ese leve desliz que tuvo.
—Debes recordar sus necesidades y mantenimientos, viene instructivo en uno de sus compartimientos. —Nicolas hablaba con las manos atrás de la cintura, parado derecho y viendo hacia el frente en un tono de voz serio, sin trabarse o tartamudear en ningún momento—. Se que debes recordarlo, no esperaría menos de ti, lo que no me evita tener mis medidas.
» Espero que nuestros altercados pasados, no nos impide tener un buen trabajo y si me lo permites… tengo unos inventos que me gustaría que probaras una vez que se nos dé la oportunidad. Estaré a la espera de nuestra próxima reunión o la respuesta en alguna llamada, no he cambiado de código. No soy el mismo hombre de antes, he mejorado y voy a demostrártelo, si no hay nada más que decir me despido… muchísimas gracias por escuchar y cuida muy bien de Ion como él cuidará de ti.
El holograma se esfumó, regresando toda chispa de su existencia al interior del cubo, cerrándose cual caja.
—Esperaba claridad y me dejó con muchas otras dudas —concluyó Alice al finalizar la transmisión. Se dirigió a Clara al ser la única que podría darle algo de lucidez—: ¿Cuál es la labor que tiene Nicolas para que no viniese? Él no es precisamente un peleador, por lo que me imagino que lo tienen para la construcción de armamento.
—Es probable… desconozco mucho de los proyectos la inquisición; han estado tratando con mucho secretísimo en esta rebelión. —Clara habló seriamente—. Hasta donde tengo entendido, la inquisidora tiene a varios biomantes trabajo para ella, por lo que tener al doctor multiplica el rango de alcance de nuestro arsenal.
—¿Biomantes y un tecnomante en el mismo lugar trabajando colaborativamente? Entonces Nicolas enserio debió haberse vuelto más tolerante o las coronas doradas pudieron comprarlo por completo, todavía no sé si pueda confiar del todo en él. —Alice no sabía si preocuparse de lo que podrían lograr esos dos juntos, si es que no se mataban en el proceso—. Pensaba que podría sacarle algo de información de esta operación al séptimo, y terminé envuelta con un drama. Antes de ir a la capital me reuniré con mi equipo, y para ese entonces debo recolectar algo más que un par de nombres si queremos dar con la reina de corazones.
—Compartimos un mismo objetivo, guardiana. Creo que podría ayudarla —Clara se acercó actuando de una manera sospechosamente amable, sacando a Alice de sus cavilaciones—. Si el doctor no puede permitirse unirse a su cruzada, entonces quisiera tomar su lugar.
—¿Perdona? —Alice creyó que no escuchó bien, tensándose como un arco por la naturaleza de esa petición.
—Después de mi recuperación física y mostrar que estoy mentalmente estable… cuando me encontraron… mi estado era peor que lamentable, por un segundo perdí mi espíritu de lucha. —En Clara se notaba un aire pesaroso al narrar el cómo fue rescatada—. En las últimas semanas ha estado cambiándose de enfermería en enfermería, bajo el cuidado de diferentes especialistas. Cuando logré reaccionar y saber lo sucedido en el Tridente… con mi tío… con el titan y ese desgraciado de Alpiel; supe que debía mi espada a ustedes por haber vengado la muerte de mi familia. Solicité que me mandaran a apoyar a los Einharts y la inquisición me lo ha permitido, faltando que usted me acepte.
—¿Puedo preguntar por que deseas unirte realmente a mi equipo? —Alice no se atrevía a imaginar las cosas que pudo ser testigo Clara. «Me arriesgo a generar conflictos con Sheila o darle más poder a los Templarios y si mi equipo crece demasiado me será cada vez más difícil mantener el orden», Alice meditaba cual sería la decisión correcta y antes de que pudiese tomar una decisión, Clara volvió a retomar la palabra.
—Para poner fin a esta batalla —Clara contestó al instante, apresurada para que Alice la aceptara y no dijera más preguntas. Sabía que lo que estaba pidiendo era ilógico, era una Templaria pretendiendo unirse a un grupo de guardianes—. He admirado los ideales de los guardianes y creo que unirme a otros super soldados pueda ayudarme a superar lo que me sucedió… así de sencillo.
—Pero ¿Por qué a mi equipo? No somos el único grupo de super soldados en esta batalla; Los Nephilim mataron al titan no nosotros. —Obligada por el contrato, siguió la mentira de los Rhodantianos, no podía asegurar que Clara no supiese la verdad, y evitó el riesgo de cometer una falta que pueda generarles inconveniencias—. No es que tenga algo en contra suya, capitana… el punto es que usted regresó de haber estado capturada por el enemigo quien sabe cuánto tiempo. Pensaría que la tendrían bajo tratamiento psicológico indefinido y la enviarían a casa.
» Seré honesta con usted y creo que no la voy a sorprender… quiero volver a Trisary, este no es mi lugar y no quiero morir aquí, me repugna la idea de esclavizar inhumanos. Sin aires de ser arrogante, estoy segura que casi todos mis compañeros piensan lo mismo. Tienes una oportunidad de dejarlo y tener una vida tranquila. ¿Por qué renunciar a eso? Sea honesta consigo misma.
—Mi escuadrón entero fue aniquilado, entre ellos mi padre, y hermanos, y me vengo a enterar que mi tío también sucumbió. —El semblante de Clara se oscureció—. Todo por un sistema de esclavitud basado en rencores pasados, ideales de los que no comparto, creo en Dios, amo a mi país, pero no al ideal esclavista que ha provocado una guerra que, de no terminarla pronto, nos veremos como blanco de los otros credos una vez que dejen de matarse entre sí. Si me marcho, los que piensan parecido serán menos y la posibilidad de que la conclusión venga sin un cambio disminuiría. No puedo volver a casa a enfrentar a mi familia, no hasta conocer el resultado de esta cruzada, no cuando aún puedo hacer la diferencia como un super soldado ¿Es eso lo que querías escuchar?
Clara no llamó «santa» a la rebelión, llamando poderosamente la atención a Alice.
—Creo que tú y yo vamos a llevarnos muy bien. —En una respuesta positiva, la guardiana colocó la mano en el hombro de la mujer caballero—. Tenerte en la reserva es lo único que puedo ofrecerte de momento, me sería complicado tener a tantos soldados en mi equipo.
—Me honra su respuesta, guardiana—Clara sonrió gustosa, y ofreció su mano Alice entrelazando sus dedos en un acuerdo cordial.
—Por favor llámame Alice.
—De ser así, puede llamarme Clara.
Comments for chapter "7"
QUE TE PARECIÓ?